La tentación no es un enemigo sencillo

De Libros y Sermones Bíblicos

Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por Marshall Segal
Indice de Autores
Leer más sobre Santificación y Crecimiento
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: Temptation Is No Simple Enemy

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Adriana Varela


La tentación a menudo prevalece sobre nosotros debido a nuestras suposiciones simples e ingenuas sobre ella.

Esperamos que la tentación se presente a través de la puerta principal, vestida como un lobo, anunciándose en voz alta mientras se acerca. Pero la tentación prefiere la puerta trasera, la ventana de la habitación y esa grieta entre las tablas del suelo. Se apoya en la sutileza y el matiz, en el engaño y la sorpresa, en la ignorancia y la ingenuidad. Para comenzar a saborear la victoria, debemos empezar a tratar esta guerra como una guerra. Tenemos que estudiar al enemigo de nuestras almas.

Recordamos la historia de Sansón y Dalila porque ella dominó al hombre más fuerte de su tiempo. Pero, ¿alguna vez nos hemos detenido a preguntarnos cómo lo logró? ¿Cómo pudo Dalila someter a un hombre que acababa de matar a mil hombres? Cuando desentrañamos los secretos de su seducción, pueden convertirse en armas para nosotros contra cualquier tentación que enfrentemos.

Contenido

La Ambición de la Tentación

El primer paso para tomar la tentación más en serio es recordar que la tentación tiene una misión: arruinar tu alma y apartarte de Dios. Ninguna tentación es inocente o trivial. Toda tentación conspira y trama para un único fin: tu miseria eterna. La tentación te complacerá para abusar de ti, te seducirá para deshacerte, te distraerá para destruirte.

Dalila pudo haber estado motivada por el dinero en lugar del odio, pero igual de decidida estaba a destruir a Sansón. Los filisteos, sus enemigos mortales, le dijeron: “Sedúcelo, y mira dónde radica su gran fuerza, y con qué medios podremos vencerlo, para que podamos atarlo y humillarlo” (Jueces 16:5). Solo unos versículos antes, Sansón había matado a mil de ellos usando solo una quijada (Jueces 15:16). Estos hombres estaban sedientos de sangre, de su sangre, y Dalila estaba más que dispuesta a preparar la emboscada.

Como la mujer prohibida, los labios de la tentación gotean miel, “pero al final es amarga como el ajenjo, aguda como una espada de doble filo” (Proverbios 5:4). La tentación nos roba el honor y desperdicia nuestras vidas (Proverbios 5:9); consume nuestra fuerza y arruina nuestro trabajo (Proverbios 5:10); solo termina en futilidad y arrepentimiento (Proverbios 5:11). “El ladrón”, dice Jesús, “solo viene para robar, matar y destruir” (Juan 10:10). Esa es la misión de la tentación, por más dulce y placentera que parezca en el momento.

Entonces, ¿cómo intentó Dalila destruir a Sansón? ¿Cómo pudo la tentación vencer incluso al hombre más fuerte?

La Tentación Inicia con Placer

La primera lección puede parecer obvia: la tentación nos seduce ofreciéndonos placer. “Sedúcelo, y mira dónde radica su gran fuerza, y con qué medios podremos vencerlo” (Jueces 16:5). Antes de traicionarnos para llevarnos a la destrucción, la tentación debe atraernos con alguna promesa de satisfacción.

“Por favor, dime de dónde proviene tu gran fuerza”, le dice Dalila a Sansón, “y cómo podrías ser atado, para que alguien pueda someterte” (Jueces 16:6). Podríamos esperar que ella lo halagara o coqueteara, pero en lugar de eso, le pregunta directamente por su secreto. Puede que no parezca seducción en blanco y negro en la página, pero este tipo de conocimiento es íntimo. Preguntar era probar su amor e invitarlo a profundizar su amor por ella.

Claramente, Sansón no confiaba plenamente en ella (le mintió), pero también disfrutaba de su atención y afecto. De lo contrario, ella no habría tenido una segunda oportunidad. Él jugó sus juegos porque había probado su amor —un amor vacío, sin duda, pero uno que lo complacía de todos modos. Todo pecado depende de un amor como ese. Como dice John Piper, “El poder de toda tentación es la perspectiva de que me hará más feliz. Nadie peca por deber”. ¿Qué pecados te han acosado, y qué felicidad te han prometido?

El placer pecaminoso siempre será atractivo si no hemos fijado nuestros corazones en un placer superior. “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; a tu diestra hay placeres para siempre” (Salmo 16:11). Plenitud de gozo, no las fracciones a las que a menudo nos conformamos con el pecado. Placeres para siempre, no los breves y efímeros de la lujuria, la codicia, la pereza o la envidia. El poder de la tentación depende de que creamos que el pecado es mejor que lo pleno y lo eterno. Depende de que estemos cansados o aburridos de Dios, el placer más profundo y fuerte del universo.

La tentación acumula vergüenza

Si el pecado no puede atraernos con placer, nos asaltará con vergüenza. Dalila no estaba logrando progresar con la seducción, así que comenzó a cuestionar la integridad de Sansón. Le dijo: “¿Cómo puedes decir, ‘Te amo’, cuando tu corazón no está conmigo? Me has engañado estas tres veces y no me has dicho de dónde proviene tu gran fuerza” (Jueces 16:15). ¿Escuchas la ironía en su estrategia? “¿Cómo puedes decir, ‘Te amo’, cuando tu corazón no está conmigo?” Todo esto mientras su propio corazón estaba con los peligrosos hombres afuera.

Al igual que Dalila, la tentación esconde sus propias intenciones asesinas para avergonzar a su objetivo. La tentación no dirá, como Dalila, “¿Cómo puedes decir que me amas?”, pero puede preguntarte: “¿Cómo puedes decir que amas a Dios?”

La razón por la cual algunos caen con tanta frecuencia es porque han llegado a creer que el pecado define quiénes son. Satanás es un acusador. Y no acusa de vez en cuando, sino día y noche (Apocalipsis 12:10). Si puede convencerte de que sigues siendo esa misma persona de antes —esclavizada a la pornografía, consumida de envidia, llena de ira, indefensa ante la pereza—, puede convencerte de hacer casi cualquier cosa. Nuestra vergüenza y autocompasión son el alimento de Satanás. Sin ellas, él y todos sus planes pasarían hambre y desaparecerían.

Cuando Satanás venga a acusarte —“¿Cómo puedes decir que amas a Dios?”—, prepárate de antemano para saber cómo responder. “No soy quien era (2 Corintios 5:17). He sido crucificado con mi Rey (Gálatas 2:20). Mi pecado ha sido cancelado (Colosenses 2:14), y ya no me domina (Romanos 6:14). En Cristo, ya no hay condenación para mí (Romanos 8:1). Dios me ha dado todo lo que necesito para resistir la tentación (2 Pedro 1:3; 1 Corintios 10:13). Por lo tanto, no seré avergonzado (Romanos 10:11).”

La tentación te agota

Dalila sedujo a Sansón, luego lo avergonzó y, finalmente, lo agotó. “Cuando lo presionaba con sus palabras día tras día y lo instaba, su alma se cansó hasta la muerte” (Jueces 16:16). Lo que comenzó como un coqueteo lúdico terminó en fatiga y desesperación. Ella insistía y rogaba, insistía y rogaba, hasta que él (¡incluso él!) no pudo soportar más el peso de sus avances. ¿Alguna vez te ha parecido así la tentación?

Quizás al principio resististe estallar de enojo con tu cónyuge, pero él no cedía. Tal vez te negaste a hacer clic en ese sitio web al principio, pero unas horas después estabas más cansado y vulnerable. Quizás trabajaste duro toda la semana y no cediste a la pereza, solo para terminar en un maratón de series el fin de semana. Tal vez comiste con autocontrol durante varias semanas, pero los antojos te abrumaron lentamente. La tentación rara vez es una sola flecha a evitar; mucho más a menudo es una ola extensa y prolongada de guerra destinada a desgastarnos hasta que nos rindamos.

Si la tentación depende del agotamiento, la lucha contra ella debe ser más que solo obedecer reglas en el momento. Junto con las armas que la mayoría de nosotros conocemos —la palabra de Dios, la oración y el ayuno, la comunión y la responsabilidad—, nuestra capacidad para resistir los ataques de la tentación depende, al menos en parte, de la salud y vitalidad de nuestros cuerpos. Un buen sueño, una dieta saludable y el ejercicio regular son armas mucho más efectivas contra nuestros pecados persistentes de lo que podemos imaginar o esperar. Si los descuidamos o menospreciamos, invitamos a Satanás a hacer estragos.

Entonces, si queremos vencer la tentación, debemos estudiar la tentación: su seducción, su vergüenza, su agotamiento, y preparar nuestras almas para la guerra. Sumérgete en un gozo superior, ancla tu identidad y seguridad en quien Dios dice que eres, y luego, duerme bien. La tentación no es un enemigo simple, por lo tanto, nuestra victoria no será simple. Pero en Cristo, será segura.


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas