Las matemáticas de Dios para la maternidad
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Liz Wann sobre Crianza de los Hijos
Traducción por Paola Montano
Las matemáticas no son mi fuerte. Al especializarme en inglés en la universidad, intenté escapar de todos los cursos de matemáticas como me fuera posible. No siempre fueron los conceptos los que me frustraron; sino el proceso. Me abrumaron los largos y complicados pasos necesarios para resolver un problema.
En este momento enfrento un gran problema matemático que se está apoderando de mi vida; esto es, enseñar a ir al baño a mi hijo de dos años. Solo quiero resolver el problema y no quiero lidiar con el proceso. Es difícil atravesar por todos los fracasos, tropiezos y cambios. Sin embargo, aprender a ir al baño es solo una muestra del proceso más amplio de la vida cristiana. En Efesios 2:10 (LBLA), Pablo dice,
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
Creo que la maternidad es una de las buenas obras que Dios ha preparado para mí. Y aún así, no todos mis días son tan buenos.
Me enojo con mi hijo mayor cuando me desobedece. Me molesta cuando el bebé interrumpe mi taza de café de la mañana. Lucho por no ver a mis hijos como inconvenientes en mi vida. En resumen, no soy la madre perfecta. Pero conozco a alguien que lo es.
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Un Padre mejor que yo
Dios es el único que modela la paternidad perfecta para nosotros y para nuestros hijos. Dios dice que disciplina a los que ama (Hebreos 12:6). Amo a mi hijo, pero debido al pecado en mi vida, no lo amo perfectamente. A veces puedo disciplinarlo por simple enojo.
No es así con Dios. Sus motivos son siempre puros, y su reprensión siempre proviene de un desbordamiento de amor. Su cayado de pastor es una vara de bendición inclinada para nuestro mayor bien. Como padres humanos, no siempre discernimos lo suficiente como para saber cuál es el mayor bien para nuestros hijos, pero podemos descansar en el Dios omnisciente que nos guía según su perfecta sabiduría.
Dios nunca se rinde
Dios no sólo es perfecto en su disciplina, sino también es perfecto en paciencia. Pensé que era una persona paciente hasta que la maternidad reveló mis verdaderos colores. Mis hijos saben cómo sacarme de quicio, pero Dios no se inmuta por ello. No importa qué actitudes y comportamientos pecaminosos le arrojemos, Él nunca los devuelve, sino que los absorbe.
Él es el Dios que soportó generación tras generación la rebelión de Israel. Adoraron a un becerro de oro, se quejaron, y una y otra vez no confiaron en su Padre celestial, y aún así, Él los llevó a la Tierra Prometida. A diferencia de mí en mi maternidad, Él nunca se da por vencido y nunca se rinde.
Un mensaje más importante que la maternidad
Entonces, ¿cómo deben responder los padres a no alcanzar la perfección de Dios?
Pablo dice,
Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
No podemos jactarnos, lo que debería ponernos de rodillas con humildad. Ninguna cantidad de métodos y consejos de padres puede hacernos perfectos para nuestros hijos. Debemos ser humildes y llenos de gracia, porque somos más como nuestros hijos que como nuestro Padre celestial. Tanto los padres como los hijos padecen debilidad y necesitan gracia.
Debemos ser humildes cuando entrenamos a nuestros hijos, disculpándonos cuando nos equivocamos, admitiendo nuestro pecado y pidiéndoles ayuda. No existe el padre perfecto, solo el padre arrepentido. Podemos vivir el Evangelio con nuestros hijos todos los días mostrándoles lo que es morir a causa de nuestro pecado. Podemos confesar y perseguir el cambio ante ellos, mientras somos llevados a la vida en el gozo del perdón. Podemos modelar ser gustosamente obedientes mientras descansamos en la seguridad de nuestra perfección ya alcanzada a través de la muerte y resurrección de Cristo. Cuando decidimos humillarnos ante nuestros hijos, estamos viviendo el Evangelio que ellos necesitan mucho más de lo que nos necesitan a nosotros.
Las matemáticas simples pero difíciles de una madre
Si la perfección ya ha sido alcanzada para nosotros por medio de Cristo, entonces ¿por qué Pablo dice en el siguiente versículo: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras" (Efesios 2:10)?
Ahora que tenemos la perfección de Cristo protegiéndonos de la ira de Dios, podemos abrazar el proceso de llegar a ser más como Cristo. Ahora, las manos agujereadas de Cristo llevan nuestras obras al trono de Dios. Por tanto, podemos glorificarlo en nuestros hogares; no perfectamente, pero sí humilde y aun poderosamente. Podemos estar seguros de que, aunque fracasemos, Dios se encargará de que por medio del Espíritu Santo también caminemos en buenas obras.
Como padres, nuestras obras nunca nos harán lo suficientemente buenos para Dios o nuestros hijos. Una vez que creemos esta verdad, podemos caminar en la plenitud de las buenas obras de Dios para nosotros. Él nos ha salvado para estas obras: la disciplina suave pero firme para la desobediencia, la disposición a ser interrumpidos y sacrificados por nuestros pequeños, la paciencia y perseverancia ante las molestias. Debemos abrazar el proceso de convertirnos en lo que ya somos hasta que estemos completos en la presencia de Dios.
Madres, el mayor problema de matemáticas de la historia ya ha sido resuelto para nosotros, pero Dios todavía nos llama a la ardua tarea de resolverlo todos los días.
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