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English: One More Time?

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Por Matthew Westerholm sobre Alabanza

Traducción por Javier Matus


Contenido

Tres formas de adorar a través de la repetición

Como estudiante de tercero de secundaria, me desconcertó lo que vi en la pantalla un domingo por la mañana. Podía leer las palabras de la canción, pero ¿también estaba viendo álgebra? Allí, al final del coro, estaba este misterioso signo: (4x).

Mi curiosidad se convirtió en horror cuando descubrí la verdad. Este símbolo significaba que íbamos a repetir esta línea cuatro veces. “¿Por qué”, pregunté, “debería cantarla tantas veces?” Me entristecí cuando descubrí que mi líder de adoración planeaba terminar esta canción cantando el coro tres veces consecutivas, lo que significaba (rápidamente hice los cálculos) que íbamos a cantar esa misma línea solitaria doce veces seguidas.

Eché un vistazo a mis amigos. Muchos miraron hacia abajo. Algunos cerraron los ojos —no sé si perdidos en el asombro o resignados a la derrota. No sabía qué hacer. ¡Ya canté esa parte! ¿Ahora qué?

¿Por qué repetir?

Mientras pensaba en lo que sucedió esa mañana, y muchas mañanas posteriores como esa, tuve que admitir algo: no me gustaba la repetición en la adoración. Me molestaba.

Me molestaba porque ya no estaba aprendiendo la canción. Ya me sabía bien la canción, y ahora me estaba cansando de ella. Me molestaba porque no necesitaba que me explicaran la canción —ya la entendía. Cantar es acerca de aprender y comprender (pensé), y como la repetición no hacía ninguna de estas cosas, repetir la letra me hizo sentir incómodo.

Y muchas de las personas con las que hablé se sentían exactamente igual, molestas e incómodas. Acordamos: cantar canciones repetitivas era raro.

Nosotros somos los raros

Mi perspectiva cambió cuando estudié la historia de la música occidental y global. En muchos sentidos, nuestra incomodidad con la repetición revela más sobre nosotros que lo que dice sobre la canción repetitiva. En pocas palabras, las canciones repetitivas no son raras; nosotros lo somos.

Nuestra incomodidad se debe en parte a cuando vivimos: la era de la información. Nuestras pantallas de computadora y teléfonos inteligentes nos brindan cantidades asombrosas de información nueva a velocidades increíbles. La accesibilidad constante al contenido nuevo entrena nuestros ojos a ver la repetición como contenido viejo y, por lo tanto, contenido inútil. Anhelamos la novedad —nuevas palabras, nuevos pensamientos, contenido adicional.

Nuestra incomodidad también proviene de donde vivimos, si vives en el mundo occidental. La cultura occidental atesora la novedad de las palabras. Puede parecer que cantar muchas palabras por minuto es una preferencia cristiana mundial. Pero no lo es. Es una rareza occidental. Si escucharas música indígena de casi cualquier otro lugar del mundo, podrías describirla como “rítmica, bailable y repetitiva”. Pero esta descripción de la música no-occidental revela que nuestras propias preferencias musicales son la anomalía. En comparación con el resto del mundo, la música occidental está cargada de palabras y es ampulosa.

Puede parecer extraño descubrir que nuestras preferencias personales son una anomalía cultural. Ahora, el punto no es decir que nosotros en Occidente “nos hemos equivocado” musicalmente. Pero nos equivocamos si creemos que no tenemos nada que aprender de tiempos y lugares diferentes los nuestros —tal es el orgullo modernista escrito en la adoración. Es humillante descubrir que tenemos algo que aprender de los demás, pero no es sorprendente. Y es el tipo de humillación que, si estamos dispuestos a aceptarla, nos bendecirá grandemente en la adoración.

De vagar a maravillar

Cuando buscamos aprender de la experiencia de los creyentes en otras culturas, vemos que repetir las letras no necesariamente implica el sinsentido. De hecho, la repetición en la adoración ofrece ciertas oportunidades para la atención plena a las que es difícil acceder en muchas de nuestras canciones de adoración llenas de palabras. Considera estas tres formas de involucrar tu mente durante un tiempo repetitivo de adoración.

1. Elije un atributo divino para meditar.

Comienza alabando a Dios porque este atributo Lo describe. Recuerda los momentos en los que has descubierto cuán verdadero de Él es este atributo. Considera cómo sería diferente el universo (¡peor!) si Él no fuera así. Alábalo por quien es.

2. Elije una verdad espiritual para meditar.

Considera cómo se ve afectada tu propia vida por esta verdad. Contempla lo que sucede cuando olvidas esta verdad. Mentalmente, ¿qué pensamientos erróneos resultan de descuidar esta verdad? Emocionalmente, ¿qué sentimientos inapropiados experimentas? Pídele a Dios que te ayude a pensar, sentir y vivir en esta realidad.

3. Considera por qué Dios está eligiendo llamar tu atención a esta letra en este momento en particular.

Sin duda, esta canción te ha llegado no por casualidad, sino (parafraseando el Catecismo de Heidelberg) por la mano paterna de Dios. ¿Hay una carga particular que estás cargando que podría ser quitada al abrazar la letra que estás repitiendo? ¿Hay una persona específica en tu vida que se beneficiaría de saber esta verdad viniendo de ti? Pídele al Espíritu que te dé la oportunidad correcta y las palabras adecuadas para hablarles.

Deja que nuestros corazones ardan

Cuando detectemos nuestros corazones deseando ansiosamente pasar a lo siguiente, tómalo como un recordatorio de que nuestro Dios paciente nos da el don del tiempo. Al igual que los discípulos en el camino a Emaús, somos “tardos de corazón para creer” (Lucas 24:25).

Es un gran don cuando nuestra adoración nos brinda la oportunidad de meditar en la verdad de lo que cantamos. Recibamos el don del tiempo de Dios y avivemos el don de las letras repetitivas hasta que nuestros corazones ardan dentro de nosotros (Lucas 24:32).


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