¿Están los Cristianos supuestos a sentirse culpables todo el tiempo?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Kevin DeYoung sobre Gratitud
Traducción por Jessica Rhodes
Imagino que hay muchos cristianos que rara vez sienten el aguijonazo de la conciencia o las punzadas del remordimiento. Pero también conozco a muchísimos cristianos (incluyendo a aquel que veo en el espejo) que con mucha facilidad se sienten mal por todas las cosas que no están haciendo o que están haciendo de manera incorrecta. De hecho, estoy convencido de que los cristianos más comprometidos viven sus vidas con un casi constante bajo nivel de culpa.
¿Cómo es que nos sentimos culpables? Permítanme enumerar las maneras.
- Podríamos rezar más.
- No somos lo suficientemente audaces en el evangelismo.
- Nos gustan demasiado los deportes.
- Vemos películas y televisión con demasiada frecuencia.
- Nuestros momentos de quietud son demasiado cortos o demasiado esporádicos.
- No damos lo suficiente.
- Compramos un sillón nuevo.
- No les leemos a nuestros hijos lo suficiente.
- Nuestros hijos comen Cheetos y papas fritas.
- No reciclamos lo suficiente.
- Necesitamos bajar 10 kilos.
- Podríamos hacer mejor uso de nuestro tiempo.
- Podríamos vivir en un lugar más opulento o en algo más sencillo.
¿Qué hacemos con toda esta culpa que está tras bambalinas? No sentimos la clase de remordimiento que nos deja paralizados por estas cosas. Pero estas faltas pueden tener un efecto acumulativo por el que incluso el cristiano maduro puede sentir como si estuviera decepcionando un poco a Dios; tal vez sentirse apenas cristiano.
Aquí está la parte difícil: deberíamos sentirnos culpables algunas veces porque a veces somos culpables de pecado. Además, como cristianos, la complacencia es un peligro real, especialmente en Estados Unidos.
Sin embargo, no creo que Dios nos haya redimido por la sangre de su Hijo para que nos sintamos como fracasos constantes. ¿Acaso Pedro y Juan, después del Día de Pentecostés, parecían sentirse atormentados por el odio hacia ellos mismos y por un miedo introspectivo? ¿Acaso Pablo parecía estar constantemente preocupado porque podría estar haciendo más? Sorprendentemente, Pablo de hecho dice en algún punto: “No estoy consciente de nada en contra mía” (1 Corintios 4:4); pero añade con rapidez: “Mas no por eso estoy sin culpa. El que me juzga es el Señor.” Pero sin duda parece que Pablo se va a dormir por las noches con la conciencia limpia. Entonces, ¿por qué tantos cristianos se sienten culpables todo el tiempo?
1. No aceptamos plenamente las buenas nuevas del Evangelio. Olvidamos que se nos ha dado vida juntamente con Cristo. Hemos sido resucitados con él. Hemos sido salvados por medio de la fe. Y esto no es por obras, sino que es don de Dios (Efesios LBLA 2:4-8). Nos asusta tanto el antinomismo, un peligro legítimo, que tenemos miedo de hablar con demasiada profusión sobre la gracia de Dios. Pero si nunca se nos ha acusado de ser antinomiano, es probable que no hayamos presentado al Evangelio en toda su escandalosa gloria (Romanos 6:1).
2. Los cristianos tienden a motivarse los unos a los otros a través de la culpa en lugar de la gracia. En vez de instar a nuestros hermanos y hermanas en la fe a ser quienes son en Cristo, les ordenamos que hagan más por Cristo (ver Romanos 6:5-14 para la motivación apropiada). Así que vemos la semejanza a Cristo como algo que estamos echando a perder de manera espectacular, cuando deberíamos verla como algo que ya poseemos, pero que necesitamos desarrollar.
3. La mayoría de nuestra culpa de bajo nivel cae dentro de la categoría ambigua de "no estar haciendo lo suficiente". Observen la lista anterior. Ninguno de esos puntos es necesariamente pecaminoso. Todos tienen que ver con posibles infracciones, percepciones y formas en las que nos gustaría hacer más. Éstas son las áreas más difíciles de manejar porque ningún cristiano, por ejemplo, confesará jamás que ora lo suficiente. Así que siempre es fácil sentirse muy mal acerca de la oración (o el evangelismo o el dar o cualquier número de disciplinas). Debemos ser cuidadosos de no insistir en cierto estándar de práctica cuando la Biblia sólo insiste en un principio general.
Permítanme dar otro ejemplo. Todos los cristianos deben dar abundantemente y contribuir para las necesidades de los santos (2 Corintios 9:6-11; Romanos 12:13). Podemos insistir en esto con absoluta certeza. Pero la forma que toma esta generosidad —qué tanto damos, qué tanto retenemos— no está limitada por ninguna fórmula ni puede ser impuesta mediante la compulsión (2 Corintios 9:7). Así que si queremos que la gente sea más generosa, haríamos bien en seguir el ejemplo de Pablo en 2 Corintios y enfatizar las bendiciones de la generosidad y la motivación para la generosidad basada en el Evangelio, en vez de avergonzar a aquellos que no nos dan mucho.
4. Cuando somos realmente culpables de pecado, es imperativo que nos arrepintamos y recibamos la misericordia de Dios. Pablo tenía la conciencia limpia, no porque nunca hubiera pecado, sino, me imagino, porque fue rápidamente con el Señor cuando supo que estaba equivocado, y descansó en la "no condenación" del Evangelio (Romanos 8:1). Si confesamos nuestros pecados, dice Juan, Dios es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). No estamos destinados a sentirnos en el borde de la miseria todo el tiempo. Estamos destinados a vivir en el gozo de nuestra salvación. Así que cuando pequemos —pues no hay hombre que no peque (1 Reyes 8:46; 1 Juan 1:8)— lo confesamos, nos limpiamos y seguimos adelante.
Esto pone de manifiesto uno de los mayores peligros de la culpa constante: aprendemos a ignorar a nuestras conciencias. Si en verdad estamos pecando, necesitamos arrepentirnos e implorar al Señor que nos ayude a cambiar. Pero cuando no estamos pecando, si tal vez no somos tan maduros como pudiéramos ser, o no somos tan disciplinados como lo son otros creyentes, o estamos tomando decisiones que tal vez sean aceptables pero no extraordinarias, entonces no deberían hacernos sentir culpables. Desafiados, agitados, inspirados, pero no culpables.
Como pastor, esto quiere decir que no espero que todos los de mi congregación deban sentirse muy mal por todo lo que siempre predico. Está bien, después de todo, que la gente realmente obedezca los mandamientos de Dios. No a la perfección, no sin algunos motivos mezclados, no tan plenamente como podrían hacerlo, pero sí obedecer fielmente y para complacer a Dios. Predicar fielmente no requiere que los cristianos sinceros se sientan miserables todo el tiempo. De hecho, la mejor predicación debería hacer que los cristianos sinceros vean más de Cristo y experimenten más de su gracia.
Una gracia más profunda producirá una mejor gratitud, lo que significa menos culpa. Y eso es algo bueno en todos los sentidos.
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