¿Quién es Este Hombre Dividido? Parte 3

De Libros y Sermones Bíblicos

Revisión a fecha de 18:58 17 mar 2010; JoyaTeemer (Discusión | contribuciones)
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Romanos 7:14-25
Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado. 15Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. 16Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. 17Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. 18Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. 19Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. 20Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. 21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. 22Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, 23pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. 24¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? 25Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado.

En el último sermón (“¿Quién es este hombre dividido? 2da Parte”), argumentaba que Romanos 7:14-25 fue escrito para defender la Ley de las falsas especulaciones, específicamente (entre otras), la referida a que Pablo hace que la Ley sea culpable de que la vida del cristiano no sea todo lo que debiera ser. En otras palabras, es como si alguien le dijera a Pablo: «Vea, usted le dice a las personas que están “muertas a la Ley” (Romanos 7:4), o “liberadas de la Ley” (Romanos 7:6). Pero las consecuencias a este ataque contra la ley: la gente que hace lo que no quieren hacer, y no hace lo que quieren hacer. Pablo, el problema con ustedes los cristianos es que no honran a la Ley como debieran. De hecho, usted le dice a los cristianos que no están “bajo la Ley” (Romanos 6:14-15; Gálatas 4:21; 5:18). Y trata a la Ley como si fuera un pecado o una enfermedad ¿Pero qué es lo que consigue?»

Entonces hallamos a Pablo argumentando a favor de tres razones en Romanos 7: 14-25.

Contenido

Los Argumentos de Pablo en Romanos 7

Primero, argumenta a favor de la bondad y la espiritualidad de la Ley de Dios.

Así vemos a Pablo defendiendo a la Ley, contra las falsas especulaciones derivadas de su enseñanza, que decían que convertía a la Ley en pecado y muerte.

Segundo, Pablo argumenta a favor de la realidad de lo que llama: “el pecado que habita en mí”, para explicar por qué los cristianos no son perfectos, y no están a la altura de sus propias normas, que son sumamente elevadas.

Así que, por un lado, Pablo argumenta que la Ley es buena, y por otro, que el pecado que mora en nosotros es el culpable de nuestros fracasos en la vida cristiana.

Tercero, Pablo argumenta a favor de su propio y genuino cristianismo —él es un hombre nuevo, una nueva criatura en Cristo, y sin embargo, aún peca.

Por ejemplo, en Romanos 7:22-23 dice: “Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, 23pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo”. He sido cambiado. Hay un nuevo sabor espiritual para Dios y su Ley dentro de mí. Soy cristiano.

¿Quién es Este Hombre Divido?

Pero ahora nos encontramos en la parte más polémica de este pasaje: ¿es este hombre dividido cristiano? ¿Una nueva criatura en Cristo? ¿Una persona que cree en Cristo como su Salvador y Señor, y por tanto, tiene al Espíritu Santo morando en su corazón? Mi respuesta en el último mensaje fue “Sí” y prometí que les daría las razones. Así que ese es mi objetivo en el día de hoy ¿Por qué considero que en Romanos 7:14-25, Pablo está describiendo parte de su propia experiencia como cristiano, y no su experiencia antes de la conversión (o la manera en que un cristiano vería su experiencia antes de su conversión)?

Implicaciones Prácticas para Rescatar a los Hombres

Esta posición es relevante por la inmensa importancia práctica que tiene para rescatar personas de la devastadora desesperanza del perfeccionismo. La semana pasada narré la historia de J. I. Packer, quien, a raíz de su conversión por la sólida enseñanza de John Owen acerca de “el pecado que mora en nosotros”, fuera rescatado de sus pensamientos suicidas. (El libro de Owen está fundamentado en Romanos 7:21).[1] Existe una desesperanza originada al rechazar todas las normas que Dios ha establecido para la fe y la vida. Y existe una desesperanza originada al tener normas perfeccionistas, que en la vida real, no dejan lugar para el pecado de los fieles santos. La enseñanza de Pablo en este pasaje, tiene el poderoso efecto pastoral de ayudar a las personas a navegar en las turbulentas aguas que hay entre estas dos clases de desesperanza. Y ahí es donde todos vivimos.

En el sermón pasado enfaticé (y ahora lo hago de nuevo, brevemente), que este texto no enseña que debemos hacer las paces con el pecado, sino que debemos hacer guerra contra el pecado en nuestras propias vidas, saber cómo entendernos a nosotros mismos, y cómo responder cuando sufrimos una derrota táctica en la batalla. El capítulo 6 deja claro que ganaremos la guerra contra el pecado (6:14). El capítulo 7 aclara que esta victoria no será sin derrotas tácticas, las que nos harán amar aún más a nuestro Señor. La seriedad de la guerra y nuestras respuestas a las derrotas son las que muestran nuestro cristianismo y no nuestra perfección.

Así que lo que quiero hacer ahora, y repetir en otra ocasión, es darles argumentos para que puedan creer que este texto realmente habla de una experiencia cristiana, y que realmente ofrece el tipo de orientación y estímulo, para los cristianos, que han considerado la mayoría de los intérpretes en la historia de la iglesia.

Mis Argumentos:

1. El Uso que Pablo hace del Primer Pronombre Personal

La forma más natural de entender el uso que Pablo hace de la primera persona: “yo”, en el tiempo presente, es que él está hablando de sí mismo y de una parte de su vida que está experimentando como creyente. Pablo utiliza “yo”, “me” o “mi”, alrededor de cuarenta veces en este texto. Y además explica su situación en el tiempo presente durante todo el texto: “yo soy carnal…lo que hago, no lo entiendo… lo que aborrezco, eso hago… hallo la ley de que el mal está presente en mí… en el hombre interior, me deleito en la ley de Dios… con la mente sirvo a la ley de Dios…”

Se necesita un argumento muy convincente para derribar la primera impresión que se tiene de que Pablo está hablando de sí mismo y de una parte de su experiencia cristiana presente.[2] Pero no creo que exista tal argumento. Al menos nunca lo he escuchado.

2. Pablo Habla de la Ley como Solo un Cristiano Podría Hacerlo

En este pasaje, Pablo habla de la Ley de Dios, de una forma que parecida a la manera en que lo haría un creyente cristiano, y no un judío inconverso al cristianismo. No solo estoy pensando en Pablo llamando a la Ley “buena” (7:16) o incluso, “espiritual” (7:14), sino específicamente, en Romanos 7:22, cuando dice: “Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios”. La frase, “hombre interior” es suena muy parecido a la forma en que Pablo habla del verdadero cristiano interior. Y cuando se une con la frase “me deleito” (Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios), parece ser la descripción que hace Pablo de su gozo profundo y manifiesto en la verdad y en la Ley de Dios, y no en el gozo carnal, superficial, e impío, producto de la experiencia de un fariseo. Así que a mí me parece, que Pablo está tratando a la Ley como lo haría un creyente.

3. La Descripción del Pablo Pre-Converso no Se Ajusta a Romanos 7

¿Y qué hay de la descripción de Pablo como un hombre dividido y en ocasiones atormentado, en relación a la Ley? ¿Se ajusta esta descripción a la que conocemos de Pablo antes de su conversión? No, no se ajusta. Pablo nos da una breve visión de su vida pre- cristiana, y en ella vemos todo, excepto un hombre atormentado por alguna falla que haya tenido viviendo bajo la Ley de Dios.

Por ejemplo, en Gálatas 1:13-14 Pablo dice:

“Porque vosotros habéis oído acerca de mi antigua manera de vivir en el judaísmo, de cuán desmedidamente perseguía yo a la iglesia de Dios y trataba de destruirla, 14 y cómo yo aventajaba en el judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, mostrando mucho más celo por las tradiciones de mis antepasados”.

De modo que, Pablo veía su vida antes de su conversión, como una vida de celo inigualable por la Ley y por las tradiciones de sus ancestros. Pablo no nos da ningún indicio de tormento, o de conflicto, o de una visión interna, como vemos en Romanos 7.

De una forma similar, en Filipenses 3:4-6, Pablo habla de cómo antes de convertirse, él podría haberse jactado de su conocimiento sobre el judaísmo:

“Si algún otro cree tener motivo para confiar en la carne, yo mucho más: 5 circuncidado el octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6 en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible”.

Así que en estas pocas ojeadas que Pablo nos da de su vida pre-cristiana, no vemos el cuadro de conflicto y tormento que apreciamos en Romanos 7.

Por tanto, a mí me parece que lo que estamos leyendo en Romanos 7:14-25, no es la descripción de Pablo acerca de su experiencia pre-cristiana, sino la descripción de parte de su experiencia cristiana. La verdadera batalla entre el amor a la Ley, y el odio hacia lo que hacemos en contra de ella, comienza cuando Dios nos salva y nos da una probada espiritual de su gloria, de la obediencia a la fe, y de todo a lo que verdaderamente está destinada la Ley en una vida de amor. Es por esto que considero que es más probable que el conflicto sobre el cual leemos aquí, sea parte de la experiencia cristiana de Pablo, y no de su experiencia pre-cristiana.

4. Pablo Habla de Sí Mismo como Solo Podría Hacerlo un Cristiano.

Pablo habla de sí mismo de una manera que, creo, nunca hubiera utilizado si no fuera una nueva criatura en Cristo —una persona sin fe en el Espíritu Santo. El versículo principal que tengo en mente, es Romanos 7:18: “Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno”. Hay dos características que sobresalen en esta declaración. La primera es la devastadora autoevaluación: “Porque yo sé que en mí… no habita nada bueno”. Esta declaración no suena como la del Pablo autosuficiente pre-cristiano, quien afirmaba ser irreprensible (Filipenses 3:6). Suena como la expresión de un humilde pecador abrumado de dolor, quien sabe que ha sido salvado solo por gracia, que estaba muerto en sus transgresiones y pecados (Efesios 2:5), y que “no hay justo, ni aún uno” (Romanos 3:1).

Pero podríamos preguntar, ¿Si es cristiano, y nueva criatura en Cristo, cómo puede decir: “porque yo sé que en mí… no habita nada bueno”? ¿Y qué hay del Cristo, que por fe, mora en su corazón (Efesios 3:17) y del Espíritu Santo que también mora en su corazón (Romanos 8:11)?

Bueno, la respuesta de Pablo sería: «Es por esa razón que hago una distinción en lo que digo. Cuando expreso: “porque yo sé que en mí… no habita nada bueno”, agrego esta distinción: “es decir, en mi carne”». Esta distinción es la segunda característica que sobresale en este versículo. Si Pablo estuviera ofreciendo una valoración de su vida pasada y pre cristiana, no creo que hubiera podido añadir esta distinción. Solo el cristiano es más que “carne”. Solo el que cree en Cristo, renace y tiene una nueva naturaleza, es habitado por el Espíritu Santo. Antes que esa conversión nos ocurra, somos simplemente “carne” y nada más. Somos simplemente humanos. Jesús en Juan 3:6 dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es”. Solo cuando nacemos por segunda vez podemos decir: «soy más que carne. Ahora tengo al Espíritu Santo. Ahora tengo una nueva naturaleza».

Y así, cuando Pablo cualifica su propia descripción en el versículo 18:“Porque yo sé que en mí… no habita nada bueno”, con la frase, “es decir, en mi carne”, quiere decir: «Sin Cristo, sin el Espíritu, sin mi nueva naturaleza en Cristo, no soy bueno». En otros términos, esta es la descripción de un Pablo cristiano, no pre-cristiano. Hay algo bueno en el cristianismo, a saber: Cristo y su obra.

5. Pedro como ejemplo de hombre dividido

Existen varios argumentos más para decir que Pablo está describiendo su experiencia como cristiano. La mayor parte de ellos los guardaré para la próxima vez. Pero mencionaré uno más aquí, como una manera de aplicarlo todo a nuestras vidas diarias. Consideremos la vida de pedro y sus fallas como cristiano, para mostrar que la descripción de Pablo aquí, incluso, no está tan distante de describir un hombre del calibre cristiano de Pedro.

Todos conocemos como Pedro negó a Cristo tres veces. No tengo dudas de que después de haberse marchado y llorado amargamente, Pedro dijera algo como: “¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?”. Pero alguien pudiera decir: «Bueno, eso fue antes de la venida del Espíritu Santo, en Pentecostés, cuando Pedro no tenía toda la fuerza del Espíritu, por tanto, no es un ejemplo justo».

Vayamos entonces a una ilustración de la vida de Pedro mucho después de que estuviera lleno del Espíritu Santo. En Gálatas 2:11ss Pablo describe una falla de Pedro, que era tan seria, que Pablo tuvo que reprenderlo en público. Dice en el versículo 12-13:

“Porque antes de venir algunos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, pero cuando vinieron, empezó a retraerse y apartarse, porque temía a los de la circuncisión.13 Y el resto de los judíos se le unió en su hipocresía, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos”.

Ahora, observe quién estaba involucrado: dos de los mejores cristianos del primer siglo. Ambos fueron héroes en la historia de Lucas narrada en los Hechos: Pedro y Bernabé.

Vea después las dos terribles palabras de acusación que Pablo utiliza para describir la conducta de ellos: temor e “hipocresía”. Al final del versículo 12: “…temía a los de la circuncisión”.Y al final del versículo 13: “…aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos”.

Pedro había estado disfrutando de su libertad en Cristo, comiendo como judío junto a los gentiles, lo cual muchos hubieran considerado ceremonialmente impuro. Pero él no estaba “bajo la Ley” como hubiera dicho Pablo. Sin embargo, cuando llegaron personas influyentes de Jerusalén, Pedro temió que lo censurarán. Y se volvió – ¡de nuevo! Anote esto: ¡de nuevo!- un cobarde. El mismo pecado de antes. La clase de pecado que lo hace a uno decir, “¡Miserable de mí!”. Pedro pretendía aparentar frente a estas personas, que no hacía lo que, de hecho, ya estaba haciendo –a saber, comer con los gentiles. Pedro estaba codiciando la aprobación de los hombres. Estaba temiendo a quien no debía temer. Y estaba mintiendo y engañando con su conducta. Y esto era algo tan serio, que Pablo pensó que el propio evangelio estaba en juego, porque dijo en el versículo 14, “Pero cuando vi que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio…” y entonces, lo reprende frente a todos.

Bien, pudiera seguir adelante y describir esta conducta pecadora con las mismas palabras de Romanos 7:14ss. Pero lo dejaré para otra ocasión. Basta con decir aquí, que tanto usted como yo sabemos cómo nos sentimos cuando actuamos así. Cometer pecado nos ocurre a todos, y lo odiamos. El pecado que mora en nosotros es para sentirnos avergonzados, para merecer la muerte. Pero hay ocasiones en las que nos captura de repente, y nos hace sus esclavos, antes de que logremos tomar conciencia de lo que está sucediendo realmente. O en ocasiones viene con arrullos tan sutiles, que sabemos exactamente lo que está ocurriendo, y nos dejamos engañar.

Esta manera de actuar no quiere decir que no seamos cristianos. La prueba es: ¿Amamos la Ley? ¿Aborrecemos nuestras fallas? ¿Clamamos a Dios con consternación por nuestra condición pecadora? ¿Buscamos a Cristo y su justicia? ¿Huimos hacia la cruz? ¿Confesamos nuestros pecados, y nos arrepentimos, renunciamos a Satanás, y dirigimos nuestros rostros hacia delante, con Jesús, en el camino hacia el Calvario?

¡Hagámoslo así! Oremos los unos por los otros para que todos nos refugiemos en la cruz de Cristo.


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