Una Generación Insolente
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Ligonier Ministries Staff
sobre Perseverancia de los Santos
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por Javier Matus
“Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo” (Heb. 3:11).
- Hebreos 3:10b-11
Hace más de 3.400 años, Dios escuchó el clamor de su pueblo que estaba en esclavitud en Egipto. Recordando su pacto con Abraham, Él liberó a Su pueblo de la esclavitud. Después de grandes señales y prodigios, Faraón liberó a la nación de Israel, y viajaron a través del desierto hacia la Tierra Prometida. En el camino, se encontraron con muchas dificultades. Deberían haber recordado la poderosa mano de Dios moviéndose contra Faraón, pero pronto se olvidaron de ella y comenzaron a quejarse contra el Señor. El Señor subsecuentemente impidió que la primera generación entrara a la Tierra Prometida.
Hace dos mil años, Dios escuchó el clamor de Su pueblo que estaba en la esclavitud del pecado. Recordando Su pacto con Abraham, se encarnó para liberar a Su pueblo de la esclavitud. Confirmó el Evangelio con señales y prodigios, y luego murió por Su pueblo. Muchos siguieron a Cristo, sabiendo que Él les llevaría a la seguridad en la Tierra Prometida eterna. Debieron haber recordado que la resurrección de Cristo de entre los muertos confirmó todo lo que Él enseñó. Pero la persecución y las dificultades hicieron que muchos de ellos consideraran abandonar a Cristo por la seguridad de las viejas costumbres.
Los paralelismos entre estas dos generaciones son muy claras. Por eso, el autor de la carta a los Hebreos cita al Salmo 95 refiriéndose a la generación que salió de Egipto con una generación que siguió a Cristo. Al igual que aquellos que fueron redimidos de Egipto, algunos cristianos judíos estaban en peligro de perder la promesa. Ellos estaban en peligro de que Dios jurara en su ira que no entrarían en la promesa de Cristo.
Esta es una idea difícil de aceptar. ¿Puede Dios prometer la salvación a un pueblo pero luego quitarla? ¿No son incondicionales Sus promesas?
Las promesas de Dios no son incondicionales. La vida eterna es sólo para aquellos que cumplen las exigencias de la ley. No podemos cumplir la ley, así que Dios envió a Cristo como nuestro sustituto. Él cumple la ley, y al permanecer en Él, recibimos la vida eterna que Él consiguió por el cumplimiento de la ley.
Pero debemos perseverar en nuestra fe en Cristo. Si no, vamos a estar separados de la promesa de la salvación. Nuestra perseverancia comprueba la realidad de nuestra fe (Santiago 2:14-18). La realidad de nuestra fe comprueba la realidad de nuestra elección (Efesios 1:11-14). Y la realidad de nuestra elección garantiza que heredaremos la salvación (Rom. 8:33-39).
Coram Deo
La advertencia de Dios de que podríamos no entrar en la promesa es una advertencia real. Sólo aquellos que mantienen su fe en Cristo finalmente serán salvos. Pero sólo Cristo puede mantenernos en nuestra fe. Él nos mantiene en la fe a través de los procesos de la gracia: la evangelización, la oración, la predicación, el estudio de la Biblia, el dar, la comunión y el celebrar la Cena del Señor. No se olviden de ellos en su vida.
Pasajes para Estudio Adicional
1 Sam. 15
Isa. 29:13-14
Marcos 3:31-35
Ap. 2:26-27
Vota esta traducción
Puntúa utilizando las estrellas