Apoyo celestial en la carrera de la vida

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English: Heavenly Encouragement in the Race of Life

© Eternal Perspective Ministries

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Por Randy Alcorn sobre Cielo & Infierno

Traducción por Carlos Diaz


La vida en este mundo—la forma que es ahora y la forma que somos ahora—puede ser difícil, ¿cierto? Es fácil sentirse cargado, desmotivado, deprimido, o incluso traumatizado cuando sufren la pérdida de un ser querido, cuando su salud está fallando, o cuando sus sueños—su familia, carrera, o ambiciones permanentes—se han derrumbado. Quizás se han vuelto cínicos o han perdido la esperanza. Algunas temporadas de la vida puede parecer como una serie de vueltas, giros, y callejones sin salida.

Dios nos da a cada uno de nosotros una carrera que correr. Para terminar bien, debemos desarrollar perseverancia. La vida cristiana no es una carrera de cien metros sino un maratón, que requiere paciencia, resistencia y disciplina. ¿Pero cómo encontramos la fuerza para terminar bien nuestra carrera?

Contenido

El cielo es nuestra línea de meta

Cuando el apóstol Pablo enfrentó dificultades, abatimientos, y aprisionamiento, dijo, “Digo solamente esto: Olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14, NIV). ¿Qué le dio fuerza a Pablo y la perspectiva para “correr en dirección a la meta”? Una clara vista del Cielo.

Se efectuó un estudio en el cual a un grupo de soldados israelíes se les dijo que irían en una marcha, pero no se les dijo cuándo terminaría. A otro grupo se le dijo la duración de la marcha.

Ambos grupos fueron probados en base a su respuesta ante el estrés. Aunque marchaban a no menos unos metros de los del otro grupo, aquellos que no sabían cuándo terminaría la marcha registraron un nivel más alto de estrés. ¿Por qué? Porque se sentían impotentes—desperanzados—preguntándose si alguna vez se les permitiría descansar.

No sabemos exactamente cuando, pero como seguidores de Cristo, sabemos que existe una línea de meta. No correremos para siempre. Descansaremos.

Piensen en esto: Jesús, al inescrutable costo de Él mismo, compró por nosotros un final feliz. Un “final” feliz que nunca terminará. Anticipando nuestro futuro en una Tierra resucitada con Cristo puede capacitarnos para persevera en un matrimonio difícil, permanecer fieles a la ardua tarea de cuidad por un familiar o niño enfermo, o mantenernos en un trabajo demandante. Samuel Rutherford escribió, “Nuestro corto tiempo de sufrimiento no es digno de nuestra primera noche de bienvenida al Cielo”.

Si ustedes creen esto, no se aferrarán desesperadamente a esta vida. Su sólida esperanza les dará la fuerza para perseverar cuando las cosas se tornen difíciles. Elevarán su rostro, estirarán sus brazos, y continuarán corriendo en anticipación de una vida superior por venir. (Debo mencionar suicidio aquí porque la idea seduce a algunas personas. El hecho de que el cielo será tan maravilloso no debería tentarnos a tomar atajos para llegar a la línea de meta. Siempre y cuando Dios los mantenga aquí en la Tierra, es exactamente donde Él desea que estén).

Nuestro Salvador está esperando

Hebreos 12:1 nos dice que “corramos hasta el final la prueba que nos espera”, creando la imagen mental de las competiciones grieas, las cuales eran intencionalmente observadas por multitudes de fanáticos abismados sentándose en lo alto de los antiguos estadios. La “gran nube de testigos” se refiere a los santos que se han ido antes que nosotros, cuyos logros en el campo de juego de la vida ahora son parte de nuestra rica historia. Las imágenes también pueden sugerir que esos santos, los “atletas” espirituales de la antigüedad, ahora nos están observando y nos alientan desde el gran estadio del Cielo que mira hacia abajo en el campo de la Tierra.

El autor de Hebreos continúa exhortándonos a “fijar los ojos en Jesús, que organiza esta carrera de la fe y la premia al final. Por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, no tuvo miedo de la humillación, y está sentado a la derecha del trono de Dios.” El siguiente versículo nos ordena: “Piensen en Jesús, que sufrió tantas contradicciones de parte de gente mala, y no les faltarán las fuerzas ni el ánimo” (Hebreos 12:2-3, NIV).

John Piper escribe acerca de estos versículos, “Pero no debemos voltear a ver a los santos a medida que corremos. Nuestra principal motivación viene de seguir hacia delante en Jesús. Terminó la misma carrera de la vida humana. Solo que nunca pecó, y por eso su carrera fue perfecta. Cuando terminó su carrera, terminó nuestra salvación. Así que corremos, ‘buscando a Jesús, el fundador y rematador de nuestra fe.’”

Jesucristo, la Roca de la salvación, es el Único que ha prometido preparar un lugar para aquellos que colocan su esperanza en Él, un lugar donde ellos vivirán con Él para siempre. Si podemos aprender a fijar nuestros ojos en Jesús, imaginar nuestro hogar eterno en nuestro ojo de la mente, esto nos consolará y nos dará energía, dándonos una clara vista en la línea de meta. Y si le hemos servido aquí, ¡Su bienvenida será gloriosa!

En su libro Things Unseen, Mark Buchanan describe a la carrera de la vida del cristiano y el deber de Jesús de motivarnos en: “Ustedes están inclinados al cielo. Ustedes esperan ansiosamente a un Salvador que, a cambio, los espera ansiosamente. Hay una inmensa compañía con ustedes, animando cada movimiento que ustedes y su Salvador para acercarse más uno al otro. El vierte gracia sobre ustedes para que terminen la carrera. Él vierte más gracia cuando tropiezan, se fatigan, caen, se desaniman. Él permanece a la cabeza del curso y, mientras todos los santos que se han ido antes de la línea de la carretera y alientan bulliciosamente, Él estira Sus brazos en una exhuberante bienvenida, con congregación exultante”.

Me imagino a mí mismo viendo a Jesús, cayendo en mis rodillas, haciendo que Él me alcance y me hale. Pensar en Él dándome la bienvenida no solo una vez, sino por toda la eternidad, es una alegría pura.

Cierren sus ojos e imaginen ver a Jesús y estar abrazados en Sus brazos cuando crucen la línea de meta de sus vidas. ¡Qué pensamiento maravilloso!

La promesa de la recompensa eterna

No es solo la anticipación de ver a nuestro Salvador que deba impulsarnos hacia adelante; también es la alegría de complacerlo. Jesús ha prometido recompensa a aquellos que le han servido fielmente: “Voy a llegar pronto, y llevo conmigo el salario para dar a cada uno conforme a su trabajo”. (Apocalipsis 22:12).

Moisés permaneció fiel a Dios porque “Se fijó en que Dios retribuiría a cada uno” (Hebreos 11:26, NIV). De igual forma, Pablo corrió su carrera con sus ojos en el premio del Cielo, el cual lo motivó a correr largo y duro. Estaba desvergonzadamente motivado por el prospecto de la recompensa eterna, y lo reconoció libremente y frecuentemente (1 Corintios 9:24-25; 2 Corintios 4:16-18; 5:9-10; 2 Timoteo 4:7-8). “Correr de tal forma para obtener el premio”, dijo, y en el borde de la muerte habla ansiosamente de la corona que el Juez le daría en el Cielo. Motivó a los creyentes con estas palabras: “No nos cansemos de hacer el bien, porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos” (Gálatas 6:9).

Jesús nos dice que un día Sus fieles sirvientes escucharán a su Maestro decir, Muy bien, servidor bueno y honrado. Ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón. (Mateo 25:23).

Piensen en esas increíbles palabras: “Muy bien, servidor bueno y honrado”. Memorícenlas. Son las palabras que anhelamos oír, las palabras que nos merecemos oír.

¿Qué cambios pudieran necesitar ustedes para iniciar hoy de modo que puedan un día oir esas palabras de Dios? Si aún no conocen a Jesús, no es demasiado tarde. Confiesen sus pecados y acepten humildemente el regalo de Su sacrificio expiatorio por ustedes. Si lo conocen, tomen decisiones diariamente a consecuencia de su destino. Mediante la gracia de Dios, usen el tiempo que les queda en la Tierra presente para guardar para ustedes tesoros en la Tierra Nueva, de ponerse a los pies de Cristo para Su gloria (Apocalipsis 4:10). Corra su carrera de la vida para honrarlo.

Y ustedes deberían preguntarse si hay algo que hayan hecho por lo que Dios posiblemente pudiera recompensarlos, motivarnos por 1 Corintios 4:5 que habla del juicio cuando “cada uno recibirá su alabanza de Dios” (NIV). Él encontrará algo por lo que recompensarlos. ¿Buscarán hacer obras más apremiables para Él?

Cuando oigan a Jesús decir “Bien hecho”, sabremos que todo sacrificio que hagamos, toda dificultad a lo largo del camino, fue nada. Mientras tanto, podemos regocijarnos en el sufrimiento de la misma forma que los atletas olímpicos se regocijan en sus ejercicios de calentamiento—no porque lo veamos fácil, sino porque sabemos que esto un día se convertirá en una gran recompensa.

Él da fuerza renovada

Muchos están familiarizados con la hermosa promesa de Isaías 40:31: “Los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas. Les crecen alas como de águilas; correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse” (NIV).

Joni Eareckson Tada escribe sobre este versículo:

El comienzo de la vida cristiana fue emocionante: muchas sonrisas y apretones de manos y motivación. Sus emociones crecieron. ¿Y el final? Bueno, va a ser maravilloso conocer a Jesús cara a cara.
Pero ahora están en el medio. Hay kilómetros atrás de ustedes y kilómetros por seguir. No oyen ninguna aclamación o aplauso. Su compromiso para sencillamente seguir colocando un pie cansado en frente del otro comienza a decaer y desvanecerse. Ah, pero la promesa en Isaías es solo tan verdadera ahora como entonces. Amigos, si caminan en el Espíritu, su fortaleza será renovada. Ustedes correrán y no se cansarán. Incluso en la grande, gris y mediana ditancia, caminarán y no se desmayarán. Asi que amigos, no desmayen, no se rindan. La línea de meta está justo en el horizonte y, oh, qué gran recompensa les espera. Cada paso lo acerca más a casa, así que fijen sus ojos en el Único quen les espera allí. Están a mitad de casa.

Con la ayuda de Dios, podemos enviar a la disciplina de la vida las circunstancias que Él nos ha confiado. Que nos regocijemos no meramente cuando esas circunstancias nos complazcan, sino incluso cuando no lo hagan, porque sabemos que Dios es soberano, omnisciente, y sabio, porque Él nos ha sacado del infierno y nos prometió el Cielo, porque Él está trabajando en conjunto por todas las cosas, incluso las peores, por nuestro bien (Romanos 8:28).

¿Así que están cansados en la carrera de la vida? Pídanle a su Salvador Su fortalecimiento para terminar fuertes, y mantener sus ojos en la línea de meta celestial. Por su gracia sustentadora, ustedes lo harán.



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