¿Qué pasaría si mis peores temores se hacen realidad?

De Libros y Sermones Bíblicos

Revisión a fecha de 19:35 14 mar 2019; Pcain (Discusión | contribuciones)
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English: What If My Worst Fears Come True?

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Por Jon Bloom sobre Miedo y Ansiedad

Traducción por Carla B.


¿Qué significa que “Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones,” tanto así que “no temeremos” (Salmo 46:1–2)? Mas claramente aun, ¿qué piensa usted lo qué significa? Ese es el momento de la verdad de su fe en la vida real.

Las crisis de fe suceden donde la acción de nuestra fe — lo que creemos debe ser nuestra experiencia si confiamos en Dios — se encuentra con el camino de una experiencia que contradice (o aparenta contradecir) nuestra creencia. Esto sucede a menudo cuando algo malo nos sucede, dejándonos desorientados y confusos, enojados y decepcionados con Dios, quien no aparenta estar cumpliendo con sus promesas.

Después de todo, ¿no nos enseñó a orar Jesús, “Mas líbranos del mal” (Mateo 6:13)? Y cuando lo hacemos, no nos enseñó David a que esperáramos este resultado: “Busqué al Señor y El me libró de todos mis temores” (Salmo 34:4)? No debería ser Dios es “nuestro refugio” (Salmo 62:8) de las cosas a que más tememos?

Contenido

Temores Desordenados

Las respuestas a esas preguntas son afirmativas — y tal vez no. Dios sí nos promete que al final nos librará de todo mal y de las cosas más temibles, las cosas que representan los mayores peligros a nuestras almas. Pero El no promete que nada malo nos sucederá en esta época, ni tampoco nos promete librarnos de lo que ataca personalmente el mayor temor en nosotros.

Todos nosotros tenemos temores desordenados y representan más problemas y angustias para nosotros, que a menudo no entendemos. Tendemos a temer poco de las cosas más peligrosas para nuestras almas y demasiado temor hacia las cosas mucho menos peligrosas.

Estamos absurdamente tentados a no temer y ansiosamente aceptar algunos de los mayores peligros para nuestras almas (1 Timoteo 6:10). Y menores peligros que nos aterroricen, los evitamos como la plaga, aunque nos prometen brindarnos alegrías inimaginables (Filipenses 1:21; Salmo 16:11).

A lo que Le Temo me Sucede

Esto no es para restarle importancia al temor que el mal nos pueda afectar, las cosas a que le temamos justificadamente y oramos debidamente para librarnos de ellos. La Biblia registra todos ellos esencialmente y a algunos de los mejores santos que experimentaron las mayores aflicciones posible.

Piense en el temor que Job experimentó y recuerde su grito en pleno dolor indescriptible: “Pues lo que temo viene sobre mí y lo que me aterroriza me sucede” (Job 3:25). Aunque Job era irreprochable (Job 1:8), Dios no lo libró (ni a su esposa ni hijos o criados o animales) del horrendo ataque satánico.

Job podrá ser el ejemplo modelo de las respuestas bíblicas piadosas hacia las provincias ambiguas, pero la lista es larga de aquellos quienes, como el Apóstol Pablo, sufrió de vituperios y azotes y hasta cadenas y prisiones. Fueron apedreados, aserrados, muertos por la espada. Anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, desvalidos, afligidos, maltratados — de los cuales el mundo no era digno — errantes por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra. (Hebreos 11: 36-38).

Hasta este pasaje enumera solo unos cuantos de los males temibles que han caído sobre los grandes santos con tareas extraordinarias para el crecimiento del reino. No incluye al presentador de otras formas del mal que recaen en los creyentes: el terrible abuso sexual, la dignidad-de la enfermedad mental desintegrada o la demencia, dolor misterioso y serio debilitador crónico, depresión profunda, el dolor exquisito de los padres de niños discapacitados, la traición de la infidelidad marital y la devastación de una familia desecha, niños amados y por quienes se oró, alejándose de la fe, sucumbiendo demasiado jóvenes a la devastación de una enfermedad, dejando a las esposas desoladas y los niños tambaleándose en la aflicción. Esta lista podría ser bastante más larga.

La pregunta es: Si Dios no nos libera de este tipo de males temibles, entonces ¿Qué tipo de refugio es El? ¿De qué manera nos libra del mal? Y cómo es que en realidad podemos ser sinceros cuando decimos, ¿” No temeremos”?

¿Por qué Tenéis Miedo?

Este es el punto crucial del asunto para nosotros. Este es el problema que debemos aceptar para resistir el ataque maligno de la aflicción con nuestra fe intacta. Porque no pondremos nuestra fe en un Dios en quien no confiamos. Y no confiaremos en un Dios quien no mantenga sus promesas para protegernos de los peligros más temibles.

La pregunta fundamental para cada uno de nosotros no es, “¿Dios, me protegerás de mis peores temores?” sino que la pregunta de Jesús para nosotros es, “¿Por qué estáis amedrentados?” (Mateo 8:26)

Esta es la pregunta que Jesús les hizo a sus discípulos en el bote cuando estaban entrando en pánico en la tormenta. No era ningún misterio del porque tenían miedo. Unos cuantos de ellos que temían eran barqueros con experiencia quienes sabían muy bien que esa tormenta podría llevarlos a la tumba. Le temían a la muerte terriblemente. Jesús les hizo la pregunta para hacer que los discípulos examinaran su fe. Para quedar claro, la explicación de Lucas es que Jesús les preguntaba, “¿Dónde está vuestra fe?” (Lucas 8:25).

Jesús nos hace esta pregunta a todos nosotros porque el diseñó el temor para que fuese una manifestación de nuestra fe. El temor es un indicador que nos dice lo que atesoramos (lo que tememos perder y porque), así como lo que creemos que es peligroso. Los temores nos enseñan sobre nuestra propia visión del mundo.

Si se está preguntando, dado a lo que ve en la Biblia y en las vidas de los santos a nuestro alrededor, si Dios es confiable, si El permite el mal a que lo ataque y le traiga sufrimiento a su vida, la pregunta que debe contestar es, “¿Por qué temes?”

De lo que Jesús Nos Libera

La mayor liberación que Jesús realiza en nosotros es salvándonos de nuestro mayor peligro: seremos salvos de la ira de Dios aun siendo pecadores (Romanos 5: 6-9). ¿Ha tenido temor alguna vez de la ira de Dios? Para la mayoría de nosotros, esto ni se acerca al temor más grande que hemos sentido. Es un temor que Dios debe enseñarnos con el tiempo. Esto nos indica cuan desordenados están nuestros temores y cuán importante es que permitamos la pregunta, “¿Por qué temes?” a que examine nuestros corazones. No podemos confiar en los temores que no sean fundamentados por la realidad, lo cual significa que muchos de nuestros temores no son confiables. Jesús se manifestó para destruir las obras del diablo y librarnos del mal. (1 Juan 3:8; Mateo 6:13). Y El vino y nos libró de todos nuestros temores (Salmo 34:4), lo cual significa todo lo que realmente pone nuestras almas en peligro.

Pero el mal del que El vino a librarnos no es meramente el mal externo, pero el mal interno: nuestro pecado interior. Y los temores de los que el vino a librarnos no solo son circunstancias externas temibles, pero nuestros propios temores internos desordenados — los temores que tienen origen en nuestra fe equívoca (la incredulidad). La razón por la cual El no nos libra de todo a lo que le tememos, hasta el mal terrible, porque las tormentas que nos hace entrar en pánico también nos demuestran donde está nuestra fe. Nos enseñan a transferir nuestra fe de nuestras percepciones hacia la palabra omnipotente de Dios (Lucas 8:25). Y sabiendo que nuestra fe produce paciencia (Santiago 1:3).

Más Que Vencedores

Pero existe mucho más sucediendo cuando nos enfrentamos al mal temible que solo nuestra santificación. Todos nosotros, a través de los males diferentes que experimentamos, podemos participar con Dios en la grandiosa historia épica de vencer con el bien el mal (Romanos 12:21), las mentiras vencidas con la verdad (Juan 8:31–32; 44), y el odio vencido con amor (1 Juan 4:4, 8, 19–21). Por esa razón están entrelazadas entre la Biblia, las declaraciones como:

Estamos siendo liberados del mal superando al mal. La manera más bella que se manifiesta esto en la Biblia viene de la escritura de Pablo. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudes, o peligro, o espada? Como está escrito, “Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el matadero.”

No, pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

En todas estas cosas somos mas que vencedores por medio de aquel que nos amó.”

No Teman A Lo Aterrador

Existen muchas cosas abominables en el mundo. ¿Cómo debemos responder a ellas? Confíe en Dios y “no estéis amedrentados por ningún temor” (1 Pedro 3:6). Porque Dios es nuestro Refugio (Salmo 62:8). El no permitirá que nada destruya nuestra vida eterna o robarnos nuestra alegría suprema, aunque suframos todo tipo de maldad en esta vida. El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a su reino celestial. (2 Timoteo 4:18).

Confiando en las promesas de Dios, no quiere decir que no nos sucederá lo que temamos. Significa que a lo que le debemos temer más, no sucederá. Significa que Dios nos librará de nuestros mayores peligros verdaderos. Si nos sentimos decepcionados y enojados con Dios debido a que creemos que no ha mantenido sus promesas, probablemente nuestros temores estén desordenados y equivocados. Y es posible que en el fondo hayamos creído que, si confiamos y le obedecemos a Dios, producirá algún resultado esperado que deseamos, en vez que el resultado que Dios desea para nosotros

Pero si seguimos el ejemplo de Jesús y adoptamos una actitud hacia la vida que le dice a Dios, “no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras” (Marcos 14:36), y lea las promesas de Dios cuidadosamente y permita que los significados de lo que realmente es temible y peligroso para guiarnos, descubriremos que Dios es el mayor refugio y fuerza de la que nunca nos imaginábamos y una ayuda presente en las mayores dificultades imaginables.


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