Qué amigo que nosotros tenemos en Jesús

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English: What a Friend We Have in Jesus

© Desiring God

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Por Drew Hunter sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Luis Rivera


Fuiste hecho para la amistad con Dios. Dios no solo quiere que sepamos de él; Quiere que lo conozcamos -- y que experimentemos su amistad. Jonathan Edwards nos insta a "Que sea nuestro primer amor el entablar una amistad eterna con Cristo que nunca se romperá" (WJE Online Vol. 44). El evangelio nos llama a confiar en Jesús como nuestro Salvador, someternos a él como nuestro Rey y valorarlo como nuestro tesoro. También nos llama a disfrutarlo como nuestro amigo.

¿Pero tú lo ves de esta manera? ¿Qué significa para él ser nuestro mejor amigo y cómo experimentamos su amistad?

Él con mucho gusto nos llama amigos

Jesús reunió a sus discípulos por última vez, la noche antes de su muerte, para prepararlos para el día siguiente y el más allá. En el medio de esta noche sagrada, dijo: “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que está haciendo su amo; pero os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer ”(Juan 15:15). Ser llamado siervo de Jesús es un privilegio inconmensurable. Sin embargo, Jesús confiere un honor mayor. Él nos acerca aún más. Nos llama amigos.

Dos evidencias demuestran su sinceridad. Primero, Él abrió su corazón con transparencia. Mientras que un maestro no le dice a su siervo lo que está haciendo, Jesús nos reveló la voluntad de su Padre. Y Él enviaría su Espíritu para asegurar que todos los futuros discípulos escucharan estas palabras (Juan 14:26; 16: 12–15).

En segundo lugar, la cruz demuestra su amistad. Él dijo: "Nadie tiene más amor que éste, que alguien dé su vida por sus amigos" (Juan 15:13). Él quería que sus discípulos vieran la cruz y pensaran: Ahora entiendo: se sustituyó por mí bajo la ira de Dios, y lo hizo porque me ve como su preciado amigo. Él quiere que veamos la cruz como un sacrificio lleno de afecto para los amigos.

La amistad está en el corazón más profundo de Cristo y está en el mismo centro del evangelio.

Él no es nuestro rey o nuestro amigo

Sin embargo, para algunos, la amistad con Jesús parece disminuir su gloria. A menudo he escuchado el sentimiento: "Jesús no es nuestro amigo; Él es nuestro Rey. "Pero no tenemos que elegir, porque ambos son ciertos: Jesús es nuestro rey soñado y Él es nuestro mejor amigo. Esto no minimiza su gloria; la magnifica, porque muestra la inmensa riqueza de su gracia (Efesios 1: 6–7). Solo la gracia explica al Rey soberano que recibe a los pecadores como sus amigos.

Pero, ¿relacionarse con Jesús como amigo disminuye su autoridad en nuestras vidas? No, en absoluto, porque cuando nos llama amigos, Él sigue siendo nuestro Rey. Él dijo: "Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando" (Juan 15:14). Jesús nos dice que le obedezcamos; nunca le decimos que nos obedezca. Y nuestra obediencia no merece, sino que prueba nuestra amistad con él.

La amistad de Jonatán con David en 1 Samuel nos da un claro paralelo. Pensamos debidamente en ellos como ejemplo de amistad. Pero su historia describe específicamente cómo podemos ser amigos de Cristo, el Rey mesiánico. Jonatán era el amigo de David, pero David era el rey ungido de Israel. Y cuando David llamó a Jonatán a demostrarle fidelidad, él respondió: "Lo que digas, lo haré por ti" (1 Samuel 20: 4). Mientras David señala a Jesús como el Rey, Jonatán señala a todos los que siguen a Cristo como amigos.

Necesitamos evitar dos errores: un error es llamar con poca seriedad a Jesús un "amigote", "compinche" o "complice"--, como si la amistad fuera trivial. En el otro extremo, podemos enfatizar tanto la realeza de Jesús que omitimos su compañía. Podríamos enfatizar tanto en su autoridad, y no disfrutar de su afecto. Pero Jesús se ofrece a nosotros como nuestro soberano cósmico y nuestro amigo más cercano.

Cultivando la amistad con Cristo

¿Cómo cultivamos esta relación?

Primero, expandamos nuestra visión de Él. Considerando cómo Él es el mejor amigo de los grandes pecadores. Él se acerca a nuestro sufrimiento y permanece comprometido incluso en nuestro tropiezo. Él nos deja entrar y nos ama hasta el final. Él no sólo nos justifica y luego no nos hace a un lado; él nos acoge en su corazón más profundo.

Él nos conoce mejor que nosotros mismos, y nos ama más profundamente de lo que nadie más podría. Estamos más cerca de su corazón como nadie ha estado nunca en el nuestro. Como escribió Jonathan Edwards, "Todo lo que hay, o puede haber, que es deseable ser en un amigo, está en Cristo, y eso es el más alto grado que se puede desear" (Obras, 19: 588).

En segundo lugar, cultivar la amistad a través de la comunión. Las relaciones prosperan con la conversación. Mientras leemos, recibimos y recordamos la palabra de Dios, escuchamos que se dirige a nosotros como amigos. Y luego oramos -- le agradecemos, le confesamos nuestros pecados y compartimos nuestros agobios con él. Hacemos esto a lo largo del día, no reportándonos como sirvientes, sino relacionándonos como amigos.

Finalmente, probemos nuestra amistad a través de la obediencia. ¿Cuánto cambiaría si supiéramos que el que nos ama tan profundamente está con nosotros tan constantemente?. ¿No es su compañerismo uno de los mayores impedimentos para pecar?. Si nuestro gran amigo murió por nuestros pecados, ¿cómo podemos tratarlos tan a la ligera?. Cuando Jesús dice: "Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando", respondamos como Jonatán, "Todo lo que digas, lo haré por ti".

Jesús nos eligió como amigos, murió por nosotros como amigo, nos hizo confiar en él como nuestro amigo, y seguirá siendo nuestro amigo por los siglos que vienen. Qué amigo que tenemos, momento a momento, ahora y por siempre, en Jesús.


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