El silencio que desesperadamente necesitamos hoy

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English: The Silence We Desperately Need Today

© Desiring God

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Por Ryan Hawkins sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Javier Matus


A menudo escucho acerca de los beneficios del silencio en nuestro mundo de sonido. Muchas personas —seculares y religiosas— recomiendan tomarse un tiempo lejos de la televisión, la música, los videos, las noticias y las redes sociales para sentarse en silencio y simplemente ser.

Esto está muy bien, pero puede ser confuso en cuanto a por qué. ¿Cuál es el objetivo de silencio?

Contenido

Tres tipos de silencio

Muchas personas asocian el silencio con el oír nada de manera audible y pensando nada. Pero no podemos simplemente pensar nada. Incluso cuando no estamos hablando o escuchando nada, estaremos pensando en algo. Así es como funcionamos.

Como no podemos apagar nuestras mentes, podemos tomar una de tres rutas. Tres sonidos principales, por así decirlo, pueden llenar nuestros momentos de silencio.

Primero, podemos escuchar nuestros propios pensamientos. Si entramos en una habitación y tratamos de guardar silencio, lo más probable es que “escuchemos” lo que sea que esté en nuestras mentes. Y esto puede ser el por qué el silencio no es de ayuda devocional para la mayoría de las personas. Cuando muchos de nosotros tomamos un tiempo en silencio, a menudo terminamos pasando más tiempo con nuestros propios pensamientos caóticos.

La palabra Om representa la segunda ruta. Om es el término que los budistas e hindúes recitan en la meditación. ¿Qué significa esa palabra? Básicamente, nada. Y ese es el punto. Las personas en estas religiones repiten Om una y otra vez en su meditación, en su silencio, porque intencionadamente intentan llenar sus mentes con la nada. Pero este “silencio” tampoco nos beneficia porque Dios nos creó en Su propia imagen para pensar y sentir.

Finalmente, podemos usar el silencio para servir a la Palabra de Dios.

Escucha la Palabra

Suena irónico que el silencio sea principalmente acerca de la Palabra de Dios. Pero considera el siguiente pasaje del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer:

[Hay] una visión que representa mal el silencio como un gesto ceremonial, como un deseo místico de ir más allá de la Palabra. Esto pierde la relación esencial del silencio con la Palabra. El silencio es la simple quietud del individuo bajo la Palabra de Dios. Estamos en silencio antes de escuchar la Palabra porque nuestros pensamientos ya están dirigidos hacia la Palabra, tal como un niño guarda silencio cuando entra a la habitación de su padre. Estamos en silencio después de escuchar la Palabra porque la Palabra todavía habla y mora en nosotros… Guardamos silencio únicamente por el bien de la Palabra, y por lo tanto no para mostrar desprecio por la Palabra sino para honrarla y recibirla (Life Together, pág. 79). El mejor silencio no se trata del silencio en sí. El silencio sirve a la Palabra. Específicamente, el silencio sirve a la capacidad de nuestros corazones para recibir la Palabra y, finalmente, disfrutar del Dios que habla la Palabra.

Un alma tranquila y callada

Las oraciones en los Salmos confirman este papel del silencio. En el Salmo 62, David se dice a sí mismo: “Alma mía, en Dios solamente reposa [en silencio], porque de Él es mi esperanza” (Salmo 62:5). El silencio de David no es un nada indistinto. Él busca tiempos de silencio porque espera en Dios.

Y David conecta su esperanza en Dios específicamente con la Palabra de Dios. Al final del salmo, escribe: “Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: que de Dios es el poder, y tuya, oh Señor, es la misericordia” (Salmo 62:11-12). Entonces su esperanza en el Dios que ha hablado lo lleva a buscar el silencio. David espera en Dios porque hay una Palabra para escuchar; él espera en silencio porque desea escuchar al Orador. Su silencio está enfocado en la Palabra.

El tema del silencio y el esperar en Dios ocurre a través de los Salmos. En el Salmo 131, por ejemplo, David escribe: “En verdad que me he comportado y he acallado mi alma… espera, oh Israel, en Jehová” (Salmo 131:2-3). En el Salmo 130, el salmista entrelaza el aguardar y la esperanza en la Palabra del Señor: “Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en Su Palabra he esperado” (Salmo 130:5). Para los salmistas, el silencio y el aguardar dieron esperanza porque se centraron en Dios y en su Palabra.

Él no guarda silencio

Hoy, este tipo de silencio centrado en la Palabra nos beneficiaría inmensamente. El mayor valor en tiempos de silencio no es escuchar nuestros propios pensamientos o tratar de no pensar en nada, sino dejar que el silencio nos prepare para la Palabra de Dios al separarnos de todos los ruidos que nos distraen (¡incluyendo nuestras propias bocas!). El silencio nos ayuda a alejarnos de esos ruidos y a centrarnos en Dios. Entonces, una vez que escuchamos a Dios en Su Palabra, el silencio crea espacio para repasar y esperar en esa Palabra.

El silencio intencionado es una oportunidad para que deliberadamente nos separemos de nuestro mundo de sonido —teléfonos, música, televisión— para que podamos escuchar más claramente a nuestro Dios a través de su Palabra y disfrutarlo a través de lo que escuchamos. El silencio intencional es una oportunidad para que apaguemos la televisión, cerremos nuestras computadoras portátiles y guardemos nuestros teléfonos para que podamos, al igual que el salmista, deliberadamente escuchar y esperar en nuestro Dios en su Palabra.

Francis Schaeffer famosamente escribió: “Dios está allí y Él no guarda silencio”. En nuestras vidas bulliciosas, no podemos obtener suficientes recordatorios de que esto es maravillosamente cierto: nuestro Dios existe, y Él habla en Su Palabra. Así que tomemos el tiempo para el silencio en nuestros días ruidosos con el fin de realmente escuchar a Aquel quien ha hablado.



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