Temo que pienses demasiado bien de mí
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Liderazgo Espiritual
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por José Manuel Puerto Cabeza
A lo largo de nuestras vidas, la mayoría de nosotros tememos en silencio que los demás piensen muy poco en nosotros. En momentos extraños de vergüenza o culpa reconocemos, por supuesto, que la maldad todavía está aferrada a nosotros y nos sorprendemos de que los demás piensen bien de nosotros. Pero de vez en cuando nos pasamos demasiado tiempo preguntándonos si estamos siendo evitados, menospreciados o ignorados, o si la gente a la que admiramos se dieron cuenta de nuestras buenas palabras o nuestros logros excepcionales.
A menudo, este problema se acentúa durante la adolescencia, cuando de alguna manera u otra actuamos bajo la impresión de que el mundo entero nos está vigilando. Pero esta pasión intranquila por ser reconocidos puede surgir de diferentes maneras en los adultos. Muchas asambleas Ministeriales están siendo silenciosamente maldecidas debido a las grandes dosis de celos entre los Ministros. ¿Cuántas reuniones de grupos pequeños revelan un deseo indecente de cada persona por superar la historia anterior? Desesperados por ser queridos, valorados o respetados, tememos que los demás piensen poco en nosotros.
En cambio, Pablo piensa de la siguiente manera: “Para que nadie piense de mí más de lo que ve en mí, u oye de mí.” (2 Cor. 12:6). Sin duda alguna, Pablo se preocupa de que la gente piense demasiado bien de él.
El sabor preciso del comentario de Pablo está firmemente determinado por el contexto. Al parecer, los triunfalistas con los que Pablo está enfrentándose en la iglesia Corintia han estado jactándose de las revelaciones y visiones que tuvieron. Pablo no quiere meterse en un concurso sobre quien tuvo más o mejores visiones (12:1), pero si no se hace notar, algunos creyentes en Corintio harían que se marchase. Quizás él sólo es un hombre del ayer: tuvo aquella maravillosa visión en el camino de Damasco, desde luego, pero de aquello hace ya más de veinte años, y todos sabemos que la gracia de ayer no es suficiente para hoy. Simplemente, Pablo no se rebajará a una guerra de pujas en apuestas espirituales. Para lo que él está más preparado es para hablar sobre sus experiencias en tercera persona. “Conozco a un hombre en Cristo”, dice – Es decir, un cristiano, simplemente un cristiano – “que hace catorce años...fue arrebatado hasta el tercer cielo” (12:2). Algunos judíos hablaban de tres cielos: el primero era la atmósfera, el “cielo” en el que los pájaros tenían su hogar; el segundo es al que nosotros llamaríamos el universo, la esfera en la que se encuentran las estrellas y planetas; y el tercero es la morada de Dios.
Pablo no sabe ni se preocupa de si el “hombre en Cristo” estaba dentro o fuera del cuerpo cuando esto ocurrió, pero lo que sí sabe es que fue “arrebatado al Paraíso” (12:4). Comúnmente, los judíos creían en tres paraísos: el primer paraíso, el Edén, creado antes de que el pecado llegara al mundo; el último paraíso, el cielo nuevo y la tierra nueva, donde no hay más pecado; y entre los dos, el “Paraíso escondido”, donde Dios vive actualmente aunque no tengamos acceso directo a él. Dondequiera que Dios esté, allí estará el Paraíso. Por tanto, con las expresiones “tercer cielo” y “Paraíso” Pablo está diciendo que este “hombre en Cristo” fue llevado hasta la misma presencia de Dios. Allí escuchó cosas inexpresables y privadas: es decir, no sólo este “hombre en Cristo” no tiene las categorías para contar lo que oyó a los demás que no experimentaron cosas similares, sino que también lo tenía prohibido.
Por supuesto, este “hombre en Cristo” es Pablo. De ahí que escriba en el versículo 7 “Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne...” Pablo está dispuesto a volver a la primera persona del singular cuando habla de sus debilidades y su espina, pero no lo hará cuando habla sobre su revelación. Lo dice de manera muy explícita en los versículos 5 y 6: Él puede enorgullecerse de este “hombre en Cristo”, pero cuando se acerca explícitamente a él, sólo se jactará de sus propias debilidades. “Porque si quisiera gloriarme” - es decir, como si estuviera hablando de mí mismo - “No sería insensato, pues diría la verdad” - es decir, en ese caso no haría el ridículo, porque de hecho este “hombre en Cristo” no es otro que yo mismo, Pablo. “Mas me abstengo de hacerlo para que nadie piense de mí más de lo que ve en mí, u oye de mí.”
Por tanto, Pablo no solo se preocupa de que la gente piense demasiado bien de él, sino que, más explícitamente, le inquieta el hecho de que no piensen bien de él en base a las visiones y revelaciones que asegura haber tenido. Si ha de valorársele, deberá ser en cuanto a los motivos que estén dentro de la esfera pública: lo que dice y lo que hace.
Por supuesto, los líderes Cristianos reconocen que en el análisis final, sólo la opinión que tenga Dios sobre nosotros es la que importa (1 Cor. 4:1-5. Pero las iglesias deben evaluar a los líderes Cristianos en un sentido relativo: por eso Pablo expone a los “falsos apóstoles” que están llevando a los creyentes Corintios por mal camino, y espera obviamente que la iglesia haga algo al respecto antes de su próxima visita. Pero si se va a evaluar a los líderes Cristianos, aunque sea en ese sentido relativo, mejor que sea en base a lo que ellos hacen y dicen, y no en base a su presunta autoridad deducida a partir de declaraciones de revelaciones privadas que no están abiertas a la esfera pública.
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