¿Por qué fue dada la ley?

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English: Why the Law Was Given

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Por John Piper sobre La Ley
Una parte de la serie The History of Redemption

Traducción por Desiring God


Uno de mis mayores deseos para nuestra iglesia es que seamos un pueblo que comprende la ley de Dios y la cumple en el Espíritu de amor. La ley que Dios dio a Moisés en el Monte Sinaí, unos pocos meses después de traer al pueblo desde Egipto, ha sido víctima de muy mala prensa en los últimos cientos de años. Mi suposición es que hay gran confusión en nuestras mentes cuando leemos, por un lado, Romanos 6:14: "no estáis bajo la ley sino bajo la gracia", y por otro lado Romanos 3:31: "¿Anulamos entonces la ley por medio de la fe? ¡De ningún modo! Al contrario, confirmamos la ley".

Contenido

La malinterpretación de la ley mosaica

Parte de nuestra confusión se debe al simple hecho de que la palabra "ley", en el Nuevo Testamento, tiene al menos tres significados diferentes cuando es usada en diferentes contextos. Puede referirse a todo el Antiguo Testamento, como en Romanos 3:19 (donde las citas precedentes provienen de los Salmos y Profetas). Puede referirse a parte del Antiguo Testamento, como cuando Jesús dice: "No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas" (Mateo 5:17). Específicamente, puede referirse a parte del Antiguo Testamento, escrito por Moisés, los primeros cinco libros, llamados la Torá. Por ejemplo, Jesús dijo en Lucas 24:44: "Esto es lo que yo os decía. . . que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. El tercer significado del término ley no es una parte diferente del Antiguo Testamento, sino el Antiguo Testamento entendido de un modo diferente. En unos momentos veremos cuántos en Israel torcieron la ley mosaica en legalismo. Es decir, ellos le cortaron su fundamento de fe, fracasaron en enfatizar la dependencia en el Espíritu, y además convirtieron los mandamientos en una descripción de trabajo sobre cómo ganar el sueldo de la salvación.

Éso es legalismo. Pero no hay palabra griega para legalismo, así que cuando Pablo quiso referirse a esta distorsión de la ley mosaica, a menudo usó la frase "obras de la ley" (ej. Romanos 3:20; Gálatas 2:16; 3:2, 5). Pero algunas veces solo usó la palabra "ley" como cuando dijo: "no estáis bajo la ley sino bajo la gracia" (Romanos 6:14). Veremos que esto no significa: ustedes no tienen que guardar la ley. Significa que no están cargados de ella como de una descripción laboral acerca de cómo ganar el sueldo de la salvación. Por tanto, cada vez que usted lee la palabra "ley" en el Nuevo Testamento, pregúntese: ¿se refiere al Antiguo Testamento, a los escritos de Moisés, o a la distorsión legalista de la enseñanza de Moisés? Así no daremos tanta mala fama a la ley mosaica cuando realmente quien debería recibir mala fama es la distorsión legalista de la ley.

Lo que me gustaría hacer en esta mañana es vindicar a Moisés de la acusación común de que él enseñó un camino diferente de salvación y santificación que el del Nuevo Testamento, a saber: "por gracia habéis sido salvados por medio de la fe... no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8, 9). Ahora, sé que difícilmente alguien dice que Dios salvó de un modo diferente, a como lo hace hoy, a las personas en el Antiguo Testamento. Pero muchos maestros bíblicos dicen (o implican) que la Ley de Moisés ofrece un camino de salvación diferente al ofrecido en el evangelio. Es decir, casi todos están de acuerdo en que cualquiera que fuera justificado en el Antiguo Testamento, era justificado por gracia mediante la fe; era por un don de Dios. Pero todavía muchos dicen que la ley no llamó a los hombres a ser justificados de ese modo, sino que les llamó a alcanzar las bendiciones de Dios mediante las obras, y así mostró a los hombres su total incapacidad y les guió al Salvador.

O, para decirlo de otro modo, muchos maestros bíblicos argumentarán que el pacto mosaico (hecho con Israel en el Monte Sinaí), es fundamentalmente diferente del pacto con Abraham (hecho anteriormente), y que el pacto del Nuevo Testamento (establecido en Calvario), bajo el que vivimos. La diferencia, dicen, es: en el pacto Abrahámico, y en el nuevo pacto, la salvación se promete libremente para ser recibida por fe sin las obras de la ley. Pero bajo el pacto mosaico, la salvación (o bendición de Dios), no es ofrecida libremente por fe, sino como recompensa por las obras de la ley. Como solo las obras perfectas pueden merecer la salvación de un Dios perfectamente santo, y nadie puede lograrlas, la ley simplemente nos hace conscientes de nuestro pecado y miseria, y pronuncia nuestra condenación. Esta es, probablemente, la perspectiva más popular de la ley mosaica en la iglesia actual, y está errada. Hace que Moisés sea un fariseo legalista, convierte a la Torá en la misma herejía que Pablo condenó en Galacia, y (lo peor de todo), hace que Dios sea Su propio enemigo, ordenando que el pueblo trate de merecer Su bendición (y así se exalte a sí mismo), en lugar de descansar en la misericordia todo-suficiente de Dios (y así exaltarle a Él).

Quiero tratar de vindicar a Moisés de esta malinterpretación al darles una teología bíblica resumida de la ley. Es un tema inmenso, pero algunas veces, si nos esforzamos para que todo quepa en un pequeño bosquejo, podemos ponerlo en una esquina de nuestra mente hasta que crezca y se convierta en un gran árbol de revelaciones. Ésto es lo que haré: Mencionaré cinco principios que quiero afirmar, luego regresaré y daré sus fundamentos bíblicos, y luego los resumiré de nuevo. Terminaremos cantando a la belleza de la ley de Dios con el Salmo 19.

Primero, la ley se cumple cuando amamos a nuestro prójimo. Segundo, el amor es la expresión de la auténtica fe salvadora. Tercero, por tanto, la ley no llama a hacer obras meritorias, sino a la obediencia que proviene de la fe. Cuarto, por tanto, debemos obedecer los mandamientos del Antiguo Testamento como mismo obedecemos los mandamientos del Nuevo Testamento, no para alcanzar el favor de Dios, sino porque ya dependemos de su gracia gratuita y confiamos en que Sus mandamientos nos llevarán a un gozo pleno y duradero. Quinto, debiéramos deleitarnos en la ley de Dios, meditar en ella de día y de noche, y cantar de su valor a todas las generaciones.

El amor cumple la ley

Primero que todo, entonces, el amor es el cumplimiento de la ley. El texto crucial aquí es Romanos 13:8-10.

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: No cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley. (Vea también Gálatas 5:14).

Pablo no estaba tomando un gran riesgo resumió toda la ley en un solo mandamiento. Él tenía la autoridad al hacerlo. Jesús dijo en Mateo 7:12: "Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas". Santiago lo dijo un poco diferente (2:8): "Si en verdad cumplís la ley real conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis". Así que tenemos tres testimonios en el Nuevo Testamento de que Dios, mediante la ley, nos está convirtiendo en personas amorosas. Cada mandamiento, dice Romanos 13:9, tiene el amor como propósito. Así que el primer principio de nuestra teología resumida de la ley es que la ley se cumple en nosotros cuando amamos a nuestro prójimo.

El amor es el fruto de la fe

El segundo principio es: el amor no es una obra que hacemos por iniciativa propia para mostrarnos meritorios ante Dios; es el fruto de la fe en las promesas de Dios. Para estar seguros: el amor genuino nos llevará a una gran labor. Pero esto no es sinónimo de obrar. Es más profundo que obrar y más importante que obrar, y nos capacita para obrar. Hay muchas personas obrando para Dios y el prójimo, quienes lo hacen por amor. El amor es más que las prácticas religiosas y los servicios humanitarios. Es por eso que Pablo puede decir, en 1ra a los Corintios 13:3: "Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha".

Alguien pudiera decir: "Bien, si usted pudiera morir por alguien y no tener amor, ¿qué es entonces el amor?" La respuesta es que el amor no está en el mundo. "El amor es de Dios" (1ra de Juan 4:7). Donde no hay fe uniendo el corazón a Dios, entonces no hay verdadero amor. El amor es la expresión de la genuina fe salvadora. Estos son los pasajes claves: Gálatas 5:6: "Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada, sino la fe que obra por amor”. El origen del amor es el corazón de fe. Más adelante, en Gálatas 5:22, el amor es llamado el fruto del Espíritu. En otras palabras, es algo que no podemos producir sin la capacitación de Dios. Por tanto, ¿cómo nos convertimos en personas amorosas? Gálatas 3:5 responde: "Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe? [la respuesta implícita es: por el oír con fe]". El camino por el cual el Espíritu viene a nosotros es la fe en las promesas de Dios; y cuando viene, el fruto del Espíritu es el amor. Por tanto, el amor es el fruto del Espíritu y la expresión práctica de la fe. En 1ra de Timoteo 1:5, Pablo lo dice de este modo: "Pero el propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera". Solo de la fe genuina nace el amor.

Pienso que, mediante nuestra situación actual en *Bethlehem*, puedo ilustrar el modo en que funciona. Hay tres decisiones significativas que probablemente haremos al final de Enero: si compramos la casa de al lado para una expansión futura o un parqueo, si compensamos el pacto de la iglesia, y si llamamos a un pastor asistente para la educación y los ministerios de los jóvenes adultos y un obrero para los niños en Septiembre de 1982. Anhelo que las tres decisiones se materialicen. Pero también sé que algunos se oponen a una, otros a dos, y algunos se oponen a las tres propuestas. ¿Cómo obrará el amor entre los que estamos en desacuerdo durante los próximos tres meses, y de dónde vendrá?

El amor es paciente y bondadoso, el amor no es celoso o jactancioso, no es arrogante o rudo. No busca evitar al hermano que difiere, no frunce el ceño, no esparce rumores o habla mal del prójimo, no cierra oídos a las evidencias. Al contrario, el amor se regocija en la verdad y es apacible, gentil, abierto a las razones. El amor mira a las personas a los ojos y comunica la buena voluntad. El amor no hace pucheros, no se auto-compadece, no usa un ultimátum para salirse con la suya. Así es como se verá el amor en los siguientes tres meses. ¡Y qué oportunidad tan terrible tenemos de demostrarnos a nosotros mismos y al mundo de que nuestra paz no está solo fundamentada en la uniformidad! No hace falta gracia cristiana para vivir en paz donde todos piensan y sienten lo mismo. Y por tanto, el tiempo de controversia en que nos encontramos no es malo: es una buena ocasión para demostrar si realmente hay gracia entre nosotros o no.

Cuando alisto ante mí la demanda del amor, sé lo que debo hacer. Debo apuntalar mi fe con algunas promesas. Promesas como:

Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo 16:18)

Nunca te dejaré ni te desampararé. (Hebreos 13:5).

Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelven allá sino que riegan la tierra, haciéndola producir y germinar, dando semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié. (Isaías 55:10, 11).

Cuando tranquilizo mi corazón con estas verdades y obtengo un destello del brillo de Dios y del futuro soberano, entonces puedo amar de nuevo. Ya no me siento amenazado. No me siento enojado, o deprimido, o ansioso. Siento como si alguien se estuviera encargando del futuro. Y si todo en mí está siendo cuidado, entonces se siente natural querer cuidar de ustedes, mirarles a los ojos y sonreír y querer solo el bien para ustedes. Esta es la idea: en cualquier grado que logremos este amor divino unos por los otros, se deberá a la fe en las promesas liberadoras de Dios.

La ley, en el llamado a amar, llama a la fe

Así que el primer principio de nuestra teología de la ley era que el amor cumple la ley. El segundo principio era que el amor solo nace de la fe en las promesas de Dios. El tercer principio, por tanto, es que la ley no pidió obras meritorias, sino la obediencia que proviene de la fe. Si el amor es el propósito de la ley, y solo la fe puede amar, entonces la ley debe enseñar fe. Esto es lo que tan a menudo ha sido pasado por alto. Pero puede verse en la enseñanza de Pablo y en la ley misma. El pasaje clave es Romanos 9:30-32. Aquí Pablo explica por qué Israel no ha cumplido la ley, aunque la buscó durante siglos. Dice:

¿Qué diremos entonces? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, alcanzaron justicia, es decir, la justicia que es por fe; pero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó esa ley. ¿Por qué? Porque no iban tras ella [tras la ley] por fe, sino *como por* obras.

Esa pequeña frase "como por" o "como mediante" es tremendamente importante. Muestra claramente que Pablo no creía que Dios alguna vez tuviera la intención de que la ley se obedeciera mediante "obras". Es decir, si usted trata de usar la ley como una descripción laboral de cómo alcanzar el favor de Dios, entonces está haciendo algo a lo que la ley misma se opone. La ley misma está en contra de "las obras de la ley". La ley nunca ordenó que alguien tratara de merecerse su salvación. La ley se basa en la fe en las promesas de Dios, no en los esfuerzos legalistas. El error de Israel no estaba en ir tras la ley, sino en ir tras ella mediante obras, en lugar de mediante fe. (Vea Romanos 3:31; Mateo 23:23.)

Ahora, escuchemos la ley misma. Los Diez Mandamientos son la esencia del pacto mosaico y se encuentran en Éxodo 20. Israel ha llegado al desierto de Sinaí tres meses después del éxodo desde Egipto. La agonía de la esclavitud y la espectacular liberación a través del Mar Rojo son recuerdos vívidos para ellos. (¡Piense cuán vívido podría estar el campo de concentración tres meses después de la liberación Aliada!) Uno de los propósitos de Dios en el éxodo era hacer que Su pueblo confiara en Él, que confiara que Él cuidaría de ellos y los llevaría hasta la Tierra Prometida. Así que Éxodo 14:31 dice: "Cuando Israel vio el gran poder que el Señor había usado contra los egipcios, el pueblo temió al Señor, y *creyeron en el Señor* y en Moisés, su siervo".

Por tanto, cuando los Diez Mandamientos comienzan diciendo: "Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de mí" (Éxodo 20:2, 3), Dios quiso decir: "¡Recuerden cómo demostré mi amor por ustedes y mi poder incomparable a favor de ustedes! Confíen ahora en Mí y no busquen otra fuente de ayuda". Los Diez Mandamientos están basados en un llamado por fe en el Dios del éxodo, así como las enseñanzas morales del Nuevo Testamento están basadas en un llamado por fe en el Señor del Viernes Santo y la Pascua.

El éxodo fue una señal para Israel, así como la muerte y resurrección de Jesús son una señal para la iglesia. El significado de la señal es que Dios está por ustedes y obrará por ustedes y cuidará de ustedes, si solo confían en Él. El evento del éxodo, en el pasado, es una señal de la disposición de Dios para ayudar a Israel en el futuro. Por tanto, la fe en Dios tiene el propósito de producir, mediante el éxodo, la confianza de que Dios hará por nosotros, en el futuro, lo que hizo en el pasado. Esto es claramente expresado en Deuteronomio 1:29-32, donde Moisés relata por qué rehusó entrar a la Tierra Prometida y fue forzado a vagar 40 años en el desierto. Moisés les había dicho al llegar la primera vez a la Tierra Prometida: "No os aterréis ni tengáis miedo de ellos. “El Señor vuestro Dios, que va delante de vosotros, El peleará por vosotros, así como lo hizo delante de vuestros ojos en Egipto. . . Pero con todo esto, no *confiasteis* en el Señor vuestro Dios”. (Vea también Números 14:11, 20:12; Deuteronomio 9:22–24).

El éxodo fue una señal de que Dios cuidaría de Israel en el futuro. Por tanto, el éxodo era el fundamento de la fe de Israel. Y esta fe es la base de la ley. La Ley de Moisés simplemente expresa el modo en que los Israelitas vivirán si genuinamente sienten que el futuro está seguro en Dios. Usted no roba si cree que su futuro está seguro en Dios. Si realmente cree que el Dios del Éxodo y el Dios de la Pascua está obrando para darle un futuro que es mejor para usted, entonces usted no puede abusar de otros para provecho personal al matar o mentir o seducir al cónyuge de otra persona o deshonrar a sus padres. Todos estos pecados provienen de no creer en Dios. La ley es una descripción de la obediencia de fe; no es una descripción laboral sobre cómo obtener el salario de las bendiciones de Dios.

La ley es cumplida mediante la obediencia de la fe

Así que el primer principio de nuestra teología de la ley era que el amor cumple la ley. El segundo principio era que el amor es la expresión de la fe. Y el tercero, por tanto, es que la ley misma no exige obras meritorias, sino solo la obediencia que proviene de la fe. El cuarto principio sigue naturalmente, a saber: debemos obedecer (o cumplir) los mandamientos del Antiguo Testamento, del mismo modo en que debemos obedecer los mandamientos del Nuevo Testamento, no para alcanzar el favor de Dios, sino porque ya dependemos de su gracia gratuita y confiamos en que sus mandamientos nos llevarán a un gozo pleno y duradero. Por supuesto, como Cristo ha venido y cumplido la parte sacrificial del Antiguo Testamento (1ra a los Corintios 5:7), y ha declarado limpios todos los alimentos (Marcos 7:19), y ha fundado un nuevo pueblo para Dios que no es un grupo nacional o étnico, muchos de los mandamientos del Antiguo Testamento no se aplican a nosotros (ej. las leyes de dietas, las leyes sobre los sacrificios, las leyes pertenecientes a las organizaciones políticas y la acción nacional). Pero grandes porciones del Antiguo Testamento describen dimensiones de obediencia que son verdaderas para el pueblo de Dios en cualquier época.

Romanos 8:3,4 enseña que la ley misma carece de poder para producir este tipo de obediencia. Porque la letra mata, pero el Espíritu da vida (2da a los Corintios 3:6). Por tanto, Dios envió a Cristo para expiar por el pecado (Romanos 8:3), para que derramara el Espíritu Santo en nuestros corazones "para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:4). Así, Pablo nos enseña que no debiéramos dejar detrás a la ley, ni rechazar a la ley por algo más, sino que debiéramos cumplir la ley en el poder del Espíritu Santo mediante la fe, que obra por el amor.

Debiéramos deleitarnos en la ley de Dios y en las señales de Su valor

En conclusión, entonces, estos son los principios: *Primero*, la ley se cumple cuando amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. *Segundo*, el amor es la expresión de la auténtica fe salvadora. *Tercero*, por tanto, la ley no nos enseña a tratar de producir obras de mérito, solo nos enseña a confiar en el Dios de gracia, el Dios del éxodo, y a vivir por la obediencia de la fe. *Cuarto*, por tanto, el pacto mosaico no es fundamentalmente diferente del abrahámico y de los nuevos pactos, porque debiéramos obedecer los mandamientos de los tres partiendo de la misma motivación (no por ganar el favor de Dios, sino porque ya dependemos de Su gracia gratuita y confiamos que Sus mandamientos nos llevarán al gozo pleno y duradero). El *último* principio, entonces, es que debiéramos deleitarnos en la ley de Dios, meditar en ella de día y de noche (Salmo 119:97), y cantar de su valor a todas las generaciones (Salmo 19:7-14).


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