¿Cómo Puedo Cambiar?/Diferentes Caminos a La Santidad: Un Repaso Histórico

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English: How Can I Change?/Appendix A: Different Roads to Holiness: An Historical Overview

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Por Robin Boisvert sobre Santificación y Crecimiento
Capítulo 10 del Libro ¿Cómo Puedo Cambiar?

Traducción por Covenant Life Church

Vale la pena notar cómo es que las diferentes tradiciones en la historia de la Iglesia han entendido lo que es la santificación. En Spiritual Companions: An Introduction to the Christian Classics, Peter Toon identifica tres diferentes aproximaciones al camino a la santidad: Griega (oriental), Medieval Occidental (católico romano), y Protestante.

Contenido

Griega

La aproximación griega se conoce como deificación - impartir en el alma la divina vida de Cristo a través del Espíritu Santo...De este modo la comunión y unión con Dios es el propósito de la salvación y es posible para los seres humanos cuando buscan perder su dependencia en el mundo y en la carne y son transfigurados por la luz de la gracia de Dios.[1]

Este método se puede ver en los comienzos del movimiento monástico. Durante el tercer siglo, los ermitaños de Egipto reaccionaron contra la negligencia moral que había comenzado a meterse en la Iglesia. Dos siglos antes, la Iglesia se componía de cristianos judíos y gentiles cuyas normas de ética eran bastante altas. Pero esas normas comenzaron a decaer a medida que más y más gente se añadía a la Iglesia. Añade a esto el deterioro moral que acompañó al declive del imperio romano y podemos ver el problema. El mundo se estaba haciendo rápidamente, en la frase de Hobbes, “repugnante, bruto, y bajo”. No que la Iglesia necesariamente había bajado sus normas. De hecho, era moralmente rigorosa en comparación con la Iglesia de hoy. Pero los santos ermitaños dejaron el mundo romano derrumbante para buscar la salvación en el desierto.

En un compasivo ensayo, Charles Kingsley describe la vida de estos ascéticos como una que consistía de

...celibato, pobreza, buenas obras con el prójimo, dominio de sí mismo y a veces toda clase de tortura de sí mismo, para expiar (tanto como se pudiera) los pecados cometidos después del bautismo: y el alimento mental de [éstos] era la continua meditación sobre la vanidad del mundo, la pecaminosidad de la carne, las glorias del cielo, y los horrores del infierno: pero con todo esto los viejos ermitaños combinaban - para hacerles justicia - una fe personal en Dios, y un amor personal por Cristo, que los que los desprecian harían bien en copiar.[2]

Para crédito de ellos, estos ermitaños - incluso el gran Antonio - servían para detener la expansión de la mundanalidad entre los cristianos, e inspiraban a muchos a ir en pos de la santidad.

Los extremos métodos de negarse a sí mismos que usaban algunos en esta tradición están bien documentados. En el quinto siglo, Simón el Estilita (santo del pilar) pasó los últimos treinta y seis años de su vida sobre un pilar que poco a poco fue alargado hasta que llegó a una altura de sesenta pies. Fue ampliamente imitado, y en realidad tuvo un influyente ministerio a medida que un permanente tropel de peregrinos llegaba a visitarlo y a hacerle preguntas. Él dio vida a un movimiento que se esparció desde su propia Antioquia a “Georgia, Tracia, Macedonia, Grecia y hasta Egipto...ya para el séptimo siglo había tantos estilistas, que se consideraban como una orden especial de religión”.[3] El singular punto que subrayaron al confinarse a estos encumbrados pilares era la renuncia del mundo. Si la soledad hubiera sido su propósito principal, ciertamente hubieran descubierto un modo de obtenerla sin convertirse en semejantes espectáculos.

En los siglos que siguieron, la aproximación monástica a la vida cristiana (ya sea solitaria o en comunidad) se expandió y era considerada por muchos como el ideal. Lo que lentamente surgió fue un punto de vista de dos niveles del cristianismo. Las multitudes eran consideradas como cristianos ordinarios, seculares en naturaleza, que vivían en el mundo e interactuaban con él. Luego estaban los que lo abandonaban todo para hacerse monjes. Si uno de verdad quería vencer el pecado, conocer a Dios, y ser santo, simplemente se suponía que adoptaría una vida monástica.

Es interesante que a principios de mi ministerio, un joven de Egipto vino a pedirme consejo. Tentado como lo son la mayoría de los hombres por pensamientos y deseos impuros, él insistía en que la única manera en que podía vencer el pecado era hacerse monje. Parece que la tradición es muy profunda. Pero a pesar de estos obvios excesos, la negación de sí mismo del monasticismo ofrecía dos incuestionables beneficios: recordaba a la gente de su moralidad y avivaba una conciencia del mundo venidero.

Medieval Occidental

La aproximación occidental que continuó [ha continuado] en el pensamiento católico romano es la de las tres maneras - la purificación/limpieza de pecado; la aclaración/iluminación de la mente; y el ser uno con Dios por medio de la gracia.[4]

Esta es una rica tradición que se extiende a través de la historia de la Iglesia y que tiene una voz perdurable aun entre los evangélicos protestantes. Los que conocen los escritos de A.W. Tozer notarán las muchas referencias y alusiones a personas como Nicolás de Cusa, Bernardo de Clairveaux, y Juan de la Cruz. Lo que más sobresale en esta tradición mística es el ardiente lenguaje de devoción a Dios y el deseo de tener pureza de corazón. Hay una pasión hacia Dios expresada en estas obras que revela una profundidad de añoro y una riqueza de experiencia subjetiva. No se pueden leer sin detener la frenética actividad que caracteriza nuestra ocupada vida para poder escuchar a Dios en medio de meditabundo silencio. Cuando leo obras de esta tradición invariablemente soy llevado a examinar mi propio corazón hacia Dios y a arrepentirme de la frivolidad que ahí encuentro.

Pero a pesar de estos puntos fuertes, ciertos distintivos de este camino de contemplación hacia la santidad deben darnos qué pensar. El énfasis parece estar en buscar un conocimiento directo de Dios. El crucial papel de Cristo como mediador entre nosotros y el Padre generalmente no se presenta tan claramente como se presenta en la Escritura. En una crítica de la tradición medieval occidental, John Calvin escribió que “Sólo los tontos buscan el conocimiento directo de la esencia de Dios”.[5]

Un lenguaje tan fuerte se justifica, arguye Sinclair Ferguson, para proteger la importancia de la obra expiatoria de Cristo. Ferguson escribe,

Mientras que la tradición contemplativa da mucho énfasis a la humanidad y pasión de Cristo como tal, el cristianismo reformado da énfasis central a la transacción que tuvo lugar cuando el Hijo Encarnado de Dios recibió el juicio de su Padre Santo contra el pecado del hombre. Si pasamos esto por alto, insiste, no hay acceso a Dios, y por lo tanto no hay verdadero conocimiento, de Dios.[6]

Con estas advertencias en mente, hay mucho que ganar del estudio y la meditación de los escritos de esta tradición.

Protestante

“La aproximación protestante”, dice Toon, “se ha centrado en la relación entre la justificación y la santificación”.[7] En realidad no fue sino hasta que la Reforma Protestante enfatizó la justificación por gracia que la santificación comenzó a verse como algo distinguible de la justificación. Pero aunque las doctrinas se relacionan íntimamente, hay una gran ventaja en considerarlas por separado.

¿Cómo es que van juntas la justificación y la santificación? Dentro del marco protestante, por supuesto, hay una variedad de opiniones. Una perspectiva luterana, por ejemplo, ve la santificación simplemente como un subpunto bajo la justificación. Los luteranos subrayan la necesidad de un completo entendimiento de la justificación por gracia solamente (vernos cómo Dios nos ve) como la manera de vencer el pecado y vivir en victoria. Algunos luteranos han sido criticados por hacer que la doctrina de la justificación parezca más central para la vida cristiana que Jesucristo.

La teología reformada señala nuestra unión con Cristo como la base para la victoria; subraya el hecho de que Él es el autor y consumador de la fe como también el capitán de nuestra salvación. Por la obra consumada de Cristo y su presente intercesión, podemos mortificar el pecado inmanente y resistir las tentaciones del diablo. Esta tradición incluye no sólo a Calvin, sino también a los puritanos ingleses y a sus herederos.

John Wesley defendió otra postura, enseñando una doctrina de total santificación (no debe confundirse con el perfeccionismo total) que recalca el lado experimental de la verdad - no sólo el lado objetivo, lógico. Cualquiera que sepa algo de su conversión comprenderá la base para su doctrina. Ninguno de los argumentos lógicos para la fe parecían ayudarlo. Pero cuando Wesley se encontró con el Dios viviente, todo eso cambió. Arnold Dallimore cita del Diario de Wesley: “Sentí mi corazón extrañamente avivado. Sentí que confiaba en Cristo, en Cristo solamente para la salvación; y me fue dada una seguridad de que Él había quitado mis pecados, aún los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte”.[8]

La enseñanza de Wesley y los metodistas del siglo 18 en los Estados Unidos generaron el movimiento de Santidad del siglo 19. Los adherentes a este punto de vista confiaban en que una experiencia directa, santificadora con el Espíritu Santo impartiría la victoria subsiguiente a la salvación. Y cuando algunos dentro del movimiento de Santidad recibieron el bautismo en el Espíritu Santo, la enseñanza de la santidad pentecostal había llegado, con su énfasis en hablar en lenguas.

Hay muchas otras variaciones de los temas que acabamos de presentar, pero estas aproximaciones forman el bosquejo principal de los intentos de la iglesia para entender lo que es la santificación. Tomados juntos, ilustran el hecho de que nuestra mente no sólo añora estar llena de la verdad acerca de Dios para poder obedecerle, sino que nuestro corazón desea experimentar su realidad. Aunque estas tradiciones contienen tanto verdades que se pueden adoptar como excentricidades que se deben evitar, todas han contribuido algo a la búsqueda de la santidad del alma.

Para una perspectiva completa y balanceada sobre las aproximaciones a la santificación a través de la historia de la Iglesia, recomiendo Christian Spirituality: Five Views of Sanctification, editado por Donald L. Alexander (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1988).

Referencias

  1. Peter Toon, Spiritual Companions: An Introduction to the Christian Classics (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1990), p. 5.
  2. Charles Kingsley, “The Hermits” en Cyclopedia of Religious Literature, Volume One (New York, NY: John B. Alden, publisher, 1883), p. 19.
  3. Peter Levi, The Frontiers of Paradise: A Study of Monks and Monasteries (New York, NY: Paragon House, 1987), p. 45.
  4. Peter Toon, Spiritual Companions, pp. 5-6.
  5. Christian Spirituality: Five Views of Sanctification, Donald L. Alexander, ed. (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1988), p. 195.
  6. Idem., p. 194.
  7. Peter Toon, Spiritual Companions, p. 6.
  8. Arnold Dallimore, George Whitefield, Volume One (Westchester, England: Cornerstone Books, 1981), p. 186.

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