¿Cómo huir del remordimiento por los daños que he ocasionado?

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Sobre esta Traducción
English: How Do I Escape Regret over Hurt I’ve Caused?

© Desiring God

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Ask Pastor John

Traducción por Caridad Adriana Zayas Velázquez

Transcripción de audio

He aquí una humilde y sincera pregunta de un oyente llamado Roy: ”Estimado pastor John , he estado reflexionando recientemente y he recordado las heridas que he infringido a las personas con las que me he cruzado en mi camino. Por mucho que deseo buscar la restauración de los mismos, los medios para lograrlo ya no son prácticamente posibles, por diversos motivos. Mientras creo que en Cristo “esos errores del pasado han sido perdonados”, no puedo dejar de sentir una persistente sensación de culpabilidad y arrepentimiento cuando acuden a mi mente tales incidentes. ¿Cómo puedo reconciliar la realidad de esos perjuicios que he causado cuya restauración ya no es posible y que han sido perdonados por Cristo y mi continuo sentido de arrepentimiento?

Pienso que lo primero que debo decir es que probablemente en esta vida, las cosas que hemos hecho mal y han perjudicado a otros en el pasado siempre estarán presente, si los recordamos con un sentido de arrepentimiento. Creo que sería una señal de insensibilidad si no sentimos pena alguna por el daño que hemos hecho y las heridas que hemos causado. No pretendo decirle a Roy que mientras viva en este mundo pueda estar por encima de esos sentimientos de pena y arrepentimiento. Son signos de un tierno corazón, no un alma no perdonada.

La clave es: ¿Se paralizaría su vida por esos recuerdos y esos sentimientos de remordimiento; o esos sentimientos lo fortalecerían con un sentimiento de mayor gracia, mayor gratitud, mayor regocijo del que tiene en Jesús que lo ha perdonado? Es ahí donde las Escrituras, de hecho, nos ayudan en gran medida.

Roy está en lo cierto al considerarse impulsado por las palabras de Jesús en Mateo 5:23-24, “Si estás ofreciendo un don ante el altar y ahí recuerdas que tu hermano tiene algo en contra de ti”- en otras palabras, si realmente lo has herido- “deja tu regalo ante el altar y márchate. Primero reconcíliate con tu hermano y entonces regresa y haz tu ofrenda. “ Si así es. Si estás adorando y perturbado y manteniendo un rencor contra otros debido a lo que hicieron, entonces necesitas hacerlo ya. Siempre que sea factible, hacemos esto. Si hemos hecho algo injusto a alguien debemos buscar el modo de corregirlo. Pero como bien señala Roy, nó siempre es esto posible. La persona a la que hemos hecho daño puede haber muerto. Pueden ser absolutamente inaccesibles de algún modo; estar en coma, o en la otra parte del planeta o no deseosos de reconciliarse. Esa es la peor forma de inaccesibilidad; Jesús conoce todo eso y no nos dice que nuestra salvación o aún nuestra paz mental depende en si tenemos o no acceso a las personas con la que necesitamos reconciliarnos o cuyas heridas deseamos restaurar. El ladrón en la cruz no tuvo oportunidad de restaurar nada de lo que había estado haciendo durante décadas. Debe de haber robado a decenas y decenas de personas dado que solo se le conoce como un ladrón. Y aún así, Jesús dijo que él iría al paraíso (Lucas 23: 43). El nunca arregló nada. Ni una vez. Salmo 19:13 aboga por el perdón de las faltas ocultas ¿Por qué? Porque no las podemos recordar. Ni siquiera sabemos qué personas nos han herido. Sí recordamos algunos, no nos es posible recordarlos todos.

Permítame ofrecer un principio de las Escrituras que pudiera ayudar a Roy, y una ilustración final de mis experiencias. Segundos Corintios8:10-12 habla sobre una intención, desde el fondo del corazón, de ser generoso con nuestro dinero contra la oportunidad real de serlo. Entonces voy a aplicar esto a la reconciliación y ustedes verán la aplicación. He aquí lo que dice : “Hace un año (Ud.) comenzó a realizar no solo esta labor, sino incluso desea hacerlo.” – eso es, donaciones generosas.” “Ahora termina haciéndolas, de forma que su disposición de desearlo se une a la realización de la misma sin considerar lo que tiene”, ”Entonces Pablo menciona la magnífica palabra del principio. El dice “Por si su disposición está ahí, es aceptable de acuerdo con lo que la persona posee, no con lo que no posee.”

En otras palabras, si la disposición, el deseo, en este caso de donaciones generosas-, pero además aplica a su deseo de reconciliación-, si su disposición está ahí para la reconciliación y para enmendar los errores, es aceptable. Esa disposición es aceptable de acuerdo con las oportunidades que tenemos, no acorde con lo que no tenemos. Ese es el principio. Eso es lo que Roy necesita oir. En el caso del dinero, si lo tienes, tu deseo será evaluado por tu donación. Si no lo tienes, Dios reconoce tus deseos y se reconforta en él. Lo miso sucede con la reconciliación. Si hay una oportunidad, hazlo. Pero si no hay oportunidad pero sí un gran deseo y disposición de hacerlo, Dios se regocijara en ello.

He aquí mi ejemplo ilustrativo. Hace unos años recibí una llamada de un hombre que había sufrido un ataque al corazón y que su vida pendía de un hilo y que podía morir cualquier día. Llamaba a todo aquel a quien él recordaba haber ofendido y estaba rectificando. Nos reímos muchísimo juntos porque me caía bien, y solíamos discutir cuando yo era profesor en la Universidad. A menudo nos enfrentábamos en conversaciones ardientes. Estaba preocupado por si yo guardaba algún resentimiento. Le respondí: “De ningún modo. Te amo. Estás a bien conmigo. Gracias por llamar.” Le aseguré que no albergaba resentimiento alguno.

Pero esa aceptación del hombre con Dios y en paz con Dios no depende de su revisión de su listado antes de morir. No sé si culminó con su lista pues falleció. Murió pocas semanas después. Y tampoco depende de su recuerdo de todas las personas que debían estar en la lista. ¿Por Dios santo, cómo podía recordarlo todo? Era una persona difícil de tratar. Probablemente causó muchas problemas. No obstante, me caía bien. La belleza de su acción mostró un buen corazón que quería hacer las cosas bien y no guardar rencores ni retener irreconciliaciones y eso era lo que Dios quería para Roy. Y eso es lo que Dios quiere de todos nosotros: esa forma de tener un corazón fácil de reconciliar con.


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