¿Hay algo dificil para Dios?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre Misiones
Traducción por Ruben Saenz Serrano
Génesis 18:14
«¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo»
La razón por la cual nuestra semana de misiones llega ahora a un clímax bajo el tema: ¿Hay algo difícil para Dios?, es que el Ministerio Urbano y las Misiones a los Musulmanes tienen esto en común: Son difíciles. Es difícil perseverar en el ministerio ante la evidente y repulsiva miseria de la ciudad. Y es difícil romper las barreras de la tradición religiosa de las comunidades musulmanas. El crecimiento de la ciudad y el crecimiento de las mezquitas, son terreno duro para sembrar, cultivar y cosechar.
Esta pregunta que le hace Dios a Abraham en Génesis 18:14 es una pregunta misionera crucial: “¿Hay alguna cosa difícil para Dios?”
Inspirado por la referencia del Dr. Conn de Henry Martin el último domingo, esta semana he estado investigando sus cartas y sus diarios en busca de evidencia de que esto es verdad: de que en el caso de Henry Martin, la pregunta ¿Hay alguna cosa difícil para Dios? Fue una pregunta de importancia fundamental. Me dieron ganas de llorar y de adorar a Dios, mientras leía los problemas de este joven, y cómo la grandeza del poder de Dios lo sostuvo una y otra vez.
Lo que quisiera hacer es contarles un poco acerca de Henry Martin como una introducción, y luego mirar al desarrollo bíblico de esta pregunta ¿Hay alguna cosa difícil para Dios? Y después retornar a la vida de Martin para ilustrar cómo la respuesta a esta pregunta sirvió para cubrir sus necesidades como misionero y como cristiano.
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Muy Difícil para Henry Martin
Henry Martin nació el 18 de Febrero de 1781 (hace 206 años) en Inglaterra. Su padre era bien acomodado y envió a su hijo a una buena escuela primaria, y luego a la universidad de Cambridge en 1797, cuando cumplió 16 años. Cuatro años más tarde ganó los más altos honores en matemáticas, y al año siguiente un primer premio en composición en prosa en latín.
En su juventud le dio la espalda a Dios, pero en los días de sus éxitos académicos, se desilusionó de sus sueños. “He conseguido mis deseos más altos, pero me sorprendí al descu- brir que solamente había conseguido apresar una sombra.” La muerte de su padre, las oraciones de su hermana, el consejo de un ministro de Dios y el Diario de la Vida de David Brainerd, lo llevaron de rodillas a someterse a Dios. Y en 1802, a la edad de 21, él resolvió olvidar una vida de prestigio académico, y convertirse en misionero.
Se convirtió en ayudante de Carlos Simeón, el gran predicador evangélico de la iglesia La Trinidad de Cambridge, hasta su partida hacia la India el 17 de Julio de 1805. Su ministerio era como capellán de la Compañía del Este de la India. Llegó a Calcuta el 16 de Mayo de 1806, y en su primer día en tierra, encontró a William Carey.
Martin era un anglicano evangélico; Carey era un bautista. Y allí había cierta tensión sobre el uso de la liturgia. Pero Carey escribió ese año: “Acaba de llegar un joven clérigo, el Sr. Martin, el cual posee un verdadero espíritu misionero… Juntos estamos de acuerdo y vamos a la casa de Dios como amigos.”
Junto con sus obligaciones como capellán, su principal trabajo fue la traducción. Carey se había enfocado en el Sánscrito, y los idiomas relacionados del mundo hindú. Martin decidió trabajar con el árabe, el persa y el indostano, los tres mayores lenguajes del mundo musulmán. En dos años, para Marzo de 1808, él había traducido parte del Libro de Oraciones Comunes, un comentario acerca de las parábolas, y todo el Nuevo Testamento al indostano.
Entonces se le encargó supervisar la versión persa del Nuevo Testamento. No fue bien recibido pues era “el otro,” y su salud se complicó en el proceso. Entonces decidió regresar a Inglaterra para reponerse, pero viajando por tierra a través de Persia, en la esperanza de poder revisar su traducción durante el camino.
Se puso tan enfermo con tuberculosis, que difícilmente podía continuar. Murió en medio de desconocidos en la ciudad de Tocat en la Turquía asiática, el 16 de Octubre de 1812. Tenía 31 años de edad.
Lo que no puedes ver en esta visión general de la vida de Martin, son las luchas internas y las caídas del espíritu, que hacen sus logros tan reales y tan útiles a la gente verdadera. Estoy convencido que el Diario de la Vida de David Brainerd y el Diario y Cartas de Henry Martin tienen un poder tan duradero y profundo por la causa de las misiones, debido a que presentan la vida del misionero (la cual todos nosotros admiramos) como una vida de lucha constante del alma, no una vida de calma ininterrumpida.
Escuchémosle en el barco en su viaje hacia la India:
Encontré difícil (NOTE la palabra “difícil” –nuestro texto es un texto misionero relevante) el realizar cosas. Estaba más cansado con deseos del mundo, que por los dos años pasados… El mareo en el mar, y el olor del barco, me hizo sentir muy miserable y el prospecto de dejar todas las comodidades y la comunión con los santos en Inglaterra, para ir a una tierra desconocida y soportar esa enfermedad y miseria con hombres impíos por tantos meses, pesaba mucho en mi espíritu. Mi corazón estaba casi listo para romperse. (Diario y Cartas, p.212)
Sobre todo, allí hay una historia de amor que contar. Martin amaba a Lydia Grenfell. Al principio, él no sintió correcto llevarla con él a la India sin ir antes que ella y probar su propia confianza en el Señor él solo. Pero dos meses después de llegar a la India, el 30 de Julio, 1806 le escribió proponiéndole matrimonio y pidiéndole que fuera.
Esperó 15 meses por la respuesta. La anotación en su diario del 24 de Octubre, 1807 dice:
Un día infeliz; al fin recibí respuesta de Lydia, en la cual ella se niega a venir, debido a que su madre no lo consentiría. La angustia y la desilusión arrojaron a mi alma en confusión, al principio, pero gradualmente, mientras mi afección decrecía, mis ojos se abrieron y la razón se impuso. No podía sino estar de acuerdo con ella, que no sería para la gloria de Dios, ni podíamos esperar su bendición si actuábamos en desobediencia a su madre. (p. 395)
Tomó su pluma y escribió el mismo día:
Mi querida Lydia: Aunque mi corazón está repleto de angustia y desilusión, te escribo, no para culparte. La rectitud de tu conducta no permite ninguna censura…Desgraciada- mente mi rebelde corazón –qué tempestad me agita— no sabía que había hecho tan poco progreso en el espíritu de resignación a la voluntad divina. (p. 305f)
Por cinco años mantuvo la esperanza de que las cosas cambiaran. Una corriente continua de cartas cubrieron los miles de millas que hay entre Inglaterra e India. El “Mi querida Lydia,” se convirtió en “Queridísima Lydia.” La última de las cartas conocidas, escrita dos meses antes de su muerte (28 de Agosto, 1812) estaba dirigida a ella, el final dice:
Pronto ya no habrá necesidad de tinta y pluma, y confío en que pronto te veré cara a cara. Amo a todos los santos. Créeme que seré tuyo por siempre; fiel y apasionadamente. H. Martin (p. 466)
Eso fue difícil. ¿Pero hay algo difícil para Dios? Volveremos al testimonio de Henry Martin al final. Pero primero vayamos a la Biblia y veamos cómo esta pregunta le sirve al pueblo de Dios.
La Imposibilidad de un Pueblo de Dios
El gran plan de redención de Dios –su plan para ganar a un pueblo para su nombre, de todas las naciones, tribus y lenguajes, un pueblo que confíe en El, que lo ame y lo siga– ese plan tuvo un giro decisivo con el llamado de Abraham y la gran promesa de Génesis 12:3: «Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra»
¿Cómo iba a suceder esto? Génesis 17 nos da una parte de la respuesta. Dios hizo un pacto con Abraham y le prometió ser Dios –un Dios salvador que bendice– para él y sus descendien-tes. El versículo 7 dice: «Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones» Pero ¿cómo las naciones van a ser incluidas en este pacto de bendición? El ver- sículo 4 dice: «He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones» Yo creo que esto significa que la forma en que las naciones serán bendecidas en Abraham (como Génesis 12:3 dice que serán) es convirtiéndose en descendientes de Abraham y teniéndole como padre. De algún modo las bendiciones del pacto, llegarán a todas las naciones, y sin embargo, las bendi- ciones vendrán solamente a la semilla, a los descendientes de Abraham. De alguna manera Abraham se va a convertir en padre de gente de todas las naciones.
¿Cómo puede ser esto? La primera respuesta es negativa: no sucederá por el poder de la carne, esto es, no por los poderes que como humanos tenemos por naturaleza. Esto se hace claro como el cristal en el asunto de Hagar. Abraham ve que no tiene descendencia, pero la promesa de Dios (Génesis 15:5) dice que sus descendientes serán como las estrellas del cielo. Entonces Abraham toma las cosas en sus propias manos y duerme con Hagar, la sierva de su esposa.
Ahora ya tiene un hijo, Ismael, y Dios puede continuar con su programa de redención. Un hijo de la carne, un hijo producido por los poderes que Abraham tiene por naturaleza. Pero en Génesis 17:19 Dios dice: ¡No! «…Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él»
¿Por qué? ¿Por qué Dios esperó tanto para darle el hijo prometido? Génesis 18:11 da la respuesta: «Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres»
De acuerdo con Génesis 11:30, Sara siempre había sido estéril, aún en los años en que hubiera podido tener hijos. Ahora ya estaba más allá de esos años. Por lo tanto, ahora, y solo ahora, es el tiempo para que nazca el hijo de la promesa. Cuando se han acabado todos los recursos humanos, cuando Abraham y Sara están reducidos a ser motivo de risa ante la evidente incredibilidad de todo –ahora Dios le hace la promesa, no como las promesas humanas– una promesa que lleva todo el poder de su propio cumplimiento (18:14) «Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo»
Dios espera hasta que es humanamente imposible que nazca el hijo de la promesa, a fin de enseñar que no es el esfuerzo humano el que creará el pueblo del pacto. Es un trabajo de la gracia soberana y divina. La formación del pueblo de Dios de todas las familias de la tierra, por el amor de su nombre, no es una creación humana. Es por eso que Ismael no podía calificar como el hijo de la promesa. Simbólicamente él representaba el trabajo de la carne, como el producto de la presunción e incredibilidad de Abraham.
Por lo tanto la pregunta: ¿Hay algo difícil para Dios? es una pregunta acerca de la habilidad de Dios de crear por El mismo un pueblo de la promesa, a pesar de las imposibles probabilidades humanas. ¡Esta es la gran pregunta misionera! Y la respuesta de esta historia es: Sí, El puede. Sí El quiere. El glorifica su libertad y su poder haciendo realidad las cosas que no son como si lo fueran (Romanos 4:17; 1 Corintios 1:28)
La Imposibilidad de una Semilla Prometida
Pero nosotros nos preguntamos: ¿Cómo pueden todas las familias de la tierra ser parte de la bendición prometida a Abraham y a su semilla? El Nuevo Testamento contesta que Jesucristo es la semilla de Abraham, y que si tú estás en Cristo por la fe, entonces tú eres la descendencia de Abraham, herederos, de acuerdo a la promesa (Gálatas 3:16; 26-29)
¿Es esto hecho por nosotros? ¿Nosotros los gentiles, hemos venido a ser descendientes de Abraham por nuestro propio poder? Esto no fue hecho por nosotros, y el Nuevo Testamento lo deja muy claro, recogiendo esta misma verdad de Génesis 18:14, que nada es muy difícil para Dios y aplicándola al nacimiento de Jesús, el gran hijo de la promesa, y al nacimiento de todos sus discípulos.
El Lucas 1:31, Gabriel le dice a la virgen María, (tal como Dios le dijo a la estéril Sara) «Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo…» Y María responde: «¿Cómo será esto? Pues no tengo marido» El ángel responde en el Vs. 37: «Es el trabajo de Dios porque nada es imposible para Dios»
Y así, Dios escoge otra vez el momento y a la persona cuando es humanamente imposible tener a un hijo de la promesa. ¿Por qué? Para enseñarnos que la creación de un pueblo de la promesa, no depende del poder del hombre. Es el trabajo de Dios, y nada es imposible para Dios.
La Imposibilidad de la Salvación Personal
Pero ¿no es nuestro trabajo que estemos unidos a Cristo, y así convertirnos en hijos de la promesa? ¿Realmente Dios crea pueblos de la promesa en todo lugar? ¿Somos todos nosotros viejos y estériles como Sara? ¿Son todos vírgenes jóvenes como María? ¿No está dentro de nosotros el poder, sin el trabajo supernatural de Dios, para dejar nuestro amor a este mundo y juntarnos nosotros mismos con Cristo, y formar parte del pueblo de la promesa y ser salvos?
Bueno, somos instruidos a creer, a renunciar al pecado, a amar a Cristo. Pero una vez más, la verdad de Génesis 18:14 se aplica para contestar esta pregunta, esta vez, por el mismo Jesús, (en Marcos 10:27) Después que el joven rico se alejara de Jesús, no queriendo dejar su amor por el mundo, Jesús dijo: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos» (Vs. 25) Los discípulos se quedaron estupefactos por esto y dijeron: «¿Entonces, quien podrá ser salvo?» A esto Jesús da la respuesta de Génesis 18:14 «Para los hombres (Abraham y Sara) es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios»
Todas las Cosas son Posibles para Dios
Entonces, ¿Qué diremos? El propósito de Dios en la historia de la redención, es salvar al pueblo para su nombre, bendecir a todas las familias de la tierra, juntar al pueblo del pacto de todas las naciones y tribus y lenguas, y glorificar su omnipotencia y libertad, haciéndolo donde es humanamente imposible.
¿Se puede traer a un musulmán a reconocer y adorar la gloria de Jesucristo, el hombre-Dios, crucificado por los pecadores y resucitado como el Señor de señores y Rey de reyes? ¿Pueden ser cambiadas las miserias de los habitantes de las ciudades y que seres humanos destrozados se conviertan en hijos de Dios?
¿Trajo Dios el hijo de la promesa de la fértil Hagar, o de la infértil Sara? ¿Trajo Dios a Jesús de la mujer casada Elisabeth, o de la virgen María? ¿Te salvó de la incredulidad por tu propio poder, o el suyo? ¿Hay algo difícil para Dios?
La Fuerza de Dios para Henry Martin
Yo dije que es la gran pregunta misionera porque a cada momento en la Escritura el punto es: Dios intenta crear un pueblo de la promesa para sí mismo, en contra de eventos humanos imposibles. Por lo tanto, no es sorprendente que esta verdad le haya servido al misionero Henry Martin. Le sirvió de tres maneras: en su búsqueda de la santidad, en su ministerio a los de corazón endurecido y en su muerte.
Dios días después que llegó a la India, él escribió:
¿Por qué yo no puedo ser como Fletcher y Brainerd y aquellos grandes hombres de los tiempos modernos? ¿Hay algo difícil para el Señor? ¿No puede mi estúpido corazón de piedra encenderse con el fuego del amor y del fervor? (p. 333)
En otras palabras, Martin se empeñó en la lucha por la santidad con la verdad de que nada es imposible para Dios, ni siquiera su propia santificación. Esta es nuestra única esperanza.
Segundo, ¿Cómo luchó Martin por la conversión de los de duro corazón? En el barco que le llevaba a la India él dirigía servicios de adoración para los pasajeros y para la tripulación. Había allí un hombre en particular llamado B. que se oponía a él constantemente. Martin escribió:
Escuché que B. generalmente comienza a maldecir después de los servicios divinos, porque los hacía muy largos. Difícilmente he visto a alguien más determinado en contra de la santidad. Y sin embargo, incluso este hombre sería el primero en derretirse, cuando Dios extienda su mano. (p. 218)
Esta fue la esperanza de Martin ante un corazón de piedra.
Luego, cerca del fin de su vida, otra vez en un barco, esta vez con destino a Persia, él dijo:
En cuanto a los asiáticos, ellos son en lenguaje, costumbres y religión muy diferentes a nosotros, como si fueran habitantes de otro planeta. Algunas veces hablo un poco de árabe con los marineros; pero su desprecio por el evangelio y su apego a sus supersti-ciones hacen que su conversión aparezca como imposible. Qué estupendo este poder, que puede hacer de esta gente seguidores del Cordero, cuando se parecen a Satanás en su orgullo y su desdén (p. 435)
En otras palabras, Martin tomó su esperanza, coraje y perseverante fortaleza de la verdad de Génesis 18:14: No hay nada difícil para Dios. Qué estupendo este poder, que puede hacer de esta gente seguidores del Cordero. El puede levantar hijos a Abraham aún de las piedras (Mateo 3:9)
Finalmente, en su última enfermedad, mientras luchaba por completar su traducción, él escribió:
Si vivo para completar la traducción del Nuevo Testamento al persa, mi vida después de eso, será lo menos importante. Pero mientras la vida o la muerte sean mías, sea Cristo magnificado en mí. Si él me lo dado para que yo lo haga, yo no puedo morir.
En otras palabras, debido a que nada es imposible para Dios, tú eres inmortal hasta que el trabajo que El tiene para ti, sea hecho.
¿Hay algo difícil para Dios? ¡No! No ministerio urbano. No misión musulmana. No pena por la pérdida de Lydia. Por lo tanto, vamos a tomar nuestro llamado, cualquiera que éste sea, y decir con el apóstol Pablo: «Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:12-13)
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