Un Cántico De Adoración Digno De La Eternidad

De Libros y Sermones Bíblicos

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English: A Worship Song Worthy of Eternity

© Desiring God

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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Javier Matus


Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”. (Apocalipsis 5:9-12)

Las canciones van y vienen en nuestra cultura —nuevos lanzamientos en listas de cartelera, de éxitos clásicos a antiguos. Los músicos ascienden y se desvanecen; los géneros entran y salen de moda; los instrumentos, los medios y la tecnología están evolucionando todo el tiempo. Hay pocas canciones o artistas, si es que hay algunos, que realmente conecten con personas de cada generación con el mismo poder.

Sin embargo, hay grandes canciones que perdurarán. No necesariamente se reproducirán en la radio o en Internet en los siglos XXII o XXIII. Estas son canciones que serán escuchadas, amadas y cantadas una y otra vez en la eternidad. Apocalipsis 5 nos da la letra de una de esas canciones. Está escrito para el Cordero de Dios —su nombre es Jesús— y su estribillo es “Digno”.

Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. (Apocalipsis 5:9-10)

Un cántico para el Inmolado

El único digno de nuestra adoración fue el que fue inmolado por nosotros. “Fuiste inmolado” (Apocalipsis 5:9). Es una imagen impactante, incluso ofensiva. El Dios que merece la adoración de cada persona en nuestro planeta en la historia de nuestro planeta fue asesinado. ¿Cómo es posible? ¿Por qué alguien tan grande, tan inmenso, tan infinito y tan fuerte se sometería a Sí Mismo a la muerte, especialmente a una muerte como la Suya? Es inconcebible que Dios pudiera morir. Pero lo hizo, y Su muerte demuestra Su amor y valor de una manera dramática.

El Hijo de Dios, enviado para salvar a Su pueblo de su pecado, fue a la cruz para recibir en Su cuerpo el castigo que merecíamos. La salvación costó un sacrificio y solo Uno pudo pagar un precio tan alto. Él entregó Su vida, cargó con la ira recta y justa de Dios, y así hizo posible que fuéramos bienvenidos a Dios de nuevo a través de la fe como de niños. Cantamos: “¡Digno!” al Salvador de nuestras almas, el Cordero que fue inmolado en nuestro lugar.

Un cántico por el rescate del mundo

Aquel digno de nuestra adoración no vino a salvar a algunas personas de unos pocos lugares de la tierra. No, sabemos que el rescate se ofreció para redimir a personas “de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9). Dios es digno de la adoración de todo el mundo, y gracias a Jesús, la tendrá.

No todos serán salvos, pero el grupo reunido en adoración alrededor del trono en ese último día será tan diverso como el mundo de personas que Dios ha creado. Cuando nos paremos allí, viendo a Aquel Inmolado por nosotros, miraremos a nuestro alrededor y observaremos a cientos de miles de hombres y mujeres maravillosamente diferentes a nosotros, todos declarando: “¡Digno!” a su manera. Y eso en sí mismo será una razón más para que nosotros mismos adoremos a Dios.

Un cántico para la eternidad

El cántico que nosotros —los de todo linaje y lengua y pueblo y nación— cantamos al Cordero que fue inmolado por nosotros es un cántico para las edades. Esta melodía nunca envejecerá. La letra nunca dejará de afectarnos fresca y poderosamente. Cantaremos con amor, asombro y gratitud cada vez mayores. Nunca nos cansaremos de cantar estas palabras a nuestro Dios, Rey y Redentor. En cierto sentido, todo nuestro cantar en esta vida solo nos prepara para alzar nuestras voces hacia Él en adoración ante el trono para siempre.

Al sonido de este nombre —el nombre de Jesús— los perdidos se salvan, los temores se arrojan fuera, los débiles encuentran fuerza, los enfermos son sanados, los muertos son resucitados, y así nosotros, los redimidos, cantamos con todo nuestro corazón y todo nuestro gozo: “¡Digno, digno, digno!”.


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