Ansioso Por Nada

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English: Anxious About Nothing

© Desiring God

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Por Steven Lee sobre Miedo y Ansiedad

Traducción por Paola Montano


Como las promesas de Dios calman nuestros miedos

Mientras la horrible escena sucedía ante mí, mis peores pesadillas amenazaban con convertirse en realidad; sostuve a mi bebé, nacido unos segundos antes, y me pregunté en silencio cómo sería criar a tres niños pequeños sin su madre.

Media docena de médicos y enfermeras habían corrido hacia la habitación. La sangre se acumuló por debajo de mi esposa momentos después de dar a luz. La sombría, seria y decisiva actitud del personal médico me dijo cuán grave era la situación. Una enfermera le pidió autorización a mi esposa para una transfusión de sangre si se necesitaban medidas de salvamento. Los médicos se pusieron a trabajar, saltándose las cortesías y prescindiendo de cualquier modal. Sus rostros y movimientos revelaron la severidad de la repentina y peligrosa condición de mi esposa.

Un tsunami de pensamientos llenos de miedo y ansiedad inundó mi corazón y mi mente. ¿Cómo iba a superar el dolor? ¿Qué les diría a mis hijos de 4 y 2 años? ¿Qué les diría a mis suegros? ¿Qué podría estar haciendo Dios en y a través de esta situación? Lo más preocupante, ¿todavía confiaría en Él si ella muriera?

Contenido

Nuestra era de ansiedad

En su misericordia, Dios escuchó mis oraciones desesperadas y preservó a mi esposa. Los médicos y las enfermeras fueron increíbles, y mi esposa se estabilizó y se recuperó. Pero el miedo que sentí en esos momentos fue real, y fue un extremo ejemplo de los miedos que enfrentamos regularmente a lo largo de la vida. La gran mayoría de nuestra ansiedad puede no ser tan intensa, pero los síntomas son comunes y familiares. Nuestro pecho se tensa. Una sensación de malestar se apodera de nuestro cuerpo. Los pensamientos preocupantes nos mantienen despiertos por la noche. Los ataques de pánico pueden causar parálisis momentánea. El aumento de la presión arterial expone nuestra preocupación.

Para exacerbar nuestros miedos normales, vivimos en una era de ansiedad, con la preocupación acechando en cada esquina. Oleadas de titulares alarmantes, publicaciones en redes sociales, actualizaciones de correo electrónico y pensamientos perdidos amenazan con arrojarnos en un picado de inquietudes. Los "¿qué pasaría si...?" son interminables: tiroteos escolares, cáncer, enfermedad inexplicable, contraer una bacteria carnívora, pérdida de seres queridos, muertes relacionadas con la pandemia, ruina financiera, violencia y disturbios, furiosos incendios forestales, devastación y disturbios, agua potable contaminada, cadenas de suministro de alimentos rotas, guerra nuclear, colapsos globales, economías colapsadas y otros mil "peores escenarios posibles".

Más que nunca, estamos inundados de información, y gran parte de esa información juega con nuestros temores y ansiedades impíos. Puede convertirse en un patio de juegos para los ataques de Satanás contra nosotros.

Entonces, ¿cómo podemos prepararnos para enfrentar nuestros peores temores? ¿Cómo libramos la guerra contra la ansiedad?

Ansioso por nada

Filipenses 4:6-7 (LBLA) nos dice: “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios”. Pero, ¿cómo la oración, la súplica y la acción de gracias arrancan las malas hierbas de la ansiedad de nuestras vidas? O para cambiar la analogía, si el miedo y la ansiedad son como las luces indicadoras del panel de control de nuestra alma, ¿cómo identificamos y abordamos los problemas subyacentes?

La verdad de Filipenses 4:6-7 no es un mantra que mágicamente deshace la ansiedad. Así no es como funciona la oración (o la ansiedad). El solo hecho de pedirle a Dios que quite la ansiedad no significa necesariamente que la neblina del presentimiento desaparecerá de inmediato. Además de sus raíces espirituales, la ansiedad también puede provenir, en parte, de factores biológicos o neurológicos más allá de nuestro consciente control. Si bien la batalla puede ser más compleja, a menudo nuestras ansiedades revelan nuestra alma y la ruptura que existe entre las creencias que declaramos y el estado de nuestro corazón.

Entonces, antes de que podamos volvernos menos ansiosos, primero debemos reconocer que necesitamos la ayuda de Dios. No podemos luchar la batalla por nuestra cuenta y en nuestra propia fuerza. Las raíces de la ansiedad son demasiado profundas como para arrancarlas sin ayuda. Necesitamos la ayuda de nuestro Señor para diagnosticar nuestros corazones e identificar las raíces de la ansiedad.

Reconociendo la ansiedad con humildad

El apóstol Pedro establece un vínculo explícito entre la humildad y renunciar a la ansiedad:

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros. (1 Pedro 5:6–7)

Según Pedro, dejar de lado los pensamientos y temores ansiosos requiere de un proceso de varios pasos en el que admitimos que (1) tengo miedo y ansiedad, (2) no estoy confiando en el carácter y la bondad de Dios, y (3) necesito su ayuda para echar sobre Él estas ansiedades.

En Números 13, por ejemplo, doce espías dan un informe sobre la Tierra Prometida que Dios le había dado a Israel. En esa tierra fluía leche y miel, pero temían la fuerza de sus habitantes. Comenzaron a dudar de la fuerza de Dios y de la promesa de darles la tierra. Su miedo a los enemigos oscureció su visión de la promesa, el poder y el plan de Dios para hacer lo que Él dijo que haría.

En ese momento, tenían que admitir que tenían miedo de la derrota a manos de ejércitos más fuertes con ciudades fortificadas. Necesitaban recordar de nuevo la promesa de Dios acerca de darles la tierra. Y necesitaban echar sus ansiedades sobre el Señor creyendo en su palabra, a pesar del miedo que se sentía más real.

La fe es creer lo que Dios dice incluso cuando las circunstancias parecen decir lo contrario. La fe es ver la gracia invisible de Dios mientras te enfrentas a un peligro presente y real. La lucha por creer que todas las cosas cooperan para bien, para aquellos que son llamados según el propósito de Dios (Romanos 8:28), es la lucha diaria de recordar que Dios es sabio, bueno, soberano y que obra incluso en medio de nuestros miedos y ansiedades.

Batalla profundamente dependiente

Cuando nos humillamos ante Dios, reconociendo nuestra debilidad, temores y ansiedades, podemos comenzar a echar esas ansiedades ante nuestro Señor en oración, súplica y acción de gracias (Filipenses 4:6–7). En cada paso de este proceso, recordamos el carácter y las promesas de Dios en nuestras oraciones. Nuestras oraciones cambian del "¡quítalo Dios!" a una humilde sumisión y la consideración del carácter de Dios en oración.

Padre Celestial, ayúdame a confiar en ti con la incertidumbre de esta situación. Me recuerdas que no te has olvidado de mí, que los cabellos de mi cabeza están contados, y que no necesito temer (Lucas 12:6-7). Ayúdame a confiar en que estás en control, que estarás conmigo en los días venideros que se sienten tan inciertos, y que sabes lo que necesito incluso antes de que te lo pida (Mateo 6:8).

Nuestras peticiones no son demasiado grandes para nuestro Padre misericordioso y generoso. De hecho, a menudo, cuando los temores y las ansiedades iluminan nuestro panel de control, es un recordatorio necesario para meditar en su palabra, admitir nuestros temores, compartir con amigos y consejeros de confianza, escudriñar las Escrituras en busca de las promesas de Dios y acercarnos en oración.

No estamos diseñados para ser personas autosuficientes. Somos personas necesitadas que dependen de Dios, de su palabra, y de su pueblo para iniciar una guerra contra la ansiedad.

Dios nunca se inquieta

En tanto dependa de ti, lucha la guerra contra la ansiedad apuntando a la raíz. Los jardineros experimentados te dirán que la mejor defensa contra las malas hierbas es una buena ofensiva. Las plantas perennes fuertes y florecientes, un huerto bien fertilizado o incluso una hierba verde espesa absorben los nutrientes y eliminan las malas hierbas. Del mismo modo, a medida que erradicamos la ansiedad y el miedo, debemos reemplazarlo con la dependencia, confianza, fe e intimidad con Jesús.

Encontrar un gozo y una satisfacción más profundos en Dios es fundamental en la lucha contra la ansiedad. No sólo es digno de confianza, soberano, bueno y está en control, sino que Él es la fuente de nuestra vida. La muerte y resurrección de Jesús no son solo un vendaje sobre un hueso roto, sino una férula y un yeso que nos mantiene firmes en medio del miedo o el dolor. Y en el proceso de la oración, súplica y acción de gracias, no repetimos mantras sin pensar, sino que nos acercamos a una persona. No obtenemos soluciones rápidas para la ansiedad, sino que profundizamos en nuestra relación con el Señor del cielo y la tierra, quien sostiene todas las cosas en sus soberanas manos.

Libramos una guerra contra la ansiedad al recordar que hemos sido unidos con el Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y sorprendentemente, Dios nunca se inquieta. Él no teme a nada, nunca está ansioso y nunca está abrumado. En su paz perfecta nos promete a nosotros, a sus hijos, una paz perfecta también. Isaías 26:3 dice: "Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en ti confía”. Luchamos la guerra contra la ansiedad anclando nuestros corazones y mentes a Cristo.


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