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Por Jon Bloom sobre Asuntos de Iglesia

Traducción por Alfonso Rodriguez Sauza


Puede ser algo muy difícil amar a la iglesia. Todo cristiano que lo ha sido por mucho tiempo sabe que esto es cierto.

La iglesia terrenal siempre ha sido un grupo muy diverso. Nunca ha sido ideal. El Nuevo Testamento existe debido a que iglesias, en mayor o menor medida, siempre han sido un caos – una maraña gloriosa de santos que siguen contaminados por el pecado que aún permanece en ellos, afectados por genes, cerebros y cuerpos defectuosos, que han sido influenciados por un pasado que terminó moldeando sus vidas.

Al observar de cerca esta maraña, nada tiene de gloriosa. Su aspecto es el de mucho pecado allí apilado, y también de sangre, sudor y lágrimas invertidos en algo inútil. A menudo parece algo de lo cual preferimos alejarnos en lugar de unirnos a él.

Pero, esta es la manera en que debe ser. Porque este caos, más que cualquier otra cosa, es lo único que hace que florezca aquello que avanza la misión de la iglesia. Y esta razón, en particular, es el por qué no debemos abandonar la iglesia por razones egoístas.

Contenido

La Iglesia Que No Escogimos

JESÚS no les dio a los primeros discípulos la opción de elegir a sus compañeros. JESÚS los escogió (Juan 15:16). De buenas a primeras se encontraron reunidos.

Ni tampoco a la siguiente generación de primeros cristianos se les dio el privilegio de escoger quienes serían sus hermanos y hermanas. De repente, ellos se encontraron en compañía de gente que, probablemente, no habrían escogido: Palestinos y judíos helenísticos, judíos y gentiles, cultos e incultos, esclavos y dueños de esclavos, pobres y aristócratas, ex zelote y ex recaudador de impuestos, antiguas prostitutas y antiguos fariseos.

Y JESÚS les dio a estos primeros discípulos, y a todos los discípulos que vendrían después, un mandato imposible: ámense unos a otros (Juan 15:17). Tenía que ser una orden imposible de obedecer en meras fuerzas humanas, porque el propósito de este amor era el de dar testimonio de JESÚS en este mundo (Juan 13:35), y dar evidencias visibles del DIOS invisible (1 de Juan 4:12). Tenía que demostrar que “lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18:27).

Y JESÚS les dio a sus discípulos un contexto imposible en el cual llevarían a cabo este mandato imposible: la iglesia (Mateo 16:18) – una comunidad diversa de individuos defectuosos, contaminados por el pecado, cargando con un pasado que los había transformado en lo que eran, viviendo la vida juntos en un amor imposible.

Y entonces, cómo si esto no fuera suficiente, JESÚS le dio a su iglesia una misión imposible: predicar el evangelio por todo el mundo. En un mundo que rechazaba a DIOS y odiaba a CRISTO (Lucas 21:17; Juan 15:18), sembrarían comunidades imposibles entre todas los pueblos, en donde individuos defectuosos, contaminados por el pecado, que cargan con su pasado pecaminoso, ahora, de alguna manera, harían realidad el mandato imposible de JESÚS de amarse unos a otros (Mateo 28:19-20).

Amor imposible, comunidad imposible, y misión imposible: este es un plan destinado al fracaso. Porque no hay manera de que esto pueda funcionar, al menos de que exista un DIOS que hace posible aquello que es humanamente imposible.

Y aquí estamos, dos mil años después. La misión imposible ha producido comunidades imposibles, que llevan a cabo este mandato imposible por la mayor parte del mundo. Y con todo y los problemas de la iglesia, y vaya que son muchísimos, algo milagroso está en acción aquí.

Una Comunidad Milagrosa con Luchas y Dificultades

Pero, por un lado, la iglesia rara vez nos parece algo milagroso. “La iglesia”, en la manera en que la experimentamos directamente la mayoría de nosotros, más bien nos parece esa iglesia local a la que pertenecemos y asistimos, que deja mucho que desear, compuesta de gente común que batalla para llevarse bien, que discute en cómo conducir los servicios en un mundo de cambios constantes, y que lucha por hacer su parte para cumplir con la Gran Comisión.

Y esta lucha no se ve ni se siente milagrosa. Es fatigante, frustrante, y en ocasiones desesperante. La lucha puede llevarnos hasta el punto de querer rendirnos.

Pero no debemos abandonar la iglesia, porque es precisamente este desorden, este caos - esas cosas extraordinariamente difíciles y dolorosas que nos vuelven locos – el que nos presenta la oportunidad de poner en acción el amor de CRISTO, el cual es humanamente imposible, haciendo así visible la existencia del DIOS invisible.

De acuerdo al Nuevo Testamento, el éxito de una iglesia no se mide por el número de sus asistentes, el tamaño de su presupuesto, la excelencia en la producción de eventos, o el alcance de su influencia en el público. Su éxito se mide por la calidad de su amor. La iglesia que da testimonio de JESÚS a este mundo de la manera más efectiva, es la iglesia que busca el amor a través de:

¿Y qué es lo que hace que aflore semejante amor? Lee detenidamente cada punto otra vez y pregúntate, ¿qué situación de esas da lugar a que yo pueda mostrar amor? La respuesta corta es: todo tipo de luchas. Son esas luchas incómodas las que hacen posible que se manifieste el amor.

Las iglesias fueron diseñadas para ser comunidades de amor imposible que sólo funcionan si DIOS es real, y si el sacrificio de CRISTO es real, y si el cielo es real. Donde hay un vacío de amor, la comunidad se derrumba o se degrada en un simple producto de evento para el consumidor, formalismo vacío, espiritualidad amorfa, grupos sociales de defensa de diversas causas, o, en esencia, se torna en una reunión cívica – una comunidad que muere o que sólo son los restos de algo que tuvo una gran vitalidad en el pasado.

Una Comunidad que con Gracia Decepciona

JESÚS no diseño la iglesia para que fuera un lugar donde se hacen realidad nuestros sueños. De hecho, es un lugar donde muchos de nuestros sueños se tornan en desilusión y mueren. Y, sin que probablemente nos demos cuenta, esto es parte de esa gracia que DIOS nos concede, porque nuestros sueños son mucho más egoístas de lo que nos damos cuenta.

Sin darnos cuenta, nuestras expectativas personales se convierten en tiranos para todas las demás personas, porque estos no logran cumplir lo que nosotros esperamos de ellos. Cuando estamos más enfocados en cómo las fallas y debilidades de otros evitan y obstaculizan alcanzar la comunidad ideal de lo que estamos en servir a otros y en la búsqueda de su bien y su felicidad, es entonces cuando nuestras aspiraciones matan el amor, lo que impide que se cumpla con la verdadera misión.

JESÚS diseño la iglesia para ser un lugar donde el amor se hace realidad, donde dejamos a un lado nuestras preferencias por consideración por los demás. Fue pensado como un laboratorio viviente del amor, un lugar donde existen muchas oportunidades, grandes y pequeñas, de entregar nuestras vidas unos por otros, de manera que, el amor de CRISTO se convierte en un espectáculo público.

Es por eso que, en esta época en la que vivimos, cuando pensemos en la iglesia, la imagen de comunidad que debemos tener no debe ser una de convivencia utópica, sino de Gólgota. Al vivir la vida en conjunto, morimos cada día [a nosotros mismos] (1 Corintios 15:31). Entregamos nuestras vidas unos por otros (1 Juan 3:16).

Ama al que Está a Tu lado

Hace ya más de cuarenta años que Stephen Stills cantaba, “Si no puedes estar con el que amas, querida, ama al que está a tu lado.” Aunque lo más seguro es que él no escribió esto con la iglesia en mente, podemos de igual manera sacar una aplicación redentora de todo esto.

Existen numerosas razones legítimas para abandonar una iglesia, y las partidas son otra oportunidad más que se nos presenta a nosotros de extender nuestro amor misericordioso a los que se van. Pero debemos tener una sombra de sospecha de nuestros motivos si es la desilusión, intranquilidad, aburrimiento, descontento, desgaste, conflicto relacional, y las expectativas defraudadas las que están alimentando nuestro impulso por irnos. Muy a menudo, estos frutos tienen su raíz en tierra de egoísmo. No debemos amar la iglesia con la que no podemos estar – esa comunidad idealizada de nuestra imaginación. Debemos amar aquél con el que estamos.

No somos nosotros los que escogemos los discípulos con los que vivimos; eso lo hace JESÚS. Nosotros somos lanzados dentro de un grupo diverso de santos defectuosos, contaminados por el pecado, entre los cuales, muy a nuestro modo, nosotros somos los más contaminados y defectuosos (1 Timoteo 1:15).

Lo que se nos ha otorgado a nosotros, es el increíble privilegio y un gran número de oportunidades de amar a estos compañeros discípulos tal y como JESÚS nos amó. Podemos amarlos, con todo y sus imperfecciones. Porque es a través de un amor que, de manera recíproca, se niega a sí mismo, es paciente, que perdona y que los discípulos tienen el uno por el otro, en que CRISTO se muestra de manera clara al mundo y la manera en que su misión es avanzada de manera poderosa.


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