Cristo y Sus Colaboradores

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Por Charles H. Spurgeon sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit

Traducción por Allan Aviles


"Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían, Amén." -- Marcos 16:20

EL versículo previo nos dice que "el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios." Para sus discípulos fue muy conveniente que Él se fuera, y que se hubiera ido al mejor lugar para ayudarlos en su trabajo. Él podía examinar mejor el campo de acción desde la altura, y así el Capitán asciende a lo alto.

Desde su trono podía enviarles socorro de mejor manera, y así el Señor asciende a Su gloria. Podía conducirlos mejor por medio del Espíritu Santo que por Su propia presencia corporal, entonces pues, estaba en el mejor lugar cuando "fue recibido arriba en el cielo."

Los discípulos estaban en su mejor lugar en la tierra. No siempre pensamos así, a veces estamos ansiosos de irnos al hogar. A menudo hemos pensado en relación a un converso que, si el primer día se dice de él, "Miren él ora," podríamos también decir, "Miren él canta en el cielo," y esto nos ahorraría un mundo de cuidados y preocupaciones y desilusiones. Sin embargo, para la gloria de Dios y para el cumplimiento del propósito divino, no es mejor que los santos sean recibidos de inmediato en el cielo. No, es mejor leer acerca de ellos que, "saliendo, predicaron en todas partes." Es mejor que Cristo esté en lo alto, pero es conveniente para nosotros y para la gloria de Dios que permanezcamos un tiempo aquí.

Me gusta pensar que Cristo fue llevado al cielo porque su obra estaba cumplida, y que Sus seguidores permanecieran en la tierra porque todavía tenían una misión que cumplir. Si pudiéramos colarnos en el cielo, ¡qué pena sería que lo hiciéramos mientras haya una sola alma que pudiera ser salvada! Pienso que, si yo no llevara a Cristo el número completo de joyas que Él ha dispuesto que yo traiga para adornar Su corona, yo pediría regresar otra vez aunque fuera del cielo.

Él conoce muy bien dónde le podemos servir mejor, por eso ordena que, mientras que Él está sentado a la diestra de Dios, debemos permanecer aquí, y salir a predicar por todas partes, con la ayuda del Señor, y confirmando la Palabra con las señales que le siguen, tal como lo hizo con sus primeros discípulos.

Voy a decir unas cuantas palabras prácticas sobre el hecho que, en primer lugar, ellos trabajaron: "saliendo, predicaron en todas partes." En segundo lugar, el Señor trabajó con ellos: "Ayudándoles el Señor." En tercer lugar,los dos trabajos estuvieron en preciosa armonía, pues cuando el Señor trabajó confirmó la Palabra con las señales que la seguían; y como el escritor de este versículo ha puesto "Amén" al final, diremos "Amén" y sentiremos "Amén." ¡Señor, haz que tu pueblo trabaje! ¡Señor, Tú también trabaja! "Amén." ¡Señor haz que los dos trabajos coincidan de manera dulce y unísona! "Amén."

I. Primero, entonces, ELLOS TRABAJARON: "Salieron y predicaron."

Los discípulos no dijeron, "Bien, el Señor ha ido al cielo, seguramente los propósitos eternos de Dios serán llevados a cabo, no es posible que los designios del infinito amor puedan fallar, más ahora que Él está a la diestra de Su Padre, por lo tanto gocémonos espiritualmente. Sentémonos en feliz posesión de las bendiciones del pacto, y cantemos para el contentamiento de nuestro corazón por todo lo que Dios ha hecho por nosotros y por lo que nos ha dado. Él llevará a cabo sus propios propósitos, y nosotros sólo tenemos que quedarnos quietos y ver la salvación de Dios."

No, hermanos, no les correspondía a ellos decidir lo que debían hacer. Cuando se les dijo que permanecieran en Jerusalén, ellos permanecieron en Jerusalén. Hay tiempos para detenerse, pero, como el Señor les había ordenado ir por todo el mundo, y predicar el evangelio a toda criatura, ellos también, cuando llegó la hora, se fueron por todo el mundo, y comenzaron a predicar por todas partes el Evangelio que habían aprendido a los pies de Jesús.

No nos corresponde a nosotros decidir lo que parezca más razonable, mucho menos lo que sea más cómodo; nosotros estamos para actuar como se nos ordena, cuando se nos ordena, y porque así se nos ordena, pues ¿no somos sirvientes y no señores? No es sabio tratar de planear las actividades ni tan siquiera de un solo día, sino aceptar la señal de quien es nuestro Guía y Conductor, y seguirlo en todas las cosas.

Quisiera que ustedes vean en relación a la obra de estos discípulos, que todos ellos trabajaron. "Saliendo, predicaron en todas partes." Tal vez no todos ellos predicaron de manera formal. Algunos de ellos posiblemente no se sentirían capaces de estar ante una gran asamblea, pero todos predicaron realmente en el sentido de proclamar, anunciar, entregar la verdad ante testigos. Las mujeres eran tan buenos testigos como los hombres, algunas de ellas habían visto más que los hombres; ellas contemplaron al Señor resucitado aún antes que lo vieran los apóstoles, y como ellas podían dar testimonio del hecho que se había levantado de entre los muertos, el deber de ellas era ir y proclamar la nueva que quien había sido crucificado en debilidad, fue levantado en poder, y ahora debía ser proclamado como el Salvador de los hombres, "para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." "Ellos salieron," no tan sólo algunos, sino todos.

Además, observen que esta obra de los discípulos fue agresiva: "ellos salieron." Algunos tuvieron que permanecer por un tiempo en Jerusalén, aunque ese viejo nido fue eventualmente derribado, y no quedó ni una ramita, y aún el árbol en el que estaba construido fue cortado de raíz. Las persecuciones dispersaron a la mayor parte de ellos cada vez más lejos; no sabemos hacia dónde se fueron todos. Hay tradiciones, que no son de mucho valor, que indican a dónde fue cada uno de los apóstoles, pero sí es cierto que todos ellos se fueron a diversos lugares, comenzando desde un centro común, partieron en varias direcciones predicando a Cristo.

Yo pienso que una iglesia fuerte es una institución muy valiosa, pero siempre he desaprobado la idea que todos ustedes se sienten aquí domingo a domingo a escucharme, y he hablado con algunos de ustedes con un propósito que ha hecho que a menudo ya no los vea por aquí. Ni quiero verlos, porque sé que están sirviendo al Señor en algún otro lado. Hay algunos de nuestros hermanos que sólo vienen aquí para la comunión, ¿por qué? Porque siempre están trabajando por Cristo de alguna manera o de otra. Son los mejores miembros que tenemos, y no vamos a tachar sus nombres de la lista porque no están presentes. Están trabajando en alguna misión, o intentando abrir un nuevo espacio para predicar, o haciendo esto y lo otro por el Señor, ¡que el Señor los bendiga!

No quiero que todos se vayan al mismo tiempo, pero sí quiero que todos ustedes sientan que no es el fin, aunque puede ser el comienzo, de la vida cristiana, venir y escuchar sermones. Difundan tan ampliamente como puedan la bendición que ustedes han obtenido; en el momento que ustedes encuentran la luz, y se dan cuenta que el mundo está en la oscuridad, corran con su linterna, y préstenla a alguien más. Estén contentos con la luz, pero, si Dios les da una vela, y todo lo que hacen es encerrarse en un cuarto, sentarse, y decir, "¡dulce luz! ¡dulce luz! Yo tengo la luz mientras que todo el mundo está en la oscuridad; ¡dulce, dulce luz! Tu vela pronto se consumirá, y tú también estarás en la oscuridad. Pero si vas hacia otros, y dices, "No tendré menos luz porque les dé algo de ella," por este medio Dios el Espíritu Santo verterá sobre ti nuevos rayos de luz, y brillarás de manera cada vez más brillante hasta el día perfecto.

"Y ellos saliendo." ¡Oh, que las capillas de algunas personas que conozco fueran consumidas por el fuego! Se han metido en un agujero en una calle perdida los últimos cien años. Son buenas almas, y así lo deben ser, ya deben haber madurado después de tanto almacenaje; pero si tan solo salieran a la luz, harían un bien mucho mayor que en este momento.

"¡Oh, pero hay un anciano diácono a quien no le gusta salir a predicar en la calle!" Lo conozco muy bien, pronto se irá al cielo. Entonces, tan pronto como hayan escuchado el sermón de su funeral, salgan a la calle, y den a conocer a Cristo de una manera u otra. ¡Oh, derriben todas las barreras, y desháganse de toda restricción que esconda al evangelio bendito! Tal vez debemos respetar un poco los sentimientos de estos viejos creyentes, pero no al punto que permitamos que se nos mueran las almas; debemos buscar traer a los pecadores a Jesús independientemente que ofendamos a algunos hombres o que les agrademos.

Entonces observen, queridos amigos, que estos discípulos se pusieron en marcha prontamente, porque aun cuando no hay una sola palabra aquí en cuanto al tiempo, está implícito que, tan pronto como sonó la hora, y el Espíritu Santo hubo descendido de Cristo, y permanecido en los discípulos, "salieron, y predicaron la palabra en todas partes." ¡Ay, con demasiada frecuencia nosotros "vamos" a hacer algo! Si tan sólo una décima parte de lo que decimos que vamos a hacer, de veras lo hiciéramos, ¡cuánto más se podría lograr! Ellos no hablaban acerca de ir, sino que "salieron." No esperaron a recibir órdenes de los otros apóstoles acerca de dónde debían ir, sino que la providencia guió a cada uno de ellos, y cada hombre siguió su propio camino, predicando el Evangelio de Jesucristo.

Ustedes creen en el Evangelio; creen que los hombres están pereciendo por la falta de él, por tanto, les ruego, no se detengan a considerar, no esperen a deliberar por más tiempo. La mejor manera de difundir el Evangelio es difundir el Evangelio. Creo que la mejor manera de defender el evangelio es difundiéndolo.

El otro día me dirigí a un grupo de estudiantes, acerca de los libros de apología del evangelio los cuales ahora son tan numerosos. Muchos hombres instruidos están defendiendo el Evangelio, y sin duda esto es adecuado y justo. Sin embargo observo que, cuando hay más libros de ese tipo, es porque el propio Evangelio no está siendo predicado.

Supongamos que a un número de personas se les metiera en la cabeza defender a un león, ¡a un adulto rey de los animales! Allí está en la jaula, y aquí llegan todos los soldados del ejército a luchar por él. Bien, yo les sugeriría, si no tienen objeción, y no sienten que es humillante para ellos, que, gentilmente reflexionaran y simplemente abrieran la puerta, y ¡dejaran salir al león! Creo que esa sería la mejor manera de defenderlo, porque él mismo se defendería. La mejor "apología" del Evangelio es dejar que salga.

No se preocupen por defender el Deuteronomio o todo el Pentateuco. Prediquen a Jesucristo y a Él crucificado. Dejen salir al León, y miren quién se atreve a acercársele. El León de la tribu de Judá pronto ahuyentará a sus adversarios. Así fue como los primeros discípulos de Cristo actuaron, predicaban a Jesucristo adonde iban, no se detenían a hacer una apología, sino que audazmente rendían testimonio en lo concerniente a Él.

Noten, una vez más, que ellos servían al Señor obedientemente: "Salieron y predicaron." Supongan que hubieran ido, y que hubieran tenido "un servicio de canto" Supongan que hubieran ido, y que hubieran tenido una reunión que fuera en parte un espectáculo, con tan sólo un poco de moral hilvanada al final de la sesión. Estaríamos en la oscuridad del paganismo hasta el día de hoy. No hay nada que sea realmente de utilidad para difundir el evangelio sino la predicación. Por predicación quiero decir, como ya lo expresé, no solamente el pararse ante un púlpito y entregar un discurso establecido, sino hablar de Cristo, hablar de Él como resucitado de entre los muertos, como Juez de vivos y muertos, como el gran sacrificio de expiación, el único Mediador entre Dios y los hombres. Los pecadores son salvados cuando se predica a Jesucristo. "Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación."

Frente a cualquier cosa que se diga sobre la predicación, fuera de la Biblia, ustedes solamente tienen que volverse a la propia Palabra de Dios para descubrir qué divina ordenanza es, y ver cómo el Señor la convierte principalmente en el instrumento de salvación de los hombres. Continúen con ella, hermanos míos. Este es el cañón que siempre ganará la batalla, aunque muchos hayan tratado de silenciarlo. Han imaginado todo tipo de invenciones y estratagemas, pero cuando todas sus invenciones hayan tenido su día, y hayan demostrado ser vanas, esfuércense en proclamar el nombre de Jesús y el Evangelio, y el trabajo entre los seres humanos se verá que es eficaz cuando todas las otras cosas hayan fallado. "Salieron y predicaron." No se dice que salieron para discutir, o que salieron para escribir apologías de la fe cristiana. No, salieron y proclamaron la verdad como una revelación de Dios; en el nombre de Cristo demandaron que los hombres creyeran en Él, y les dejaron, si no creían, con el entendimiento claro que morirían por su incredulidad.

Lloraron por ellos, y les suplicaban que creyeran en Jesús; y estaban plenamente convencidos que quien creyera en Él encontraría vida eterna en Su nombre. Esto es lo que toda la Iglesia de Cristo debería hacer, hasta el fin de los días. Todavía hay una frase que queda, y ésta es la amplia frase, "en todas partes." Uno de nuestros grandes escritores, en una carta muy divertida que escribió a una persona que le había pedido una contribución para terminar con la deuda de una capilla, quería saber si podemos o no predicar a Cristo por los caminos y por los vallados. Por supuesto que sí podemos, y lo debemos hacer, siempre que no llueva demasiado fuerte. ¿Acaso no podemos predicar a Cristo en la esquina de una calle? Por supuesto que sí podemos, y muchos de nuestros amigos estarán predicando en las esquinas de las calles cuando termine este servicio. Pero en este clima que tenemos a menudo necesitamos edificios en los que podamos adorar a Dios, pero nunca debemos caer en la idea de limitar nuestra predicación dentro de un edificio. "Saliendo, predicaron en todas partes." Al señor Juan Wesley, como ustedes saben, le criticaban que no se limitara a predicar en su propia iglesia, pero él insistía que en efecto así lo hacia, porque todo el mundo era su iglesia, y todo el mundo es la iglesia de cada hombre.

Hagan el bien en todas partes, en dondequiera que estén. Si algunos de ustedes se van de vacaciones a la playa, no se vayan sin una buena cantidad de folletos, y no se vayan sin buscar una oportunidad, cuando estén sentados en la arena, de hablar con la gente acerca del Señor Jesucristo.

En esta galería de la izquierda, solía sentarse un hombre que nos trajo a muchas personas en el curso del año, cuyas conversiones, bajo la soberanía de Dios, se debieron a él y a mí. Él no tenía nada que hacer en particular excepto ir y sentarse en Hyde Park, y allí hablaba con las damas y los caballeros que llegaban y se sentaban junto a él, y les decía que él tenía un boleto para un asiento en el Tabernáculo Metropolitano, y que les prestaba su boleto, para que tuvieran un lugar cómodo. Entonces después del sermón, él se dedicaba a hablarles acerca de Cristo, y esta iglesia tiene ahora algunos miembros excelentes que este buen hermano trajo al Salvador de esa manera. Él decía, "yo no puedo predicar, pero puedo traer gente para que escuchen a mi ministro, y puedo pedir a Dios que los bendiga cuando ellos vienen."

En esta misma semana, vi a otro hermano, que sale de su hogar a las ocho de la mañana cada domingo. Hay o había, miembros de esta iglesia, que caminaban doce millas cada mañana de domingo para escuchar aquí el evangelio, y caminaban de regreso a sus hogares en la noche. Este hermano vive muy lejos de aquí y comienza a las ocho de la mañana, y coloca uno de mis sermones en cada uno de los buzones de un determinado distrito, de camino a esta iglesia. Tiene que hacer una larga caminata y, en el curso del año hace circular muchos miles de sermones. ¡Qué gran idea ha encontrado para pasar la mañana del domingo! Cuando llega aquí, después de haber hecho ese servicio para su Señor, disfruta mejor el evangelio por la obra que ha hecho para darlo a conocer a otros.

¡Oh, amados hermanos, es dulce pensar que Cristo es predicado en el asilo y en la enfermería, y recordar que el pobre y el enfermo no se quedan sin el evangelio! Que se predique a Cristo en el más oscuro vecindario, en la peor casa que pueda haber en este barrio, y Dios sabe que no hay peores casas que las que tenemos alrededor de nosotros en esta región. ¡Oh, que Cristo fuera predicado en todos lados a una o a dos personas o a media docena de personas, hasta que todo el distrito se sature con el bendito testimonio del Señor Jesucristo! Ningún lugar es tan malo que no podamos predicar a Cristo allí, y ningún lugar es tan bueno que no necesite oír acerca de Jesucristo allí.

II. Me he tomado mucho tiempo en esta primera parte: "ellos trabajaron", de manera que vayamos al segundo punto, el cual es que EL SEÑOR LOS AYUDÓ. Esa fue la verdadera raíz del asunto: "ayudándoles el Señor."

¿No es ésta una maravillosa condescendencia? Recuerden el pasaje en que se dice que somos trabajadores junto con Dios. ¿No es misericordioso y amable de parte del Señor dejarnos venir y trabajar con Él? Sin embargo, pienso y me parece que es mayor condescendencia de Dios venir y trabajar con nosotros, porque nuestro servicio es tan pobre, débil e imperfecto, y aun así leemos: "ayudándoles el Señor."

El Señor ayuda a esa querida hermana que, cuando toma su clase, siente que es indigna de ello, y a ese hermano que, cuando predica, piensa que no está predicando en modo alguno y se siente casi inclinado a no intentarlo nunca más. ¡Oh, sí, "ayudándoles el Señor," tal como eran, pescadores, mujeres humildes, y personas por ese estilo! Ésta fue una condescendencia maravillosa.

En aquellos días, el Señor los ayudaba por medio de milagros. Esos milagros invitaban a prestar atención al Evangelio, y también manifestaban que Dios estaba con los predicadores. Algunas veces los hombres quieren pruebas de la existencia de Dios, y de Su presencia en sus servidores. Así pues a estos primeros discípulos se les había conferido poderes milagrosos.

Además de todo esto, Dios trabajaba en ese tiempo maravillosamente por medio de la providencia. Todo el mundo estaba evidentemente ya listo para el advenimiento de la cristiandad. Desde el trono de César hasta el esclavo que trabajaba en el molino, todo mundo parecía estar en una condición de preparación para el evangelio; el estado general de la sociedad era tal que todos estaban esperando grandes cambios, así Dios trabajaba con los discípulos cuando salían y predicaban en todas partes.

Y, sobre todo, el Espíritu Santo estaba con ellos, y ese es el punto en el que ahora me voy a detener, porque eso es lo que más queremos nosotros. El Espíritu Santo obró para que lo que dijeran fuera divinamente poderoso. Por muy débilmente que lo expresaran, según el juicio de los hombres, había una fuerza interna secreta que iba con sus predicaciones, que forzaban a los corazones de los hombres a aceptar los benditos llamamientos de Dios, y, queridos amigos, creo que cuando buscamos servir a Cristo, a menudo no nos damos cuenta de cuánto nos ayuda Dios de manera maravillosa.

En esta misma semana tuve un ejemplo de esto. No mencionaré el lugar, pero había un cierto distrito del que supe que tenía una gran necesidad del Evangelio, y que había mucha gente en ese distrito que era tan ignorante de la vía de salvación como los hotentotes (pueblo nómada que vive en Namibia), y que los varios lugares de oración no influían sino en una pequeña parte de la gente. Un hermano visitó el barrio por mí, y oré con todo mi corazón para que sus visitas recibieran la bendición. Es una cosa muy curiosa que, cuando pensaba acerca de ese distrito, había ciertas personas cristianas cercanas a él que pensaban acerca de mí y ansiaban que el Evangelio se les llevara a sus habitantes, y después que me había ocupado tan poco del asunto, recibí una carta de ellos diciéndome cómo querían que alguien viniera y trabajara para el Señor entre ellos. Me dije, "esto es extraño, he conocido este distrito por años, y sin embargo nunca me di cuenta que alguien me quisiera a mí o a mi mensaje, pero en el momento que comencé a acercarme hacia esa gente, ellos comenzaron a acercarse a mí."

Tú no sabes, hermano mío, si tal vez tengas una historia similar que contar. Allí está esa calle que te conmueve, a la que quieres ir y trabajar. Dios ha estado allí antes que tú. ¿No recuerdas cómo, cuando Sus hijos tenían que ir y destruir a los cananeos, el Señor envió a la avispa antes que ellos?

Ahora, cuando tienes que ir a predicar a los pecadores, Dios envía antes de ti un trabajo preparatorio, es seguro que Él lo hace así. Cuando la gente va a un lugar de adoración para escuchar el Evangelio, si un hombre está empeñado en predicarlo, Dios obra en esa gente para que esté lista antes de llegar, y algo que pensaron en el camino, o alguna enfermedad que han tenido o alguna escena de un lecho de muerte que han presenciado, o algún movimiento de conciencia que se despertó tal vez antes de entrar en el edificio, los hace estar listos para recibir el evangelio de la Gracia de Dios.

El Señor trabaja con nosotros, hermanos míos; siempre tenemos una congregación escogida, quienquiera que sea que venga; algunos vienen cuando nunca pensaron en venir, pero la gente que debe venir, viene, y a menudo viene con el estado de ánimo adecuado porque ha sido preparada por el Espíritu de Dios para el mensaje que va a escuchar.

Algunos no vienen de esa manera, pero Dios trabaja con el ministro mientras está predicando. Si no toma un sermón nada más para leerlo, él es guiado por Dios para decir lo que debe decir. Dice lo correcto, aunque tal vez nunca se le hubiera ocurrido hasta el momento que lo expresa, y corresponde tan exactamente con lo que pasa por la mente a la que se está dirigiendo, se ajusta tan maravillosamente, que a menudo, después de un sermón, una persona ha dicho, "alguien le dijo al predicador todo acerca de mí."

Frecuentemente me ha tocado después del servicio, a la salida, que haya personas que me preguntan quién me ha contado algo acerca de ellas, personas a quienes nunca antes he visto ni he oído hablar de ellas hasta ese momento. La palabra del predicador es bendecida para ellos porque Dios trabaja mientras el sermón está siendo predicado, y se les prepara para que reciban la verdad.

En otros casos Dios trabaja después, algunas veces inmediatamente después, y en ocasiones, años después. Existen diferentes tipos de semillas en el mundo. Las semillas de algunas plantas y árboles, al menos que experimenten un proceso especial, no crecerán por años. Hay algo en ellas que las preserva intactas por largo tiempo, pero en su debido momento brota el germen de la vida. Así hay un cierto tipo de hombres que no captan la verdad en el momento en que se predica, la cual permanece escondida en sus almas hasta que, un día, bajo especiales circunstancias, recuerdan lo que oyeron, y comienza a influir en sus corazones.

Queridos amigos, si trabajamos y Dios trabaja con nosotros, ¿qué hay que no podamos esperar? Por consiguiente, les afirmo que la gran necesidad de cualquier iglesia que trabaje es que Dios trabaje con ella, y que por consiguiente ésta debe ser nuestra declaración de fe diaria: que necesitamos que Dios trabaje con nosotros. Debemos comprender siempre que no somos nada sin Su ayuda. No pretendamos elogiar al Espíritu Santo hablando de Él solamente de vez en cuando, como si fuera una cosa adecuada decir que, por supuesto que el Espíritu Santo debe trabajar. Debe ser un hecho categórico para nosotros que el Espíritu Santo nos ayude, como lo es para un molinero que las aspas de su molino no pueden moverse sin el viento, y entonces debemos hacer como hace el molinero: coloca las aspas de manera que siempre intenta aprovechar la dirección del viento desde cualquier dirección que sople, y debemos intentar trabajar de manera que el Espíritu Santo ciertamente nos bendiga.

Yo no creo que el Espíritu Santo bendiga invariablemente todo servicio que se haga, aun por gente bien intencionada, porque si lo hiciera así, parecería como si estuviera dispuesto a poner Su sello a muchas cosas que no están de acuerdo con la intención del Señor. Actuemos, queridos hermanos y hermanas, de manera que no haya nunca la mugre de un pulgar sucio en la página y nada de orgullo ni de egoísmo ni de exaltación violenta, sino que hagamos todo muy humildemente, sometiéndonos, esperanzadamente, y siempre con un espíritu lleno de gracia y santidad, de manera que podamos esperar que el Espíritu Santo lo reconozca y lo bendiga. Por supuesto, eso implica que todo debe ser hecho con oraciones, pues nuestro Padre Celestial da el Espíritu Santo a quienes se lo solicitan; y debemos pedir por ésta, la más grande de las bendiciones, que Dios el Espíritu Santo nos ayude en nuestro trabajo.

Entonces pues, debemos creer en el Espíritu Santo, y creer en grado sumo, de manera que nunca nos desmoralicemos y pensemos que algo es sumamente difícil. "¿Hay algo demasiado difícil para el Señor?" ¿Puede haber algo difícil para el Espíritu Santo? Es una cosa grandiosa a menudo, meterse en aguas profundas de manera de estar obligado a nadar, pero nos gusta permanecer con nuestros pies tocando la arena. ¡Qué misericordia es sentir que no puedes hacer nada, porque entonces debes confiar en Dios y sólo en Dios, y sentir que siempre es el mismo ante cualquier emergencia! Confiando así y obedeciendo así sus órdenes, no fracasaremos.

¡Ven, Espíritu Santo, y trabaja con todo tu pueblo ahora! Ven y levántanos para trabajar; y cuando poseamos una bendita energía, entonces ¡trabaja Tú con nosotros! Brazo eterno que nunca se cansa, para Quien nada puede ser difícil, ¡extiéndete para que trabajes con Tu iglesia en este momento, para Tu alabanza!

III. Finalmente, hermanos, de manera muy breve, LOS DOS TRABAJOS ESTÁN EN ARMONÍA.

En realidad son uno, se mezclan, se unen: "Ayudándoles Dios y confirmando la palabra con las señales que la seguían." Me da un poco de temor que algunas personas digan muy a la ligera, "El Señor me dijo esto, el Señor me dijo aquello." Preocúpense hacia dónde los puede conducir esa idea, porque lo que Dios tiene que decir, Él ya lo ha dicho en la Biblia. Encontrarán que cualquier cosa que viene a ustedes con poder, y es realmente Su verdad, está aquí en el Libro. Ahora ya no recibimos nuevas revelaciones; nos llenaremos de todo tipo de fanatismos y locuras si esperamos tales revelaciones.

Por ejemplo, un hombre me encuentra al pie de la escalera, y me dice que Dios le ha revelado que debe predicar aquí algún domingo. Le digo, "No creo que el Señor haya revelado nada de ese tipo, y en todo caso, no me lo ha revelado a mí, que soy quien te debo permitir predicar, y no lo permitiré hasta que Él lo haga." No creo en revelaciones tendenciosas; pero hay mucha gente que es llevada a todo tipo de extravagancias por la idea de que el Señor les ha dicho esto y aquello. Lo que Dios hace no es darnos una nueva Palabra, sino confirmar la Palabra que ya nos dio. Lo que ha revelado, debemos proclamarlo, y Dios confirmará la Palabra que Él ha dado con su obra.

La armonía de los dos trabajos se manifiesta así: el primer trabajo brota del segundo. Ningún hombre va y predica a Cristo sin ser movido por el Espíritu de Dios para que lo haga. Es el Espíritu de Dios quien nos enseñó acerca de Cristo, y todo lo que podamos predicar, que valga la pena predicarse, viene del Espíritu Santo en ese mismo acto. Luego, en segundo lugar, el primero implica al segundo. Ningún hombre que verdaderamente predica a Cristo, lo puede hacer excepto por el Espíritu Santo, y en su ministerio debe enseñar la necesidad de la ayuda del Espíritu Santo. "Ustedes deben nacer de nuevo, y nacer de nuevo del Espíritu Santo," debe ser su constante clamor.

Así el primero de los dos trabajos implica al segundo, y entonces, luego, el segundo confirma al primero, lo que hemos enseñado por la Palabra de Dios, Dios el Espíritu Santo, da testimonio en el entendimiento y la conciencia de los hombres, que es la única verdad.

Y, finalmente, el segundo está prometido al primero. Donde trabajamos, Dios trabajará con nosotros. No es como algunos dicen, "Pablo puede plantar y Apolos puede regar, pero sólo Dios puede dar la cosecha." No hay ningún texto como ese en la Biblia, ni nada parecido; el testimonio de Pablo es, "He plantado, Apolos regado; pero Dios dio la cosecha;" y cuando plantamos y regamos, vendrá la cosecha. No es Dios quien está retrasado, somos nosotros. Si tuviéramos fe como un grano de mostaza, no encontraríamos que Dios pudiera fallar a esa fe; y cuando tengamos la fe que puede mover montañas, no encontraremos nunca que la omnipotencia de Dios se ha evaporado, y que nuestra fe ha sobrepasado Su poder.

Cree en eso, hermano mío, y trabaja con la fuerza de esa fe. Cree en eso, hermana mía, y habla de Cristo; pues haciéndolo así, no puedes fallar, no fallarás. Tal vez por el momento puede parecer que fallas, pero a la larga, y Dios puede permitirse esperar, recuerda aunque pienses que no puedes, a la larga, nunca se ha perdido un testimonio, nunca una palabra de Dios ha regresado vacía a Él.

Los copos de nieve caen en el mar; ¿acaso se han ido? Ni uno solo de ellos, porque ayudan a alimentar las poderosas profundidades. Los chubascos caen en el desierto, ¿no se pierden si caen en la arena del Sahara? Ni una gota de ellos; pues se evaporarán y se utilizarán en algún otro lado. Vean, vienen con las nubes, y por último caen donde Dios lo ha ordenado. Si el Señor trabaja contigo, no puedes fallar, no fallarás. Tan solo sigue trabajando, confiando en Dios para que te ayude, y mirando al Señor para que trabaje contigo.

¡Oh, pobres pecadores, todo este sermón es para ustedes! Nuestro deseo es verlos salvos, nuestra oración es que puedan ser llevados a Cristo. ¡Oh, que ustedes estén tan deseosos de venir como nosotros de conducirlos al Salvador, tan deseosos de venir como Dios de recibirlos a ustedes! Vengan y pruébenlo a Él ahora, y ustedes lo alabarán por siempre. Amén.


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