Señor, aumenta mi capacidad de amar

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English: Lord, Increase My Capacity to Love

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Amando a los otros

Traducción por Carlos Diaz


¿Las personas saben que somos discípulos de Jesús por la forma en que nos amamos los unos a los otros (Juan 13:35)?

Esta es una buena pregunta, aunque quizás no la mejor forma de hacerla. El uso del plural “somos” puede tener un efecto distanciador poco útil.

Por ejemplo, podría estar propenso responder con una crítica general del estado de amor en “la iglesia” y sacudir mi cabeza y lamentarme sobre cuán lejos “nos hemos” alejado de la norma del Nuevo Testamento. Al hacerlo, puedo hacer que yo mismo parezca ser más fervoroso sobre los mandamientos de amor del Nuevo Testamento que los demás, y sienta un falso y sútil sentido de superioridad a la masa anónima de “nosotros” cooperativos fallando en amar a Jesús como se nos indicó.

Este tipo de disposición mental generalmente resulta en nada productivo.

Contenido

Yo, no Nosotros

Necesito revisarme a mí mismo de forma cuidadosa cuando se trata de criticar a la iglesia, ya que es tan fácil y de bajo precio, que se puede sentir engañosamente significativo. Al analizar y evaluar la falta de amar “de la iglesia” — y al diagnosticar, sin embargo, correctamente las fuerzas teológicas, históricas, culturales y sociológicas a gran escala que contribuyen a este problema — se puede sentir profundamente, cuando en realidad no estoy haciendo nada. Al hablar acerca de la falta de amor cristiano principalmente como un problema externo, no coloca demandas personales y específicas sobre mí. Esto no es bueno, porque Jesús no aprueba el amar de amor sin actos de amor o cambio de amor (1 Juan 3:18).

Así que, la forma en la que necesito enmarcar la pregunta es esta: ¿Las personas saben que soy discípulo de Jesús por la forma que amo a los demás?

Confieso que mi carne quiere esquivar esta pregunta porque me enfoca sólo a mí - pero es justo donde necesito estar. Me obliga a detenerme de compararme a mí mismo con mi propia concepción de “la iglesia” por mucho y comenzar a compararme a mí mismo a Cristo que dijo, “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Juan 13:34). Y eso me ayuda a ver el diario de falta de amor por mis propios ojos, y mi desesperada necesidad por la ayuda de Dios para quitarla.

Distinguiendo la Marca de un Discípulo

Jesús, al ser Dios, es amor (1 Juan 4:8). Y su amor cubre una multitud de pecados (1 Pedro 4:8). Su amor busca servir, en vez de ser servido (Mateo 20:28). Su amor busca salvar al perdido (Lucas 19:10) y derrocha el regreso prodigioso con gracia (Lucas 15:11–32). Su amor es paciente y bondadoso; no es envidioso, vanidoso, arrogante o rudo. Su amor no es irritable o resentido, no insiste sobre su propio camino egoísta, solo se regocija en la verdad y produce todas las cosas (1 Corintios 13:4-7).

El amor de Cristo trasciende toda virtud; es la forma más excelente (1 Corintios 12:31; 13:13).

Y Jesús dijo que esta clase de amor sería la marca distintiva de sus seguidores, la cosa más notable sobre ellos (Juan 13:35). Porque amarán como Él amó, serían sus embajadores de amor en la tierra (2 Corintios 5:20). Así que, se supone que los Cristianos sean las personas más enfocadas en el amor, más seguidoras del amor, y las que más den amor sobre la faz de la tierra.

¿Esto soy yo? ¿Esto son ustedes? ¿Las personas los describen a ustedes y a mí como un amor notable?

Creciendo en Amor

Oh, cómo todos necesitamos el enfoque expuesto misericordioso del Espíritu Santo para iluminar nuestros niveles de amor. No tenemos prioridades más altas en la vida que amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, fuerza, y mente, así como también amar a nuestro vecino como nos amamos a nosotros mismos (Lucas 10:27). No deberíamos desperdiciar un día más permitiendo que cualquier cosa impida nuestra búsqueda de esos dos amores. Y si estamos leyendo cuidadosamente los grandiosos mandamientos, las palabras “todo” y “como” deberían hacernos caer hasta nuestras rodillas. Están allí para hacernos desesperar por Dios.

Esta clase de desesperación — desamparo superior — es lo que nos conduce a rezar. Las personas que rezan son personas que saben que están alejadas de Cristo que no pueden hacer nada más (Juan 15:5). Buscan residir en Él porque le necesitan desesperadamente. Los cristianos no siempre — de hecho, no siempre deberían — sentir la emoción de la desesperación cuando rezan. Los Santos que aprenden a descansar más en las promesas de Dios han aprendido más profundamente cuán completamente dependen en Dios para todos. Y qué tan fiel realmente es.

Pero ninguno de nosotros presiona oratoriamente el amar a Dios con todo nuestro ser, o amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, hasta que vmos claramente nuestra profunda falta de dicho amor - cuánto necesitamos ser completados con el Espíritu de Cristo para así amar como Cristo. Probablemente nos mantendremos comparándonos a nosotros mismos respecto a la vara baja de los demás, y a menudo sentimos que lo estamos haciendo relativamente bien, hasta que invitamos al Espíritu de Cristo a que nos examine. Sus preguntas siempre entran más profundo. “¿Aman a los demás como Yo los he amado?” “¿Los no creyentes saben que ustedes son mis discípulos por la forma que aman los Cristianos que hes le otorgado amar?”

¿Realmente deseamos saber cómo visualiza nuestros niveles de amor? Nos invita a preguntarle, y el promete respondernos si deseamos saber (Lucas 11:10). Su respuesta puede ser devastadora. Pero eso producirá la desesperación devota que conlleva al crecimiento.

Cueste lo que cueste, Señor

Jesús es absolutamente serio acerca de su mandamiento, quizás más de lo que podamos pensar (Juan 13:34). No nos mandó a amar a los demás relativamente bien. Él nos mandó a amar a los demás divinamente bien - para amar como Él nos amó.

No importa que esto sea imposible para los seres humanos caídos, más para Dios no, porque todas las cosas son posibles para Dios (Marcos 10:27). Y ya que el Padre promete darle su Espíritu a aquellos que lo soliciten (Lucas 11:13), permítenos solicitarlo atrevidamente (Hebreos 4:16) y persistentemente (Lucas 11:5–8):

Cueste lo que cueste, Señor, aumenta mi capacidad de amar hasta que te ame con todo mi corazón, alma, fuerza, y mente, y amar a mi prójimo como me amo a mí mismo.



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