No podríamos tener fe o confianza si Dios diera explicaciones constantes

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English: Constant Explanations from God Wouldn’t Allow for Our Faith or Trust

© Eternal Perspective Ministries

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Por Randy Alcorn sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por E. G.


A veces hacemos la absurda suposición de que nuestro Padre celestial no tiene derecho a insistir en que confiemos en Él a menos que haga su infinita sabiduría totalmente comprensible para nosotros. Pero si Dios nos ofreciera explicaciones constantes de las circunstancias a las que nos enfrentamos, nuestra vida no sería libre ni normal, y no permitirían la fe o la confianza.

Me viene a la memoria mi amigo John Franklin, que estaba jugando al sóftbol cuando era un hombre sano de 39 años. John comenzó a sentir dolores de cabeza y cuello, y se retiró del juego. A la hora de terminar el partido, necesitaba ayuda para caminar.

Una vez en el hospital, John quedó completamente paralizado y era incapaz de hablar. Pronto comenzó a respirar con un respirador. John pasó siete semanas en la UCI y otros cuatro meses en el hospital. Tuvo que someterse a terapia de lenguaje, luego durante algunos años a terapia ocupacional y física. Ahora, veinte años después, John sigue limitado a una silla de ruedas. Los médicos nunca descubrieron por qué le había sucedido.

El hijo menor de John, de seis años cuando su padre quedó incapacitado, me escribió, «Recuerdo estar siempre tan enfadado por lo que Dios le había hecho. Un día le pregunté a mi padre por qué él no estaba enfadado. El dijo: «¿Por qué debo aceptar lo bueno de Dios y no lo malo?». Creo que me quedé sin habla y en ese momento me enfadé con él por decir eso. Pero esa experiencia siempre ha formado parte de mi visión de Dios y el mal».

Esta maravillosa familia ciertamente ha visto a Dios haciendo su labor. Pero todavía no tiene una clara explicación de su propósito para la discapacidad de John.

Considere qué sería de nuestras vidas si Dios regularmente nos explicara por qué permite todo lo que nos decepciona.

Supongamos que usted es una adolescente, enferma en el día de su graduación. Dios podría susurrarle, dejé que tuvieras neumonía para que no te relacionaras con ese joven que no era adecuado para ti, y entonces así tus padres irían a conseguirte tu postre favorito, verían un anuncio y te lo contarían, y pedirías y conseguirías el trabajo, y conocerías a la chica que se convertiría en tu mejor amiga, la que te ayudará cuando dentro de veinte años tu marido tenga cáncer y...

«¡¿Quién?! ¿Mi marido? ¿Cómo será? Y ¿por qué permites que tenga cáncer?»

Para acercarte a Jesús y ayudarte a ser más sierva y...

«Pero yo no quiero ser una sierva. ¡Y el cáncer me aterroriza!».

...y enseñar a tu esposo a que dependa de mí, y para acercar a tus hijos y nietos más cerca de ti, y...

«¿Voy a tener hijos y nietos? ¿Cuántos? ¿Niñas o niños? Pero ¿cómo van a lidiar con el cáncer de su padre?».

¿Ves hacia donde está yendo todo esto? Y es solo un «simple» evento. ¿Cómo podría Dios explicar sus propósitos sin revelarnos la vida que intenta que vivamos más adelante, no ahora? ¿Y sin impartir la gracia que Él nos dará justo cuando la necesitemos, y no por adelantado?

El Dios de la providencia teje millones de detalles en nuestras vidas y en todas las vidas que nos rodean. Quizá Él no tenga un gran motivo para ofrecer a una determinada persona el éxito o el fracaso o la enfermedad o un accidente en nuestras vidas; de hecho, puede tener cientos de pequeños motivos. Para entender las explicaciones de Dios, tendríamos que ser Dios.[1]


  1. Véase Stackhouse, John G. Jr., Can God Be Trusted? (¿Se puede confiar en Dios?), Oxford: Oxford University Press, 1998, p. 90.



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