Señor, prepárame para terminar bien
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Emmanuel Mgbomeni
Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo: tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado . . . tiempo de buscar y tiempo de dar por perdido; (Eclesiastés 3:1-2, 6, LBLA) Cuando un nuevo niño nace, una nueva cosecha se planta, un nuevo proyecto, fase, grado, carrera, amistad, resolución, matrimonio, o casa se buscan, sentimos la emoción fresca y la anticipación. Entramos en una nueva temporada sintiendo esperanza por el futuro. Invertimos mucho en sueños, planificación, energía y a menudo dinero en nuestros comienzos, lo que explica todos los libros, videos y entrenadores que se nos ofrecen para ayudarnos a empezar bien.
Pero no hay tanta ayuda disponible enseñándonos cómo terminar bien. Probablemente porque la demanda es mucho menor. Por lo general, no nos gusta pensar o planificar los finales, porque los finales son adioses. Son cierres de capítulos que a menudo nos hacen sentir arrepentimiento, dolor, o confusión sobre quiénes somos y cuál es nuestro propósito en el futuro - o alguna mezcla ambivalente de lo anterior.
¿Son mejores Los comienzos?
Pero el final de una temporada es a menudo más importante que su comienzo. Cuando una persona muere, podemos ver mucho más claramente quiénes resultaron ser en realidad, lo cual es eternamente significativo. Cuando se cosecha un cultivo, sabemos lo que realmente produjo la temporada y la diligencia agrícola. Cuando una estación de vida termina, vemos, al menos hasta cierto punto, el verdadero fruto de todos nuestros sueños, planificación, trabajo e inversión.
Por eso la Biblia dice: "Mejor es el fin de un asunto que su comienzo" (Eclesiastés 7:8). Al principio, cuando miramos hacia adelante, imaginamos un futuro posible, no uno real. Y nuestra visión es siempre una mezcla de motivos buenos y malos, amor y ambición egoísta, servir a Jesús y servirnos a nosotros mismos. Pero mirando hacia atrás, vemos la realidad con mayor claridad. Vemos cómo varios factores (nuestro pecado morador interno y la bondad llena del espíritu, nuestras fuerzas y debilidades, la futilidad entretejida en esta era de la creación, Romanos 8:20-21, y otros) afectaron lo que comenzamos.
En otras palabras, los finales suelen ser más veraces que los comienzos. Una revisión del día en la noche es más veraz que el optimismo cafeinado de las buenas intenciones en la mañana.
Entonces, ¿por qué una dosis aleccionadora de retrospectiva realista es mejor que una punto álgido esperanzado de perspectiva optimista?
- Porque la sabiduría no quiere construir su casa sobre las arenas de la fantasía, sino sobre la sólida roca de la verdad.
- Porque al final de una cosa, más que al principio, vemos nuestra necesidad de una esperanza mejor y más duradera que cualquier cosa que pudiéramos construir aquí (Hebreos 13:14).
- Y porque a menudo un final, más que un principio, expone a nuestros ídolos: cosas o personas en las que hemos colocado falsas esperanzas y de las que hemos sacado un sentido de identidad fuera de lugar. Los finales son a menudo mejores que los comienzos porque nos apuntan con más fuerza a Dios, que es nuestra única esperanza.
El mentor para un tiempo de dar por perdido
Para cada "tiempo de buscar," hay un "tiempo de dar por perdido" (Eclesiastés 3:6). Aprender a terminar bien, a dejar ir bien, es uno de los temas más abandonados en el discipulado cristiano occidental. Hay poca enseñanza y guía para navegar en estas aguas complicadas. Tal vez no es ninguna sorpresa que los líderes cristianos con frecuencia tengan dificultades para salir del liderazgo, las iglesias tengan dificultades con las transiciones de liderazgo, y los cristianos, en general, con frecuencia experimenten confusión y desorientación al final de varias épocas de la vida y el ministerio.
Pero Dios nos ayudará. Una manera de prepararse para nuestro "tiempo para perder", y ayudar a otros a hacer lo mismo, es orar intencionalmente por ello. Dios puede hacer que nuestra transición fuera de una temporada sea poderosa cuanto a glorificar a Jesús de una manera única.
Mi modelo y mentor favorito para el "tiempo de dar por perdido" es Juan el Bautista. Al final de su tiempo de llamado, esta voz en el desierto (Juan 1:23), este segundo Elías (Mateo 11:13-14), este hombre más grande nacido de mujer (Mateo 11:11), que brilló a través de Israel como un cometa profético, dijo mientras veía como su gran ministerio era eclipsado por el lucero resplandeciente de la mañana (Apocalipsis 22:16),
"Por eso, este gozo mío se ha completado. Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya". (Juan 3:29-30)
Esas palabras, tanto como cualquier cosa que Juan haya dicho, revelaron el corazón que lo hizo tan grande. Comprendió de qué trataba su vida: ¡Jesús! El comienzo de su ministerio trataba sobre Jesús, y su fin más aún.
Y de eso se trata cada fin de cada temporada de nuestras vidas: el crecimiento de Jesús en nuestra disminución.
Cueste lo que cueste, Señor
Habrá un tiempo dado por Dios para salir de cada papel en el que entremos. Algunos finales se sentirán dulces y claros; otros se sentirán amargos y confusos. Por lo tanto, se requiere un tipo diferente de sabiduría para terminar bien y para comenzar bien. Demanda la humildad y la fe fortalecidas por el Espíritu para confiar en la soberanía, sabiduría y bondad de Dios en esas transiciones.
Debemos disponernos para estos tiempos o, mejor, debemos pedir a Dios que nos prepare, para que al final de cada uno de ellos, digamos con Juan el Bautista: "Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya”.
Lo que sea necesario, Señor, aumenta mi amor por tu supremacía y mi confianza en tus sabios propósitos para que, cuando sea el momento de salir de algo a lo que me has destinado por un tiempo, reciba la disminución de mi influencia personal con una fe llena de gozo.
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