¿Qué existía antes del principio?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Glen Scrivener sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Adriana Blasi
Cuatro maneras de ver a Dios (y la vida)
“Lo que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios es lo más importante para nosotros”- Así lo expresa A.W. Tozer en El Conocimiento del Dios Santo. Él escribió: “Tendemos a movernos hacia una imagen mental de Dios a través de una ley del alma” (pp. 13-16).
Tozer tiene razón. Estamos inevitablemente formados por lo que consideramos es lo más alto, lo más puro y lo mejor. Esto es cierto tanto si afirmamos creer en el Dios de la Biblia, en Odín o en poderes más seculares tales como el destino, la física o las finanzas. Todos tenemos un “Dios” y este “Dios” nos orienta en el mundo. Sin embargo, esa misma dinámica también funciona en la dirección contraria. En efecto, nuestra imagen mental de Dios da forma a nuestros deseos y elecciones. Pero nuestros deseos y elecciones dan forma a nuestra imagen de Dios. Y por naturaleza, los humanos caídos crean a Dios a su imagen, dado a que nuestra mente, según las palabras de Juan Calvino “es una fragua perpetua de ídolos” (Institución de la religión cristiana 1.11.45). Imaginamos dioses que son adecuados y actuamos en consecuencia.
Esta imagen sucede tanto a nivel cultural como personal. ¿Han notado cómo los pueblos bélicos adoran a las deidades bélicas? Los filósofos imaginan mentes divinas. Los soñadores groovy sueñan con dioses groovy. Es como si los cielos fueran un espejo gigante. Afirmo ver la realidad divina, y en verdad solo me veo a mí mismo. Puede que diga “Dios” pero me estoy refiriendo a “MÏ”, todo en mayúsculas. Esto significa que el hablar de Dios es tanto inevitable y problemático. ¿Cómo podemos llegar a la verdad?
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“En el principio”
Una manera de revelar tu visión de Dios es formular esta pregunta. ¿Qué crees que había “en el principio” antes que las personas, los planetas y los protones? Si pudieras rebobinar la historia del universo y retroceder lo más atrás posible, ¿qué encontrarías?
Creo que hay cuatro respuestas principales. No son excluyentes, pueden superponerse. Pero en la opinión de todos de la realidad definitiva, alguna combinación de estas cuatro posibilidades está en juego.
1. Nada
Cuando se pregunta: “¿qué había antes del universo?” Muchos dirán: “Nada. ¡El universo lo es todo!” Por muy común que sea la respuesta, vale la pena considerar lo claramente no evidente que es.
Imagina la nada. No una vasta extensión cavernosa de espacio vacío. No un vacío oscuro que resuena. No un terreno baldío sobre el cual se pueda construir el cosmos. Nada: una negación perfecta. Nada, nada en absoluto. De pronto, la nada se convierte en el todo, sin un motivo. Cuando se piensa en ello, es el suceso más extraordinario que se haya propuesto. Como cristiano, creo en el nacimiento virginal de Jesús, pero este sería el nacimiento virginal del cosmos, ¡y sin virgen! Es el truco mágico definitivo, sin nada en la manga, sin una manga, sin un mago, sin una explicación. Pura magia, de la nada.
Incluso si se concediera dicho milagro, ¿qué sucedería a continuación? ¿Cómo deberíamos sopesar el significado de la vida si todos procedemos de la nada? Quizás nosotros también deberíamos intentar crear algo de la nada. Pero es difícil escapar de la conclusión de que, en el fondo, todo no tiene sentido.
2. El caos
Quizás, en el fondo, es aleatorio. Hay fuerzas en juego, girando sin ritmo o razón. A menudo escuchamos versiones “científicas” de la historia del caos. En ella, hay explosiones y coincidencias salvajes. Por otro lado, también hay versiones religiosas de la historia, llena de deidades caprichosas y batallas interminables. Cualquiera que sea la clase de historia que se cuente, científica o espiritual, la humanidad está varada en el fuego cruzado. Algunos tienen suerte, algunos se desquitan, todo el mundo se queda atrapado en el caos.
Si esta fuera la historia difinitiva del mundo, ¿cuál es el significado de la vida? Básicamente, es un lucha.
3. Poder
Aquí hay un alternativa popular a la historia del caos En esta versión, digamos, la realidad está gobernada por poderes de lo alto, leyes de hierro de la naturaleza. Si este es el caso, entonces nuestra psicología se reduce a la biología, que a su vez se reduce a la química, que se reduce a la física: moléculas que se golpean como las bolas de billar.
Las personas religiosas también llegan a creen en la historia del poder. Los religiosos son muy propensos a imaginar a Dios como el Todopoderoso Solitario dentro de un majestuoso aislamiento. El Dios de la soledad es simplemente poder. Una vez que la creación se lleva a cabo, puede surgir la posibilidad para el amor, pero solo y siempre es secundaria al poder. Y la vida en este universo es, en última instancia, la esclavitud.
Pero esta no es la visión de Jesús de las cosas. Según Jesús, en el principio había amor.
4. Amor
Cuando nos referimos a “en el principio”, es una especulación. Cuando Jesús se refiere a “en el principio”, él es testigo presencial del testimonio. Jesús indica que estaba allí.
La noche antes de su muerte, Jesús oró.
“Padre… me has amado antes de la creación el mundo”. (Juan 17:24)
Jesús considera que tiene más edad que el universo, e igual de mayor al Padre a quien él le reza. Y la imagen que pinta es la de una fuente eterna de amor y alegría que rebosa del Padre al Hijo. En el principio no había nada, no había ni caos, ni poder, sino una Cataratas del Niágara de amor y deleite. Y en ese mismo suspiro, Jesús ora para que sus seguidores se unan a él en esta vida por amor.
“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”. (Juan 17:24)
Esta es una visión impresionante de la realidad última. Y fundamenta nuestras intuiciones más profundas. Todos sentimos que el amor es lo sumo. Pero con Jesús, podemos saber por qué él es lo sumo, porque Dios es lo sumo, él mismo es amor. Por lo tanto, ¿cuál es el significado de la vida? Es encontrar nuestro lugar en este amor y luego trasmitirlo.
El cielo se ha abierto
Tozer tiene razón. La imagen de Dios es lo más relevante de nosotros. Si pensamos así, en el fondo, la realidad última no es nada, la vida no tiene sentido. Si es caos, la vida solo es difícil. Si es poder, la vida es esclavitud. Por eso es crucial que el Dios verdadero se muestre. La revelación divina es nuestra única salvación de los dioses creados por el hombre, de la mirada pesimista de la vida. Por eso, estamos eternamente agradecidos que, en el río Jordán, el cielo se abrió.
Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. (Mateo 3:16-17)
Aquí están las Cataratas del Niágara del amor: el Padre lleno de deleite en su Hijo, llenándolo con el Espíritu Santo. Si retrocedes y llevas todas las cosas de vuelta al "comienzo", nunca podrás llegar antes de tal amor. Si avanzas rápido y te diriges hacia la eternidad futura, nunca podrás ir más allá de tal amor. En Jesús tenemos una visión de Dios incomparable e inmejorable. Hay un unión perfecta antes y detrás del universo: un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Cristo no solo vino a mostrarnos esta visión. El Hijo perfecto de Dios se une a nosotros en el bautismo para que podamos unirnos a él. Está unido a nosotros en solidaridad para que podamos estar unidos a él. Y en el agua del bautismo, se nos invita a estar de pie con Jesús, estar parados bajo un cielo abierto. Vemos lo que Jesús ve y oímos lo que Jesús oye. En Cristo recibimos el Espíritu como nuestro Espíritu. Recibimos a su Padre como nuestro Padre. Y el amor de la eternidad se convierte en nuestro amor.
Todo el mundo tiene un dios de algún tipo. Todos pensamos que algo es lo máximo, y que algo moldea todo lo que hacemos, decimos, sentimos y pensamos. De manera que la pregunta no es: ¿tenemos un dios? La pregunta es: ¿qué clase de Dios tenemos? Con Jesús vemos el cielo, y la vista es impresionante.
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