Os ruego que me imitéis
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Nunes
sobre Liderazgo Espiritual
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por Davinia Velasco
¡Necesitamos mejores líderes! Eso es lo que se percibe estos dias, que lo que más se necesita en las iglesias es mejorar la calidad de quienes estan al frente. Con frecuencia, esto se conoce laicamente en términos de visión de implementación como planificación estratégica y modelos de gestión. Tanto si esta presunta falta de liderazgo es el problema principal como si no lo es, existen modelos bíblicos de mentores. Estos modelos divinos de estilo de vida para transferir la fe de manera efectiva demostrarán ser de gran ayuda a los líderes para fortalecer sus iglesias locales.
Las escrituras de San Pablo muestran especialmente como las redes informales del ejercicio del mentor se convierten, la mayoría de veces, en un objetivo de misión. El colaborador, compañero escritor y conciudadano de Pablo fue Silas, quién, como Pablo, era un ciudadano judío de Roma. Silas utilizó su pasaporte, su pasión y su relación personal con Pablo para proclamar el evangelio al mundo. El Dr. Jerry Kosberg, entrenador y consejero de mentores, define al mentor como “alguien que ha avanzado algo más que tú en el camino”. Los mentores normalmente tienen mapas para evitar las molestas trampas presentadas tentativamente por el diablo, el mundo, y nuestra propia e inevitable corrupción. Por ejemplo, Pablo se atreve a ofrecer su propia experiencia como un texto de introducción: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced” (Filip 4:9)
Tanto los estudiantes como los profesores adquieren una nueva vitalidad de estas relaciones renovadoras (Rom. 15.33). Pablo y Silas lograron mucho más juntos que lo que hubieran podido lograr individualmente, pasando “por Siria y Cilícia, fortaleciendo a las iglesias” (Los Hechos, 15:41). Aceptando a Timoteo como a un hijo, Pablo lo envió como fortalecedor de la iglesia, para recordarle a esa caprichosa comunidad el pensamiento “tienes un sinfín de guías”. Él, Pablo, era como un padre, no solo para Timoteo sino para todos los fieles. De nuevo, hacer de modelo es una función central en este marco casi familiar. Pablo exhortó con osadía: “Por tanto, os ruego que me imitéis” (Ver Primera Cor. 4:14-17). No debió pasar inadvertida que la inspirada combinación espiritual de Timoteo sobre fe madura y juventud relativa sirve para revertir nuestras expectativas de que los mayores son siempre los mentores de la gente joven. A lo jovial, en si mismo, no se lo ha de mirar de forma burlona sino con firmeza, los creyentes devotos de cualquier edad pueden ser la señal de la gracia de Dios(1 Tim. 4:12).
Los mentores pueden volverse lamentablemente atormentadores cuando malversan y aplican mal su autoridad concedida por Dios. “Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad”, dice Pablo (Tito 2:15). La autoridad es un don. La reprimenda aparece como una navaja con cuidado, no como una almádena con un juicio descuidado. La autoridad debe ser ejercitada para aumentar, no derribar, para la edificación y no para la destrucción (2 Cor. 10:8). Los mentores proveen: apoyo en tiempos difíciles, navegación durante tempestades, espera durante el desespero y alegría en tiempos peligrosos. A fin de proporcionar una reacción positiva en aquellos que están hartos, los mentores deben estar bien alimentados de la gracia de Cristo que atraviesa la Palabra de Dios y el sacramento.
Ese es el enfoque: el Cristo resucitado y vivo. Los mentores se centran en el amor sacrificado de Jesús, mostrado en la crucificción, que Cristo “en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18). Dietrich Bonhoeffer lo dice así en su enriquecedor tomo: Life Together . “El amor que se centra en uno mismo ama al prójimo por su propio bien; el amor espiritual ama al prójimo por el bien de Cristo”. Jesucristo hace de mentor a la relación como el medio hombre escondido, visible solo al ojo de la fe. Los mejores mentores personifican el misterio. Se ve a través de ellos. Ya que la mano de la providencia de Dios mantiene a líderes divinos, los protegidos pueden, en ocasiones, rascarse la cabeza en encantada confusión: ¿será este Cristo o será mi mentor? Pablo habla sobre esta función de imitación en estos términos dobles. Por seguir de en penúltimo lugar a su equipo de misioneros, la iglesia se convirtió en “imitadores de nosotros y del Señor” (1 Tesa. 1:6). Señalar al Salvador es el propósito primordial del mentor : Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (1 Tim. 2:5). Cuando Cristo es desplazado, cualquier personalidad humana se eleva de manera pecaminosa por una curvatura interior de ego y las dificultades siempre apareceran inadvertidamente.
Desarrollar una relación basada en la Biblia ejerciendo de mentor cuesta esfuerzo e inversión. En mi propio sacerdocio, he sentido que captar adeptos (normalmente no más de tres a la vez y casi siempre hombres jovenes) me devuelve a un patrón antiguo. La edad apostólica fue en gran parte pre-literaria. Como tal, resuena con nuestra cultura postmoderna, postliteraria. Especialmente en las zonas urbanas. La tradición oral, los cuentos y las promulgadas prácticas espirituales formaron la temprana y creciente iglesia. Tambien nos pueden moldear ya que la cristiandad se ha ido pasando de persona a persona, preservando la continuidad catequesica en las relaciones de la vida. Este metodo de mentor podría poner a prueba nuestra creatividad, extender nuestra paciencia y demandar coordinación prudente, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. (Gal. 6:9).
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