Receta para ser un pastor con éxito

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English: The Recipe for a Successful Pastor

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Juan Marcos García Aranzábal


Estoy convencido de que muchos de los problemas que aparecen en la cultura pastoral vienen de la confusión creada a partir de una definición anti bíblica sobre los ingredientes necesarios para desarrollar un ministerio con éxito. Por supuesto, en el perfil de los candidatos se espera que aparezca que “camina en sintonía con el Señor”, pero estas palabras muchas veces pierden su significado, porque en la entrevista no se ahonda sobre la veracidad de esta afirmación y se dan muchas cosas por sentado. Nos interesa que tenga conocimiento (buena ortodoxia teológica), poder de convicción (buen predicador), un plan sólido para el ministerio (de forma que pueda fortalecer a la congregación) y experiencia (no va a utilizar a este ministerio como campo de aprendizaje). He escuchado a líderes de la iglesia decir muchas veces en momentos de crisis pastoral: “realmente no conocíamos al hombre que contratamos”.

¿Qué implica conocer a un hombre? Significa que conocemos la verdadera condición de su corazón –tanto como sea posible. ¿Qué es lo que realmente le encanta y qué es lo que le importa poco?¿Cuáles son sus esperanzas, sus sueños y sus temores?¿Cuáles son los íntimos deseos que motivan y dirigen su forma de ejercer el ministerio?¿Qué ansiedades son capaces de desestabilizarle o paralizarle?¿Cómo de exacta es la imagen que tiene de sí mismo?¿Es capaz de soportar la oposición, las críticas y los elogios?¿Cómo de comprometido está con su propia santificación?

¿Cómo de abierto es sobre sus propias tentaciones, debilidades y fallos?¿Cómo de dispuesto está a escuchar y aceptar los consejos de otros?¿Considera que el ministerio pastoral es un proyecto comunitario?¿Tiene un corazón tierno y acogedor?¿Es cálido y hospitalario, capaz de convertirse en el pastor y héroe de los que sufren?¿Cuáles son las características que su mujer e hijos utilizarían para describirle?¿Es consecuente con lo que predica?¿Se siente compungido en su corazón y dolorido en su conciencia regularmente al examinarse ante el espejo de la Palabra?¿Cómo de comprometida, firme, gozosa y cercana a Dios es su vida devocional?

¿Su ministerio hacia los demás surge de la cercanía de su comunión diaria con el Señor?¿Aspira a mantener un alto nivel en todo lo que hace o se conforma con ser mediocre?¿Es sensible a las experiencias y las necesidades de los que ministran juntamente con él?¿Es capaz de personificar el amor y la gracia del Redentor?¿Es capaz de pasar por alto pequeñas ofensas?¿Está dispuesto a perdonar?¿Es una persona que juzga y critica a los demás?¿Qué diferencias hay entre el pastor que todos ven y hombre que ven su esposa e hijos?¿Se cuida físicamente?¿Está expuesto a demasiada televisión o medios de comunicación que entorpecen su entendimiento?¿Qué es lo que escribiría en el espacio en blanco siguiente: “Si tuviera___”? ¿Qué resultados ha tenido en el pastoreo de la congregación que constituye su propia familia?

La condición real del corazón del pastor

El ministerio del pastor nunca puede estar marcado solamente por la experiencia, el conocimiento, o la habilidad. De hecho, si su corazón no está en el lugar correcto, el conocimiento y la habilidad pueden hacer de él un peligro.

Los pastores a menudo tienen dificultad en encontrar tiempo para tener una comunión viva con Cristo, celebrándola en adoración y meditación en humilde dependencia de él. Parece como si Jesús se hubiera marchado del edificio. Ciertamente el conocimiento y la habilidad en el ministerio están ahí, pero parece que son totalmente ajenos a una vida en continua comunión con Cristo. Toda esta actividad, conocimiento y habilidad parece que están impulsados por algo distinto. El ministerio se convierte en algo demasiado impersonal; lo único que cuenta es el contenido teológico, la exactitud en la exégesis, las obligaciones contraídas con la iglesia y el progreso de la institución eclesiástica. Solamente importa prepararse para el siguiente sermón, organizar la agenda de la siguiente reunión y satisfacer los requerimientos que aparecen en el liderazgo. Se trata de gestionar los presupuestos, los planes estratégicos y los colaboradores del ministerio.

Nada de todo esto es malo en sí e incluso muchas de estas tareas son esenciales, pero no pueden ser un fin en sí mismas. Nunca pueden ser el motor que mueve la máquina. Todas deben ser muestra de algo más profundo en el corazón del pastor.

El pastor tiene que estar entusiasmado con, anonadado por y enamorado de su Redentor de forma que todo lo que piensa, desea, elige, decide y dice está impulsado por el amor que tiene a Cristo y la seguridad que nace del descanso de saberse amado por Él. El pastor debe exponerse regularmente a la presencia del Redentor para descansar con humildad en la certeza de su gracia. Su corazón necesita enternecerse día tras día por la comunión con Cristo de forma que esta comunión le haga convertirse en un líder servicial, amoroso, paciente, generoso y presto para perdonar. Su meditación en Cristo, su presencia, sus promesas y sus dones no deben ser ofuscados por el tiempo que dedique a planificar la mejor forma de que su ministerio funcione.

Protección contra el amor a otras cosas

Solo el amor a Cristo puede proteger el corazón del pastor contra todos los otros amores que tienen el poder de ahogar su ministerio. Solamente la adoración a Cristo es capaz de protegerle de todos los atractivos ídolos del ministerio que seguramente van a susurrarle al oído. Solo la gloria del Cristo resucitado le guardará del peligro de la vanagloria que nos tienta a todos y ha destruido el ministerio de tantos.

Solamente Cristo puede cambiar a alguien capaz de “comerse el mundo” recién salido del seminario en un paciente y humilde administrador de la gracia. Solamente una profunda gratitud por el sufrimiento del Salvador puede hacer que un hombre esté dispuesto a sufrir por el ministerio. Solamente el quebrantamiento causado por el propio pecado puede hacerle responder con gracia ante aquellos que también se han rebelado contra Dios y a quienes Él le ha llamado a servir. Solamente cuando su identidad está firmemente enraizada en Cristo es que será libre de tener que buscar su identidad a través de su ministerio.

Tenemos que tener cuidado en cómo definimos lo que constituye disposición para el ministerio y madurez espiritual. Existe el peligro de pensar que un graduado del seminario que está bien preparado y educado está listo para el servicio. Tampoco hay que confundir conocimiento intelectual, diligencia y habilidad con madurez espiritual personal. La madurez es un asunto vertical que seguramente se manifestará horizontalmente de diversas formas. La madurez es una cuestión de relación con Dios que conlleva una forma de vida sabia y humilde. La madurez del amor hacia Cristo se expresa en el amor hacia los otros.

La gratitud hacia la obra redentora de Cristo se expresa manifestando gracia hacia los demás. La gratitud por la paciencia y el perdón de Cristo te permite ser paciente y perdonar a otros. La experiencia diaria de la salvación por el evangelio te hace apasionarte con aquellos que están experimentando el mismo tipo de rescate. Este es el tipo de terreno en el que el verdadero éxito del ministerio puede crecer.



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