La Glotonería y La Templanza
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Chris Donato
sobre Ayuno
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por Javier Matus
Dos errores acompañan a la mayoría de los debates sobre la glotonería. El primero es que sólo trata con aquellas personas con una cintura no muy bien formada, y el segundo es que siempre trata con la comida. En realidad, se puede aplicar a los juguetes, la televisión, el entretenimiento, el sexo o las relaciones. Se trata de un exceso de cualquier cosa.
Incluso los paganos de la antigüedad le acertaron. En Delfos (en la parte centro-sur de Grecia), el santuario de Apolo tenía inscrito, sabiamente, “Nada en Extremo.” El problema con esto, por supuesto, era que el juez de tal exceso era el individuo, mientras que para los seguidores de Cristo el Juez es el mismo Dios Creador. Y conocemos sus pensamientos sobre este tema, no porque caemos en una especie de trance y hablamos Sus palabras—como el oráculo de Delfos supuestamente lo hizo—sino porque tenemos Su Palabra para nosotros. Véase, por ejemplo, Proverbios 23:1-3: “Cuando te sientes a comer con algún señor, considera bien lo que está delante de ti, y pon cuchillo a tu garganta si tienes gran apetito. No codicies sus manjares delicados, porque es pan engañoso.”
Esto es básicamente una advertencia para ejercer el autocontrol cuando se enfrenta con la extravagancia de los ricos impíos que pueden tratar de atraer a usted dentro de la forma de pensar de ellos. ¿La vida de quién, antes que Jesús naciera, nos ilustra esto mejor? Daniel era el que estaba sentado a la mesa opulenta y “propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey” (Daniel 1:8). Como se mencionó anteriormente, este mismo principio se aplica a cualquier cosa buena que Dios ha creado. Seguramente debemos disfrutar de ellas (esto no es una llamada a la rígida auto-negación), pero no debemos consumirlas con glotonería voraz, exigiendo más de estos placeres simples de lo que permita la prudencia llena del Espíritu.
La prudencia, por cierto, es lo contrario de la glotonería. La prudencia, en el sentido de frugalidad o templanza sabia, es la virtud celestial que, según los padres de la iglesia, Crisóstomo y Jerónimo, escaseó gravemente en Adán y Eva en el jardín de Edén, de hecho, faltó tanto que, debido a su apetito salvaje, fueron expulsados del Paraíso, ya que se exaltaron a sí mismos como los jueces (al igual que los antiguos griegos y romanos) de lo que era excesivo.
La glotonería, o la falta de moderación, también nos lleva a muchos de nosotros a exigir que todas las cosas sean exactamente como las queremos. Es una forma más sutil de la glotonería; este vicio no es meramente tolerado en las iglesias de hoy, sino aclamado. Se ha vuelto respetable. Usted difícilmente encontrará a alguien que, como los antiguos romanos hicieron, desearon tanto placer que después de ingerir una comida se purgaban ellos mismos para comer más. Pero un buen ojo notará en muchos lugares lo que podríamos llamar una glotonería de la delicadeza. En su Screwtape Letters, C.S. Lewis describe este vicio mientras causa estragos en “la madre del paciente.” Ella es un “auténtico terror para las anfitrionas y los sirvientes…siempre rechazando lo que se le ha ofrecido para luego decir con un pequeño suspiro recatado y una sonrisa, ‘Oh, por favor, por favor…todo lo que quiero es una taza de té, débil, pero no muy débil, y el más pequeñito pedazo de pan tostado muy crujiente.’” Lewis señala que, dado que lo que quiere es más pequeño y menos costoso de lo que se ha puesto delante de ella, ella nunca reconoce como glotonería su determinación de conseguir lo que quiere, por más problemático que sea para los demás. Ella, de hecho, “se sorprenderá al enterarse de que su vida entera está esclavizada a este tipo de sensualidad.” Y es este tipo de sensualidad glotona, Wormwood le instruye a su sobrino, que tiene como su principal uso “una especie de preparación artillera para los ataques contra la castidad.” La artillería, por supuesto, bombardeaba las defensas del enemigo para preparar el camino para un ataque descomunal. Mientras seamos insensibles a esto en nosotros (y no ayuda el hecho de que esto rara vez se predica desde el púlpito), vamos a seguir en nuestro feliz camino y al final estaremos tan asombrados como la madre del paciente.
Junto con esta glotonería de la delicadeza se encuentra a menudo una tendencia de exigir demasiado de los demás, exasperándolos hasta el punto del abandono o la ira. Las amistades (por no hablar de la relación marital) son verdaderos dones de Dios, pero ellos también pueden ser objetos de la glotonería. El tener altas expectativas es una cosa; el tener expectativas poco realistas—exigiendo más y más de los demás (como de un niño) de lo que es apropiado—para el cumplimiento glotón del placer, es algo completamente distinto.
Pero hay buenas noticias. La glotonería, que es ciertamente un asunto del corazón, es a menudo limitada por nuestros cuerpos. Si comemos en exceso, muchas veces nuestros cuerpos nos lo harán saber. Si somos demasiado exigentes para tener todo tal como lo queramos, nos dirán que lo hagamos nosotros mismos. Si exigimos demasiado de los demás, no van a querer estar cerca de nosotros. Y todo esto puede servir como catalizadores para cambiar. Gracias a Dios, el cambio es posible. Por el poder de su Espíritu, estamos habilitados para efectuar tales cambios, para practicar el autocontrol y una buena dosis de auto-negación (es difícil para nosotros los americanos, por cierto).
Nosotros los cristianos hemos abrazado, sin pensar, el deseo de nuestra sociedad “por sólo un poquito más” mientras perseguimos nuestro supuesto objetivo principal en la vida—el de ir hacia arriba. Pero estos son poco más que el vicio santificado de la glotonería; de hecho, son pecados respetables.
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