¿Por qué cantar canciones tristes cuando no lo estoy?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Matthew Westerholm sobre Alabanza
Traducción por Laura Coloma
Soy una persona alegre por naturaleza. Cuando estoy enfermo, por ejemplo, nunca quiero hablar de cómo me siento porque odio darle vueltas a detalles deprimentes. De hecho, uno de mis compañeros de trabajo me describió como un “optimista patológico”. Todavía no estoy seguro de si fue un cumplido.
Así que se pueden imaginar mi incomodidad inicial cuando leí los salmos de lamentos y sentí la tristeza que aparece en ellos y en otras partes de la Biblia. Como creo que la Biblia es beneficiosa (2 Timoteo 3:16) y soy consciente de que el mismo Jesús citó salmos de lamento (por ejemplo Salmo 22:1 en Mateo 27:46 y Marcos 15:34), empecé a incluir confesión y lamento en nuestros planes para el servicio de culto. Podrán entender cómo resonó en mí cuando uno de los miembros de mi iglesia vino a hablar conmigo. “¿Por qué debo cantar canciones tristes cuando no lo estoy?” preguntó.
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¿Qué es un lamento?
El lamento es el resultado del reconocimiento de dos verdades. Primero, el lamento reconoce que existe el mal y causa sufrimiento. Alguien que se lamenta testifica que el mal es una perversión, y no la forma como debería ser la buena creación de Dios. Isaías escribe, “¡Ay de los que llaman al mal bien!” (Isaías 5:20, LBLA). El lamento ve el mal y lo llama mal. Se niega a ignorar o a restar importancia al mal o a trivializar el sufrimiento que causa.
Segundo, el lamento reconoce la dependencia de Dios porque el mal está más allá del poder de solución de cualquiera. El lamento es un testimonio fuerte y fiel que mira hacia Dios como el único capaz de conquistar el mal y finalmente aliviar el sufrimiento. Desde su raíz, es una forma de lucha y protesta. Tremper Longman, especialista en el Antiguo Testamento, dice, “Los lamentos son oraciones de víctimas que no aceptan simplemente su sufrimiento”.
¿Por qué deben lamentarse los cristianos?
Para responder a la pregunta del miembro de mi iglesia, quise meditar en por qué es adecuado y hasta necesario para los cristianos lamentarse, tanto en oración colectiva como en oración privada. Aquí aparecen cuatro razones.
1. Algo en nuestra vida es triste.
Nuestra vida emocional es muy complicada para ser completamente feliz o completamente triste. En todo momento del día, una revisión profunda revela razones para alegrarse o lamentarse. Cuando sufren por alguna circunstancia o se lamentan por tendencias pecaminosas, el lamento responde reconociendo esos males y llevándolos al Único que puede ayudar.
2. Vivimos en un mundo quebrantado.
El autor de Eclesiastés escribe, “Observé todas las opresiones que se cometen bajo el sol; y he aquí, vi las lágrimas de los oprimidos, sin que tuvieran consolador; en manos de sus opresores estaba el poder, sin que tuvieran consolador”. (Eclesiastés 4:1)
El simple hecho de ver las noticias o interactuar en las ciudades en las que vivimos, brinda innumerables razones para lamentarnos. Aun cuando cada circunstancia varía en cercanía a nosotros, cualquier ejemplo de pecado debe hacernos sufrir. Expresar dolor es parte de ser testigo fiel de la actual situación de desastre de nuestro mundo. En este sentido, sufrimos porque estamos atrapados entre el Edén y la Nueva Jerusalén. El lamento lleva ese dolor y tristeza a Dios.
3. Alguien de nuestra familia en la iglesia está llorando.
No importa el tamaño de nuestra iglesia, es muy probable que alguien (tal vez muchas personas) haya tenido una semana especialmente difícil. Tal vez esa dificultad es aguda y la razón para sufrir acaba de llegar en forma de una enfermedad, desempleo o pérdida. Tal vez esa dificultad consiste en una prueba continua contra la cual están luchando por perseverar. El apóstol Pablo nos dice, “Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran” (Romanos 12:15). El lamento colectivo anima a los cristianos que sufren, pues su familia en la iglesia está con ellos mientras esperan el rescate del Señor.
4. Un día todo el llanto se convertirá en risa.
Jesús dijo, “Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis” (Lucas 6:21). En formas que trascienden nuestra capacidad de imaginación, Dios ha prometido reconstruir este mundo destrozado. Ha prometido traer sanidad a su pueblo y acabar con las lágrimas de tristeza. Así que el sufrimiento no es el destino final del creyente, sino una experiencia temporal.
Entonces, ¿por qué debemos cantar lamentos cuando no estamos tristes? Porque el lamento no es simplemente un expresión, ni la efusión de un corazón melancólico. Y el lamento definitivamente no es una desobediencia al doble mandamiento de Pablo en Filipenses 4:4, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!". El lamento toma el simple sufrimiento y le agrega protesta. Sabe a quién protestar – al Único que puede hacer algo contra el mal que nos hace sufrir. Y al hacerlo, se regocija en Él.
Debido al pecado y quebrantamiento de nuestros corazones, tenemos razones para lamentarnos. Y a causa del pecado y la destrucción de nuestra iglesia y el mundo, tenemos razones para lamentarnos. Lo más importante es que, por el amor de nuestro Dios salvador, estamos invitados a presentar nuestra tristeza llena de gemidos como protesta y apelar ante nuestro Dios. El Dios que invita a nuestros lamentos nos puede rescatar. Y sin duda lo hará.
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