¿De donde vendrá mi socorro?

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English: Where Does My Help Come From?

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Por Gloria Furman sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Ian Bepmale


Mientras esperaba establecerme en mi nuevo rol como madre, me dieron un rol que no anticipé: el de cuidar a mi esposo.

Un par de años después de casarnos, David desarrolló una condición nerviosa debilitante que le afligió ambos brazos. Mi esposo atlético y alegre quedó discapacitado y desanimado. Cuando nuestro primer hijo superó los 3.6 kg, nos rompió el corazón saber que su dolor crónico y la atrofia no le permitirían sostener a su recién nacido. Necesitábamos ayuda y esperanza.

Contenido

Alzamos nuestros ojos en busca de ayuda

Nuestra "nueva normalidad" como familia de tres, ahora parecía ser demasiado complicada, y luché por adaptarme con gracia. Después de someterse a una cirugía mayor en los brazos, David comenzó a recuperarse. Me sentí aliviada y esperanzada.

Pero luego, después de mudarnos al extranjero para comenzar un nuevo ministerio, su salud empeoró. En las noches más oscuras, mi esposo caminaba por el piso en agonía. Mientras él luchaba, yo me quedaba despierta, preocupándome y orando. Los días llenos de problemas no pasaban lo suficientemente rápido.

Teníamos necesidad urgente de ayuda práctica con la vida diaria, manos adicionales en la casa, y a veces Dios enviaba ese tipo de ayuda. En otras ocasiones, Dios nos dio la capacidad de simplificar nuestras rutinas. ¡A veces Dios nos envió tanta ayuda práctica que nos sentíamos malcriados!

El salmista canta una pregunta: "Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? (Salmo 121:1). No pierde el ritmo y se responde a sí mismo: "Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra." (Salmo 121:2).

Mi socorro viene del Señor. Hoy, ocho años después de esas noches oscuras iniciales, el Salmo 121:1–2 me sabe más dulce que nunca. Después de pararme en esa verdad sólida como una roca sabiendo que mi vida dependía de ella, se ha vuelto a la vez más profunda, más cierta y más preciosa. Mi esposo todavía sigue discapacitado, y sigo siendo la principal cuidadora de él y de nuestros cuatro hijos, pero el tiempo me está enseñando lo dulce que es buscar la ayuda de Jesús.

Pero, ¿a dónde buscar?

El Salmo 121 se habría cantado cuando Israel se acercó al "monte de Jehová" para adorarlo (Salmo 15:1; 24:3). Pero la montaña en la que Israel se encontró con Dios no era el único objeto posible de su atención. "Los montes", en los que muchas naciones adoraban a sus falsos dioses, podrían haber aparecido como atractivos refugios de esperanza, o motivos de preocupación intimidantes.

De cualquier manera, la evaluación del salmista de su situación refleja el lugar en el que todos nos encontramos. Nuestra ayuda proviene solo del monte del Señor, el Señor que hizo todos los montes (Salmo 121:2). Todas los otros montes que vemos ante nosotros en la vida no pueden rescatarnos ni destruirnos.

Durante muchas de esas noches oscuras, estaba segura de que algunos montes estaban destinados a arruinarnos. Me decía a mí misma: "Bueno, la historia se acabó. Este es el fin. En otras ocasiones, cuando escuchábamos sobre nuevos tratamientos médicos, pensaba: "¡Estamos salvados!" En esos tiempos, buscaba ayuda más en los montes que en el Dios que los había hecho.

Busca ayuda en el monte más alto

Cuando los montes en tu vida parecen la solución a tu dolor, o la fuente de tu aflicción, el salmista nos enseña a buscar nuestra ayuda en otro lugar. Miramos con ojos espirituales al monte celestial de Sion, la morada del Señor. "Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra" (Salmo 121:2).

La fuente de su ayuda es personal y absolutamente competente. No te angusties por los montes ni intentes esconderte en sus sombras pasajeras: el Señor hizo los cielos y la tierra. "Los montes se derritieron como cera delante de Jehová, delante del Señor de toda la tierra." (Salmo 97:5). Mira al Señor, que es eterno, todopoderoso y que te ama.

Él puede darte la perseverancia que necesitas para mantenerte fiel al pie de ese monte. Puede hacerlo desaparecer del camino sin esfuerzo. O puede abrirte los ojos para que veas que el monte está lleno de caballos y carros de fuego enviados a tu favor. Lo que importa es la fuente de tu ayuda: tu ayuda viene del Señor.

Nuestro fundamento de esperanza es el monte del Calvario

Jesús nos da una paz que sobrepasa todo entendimiento, incluso mientras quita la falsa seguridad que tomamos de nuestras circunstancias terrenales. "Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado." (Salmo 119:50). Él es tan bondadoso que nos enseña que nuestra ayuda viene solo de Él.

Nuestra desesperación ante la vida en este mundo caído sería realmente el final de todas nuestras historias, si no fuera por una cruz que se erigió en un monte hace dos mil años. Jesús subió ese monte y enfrentó el mayor obstáculo que la humanidad ha tenido: la justa ira de Dios a causa de nuestro pecado. Cristo sufrió por nuestros pecados, “el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1).

En esta vida podemos ser derribados, pero no destruidos (2 Corintios 4:9). A la sombra de la cruz, toda aflicción que amenaza con robarte el gozo está destinada a fortalecer tu fe. Porque la batalla decisiva en la guerra por tu alma se libró en la cruz, no necesitas poner tu esperanza en montes que se desmoronan ni temer lo que se esconde en ellos. Jesús nos ofrece una vida más plena y más gozosa que aquella que gira alrededor de esos montes.

Ya sea que te parezcan problemas o refugio, aparta la mirada de esos montes y mira al Calvario, a Cristo crucificado por ti. Solo Él es tu ayuda.


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