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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por María Veiga


¿Por qué el universo anhela ser nuevo?

En la segunda venida de Cristo, el pueblo de Dios verá al Rey resucitado con su gran poder y gloria. Serán transformados instantáneamente en personas sin pecado que serán como su glorioso Rey para siempre. En esa semejanza con Cristo, su capacidad de amar, de deleitarse en lo que es verdaderamente grande, hermoso y digno, se elevarán a alturas inimaginables al compartir el mismo amor del Padre y del Hijo. Y en ese deleite supremo, puro y perfeccionado por Dios, brillará la gloria de Dios.

En este punto, podríamos (erróneamente) concluir que se ha alcanzado la plenitud de los propósitos de la providencia. Pero para sorpresa de muchas personas, Dios no tiene la intención de que nuestra visión de la gloria, o nuestra semejanza con la gloria, o nuestras alabanzas a la gloria, sean físicamente invisibles o inaudibles. Por lo tanto, sería un error pensar que estas obras de providencia terminan con la plenitud del propósito de Dios. Hay más. Otra obra de providencia que surge de la segunda venida es la resurrección del cuerpo y la renovación del universo.

Dios no creó el universo material, incluyendo nuestros cuerpos físicos, para ser desechados al final de esta era. Eso no es lo que vemos en la Biblia.

Renovación del universo

El universo creado, y todo lo que hay en él, es y será (en un grado infinitamente mayor) un teatro de la gloria de Dios. “Los cielos cuentan la gloria de Dios; la expansión proclama la obra de sus manos.” (Salmo 19:1). Esto es cierto para todo el mundo material, desde la partícula subatómica más pequeña hasta la galaxia más distante. La pequeñez de la raza humana dentro de la inmensidad del universo no es una incongruencia, pues la inmensidad del universo no tiene que ver con la grandeza del hombre, sino con la grandeza de Dios. El hombre tiene su grandeza, pero radica en su capacidad de conocer y adorar al Dios que llama al universo la “obra de [sus] dedos” (Salmo 8:3).

En su obra de creación, Dios ha tejido una trama de realidad a partir de lo material y lo inmaterial. Lo hizo de tal manera que su interconexión es misteriosa, pero esencial para la máxima manifestación y disfrute de su gloria. Al resucitar el cuerpo humano de entre los muertos y al renovar el universo para que habiten esos cuerpos, la providencia de Dios hace realidad el objetivo final de todas las cosas: la glorificación completa de su pueblo y la plenitud de la manifestación de su propia grandeza, belleza y valor.

Cuerpo natural moribundo, cuerpo espiritual venidero

En la segunda venida,

El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. (1 Tesalonicenses 4:16)

Pablo describe esos cuerpos resucitados:


42 (…) Lo que se siembra en corrupción resucita en incorrupción; 43 lo que se siembra en deshonra resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad resucita en poder; 44 se siembra un cuerpo natural y resucita un cuerpo espiritual. (1 Corintios 15:42-44).

¿Qué es un cuerpo espiritual? Debemos tener cuidado de no pensar en algo etéreo o fantasmal. Pablo dijo que Cristo haría nuestro cuerpo resucitado como el suyo: “Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas.” (Filipenses 3:21). El Cristo resucitado no era un fantasma. Se apareció a sus discípulos y dijo: “Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo.” (Lucas 24:39). Luego comió un trozo de pescado para dejarlo fuera de toda duda: un cuerpo espiritual no es un espíritu (Lucas 24:42-43).

Más bien, un cuerpo espiritual es un cuerpo recreado en una forma que está más allá de nuestra comprensión y experiencia. Es espiritual al menos en el sentido de que ahora está, no parcialmente sino totalmente, preparado para que habite en él el Espíritu de Dios. Ahora tiene capacidades dadas por el Espíritu que nunca tuvo. ¿De qué otra manera podríamos mirarnos unos a otros sin quedarnos ciegos, cuando cada uno de nosotros brilla como el sol (Mateo 13:43)?

Nuevo Universo Hecho para la Nueva Humanidad

Para demostrar que el universo existe para el hombre, no el hombre para el universo sucede algo absolutamente asombroso. Dios rehace el universo precisamente para acomodar a la nueva humanidad con sus cuerpos espirituales.

El profeta Isaías previó este día y pronunció la palabra de Dios: “Presten atención, que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No volverán a mencionarse las cosas pasadas ni se traerán a la memoria.” (Isaías 65:17). El apóstol Juan también lo vio: “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar.” (Apocalipsis 21:1). Y el apóstol Pedro describió el surgimiento de los nuevos cielos y la nueva tierra a través de una purificación cataclísmica:

12 (…) Ese día los cielos serán destruidos por el fuego y los elementos se derretirán con el calor de las llamas. 13 Pero según su promesa, nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habita la justicia. (2 Pedro 3:12-13)

Pero lo que es asombroso más allá de la magnitud inimaginable de esta providencia es el hecho de que toda la renovación se lleva a cabo para que el universo se adapte a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Aquí están las impresionantes palabras de Pablo:

19 La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, 20 pues fue sometida a la frustración, no por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza 21 de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Romanos 8:19-21)

La imagen no es la del hombre de puntillas esperando una nueva creación. Es lo contrario: la creación está de puntillas, esperando el día en que los hijos de Dios serán glorificados. Cuando Dios sometió la creación a su condición caída de vanidad y corrupción, tenía en mente un día futuro de liberación. Esa liberación fue planeada como una respuesta a la glorificación del pueblo de Dios. Fue concebida como una participación en la libertad y la gloria de los hijos redimidos de Dios. “21 (…) la creación misma (…) alcanza la gloriosa libertad de los hijos de Dios.” (Romanos 8:21).

Hogar perfecto para gente perfecta

Los niños recibirán cuerpos espirituales nuevos, libres y gloriosos, y toda la creación será transformada en una morada perfecta diseñada para esta nueva humanidad. Esto significa que el propósito original de la creación, declarar la gloria de Dios, será elevado en la medida en que los santos tengan capacidades elevadas para ver, saborear y mostrar la gloria de Dios.

El pecado será completamente eliminado. No habrá nada impuro, inmoral o espiritualmente tibio. Todos los pensamientos serán verdaderos. Todos los deseos estarán libres de cualquier exaltación personal. Todos los sentimientos serán tranquilos o intensos en perfecta proporción a la naturaleza de la realidad sentida. Todas las acciones se harán en el nombre de Jesús y para la gloria de Dios. Cada partícula, movimiento y conexión en el mundo material comunicará algo de la sabiduría, el poder y el amor de Dios.

Y la capacidad de las mentes, corazones y cuerpos glorificados de los santos conocerá, sentirá y actuará sin frustración, confusión, represión, recelo, duda, remordimiento ni culpa. Todo nuestro conocimiento, lo que sea que sepamos, incluirá el conocimiento de Dios. Todo nuestro sentimiento, lo que sea que sintamos, incluirá el gusto del valor y la belleza de Dios. Todo nuestro actuar, lo que sea que hagamos, cumplirá con dulce satisfacción con la voluntad de Dios.

El costo del paraíso

Cantaremos por siempre “el cántico del Cordero” (Apocalipsis 15:3), el Cordero que fue inmolado (Apocalipsis 5:9), lo que significa que nunca olvidaremos que cada vista, cada sonido, cada fragancia, cada tacto y cada sabor en el nuevo mundo fue comprado por Cristo para su pueblo inmerecedor. Este mundo, con toda su alegría, le costó la vida (Romanos 8:32; 2 Corintios 1:20).

Todo placer de cualquier tipo intensificará nuestra gratitud y amor por Jesús. Los nuevos cielos y la nueva tierra nunca disminuirán, sino que aumentarán, nuestra gloria “en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 6:14). Nunca olvidaremos que el teatro recreado de maravillas, este incomprensible entretejido de belleza espiritual y material ha llegado a existir por medio de Cristo y para Cristo (Colosenses 1:16).

Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, contemplará la obra terminada de su providencia y se regocijará por ella con cánticos (Sofonías 3:17). El Padre se regocijará por la excelencia del Hijo y sus logros triunfantes (Mateo 17:5; Filipenses 2:9-11). El Hijo, el esposo, se regocijará por su esposa inmaculada, la iglesia glorificada (Isaías 62:5). Y el gozo del Espíritu Santo llenará a los santos como el mismo gozo de Dios en Dios (1 Tesalonicenses 1:6).


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