No silencies tu desorden
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Paul Tripp sobre Miedo y Ansiedad
Traducción por Sofia Pamela Patelli
La vida de la fe para un seguidor de Jesucristo es desordenada. ¿Te diste cuenta? Vivimos en un mundo caído. El pecado ha frustrado al universo y la creación está sometida a la vanidad y es esclava de la corrupción (Romanos 8:20-21). Esto hace que nuestra existencia diaria sea difícil y complicada.
Esta frustración puede ser tanto mundana como extrema. Nuestra alfombra resistente a las manchas resulta, después de todo, no tan resistente a las manchas. El coche nuevo y brillante que huele a auto nuevo es, bueno, solo un coche, con los rayones y los ruidos que lo prueban. Nuestro cronograma diario nunca parece salir como lo planeamos.
Al otro lado del espectro, puede ser que recibas un diagnóstico que te cambiará la vida. Un amigo puede estar experimentando un gran sufrimiento. Un ser querido que estaba aquí ayer acaba de fallecer. Recientemente, ¿has experimentado alguna de estas realidades de la vida en un mundo caído? ¿Cómo te comunicas con Dios ante una dificultad?
¿Hacia dónde huyes?
Dentro del mundo caído, vivimos con gente quebrantada. En Génesis 3, el hombre y la mujer se acusan y se calumnian mutuamente y, a continuación, un hombre asesina a su hermano. Para salvar su vida, David huyó de su hijo Absalón. Cristo fue traicionado y negado por aquellos que fueron sus seguidores más cercanos. Aunque muchos de nosotros no lleguemos a experimentar el drama en ese nivel, todas nuestras relaciones son menos que perfectas y, si queremos que duren y, hasta que prosperen, se requiere un esfuerzo diario significativo. Recientemente, ¿has experimentado el quebrantamiento de las relaciones? ¿A dónde vas para buscar alivio?
Y para empeorar las cosas, luchamos con nuestro pecado interno y las tentaciones externas. El pecado distorsiona nuestros pensamientos, deseos, elecciones, acciones y palabras. La Biblia requiere que cada uno de nosotros acepte que, en los niveles más prácticos, tenemos defectos morales en nosotros y que no podemos hacer absolutamente nada para resolverlos solos. Mientras tanto, luchamos contra las fuerzas espirituales del mal, que son como feroces leones rugientes, buscando a quién devorar (1 Pedro 5:8). ¿A qué luchas internas y tentaciones externas te estás enfrentando en este momento? ¿Cómo estás luchando contra ellas?
Creo que entiendes la idea. La vida cristiana es desordenada y complicada. De alguna forma, todos los días, te enfrentarás a la decepción, la pena, el dolor, la confusión y la lucha. La pregunta es, ¿a dónde irás y qué es lo que harás?
Los corazones transparentes ante Dios
Si eres un verdadero seguidor de Jesús, al experimentar la frustración de la vida en un mundo caído, estarás en comunicación constante con el Señor. Muchos de nosotros solemos pensar que nuestras vidas de plegaria (o nuestra comunicación con Dios) se limitan a nuestro tiempo de devoción personal, antes de una comida con la familia, durante el momento de oración en el culto o dentro de nuestro pequeño grupo de estudio bíblico.
La realidad es que hablamos con Dios todo el día. A veces esas conversaciones son verbales; otras, son silenciosas en nuestros corazones. A veces son gritos de dolor; otras, son cánticos de profunda alegría y profundo agradecimiento.
Esa es una razón por la que me gustan tanto los Salmos: podemos escuchar a escondidas cómo el escritor habla con Dios todo el día. De forma poética inspirada por el Espíritu, los salmistas registraron sus conversaciones honestas y transparentes con Dios. La angustia, la duda y la debilidad. La confusión, la desesperación y el deseo de rendirse. Los recordatorios propios de encontrar fuerza en Cristo y seguir a Dios sin importar nada. La felicidad permanente y profunda cuando recordamos la presencia y la gracia de Dios.
Me veo reflejado en cada Salmo. La historia y la lucha de mi vida en la fe se encuentra inmersa en cada una de las páginas, al igual que la tuya. Sin embargo, si todo lo que hiciéramos fuera descubrirnos a nosotros mismos en los Salmos, nos iríamos deprimidos y desalentados. Más importante aún, encontramos a Cristo en los Salmos. Nos enfrentamos y somos reconfortados por la belleza de su lealtad, paciencia, poder, sabiduría y gracia.
Como creyente en Jesús, no hay lugar más sano en el que estar para recordarte a ti mismo quién eres y quién es tu Salvador. Eso es lo que los Salmos hacen tan bien y eso es lo que una vida de devoción saludable debe estimular.
Tu vida de devoción debería servir como un gran recordatorio del Evangelio. Debería recordarte el horrible desastre del pecado. Debería recordarte a Jesús, que estuvo en tu lugar. Debería recordarte la virtud que es su regalo. Debería recordarte el poder transformador de la gracia que ni tú ni yo pudimos habernos ganado. Debería recordarte el destino que está garantizado para todos los hijos de Dios obtenidos con sangre.
Un recordatorio diferente
Si te pareces un poco a mí, eres olvidadizo. No solo olvidas las llaves del auto o a qué hora tenías que estar en esa reunión, la familiaridad espiritual te hace olvidar el Evangelio de Jesucristo. A medida que los temas relacionados con la gracia se vuelven cada vez más y más familiares, dejan de capturar tu atención, asombro y adoración de la forma que deberían.
Escribo para recordarme a mí mismo y a los demás acerca de la gloriosa gracia del Evangelio de Jesucristo. Hace algunos años, me comprometí a escribir 366 recordatorios diarios. También suelo recordarme a mí mismo acerca del Evangelio en una forma diferente: la poesía.
No me retiro a una cabaña en el campo para escribir poemas. No, saco mi teléfono en el avión para escribir algunas líneas. Escribo rápidamente una frase en una servilleta cuando espero en Starbucks. Me paro a un lado del camino para capturar un pensamiento que me llega de repente. Escribo poemas de forma espontánea mientras interactúo y me comunico con nuestro Señor y Salvador.
Lo que estás a punto de leer es uno de esos poemas. Mi esperanza es que esta pieza, llamada "Mi corazón grita", te ayude a ver al Salvador con mayor claridad, a entender su gracia con mayor profundidad, a confesar tu lucha con más honestidad, a adorarlo de forma más cabal y a continuar siguiendo al Salvador incluso cuando te lleve a lugares inesperados y difíciles.
Mi corazón grita,
pero no me siento
atemorizado,
desalentado,
aterrado,
olvidado,
solo,
consternado,
o inseguro
por el estrépito
de un millón de voces
de todos lados,
de todas las situaciones,
jóvenes y ancianos
lloran día y noche
débiles,
alienados,
asustados,
y sufriendo,
no estás
abrumado,
no estás
distraído,
no estás
asqueado,
no estás
desalentado,
no estás
exhausto.
Pero oyes,
escuchas,
atiendes
mi grito
con la ternura de
la piedad,
con la paciencia del
espíritu, y con la generosidad del
amor.
Escuchas mi
plegaria y nunca
das la
espalda.
Pero con el poder y la sabiduría
y el corazón sensible de un
Salvador,
haces esta cosa maravillosa:
respondes.
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