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Por David Mathis sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Romina Mendoza


Contenido

La intensa recompensa de discipular a otros

John Piper ha dicho a menudo: “Mi padre es el hombre más feliz que jamás he conocido.”

Su padre era un evangelizador integrista que viajaba para dar conferencias en los servicios de “avivamiento” celebrados por las iglesias locales de todo el país. Era un tal Billy Graham que asistía a grupos pequeños. Rezó y trabajó arduamente para llegar a fin de mes. Y aun así, fue irrefutablemente feliz.

Una vez John le preguntó a su padre, “Papaíto, ¿qué dirías que es, en una palabra, la clave para una vida repleta de felicidad? Su padre no dudó ni un segundo.

“Cuéntale a alguien sobre Jesús.”

Esa no era la respuesta que John esperaba, pero él dice que tiene un profundo sentido. “Recibe y desbórdate — para eso has sido creado— para recibir incalculables gracias de Dios y luego contárselas a alguien.”

Cada minuto es valioso

El evangelismo está plagado de dificultades y resistencias naturales: momentos incómodos, interacciones tensas, incluso respuestas severas. Pero parte de lo que hace que el evangelismo sea tan gratificante son las barreras y las adversidades. Cuando Dios nos da los recursos para expresar su evangelio con claridad, es una experiencia espiritualmente gratificante, incluso cuando nuestro mensaje es rechazado categóricamente.

Tal es el caso también de la creación de los discípulos. Y quizás incluso más. Al menos los dolores y adversidades consiguientes pueden ser incluso más difíciles en la profundidad y duración de la inversión necesaria para crear a los discípulos.

La creación de los discípulos, en cumplimiento de la Gran Comisión, es parte de un todo con el evangelismo. Jesús encarga a su iglesia tanto a bautizar como a enseñar. “Bautízalos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” es un evento evangelista único al inicio de la vida cristiana, mientras “les enseñamos a ellos a observar todo lo que [Jesús ha] ordenado” es el proceso prolongado por el cual un joven creyente es alimentado con vistas a la madurez en la fe (Mateo 28:19–20). Ambos tienen sus dificultades y ambos tienen sus recompensas destacables, irremplazables, conmovedoras.

Los gozos especiales de discipular

Dios recompensa generosamente los múltiples costes de crear a los discípulos, y también une la creación de discípulos con júbilos extraordinarios, que hacen que todos los costes inevitables merezcan la pena. Dios nos ofrece placeres únicos cuando nos vaciamos, en profundidad y en detalle, para el bienestar espiritual de otras personas.

Pablo escribe, “¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que nos gloriamos ante nuestro señor Jesucristo en su venida? ¿No lo son ustedes? Ustedes son nuestra gloria y gozo” (1 Tesalonicenses 2:19–20). Naturalmente, no nos habríamos esperado que él dijera esto de esa forma. ¿Cuál es la esperanza o gozo, o corona de Pablo de gloriarse ante la venida de Jesús? Los Tesaloniceses son su gloria y gozo. ¿Cómo puede ser esto? ¿Y qué sucede con el mismo Jesús?

Lo que hace que merezca la pena discipular es que aquellas personas en las que invertimos se convierten, en un sentido real y que glorifica a Dios, en nuestra gloria y nuestro gozo. Y esa fruta de sabor dulce que proviene de nuestra inversión no compite con nuestro gozo en Jesús, sino que ella misma es un tipo de realización de esto. Aquellos a quienes nosotros discipulamos no son los enemigos de nuestro gozo en Cristo, sino una expresión de nuestro gozo en él.

Gozo demasiado bueno para expresarse

Si te preguntas si Pablo se dejó llevar al expresar su gozo con la gente en 1 Tesalonicenses 2:19–20, observa cómo se intensifica el dial en los siguientes versos.

El dice que son “buenas noticias” — que es un lenguaje sagrado para el apóstol Pablo— que los tesalonicenses están bien (1 Tesalonicenses 3:6). Evangelio. Esta es una expresión extraordinariamente elevada del gozo que recibió al escuchar que los tesalonicenses están espiritualmente saludables. Llegó a su alma como una especie de verdad del evangelio.

“Ahora vivimos,” dijo él, puesto que llegó dicha noticia (1 Tesalonicenses 3:8). De nuevo, es una selección de palabras increíblemente elevada. Su gozo está tan profundamente unido a aquellos en quienes él mismo ha invertido que alguna parte de su alma se sentiría muerta si sus llamas espirituales se hubieran apagado— pero “ahora vivimos” para aprender que ellos están bien en Cristo.

El anuncio de su vida espiritual le da un gozo que no es fácil de expresar. Y de nuevo, esto es un gozo sagrado (no idolátrico) que el apóstol disfruta no dándole la espalda a Dios, sino en su presencia (“ante nuestro Dios,” 1 Tesalonicenses 3:9). El alma de Pablo está unida a sus almas de una forma que nos incomoda y que quizás pocos de nosotros hemos experimentado.

Todo el Gozo que sentimos

Entonces, 1 Tesalonicenses 3:9 lo nombra como “todo el gozo que sentimos por ti ante nuestro Dios.” El apóstol saborea un tipo de gozo— un gozo en Dios, no alejado de Dios — que no podría disfrutar de otra forma sin la profundidad y la dificultad y la conexión personal que él tiene con su pueblo.

Pablo no escribe con tanta pasión, y especialmente, sobre su gozo cuando envía cartas a gente que todavía no ha conocido (por ejemplo, los Romanos y los Colosenses). Pero cuando su inversión ha sido personal, especialmente cuando ha estado en circunstancias difíciles (como fue en Tesalónica, Hechos 17:1–9), él experimenta un tipo de gozo— “todo el gozo que sentimos por ti” — de otro modo él no lo probaría.

No existe un gozo mayor

Finalmente, el apóstol Juan escribe, “No tengo un gozo mayor que escuchar que mis hijos caminan en la verdad” (3 Juan 4).

No hay mayor gozo.

¿Cómo pueden decir ellos eso? Porque esto es precisamente como Jesús mismo lo quiere. Esto es lo que el gozo hace en Jesús— crece y se expande para atraer a otros. “No existe mayor gozo” no significa que el mismo Jesús es menos que nuestro mayor tesoro, sino que la forma en que él es nuestro mayor gozo no está hacia adentro ni secuestrada por otros, sino que dicho gozo se madura y se prolonga y atrae a otras personas— que nuestro gozo se hace mayor mientras invertimos en personas determinadas durante un período de tiempo prolongado, y vemos a Dios trabajar para dar el crecimiento.

La creación de los discípulos es efectivamente cara— y diseñada por Dios, en estado saludable, para que sea una gran empresa productora de felicidad. No es fácil, sino un trabajo duro. Sin embargo, es muy gratificante, con los gozos nosotros no vamos a saborear en caso contrario una obra ajena a Dios en y a través de nosotros al compartir “nosotros mismos” (1 Tesalonicenses 2:8) con otros.


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