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Pocas doctrinas, si es que hay alguna, generan tanto debate y rencor entre los cristianos como la doctrina de la elección. Es una de esas doctrinas que divide a las personas de manera tan drástica que llegan a denominarla como tema de no tener fin, cuando se refieren a esta.
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La elección es también una doctrina acerca de cuales pocos se muestran indiferentes. Las pasiones se hinchan de lado y lado de la línea divisoria. Quienes se oponen, la ven como algo que denigra la importancia de la libertad humana y arroja una sombra oscura sobre la bondad de Dios. Los que la aceptan aman la seguridad y el confort que les ofrece, así como el triunfo de la gracia divina que manifiesta.
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Pero bueno, si es tan divisiva, ¿por qué molestarnos con ella? Como alguien que tiene pasión por la doctrina, a menudo me pregunto: "¿Qué puede importar?" Estoy seguro de que Martín Lutero se hizo la misma pregunta varias veces. Tal vez por eso manifestó que la doctrina de la elección era el "corazón de la iglesia." Es interesante el hecho que el cuerpo de Lutero apenas si estaba frío en la tumba cuando sus seguidores alteraron radicalmente, y suavizaron su opinión sobre las futuras generaciones de luteranos, creando así contienda en el corazón de su iglesia.
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La elección importa en primer lugar, porque se refiere al acto de la verdad de Dios. Si la opinión agustiniana de la elección es la opinión bíblica, y si la Biblia es verdad, entonces, esa doctrina de la elección es la verdad de Dios y todos los que son "de la verdad" tienen el deber de aceptar y proclamarla. Por otra parte, si la opinión agustiniana/reformada no es bíblica y/o no es cierta, distorsiona la verdad de Dios y debe ser repudiada y abandonada.
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En segundo lugar, la doctrina de la elección está vinculada a la garantía de nuestra salvación y por ella a nuestra santificación. Cuando Pedro enuncio las virtudes que marcan el progreso de nuestra santificación - una lista sorprendentemente similar a la de Pablo sobre los frutos del Espíritu - añadió:
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"Por lo cual, hermanos, tanto mas procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada, amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejare de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente."(2 Pedro 1:10-12).
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Este es un fuerte y sobrio llamado apostólico a la debida diligencia. Es diligencia con respecto a la elección. Cuando un cristiano comprende la elección, la acepta y adquiere la seguridad de contarse entre los elegidos, se aferra firmemente a la verdad de Dios – tan establecida en esta verdad que lo liberara de la propensión a caer. En la santidad, la confianza y el crecimiento espiritual, van de la mano.
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Pedro refuerza este llamado más adelante, cuando declara que Dios no quiere que perezca ninguno (2 Pedro 3:9). "Ninguno" se refiere a la palabra "nosotros" como su antecedente, y el "nosotros", a su vez, a aquellos a quienes se les habla en las epístolas de Pedro, es decir, los elegidos. Este versículo, lejos de perturbar o refutar la elección como afirman los enemigos de la elección, en realidad la confirma.
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En tercer lugar, la doctrina de la elección reafirma la plena soberanía de Dios y descarta cualquier noción humanística o pagana de que la soberanía de Dios se ve limitada por la libertad humana. Tal opinión blasfema, coloca la Biblia al revés y hace que el hombre sea soberano en lugar de Dios. El punto de vista bíblico es que la libertad humana es real en la medida que se da, pero siempre está limitada por la soberanía de Dios.
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En cuarto lugar, la doctrina de la elección vuelve pedazos cualquier fundamento para el orgullo y merito humano. En esta doctrina, la gracia de la gracia se manifiesta plenamente como la criatura que se da cuenta de que no tiene nada de que presumir, porque su salvación es un don de gracia, sin mezcla alguna de merito humano o acción determinante.
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Por último, debido a las razones anteriormente mencionadas y otras no exploradas aquí, la excelencia y majestad de Dios son tan exaltadas que la criatura, por medio del Espíritu Santo, despertara a la verdadera adoración. Ahora honramos a Dios como Dios y le declaramos nuestro mayor agradecimiento.

Revisión de 20:28 22 ago 2009

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Por R.C. Sproul sobre Predestinación y Elección
Una parte de la serie Right Now Counts Forever

Traducción por Luz Bordenkircher


Pocas doctrinas, si es que hay alguna, generan tanto debate y rencor entre los cristianos como la doctrina de la elección. Es una de esas doctrinas que divide a las personas de manera tan drástica que llegan a denominarla como tema de no tener fin, cuando se refieren a esta.

La elección es también una doctrina acerca de cuales pocos se muestran indiferentes. Las pasiones se hinchan de lado y lado de la línea divisoria. Quienes se oponen, la ven como algo que denigra la importancia de la libertad humana y arroja una sombra oscura sobre la bondad de Dios. Los que la aceptan aman la seguridad y el confort que les ofrece, así como el triunfo de la gracia divina que manifiesta.

Pero bueno, si es tan divisiva, ¿por qué molestarnos con ella? Como alguien que tiene pasión por la doctrina, a menudo me pregunto: "¿Qué puede importar?" Estoy seguro de que Martín Lutero se hizo la misma pregunta varias veces. Tal vez por eso manifestó que la doctrina de la elección era el "corazón de la iglesia." Es interesante el hecho que el cuerpo de Lutero apenas si estaba frío en la tumba cuando sus seguidores alteraron radicalmente, y suavizaron su opinión sobre las futuras generaciones de luteranos, creando así contienda en el corazón de su iglesia.

La elección importa en primer lugar, porque se refiere al acto de la verdad de Dios. Si la opinión agustiniana de la elección es la opinión bíblica, y si la Biblia es verdad, entonces, esa doctrina de la elección es la verdad de Dios y todos los que son "de la verdad" tienen el deber de aceptar y proclamarla. Por otra parte, si la opinión agustiniana/reformada no es bíblica y/o no es cierta, distorsiona la verdad de Dios y debe ser repudiada y abandonada.

En segundo lugar, la doctrina de la elección está vinculada a la garantía de nuestra salvación y por ella a nuestra santificación. Cuando Pedro enuncio las virtudes que marcan el progreso de nuestra santificación - una lista sorprendentemente similar a la de Pablo sobre los frutos del Espíritu - añadió:

"Por lo cual, hermanos, tanto mas procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada, amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejare de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente."(2 Pedro 1:10-12).

Este es un fuerte y sobrio llamado apostólico a la debida diligencia. Es diligencia con respecto a la elección. Cuando un cristiano comprende la elección, la acepta y adquiere la seguridad de contarse entre los elegidos, se aferra firmemente a la verdad de Dios – tan establecida en esta verdad que lo liberara de la propensión a caer. En la santidad, la confianza y el crecimiento espiritual, van de la mano.

Pedro refuerza este llamado más adelante, cuando declara que Dios no quiere que perezca ninguno (2 Pedro 3:9). "Ninguno" se refiere a la palabra "nosotros" como su antecedente, y el "nosotros", a su vez, a aquellos a quienes se les habla en las epístolas de Pedro, es decir, los elegidos. Este versículo, lejos de perturbar o refutar la elección como afirman los enemigos de la elección, en realidad la confirma.

En tercer lugar, la doctrina de la elección reafirma la plena soberanía de Dios y descarta cualquier noción humanística o pagana de que la soberanía de Dios se ve limitada por la libertad humana. Tal opinión blasfema, coloca la Biblia al revés y hace que el hombre sea soberano en lugar de Dios. El punto de vista bíblico es que la libertad humana es real en la medida que se da, pero siempre está limitada por la soberanía de Dios.

En cuarto lugar, la doctrina de la elección vuelve pedazos cualquier fundamento para el orgullo y merito humano. En esta doctrina, la gracia de la gracia se manifiesta plenamente como la criatura que se da cuenta de que no tiene nada de que presumir, porque su salvación es un don de gracia, sin mezcla alguna de merito humano o acción determinante.

Por último, debido a las razones anteriormente mencionadas y otras no exploradas aquí, la excelencia y majestad de Dios son tan exaltadas que la criatura, por medio del Espíritu Santo, despertara a la verdadera adoración. Ahora honramos a Dios como Dios y le declaramos nuestro mayor agradecimiento.


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