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English: The Fervent Prayer of a Righteous Man...

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Por Douglas F. Kelly sobre Oración
Una parte de la serie Tabletalk

Traducción por Manuel Bento Falcón


Nuestro glorioso y soberano Dios creó y controla el universo de forma que utiliza las oraciones de Sus santos para cumplir Sus eternos propósitos. Por eso, Él utiliza soberanamente sus oraciones para liberar Sus bendiciones preordenadas, y por este medio manifiesta Su gloria en, a través, y sobre todas las cosas. La Biblia enseña claramente que Dios es completamente soberano sobre cada aspecto de la realidad, visible e invisible y también que lleva a cabo en una medida significativa su plan predestinado a través de las intercesiones de la iglesia.

Aunque las limitadas mentes humanas nunca han sido capaces de comprender total y exactamente como estas dos verdades Bíblicas encajan juntas (es decir la soberanía divina y la oración efectiva en fe), es precisamente cuando ambas verdades se sostienen juntas en fe que la oración más poderosa surge y desciende la gloria más grande. Esto nos lleva a un principio crucial: La verdadera piedad nunca convierte los límites de su propio entendimiento en el baremo de lo que va a creer y practicar, sino que más bien se sujeta a todo lo que enseña la Escritura, incluso cuando la combinación de algunas verdades sea bastante misteriosa. Por ejemplo, la unicidad y triunidad de Dios; las dos naturalezas de Cristo en una persona; y la relación entre la predestinación y la oración eficaz son todas ellas enseñadas en la Escritura como realidades unidas, pero la Escritura nunca explica exactamente como forman las dos caras de una misma verdad. Quizás implique tener capacidades mentales tan grandes como la de Dios para comprenderlo todo, y no estamos en esa posición.

Pero nuestra posición es aceptar con agrado y sostener junto en nuestra fe y nuestra acción aquello que la Escritura ha unido. De ese tipo de sumisión inteligente a la verdad de Dios fluyen vidas llenas de fruto y el avance del reino de Dios.

Examinemos dos ilustraciones de esta verdadera piedad que mantiene unidas ambas caras de una verdad enseñada en la Biblia (tales como la total soberanía de Dios y la necesidad del creyente de orar por bendición) y que las convierten en fundamento de su acción. Miraremos un ejemplo de esta clase de piedad fructífera y poderosa en el Antiguo Testamento, y luego uno en el Nuevo.

En Daniel 9:2, el profeta ha estado estudiando Jeremías 25, y entendió por él que Dios había prometido permitir a Su castigado pueblo volver a Jerusalén después de 70 años de cautividad en Babilonia. Daniel (que había sido deportado de joven desde Jerusalén a Babilonia) contó sus años en esta cultura pagana y se dio cuenta de que el reloj predeterminado de Dios estaba volando, pronto sería la hora de volver a casa. Podríamos decir que esa era la cara de la soberanía de Dios, incluyendo sus propósitos predestinados y sus promesas incambiables.

Debido a que Daniel creía este aspecto de la verdad con tanta fuerza (el de que lo que Jeremías, por inspiración divina, declaró que Dios haría en el futuro no podría ser otra cosa que completamente verdad), el anciano santo comenzó a orar con profundo fervor a Dios para que completara sus promesas. No pensó en que ya que Dios había predeterminado un plan para la bendición de Su pueblo, un plan que ningún poder podría frustrar, él podía relajarse y no hacer nada, creyendo en que Dios se encargaría de todas formas. Por el contrario, el profeta entendió que las promesas de Dios se dan a Su pueblo para que puedan orar por su ejecución. Como C.H. Spurgeon escribió una vez, la oración eficaz en esencia es clamar a Dios: “Señor, ¡haz lo que has dicho!” Y eso es exactamente lo que Daniel hizo (ver Daniel 9:3-19).

No existe ninguna indicación de que Daniel preguntase al Señor por qué Él no llevó a cabo sus promesas directamente sin trabajar a través de las oraciones de los santos. Tampoco argumentó que ya que Dios es ciertamente todopoderoso, Él no podía tener necesidad de utilizar las oraciones de los creyentes como canal a través del cual liberar poder divino para ganar Sus victorias. El capítulo 10 de Daniel indica que Daniel tenía tal certeza de que sus oraciones eran parte del plan de Dios para completar Sus promesas de bendecir Israel que ayunó y oró consistentemente durante tres semanas hasta que la respuesta vino. El ángel le contó a Daniel que las oraciones del santo por la liberación de la bendición predeterminada de Dios sobre Israel se habían utilizado para ayudarle a ganar la batalla contra poderes malvados invisibles, que estaban intentando evitar la ejecución de las promesas de Dios para Su pueblo cautivo (ver Daniel 10:2-14).

Cuando los creyentes oran a Dios para que complete Sus promesas, sucede algo que es mucho mayor de lo que podemos imaginar. Sus oraciones penetran áreas a las que nunca han ido, y hacen cambios asombrosos en lugares que apenas se dan cuenta de que existen. Esto puede ser parte de lo que Dios quiso decir cuando nos instruyó a través de Jeremías, "Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces." (33:3, LBLA).

El Nuevo Testamento ilustra con la misma claridad como la soberanía de Dios incluye la oración como un aspecto central de su manifestación exterior. En Apocalipsis 6, vemos a los santos martirizados, vestidos ahora en bellas túnicas blancas en las glorias del cielo, intercediendo al Señor para que vengue y bendiga el sufrimiento de Su iglesia en la tierra (v. 10). El Señor atiende su petición con mucha ternura, diciéndoles que aunque definitivamente es Su voluntad el hacerlo, deben esperar un poco, hasta que llegue el momento adecuado (v. 11). En Apocalipsis 8, la hora ha llegado para que esa intercesión de los santos sea contestada directamente. Evidentemente, la intercesión de otros santos ya se ha añadido a estas alturas a la de aquellos del capítulo 6. Ahora la oración combinada de muchos santos ha completado lo que el plan soberano tenía intención de hacer, y cuando las oraciones de los santos ascienden a Dios (8:4), el ángel vierte fuego sobre la tierra (8:5), causando que un estupendo juicio caiga sobre los enemigos del Señor.

Dios escucha y contesta todas las oraciones que están en concordancia con Su plan eterno. Utiliza esas oraciones para activar bendiciones y juicios específicos incluidos en el diseño de Su pacto. Pero solamente Dios está a cargo de cuando es el tiempo predeterminado para ejecutar los detalles de Su plan en alas de los ruegos de Su pueblo pidiendo las promesas divinas. Daniel tuvo que interceder durante tres semanas; los santos en Apocalipsis 6 tuvieron que esperar durante un periodo de tiempo indefinido. Pero quizás podíamos pensar en sus oraciones como en algo parecido a los granos de arena cayendo a la mitad de debajo de un reloj de arena. Sus oraciones son utilizadas por Dios para poner todo en línea para la liberación de Su poder sobre la tierra.

El Señor Jesucristo, el eterno Hijo de Dios en la carne, Aquel que es “el camino, la verdad y la vida,” en cuyas manos “toda autoridad...en el cielo y en la tierra” ha sido comprometida, nos ha enseñado precisamente esto. En Lucas 18:1-8, Jesús anima a Su gente a seguir orando precisamente cuando parece que no va a ninguna parte, contándoles de una viuda que siguió haciéndolo ante un juez injusto hasta que finalmente cedió. Jesús concluye diciendo: “¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que pronto les hará justicia...” (vv. 7-8a, LBLA).

En palabras de Andrew Murray: “No dejemos que un retraso mueva nuestra fe. De la fe se sostiene lo bueno, primero la hoja, luego la espiga, luego el grano en la espiga. Cada oración con fe nos lleva un paso más cerca de la victoria final. Cada oración con fe ayuda a madurar el fruto y a ponernos más cerca de él; llena la medida de la oración y sólo es conocida por Dios; conquista las dificultades en el mundo invisible; acelera el final.

“¡Hijo de Dios! Dale tiempo al Padre. Él es paciente sobre ti. Él quiere que la bendición sea rica y completa, y segura; dale tiempo, mientras clamas día y noche. Recuerda sólo las palabras: ‘Os digo que pronto les hará justicia.’”

Debido a que Dios ejercita su soberano poder sobre todas las cosas, Él puede y está decidido a completar las peticiones de Sus elegidos. Esa es la forma en que lleva a cabo Su programa planificado desde toda la eternidad a su tiempo. Él revela Sus promesas a su pueblo; Él crea la fe en sus corazones para creer en esas promesas; Él los pone en situaciones difíciles en las que necesitan orar; y Él envía Su Espíritu para estimularlos a hacerlo (ver Romanos 8:14-16).

Por tanto, es verdad que cuando hay mucha oración, podemos esperar mucha bendición en nuestra obediencia, y cuando hay poca oración, podemos esperar poca bendición. Pero esto no hace que el futuro sea incierto en lo más mínimo, ni convierte a Dios en rehén de los Cristianos que no oran. El sabe exactamente como hacer que oren para que Sus juicios y bendiciones sean realizados según el plan.

Uno de los Puritanos dijo: “Las oraciones de los santos son el comienzo de la ejecución de los propósitos predeterminados de Dios.” Nuestro lugar como creyentes es nunca intentar meternos en el consejo secreto de Dios como si pudiésemos discernir lo que ha de venir. Nuestro lugar es estar constantemente en el asiento de la misericordia, rogando por sus promesas. Esa será la parte en cambiar el futuro ordenada para nosotros, porque “Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley.” (Deut. 29:29, LBLA).



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