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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Javier Matus


Contenido

Cómo inspira Dios la generosidad ambiciosa

Si no aprendemos a hacer tesoros en el cielo, inevitablemente nos conformaremos con los tesoros de la tierra —y nos perderemos de algo mucho más duradero y satisfactorio.

Cuando escuchamos “Haceos tesoros en el cielo”, podría sonar como “Asegúrate de guardar algo de dinero en tu fondo de jubilación”. “Prioriza la seguridad financiera a largo plazo sobre las ganancias y compras a corto plazo”. Jesús, sin embargo, aquí no está vendiendo seguros de vida ni está dando planes de jubilación. Invertir en el cielo no significa perder la felicidad presente. Significa reubicar y profundizar nuestra felicidad —ahora y en la eternidad.

Cada vez que hacemos sacrificios terrenales en el proceso, Jesús dice:

De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de Mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. (Marcos 10:29-30)

Cualquier inversión que hagamos en el cielo a expensas de alguna experiencia en la tierra será generosamente recompensada ahora en este tiempo —y en el siglo venidero. Cien veces más ahora en este tiempo. ¿Crees que Dios hará eso cuando entregues lo que tienes?

Nuevamente, Jesús dice: “Más bienaventurado es” —ahora, hoy, en este momento— “dar que recibir” (Hechos 20:35). Cuando hacemos tesoros en el cielo, no estamos protegiendo el futuro; estamos arrebatando la bendición ahora y en el futuro. Las personas más felices del mundo no son las que gastan y compran para sí mismas —lo vemos una y otra vez en los titulares de nuestra sociedad de consumo— sino aquellas que gastan y dan por el bien de los demás.

Sin embargo, perseguir la felicidad de esta manera nos convertirá en extranjeros en un mundo de compradores, gastadores y ahorradores. Aquellos que han guardado sus tesoros en el cielo confundirán, y probablemente ofenderán, a los que se aferran a lo que tienen aquí en la tierra.

¿Qué se te ha dado?

Nuestro tesoro, aquí y en otras partes de las Escrituras, es lo que ganamos o adquirimos para nosotros mismos con lo que Dios nos ha dado. ¿En qué gastamos nuestro dinero, tiempo y energía?

Así que, primero, ¿qué te ha dado Dios? Bueno, todo lo que tienes. “¿Qué tienes que no hayas recibido?” pregunta el apóstol Pablo. “Si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7). Con demasiada facilidad comenzamos a dar por sentado los dones de Dios hasta que finalmente comenzamos a tomar crédito por ellos. La mayordomía fiel comienza con una convicción de que se nos ha dado todo lo que tenemos (Santiago 1:17), y que todo lo que se nos ha dado, se nos ha dado para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31).

Entonces, de nuevo, ¿qué te ha dado Dios? Él “da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:25). Primero, te ha dado la vida, un regalo impresionante e inconmensurable con un enorme potencial. Suponiendo que sobrevivas el día, Dios te habrá dado otras 20 000 respiraciones. Y, si quiere, mañana te dará otras 20 000. ¿En qué vas a gastar esas respiraciones?

Dios te ha dado vida y aliento y ;;todas las cosas. Si lo tienes, Dios te lo dio. Cada centavo en cada cheque de pago. Cada centímetro cuadrado de tu hogar. Cada trozo de algodón de tu armario. Cada último centavo en tus ahorros. Y un día, cada uno de nosotros dará cuenta de cómo gastamos y usamos todo lo que tuvimos —y a la mayoría de nosotros, especialmente en Occidente, se nos ha dado mucho. ¿Qué habrá comprado nuestro mucho? ¿Qué dirá nuestro mucho acerca de lo que realmente atesoramos y perseguimos? ¿Sugerirá nuestro mucho que vivimos para el cielo en la tierra, o que calladamente deseamos que el cielo nos hubiera dejado tener algunos años más aquí primero?

Recuerda a los pobres

¿Qué significa hacer tesoros en el cielo? Significa dar todo lo que podamos en la tierra por el bien de los demás en el Nombre de Jesús. Él dice:

Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Lucas 12:33-34)

¿Quieres un tesoro que nunca falla? ¿Quieres cuentas financieras que nunca se atrofian? ¿Quieres una seguridad, libertad y placer que crezca y se propague mucho después de que hayas muerto? Entonces vende lo que tienes para dar a los que no lo tienen. Jesús le dice en otra parte a un joven rico: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21). No podemos comenzar a acumular tesoros en el cielo si no estamos dispuestos a sacrificar nuestros tesoros terrenales para los necesitados.

Obedecer a Jesús realmente comienza aquí: proveer para los pobres. Esto se verá diferente de una familia a otra, de una ciudad a otra, de un siglo a otro, pero Jesús nos aseguró: “Siempre tendréis a los pobres con vosotros” (Marcos 14:7). Y así ha sido, incluso en las naciones más ricas. Y tal como los apóstoles encargaron a Pablo, Dios nos encarga: “Acuérdense de los pobres” (Gálatas 2:10). Entonces, ¿quiénes son los pobres en el lugar donde te encuentras y cómo podría lo que tú tienes encontrarlos donde sus necesidades están?

Generosidad ambiciosa

Más allá de los pobres (sin pasar por alto ni evitar a los pobres), hacemos tesoros en una amplia variedad de generosidades.

Damos a otros tipos de necesidades que nos rodean, especialmente de los creyentes —abriendo nuestros hogares en hospitalidad, pagando las facturas en una crisis, proporcionando comidas después de una cirugía, sorprendiendo a alguien con un regalo considerado. Apoyamos la propagación del evangelio, primero a través de nuestras propias iglesias, pero luego mucho más allá, a través de misiones mundiales. ¿Algún dólar produce más tesoros en el cielo que el que ayuda a recibir a los no alcanzados en el reino?

Damos, y también hacemos el bien —pasando tiempo con los solitarios, cargando cajas durante una mudanza, enseñando en la escuela dominical, cuidando niños para padres cansados, ayudando a alguien con los proyectos de la casa, horneando para un vecino. “No nos cansemos, pues, de hacer bien”, dice Pablo, “porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9). Así que, haciendo tesoros en el cielo a veces significa prestar nuestro tiempo y nuestras manos en vez de nuestro dinero.

El llamado aquí no es solo un estilo de vida de generosidad, sino de generosidad ambiciosa. No: “Asegúrate de cubrir tus bases y luego ve si te sobra algo para regalar”, sino: Haceos tesoros en el cielo. Persigue este tesoro. Busca formas creativas de obtener más de este tesoro. Haz todo lo que puedas para tener este tesoro. No la generosidad sobrante, sino la generosidad radical —la clase que solo tiene sentido si Jesús en realidad murió, en realidad resucitó y en realidad recompensará a aquellos que dan y se sacrifican de estas maneras. No simplemente incluyas el cielo en tu presupuesto, sino apunta tu presupuesto —todo tu presupuesto— al cielo.

No temáis

¿De dónde viene este tipo de generosidad ambiciosa? ¿Cómo combatimos los temores que nos hacen egoístas, miopes y tacaños? Nota lo que Jesús dice inmediatamente antes de llamarnos a dar todo lo que tenemos:

No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna. (Lucas 12:32-33)

Si luchas por hacer tesoros en el cielo, recuerda, primero, que tienes un Padre en el cielo. En Cristo, el Gobernante del cielo que te espera no es simplemente tu Rey Compasivo o Juez Misericordioso, sino que te ha hecho Su propio hijo. El que tiene tu herencia para ti (1 Pedro 1:4), y tú para tu herencia (1 Pedro 1:5), te ama con el amor de un Padre devoto y adorador.

Y tu Padre no es tacaño, sino generoso. Quiere darte el reino. Si eres de Él, “todo es vuestro… sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios” (1 Corintios 3:1-23). ¿Qué locos somos cuando nos confronta una necesidad real y apremiante de aferrarnos a unos pocos cientos de dólares o unas horas inesperadas mientras Dios nos ofrece todo en Cristo? No retendrá nada, literalmente. La generosidad ambiciosa crece en las imaginaciones y en los bolsillos de aquellos que son asombrados por la generosidad de Dios. Medita en todo lo que Dios te dará. Nunca podrás contar o cuantificar lo que ha prometido.

Tu Padre no solo es generoso, sino que también se alegra de darte el reino. No da de mala gana, sino con entusiasmo y alegría. Con la sonrisa más grande y cálida. ¿Por qué ama Dios al dador alegre (2 Corintios 9:7)? El siguiente versículo nos dice: porque Dios mismo es un dador alegre y generoso (2 Corintios 9:8). La generosidad alegre en nosotros arde con la generosidad gozosa del cielo hacia nosotros.

Al final, Dios no solo nos recompensará por hacer tesoros en el cielo, sino que Él será la gran recompensa del cielo. Como los creyentes perseguidos en Hebreos, podemos dar gozosamente lo que tenemos en la tierra para los necesitados, e incluso aceptar el despojo de nuestra propiedad, ya que sabemos que tenemos “una mejor y perdurable herencia” (Hebreos 10:34). Y la mejor y perdurable herencia no es, en última instancia, algo que Él da, sino Alguien que es.


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