Por qué tu vida no está funcionando

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English: Why Your Life Isn’t Working

© Desiring God

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Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Ian Bepmale


¿Estás contento? ¿Estás satisfecho?

Recorres el zoológico con tu hija y observas al gorila a través del cristal. Lo miras fijamente; él te devuelve la mirada. ¿Son nuestras vidas tan diferentes? Vive de un momento al aire libre al siguiente, un alimento al siguiente, ¿qué es una jungla? Vives de un entretenimiento a otro, de un bocado de pecado a otro, ¿qué es la verdadera felicidad? Es como si vivieran fuera del hábitat natural de su alegría.

Sin embargo, eres un hombre y no un simio; puedes reflexionar sobre tu jaula, la prisión de tus propias decisiones. Pero cuando te detienes a pensar en la vida, te hundes, ¿realmente esto es todo? Tal vez la vida era más brillante cuando eras más joven. Tal vez tú y el futuro alguna vez fueron mejores amigos, pero ahora hablan con cada vez menos placer. Él tampoco sabe lo que estás buscando, y ambos se están quedando sin ideas.

¿Eres feliz? ¿Estás satisfecho? ¿No? Entonces, ¿por qué seguir buscando en vano?

Contenido

¿Por qué?

Esta no es mi pregunta, sino la de Dios:

¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su trabajo en lo que no satisface? (Isaías 55:2)

Dios traduce tus suspiros: Estás gastando dinero en lo que no es pan, trabajando por lo que no satisface. Masticas piedra; cosechas el viento. Tanta energía, tanto tiempo, tanta dedicación a lo que no funciona. Estás haciendo malas compras, comiendo lo no digerible. El Dios del cielo y de la tierra te pregunta: ¿Por qué?

¿Por qué insistes en cavar en el desierto buscando agua? ¿Por qué entras en la cueva buscando luz? ¿Por qué esa vida sin pensar, ese desplazarte sin fin en la pantalla, viendo hasta que te duelen los ojos? —¿alguna vez eso ha inundado tu alma de felicidad? ¿Qué estás obteniendo de esta vida que has elegido para ti?

Tus decisiones dejan labios resecos, una sed que te prepara para la invitación de Dios:

A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. sin dinero y sin precio. (Isaías 55:1)

Ven, siéntete satisfecho. Ven, sé feliz. Ven, Dios te convoca. Simplemente ven.

Anhelados

El Dios del cielo oye tu vida de pequeños llantos y responde, Deja de llenar tu boca de arena; ven a las aguas. Deja de embriagar tu corazón con el mundo; ven a alegrarlo con mi vino. ¿Por qué trabajar por lo que te deja más hambriento? ¿No aceptarás pan y agua reales, vino y leche, gratuitamente? Gozo, vida, sentido, propósito —¿acaso no te interesan?

"¿Por qué los hombres no eligen la felicidad?" casi podemos escuchar a un ángel preguntarle a otro. ¿Por qué la rama corre del árbol, el huevo del nido, el pez del agua? Puedes responder por experiencia: no querrías esa felicidad si sólo podría encontrarse en Dios. Lee los términos detenidamente:

Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará
vuestra alma con grosura.
Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y
vivirá vuestra alma. . . .
Buscad a Jehová mientras puede ser hallado. (Isaías 55:2–3, 6)

Dios puede ser tu repartidor de Uber y traerte la comida, pero si eso implica comer con Él, bueno... verás qué tienes en el fondo del refrigerador. El orgullo habla: Mejor ser rey de tu propia infelicidad que siervo feliz de tu Creador. No entrarás en el gozo del Señor porque no soportas esa palabra —“Señor”. Encontrarás otro camino de regreso al Edén. No dejas ningún placer barato sin probar, y sin embargo, el cielo está abierto ante ti, y no entrarás porque la entrada es tan baja como una reverencia y tan pesada como una cruz.

En otras palabras, somos pecadores. La oferta de Dios no es simplemente para los insatisfechos; es para los injustos.

Buscad a Jehová mientras puede ser
hallado, llamadle en tanto que está
cercano.
Deje el impío su camino,
y el hombre inicuo sus pensamientos,
y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro,
el cual será amplio en perdonar. (Isaías 55:6–7)

No solo necesitamos mejores placeres; necesitamos perdón abundante. La justicia, no solo tu corazón, necesita satisfacción. El evangelio aborda no solo tú descontento en la felicidad sin Dios, sino tú desobediencia en la búsqueda de la felicidad sin Dios. El Señor Jesús no sólo ofrece delicias eternas; Él suspende ejecuciones finales. Somos criaturas no solo anhelando, sino anheladas.

Ingenio

¿Qué tiene que ver tu vida pasada (o presente) de fornicación, mentira, chismes, ira o embriaguez con tu búsqueda de la felicidad? Todo. Por ti mismo, no tienes derecho a esta bendición. La justicia no permite que los pecadores hereden lo que pertenece a los justos. ¿Deberías tú, que has sembrado el infierno, cosechar el cielo? ¿Debe Dios ser burlado? ¿Cómo puede Dios hacerte feliz? Su misericordia, no su ira, pide una explicación en los siguientes versículos.

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como
son más altos los cielos que la tierra,
así son mis caminos más altos que vuestros caminos,
y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. -Isaías 55:8–9

Tus pensamientos sobre la gracia y la misericordia apenas se arrastran por el suelo del bosque; los pensamientos de Dios sobre la gracia habitan muy por encima de las cabezas de los serafines. Sus caminos del evangelio, de compasión y perdón, cuelgan sobre nosotros desde vigas toscas de madera en una colina. En otras palabras, el evangelio no es el ingenio del hombre, sino el de Dios. No teníamos idea de cómo la justicia y la misericordia podían reconciliarse. El hombre no podía imaginar un camino para su propio perdón; no podía soñar cómo ser adoptado en la familia de Dios. La felicidad en Dios que nunca buscamos nos fue dada a través de un plan que no podríamos haber imaginado.

Alegría

El plan de Dios presenta al Hijo de Dios. Él enviaría a su único Hijo para que tomara forma humana, viviera la vida perfecta que tú no viviste, muriera tu muerte y se levantara de tu tumba. Él sufrió la ira que tú merecías para que pudieras tener el cielo que Cristo merecía.

A través de un pacto, Dios le dio la bienvenida a un pueblo desterrado, anunciando: "haré con vosotros pacto eterno,

las misericordias firmes a David.” (Isaías 55:3). Y en medio de esa promesa, se dirige a otro y dice:

He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes
que no te conocieron correrán a ti,
por causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha
honrado. (Isaías 55:5)

Cientos de años después, un hombre se pone de pie para renovar la invitación de Dios a los sedientos:

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (Juan 7:37–38)

Jesús invita a todos los que quieran a venir a él. Él es el Cordero de Dios que fue asesinado por los pecados del mundo. Él es el hombre que, al ser levantado por su Padre, atrae a los pecadores hacia sí.

Aceptes o no los felices términos de rendición de Cristo, la dicha prometida al pueblo de Dios llegará. Su palabra no volverá a Él vacía (Isaías 55:11). La consumación de este pacto eterno se derramará sobre la creación. Las montañas y colinas cantarán para sus santos; los bosques y los árboles nos aplaudirán. La maldición de espinos y cardos será revertida, reemplazada por el verde fértil de la bendición (Isaías 55:12). Y la felicidad de su pueblo, en un nuevo cielo y una nueva tierra, “será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída.” (Isaías 55:13).

¿Tienes sed? Venid a las aguas. Él promete perdonarte, saciarte, adoptarte como su posesión más preciada. Deja atrás la pornografía, el vivir para tu propio nombre, tu aventura insatisfactoria con el mundo, y permite que el Señor te conduzca a una plenitud de placeres eternos en su presencia. Tu alegría, para su gloria, por siempre.


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