¡Aléjate de mí, perezoso!
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Scott Hubbard sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Daniel Ortiz
Contenido |
Cuatro lecciones contra la pereza
Si te miras profundamente a ti mismo, podrías notar, para tu consternación, la presencia de una criatura singularmente poco atractiva. Tendrás que mirar con cuidado, porque no se mueve rápidamente (o a veces ni siquiera se mueve). Esta camuflajeado debajo de las sábanas. Prefiere el murmullo sobre la palabra clara. Sus párpados caen medio abiertos; su boca retiene un hilo de baba. Su nombre es el perezoso.
Podríamos preferir mantener al perezoso a distancia, ver a esta criatura perezosa solo a través de binoculares o el vidrio del zoológico. Pero de alguna manera, encuentra un hábitat nativo en cada alma, incluso en la más trabajadora. Cuando suena la alarma, él golpea el botón de posponer. Cuando un proyecto de trabajo requiere un enfoque implacable, abre silenciosamente una nueva pestaña del navegador. Cuando nos enfrentamos a un deber no deseado, uno que ya hemos pospuesto demasiado tiempo, de todos modos aconseja: "Mañana".
Podríamos dudar en estudiar al perezoso, prefiriendo ahorrarnos una vista tan poco atractiva. Pero a veces, nuestro yo perezoso muere solo cuando le echamos una mirada larga y cuidadosa. "Paseé por el campo del perezoso y junto a la viña del hombre falto de entendimiento. Miré, y lo puse en mi corazón; contemplé, y aprendí la lección:" (Proverbios 24:30, 32).
Al escuchar los murmullos del perezoso y considerar el resultado de su pereza, aprendemos, por contraste, sobre una vida de trabajo bajo el temor del Señor. Entonces, ¿qué instrucción podrían recibir los sabios al considerar a su perezoso interior?
1. 'Un poco' se acumula
Un poco de sueño, un poco de adormecimiento, un poco de cruzar las manos para descansar... (Proverbios 24:33)
Los envoltorios de caramelo esparcidos alrededor de la cama del perezoso, casi hasta los tobillos ahora, tienen una cosa en común: en el momento, cada uno era "un poco". Un pequeño refrigerio, un pequeño descanso, un pequeño premio, un pequeño gusto. Desperdició el apoyo ecomico de sus padres de la misma manera. Solo una compra más en la aplicación. Solo un poco más de comida para llevar.
Los sabios escuchan y reciben instrucción. "Un poco", resulta, no es tan poco, al menos cuando se une a otros miles de "un poco". Muchas gotitas de lluvia hacen un lago. Muchos pequeños cortes tumban un árbol. Y por lo tanto, cómo manejemos lo pequeño, las pequeñas tentaciones, las pequeñas decisiones, las pequeñas oportunidades de negación propia, importa mucho.
Salomón nos señala a una de las criaturas más pequeñas de Dios como evidencia. "Ve a la hormiga, oh perezoso; considera sus caminos y sé sabio" (Proverbios 6:6). Sí, las hormigas son diminutas, una cargando una mota de tierra, otra un pedazo de hoja, una tercera una miga de pan. Una hormiga no puede lograr mucho rápidamente, pero con el tiempo, poco a poco, se eleva un hormiguero de la tierra; una red de túneles subterráneos toma forma; una colonia está cálida y alimentada.
Con demasiada frecuencia, al huir de mi perezoso interior, me he tropezado al intentar correr demasiado rápido. Al considerar cuán destructivos pueden ser los "un poco" del perezoso, he pensado: "¡Mucho! ¡Debo hacer mucho!" Terminaré diez proyectos esta semana, ¡no, veinte! ¡Haré ejercicio de lunes a viernes sin excepción! ¡Dirigiré devocionales familiares de treinta minutos todas las noches!
A veces, de hecho, El trayecto desde la vivienda del perezoso se torna empinado y toma un impulso. Pero la mayoría de las veces, somos más sabios al caminar, intercambiando pequeñas locuras por pequeñas sabidurías, desarrollando resoluciones modestas, como las hormigas, y luego construyendo sobre ellas. En el camino, nos negamos a esta pequeña concesión por esa pequeña obediencia; evitamos esta pequeña pereza por ese pequeño trabajo. Ponemos cada pequeña dificultad ante nuestro Padre celestial. Y poco a poco, recibimos de él la fuerza para trabajar con más diligencia.
2. La negligencia hace crecer las malas hierbas
Pasé junto al campo de un perezoso... y he aquí, estaba todo cubierto de espinos. (Proverbios 24:30–31)
Mientras se da vuelta en su cama, o mientras va por su tercer platillo de comida, el perezoso difícilmente imagina que está haciendo algún daño. ¿Qué daño puede hacer un poco más de sueño? ¿Cuál es el problema con unos cuantos bocados más? Pero mientras duerme y merienda y canta una pequeña canción, los espinos se apoderan silenciosamente de su patio. El perezoso, por supuesto, no plantó los espinos él mismo, pero al no trabajar, bien podría haberlo hecho. Si no surcamos y aramos, y sembramos buena semilla, por defecto preparamos el terreno para otros propósitos. La negligencia hace crecer las malas hierbas.
Imagina entonces que llega uno de esos pequeños momentos: ¿Sigo trabajando en la tarea o veo los resúmenes de anoche? ¿Leo la Biblia y oro, o disfruto de nueve minutos más de dicha en la almohada? ¿Me enfoco duro durante la próxima hora y termino el proyecto, o reviso el correo electrónico (otra vez)? Podríamos pensar que tales pequeños placeres son meramente neutrales, inofensivos paréntesis en medio de nuestros trabajos.
Pero cada vez que permitimos que el perezoso tome nuestra mano, no solo hacemos una pausa en el buen trabajo, sino que producimos malas hierbas. Quizás, por el momento, las malas hierbas aparezcan solo en nuestra propia alma, mientras nos vamos educando a nosotros mismos en la escuela de la pereza. O tal vez las malas hierbas crezcan para que todos las vean, en trabajos a medias y compromisos rotos, excusas tontas y responsabilidades abandonadas. De cualquier manera, como dice otro proverbio, "El que es flojo en su trabajo es hermano del que destruye" (Proverbios 18:9). El hogar del hombre perezoso y el del destructor terminan viéndose igual. La única diferencia es la velocidad.
Entonces, el perezoso a menudo parece inocente. Seguramente podríamos pensar en criaturas más dañinas que una pereza sonriente, inclinada sobre su rama. Pero los sabios pueden entender a través de ello. "Si no disciplino a mis hijos hoy, simplemente le doy la bienvenida al mundo para que lo haga en mi lugar". "Si no inicio esta conversación difícil, pongo en peligro esta relación". "Si no termino este trabajo mientras tengo la oportunidad, estaré poniendo el peso sobre los hombros de otro".
No creas que no estamos haciendo nada cuando actuamos como un perezoso. Estamos generando maleza, derribando muros, socavando cimientos y cultivando espinas, aunque sea de forma muy lenta..
Los deseos del perezoso le matan. (Proverbios 21:25)
Los deseos del perezoso se sienten como sus amigos más cercanos, sus ayudantes más sabios. Sus consejos suenan tan placenteros: "No, no cortes el césped ahora. De todos modos, parece que va a llover". "No, no hables de Jesús hoy, no en esta conversación. El momento llegará (tal vez)". "Deja que tu esposa cambie el pañal del bebé. Tú estás recuperándote". Sugerencias tan maravillosas. Asesinos tan seductores.
La sabiduría plantea el asunto sin rodeos: "El deseo del perezoso lo mata" (Proverbios 21:25). Matar ofrece un poco de hipérbole, tal vez, pero solo un poco. En esa cultura y época, la supervivencia dependía del trabajo, de las manos callosas y los campos arados y las cosechas recolectadas y los largos días. El mundo era una vez un lugar más duro para los perezosos.
La pereza no es tan letal hoy en día, al menos no en muchos lugares. Pero los sabios saben que incluso si "el deseo del perezoso" no le quita la vida, le quita casi todo lo demás. Le quita la alegría de un buen día de sudor. Le quita la paz de las relaciones cuidadosamente mantenidas. Le quita la recompensa de los talentos bien administrados. El perezoso puede disfrutar de una existencia más fácil, por unos días o unos minutos. Pero entonces cada parte de la vida se vuelve más dolorosa.
Entonces, cuando se acercan los deseos perezosos, con toda su aparente belleza, los sabios anclan sus deseos en un lugar más firme que los placeres a corto plazo del sueño, la comida o el entretenimiento. En su lugar, escuchan al Señor Jesús; consideran los consejos de su Espíritu y sus promesas de fortaleza. Entonces, con un enérgico: "¡Aléjate de mí, perezoso!", se levantan y hacen su trabajo.
4. El trabajo duro fluye del corazón.
"El perezoso es más sabio a sus propios ojos que siete hombres que responden con sensatez" (Proverbios 26:16).
Hasta ahora, nuestras armas contra el perezoso han sido forjadas principalmente del sentido común, y con razón, dado que el perezoso es "un hombre falto de entendimiento" (Proverbios 24:30). Pero ahora llegamos al meollo del asunto, que es el asunto del corazón.
Cuando Proverbios nos dice que el perezoso es "[sabio] a sus propios ojos", coloca el trabajo piadoso dentro del reino de la sabiduría, un reino donde Dios reina como Señor. "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia" (Proverbios 9:10). ¿Por qué duerme el perezoso y llega tarde? ¿Por qué está dominado por la distracción y la procrastinación? En última instancia, porque no tiene la sabiduría que fluye del temor del Señor.
Dios no ocupa un lugar significativo en el marco de referencia del perezoso, ni de cerca tan significativo como la alacena y el sofá. Los sabios, en cambio, recuerdan que "los caminos del hombre están delante de los ojos de Jehová" (Proverbios 5:21), y se alegran de que sea así. Dios llena su perspectiva como el azul llena un cielo sin nubes; él es su principio y su fin, el alfa de sus mañanas y el omega de sus tardes, aquel en quien viven y se mueven y trabajan. Él es el Dios que, en Cristo, santificó nuestros trabajos en carne humana y ahora nos llena con su Espíritu trabajador.
Entonces, cuando los sabios se sienten a la deriva hacia el perezoso, saben que el trabajo duro es mucho más que una cuestión de sentido común y autocontrol. La pereza revela una falta de lealtad; la lentitud muestra no solo un cuerpo, sino un corazón dormido. Y por lo tanto, toman la navaja que corta una herida más profunda en el corazón del perezoso: "Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él" (Colosenses 3:17).
En Cristo, todo lo que hacemos tiene significado espiritual, desde la oración secreta hasta levantarnos a la alarma, desde la comunión hasta redoblar nuestro trabajo. Vivimos y trabajamos ante los ojos de nuestro buen Señor Jesús. Su reino nos llama. Su Espíritu nos llena. Sus promesas nos empoderan. Y su fortaleza nos impulsa a diario a poner al perezoso a descansar.
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