A salvo, cómodo, e infeliz

De Libros y Sermones Bíblicos

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{{info|Her Faith Now Lives in Me}}<br>  
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{{info|Safe, Comfortable, and Unhappy}}<br>  
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==== El regalo de una abuela temerosa de Dios ====
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==== Encontrar la vida superando el miedo ====
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La mayoría de los niños que la volvían loca han crecido. Ayudó a criar a su nieta e intentó compartir la figura de Jesús con las mujeres de las tierras de los Apalaches, en Ohio, que no conocían a su Salvador.  
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La cobardía nos produce rechazo. El impulso a homenajear a los héroes y a despreciar a los cobardes es una parte esencial de la condición humana. Como grupo humano, exaltamos a los que viven con valentía y honor, y en conjunto condenamos a los que tienen el poder de rescatar a otros pero no lo hacen.  
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Recuerdo cuando la encontraba en el salón, antes de salir el sol, de rodillas, con la Biblia abierta y la cabeza inclinada. Sabía que estaba presenciando el secreto de cómo amaba y vivía cuando se puso de pie. En las páginas de ese libro, su Dios la convenció de que Él todavía se dedicaba cambiar vidas. Lo demostró con la forma en que cambió la suya.
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Respondemos con un menosprecio unánime cuando vemos a
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==== El primer misionero que conocí  ====
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*un agente de policía que se niega a entrar a un colegio donde se produce un asalto por un hombre armado,
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*un capitán que escapa de un barco que se hunde, dejando a los pasajeros a su suerte, o
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*un bombero que se queda fuera de una casa en llamas en lugar de entrar.
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Trabajó para llevar su mensaje a todo el mundo que conocía. Comenzó por ayudar a los que sufren escribiéndoles cartas de ánimo y llamándolos y visitándolos para saber de ellos. Redactó unidades didácticas y exámenes, trabajando sin sueldo como maestra de educación infantil en una escuela administrada por la iglesia. Quería que las adolescentes de su iglesia supieran que el camino de Dios es el más satisfactorio, así que estudió de forma diligente e impartió una clase semanal de discipulado.  
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Cuando alguien abandona una misión de salvamento para sobrevivir él mismo, retrocedemos y gritamos: «¡Cómo ha podido hacerlo!» El agente de policía, el capitán y el bombero, todos son profesionales sumamente cualificados y preparados para ese cometido. Por lo que, cuando se quedan sin participar buscando su propia seguridad, identificamos y condenamos con razón el mal de la cobardía.  
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En los veranos, ella y yo solíamos meternos en el coche y conducíamos junto a los imponentes arroyos, siguiendo vueltas y revueltas, para visitar a las señoras de las colinas que mastican tabaco y no tienen ni dientes ni una relación con Jesús. En cuanto conocía a alguien, le amaba y quería hacerle partícipe de un amor aún mayor que el suyo.
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Al estadounidense promedio con un trabajo cotidiano normal la cobardía podría parecerle algo distante y particularmente irrelevante, pero nosotros los seguidores de Cristo, debemos preguntarnos, ''¿El miedo ha hecho que yo abandone mi misión? ¿Estoy sentado en el banquillo, preocupándome más de la imagen de mí mismo y de mi seguridad que de los que están pereciendo? Si he sido equipado y llamado, entonces ¿por qué no estoy dispuesto a ir? ''
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Mi abuela fue la primera misionera que conocí, aunque nunca salió del sureste de Ohio. Fue la primera persona que me habló sobre Jesús, viviendo su misión justo donde ella estaba. Dios le ayudó a convertir su doloroso arrepentimiento por no haber criado a sus propios hijos en un hogar cristiano, en fidelidad para enseñarme acerca de Él. Vivía y respiraba la palabra de Dios, y metió su verdad en mi corazón desde el momento en que apenas podía hablar. A los 3 años era la campeona de memorización de versículos de su iglesia gracias a ella.
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==== ¿Asustado de obedecer?  ====
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Yo, como el joven Timoteo, vi primero la fe de mi abuela (2 Timoteo 1:5). Y pronto, su fe se convirtió en mi fe. Este Padre bondadoso, que tuvo compasión de esta niña sin padre, me aceptó como su propia hija. Y mi valiosa abuela estaba arrodillada allí junto a mí cuando, por primera vez, reconocí mi necesidad y pedí a Jesús salvarme de mis pecados.  
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Vivimos en una época y en un lugar donde la seguridad y la comodidad tienen prioridad en todos los ámbitos. Y no son valores malos. A menos que tengan preferencia sobre los mandamientos de Dios. Si nos descuidamos, el miedo impide que los cristianos actuemos cristianamente- sin cumplir la misión de rescate a la que hemos sido llamados.  
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==== Biblia en el arroyo  ====
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Jesús nos mandó, «Id y haced discípulos a todas las naciones» (Mateo 28:19), cuidar de los hermanos y hermanas más pequeños (Mateo 25:40), negarnos a nosotros mismos y cargar nuestras cruces diariamente (Lucas 9:23).
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Unos años más tarde, llamé a su casa para ver si había llegado sana y salva en medio de una tormenta de nieve. Sabía que había pasado algo terrible. Mi abuelo no pudo contestarme, pero pedí hablar con mi tío en su lugar.  
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Sus llamados a cada uno son únicos al igual que lo somos nosotros. Algunos se dirigen a los vecinos y a familiares, otros traspasan las ciudades llegando a países extranjeros. Algunas misiones de rescate requieren un pasaporte y un idioma extranjero. Otras requieren un paseo valiente por el pasillo donde hacen un descanso en la oficina y una invitación a un almuerzo con un compañero de trabajo. De la misma manera en que somos diferentes, también lo son nuestras misiones de rescate.  
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El coche tuvo que ser retirado con maquinaria de rescate en el arroyo donde se hundió después de haber perdido el control en las carreteras cubiertas de nieve. Se encontraron sus posesiones en el fondo del arroyo después de haberse descongelado.  
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Aunque las misiones específicas pueden parecer diferentes, el llamado a cada uno de nosotros es el mismo: todos los seguidores de Cristo son llamados a proclamar las excelencias de aquel que nos ha llamado desde las tinieblas (1 Pedro 2:9). Y esto inevitablemente precisa valentía y sacrificio. No se nos permite sentarnos a salvo y con cuidado bajo la luz, sino más bien se nos manda a proclamar al que nos ha salvado ante aquellos que están en las tinieblas.  
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Recuerdo que alguien me entregó su Biblia. Las páginas, ahora secas, se habían arrugado y quebrado al mojarse. La tuve en mis manos y la abrí para ver sus marcas cubriendo las páginas. La tinta estaba moteada y sus escritos desaparecidos. Yo debía ser la única persona que sabía que antes de que sus páginas se humedecieran por el agua, se habían humedecido por sus lágrimas. Llena de lágrimas de una madre arrodillada que oraba con premura para que sus hijos adultos se acercaran a la fe. Las lágrimas de una amiga interesada en que sus vecinos confiaran en Jesús. Las lágrimas de una abuela llorosa, pidiendo a Dios proteger y hacer crecer a su joven nieta para convertirse en una mujer piadosa.
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==== ¿Asustado de disfrutar?  ====
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==== Aférrense a la gracia  ====
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La parálisis causada por el miedo impide que experimentemos la alegría intensa y profunda que Dios ha destinado para nosotros. La contradictoria realidad de la vida cristiana es que la felicidad se halla cuando sufrimos al hacer lo que Dios ha preparado y nos ha pedido que hagamos. Pedro, perseguido por anunciar a Cristo, dijo, «Pero aun si sufrís por causa de la justicia, dichosos sois» (1 Pedro 3:14, LBLA).
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Abuelas, no subestimen su influencia sobre sus nietos. Lo que ven que ustedes valoran y las prioridades que configuran su día a día les enseñan. Lo que comentan, y a quién se lo dicen, también transmite.  
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Y el ejemplo de Jesús es supremo: «por el gozo puesto delante de él soportó la cruz» (Hebreos 12:2). La misión de rescate que Dios Padre encomendó a su Hijo fue la de la cruz, cargar con los pecados del mundo. Jesús estaba dispuesto a sufrir, pues sabía que hallaría gozo al obedecer a su padre y estar «sentado a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2).  
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Pueden no gustarle sus vidas domésticas o la manera en que sus padres hacen las cosas, pero por el bien de sus almas y su futuro, ámenlos lo suficiente para darles algo más que juguetes, dulces, ropa y viajes. Denles algo que treinta años más tarde, cuando hayan muerto y desaparecido, todavía enriquezca su vida y la de los demás por su voluntad, abnegación, sacrificio y persistencia impulsadas por gracia.  
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Pablo, también, dijo, «Sí, y me regocijaré» (Filipenses 1:18). Aunque — o quizás porque — él había sobrellevado arduas tareas, palizas, encarcelamientos, naufragios, hambres (2 Corintios 11:23–29), Dios le había dado gozo. A pesar de — ''o a causa de'' — su enorme sufrimiento, Pablo estaba resuelto a decir “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!" (Filipenses 4:4).  
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Pocos podían empatizar con el arrepentimiento como mi abuela. Rápidamente aparecían las lágrimas al hablar de su pasado antes de acercarse a Cristo. Y así, con ustedes, queridas atormentadas por la culpabilidad de años desperdiciados y oportunidades perdidas, ella se encontraría con sus ojos llenos de lágrimas, les entregaría un pañuelo y les diría: "¡Aférrense a la gracia! Nada les motivará tanto para servir y amar como darse cuenta ¡de lo mucho que Jesús les sirvió y les quiso! La ternura de su trato con ustedes, persiguiéndolas y atrayéndolas, será su ejemplo para acercarse a los demás, en su salón, junto al arroyo o entre los bloques de manzanas de la ciudad. No saben cuánto tiempo tienen, pero saben que ahora lo tienen. Así, con la gracia ante y tras de ustedes, no desperdicien el poder ejercer de abuelas".  
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Nuestro Dios da gozo en el rescate. Nos infunde gozo en nuestro sacrificio. Recibimos un gozo profundo y perdurable cuando entregamos nuestras vidas- un gozo que no puede alcanzarse en la seguridad y la comodidad de nuestra autosuficiencia. Un gozo que se alcanza cuando nos entregamos a Él que es capaz, por su nombre y por el rescate de otros.
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==== Superar el miedo a ir ====
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Si permanecemos al margen y nos negamos a correr hacia las personas necesitadas, dejaremos escapar una oportunidad. Nunca conoceremos la provisión y el sustento de Dios salvo en medio de la misión. Es más, Jesús dijo, "El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de , ése la salvará" (Lucas 9:24). Si nos negamos a ir, en realidad perderemos las mismas vidas a las que nos estamos aferrando.
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Se nos ha entrenado mucho para el salvamento. Poseemos la preparación teológica para acometer este trabajo –''sabemos'' lo que necesitamos hacer. Y el Espíritu Santo mismo nos provee con "la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder, el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos" (Efesios 1:19–20).
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Qué lástima sería encontrarnos actuando cobardemente –como el agente de policía, el capitán o el bombero que salieron corriendo cuando más se les necesitaba. Dejemos a un lado nuestras propias comodidades, pongamos a funcionar nuestros medios y salgamos al encuentro de aquellos que están en peligro –independientemente de si están al otro lado de la calle o del océano. No retrocedamos, tengamos confianza en Cristo, que está con nosotros y por nosotros, y vayamos.
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Revisión de 13:57 21 may 2018

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Sobre esta Traducción
English: Safe, Comfortable, and Unhappy

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Por Jen Oshman sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie none

Traducción por Romina Mendoza


Contenido

Encontrar la vida superando el miedo

La cobardía nos produce rechazo. El impulso a homenajear a los héroes y a despreciar a los cobardes es una parte esencial de la condición humana. Como grupo humano, exaltamos a los que viven con valentía y honor, y en conjunto condenamos a los que tienen el poder de rescatar a otros pero no lo hacen.

Respondemos con un menosprecio unánime cuando vemos a

Cuando alguien abandona una misión de salvamento para sobrevivir él mismo, retrocedemos y gritamos: «¡Cómo ha podido hacerlo!» El agente de policía, el capitán y el bombero, todos son profesionales sumamente cualificados y preparados para ese cometido. Por lo que, cuando se quedan sin participar buscando su propia seguridad, identificamos y condenamos con razón el mal de la cobardía.

Al estadounidense promedio con un trabajo cotidiano normal la cobardía podría parecerle algo distante y particularmente irrelevante, pero nosotros los seguidores de Cristo, debemos preguntarnos, ¿El miedo ha hecho que yo abandone mi misión? ¿Estoy sentado en el banquillo, preocupándome más de la imagen de mí mismo y de mi seguridad que de los que están pereciendo? Si he sido equipado y llamado, entonces ¿por qué no estoy dispuesto a ir?

¿Asustado de obedecer?

Vivimos en una época y en un lugar donde la seguridad y la comodidad tienen prioridad en todos los ámbitos. Y no son valores malos. A menos que tengan preferencia sobre los mandamientos de Dios. Si nos descuidamos, el miedo impide que los cristianos actuemos cristianamente- sin cumplir la misión de rescate a la que hemos sido llamados.

Jesús nos mandó, «Id y haced discípulos a todas las naciones» (Mateo 28:19), cuidar de los hermanos y hermanas más pequeños (Mateo 25:40), negarnos a nosotros mismos y cargar nuestras cruces diariamente (Lucas 9:23).

Sus llamados a cada uno son únicos al igual que lo somos nosotros. Algunos se dirigen a los vecinos y a familiares, otros traspasan las ciudades llegando a países extranjeros. Algunas misiones de rescate requieren un pasaporte y un idioma extranjero. Otras requieren un paseo valiente por el pasillo donde hacen un descanso en la oficina y una invitación a un almuerzo con un compañero de trabajo. De la misma manera en que somos diferentes, también lo son nuestras misiones de rescate.

Aunque las misiones específicas pueden parecer diferentes, el llamado a cada uno de nosotros es el mismo: todos los seguidores de Cristo son llamados a proclamar las excelencias de aquel que nos ha llamado desde las tinieblas (1 Pedro 2:9). Y esto inevitablemente precisa valentía y sacrificio. No se nos permite sentarnos a salvo y con cuidado bajo la luz, sino más bien se nos manda a proclamar al que nos ha salvado ante aquellos que están en las tinieblas.

¿Asustado de disfrutar?

La parálisis causada por el miedo impide que experimentemos la alegría intensa y profunda que Dios ha destinado para nosotros. La contradictoria realidad de la vida cristiana es que la felicidad se halla cuando sufrimos al hacer lo que Dios ha preparado y nos ha pedido que hagamos. Pedro, perseguido por anunciar a Cristo, dijo, «Pero aun si sufrís por causa de la justicia, dichosos sois» (1 Pedro 3:14, LBLA).

Y el ejemplo de Jesús es supremo: «por el gozo puesto delante de él soportó la cruz» (Hebreos 12:2). La misión de rescate que Dios Padre encomendó a su Hijo fue la de la cruz, cargar con los pecados del mundo. Jesús estaba dispuesto a sufrir, pues sabía que hallaría gozo al obedecer a su padre y estar «sentado a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2).

Pablo, también, dijo, «Sí, y me regocijaré» (Filipenses 1:18). Aunque — o quizás porque — él había sobrellevado arduas tareas, palizas, encarcelamientos, naufragios, hambres (2 Corintios 11:23–29), Dios le había dado gozo. A pesar de — o a causa de — su enorme sufrimiento, Pablo estaba resuelto a decir “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!" (Filipenses 4:4).

Nuestro Dios da gozo en el rescate. Nos infunde gozo en nuestro sacrificio. Recibimos un gozo profundo y perdurable cuando entregamos nuestras vidas- un gozo que no puede alcanzarse en la seguridad y la comodidad de nuestra autosuficiencia. Un gozo que se alcanza cuando nos entregamos a Él que es capaz, por su nombre y por el rescate de otros.

Superar el miedo a ir

Si permanecemos al margen y nos negamos a correr hacia las personas necesitadas, dejaremos escapar una oportunidad. Nunca conoceremos la provisión y el sustento de Dios salvo en medio de la misión. Es más, Jesús dijo, "El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de mí, ése la salvará" (Lucas 9:24). Si nos negamos a ir, en realidad perderemos las mismas vidas a las que nos estamos aferrando.

Se nos ha entrenado mucho para el salvamento. Poseemos la preparación teológica para acometer este trabajo –sabemos lo que necesitamos hacer. Y el Espíritu Santo mismo nos provee con "la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder, el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos" (Efesios 1:19–20).

Qué lástima sería encontrarnos actuando cobardemente –como el agente de policía, el capitán o el bombero que salieron corriendo cuando más se les necesitaba. Dejemos a un lado nuestras propias comodidades, pongamos a funcionar nuestros medios y salgamos al encuentro de aquellos que están en peligro –independientemente de si están al otro lado de la calle o del océano. No retrocedamos, tengamos confianza en Cristo, que está con nosotros y por nosotros, y vayamos.



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