¿En verdad la Gracia de Dios es gratis, o Me cuesta todo?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Ask Pastor John
Traducción por Carlos Diaz
Transcripción de Audio
La gracia de Dios es absolutamente gratis, y nos cuesta todo. Equilibrar esto es difícil, como escuchamos en la pregunta de hoy de un joven predicador llamado Ryan, un líder que escucha este podcast. Ryan escribe: “¡Hola, Pastor John! Estoy desconcertado acerca de cómo predicar sobre dos verdades. (1) Las personas no pueden obrar para ser salvas. Cristo hizo todo el trabajo por ellos y ahora deben confiar en Él. (2) Quiero que se den cuenta de que seguir a Jesús es costoso y no es un camino fácil de autoindulgencia. ¿Puede darme alguna ayuda para explicar que Cristo es gratuito, como dice Isaías 55:1, y que también nos costará todo, como el tesoro en el campo en Mateo 13:44?”
He disfrutado mucho pensando sobre esta pregunta. Y me gusta decirlo porque ésto arroja mucha luz sobre la naturaleza de la salvación. Necesito hacer algo. Solo para precisar, voy a replantear la pregunta (y en seguida verán por qué).
Cuando Ryan dice que Cristo es gratuito y aun así cuesta todo, la palabra Cristo en esa frase es una abreviatura de “disfrutar a Dios eternamente a través de Cristo como nuestro amigo que todo lo satisface”. Eso es lo que obtenemos cuando tenemos a Cristo. Eso es lo que Cristo ofrece. Al decir, “Obtenemos a Cristo, o venimos a Cristo”, es a eso a lo que venimos. Venimos a Dios a través de Cristo y encontramos a nuestro amigo que todo lo satisface para siempre.
La paradoja por la cual Ryan está preocupado sería algo así: “Disfrutar eternamente a Dios a través de Cristo como amigo que todo lo satisface, es gratuito y nos cuesta todo”. Ahora, con esta paráfrasis, podemos explicar la paradoja.
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Dos obstáculos
Existen dos inmensos obstáculos a superar antes de poder disfrutar eternamente de Dios a través de Cristo como nuestro amigo que todo lo satisface. El primer obstáculo es legal — es decir, ese Dios, fuera de Cristo, no es mi amigo. Él es mi enemigo. Dios es un juez santo, justo y recto que me ve como un pecador culpable.
Ese es el principal obstáculo que ha de superarse — La ira justa y santa de Dios. Él no es mi amigo. Si llego ante su presencia, seré incinerado. No seré feliz.
Al segundo obstáculo lo pudiéramos llamar emocional o moral. El primero es legal. Éste es emocional; es decir, no me parece que Dios satisfaga todo, muchas gracias. No lo veo como hermoso o supremamente deseable en mi estado natural. De hecho, prefiero otras cosas para satisfacerme. He intercambiado la gloria de Dios por imágenes y otras cosas.
Esos son los dos obstáculos que deben superarse si queremos a disfrutar de Dios eternamente a través de Cristo como amigo eterno que todo lo satisface. Superar el primer obstáculo lo convertirá en mi amigo. Superar el otro hará que él sea alguien que todo lo satisface.
Quizás ahora puedan ver a dónde lleva esto. Dios toma la iniciativa para superar ambos obstáculos, de modo que podamos disfrutarlo a través de Cristo para siempre como un amigo que todo lo satisface. Lo hace primeramente por la obra de justificación y, en segundo lugar, por la obra de santificación.
Quitando la ira
En la justificación, Dios paga la deuda de nuestro pecado a través de la sangre de Cristo, cancela nuestra culpa, satisface su ira sagrada contra el pecado, y nos imputa la justicia de Cristo. Ahora, Dios está totalmente por nosotros. Es completamente misericordioso hacia nosotros. Él es nuestro amigo eterno.
Podemos verlo en textos como Gálatas 3:13 (LBLA) el cual dice, “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros”. La maldición de Dios cayó sobre Jesús y no sobre nosotros. Isaías 53:5 afirma: “Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades”. El impacto de la ira justa y castigadora de Dios cayó sobre Jesús para que no cayera sobre nosotros.
Romanos 8:3–4 nos recuerda, “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado,” — palabras clave aquí — “condenó al pecado en la carne”. Nuestro pecado está condenado en la carne de Jesús, por lo que no hay condena para aquellos que están en Cristo Jesús. Dios está por nosotros por siempre. Él es nuestro amigo y nuestro Padre, nuestro protector y nuestro abastecedor. Él es todo desde ahora y trabajará por nuestro bien. Así que el primer obstáculo está retirado para disfrutar a Dios eternamente a través de Cristo como nuestro amigo que todo lo satisface. Él es nuestro amigo eternamente a causa de lo que Cristo logró para sus elegidos. Eso es lo que Jesús adquirió.
Ayuda para encontrar el tesoro
Ahora bien, ¿qué hay del segundo obstáculo? La mente natural es hostil a Dios. Él puede haber superado su hostilidad hacia nosotros en la cruz, ¿pero qué hay sobre nuestra hostilidad hacia Él? “Ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo”. (Romanos 8:7).
Hemos intercambiado la gloria de Dios por otras cosas. Por naturaleza, no disfrutamos de Dios. Disfrutamos de sus dones, no de Él. Así que, si vamos a disfrutar a Dios eternamente a través de Cristo como nuestro amigo que todo lo satisface, Dios va a tener que hacer una segunda obra grande, milagrosa y redentora. Él tendrá que sacarnos el corazón de piedra que odia a Dios y poner dentro de nosotros el corazón de carne que ama a Dios, se deleita en Dios, está satisfecho en Dios, y atesora a Dios por sobre toda las cosas.
Va a tener que cambiar radicalmente nuestras emociones y nuestras preferencias morales, que es precisamente lo que Él promete hacer en el nuevo pacto. Ezequiel 11, Ezequiel 36, y Jeremías 31 hablan acerca de este nuevo pacto de sacar el corazón de piedra, colocar el corazón de carne, y que esto cause que tengamos nuevos afectos por Dios. Jesús compró eso cuando derramó su sangre, de acuerdo a Lucas 22:20: “Esta copa . . . es el nuevo pacto en mi sangre”.
Una vez Cristo ha muerto por nosotros, Dios entra mediante su Espíritu, pone su mano sobre nosotros, y nos hace nacer de nuevo para creer. Él saca el corazón de piedra y coloca el corazón de carne. Él abre nuestros ojos para contemplar la belleza de Dios en Cristo como más deseable que cualquier cosa en el mundo.
Él supera este segundo obstáculo — es decir, nuestras preferencias por otras cosas en la dureza de nuestro corazón. Ahora, tenemos justificación, haciéndonos amigos con Dios por siempre al quitar este su enemistad, su ira y justicia. Tenemos santificación, al quitar Dios el corazón de piedra y haciendo que lo encontremos eternamente satisfactorio.
Lo que el dinero no puede comprar
¿Cómo resuelve eso la contradicción o paradoja percibida por Ryan? El tesoro de tener a Dios como nuestro amigo, no como nuestro enemigo, y de tenerlo como alguien que todo lo satisface en lugar de alguien aburrido — ese tesoro, es totalmente gratuito. Ese tesoro, la amistad que todo lo satisface de Dios en Cristo eternamente, es totalmente gratuito. Comprado para nosotros por la sangre de Cristo. Nadie puede comprar la amistad de Dios, ni puede comprar un nuevo corazón que se deleite en Dios.
No puedes comprarlo. Ha sido comprado por la sangre de Jesús. ¿Es gratuito en cuanto a qué? Es gratuito en cuanto a poseerlo. Más específicamente, es gratuito para disfrutarlo, lo cual sencillamente significa que para ser salvos — es decir, disfrutar de Dios eternamente a través de Cristo como mi amigo que todo lo satisface — tengo que disfrutarlo por sobre todas las cosas. Más que la comida, el sexo, la familia, o la fama. No como algo igual a estas cosas, sino que tengo que disfrutarlo por encima de esas cosas. Tiene que ser así de dulce y precioso; tiene que ser mi tesoro. Si no lo disfruto, Él no será alguien que todo lo satisface para mí.
Eso es lo que Jesús quería decir cuando dijo en Mateo 13:44, “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder” — un tesoro que todo lo satisface, que el hombre encontró, escondió, y luego — aquí está la frase clave — “de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo”.
En su gozo, ahora encuentra este tesoro extremadamente satisfactorio. En su gozo, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. El tema de esa parábola no es que pagamos por lo que Jesús ya ha pagado. El tema de esa parábola es que ahora preferimos al reino sobre todas las cosas en este mundo, y, debido a que lo hacemos, Él dio su vida como un rescate por nosotros. Ahora nosotros disfrutaremos a Dios eternamente a través de Cristo como nuestro amigo que todo lo satisface.
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