Padres, no podemos construir el cielo aquí
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Stephen Witmer sobre Crianza de los Hijos
Traducción por Ian Bepmale
¿Alguna vez has recibido esa carta navideña de la "Familia Perfecta"? Sabes a cuál me refiero: la de los niños que lideran el equipo de lacrosse, saltan a caballo, figuran en la lista del decano, tocan el violín, ayudan en el refugio de personas sin hogar y estudian griego y latín, todo mientras asesoran a otros niños. Para cuando terminas de leerla y la dejas con las manos temblorosas, tu espíritu navideño se ha evaporado. Sientes ansiedad porque tal vez no has brindado suficientes oportunidades para tus hijos.
En momentos como este, y en otros mil momentos de pánico parental, es bueno recordarnos a nosotros mismos hacia dónde nos dirigimos y qué es lo que más cuenta:
...extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13–14)
Pablo no resuelve todas las decisiones de crianza en estos versículos, pero sí señala el objetivo final de la vida y, por implicación, el objetivo final de la crianza de los hijos. Estos versículos pueden convertir a los padres con pánico, en padres peregrinos con un propósito.
El objetivo de la vida de Pablo, en todo lo que hace, es la resurrección futura en la nueva creación. Este objetivo final no hace obsoletas todas sus actividades diarias, como comer, dormir, trabajar, evangelizar, hablar y viajar. Más bien, las orienta y alinea. Les da un propósito. Y también lo hace en la crianza de nuestros hijos.
Nuestro llamado es criar a nuestros hijos en dirección a la eternidad. El reto es importante. Sin embargo, mantener el corazón enfocado en la nueva creación de Dios, en lugar de intentar apresurar ese futuro en el presente, es un desafío constante. Con frecuencia, los padres intentamos establecer el cielo en la tierra de dos maneras comunes: esperando que nuestros hijos sean nuestro cielo o tratando de construirles un cielo a ellos.
Convirtiendo a nuestros hijos en nuestro cielo
Conozco a padres que requieren la perfección de sus hijos. El fracaso no es una opción. Exigirles el cielo en la tierra, lo convierten en un infierno, apretándolos, regañándolos y persuadiéndolos en la misma sensación de fracaso que están desesperados por ayudarlos a evitar.
Tal vez no caigas en esa trampa de una manera tan extrema. Pero, ¿no es fácil que los éxitos o fracasos de nuestros hijos asuman una importancia demasiado grande? Sostenga un centavo lo suficientemente cerca de su ojo y oscurecerá todo un edificio. Sostén a un niño demasiado cerca y oscurecerá tu vista del cielo.
Nuestro objetivo como padres es llegar a la nueva creación junto con nuestros hijos. Debemos ser un pueblo peregrino, viajando hacia la perfección futura, pero nunca de este lado del cielo. Debemos decir con Pablo: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto... " (Filipenses 3:12).
Al vivir como padres peregrinos, no seremos aplastados por las imperfecciones de nuestros hijos, ni por las nuestras. No requeriremos perfección, porque sabemos que todos estamos progresando hacia la perfección. Confesaremos nuestras fallas de crianza a nuestros hijos y buscaremos el perdón de Jesús junto con ellos. Liberaremos a nuestros hijos de la carga imposible de ser el cielo para nosotros. En su lugar, los invitaremos al gozo de viajar allí con nosotros.
Construyendo el cielo para nuestros hijos
Incluso si no cometemos el error de esperar demasiado de nuestros hijos, es posible que esperemos demasiado para ellos. Con la mejor de las intenciones, podemos tratar de dar a nuestros hijos el cielo ahora. Hace varios años, The Atlantic publicó un artículo titulado "How to Land Your Kids in Therapy" ("Cómo Hacer que tus Hijos Terminen en Terapia"). El autor observó,
"El sueño americano y la búsqueda de la felicidad se han transformado de una búsqueda de satisfacción general, a la idea de que debes ser feliz en todo momento y en todas las formas."
En otras palabras, queremos el cielo para nuestros hijos. El artículo del Atlantic señala que al darles a los niños una gran variedad de opciones y protegerlos del fracaso a toda costa, sus padres bien intencionados les enseñan que merecen la perfección. El problema es que los niños que no perseveran a través de la dificultad se convierten en adultos jóvenes que no pueden lidiar con el fracaso. Cuando su paraíso construido por los padres se desmorona, los niños terminan en terapia.
Los cielos construidos por los padres no se pueden comparar con el que Dios está preparando para su pueblo. Cuanto más grande y gloriosa sea la futura nueva creación en los corazones de los padres cristianos, menos sentiremos la necesidad de evitar que nuestros hijos fallen a toda costa. En cambio, les enseñaremos a experimentar los fracasos como recordatorios de que aún no hemos llegado a la nueva creación.
Ayudaremos a nuestros hijos a ver su tiempo en este mundo como una preparación para el mundo venidero. Les enseñaremos a atesorar tanto el peso eterno de la gloria; que una mala calificación, un problema de piel o un error en el campo deportivo no los destruirá. Les mostraremos que ningún logro en esta vida trae una satisfacción perfecta y duradera, y les ayudaremos a saborear sus mejores experiencias como meros anticipos de un futuro mucho mayor.
Crianza hacia la eternidad
Cuando mis padres planearon un viaje familiar por los Estados Unidos durante mi niñez, hablamos de ello con dos años completos de anticipación. ¡Seguramente, el cielo merece mucha más discusión y anticipación familiar que California!
Oremos por el cielo juntos como familias, avivando nuestra emoción. Cantemos sobre el cielo (la última estrofa de muchos grandes himnos habla de ello). Analicemos y saboreemos pasajes bíblicos como Isaías 65–66, Romanos 8 y Apocalipsis 21–22. Somos peregrinos, así que sigamos caminando hacia la Ciudad Celestial, trayendo a nuestros hijos con nosotros.
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