¿Cómo descansamos frente a una horrible calamidad?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre La Soberanía de Dios
Traducción por Ilduara Escobedo
¿Qué sucede con nuestras emociones cuando realmente creemos en la soberana sabiduría y bondad de Dios en medio de una horrible persecución?
Esta pregunta me surge por dos razones.
Una es la voluntad de Dios para nuestras emociones, revelada en la Biblia, y la otra es lo que veo que está sucediendo en el corazón del pueblo de Dios en la actualidad. Estos dos elementos no siempre coinciden. Uno de mis objetivos es ayudar a los santos de la actualidad a experimentar más de los propósitos de Dios para nuestras emociones.
Voy a hablarles del ejemplo más reciente en mi experiencia.
¿Reconfortados por la horrible persecución?
En Apocalipsis 6, Juan vio “las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios”. Son los mártires que están en el cielo, los que murieron por causa de Jesús, que “clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, oh Señor santo y verdadero, esperarás para juzgar y vengar nuestra sangre de los que moran en la tierra?” (versículo 10).
Considerando que están en el cielo, donde se hallan “los espíritus de los justos hechos ya perfectos” (Hebreos 12:23), no debemos apresurarnos a decir que este clamor es un pecado. Dios dirige las emociones de ellos y las conduce desde este creciente sentimiento de urgencia hacia una experiencia diferente del corazón.
Se les dijo a los mártires “que descansaran un poco más de tiempo”. El término usado aquí es una palabra pacífica y reconfortante en lo que refiere a las emociones (anapauō). Podemos percibir las connotaciones en estos ejemplos:
- “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
- “Han recreado mi espíritu” (1 Corintios 16:18).
- “Los corazones de los santos han sido confortados por ti” (Filemón 1:7).
- “Recrea mi corazón en Cristo” (Filemón 1:20).
Ahora bien, lo que nos llama la atención en términos emocionales es lo siguiente.
Se les hizo explícitamente conscientes de las horribles persecuciones en la tierra. Se les dijo que descansaran y se reconfortaran “hasta que se completara también el número de sus consiervos y de sus hermanos que habrían de ser muertos como ellos lo habían sido”.
Esto es emocionalmente estremecedor.
La clave de su descanso
Tengamos en cuenta cuatro puntos: 1) se les dice que descansen y se reconforten; 2) se les dice que mientras ellos descansan, hay personas que están siendo ejecutadas, algunas por decapitación (Apocalipsis 20:4); 3) se les dice que mientras ellos descansan, estas personas que están muriendo son sus “hermanos”; y 4) se les dice que el número de estos asesinatos es determinado por Dios.
Entonces nos enfrentamos a una pregunta real, práctica y emocional: ¿Dios realmente espera que estos santos dejen a un lado su urgencia por la venganza inmediata y descansen mientras sus hermanos son asesinados de maneras atroces?
Sí. Así es. No les habría dicho a estos santos perfeccionados que descansaran si no creyera que es posible y correcto hacerlo.
La clave de su capacidad de descansar es precisamente la soberana sabiduría y bondad de Dios, implícitas en la declaración de Apocalipsis 6:11: hay un número designado de mártires que aún están por morir; descansen hasta que se complete el número de sus hermanos que serán asesinados.
El profundo descanso del alma en la sabiduría y la bondad de Dios
Lo que esto significa para nuestras emociones es que la plena confianza en la soberana sabiduría y bondad de Dios transforma profundamente nuestra reacción emocional ante sucesos terribles. Nuestra alma recibe, de una manera sobrenatural, la capacidad de descansar en Dios en medio de terribles calamidades.
No es indiferencia. No es insensibilidad ni falta de compasión. No es ausencia de lágrimas. Aun así, es descanso. Es un dulce reposo en Jesús.
- Al alma que a Jesús se ha inclinado para hallar en él reposo,
- no la abandonaré ante sus enemigos, definitivamente no.
Existe un profundo “reposo” emocional, un profundo descanso del alma, incluso cuando conocemos los horrores de la calamidad y la persecución, incluidos los nuestros.
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