Predicación: aplicando la Palabra de Dios a los años adultos y en adelante

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English: Preaching Up: Applying the Word of God to Midlife and Beyond

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Por Israel Haas sobre La Predicación y la Enseñanza

Traducción por 9Marks


Tal vez eres como yo. Tengo 29 años, y cada domingo predico a personas décadas mayores que yo. Estamos separados por un mundo. Yo vivo en el mundo informal de la generación X, prefiriendo sandalias, bermudas y camisetas- aún en la adoración del domingo por la mañana. Pero predico a gente que prefiere pantalones, zapatos brillantes, y corbata. Respiro Google, YouTube, iPods, y MP3. Pero predico a gente que necesita que sus nietos tengan el mando para manejar el reproductor de DVD. Soy sano y fuerte- relativamente. Pero predico a gente que se pregunta si verán su próximo cumpleaños. Estoy al principio de mi carrera y sueño con posibilidades tan grandes como el cielo de Montana. Pero predico a gente que ha estado ahí, que ya lo han hecho, y ahora miran atrás.

Quiero tender un puente sobre la brecha. Quiero conectar la biblia con su mundo. Quiero entrar en sus vidas, responder a sus necesidades, alimentarles de una manera apropiada a su situación, amonestarles y animarles con fuerza paciente y amorosa. Sin embargo, ¿Cómo puedo hacer esto siendo un “muchacho” de 29 años?

Gracias a Dios por Paul David Tripp y Deborah Howard. Sus libros interesantes me llevaron como en una máquina del tiempo en lo que son para mí otros mundos de la edad adulta en adelante. Lo que descubrí ahí fue extrañamente familiar.

EL TRAYECTO FINAL DE LA VIDA

Viajando a través del tiempo con Deborah Howard a los días finales de la vida fué igualmente esclarecedor. Howard es una enfermera en un hospicio, por lo tanto la muerte es una realidad diaria para ella. También, ella es una cristiana bien fundada bíblicamente, pensativa y sin ningún tipo de disculpas reformada. En un estilo de conversación muy cautivador, Howard muestra con gran detalle desde las escrituras que Dios es soberano sobre la creación, salvación, y sufrimiento. La sección final de su libro está llena del debate del estado eterno, disipando malas concepciones acerca de la vida después de la muerte y pintando un cuadro de hacia dónde la muerte lleva al creyente y al no creyente. Intensos casos de estudio enfatizan la importancia de abarcar estas realidades y describe el proceso por el cual la persona viene a experimentar la vida eterna y la verdad transformadora de la soberanía de Dios en todas las cosas. Ella se basa también en su formación médica para ayudar al lector a familiarizarse con los síntomas físicos de morir, las consideraciones legales alrededor de la muerte, y el mundo de los cuidados en hospicios.

PREDICANDO HACIA ARRIBA EN LA ESCALERA DE LA EDAD

Pero, ¿qué tiene que ver esto con predicar? Al final del día, después de haber leído los libros, aún tengo que preparar sermones. ¿Cómo puedo con 29 años aplicar la palabra de Dios de una manera que ministre a aquellos en mi congregación que están a la mitad o final de sus vidas?

Tal vez la respuesta no sea tan difícil como pensaba antes. Cuando entré en el mundo único de los años adultos en adelante, fui impactado no tanto por las diferencias como por las similitudes de las experiencias de la gente a través del abanico de edades. Los seis temas que Tripp y Howard dirigieron hacia los adultos y adultos mayores se aplican a cada uno en cualquier etapa de la vida. Es por esto que estoy convencido que necesito continuar predicando acerca de esos temas semana tras semana. (A propósito, la predicación expositiva libro-por-libro seguramente tocará uno de esos temas cada domingo, ya que cada texto en la biblia argumentativamente trata uno de ellos. Sólo un pensamiento.)

Primero, necesito continuar predicando sobre la soberanía de Dios. Como Tripp explica, sólo cuando el creyente acepta la soberanía de Dios sobre los detalles de la vida más pequeños entonces andará en el descanso y gozo que Dios tiene la intención que experimente. Howard está de acuerdo. Aunque ella esté rodeada cada día por sufrimiento trágico y muerte, enfatiza una verdad más que ninguna otra: Dios controla cada cosa en el universo, aún “cuando la luz del semáforo cambia a verde o rojo al aproximarnos a la intersección.”[1]

Segundo, necesito continuar predicando sobre el sufrimiento. Envejecer intensifica el sufrimiento que sentimos y vemos, ya sea el dolor de remordimiento, articulaciones atrofiadas, o la perdida de los seres queridos. Por lo tanto es crítico recordarnos los unos a los otros de los propósitos purificadores de Dios en el sufrimiento. Ambos Tripp y Howard dedican mucho espacio a este tema. Hermanos, debemos predicar a los nuestros las bendiciones del sufrimiento – para el beneficio de sus almas. El sufrimiento es un mal terrible el cual debemos detestad y luchar, pero el cual también debemos aceptar como una de las armas más poderosas de Dios para moldearnos a la imagen de Cristo.

Tercero, necesito continuar predicando acerca de la idolatría. Aunque la mayoría de los americanos no se postran ante ídolos conscientemente, el enorme pecado de la idolatría sigue abundando- a menudo bajo la apariencia de espiritualidad. Madurez, como Tripp dice, descubre la fachada que esconde el becerro de oro en nuestros corazones. Como un predicador joven, puedo aplicar la palabra a aquellos grupos de mayor edad y hace que la luz de la ley de Dios brille sobre sus ídolos: salud, juventud, riquezas, apariencia, posesiones, relaciones, hijos, prestigio, vecindad, carrera, comida, aplausos, casa, coches, aventuras, vacaciones, y el engaño del control. Especialmente predicar acerca de idolatría a la gente adulta y en adelante puede incluir un paquete transformador, porque envejecer expone la incapacidad de estos ídolos para cumplir sus promesas y revela la continua presencia interior de pecado aún en el creyente con muchos años en la fe.

Cuarto, necesito seguir predicando acerca de la muerte, como un predicador joven que soy ministrando a gente mayor que yo. La mayoría de los mortales intentan ignorar los pensamientos acerca de la muerte. En su lugar, nos distraemos de la realidad con "ilusiones de invencibilidad," como dice Tripp.[2] Jonathan Edwards reconoce esta tendencia destructiva y como resultado decidió (conocido popularmente) "en toda oportunidad pienso mucho en mi propia muerte, y las circunstancias comunes que la acompañan." Ciertamente, Deborah Howard consideraría la muerte un tema fructífero para meditar. Ella escribe, "Es de vital importancia que nos preparemos espiritualmente antes de enfermar, antes de encontrarnos en un accidente de coche o en una explosión que nos cueste la vida, antes de pasar a través de la puerta que lleva a la eternidad—a una eternidad en el infierno o en el cielo."[3]

Sin embargo, necesito predicar no sólo acerca del momento de la muerte, pero también acerca del proceso de morir. Tanto la ignorancia acerca de los síntomas físicos de morir y la escatología demasiado presente del evangelio de sanidad y prosperidad han hecho que para muchos cristianos sea muy difícil aceptar morir. En lugar de aceptar el proceso de morir, ellos se adhieren a la vida terrenal con una fuerza idólatra. Mark Dever pone su dedo en este problema en un artículo reciente: "Nuestra reticencia a cantar el domingo en la iglesia acerca de al tumba sólo revela cuántas esperanzas hemos puesto en esta vida—y no deseamos concebirlos como perdidos. Demasiado nuestros tesoros han sido puestos en este mundo."[4]

Quinto, necesito seguir predicando acerca de la esperanza del cielo. Howard nos recuerda que como cristianos deberíamos ser consumidos con pensamientos y anhelos del cielo.[5] Cuando estamos preocupados con las cosas celestiales la insatisfacción, desánimo, lamento, y desorientación de nuestros últimos años producen gozo.

Finalmente, necesito continuar predicando acerca de la nueva identidad que está en Cristo. El consejo de Tripp muestra que predicar acerca de la identidad del creyente en Cristo no es sólo para bebes cristianos. El observa que las crisis en la madurez provienen a menudo de "amnesia de identidad" o peor de "reemplazo de identidad."[6] Una madre de mediana edad, por ejemplo, viene a estar deprimida y desorientada porque sus hijos adolescentes se rebelan contra el molde con el cual ella intenta darles forma. O un hombre de negocios en sus cuarenta y algo vive para el éxito que ha obtenido en los negocios, estando tan ocupado que descuida a su familia y vida espiritual. Nosotros que estamos en Cristo fácilmente olvidamos que nuestra identidad no proviene de nuestro trabajo, lugar de residencia, título, género, edad, familia, o apariencia. No sólo son los nuevos cristianos quienes necesitan recordatorios frecuentes de que son nuevas creaciones, que ya no viven para ellos mismos, y que Cristo vive en ellos.[7] Encontrar en Cristo la identidad propia aliviará el dolor del rechazo, cortará la raíz del orgullo, secará el pozo cenagoso del abatimiento, clarificará la confusión de los años adultos, y producirá fruto que durará por la eternidad.

Tengo 29 años. ¿Puedo aplicar las escrituras de una forma efectiva a las vidas de personas el doble de mi edad que viven en un mundo sin YouTube ni iPods ni sueños tan grandes como el cielo de Montana? Sí. Al final todos estos mundos no son tan diferentes. Ya sea 29 o 49 o 89, la raíz de los problemas es la misma al igual que la solución. Morir a uno mismo. Morir a nuestros sueños. Morir a las mentiras de nuestra cultura. Morir a las apariencias de tu control. Morir a la perniciosa idolatría del éxito, apariencias, y aplauso. Vivir para Dios. Vivir para su gloria. Vivir en la luz de su palabra. Vivir en el poder de su Espíritu. Vivir de forma sumisa bajo su control y de acuerdo a su voluntad. Vivir para el deleite de su presencia eterna. Hermanos, prediquen esto- ¡a cualquiera en cualquier edad!


  1. Howard, Sunsets, 72.
  2. Tripp, Lost, 81-82.
  3. Howard, Sunsets, 182.
  4. Mark Dever, http://blog.t4g.org/, "Completely Unavoidable Optimism," publicado en Feb. 22, 2007, accessible en Mar 01, 2007.
  5. Howard, Sunsets, 183.
  6. Tripp, Lost, 268.
  7. 2 Corintios 5:17 y Gálatas 2:20.

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