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English: Thoughts On Why Everything Exists

© Desiring God

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Por John Piper sobre La Soberanía de Dios
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Javier Matus


Uno de los puntos principales del próximo libro, Pecados espectaculares y su propósito global en la gloria de Cristo, es que el pecado y el furor de Dios contra él eran parte del plan de Dios cuando creó el mundo. Esto es diferente a decir que Dios peca o que aprueba pecar.

La razón principal para hacer este punto es exaltar al lugar más alto la revelación de la gracia de Dios en la crucifixión de Jesús. Este es el propósito del universo —la glorificación de la gracia de Dios en la cúspide de su expresión en la muerte de Jesús.

Jesús murió por el pecado (1 Corintios 15:3). La muerte de Jesús por el pecado fue planeada antes de la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8; Efesios 1:4-6). Por tanto, el pecado era parte del plan. Dios lleva a cabo este plan de una manera que mantiene la plena responsabilidad humana, el pleno odio por el pecado, la plena justicia divina y el pleno amor salvador por todos los que confían en Cristo. Y no necesitamos saber cómo lo hace para creerlo y descansar en ello y adorarlo por ello.

Esta mañana estaba meditando para mis devociones sobre Esdras 8 y 9. Ahí vi otro indicio de la verdad del plan de Dios para el pecado humano y el furor divino.

En Esdras 8:22, Esdras dice: “La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que Le buscan; mas Su poder y Su furor contra todos los que Le abandonan”. Este texto me lleva a preguntar: ¿Sabía Dios antes de la creación que Sus criaturas Lo “abandonarían”?. Sí, lo sabía. El plan para su redención estaba en marcha antes de la fundación del mundo (Efesios 1:3-6).

¿Era cierto Esdras 8:22 antes de la fundación del mundo? Sí, lo era. Dios no se volvió santo y justo después de la creación. Él siempre ha sido santo y justo. “Su poder y Su furor contra todos los que Le abandonan” porque esto es, y siempre ha sido, lo santo y justo que Dios debe hacer.

Entonces, como Dios sabía que Sus criaturas Lo abandonarían, también sabía que Su poder y furor estarían contra ellos. Por tanto, esto era parte de Su plan. Él creó el mundo sabiendo que el pecado sucedería y que Él respondería como dice Esdras 8:22 dice que lo haría.

Esta planificación es lo que Pablo quiere decir en Romanos 9:22 cuando dice que Dios estaba “queriendo mostrar Su ira y hacer notorio Su poder…”. Y si le preguntas a Pablo por qué Dios seguiría adelante con este plan, su respuesta más definitiva está en el siguiente versículo: “para hacer notorias las riquezas de Su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia” (Romanos 9:23).

Dios sabía que la revelación de Su furor y poder contra el pecado haría que las riquezas de Su gloria brillasen más y tuviesen un sabor más dulce para los vasos de misericordia.

“Las riquezas de Su gloria” son las riquezas que heredamos cuando vemos Su gloria en toda la plenitud que podemos soportar (Efesios 1:18) y somos transformados por ella (Romanos 8:30; 2 Corintios 3:18; 1 Juan 3:2). Estas riquezas de gloria alcanzan su altura suprema de maravilla y belleza en la muerte de Jesús cuando Él llevó la condenación del furor y el poder de Dios en nuestro lugar (Romanos 8:3; Gálatas 3:13).

En otras palabras, el plan de Dios de que hubiera pecado y furor en el universo finalmente era para traer “alabanza de la gloria de Su gracia” en la muerte de Cristo (Efesios 1:6). Lo que está en juego en la soberanía de Dios sobre el pecado es el propósito final del universo, o sea, la exaltación del Hijo de Dios en el mayor acto de gracia que quita el furor, perdona el pecado y vindica la justicia que jamás haya existido ni jamás pudiera existir. La alabanza de la gloria de la gracia de Dios en la muerte de Cristo por los pecadores es el máximo fin de todas las cosas.

Cristo es el propósito de todas las cosas. Cuando Pablo dice: “En [para] Él fueron creadas todas las cosas” (Colosenses 1:16), quiere decir que todo el universo y todos los eventos en él sirven para glorificar a Jesucristo. Que las meditaciones de nuestro corazón nos lleven cada vez más profundo en este misterio. Y que las palabras de nuestra boca y las acciones de nuestras manos sirvan para magnificar el valor infinito de Jesús y Su muerte. Por eso existimos.


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