Señor, líbrame de la indiferencia

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English: Lord, Deliver Me from Indifference

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Mariana Ramirez


Pasión, como muchas palabras importantes, ha sido sobreutilizada, y por lo tanto, devaluada. Es víctima de la ineludible idiosincrasia del español - la inclinación a usar una palabra para demasiadas cosas.

Celo es la palabra en nuestras Biblias en español que quizá se acerca más a lo que normalmente queremos decir cuando hablamos sobre “pasión”. Algunos ejemplos conocidos son:

En esta época del año, este es el tipo de celo del que los cristianos escuchan más:

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de su soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto. (Isaías 9:6-7) </dd>

En español moderno diríamos que la pasión consumidora del Señor de los ejércitos es para redimir a los pecadores perdidos a través del sacrificio del Mesías (Isaías 53 LBLA), y para establecer y defender el eterno reino del Mesías. Esto es lo principal para Dios, su enfoque principal para la humanidad.

Si compartimos la pasión de Dios en este sentido, es algo muy bueno. Es algo piadoso.

Pasión del corazón

De hecho, es algo tan bueno que la Biblia lo ordena. ¿Notaste la orden en la declaración de Pablo, “No seáis perezosos en lo que requiere diligencia; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Romanos 12:11)? Esto significa que ser apasionados no es una opción para el cristiano.

Aquí es donde debemos dejar que la Biblia, no la sociedad, defina nuestros términos, establecer nuestros estándares y desarrollar nuestras expectativas. La Biblia no ve lo que nosotros llamamos pasión como algo enraizado en nuestro temperamento. Las personalidades relajadas son llamadas a vivir vidas fervientes, enfoque dedicado tanto como intenso, personalidades motivadas. Tampoco ve la pasión como algo enraizado en nuestro origen étnico. Los que tienen ascendencia escandinava (como yo), quienes tendemos a reservar nuestras emociones, somos llamados a sentir profundamente y esforzarnos intensamente tanto como quienes sus ancestros fueron “ latinos apasionados”.

No, la Biblia ve el celo como un asunto del corazón. Cuando Pablo dice, “No seáis perezosos en lo que requiere diligencia”, debemos recordar que Jesús, al siervo perezoso también lo llamo “malo” (Mateo 25:26). La pereza no es una peculiaridad de la personalidad; es un pecado. Es un pecado porque no ser “fervientes en espíritu” al servir al Señor es ser hasta cierto nivel indiferente en lo que a Él más le importa. Tal indiferencia es malvada.

En la mente de Dios, fervor, celo o pasión no son descripciones de qué tan emocionales somos. Son indicadores que muestran lo nuestro corazón atesora y, por lo tanto, lo que alimenta nuestras vidas. Así como Dios se impresiona más con oraciones sinceras en secreto que con prolijas oraciones públicas (Mateo 6:5-6 LBLA), Él se impresiona más (o no) por lo que realmente nos cautiva que por cualquier muestra externa de nuestras emociones. Porque lo que nos fascina determina cómo priorizamos nuestras vidas.

Sin importar cómo la genética y el ambiente han influenciado nuestra naturaleza emotiva, son pocas cosas las que exponen nuestro verdadero ser más que comparar lo que a Dios le apasiona con lo que nos apasiona a nosotros. Frecuentemente el celo que más necesitamos es el celo de arrepentirnos (Apocalipsis 3:19).

Cueste lo que cueste

Estamos desordenados emocional y afectivamente por nuestro pecado interno. Encontramos que el mandato de Dios para que le sirvamos apasionadamente es imposible de obedecer con nuestra propia fuerza. Por supuesto que lo hacemos, al igual que muchos, muchos otros mandamientos imposibles, como “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39) y “no temáis a los que matan el cuerpo” (Mateo 10:28).

Pero los mandamientos imposible de Dios son en realidad misericordias para nosotros. Nos humillan en formas que necesitamos desesperadamente (1 Pedro 5:6) y nos empujan a descansar más y más en la obra terminada de Cristo para nosotros (2 Corintios 5:21). Nos llaman a niveles más profundos de dependencia a la oración y nos llevan a pedirle a Dios por todas y cada una de nuestras necesidades (Lucas 11:9) y vivir de cada palabra de su boca (Mateo 4:4). En otras palabras, sirven para enseñarnos a seguir a Jesús viviendo de la manera en que los humanos siempre debieron vivir: por fe (Hebreos 12:2; 2 Corintios 5:7).

No, no somos tan apasionados como deberíamos con las cosas que deberíamos ser. Pero ese pecado ha sido cubierto (1 Juan 1:9) y Dios completará su buena obra en nosotros para que algún día compartamos perfectamente sus pasiones (Filipenses 1:6). Hoy, Él quiere que le pidamos el celo que debemos tener. Quiere que le pidamos audazmente (Hebreos 4:16), y con fe (Santiago 1:6). Por lo tanto,

Cueste lo que cueste, Señor, aumenta mi celo por hacer tu voluntad y mi urgencia por aprovechar el tiempo de la mejor manera posible durante estos días malvados. En el nombre de Jesús, Amén. </dd>


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