Los Libros No Cambian A La Gente, los Párrafos Si

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English: Books Don’t Change People, Paragraphs Do

© Desiring God

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Por John Piper sobre Jonathan Edwards

Traducción por Desiring God


Yo siempre he dicho: "Los libros no cambian a la gente, los parrafos si -- y a veces las frases."

Puede que no sea justo para los libros, pues los párrafos hallan su camino a nosotros a través de ellos, y frecuentemente ganan su peculiar poder a causa del contexto en que se encuentran dentro del libro. Pero el punto se mantiene, una frase o un párrafo podría presentarse con tal poder en nuestra mente que su efecto es enorme cuando todo lo demás se ha olvidado.

Podría ser de utilidad ilustrar esto con dos libros de Jonathan Edwards que me han influido grandemente. Aqui están los párrafos y lecciones claves de esos libros. La mayor parte del resto de su contenido ya lo he olvidado hace tiempo (aunque, ¿quien sabe lo que permanece en el subconciente y tenga un profundo impacto?).

1. El Fin por el Cual Dios ha Creado el Mundo

Aparte de la Biblia, este puede ser el libro más influyente que yo haya leído. Para mi, su influencia fue inseparable desde su incorporación en el programa de La Unidad de La Biblia un curso de seminario con ese nombre. Hay dos verdades fundamentales que se hicieron patentes para mí. Primera:

El fin último de todo lo que se ha dicho en las Escrituras de la Palabra de Dios está incluido en esta frase: La Gloria de Dios. (Yale, Vol. 8, pág. 526)

El libro era una avalancha de Escrituras que demostraban una de las convicciones más influyentes de mi vida: Dios lo hace todo para su gloria. Entonces llegó este colorario que cambia vidas:

En el conocimiento, la estima, el amor, el regocijarse de las criaturas en Dios, la gloria de Dios es tanto expuesta como reconocida; su plenitud es recibida y retornada. Aqui están la emanación y la re-emanación. La refulgencia brilla sobre y en la criatura, y es reflejada nuevamente hacia la fuente luminaria. Los rayos de gloria vienen de Dios, y son algo de Dios, y son reenviadas de regreso hacia su origen. De tal manera que la totalidad es de Dios, y en Dios y para Dios; y Dios es el principio, el transcurrir y el final de este asunto. (Yale, Vol. 8, pág. 531)

Para mi esto era simplemente hermoso. Era tan abrumador como una imagen de la grandeza de Dios. El impacto fue mayor por el hecho de que la última linea es un manifiesto eco de Romanos 11:36: "Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén."

Pero el impacto central, transformador de vidas, lo causó la sentencia: "En el conocimiento, la estima, el amor, el regocijarse de las criaturas en Dios, la gloria de Dios es tanto exhibida como reconocida." Y más especificamente: "en el regocijarse de las criaturas en Dios, la gloria de Dios se exhibe." La gloria de Dios se exhibe en el hecho de que soy feliz en él, o como dijo Edwards un poco antes: "La felicidad de la criatura consiste en regocijarse en Dios, por medio de lo cual Dios también es magnificado y exaltado." (Yale, Vol. 8, pág. 442.) Si la condición de no ser supremamente feliz en Dios significa robarle a él su gloria, todo cambie.

Ese ha sido el mensaje unificador de mi vida: Dios se glorifica más en nosotros cuando nosotros estamos más satisfechos en él.

2. La Libertad de la Voluntad

Este fue un libro alentador. El alcance y rigor de sus argumentos le hizo uno de los libros más exigente que yo he leido. David Wells le llama un libro crucial: como usted juzge este argumento decidirá hacia donde fluirán todas las aguas de su vida. My juicio fue: irresistiblemente convincente. Aquí está el inolvidable resumen:

El gobierno moral de Dios sobre la humanidad, su trato como un agente moral, haciendo de ella el objeto de sus mandamientos, sus consejos, su llamado, sus advertencias, reconversiones, promesas, amenazas, recompensas y castigos, no es inconsistente con una disposición determinante de todos los eventos, de cualquier tipo, en todo el universo; ya sea por eficiencia positiva, o por permisibidad. (Yale, Vol. 1, p. 431)

Dios gobierna todos los eventos de cualquier clase, incluyendo los actos de mi voluntad, de manera que yo aun soy responsable por la recompensa o el castigo. Su soberanía y mi responsibilidad son compatibles. Las implicaciones de esto son amplias.

Uno de los puntos más importantes para mi al trabajar en esto fue la distinción de Edwards entre la falta de habilidad natural para hacer algo y la falta de habilidad moral para hacer algo. Aquí está el párrafo clave:

Se dice que no somos capaces por naturaleza de hacer algo, cuando no podemos hacerlo si queremos, porque lo que se conoce comunmente como naturaleza no lo permite, o porque lo impide algún defecto u obstaculo que es extrinseco a la voluntad; ya sea en la facultad de entendimiento, la constitución del cuerpo, u objetos externos. La falta de habilidad moral consiste no en alguna de esas cosas, sino ya sea en el deseo o la inclinación; o la fuerza de una inclinación contraria; o la falta de suficientes motivos a la vista, para inducir y excitar el acto de la voluntad, o la fuerza de motivos aparentes de lo contrario.( Yale, Vol. 1, pág. 159)

Si somos por naturaleza incapaces de hacer algo, no somos responsable de hacerlo (como tratar de levantarse de una silla si realmente queremos hacerlo pero estamos encadenados a ella), pero si somos moralmente incapaces de hacer algo, aun somos responsables de hacerlo (como tratar de seguir las leyes de Dios, aunque no queramos porque la odiamos). Este punto fue crucial para comprender Romanos 8:7 ("Los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden") y 1 Corintios 2:14 ("El hombre natural no puede comprender las cosas del Espíritu").

Mientras veo mi vida en retrospectiva y lo que he podido ver y saborear en la Palabra de Dios, doy gracias por los párrafos y frases trasendentales, y por la gente enamorada de Dios que los escribió. En este caso, le doy gracias a Dios por Jonathan Edwards.


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