“El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo.”

De Libros y Sermones Bíblicos

Revisión a fecha de 19:29 22 ago 2009; PagePush (Discusión | contribuciones)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por
Indice de Autores
Leer más sobre
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English:

©

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por sobre

Traducción por


¿Por qué necesitamos nacer de nuevo? Parte 3

1 Juan 3:1-10

Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a El. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es. 3 Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El, se purifica, así como El es puro. 4 Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. 5 Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado. 6 Todo el que permanece en El, no peca; todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido. 7 Hijos míos, que nadie os engañe; el que practica la justicia es justo, así como El es justo. 8 El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo. 9 Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano.

Contenido

Por qué pasó la Navidad

Ya nos han dicho dos veces en 1 Juan 3:1-10 por qué pasó la Navidad, o sea, por qué el Hijo de Dios divino y eterno vino a este mundo como ser humano. En el versículo 5, Juan dice, ”Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado”. Así se afirma la ausencia de pecado en Cristo—“en El no hay pecado”. Y también se afirma la razón de su llegada—"El se manifestó a fin de quitar los pecados”.

Después, en la segunda parte del versículo 8, Juan dice, “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo”. Y el especial foco que Juan tiene en mente cuando dice "las obras del diablo" es el pecado que anima el diablo. Esto lo vemos en la primera parte del versículo 8: “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio." De manera que las obras del diablo que Jesús vino a destruir son las obras del pecado.

Por tanto Juan nos dice dos veces por qué pasó la Navidad – cuando el Hijo de Dios se hace hombre – para quitar los pecados, o para destruir las obras del diablo, a saber, el pecado. Así que Jesús nació de la Virgen por obra del Espíritu Santo (Mateo 1:18, 20), y “crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”, (Lucas 2:52), y fue obediente perfectamente, sin pecado durante toda su vida y ministerio, hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:5-8, Hebreos 4:15) – para destruir las obras del diablo – para quitar los pecados.

La Encarnación de Jesús y Nuestra Regeneración

Estamos ahora en una serie de mensajes acerca del nuevo nacimiento. Así, la pregunta que formulo hoy es: ¿Cuál es la conexión entre el nacimiento de Jesús y nuestro nuevo nacimiento? ¿Cuál es la relación entre la encarnación de Jesús y nuestra regeneración? Para responder a estas preguntas, permitidme que relacione el mensaje de la semana pasada con este texto en 1 Juan 3:1-10.

La semana pasada vimos que, cuando preguntamos por qué necesitamos nacer de nuevo, la respuesta podría mirar hacia atrás, hacia nuestra condición miserable en el pecado y la corrupción y podría decir que ese es por qué necesitamos nacer de nuevo. O podríamos mirar adelante a las cosas buenas de las que no disfrutaremos si no nacemos de nuevo-como entrar en el Reino de Dios–y decir que esa es la razón por la cual necesitamos nacer de nuevo. Dimos diez respuestas a la pregunta de por qué tenemos que nacer de nuevo en el primer sentido–mirando hacia atrás, a la condición en la que estamos lejos del nuevo nacimiento. Y dimos cinco respuestas a la pregunta de por qué tenemos que nacer de nuevo con el segundo sentido–mirando adelante lo que no disfrutaremos si no se produce el nuevo nacimiento.

El Gran Amor de Dios

Pues, la puente entre ese mensaje y este texto de hoy es el gran amor de Dios que llega a la gente que está muerta en ofensas y pecados y que son sus enemigos, no sus hijos, y les da la vida. Efesios 2:4-5 lo diga así: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo”. De manera que la grandeza del amor de Dios crece al dar vida espiritual, o sea, nuevo nacimiento, a aquellos que no tiene derecho a Dios en absoluto. Estábamos espiritualmente muertos y en esta muerte andábamos pegados al archienemigo de Dios, el diablo (Efesios 2:2). La justicia de Dios hubiera sido aplicada justamente si hubieras perecido para siempre en esa condición. Pero precisamente por esa misma razón, nuestro nacer de nuevo – recibir la vida–es una magnífica muestra de la grandeza del amor de Dios. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo”. Lo deban su vida espiritual, y todos sus impulsos, a la grandeza y la libertad del amor de Dios.

Pues esta es la conexión con el texto de hoy. Lean 1 Juan 3:1-2 y reflexionen conmigo cómo Juan ensalza el amor de Dios en esta lectura.

"Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre [allí está la conexión con la grandeza del amor de Dios], para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a El. Amados [¡Los que ama!], ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es."

Cuatro observaciones a partir de 1 Juan 3:1-2

Hagan cuatro observaciones conmigo para conectar este texto con la grandeza del amor de Dios en Efesios 2:4 de la semana pasada y con nuestra pregunta acerca de los motivos por los que necesitamos nacer de nuevo.

Observación número 1: Hechos Hijos de Dios

Cuando el versículo 1 dice que somos "llamados" hijos de Dios, no quiere decir que éramos sus hijos pero no nos llamaban así y de repente Dios nos dio ese nombre. No, significa que no éramos hijos de Dios. Éramos como el resto del mundo al que el versículo 1 se refiere, estábamos muertos y fuera de la familia. Entonces Dios nos llamó hijos. Y nos convertimos en hijos de Dios. Dense cuenta de las palabras “y eso somos”. Versículo 1b: Somos “llamados hijos de Dios, y eso somos”. La cuestión es que Dios nos hizo sus hijos. Esto es el nuevo nacimiento. Dios nos dio la vida.

Observación número 2: La Grandeza del Amor de Dios

Este nacer de nuevo en la familia de Dios se debe a la grandeza del amor de Dios, tal y como se expresa en Efesios 2:4-5: "Ved [¡Miren, Esto es increíble!] qué clase de amor nos ha dado el Padre que hará que nos llamemos los hijos de Dios”. Juan se asombró, al igual que Pablo–como nosotros deberíamos también-que los rebeldes, los enemigos, los muertos, los esclavos de pecado que no responden como nosotros recibieron la vida, nacieron de nuevo y fueron llamados hijos de Dios. Juan quise que ustedes maravillaran de ello.

Observación número 3: Asegurar Nuestra Perfección Final

Este asombroso amor de Dios que nos dio la vida cuando estábamos muertos y nos hizo nacer de nuevo y nos trajo a la familia de Dios, asegura para siempre nuestra perfección final en la presencia de Dios. Miren en qué manera el versículo 2 conecta el amor de Dios, nuestra vida presente como sus hijos y el futuro que tanto deseamos. “Amados [¡aquellos a quien Dios ama de esta manera asombrosa!], ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es."

Juan ve un enlace inquebrantable entre lo que somos ahora y lo que seremos cuando llegue Cristo. Él lo expresa con las palabras “nosotros sabemos”. “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser [nuestra conformidad perfecta con Cristo espera su llegada]. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El” En otras palabras, la perfección de nuestra condición de hijos se acerca. Sabemos que sí. ¿Cómo? Somos sus hijos. Y todo lo que queda para completar esta adopción es la consumación de nuestra transformación cuando veamos a Jesús cara a cara. Su presencia lo completará para todos los hijos de Dios. Y “somos los hijos de Dios ahora.”

Observación número 4: La Necesidad del Nuevo Nacimiento

La observación número 4 sencillamente hace explícito algo que es obvio en lo que hemos dicho hasta ahora. El nuevo nacimiento es un prerrequisito necesario y una garantía de nuestra perfección en la presencia de Cristo eternamente. O, para decirlo de la manera que Jesús lo hizo: "Con toda certeza te digo que quien no nazca de nuevo no podrá ver el reino de Dios". Pero si nazcan de nuevo verán el reino de Dios, verán a Cristo, serán prefectos al final y pasarán la eternidad en su presencia llenos de alegría.

Por qué Debemos Nacer de Nuevo

Así que aquí nos encontramos, con la respuesta de Juan a la pregunta ¿Por qué debemos nacer de nuevo? Su respuesta es: Porque si no nacen de nuevo no mirarán a Jesús un día y tan sólo en un parpadeo los convertirán en su imagen. En lugar de ello, permanecerán bajo la ira de Dios, como dijo Jesús en Juan 3:36. O, puesto de manera más positiva, si el inconmensurable amor de Dios los hace nacer de nuevo y los da nueva vida espiritual junto con Jesucristo, saben que cuando él se presente seréis como él. Por el nuevo nacimiento, saben que entrarán en el reino de Dios. Esta es la razón por la que debemos nacer de nuevo.

El Nacimiento de Jesús y Nuestro Nuevo Nacimiento

Ahora nosotros estamos en posición de contestar la pregunta planteada al principio: ¿Cuál es la conexión entre el nacimiento de Jesús y nuestro nuevo nacimiento? ¿Cuál es la relación entre la encarnación de Jesús y nuestra regeneración? ¿No podría Dios haber hecho que los pecadores nacieran de nuevo y concederlos su propio carácter en el cielo, sin enviar a su Hijo al mundo? ¿Era necesaria la encarnación del Hijo de Dios, una vida en perfecta obediencia y una muerte en la cruz? La respuesta es: El nuevo nacimiento y todas sus consecuencias, incluyendo la fe y la justificación y la purificación y la conformidad final con Cristo en el cielo, serían imposibles sin la encarnacióny vida y muerte de Jesús—sin la Navidad. Echémoslo un vistazo a esto en 1 Juan. Y que vuestro amor por Cristo y su llegada crezca en vosotros por este vistazo.

Primero, consideren que el objetivo del nuevo nacimiento es el de hacernos creer en la encarnación de Jesucristo. Si Jesucristo no existiera para que creyéramos en él, entonces no pasó el nuevo nacimiento. Miren 1 Juan 5:1: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo [o sea, todo aquel que cree que este hombre judío de Nazaret encarnado es el Mesías divino prometido], es nacido de Dios”. Eso significa que el Espíritu Santo hace que la gente nazca de nuevo con la idea de crear fe en la encarnación del Dios-hombre, Jesucristo (ver 1 Juan 4:2-3). Ese es el objetivo del nuevo nacimiento. Así, la fe en Jesucristo es la primera evidencia de que ha sucedido. “Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios”. La fe es la señal de que ha sucedido el nuevo nacimiento.

Pero esa no es la única razón por la que la encarnación es necesaria para el nuevo nacimiento—no sólo porque el objetivo es la fe en Jesucristo. La encarnación del Hijo de Dios es necesaria porque la vida que obtenemos al nacer de nuevo es una vida en unión con el Cristo encarnado. Jesús dijo: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne” (Juan 6:51). Esa vida que tenemos en unión con Cristo es la que Jesús obtuvo para nosotros mediante la vida y la muerte que sufrió en su carne.

Miren 1 Juan 5:10-12 y, mientras leen, piensen que el Hijo de Dios aquí es la Hijo de Dios encarnado. “Él que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. . . . Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. Él que tiene al Hijo tiene la vida, y él que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida."

En otras palabras, el nuevo nacimiento nos da vida al traernos a una conexión espiritual entre nosotros y Jesucristo. El es nuestra vida. Su nueva vida en nosotros, con todos los cambios que esta conlleva, es el testimonio de Dios de que somos sus hijos. Y esta vida es la vida del Hijo de Dios encarnado. “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros. . . . Pues de su plenitud [la plenitud del que se ha encarnado] todos hemos recibido, gracia sobre gracia” (Juan 1:14,16)—eso es el nuevo nacimiento, nueva vida.

Sin Encarnación no hay Regeneración

Así que sin encarnación—sin la Navidad—no sería posible la regeneración por las dos razones siguientes: 1) Si no pasó la encarnación, el Jesucristo encarnado en quien creer no existiría, y ese es el objetivo del nuevo nacimiento, por tanto el nuevo nacimiento no tendría lugar. 2) Si no hubiera encarnación, la unión o conexión vital entre nosotros y el Cristo encarnado no existiría y por tanto el nuevo nacimiento abortaría porque no habría una fuente para la nueva vida.

La Cristianidad no es un tipo de espiritualidad que flota de religión en religión. Históricamente se encuentra enraizada en la persona de Jesucristo. Por lo tanto, las Escrituras dicen: “Él que tiene al Hijo tiene la vida, y él que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida." (1 Juan 5:12). “Él que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”. (Juan 5:23). “Él que a mí me rechaza”, dijo Jesús, “rechaza al que me envió” (Lucas 10:16). Si no hay encarnación, no hay unión con el Hijo ni con el Padre, no hay regeneración, no hay salvación.

La Encarnación y la Purificación

Por tanto sin la encarnación del Hijo de Dios como Mesías Jesucristo, la regeneración no existiría, ni tampoco la fe salvadora. Y brevemente podemos añadir que no habría justificación ni purificación. Sin estas, no hay salvación definitiva. Miren 1 Juan 3:3-5: “Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El [en otras palabras, todo hijo de Dios que está seguro de ser hecho a la imagen de Cristo cuando El llegue] se purifica, así como El es puro. Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado”.

Tanto la justificación como la purificación se dan a entender aquí. La purificación es explícita. Juan dice: Si han disfrutado el nuevo nacimiento, amarán el día en que Cristo se presente y ansiarán el día en que serán transformados a su imagen perfecta (como dice el versículo 2: “cuando El se manifieste, seremos semejantes a El”). Y entonces, Juan dice en el versículo 3: “Todo el que tiene esta esperanza puesta en El, se purifica, así como El es puro”. Eso significa que todo aquel que ama el día de su purificación definitiva ama su purificación ahora, detesta la impureza actual y lucha contra el pecado en estos momentos.

Esto indica que el nuevo nacimiento, que despierta la fe y nos llena de amor por el día en que llegue la purificación definitiva, produce la lucha por la pureza. Así que, ya que no hay regeneración sin encarnación, tampoco habrá purificación ahora ni pureza como la de Cristo al final, si no hay encarnación.

La Cristianidad no es un programa general para la transformación moral que flota de religión a religión. La transformación que requiere se encuentra históricamente enraizada en la persona de Jesucristo. El nuevo nacimiento despierta la fe en él. Y él—el encarnado—asegura nuestra purificación final. Y nosotros, con esa esperanza inquebrantable en él, nos purificamos como él es puro.

La Encarnación y la Justificación

Todo esto nos deja la última de las grandes obras de Cristo por tratar: justificación. Ya se indica brevemente en 1 Juan 3:4-5. Inmediatamente después de decir que aquellos que nazcan de nuevo y pongan sus esperanzas en ser finalmente perfecto como Cristo se purifican como él es puro, Juan dice algo acerca del pecado que parece surgir de repente. El dice: ”Todo él que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado”.

¿Cuál es la intención de decirnos de repente que “el pecado es la infracción de la ley” y que por tanto todos los pecados son infracción de la ley también? ¿Y entonces añadir que Cristo se manifestó "a fin de quitar los pecados"? Creo que la idea es la siguiente. Él quiere demostrar que la gran obra de Cristo al salvarnos del pecado no es tan sólo un trabajo de purificación. El lenguaje de la limpieza y purificación no llega a tratar una dimensión enorme y atroz de nuestro pecado, a saber, todo pecado es una infracción de la ley. No sólo causamos una corrupción que se debe purificar, sino también una culpa que ha de ser perdonada, una ira que se tiene que propiciar y una falta de justicia que se debe imputar.

Por ello en los versos 4-5 dice: “Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados." Esto "quitar los pecados" no es simplemente una limpieza. Es el trabajo de Cristo para quitarnos la culpa del pecado y la ira de Dios por ese pecado. ¿Y cómo hizó esto Cristo? Lo hizo mediante su encarnación, vida y muerte. Aquí tenemos dos textos de 1 Juan que nos muestran la forma en que pensaba de esto.

Primero 1 Juan 4:10: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.” Él mandó a su Hijo -eso es la encarnación- para morir por nosotros y así para absorber la ira de Dios y así ser la propiciación por nuestros pecados.

Segundo, 1 Juan 2:1: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” ¿Por qué Jesús en el cielo llamado explícitamente “el justo” cuando se lo describe como el abogado que necesitamos por nuestros pecados? Porque que él suplica ante el Padre no sólo es su sangre, sino también su justicia. Por ello 1 Juan 3:5 dice: “En El no hay pecado”. La perfección que nosotros no tenemos es la que Jesús proporciona. El juicio que nosotros no queríamos es con lo que Jesús cargó.

La Navidad no era Opcional

Todo esto se debe a que el nació. Se encarnó. Fue el Dios- hombre. Sin encarnación no hay regeneración. No hay fe. No hay justificación. No hay purificación. No hay glorificación final. La Navidad no era opcional. Y por tanto, rico en misericordia y por el gran amor con que nos amó, mientras estábamos muertos en nuestras ofensas, Dios mandó a su Hijo al mundo para que viviera sin pecar y muriera en nuestro lugar. ¡Qué gran amor nos ha mostrado el Padre! ¡Qué gran obediencia y sacrificio dio nuestro Señor Jesús por nosotros! ¡Qué gran despertar del Espíritu ha obrado en nosotros para llevarnos a la fe y a la vida eterna! Amén.


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas