Mi Pequeña Hija

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English: My Little Daughter

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Por David Mathis sobre Crianza de los Hijos

Traducción por Adriana Varela


Contenido

La Mirada de un Padre al Corazón de Dios

Pocos eventos me han cambiado tanto como el tener una hija. Primero tuvimos gemelos, y luego, más de cuatro años después, llegó nuestra primera hija, con un efecto extraño y maravilloso en el corazón de este padre — y tal vez se sienta aún más significativo porque no lo esperaba.

Cuando Dios creó dos sexos, estableció cuatro tipos distintos de relaciones entre padres e hijos: padre-hijo, madre-hija, madre-hijo y padre-hija. Como los hombres y las mujeres no son iguales (sino complementarios), y los niños y las niñas son diferentes, encontramos aspectos distintos, a menudo sutiles, pero siempre poderosos en el amor compartido en estos cuatro tipos de relaciones.

Curiosamente, Jesús honra a los cuatro en su ministerio de sanación.

El amor de un papá por su hija

Cuando un oficial de la sinagoga llamado Jairo se acerca a Jesús (Marcos 5:21-24) y cae de rodillas para suplicar ayuda, dice: “Mi hijita…” (Marcos 5:23). No solo dice “hija”, sino “mi hijita”. Es un término de cariño y cuidado particular, un vistazo al corazón de un padre por su hija, que no es lo mismo que el corazón de un padre por su hijo.

Hay un tipo especial de amor y afecto entre un padre piadoso y su hija, sea cual sea su edad, ya sea tres, doce o treinta años. Sería tonto comparar el amor de un padre por un hijo con el de una hija, pero sería ingenuo no ver las distinciones.

Un padre ama a un hijo como alguien que, con respecto a la masculinidad, es igual a él. Dios me ha confiado la tarea de criar a este niño para que sea como yo en el aprendizaje del autosacrificio y la iniciativa humilde, para cultivar un corazón para liderar, proveer y proteger a mujeres y niños. Y un buen padre ama a una hija como alguien que no es como él. Dios me ha confiado la tarea de criar a esta niña para que sea como la persona más importante en mi vida, mi esposa. No solo quiero modelar la masculinidad autosacrificada para ella, sino que quiero que aprenda lo que es recibir y ser cuidada por un hombre digno, semejante a Cristo.

‘Pequeña Niña’

Es delicado trazar líneas emocionales demasiado marcadas, pero hay distinciones típicas entre el cuidado de una madre y el cuidado de un padre. Pablo nos da una idea en su primera carta a los Tesalonicenses. “Fuimos tiernos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus hijos” (1 Tesalonicenses 2:7). Y, en el otro extremo complementario, “Como un padre con sus hijos, os exhortamos a cada uno de vosotros, y os alentamos y os encargamos que anduvierais como es digno de Dios” (1 Tesalonicenses 2:11-12). Y estas orientaciones generales de ternura y aliento tienen sus expresiones distintas con hijos e hijas. Los hombres nombran, y las mujeres nutren. Los hombres construyen, y las mujeres embellecen. O, para tomar nuestras señales de los seis días de la creación, los hombres forman (días 1-3) y las mujeres llenan (días 4-6).

Jesús retoma el término de cariño de Jairo por su hija, y cuando llega a la casa — después de que ella ya ha muerto — y la toma de la mano, dice: “Niña, a ti te digo, levántate” (Marcos 5:41). No solo dice niña, sino “niñita” — una expresión de compasión y condescendencia santa. Aprendemos que ella tiene doce años, lo cual no es “pequeño” hoy en día, y especialmente no en el primer siglo cuando algunas niñas de doce años ya estaban a punto de casarse. “Mi hijita” y luego “Niñita” son expresiones de un corazón paternal tierno, afectuoso y protector.

¿Quién es este?

Cuando Jesús resucita a esta joven de entre los muertos, nos da un vistazo impresionante de quién es él. Solo permite que Pedro, Santiago y Juan lo acompañen para resucitar a la niña porque, al igual que en su futura Transfiguración (Marcos 9:2-9), esto es una impactante revelación de quién es Jesús, no solo como un gran maestro, sino como Dios mismo.

Tal vez hoy no nos sorprenda tanto que Jesús resucitara a la hija de Jairo, porque hemos escuchado esta historia antes y, además, sabemos cómo va a terminar su propia historia — que él mismo resucitará de entre los muertos. Nos cuesta algo de esfuerzo ponernos en la historia original y sentir el poder de este delicado momento. Marcos usa un lenguaje abundante para describir lo asombrados que estaban los padres de la niña y los tres discípulos. Literalmente, “se quedaron atónitos con gran asombro” (Marcos 5:42). Sabían que podía sanar, pero ¿recuperar a alguien de la muerte? Esta es una muestra asombrosa de su poder y de su identidad.

Al resucitar a la hija de Jairo, Jesús muestra, por adelantado, que su Padre tiene poder sobre el enemigo final, tratando a la muerte como si solo fuera un sueño: “Cariño, es hora de despertar”.

Mujeres Jóvenes y Ancianas

Pero Marcos 5:21-43 no solo trata sobre la niña. También hay una mujer mayor — otra hija.

En el camino para sanar a la hija de Jairo, con la multitud presionando a Jesús, una mujer con una enfermedad crónica se acerca y toca su manto desde atrás. Jesús siente “que había salido poder de él” (Marcos 5:30), y la mujer “sintió en su cuerpo que había sido sanada de su enfermedad” (Marcos 5:29). Jesús se detiene y se vuelve para preguntar quién lo tocó. Confundidos e impacientes, sus discípulos le preguntan: “¿Ves a la multitud que te oprime y aun así preguntas, ‘¿Quién me ha tocado?’” (Marcos 5:31). Además, ¡la hija de Jairo está en su lecho de muerte!

Una mujer da un paso al frente, y lejos de reprenderla, Jesús muestra el corazón de un padre por una hija. “Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad” (Marcos 5:34). Él quiere que ella sepa que no fue su toque supersticioso lo que la sanó, sino su fe. Y la llama Hija. Así como Jairo mostró la ternura y compasión únicas del corazón de un padre por su hijita, ahora Jesús nos muestra su corazón — el corazón de Dios — por una de sus hijas.

Marcos no quiere que perdamos la conexión, por lo que pone a estas hijas una al lado de la otra en los versículos 34-35. En el versículo 34, Jesús llama a la mujer “Hija”. En el versículo 35, llega un mensajero de la casa de Jairo para informarle: “Tu hija ha muerto”.

Amadas como Hijas

No son solo las niñas de 12 años quienes anhelan conocer el amor y el deleite de su padre; incluso las mujeres adultas necesitan el cuidado especial del Padre Celestial. Las mujeres jóvenes y mayores pueden encontrar ánimo en esta doble historia: Jesús sanando a una mujer mayor tras años de sufrimiento y rescatando a una joven de las garras de la muerte.

Hermanas en Cristo, Jesús se preocupa por ustedes. Él las llama "Hija". No importa cuánto les haya fallado su padre terrenal, ni cuánto hayan sido heridas o maltratadas. Su condición —sin importar cuán abiertamente o con cuánta vergüenza la reconozcan— no las descalifica de su cuidado. Él las mira con compasión, con el amor especial que un buen padre tiene por su hija, y les dice: Confía en mí. Te sanaré. Curaré tu condición crónica llamada pecado. Te salvaré del enemigo final llamado muerte. Si tan solo tomas mi mano, ni siquiera la muerte podrá capturarte, y un día te despertaré, como de un sueño, donde ya no habrá más lágrimas, ni más sufrimiento, ni más dolor, porque las cosas anteriores habrán pasado (Apocalipsis 21:4).

Pero no solo las mujeres necesitan saber que son amadas por Dios como una hija.

Todos los que están en Cristo reciben no solo el cuidado del Padre como hijos amados, sino también como hijas queridas. Esa clase peculiar de amor condescendiente, profunda compasión, deleite personal y ferocidad para proteger que un buen padre siente por su hija es lo que Dios creó para que todos lo recibiéramos de nuestro Padre Celestial.

En el corazón de Jairo por su hija y en el corazón de Jesús por la suya, vislumbramos el amor de Dios como Padre hacia su pueblo, junto a otros aspectos distintivos de su amor. Él nos mira con compasión, deleite y afecto protector, como un papá que cuida de su pequeña niña. Es bueno que tanto hombres como mujeres se sepan amados por Dios, como un padre ama a su hijo, y como un papá ama a su pequeña hija.


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