http://es.gospeltranslations.org/w/index.php?title=Especial:Contribuciones/JoyaTeemer&feed=atom&target=JoyaTeemerLibros y Sermones BÃblicos - Contribuciones del usuario [es]2024-03-29T10:25:44ZDe Libros y Sermones BÃblicosMediaWiki 1.16alphahttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Inmensa_Gracia_de_Dios_y_Nuestro_Nuevo_NacimientoLa Inmensa Gracia de Dios y Nuestro Nuevo Nacimiento2010-08-10T17:17:21Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|God's Great Mercy and Our New Birth}} <blockquote>'''1ª de Pedro 1:3-4'''<br> Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericord...'</p>
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<div>{{info|God's Great Mercy and Our New Birth}}<br />
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<br />
<blockquote>'''1ª de Pedro 1:3-4'''<br><br />
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros (LBLA).</blockquote><br />
<br />
====El Objetivo de Este Sermón: la Alabanza====<br />
<br />
El objetivo de este sermón está establecido para ti y para mí en la primera frase del versículo 3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. La reacción de Pedro ante el hecho de que Dios haga que su gente nazca de nuevo, de haber levantado a su Hijo Jesús de entre los muertos, de proporcionarnos una esperanza viva y de darnos una herencia imperecedera en el cielo, es bendecir a Dios. “¡Bendito sea Dios!” Y si esa es su reacción, también debería ser la nuestra.<br />
<br />
Eso de lo que va a hablar a continuación le hace regocijarse y bendecir a Dios. Él no tenía que decírnoslo. No tenía que comenzar demostrando sus emociones hacia Dios. Podría haber comenzado de forma fría, serena, desapasionada e indiferente. Podría haber dicho: “El tema de mi charla de hoy es la regeneración. Tengo varias doctrinas relacionadas sobre las que me gustaría hablar. Son las siguientes: 1) Dios; 2) la regeneración; 3) la esperanza; 4) la resurrección de Jesús; 5) la herencia; 6) el cielo. Vamos a centrarnos en estas cosas”. Podría haber comenzado así. Pero no lo hizo.<br />
<br />
Y lo que eso me dice a mí como predicador cuando miro este texto es: “No empieces tú tampoco de esa forma. No trates estas verdades de esa manera”. Pedro comienza con regocijo, bendición y asombro porque eso es lo que estas realidades han producido en su corazón. Cuando él considera estas cosas, no dice fríamente, “Ya he enseñado la verdad con claridad. Ya he hecho mi trabajo. Haced con ello lo que queráis”. Él dice, “¡Bendito sea Dios!”. Lo hace aquí y lo hace en el 4:11, “A [Jesucristo] pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén (LBLA)”. Lo hace de nuevo en el 5:11, “A Él sea el dominio por los siglos de los siglos. Amén (LBLA)”. Pedro estalla una y otra vez en alabanza y bendición. Escribe sobre las mayores verdades del universo con espíritu de alabanza. Escribe con regocijo, asombro, sobrecogimiento, maravilla y sincera gratitud.<br />
<br />
====La Predicación como una Expresión de Alabanza====<br />
<br />
Así que, cuando considero lo que supone predicar sobre estas realidades, llego a la siguiente conclusión: la predicación es una expresión de alabanza por la gloriosa realidad bíblica. Si crees que lo que hacemos en esta reunión del domingo por la mañana es mitad alabanza y mitad predicación, estás equivocado. Es mitad canciones de alabanza y mitad predicación de alabanza (con otros elementos entremezclados por los que oro que sean de alabanza). Podemos fallar. Podemos cantar sin alabar. Y yo puedo predicar sin alabar. Eso es profesionalismo y formalismo. Y no es nuestro objetivo. Nuestro objetivo es alabar desde el principio hasta el final.<br />
<br />
La alabanza tiene lugar cuando la mente retiene una gran verdad sobre Dios, y el corazón se estremece con profundos sentimientos de quebranto o asombro, y alegría, admiración y gratitud, y la boca dice algo como, “¡Bendito sea Dios! Bendito, alabado, honrado y glorificado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”.<br />
<br />
Así que la primera frase del versículo 3 establece nuestro objetivo en esta mañana. Nuestro objetivo es alabar a Dios, ver la gran realidad de Dios con nuestras mentes, sentir la belleza y la maravilla de Dios con nuestros corazones, y hablar y cantar de la grandeza de Dios con nuestra boca. Eso es lo que hizo Pedro cuando escribió sobre el nuevo nacimiento. “¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” Eso es lo que deberíamos hacer. Ese es el objetivo.<br />
<br />
====Cinco Grandes Realidades que nos Guían hacia la Alabanza====<br />
<br />
Ahora, ¿qué verdad, qué gran realidad trajo a Pedro a este regocijo? Si limitamos nuestra respuesta sólo a los versículos 3 y 4, hay cinco grandes realidades sobre Dios que sobrecogieron la mente y el corazón de Pedro.<br />
<br />
'''1. La Gran Misericordia de Dios.'''<br />
<br />
<blockquote>Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia…</blockquote><br />
<br />
Ahí está la primera: la gran misericordia de Dios. Si te preguntas si hay misericordia en Dios, la repuesta es que hay una gran misericordia. “Según su GRAN misericordia.” Pedro ha sido tocado por eso.<br />
<br />
'''2. La Obra de Dios de un Nuevo Nacimiento.'''<br />
<br />
<blockquote>…quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva…</blockquote><br />
<br />
Ahí está la segunda realidad sobre Dios que toca a Pedro: Dios es el único que hizo que naciéramos de nuevo. El nuevo nacimiento es obra de Dios. Es su misericordia y no nuestras obras lo que produce un nuevo ser llamado hijo de Dios, un exiliado y extranjero en el mundo.<br />
<br />
'''3. La Obra de Dios de Levantar a Jesús de entre los Muertos'''<br />
<br />
<blockquote>…nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos…</blockquote><br />
<br />
Ahí está la tercera realidad sobre Dios que sobrecogió a Pedro: Dios levantó a Jesús de entre los muertos. El versículo 21 lo hace más explícito: “Dios […] le resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y esperanza sean en Dios (LBLA)”. La resurrección trata de Dios. Dios la hizo. Así que confiamos en Dios. Nuestra esperanza está en Dios. Y Pedro dice, “¡Bendito sea Dios!”.<br />
<br />
4'''. La Promesa de Dios de una Herencia.'''<br />
<br />
<blockquote>Versículo 4:… para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará…</blockquote><br />
<br />
Ahí está la cuarta realidad sobre Dios que sobrecogió a Pedro: Dios promete una herencia a sus recién nacidos. Dios es el Padre que engendra y es de donde viene la herencia. Los padres dejan una herencia a sus hijos, no al revés. Dios es el dador aquí. A lo largo de todo este pasaje él es la fuente. Dios es el que rebosa. Somos los receptores de todas estas cosas: misericordia, nuevo nacimiento, resurrección y herencia. <br />
<br />
Y por último…<br />
<br />
'''5. La Obra de Dios de Guardar Nuestra Herencia'''<br />
<br />
<blockquote>[la herencia está] reservada [literalmente: “guardada”] en los cielos para vosotros</blockquote><br />
<br />
¿Quién la está guardando? Respuesta: Dios.<br />
<br />
Así que cogiendo solamente los versículos 3 y 4, ya hay cinco respuestas a las preguntas ‘¿Qué gran realidad llevó a Pedro a alabar de esa manera? ¿Qué fue lo que sobrecogió su mente, tocó su corazón y abrió su boca para decir “Bendito sea Dios”?’. La respuesta es:<br />
<br />
#Dios es grande en misericordia.<br />
#Dios hace que nazcamos de nuevo a una esperanza viva.<br />
#Dios levantó a Jesús de entre los muertos.<br />
#Dios promete una herencia a aquellos que son sus hijos.<br />
#(Y) Dios es el que guarda la herencia para que nunca jamás se corrompa, se deteriore o se desvanezca.<br />
<br />
====Lo Más Importante: Dios nos Hace Nacer de Nuevo ====<br />
<br />
¿Qué es lo más importante que Dios está haciendo aquí? Lo más importante es que Dios nos ha hecho nacer de nuevo. Su gran misericordia es la causa de ello. El hecho de levantar a Jesús de entre los muertos es el triunfo histórico sobre la muerte que lo hace posible. Nuestra esperanza viva de una gran herencia fluye de él. Pero la obra más importante de Dios en la que se centran aquí es el nuevo nacimiento. Así que centrémonos en eso: Dios nos ha hecho nacer de nuevo.<br />
<br />
Una de las razones por las que no nos regocijamos a causa de esto como Pedro es que no lo entendemos o no lo creemos. “Dios nos ha hecho nacer de nuevo.” Dios nos engendró como segundos seres haciéndonos hijos de Dios. Antes no existíamos como sus hijos. “Lo que es nacido de la carne, carne es [solamente]”, dijo Jesús en Juan 3:6. Pero “lo que es nacido [de nuevo] del Espíritu, espíritu es (LBLA)”. No teníamos una existencia espiritual viva. Éramos lo que un padre y una madre humanos y una gracia común podían hacer de nosotros. Pero entonces Dios vino a nosotros y nos hizo nacer de nuevo. Despertó una nueva vida. Una vida de fe y esperanza en Dios. Una vida del Espíritu en nosotros.<br />
<br />
Pero a la mayoría de nosotros se nos ha enseñado de una forma o de otra que no fue Dios quien realizó una obra decisiva en cuanto a esto, sino nosotros. Y, por lo tanto, no es de extrañar que no reaccionemos como Pedro: “¡Bendito sea Dios, bendito sea Dios que por SU GRAN MISERICORDIA lo hizo!”.<br />
<br />
====¿Cómo Sabes que Naciste Físicamente?====<br />
<br />
Dejadme tratar esto con una pregunta provocativa. Si te preguntara, “¿Cómo sabes que naciste del vientre de tu madre?”, ¿qué contestarías? Dirías, “¡Estoy vivo! Existo fuera del vientre de mi madre. Estoy aquí”. Y así es. Eso bastaría como respuesta.<br />
<br />
No contestarías, “Sé que nací porque tengo un certificado de nacimiento en casa”. O, “Sé que nací porque hice una investigación histórica en un hospital en Chattanooga, Tennessee, y encontré un documento con una pequeña huella digital que coincide con las líneas curvas de la planta de mi pié”. O, “He recogido declaraciones juradas firmadas de tres o cuatro testigos que vieron a mi madre embarazada y poco tiempo después me vieron a mí en sus brazos”.<br />
<br />
Simplemente dirías, “Sé que nací porque estoy vivo”.<br />
<br />
====¿Cómo Sabes que Naciste Espiritualmente?====<br />
<br />
Pero ahora vamos a suponer que hoy le pregunto a un evangélico normal que suele ir a la iglesia, “¿Cómo sabes que naciste de nuevo?”. ¿Cuántos contestarían, “Porque estoy vivo en Dios. Tengo una esperanza viva. Tengo una fe viva. Hubo un tiempo en el que no tenía vida espiritual y ahora estoy vivo espiritualmente, con apetito espiritual y placeres espirituales. Estaba muerto y ahora estoy vivo en Dios. Le conozco, le amo, confío en él. Espero en él. Le sigo. ¡La prueba de que nací de nuevo es mi vida actual!”?<br />
<br />
¿Cuántos, en lugar de eso, contestarían, “Sé que nací de nuevo porque hice lo que hay que hacer para nacer de nuevo: le pedí a Jesús que entrase en mi corazón; oré para recibir a Cristo; caminé por un pasillo entre bancos y acepté a Jesús; tengo una tarjeta aquí en mi cartera que firmé el 6 de junio de 1952, en la que aseguro que Jesús es mi Señor.”? <br />
<br />
====¿Por Qué Hay Respuestas que Difieren?====<br />
<br />
¿Por qué hay tal diferencia en contestar a cómo sabemos si hemos nacido físicamente y cómo sabemos si hemos nacido espiritualmente?<br />
<br />
Una razón es que sabemos sin sombra de duda que no tuvimos nada que ver con nuestro nacimiento físico. Ya estaba hecho para nosotros. No lo causamos nosotros. No lo elegimos nosotros. Simplemente nos ocurrió y lo único que podemos hacer es estar agradecidos por ello o lamentarlo. Así que ni siquiera se nos ocurre demostrar que nacimos apelando a cosas que hicimos para nacer. No hay ninguna. Nosotros no lo hicimos. Eso nos hizo a nosotros.<br />
<br />
Pero cuando se trata de nuestro nacimiento espiritual, o segundo nacimiento, millones de cristianos no creen eso. No creemos que nuestro segundo nacimiento nos fuera hecho y que no lo eligiéramos o causáramos. Nos han enseñado de cientos de formas que nosotros mismos provocamos nuestro nuevo nacimiento. Que nosotros lo elegimos y lo causamos.<br />
<br />
Así que, cuando nos preguntan, “¿Cómo sabes que ocurrió?”, tendemos a contestar, “Porque hice las cosas que te enseñan que tienes que hacer para nacer de nuevo”. No decimos, con realidad y autenticidad, “Porque estoy vivo en Dios”. Deducimos nuestro nuevo nacimiento de las cosas que hicimos para causarlo, no de las cosas que éste causó en nosotros.<br />
<br />
No es sorprendente, entonces, que un tipo de cristianismo crezca alrededor de ese entendimiento propio, esa existencia cristiana creada por nosotros mismos, que no estalla con alabanza por nuestro nuevo nacimiento y dice con Pedro: “Bendito sea Dios, bendito, alabado y amado sea Dios, y sólo Dios, y estémosle agradecidos porque por SU GRAN MISERICORDIA nacimos de nuevo.”<br />
<br />
====La Visión que Da el Nuevo Testamento de Nuestro Nuevo Nacimiento====<br />
<br />
Lo hizo Dios. Y Dios se llevará la gloria por ello. Esa es la visión uniforme del Nuevo Testamento de lo que nos ocurrió.<br />
<br />
*Estaba muerto en transgresiones y pecados y Dios, en su gran amor con el cual me amó, me dio vida junto con Cristo (Efesios 2:5). Yo no me levanté de entre los muertos. Dios me levantó.<br />
*Era espiritualmente inexistente. No era nada. Ni si quiera había sido creado. Pero entonces Dios creó una nueva persona, y me convertí en una nueva creación en Cristo (Efesios 4:24; Gálatas 6:15; 2ª de Corintios 5:17). Yo no me creé a mí mismo. Dios me creó.<br />
*Estaba ciego a las cosas espirituales. La carne y la sangre no podían ayudarme. Pero el Padre en los cielos misericordiosa y soberanamente abrió mis ojos para ver que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:17; cf. 11:27; Hechos 16:14). Dios me hizo ver y reconocer su verdad.<br />
*Estaba en completa oscuridad espiritual como la oscuridad sobre el abismo antes de que Dios creara la luz. Y entonces “Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo” (2ª de corintios 4:6, LBLA).<br />
*Mi padre, mi madre y el pastor Gene Lawrence plantaron la Palabra de Dios y la regaron, pero fue Dios, y sólo Dios, quien hizo el milagro de dar vida y hacerla crecer (1ª de Corintios 3:6).<br />
*Yo era obstinado, rebelde, orgulloso, iba por mi propia cuenta y jamás, ni en un millón de años, me habría acercado a Cristo por mí mismo, y Dios me atrajo hacia él: “Nadie puede venir a mí [dijo Jesús] si no lo trae el Padre que me envió” (Juan 6:44, LBLA). <br />
*No había arrepentimiento en mi corazón, ni pena por mi pecado, ni pasión por cambiar, pero Dios, por su gracia, me concedió arrepentimiento y me guió al conocimiento de la verdad (2ª Timoteo 2:25).<br />
*No tenía fe, ni deseo de parecer un enclenque y depender de otro. Pero Dios, en su gran misericordia, me concedió creer (Filipenses 1:29) y me salvó por fe. Pero no fue obra mía, fue el regalo de Dios (Efesios 2:8-9.). Y creí. Creer fue mi elección. Pero esa elección fue el regalo de Dios; el efecto y no la causa del Nuevo nacimiento. Yo nací, como dice Juan 1:13, “[no de] sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios (LBLA)”.<br />
<br />
Y Pedro dice, “Dios, […] según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo”. Lo hizo Dios, para que ninguno de nosotros pueda vanagloriarse y deje de bendecir a Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo y de proclamar la excelencia del que nos llamo para que saliéramos de la oscuridad a su maravillosa luz (1ª Pedro 2:9; 1ª Corintios 1:24; 2ª Timoteo 1:9).<br />
<br />
====Bendigamos a Dios con Todo Nuestro Corazón====<br />
<br />
Así que bendigamos a Dios en esta mañana con todo nuestro corazón porque él nos ha hecho nacer de nuevo en su familia y nos ha dado esperanza viva. Algunos de vosotros estáis siendo atraídos y despertados por el Espíritu de Dios esta mañana. No os resistáis. El versículo 23 dice que hemos “nacido de nuevo […] mediante la palabra de Dios que vive y permanece (LBLA)”. Que Dios haga que mis palabras vivan en vosotros con un poder que despierte vuestras vidas. Venid, creed y bendecid al Señor por su gran obra de salvación de un nuevo nacimiento.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/20_de_MarzoLa Chequera del Banco de la Fe/20 de Marzo2010-07-20T16:26:57Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|Faith's Checkbook/March 20}}<br />
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'''''20 de Marzo'''''<br />
<br />
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'''''“Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? Mateo 6: 30.'''''<br />
<br />
Los vestidos son caros, y los creyentes pobres podrían ser conducidos a la<br />
ansiedad cuando se preguntan: ¿de dónde provendrá su siguiente traje? Las<br />
suelas están gastadas; ¿cómo conseguiremos nuevos zapatos? Vean cómo<br />
<br />
nuestro previsor Señor ha dado la provisión para enfrentar esta preocupación.<br />
Nuestro Padre celestial viste a la hierba del campo con un esplendor que<br />
Salomón no pudo emular: ¿acaso no vestirá a Sus propios hijos? Estamos<br />
<br />
seguros que lo hará. Puede ser que haya muchos remiendos y costuras, pero en<br />
verdad tendremos vestidos.<br />
<br />
Un pobre ministro tenía sus vestidos muy raídos y tan desgastados que casi se<br />
deshacían; pero como siervo del Señor esperaba su Maestro le proporcionara su<br />
<br />
librea. Sucedió que el escritor de esta reflexión, en una visita a un amigo, fue<br />
invitado a ocupar el púlpito de aquel buen hombre, y se le vino a la mente hacer<br />
una colecta para él, y así obtuvo su uniforme. Hemos visto muchos otros casos en<br />
los que quienes sirven al Señor han descubierto que Él se preocupa por su<br />
guardarropa. Quien hizo al hombre de tal manera que cuando hubo pecado<br />
<br />
necesitó de vestidos, también en misericordia le suministró las ropas; y los<br />
vestidos que el Señor les dio a nuestros primeros padres fueron mucho mejores<br />
que los que ellos mismos se hicieron.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/%C2%BFC%C3%B3mo_Pueden_las_Esposas_Animar_a_Sus_Esposos%3F¿Cómo Pueden las Esposas Animar a Sus Esposos?2010-07-19T18:44:26Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|How can wives encourage their husbands?}} ''Lo siguiente corresponde a una transcripción editada del audio.'' '''¿Cómo pueden las esposas animar a sus esposos?''' ...'</p>
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<div>{{info|How can wives encourage their husbands?}}<br />
<br />
<br />
''Lo siguiente corresponde a una transcripción editada del audio.''<br />
<br />
'''¿Cómo pueden las esposas animar a sus esposos?'''<br />
<br />
En primer lugar yo diría es rezar fervientemente por su esposo. Tenemos la tendencia a mandar, lo cual conlleva a las quejas cuando llegan a cierto punto.<br />
<br />
En segundo lugar yo diría es la de afirmar cada cosa buena que usted vea. Sea verbalmente afirmante de cada trabajo de gracia en la vida del esposo.<br />
<br />
Y en tercer lugar, de tiempo en tiempo de dulzura, decir, “Podríamos hablar sobre cómo va nuestra relación?” En otras palabras, si ella tiene preocupaciones y él no está haciendo lo que debería hacer, en lugar de pelear en el momento que ocurre una crisis, encuentre un momento neutral cuando la situación esté bien entre ustedes y decir, “Podríamos simplemente hablar un poco sobre esto?” Luego saque a colación el tema en el momento en el que él pueda tener los recursos emocionales para reconocer la dificultad, en lugar del momento en el cual él ha fallado y está a punto de reaccionar en auto defensa.<br />
<br />
Por lo tanto rece, afirme la evidencia de gracia que usted ve en la vida de su esposo y encuentre el momento más adecuado y lleno de esperanza para hablar sobre las deficiencias.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-07-19T13:57:56Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
<br />
====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
<br />
La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Pero todos coincidirían que estas distintas materias varían enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Incluso la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar la salvación sólo por la fe, los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante a los cristianos debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
<br />
====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
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Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
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Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
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La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
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Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
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Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
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''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
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En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
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En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
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La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
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Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásica obra ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 no pueda ser precisamente correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
<br />
Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
<br />
Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
<br />
Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugas y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ed. J.T. McNeil, trans. Ford Lewis Battles, LCC (Philadelphia: Westminster, 1960), 4.1.17.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
<br />
La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
<br />
La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia”.<ref>Clowney, ''The Church,'' 76.</ref> La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles.<ref>Robert Reymond comenta: “Así como la verdadera semilla de Abraham son todos aquellos que caminan en la fe de Abraham, independientemente de su descendencia, también la iglesia apostólica es aquella que anda en la fe de los apóstoles, independientemente del asunto de la “sucesión ininterrumpida”. ''New Systematic Theology,'' 844.</ref> La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
<br />
<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. <ref> Donald Bloesch, ''The Church'' (Downers Grove: InterVarsity, 2002), 103.</ref></blockquote><br />
<br />
====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
<br />
A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local. <ref> Para una interesante comparación entre los cuatro atributos (unidad, santidad, universalidad y apostolicidad) y las dos señales de una verdadera iglesia, véase, Küng, ''The Church'', 267–69. </ref> Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
<br />
Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
<br />
''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, ya se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, la cuestión de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
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Mientras que ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado del rebaño, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores del rebaño de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante”.<ref>Citado por Alexander Grossart in Works of Richard Sibbes, ed. Alexander Grossart (1862–1864; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1979), 294.</ref></blockquote><br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer ''autoridad''. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (''proistamenos'')<ref>προΐστημι</ref> debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes”.<ref> ἡγέομαι; Hebreos 13:17,24.</ref> Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben ''edificar'' la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos.<ref>Vea Mark Dever, ''A Display of God’s Glory'' (Washington, DC: 9Marks Ministries, 2001), 5–30.</ref> <br />
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''1. Diáconos.'' En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra ''diakonos'' es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera ''deacons'', debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi ''deacons''. A quien me ''deacons'', mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ''deacon''”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será ''deacon'' de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados.<ref>Gracias a Buddy Gray, Pastor de Birmingham, Alabama por resaltarme esto en el texto.</ref> Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la ''negligencia física'' estaba causando una'' desunión espiritual'' en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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''2. Pastor/Obispo/Anciano.'' Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz ''presbeust'' <ref>πρέσβυς</ref> aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
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En el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente'' son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos:<ref>πρεσβύτερος</ref> “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos<ref>ἐπισκοπή</ref> para pastorear<ref>ποιμαίνω </ref> la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es ''poimenas'',<ref>ποιμήν</ref> que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (''episkop'')<ref>ἐπίσκοπος</ref> aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama ''episkopon'', esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara ''presbuterous'' (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un ''episkopon''. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente,'' en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables.<ref> R.B.C.Howell, pastor de First Baptist Church, Nashville, Tennessee:”Los únicos oficios señalados por Dios para predicar, administrar las ordenanzas y que han permanecido inalterables hasta el presente son el de pastor, anciano y obispo. R.B.C.Howell, “Ministerial Ordination,” in The Baptist Preacher, ed. Henry Keeling (Richmond: H. K. Ellyson, 1847), 137.</ref> <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <ref> Para esta última calificación vea 1 P. 5:2.</ref><br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos.<ref> Sería extraño que cualquier calificación para anciano impidiese (posiblemente) al mismo Pablo o a Nuestro Señor Jesucristo ejercer el oficio de anciano.</ref> Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia.<ref>Mucho material útil ha sido publicado por el Concejo sobre Hombría y Femineidad Bíblica. Vea John Piper and Wayne Grudem, eds., ''Recovering Biblical Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 1991, rev. 2006); Wayne Grudem and Dennis Rainey, eds., ''Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 2002); J. Lyon Duncan and Susan Hunt, ''Women’s Ministry in the Local Church'' (Wheaton: Crossway, 2006); Wayne Grudem, ''Countering the Claims of Evangelical Feminism'' (Colorado Springs: Multnomah, 2006); Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism and Biblical Truth'' (Colorado Springs: Multnomah, 2004); and Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism: A New Path to Liberalism?'' (Wheaton: Crossway, 2006). Vea también www.cbmw.org.</ref> <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar.<ref> Ejemplos de “gobernantes” de las sinagogas mencionadas en el Nuevo Testamento son Jairo en Marcos 5:22 (gobernantes plurales), Hechos 13:15 (plural) y Crispo (singular) en Hechos 18:8.</ref><br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (''presbeterou'', sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (''kata polin'')”<ref> κατά πόλις</ref> (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural. <ref> Hechos 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18. Mientras que una pluralidad de líderes se relaciona con una sola congregación, en el Nuevo Testamento, nunca se dice que muchas congregaciones son parte de una sola iglesia local. La idea que allí puede haber un obispo o presbítero con autoridad sobre varias congregaciones es la esencia de la percepción del gobierno de la iglesia tanto para los Episcopales como para los Presbiterianos. Esto es lo opuesto al Congregacionalismo, que interpreta que cada asamblea donde se ha predicado y practicado el bautismo y la Cena del Señor, debe tener su propio liderazgo independiente. Una iglesia local que tenga muchos servicios (cultos de adoración) o muchas sedes plantea serias dudas sobre la comprensión eclesiológica tradicional de las congregaciones. Aun aceptando tales innovaciones, hay que ser muy cuidadoso. W-B-Johnson, el primer presidente de la Convención Bautista del Sur, proporciona una típica observación al respecto: “El término iglesia indica una iglesia, un cuerpo del pueblo de Dios, reuniéndose en un lugar, y no muchas congregaciones formando una iglesia”. W. B. Johnson, “The Gospel Developed,” in Polity, ed. Mark Dever, 171. </ref><br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <ref> El erudito anglicano y pionero de misiones Roland Allen, llega a la misma conclusión: “San Pablo no se conformaba con nombrar un Anciano para cada Iglesia. En cada lugar el ordenaba a varios. Esto aseguraba que la plena autoridad no iba a estar concentrada en las manos de un hombre”. Roland Allen, Missionary Methods: St. Paul’s or Ours (London: Robert Scott, 1912), 138–39.</ref><br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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'''''Disciplina.''''' En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
<br />
Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. <ref> Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus, NICOT (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), 19–20.</ref> Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
<br />
Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
<br />
<blockquote>“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). </blockquote><br />
<br />
En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
<br />
También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
<br />
<blockquote>“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). </blockquote><br />
<br />
A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
<br />
<blockquote>"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).</blockquote><br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo.<ref> “entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa* a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor” (1ª Co 5:5).</ref> Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
<br />
La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente.<ref> Tradicionalmente los cristianos han distinguido entre ofensas públicas y privadas. Ofensas públicas son las que trata Pablo en 1ª Co 5 donde no hubo amonestaciones privadas que precedieran a la amonestación pública. Ofensas privadas son las que plantea Jesús en Mateo 18 donde las amonestaciones privadas precedieron a la amonestación pública.</ref> Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <ref> “Ten cuidado de la ambición de simples números: un cuerpo pequeño de bien instruidos y ansiosos discípulos es de mayor valor para la causa de Cristo que una multitud heterogénea indistinguible en espíritu y vida del mundo”. H. Harvey, ''The Pastor: His Duties and Qualifications'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1879), 66.</ref><br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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'''''Misión y Propósito de la Iglesia.''''' Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” <ref> David Peterson, Engaging with God (Downers Grove: InterVarsity, 1992), 20. Cf. D. A. Carson’s much longer definition, in D. A. Carson, ed., Worship by the Book (Grand Rapids: Zondervan, 2002), 30.</ref> Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. <ref> J. Ligon Duncan, “Foundations for Biblically Directed Worship,” in ''Give Praise to God: A Vision for Reforming Worship'', ed. P. G. Ryken, D. W. H. Thomas, and J. L. Duncan III (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 65.</ref> Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. <ref> (1ª Tim 4:13, compare con el ministerio de Esdras de la lectura pública de la ley de Dios en Nehemías 8). </ref> Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. <ref> Ex 20:2-4; Deut 5:6-10. Estos mandamientos fueron violados muchas veces a lo largo del Antiguo Testamento (Le. 10:1–3; Deut 4:2; 12:ƒ32; 1º Sam 15:22; 2º Sam 6; Jer 19:5; 32:35). Todas estas historias (Nadab y Abihu, Saúl y Uzías, muestran que la sana intención es insuficiente por sí misma para la correcta adoración. </ref> Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. <ref> Para más información sobre el principio regulativo ver los dos primeros capítulos en Ryken, Thomas, and Duncan, ''Give Praise to God,'' and D. A. Carson’s introduction to his ''Worship by the Book.''</ref> En el lenguaje de la Reforma esto equivale a ''sola Scriptura''. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos.<ref> Didache 14:1 (see Apostolic Constitutions 7:30:1); Ignatius, Magnesians 9:1; Gospel of Peter 35, 50. See R. J. Bauckham, “The Lord’s Day” and “Sabbath and Sunday in the Post-Apostolic Church,” in D. A. Carson, ed., From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological Investigation (Grand Rapids: Zondervan, 1982), 221–98.</ref> Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual”.<ref> Romanos 12:1</ref> La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. <ref> 1ª Corintios tiene todos estos temas.</ref> La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.<ref> Hechos 1:8. Pastores y teólogos Protestantes como Jonathan Edwards y C .H. Spurgeon, se han referido de modo general a la “espiritualidad de la iglesia”. Para estos autores esta frase es más o menos equivalente a la pureza y santidad de la iglesia. Pero a la frase también se le ha dado un uso más técnico en el contexto de conversaciones sobre políticas institucionales y compromisos, particularmente entre Presbiterianos sureños como J .H. Thornwell y R.L. Dabney, Aquí, la frase “espiritualidad de la iglesia” se refiere a la necesidad de mantener el propio interés de la iglesia centrado en su foco y rezar la mundanería. La iglesia no debe interesarse en los asuntos de estado dicen los abogados de la espiritualidad de la iglesia. Y Debe resguardar su propia pureza mediante sus propias autoridades, en lugar de estar solicitando protección al estado (vea James Bannerman, The Church of Christ, [1869; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974], 1:148–59, and R. L. Dabney, Lectures in Theology, 4th ed. [Richmond: Presbyterian Committee of Publication, 1890], 873–87). Después de todo, los abogados de la “espiritualidad de la iglesia” señalan una conexión entre la independencia de la autoridad de la iglesia respecto al estado puesto que los asuntos de interés de la iglesia son diferentes de los asuntos que interesan al estado. “La iglesia está para enseñarle a los hombres el camino al cielo y para ayudarlos a ir hacia allá. El estado está para proteger a cada ciudadano en el disfrute de los derechos temporales. La iglesia no tiene potestad sobre las penas y castigos civiles porque Jesús no les dio ninguna y porque no tiene relevancia cualquier cosa usada para producir su propósito: un vigoroso creyente de la verdad salvífica (Ver John 18:36; 2 Cor. 10:4).” Dabney, Lectures in Theology, 874–75. Dos proponentes claves de la doctrina fueron Stuart Robinson, The Church of God (Philadelphia: Joseph M. Wilson, 1858), esp. 84–93, y Thomas E. Peck, Notes on Ecclesiology (Richmond: Presbyterian Committee of Publication, 1893), esp. 119–55. Para los que crean que esto es solo la visión de una doctrina sureña, Charles Hodge comentó en 1861, en la asamblea general de la Iglesia Presbiteriana: “La doctrina de nuestra iglesia sobre esta materia es que el estado no tiene autoridad sobre asuntos puramente espirituales y que la iglesia no tiene autoridad en asuntos puramente seculares o civiles. Que sus provincias en algunos casos se sobreponen unas a otras… es sin duda verdad … pero son instituciones diferentes. “The General Assembly,” Biblical Repertory and Princeton Review, 33 (1861): 557. J. H. Thornwell, Collected Writings of James Henley Thornwell (1875; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 4:448–51; B. M. Palmer, Life and Letters of James Henley Thornwell (1875; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 501. Similar a las ideas de “esfera de soberanía” deAbraham Kuyper, la espiritualidad de la iglesia en este uso más refinado se circunscribe a todas las cosas que están directamente relacionadas con el evangelio. Otros asuntos (tales como los relativos a la educación, políticas y ministerios de misericordia para aquellos que están más allá de la membrecía de la iglesia), son pertinentes a todos los cristianos pero la iglesia en sí misma no es la estructura adecuada para dirigir tales tópicos. Ellos tienen relación con los cristianos en escuelas, gobernaciones y otras estructuras de la sociedad. De hecho, si tales asuntos vienen a ser el foco de la iglesia, ellos pueden potencialmente distraer y apartar a la iglesia de su principal y única responsabilidad, la de encarnar y proclamar el evangelio. La iglesia está comprometida con la tarea de proclamar todo el evangelio de Dios, y por tanto, el consejo de Dios tal como conlleva la responsabilidad de todas las personas e instituciones. Mientras la iglesia no exime de responsabilidad a otras instituciones como el estado y la familia, tampoco define cuales deben ser las funciones de tales instituciones… Para decirlo claramente, la iglesia no encaja con la política. Los miembros deben hacerlo, pero en su condición de ciudadanos del estado, no como miembros de la iglesia”. John Murray, “The Relation of Church and State,” en Collected Writings of John Murray (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1976), 1:255. Un útil resumen de la discusión en el siglo XIX es Daryl G. Hart, Recovering Mother Kirk (Grand Rapids: Baker, 2003), 51–65; cf. Preston D. Graham Jr., A Kingdom Not of This World: Stuart Robinson’s Struggle to Distinguish the Sacred from the Secular during the Civil War (Macon, GA: Mercer University Press, 2002). Para un tratamiento contemporáneo de al menos las implicaciones de esto, ver Brian Habig and Les Newsom, The Enduring Community: Embracing the Priority of the Church (Jackson, MS: Reformed University Press, 2001). </ref> <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera ''niega'' el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco ''requiere'' la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. <ref> Ver, por ejemplo, el razonamiento del Señor para las plagas en Éxodo 9-12. </ref> Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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<blockquote>Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).</blockquote><br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová.” <ref> Bridges, Christian Ministry, 1 La majestuosa declaración de. J. L. Reynolds sobre el Reino de Dios: “Cuando Cristo exclamó, en la sala de juicio de Pilatos, las sobresalientes palabras “Yo soy un rey”, el pronunció un juicio cargado de inexpresable dignidad y poder. Sus enemigos debieron ridiculizar sus pretensiones y expresar su burla sobre tal afirmación, al presentarlo con una corona de espinas, una túnica púrpura con cañuelas, y clavarlo en la cruz, pero a los ojos de las inteligencias no colapsadas, el era un rey. Un alto poder presidió esa ceremonia burlona y la convirtió en una coronación real. La corona de espinas fue ciertamente la diadema del imperio; la túnica púrpura fue el signo de realeza; la frágil cañuela era el símbolo del poder ilimitado y la cruz el trono de dominio que nunca terminará”. J. L. Reynolds, “Church Polity, of the Kingdom of Christ,” in Polity, ed. Dever, 298.</ref><br />
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'''''Clímax de la Iglesia.'''''<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
<br />
El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
<br />
Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
<br />
De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
<br />
La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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====¿Qué ha Creído la Iglesia?====<br />
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'''''Historia del Concepto de la Iglesia'''''<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
<br />
Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es ''visible'' la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? ''La iglesia invisible'' es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia.<ref> Esta iglesia es llamada invisible porque ella es esencialmente espiritual y su esencia espiritual no puede ser discernida por el ojo físico; y porque es imposible determinar de modo inequívoco quien pertenece a ella y quien no”. Berkhof, Systematic Theology, 566–67. Cf. Westminster Confession, chapter 25.</ref> <br />
<br />
Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <ref> Calvin, Institutes, 4.1.7; cf. Benjamin Keach’s catechism, Questions 105–06, reprinted in Tom J. Nettles, Teaching Truth, Training Hearts (Amityville: Calvary, 1998).</ref><br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre ''la iglesia local y la iglesia universal'' o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra ''iglesia'' que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces).<ref> Sobre Hechos 9:31ver los comentarios de F. F. Bruce’s, en Bruce, Acts, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1983), 208–9; cf. A. H. Strong, Systematic Theology (Valley Forge: Judson, 1907), 891.</ref> Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de ''Territorios Marcados'' <ref> Nota del Traductor: No encontré una mejor expresión para traducir el original Landmarkism.</ref> Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, ''Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son?'' (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos.<ref> Se puede tener alguna idea de la seriedad de la controversia observando que Basil Manly Jr. En “Abstract of Principles” (1859) obvia cualquier referencia a la iglesia universal, algo indiscutible entre los Bautistas dos o tres décadas antes.</ref> <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es ''la iglesia militante y la iglesia triunfante''.<ref> Tal lenguaje se encuentra en Aquinas y Wycliffe.</ref> La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo.<ref> Vea el clásico tratamiento puritano de la naturaleza militante de la vida de la iglesia en William Gurnall, ''The Christian in Complete Armor'' (1662–1665; repr., Edinburgh: Banner of Truth, 1964).</ref> La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. <ref> Vea Berkhof, ''Systematic Theology'', 565.</ref> La Iglesia Católica Romana también habla de ''la iglesia sufriente'' mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo ''verdadero'' de lo'' falso'' conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un ''sacramentum'' (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia”.<ref> Clowney, ''The Church'', 101.</ref> Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. <ref> Calvin, ''Institutes'', 4.2.3. También en 1536 edition in 2.29.</ref> Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la ''notae ecclesiae,'' las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la ''disciplina formativa'' que modela la iglesia (como opuesta a la'' disciplina correctiva'' que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia.<ref> Cabe destacar que las verdaderas iglesias se pueden dividir entre las regulares, es decir, que están, de acuerdo a los preceptos (''regula'') y las que son irregulares (que no lo están). De tal manera que algunas iglesias Protestantes pueden reconocerse mutuamente como verdaderas iglesias pero irregulares (dependiendo de sus diferencias).</ref> La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina).<ref> La Reforma, comprensiblemente, condujo a cambios en las estructuras físicas de la iglesia: cambios arquitectónicos, cambios en el servicio (más tiempo para el canto congregacional, para el sermón) y cambios en el rol del ministro. Cambió de ser un sacerdote que ofrecía sacrificios a ser un Ministro de la Palabra y un pastor del pueblo. </ref> <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera”.<ref> John Calvin, en su prefacio a Psychopannychia, in ''Selected Works of John Calvin: Tracts and Letters'', vol. 3, ed. and trans. Henry Beveridge and Jules Bonnet (1851; repr., Grand Rapids: Baker, 1983), 416.</ref> Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad. <ref> Cf. “For the New Testament unity is in order to preserve the faith, not something which can exist irrespective of doctrinal purity.” Iain Murray, ''Evangelicalism Divided'' (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 2000), 140.</ref> Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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'''''Historia de la Ordenanzas de la Iglesia'''''<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. <ref> Las Iglesias Ortodoxas de Oriente son aún menos uniformes en el establecimiento de un número específico de sacramentos.</ref> El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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<blockquote>Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la ''shekinah'' (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <ref> Rufus Jones, “Introduction,” to ''George Fox: An Autobiography'', ed. R. Jones (London: Headley Bros., 1904), 22.</ref></blockquote><br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. <ref> Vea H. Dorgan, “Foot-Washing, Baptist Practice of,” in ''Dictionary of Baptists in America'', ed. Bill J. Leonard (Downers Grove: InterVarsity, 1994), 119–20.</ref> Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de ''solo fide'' (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la ''Historia del bautismo de infantes'' de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos. <ref> William Wall (1647–1728), ''The History of Infant Baptism'' (London: J. Downing et al., 1705); Joachim Jeremias, ''Infant Baptism in the First Four Centuries'', trans. David Cairns (London: SCM Press, 1960); Kurt Aland, ''Did the Early Church Baptize Infants?'' trans. G. R. Beasley-Murray (London: SCM Press, 1961); Joachim Jeremias, ''The Origins of Infant Baptism: A Further Reply to Kurt Aland'' (Naperville: A. R. Allenson, 1963). Aland sostiene la interesante posición que los infantes deben ser bautizados, aunque afirma que no existe evidencia del bautismo de infantes antes del siglo III.</ref> La ''Didache'', la ''Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas'', son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en ''De Baptismo'' (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <ref> Jewett, ''Infant Baptism'', 21.</ref><br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes.<ref> Ver Origen’s Homilies on Luke, chap. 14; Homilies on Leviticus, chap. 8; Commentary on Romans, chap. 5.</ref> En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ''ex opere operato'' <ref> Nota del Traductor. Literalmente “''del trabajo que se ha trabajado''” y con el significado específico de ''“por el mismo hecho de la acción que se ha realizado''”. Se refiere a que el sacramento funciona por el simple hecho de haber sido administrado, es decir, concede gracia por sí mismo. </ref> de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado.<ref> Aun aquí, David Wright sugiere que el bautismo de infantes puede no haber sido una norma hasta el siglo VI. Vea D. F. Wright, “At What Ages Were People Baptized in the Early Centuries?” ''Studia Patristica'', ed. E. A. Livingstone (Leuven: Peeters, 1997), 30:389–94. Para una revisión de evidencias a las fechas más tempranas del bautismo de infantes, vea Jewett, ''Infant Baptism'', 13–43. Cf. Peter Leithart, “Infant Baptism in History: An Unfinished Tragicomedy,” in Strawbridge, ed., ''Covenantal Infant Baptism,'' 246–61.</ref> En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar ''solo'' creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes.<ref> Ver William Estep, ''The Anabaptist Story'' (Nashville: Broadman, 1963).</ref> No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó ''caesaro-papism'' trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron ''puestas en entredicho'' <ref>Un tipo de censura eclesiástica. Nota del Traductor.</ref> (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local.<ref> Las reformas magisteriales fueron aquellas en las que las iglesias políticamente establecidas fueron reformadas por autoridades políticas (los Luteranos, los Anglicanos, los Calvinistas).</ref><br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <ref> Este fue el caso de los Anabaptistas y Bautistas a lo largo de los siglos XVI y XVII quienes debieron desautorizar públicamente el anarquismo muchas veces.</ref><br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo.<ref> Al discutir con teólogos luteranos contemporáneos sobre los postulados históricos de Lutero acerca de la necesidad y el poder salvador del bautismo y como compagina esto con la salvación solo por fe, le han respondido al autor, que podemos tener salvación sin bautismo pero no podemos tener salvación sin fe.</ref> Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” <ref> Ver John Theodore Mueller, ''Christian Dogmatics'' (St. Louis: Concordia, 1955), 494–95.</ref> Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” <ref> See Calvin, ''Institutes'', 4.14.6.</ref> El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ''ex opere operato''. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios. <ref> The Belgic Confession (article 33) says that baptism and the Lord’s Supper “are visible signs and seals of an invisible thing, by means whereof God works in us by the power of the Holy Spirit.” Cf. Charles Hodge,'' Systematic Theology'' (1871; repr., Grand Rapids: Eerdmans, 1952), 3:582.</ref><br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <ref> Grudem, ''Systematic Theology'', 980–81.</ref><br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215),<ref> Laterano, iglesia de San Juan Laterano en Roma; la iglesia catedral del papa. Nota del Traductor.</ref> la doctrina de la ''transustanciación'' describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física.<ref> Aquinas, ''Summa Theologica'', part 3, questions 75–77.</ref> Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <ref> Joseph Pohle, ''The Sacraments: A Dogmatic Treatise'', ed. Arthur Preuss (St. Louis: B. Herder, 1942), 2:25.</ref><br />
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La ''Consustanciación'' niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (''con'' es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino.<ref>Ver Mueller, ''Christian Dogmatics'', 510.</ref> El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. <ref>Cf. Augsburg Confession, article 10.</ref> La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos.<ref> E.g., Mueller, ''Christian Dogmatics'', 509–20.</ref> <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.17.9–12. Cf. Berkhof, ''Systematic Theology'', 653–54. Calvin received serious criticism on this point from later Reformed theologians like William Cunningham, Charles Hodge, and Robert Lewis Dabney.</ref> Esta ''presencia espiritual'' es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” <ref> Erickson, ''Christian Theology,'' 1127.</ref> La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <ref>Westminster Confession, 29.7.</ref><br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como ''in memoriam'' ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. <ref> Cf. Strong, ''Systematic Theology'', 538–43. Charles Hodge sviól pequeñas diferencias entre Zwinglio y Calvino sobre este punto. See Hodge, Systematic Theology, 3:626–31. El Autor concuerda con Hodge.</ref> Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <ref> In fact, Wayne Grudem represents these two views together as the view of “The Rest of Protestantism” in his ''Systematic Theology'', 995–96. Cf. Ligon Duncan, “True Communion with Christ: Calvin, Westminster and Consensus on the Lord’s Supper,” in ''The Westminster Confession into the 21st Century'' (Rosshire, Scotland: Christian Focus, 2003), 2:429–75; W. G. T. Shedd, ''Dogmatic Theology,'' 3rd ed., ed. Alan W. Gomes (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 814. So, too, Lutheran theologian Mueller, ''Christian Dogmatics,'' 509. “Calvin’s doctrine was nothing but a polished form of Zwingli’s crude teaching, couched in phrases approaching the Lutheran terminology as closely as possible.” F. Bente, cited in Mueller, ''Christian Dogmatics,'' 514.</ref><br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
<br />
El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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<blockquote>La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia.” <ref> Spurgeon echoes emphases of the Second London Confession (1689), which says in chapter 30, paragraph 7: “Worthy receivers, outwardly partaking of the visible Elements in this Ordinance, do then also inwardly by faith, really and indeed, yet not carnally, and corporally, but spiritually receive, and feed upon Christ crucified and all the benefits of his death: the Body and Blood of Christ, being then not corporally, or carnally, but spiritually present to the faith of Believers, in that Ordinance, as the Elements themselves are to their outward senses.” In this, the Baptist ministers adopted the language entirely of the Westminster Confession (from 1646) in chapter 29, paragraph 7, except for changing the word “sacrament” to “ordinance,” and omitting the description of how the body of Christ is not corporally present “in, with, or under the bread and wine.”</ref></blockquote><br />
<br />
Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor.<ref> See Peter Naylor, Calvinism, Communion and the Baptists: A Study of English Calvinistic Baptists from the Late 1600s to the Early 1800s, in ''Studies in Baptist History and Thought'' (Carlisle, U.K.: Paternoster, 2003). The classic defense of the Southern Baptist position was penned in 1846 by R. B. C. Howell, at the time the pastor of Second Baptist church, Richmond, Virginia, later the pastor of First Baptist, Nashville, Tennessee. Howell articulated a non-Landmarkist position of close communion that is still instructive for Baptists today wondering why they should exclude from membership or participation in the Lord’s Supper paedo-Baptists. See Howell’s ''The Terms of Communion at the Lord’s Table'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1846). There is a vast literature of nineteenth-century Baptist works on proper terms for admission to the Lord’s table that would be a fruitful field of study for Christians today wanting to understand church membership better.</ref> Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los ''Territorios Marcados'' en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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'''''Historia de la Organización de la Iglesia'''''<br />
<br />
Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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''Membrecía''<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos.<ref> Escribiendo en 112 D.C., Plinio refiere que los cristianos establecían pactos morales entre sí. Tales convenios también fueron practicados por los seguidores de Juan Huss. Vea Charles W. Deweese, ''Baptist Church Covenants'' (Nashville: Broadman, 1990), 19–23.</ref> Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <ref> Ibid., viii.</ref> <br />
<br />
Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio.<ref> Ver Daniel L. Akin, “An Expositional Analysis of the Schleitheim Confession,” ''CTR'' 2 (1998): 345–70.</ref> <br />
<br />
En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <ref> Deweese sugiere un conjunto de factores que han hacho declinar decline el uso de los convenios eclesiales entre los Bautistas en América. Vea ''Baptist Church Covenants,'' 88–91.</ref><br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
<br />
La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación.” <ref> Colecciones Standard de Confesiones Bautistas han sido recopiladas por W. J. McGlothlin, ''Baptist Confessions of Faith'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1911) y William L. Lumpkin, ''Baptist Confessions of Faith'' (Valley Forge, PA: Judson Press, 1959). Para una defensa del uso de confesiones entre los Bautistas, vea Reynolds, ''Church Polity'', 334–42.</ref> Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas.<ref> Ver, por ejemplo, the Second London Confession (1689), the New Hampshire Confession (1833), y The Baptist Faith and Message (1925, 1963, 2000).</ref> J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <ref>Reynolds, ''Church Polity'', 340.</ref><br />
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''Forma de Gobierno''<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (''episkopos'') se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <ref> Un buen ejemplo de esto puede ser la autoridad que Ignacio tenía como obispo. El declaraba que esa autoridad pertenecía legítimamente al obispo.</ref><br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
<br />
Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (''papas'') era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (''primus inter paris'') y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
<br />
Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <ref> Para una excepción a esta postura general, vea Robert Reymond, “The Presbytery-Led Church: Presbyterian Church Government,” en Chad Brand and R. Stanton Norman, eds., ''Perspectives on Church Government: Five Views of Church Polity'' (Nashville: Broadman & Holman, 2004), 87–138.</ref><br />
<br />
En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros ''Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie ''(1582) de Robert Browne y'' Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible'' (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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''Práctica de la Disciplina''<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
<br />
Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia. <ref> Para ejemplo de un tratamiento popular moderno, vea D. Martyn Lloyd-Jones, The Church and the Last Things, vol. 3, ''Great Doctrines of the Bible'' (Wheaton: Crossway, 1998), 13–18.</ref><br />
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El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
<br />
<blockquote>Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia.<ref> Ver, también, la Confesión de Escocia (1560), Art. 18: “La predicación verdadera de la Palabra de Dios... la sana administración de las sacramentos de Cristo Jesús. . . . disciplina Eclesiástica sabiamente administrada.”</ref></blockquote> <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <ref> Clowney, ''Church'', 101. En este libro Clowney presenta un buen resumen de las señales de la iglesia consideradas bíblicamente, históricamente, y en el contexto de temas de la iglesia versus paraiglesias; vea 99–115. Vea también John Hammett,'' Biblical Foundations for Baptist Churches: A Contemporary Ecclesiology'' (Grand Rapids: Kregel, 2005).</ref><br />
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Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
<br />
Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población.<ref> Greg Wills, ''Democratic Religion: Freedom, Authority and Church Discipline in the Baptist South'', 1785–1900 (New York: Oxford University Press, 1997), 22.</ref> Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba.<ref> Ibid., 119.</ref><br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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<blockquote>Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <ref> Ibid. 9. Cf. “La disciplina de la iglesia presupone una estricta dicotomía entre las normas de la sociedad y el Reino de Dios. La mayoría de los evangélicos limpian de impurezas la sociedad, los menos abogan por la urgencia de una disciplina que separe la iglesia del mundo” (p. 10). “El activismo es la virtud dominante de la piedad Bautista en el siglo XX” (p. 133). Para más detalles, vea Stephen Haines, “Southern Baptist Church Discipline, 1880–1939,” ''BHH'' 20 (1985): 14–27.</ref></blockquote><br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella.” <ref> Dagg, ''Church Order,'' 274.</ref><br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. <ref> E.g., Josef Nordenhaug, “Baptists and Regenerate Church Membership,” ''R&E'' 60, no. 2 (1963): 135–48. James Leo Garrett Jr., ''Baptist Church Discipline'' (Nashville: Broadman, 1962).</ref> En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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<blockquote>El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia.<ref> H. E. Dana, ''Manual of Ecclesiology'' (Kansas City, KS: Central Seminary Press, 1944), 244.</ref> </blockquote><br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
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====¿Cómo se compagina todo esto?====<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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'''''Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia'''''<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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'''''Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia'''''<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico ''per se,'' una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran ''siempre ilegales''. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte).<ref> Las implicaciones parecen evidentes en las palabras de Pablo en 2ª Corintios 2:6-7.</ref> La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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'''''Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia'''''<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
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Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí.<ref> Vea, por ejemplo, Brand and Norman, Perspectives on Church Government.</ref> Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia.<ref> Una calificación obvia de esta afirmación es que los tiempos del principio y fin de la iglesia pueden muy bien venir con excepcionales circunstancias que llamen a medidas temporales, en las cuales, uno o varios de estos aspectos del liderazgo no se haya materializado aun.</ref> Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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'''''Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?'''''<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia.<ref> Las controversias entre los términos de admisión a comunión entre los Bautistas del siglo XIX proporcionan un rico recurso para más enseñanzas bíblicas sobre estos temas. Por ejemplo, vea R. B. C. Howell,'' Terms of Communion.''</ref> <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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'''''¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?'''''<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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'''''Sobre el Liderazgo de la Iglesia'''''<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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'''''Sobre la Membrecía de la Iglesia'''''<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia.<ref>Por una razón, si esto fuese ampliamente comprendido entre los miembros, las congregaciones serían capaces de considerar cuidadosamente la delicada de la relación entre los niños de los miembros de la iglesia. </ref> Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de'' las congregaciones actuales.<ref> Para más detalles, vea Mark Dever, ''Nine Marks of a Healthy Church,'' 2nd ed. (Wheaton: Crossway, 2004); also Mark Dever,'' A Display of God’s Glory, and Mark Dever, “Regaining Meaningful Church Membership” in ''The Integrity of the Local Church in a Seeker-Sensitive World'', ed. Thomas White,Jason Lee, and Jason Duesing (Grand Rapids: Kregel, forthcoming 2007).</ref> <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión.<ref> Mucho trabajo histórico popr hacer en esta área, pero los siguientes hechos son elocuentes. Considere los distinguidos ministros Bautistas de los siglos XVIII y XIX. John Gill nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de diecinueve años en 1716 (tres semanas antes de cumplir veinte años). Samuel Medley nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de veintidos años en Deciembre de 1760. Richard Furman nació en un hogar no-cristiano y fue bautizado a la edad de diecisiete años en 1772. John Dagg fue bautizado a la edad de dieciocho años en la primavera de 1812. J. Newton Brown fue bautizado en Hudson, New York, a los catorce años de edad en 1817. J. M. Pendleton fue bautizado cerca de Pembroke, Kentucky a la edad de dieciocho años en 1829. P. H. Mell nació en un sólido hogar Bautista y fue bautizado a la edad de dieciocho años en 1832 (de acuerdo a la biografía hecha por su hijo). J. R. Graves nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de quince años en 1835 (O. L. Hailey, ''J. R. Graves: Life, Times, Teachings'' [Nashville: n.p., 1929]).</ref> Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado.<ref> Ver Dennis Gunderson,'' Your Child’s Profession of Faith'' (Amityville: Calvary, 1994) and Jim Elliff, ''Childhood Conversions'' (Parkville: Christian Communicators Worldwide, 1997).</ref> Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves.<ref> Ver “Adults Baptized in Southern Baptist Churches, 1993” ''RR'' (Winter 1995).</ref> Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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'''''Sobre la Estructura de la Iglesia'''''<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo”. <ref> Eugene Kennedy and Sara Charles, ''Authority: The Most Misunderstood Idea in America'' (New York, Free Press, 1997), 1.</ref> Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes,<ref> Para un excelente tratamiento de esta doctrina, vea Timothy George, “The Priesthood of All Believers and the Quest for Theological Integrity,” ''CTR'' 3 (1989): 283–94.</ref> formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979.<ref> Ver Mark Noll, ''A History of Christianity in the United States and Canada'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1992), 513.</ref> Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
<br />
Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <ref> Vea Grudem and Rainey, ''Pastoral Leadership''. Debe observarse que el liderazgo auténticamente bíblico es consensual, no coercitivo, y está relacionado con la guía y el servicio, no “como señorío” sobre otros de manera orgullosa. Debe recordarse que en la mayoría de las congregaciones predominan las mujeres en número , por tanto las mujeres pueden organizarse como mujeres (junto con hombres a los que les agrade estar con ellas) en cualquier tiempo y cambio de las prácticas de la iglesia, si estuviesen convencidos que las posiciones sostenidas en este capítulo y que han sido práctica tradicional de los cristianos, estuvieses equivocadas. </ref><br />
<br />
'''''Sobre la Cultura de la Iglesia.'''''<br />
<br />
No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
<br />
Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
<br />
Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
<br />
Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios.<ref> Evaluando el estado de las Iglesias a mediados del siglo XIX, John L. Dagg escribió, “Mucho de lo que ha has existido, y que ahora existe, entre los que se declaran seguidores de Cristo, no puede ser contemplado por alguien que de verdad lo ame, sin una profunda tristeza”. Church Order, 11. Siglo y medio después, John Piper refleja el inquietante estado de muchas Iglesias actuales en ''Counted Righteous in Christ'' (Wheaton: Crossway, 2002), 22–23.</ref><br />
<br />
Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
<br />
Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
<br />
Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas.<ref> Mark Dever, “The Priesthood of All Believers: Reconsidering Every Member Ministry,” in ''The Compromised Church,'' ed. John H. Armstrong (Wheaton: Crossway, 1998), 85–116.</ref> Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
<br />
Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: ''Hierro atrae hierro''. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
<br />
Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado.<ref> Debe señalarse con asombro que este anciano radio predicador anunció que la edad de la Iglesia era reemplazada por “la era de la radio.” Vea J. Ligon Duncan and Mark Talbot, ''Should We Leave Our Churches? A Biblical Response to Harold Camping'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref> O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
<br />
También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas.<ref> Para una discusión de la iglesia emergente, vea D. A. Carson, ''Becoming Conversant with the Emerging Church'' (Grand Rapids: Zondervan, 2005).</ref> <br />
<br />
Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico.<ref> Vea, por ejemplo, las obras de Douglas Wilson. Ver también The Auburn Avenue Theology Pros and Cons: Debating the Federal Vision, a Knox Theological Seminary Colloquium on the Federal Vision (Ft. Lauderdale: Knox Theological Seminary, 2004).</ref> Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición”.<ref> Sobre los intentos de La Gran Tradición de recapturar la esencia de la unidad cristiana antes del cisma de la Edad Media y el Renacimiento, vea InterVarsity’s Ancient Christians Commentary series, ''Touchstone Magazine'', y las frecuentes alusiones en Richard John Neuhaus’s First Things. Tristemente, muchos de los llamados Protestantes que abogaron por la Gran Tradición tomaron la posición Católico Romana en los debates de la era de la Reforma sobre la apostolicidad de ciertas prácticas y doctrinas.</ref> <br />
<br />
A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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'''''Sobre el Carácter de la Iglesia''''' <br />
<br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
<br />
La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios.<ref> Para buenas instrucciones prácticas sobre la ejecución de la disciplina de la iglesia, vea Jay Adams, ''Handbook of Church Discipline'' (Grand Rapids: Ministry Resources Library, 1986) and Dever, ''Polity''.</ref> <br />
<br />
Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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'''''Sobre la Gloria de Dios'''''<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al ''Tratado sobre el Orden de la Iglesia'' con esta acertada declaración:<br />
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<blockquote>El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <ref> Dagg, ''Treatise on Church Order'', 14.</ref></blockquote> <br />
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Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<br />
<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-07-19T13:49:20Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
<br />
La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Pero todos coincidirían que estas distintas materias varían enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Incluso la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar la salvación sólo por la fe, los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante a los cristianos debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
<br />
====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
<br />
La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
<br />
Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
<br />
Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
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''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
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En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
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En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
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La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
<br />
Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásica obra ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 no pueda ser precisamente correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
<br />
Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
<br />
Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
<br />
Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugas y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ed. J.T. McNeil, trans. Ford Lewis Battles, LCC (Philadelphia: Westminster, 1960), 4.1.17.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
<br />
La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
<br />
Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
<br />
En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
<br />
El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
<br />
Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
<br />
Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
<br />
<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
<br />
Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, ya se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, la cuestión de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
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Mientras que ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado del rebaño, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores del rebaño de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante”.<ref>Citado por Alexander Grossart in Works of Richard Sibbes, ed. Alexander Grossart (1862–1864; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1979), 294.</ref></blockquote><br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer ''autoridad''. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (''proistamenos'')<ref>προΐστημι</ref> debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes”.<ref> ἡγέομαι; Hebreos 13:17,24.</ref> Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben ''edificar'' la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos.<ref>Vea Mark Dever, ''A Display of God’s Glory'' (Washington, DC: 9Marks Ministries, 2001), 5–30.</ref> <br />
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''1. Diáconos.'' En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra ''diakonos'' es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera ''deacons'', debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi ''deacons''. A quien me ''deacons'', mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ''deacon''”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será ''deacon'' de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados.<ref>Gracias a Buddy Gray, Pastor de Birmingham, Alabama por resaltarme esto en el texto.</ref> Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la ''negligencia física'' estaba causando una'' desunión espiritual'' en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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''2. Pastor/Obispo/Anciano.'' Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz ''presbeust'' <ref>πρέσβυς</ref> aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
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En el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente'' son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos:<ref>πρεσβύτερος</ref> “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos<ref>ἐπισκοπή</ref> para pastorear<ref>ποιμαίνω </ref> la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es ''poimenas'',<ref>ποιμήν</ref> que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (''episkop'')<ref>ἐπίσκοπος</ref> aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama ''episkopon'', esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara ''presbuterous'' (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un ''episkopon''. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente,'' en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables.<ref> R.B.C.Howell, pastor de First Baptist Church, Nashville, Tennessee:”Los únicos oficios señalados por Dios para predicar, administrar las ordenanzas y que han permanecido inalterables hasta el presente son el de pastor, anciano y obispo. R.B.C.Howell, “Ministerial Ordination,” in The Baptist Preacher, ed. Henry Keeling (Richmond: H. K. Ellyson, 1847), 137.</ref> <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <ref> Para esta última calificación vea 1 P. 5:2.</ref><br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos.<ref> Sería extraño que cualquier calificación para anciano impidiese (posiblemente) al mismo Pablo o a Nuestro Señor Jesucristo ejercer el oficio de anciano.</ref> Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia.<ref>Mucho material útil ha sido publicado por el Concejo sobre Hombría y Femineidad Bíblica. Vea John Piper and Wayne Grudem, eds., ''Recovering Biblical Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 1991, rev. 2006); Wayne Grudem and Dennis Rainey, eds., ''Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 2002); J. Lyon Duncan and Susan Hunt, ''Women’s Ministry in the Local Church'' (Wheaton: Crossway, 2006); Wayne Grudem, ''Countering the Claims of Evangelical Feminism'' (Colorado Springs: Multnomah, 2006); Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism and Biblical Truth'' (Colorado Springs: Multnomah, 2004); and Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism: A New Path to Liberalism?'' (Wheaton: Crossway, 2006). Vea también www.cbmw.org.</ref> <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar.<ref> Ejemplos de “gobernantes” de las sinagogas mencionadas en el Nuevo Testamento son Jairo en Marcos 5:22 (gobernantes plurales), Hechos 13:15 (plural) y Crispo (singular) en Hechos 18:8.</ref><br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (''presbeterou'', sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (''kata polin'')”<ref> κατά πόλις</ref> (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural. <ref> Hechos 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18. Mientras que una pluralidad de líderes se relaciona con una sola congregación, en el Nuevo Testamento, nunca se dice que muchas congregaciones son parte de una sola iglesia local. La idea que allí puede haber un obispo o presbítero con autoridad sobre varias congregaciones es la esencia de la percepción del gobierno de la iglesia tanto para los Episcopales como para los Presbiterianos. Esto es lo opuesto al Congregacionalismo, que interpreta que cada asamblea donde se ha predicado y practicado el bautismo y la Cena del Señor, debe tener su propio liderazgo independiente. Una iglesia local que tenga muchos servicios (cultos de adoración) o muchas sedes plantea serias dudas sobre la comprensión eclesiológica tradicional de las congregaciones. Aun aceptando tales innovaciones, hay que ser muy cuidadoso. W-B-Johnson, el primer presidente de la Convención Bautista del Sur, proporciona una típica observación al respecto: “El término iglesia indica una iglesia, un cuerpo del pueblo de Dios, reuniéndose en un lugar, y no muchas congregaciones formando una iglesia”. W. B. Johnson, “The Gospel Developed,” in Polity, ed. Mark Dever, 171. </ref><br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <ref> El erudito anglicano y pionero de misiones Roland Allen, llega a la misma conclusión: “San Pablo no se conformaba con nombrar un Anciano para cada Iglesia. En cada lugar el ordenaba a varios. Esto aseguraba que la plena autoridad no iba a estar concentrada en las manos de un hombre”. Roland Allen, Missionary Methods: St. Paul’s or Ours (London: Robert Scott, 1912), 138–39.</ref><br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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'''''Disciplina.''''' En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. <ref> Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus, NICOT (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), 19–20.</ref> Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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<blockquote>“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). </blockquote><br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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<blockquote>“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). </blockquote><br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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<blockquote>"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).</blockquote><br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo.<ref> “entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa* a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor” (1ª Co 5:5).</ref> Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente.<ref> Tradicionalmente los cristianos han distinguido entre ofensas públicas y privadas. Ofensas públicas son las que trata Pablo en 1ª Co 5 donde no hubo amonestaciones privadas que precedieran a la amonestación pública. Ofensas privadas son las que plantea Jesús en Mateo 18 donde las amonestaciones privadas precedieron a la amonestación pública.</ref> Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <ref> “Ten cuidado de la ambición de simples números: un cuerpo pequeño de bien instruidos y ansiosos discípulos es de mayor valor para la causa de Cristo que una multitud heterogénea indistinguible en espíritu y vida del mundo”. H. Harvey, ''The Pastor: His Duties and Qualifications'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1879), 66.</ref><br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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'''''Misión y Propósito de la Iglesia.''''' Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” <ref> David Peterson, Engaging with God (Downers Grove: InterVarsity, 1992), 20. Cf. D. A. Carson’s much longer definition, in D. A. Carson, ed., Worship by the Book (Grand Rapids: Zondervan, 2002), 30.</ref> Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. <ref> J. Ligon Duncan, “Foundations for Biblically Directed Worship,” in ''Give Praise to God: A Vision for Reforming Worship'', ed. P. G. Ryken, D. W. H. Thomas, and J. L. Duncan III (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 65.</ref> Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. <ref> (1ª Tim 4:13, compare con el ministerio de Esdras de la lectura pública de la ley de Dios en Nehemías 8). </ref> Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. <ref> Ex 20:2-4; Deut 5:6-10. Estos mandamientos fueron violados muchas veces a lo largo del Antiguo Testamento (Le. 10:1–3; Deut 4:2; 12:ƒ32; 1º Sam 15:22; 2º Sam 6; Jer 19:5; 32:35). Todas estas historias (Nadab y Abihu, Saúl y Uzías, muestran que la sana intención es insuficiente por sí misma para la correcta adoración. </ref> Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. <ref> Para más información sobre el principio regulativo ver los dos primeros capítulos en Ryken, Thomas, and Duncan, ''Give Praise to God,'' and D. A. Carson’s introduction to his ''Worship by the Book.''</ref> En el lenguaje de la Reforma esto equivale a ''sola Scriptura''. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos.<ref> Didache 14:1 (see Apostolic Constitutions 7:30:1); Ignatius, Magnesians 9:1; Gospel of Peter 35, 50. See R. J. Bauckham, “The Lord’s Day” and “Sabbath and Sunday in the Post-Apostolic Church,” in D. A. Carson, ed., From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological Investigation (Grand Rapids: Zondervan, 1982), 221–98.</ref> Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual”.<ref> Romanos 12:1</ref> La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. <ref> 1ª Corintios tiene todos estos temas.</ref> La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.<ref> Hechos 1:8. Pastores y teólogos Protestantes como Jonathan Edwards y C .H. Spurgeon, se han referido de modo general a la “espiritualidad de la iglesia”. Para estos autores esta frase es más o menos equivalente a la pureza y santidad de la iglesia. Pero a la frase también se le ha dado un uso más técnico en el contexto de conversaciones sobre políticas institucionales y compromisos, particularmente entre Presbiterianos sureños como J .H. Thornwell y R.L. Dabney, Aquí, la frase “espiritualidad de la iglesia” se refiere a la necesidad de mantener el propio interés de la iglesia centrado en su foco y rezar la mundanería. La iglesia no debe interesarse en los asuntos de estado dicen los abogados de la espiritualidad de la iglesia. Y Debe resguardar su propia pureza mediante sus propias autoridades, en lugar de estar solicitando protección al estado (vea James Bannerman, The Church of Christ, [1869; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974], 1:148–59, and R. L. Dabney, Lectures in Theology, 4th ed. [Richmond: Presbyterian Committee of Publication, 1890], 873–87). Después de todo, los abogados de la “espiritualidad de la iglesia” señalan una conexión entre la independencia de la autoridad de la iglesia respecto al estado puesto que los asuntos de interés de la iglesia son diferentes de los asuntos que interesan al estado. “La iglesia está para enseñarle a los hombres el camino al cielo y para ayudarlos a ir hacia allá. El estado está para proteger a cada ciudadano en el disfrute de los derechos temporales. La iglesia no tiene potestad sobre las penas y castigos civiles porque Jesús no les dio ninguna y porque no tiene relevancia cualquier cosa usada para producir su propósito: un vigoroso creyente de la verdad salvífica (Ver John 18:36; 2 Cor. 10:4).” Dabney, Lectures in Theology, 874–75. Dos proponentes claves de la doctrina fueron Stuart Robinson, The Church of God (Philadelphia: Joseph M. Wilson, 1858), esp. 84–93, y Thomas E. Peck, Notes on Ecclesiology (Richmond: Presbyterian Committee of Publication, 1893), esp. 119–55. Para los que crean que esto es solo la visión de una doctrina sureña, Charles Hodge comentó en 1861, en la asamblea general de la Iglesia Presbiteriana: “La doctrina de nuestra iglesia sobre esta materia es que el estado no tiene autoridad sobre asuntos puramente espirituales y que la iglesia no tiene autoridad en asuntos puramente seculares o civiles. Que sus provincias en algunos casos se sobreponen unas a otras… es sin duda verdad … pero son instituciones diferentes. “The General Assembly,” Biblical Repertory and Princeton Review, 33 (1861): 557. J. H. Thornwell, Collected Writings of James Henley Thornwell (1875; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 4:448–51; B. M. Palmer, Life and Letters of James Henley Thornwell (1875; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 501. Similar a las ideas de “esfera de soberanía” deAbraham Kuyper, la espiritualidad de la iglesia en este uso más refinado se circunscribe a todas las cosas que están directamente relacionadas con el evangelio. Otros asuntos (tales como los relativos a la educación, políticas y ministerios de misericordia para aquellos que están más allá de la membrecía de la iglesia), son pertinentes a todos los cristianos pero la iglesia en sí misma no es la estructura adecuada para dirigir tales tópicos. Ellos tienen relación con los cristianos en escuelas, gobernaciones y otras estructuras de la sociedad. De hecho, si tales asuntos vienen a ser el foco de la iglesia, ellos pueden potencialmente distraer y apartar a la iglesia de su principal y única responsabilidad, la de encarnar y proclamar el evangelio. La iglesia está comprometida con la tarea de proclamar todo el evangelio de Dios, y por tanto, el consejo de Dios tal como conlleva la responsabilidad de todas las personas e instituciones. Mientras la iglesia no exime de responsabilidad a otras instituciones como el estado y la familia, tampoco define cuales deben ser las funciones de tales instituciones… Para decirlo claramente, la iglesia no encaja con la política. Los miembros deben hacerlo, pero en su condición de ciudadanos del estado, no como miembros de la iglesia”. John Murray, “The Relation of Church and State,” en Collected Writings of John Murray (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1976), 1:255. Un útil resumen de la discusión en el siglo XIX es Daryl G. Hart, Recovering Mother Kirk (Grand Rapids: Baker, 2003), 51–65; cf. Preston D. Graham Jr., A Kingdom Not of This World: Stuart Robinson’s Struggle to Distinguish the Sacred from the Secular during the Civil War (Macon, GA: Mercer University Press, 2002). Para un tratamiento contemporáneo de al menos las implicaciones de esto, ver Brian Habig and Les Newsom, The Enduring Community: Embracing the Priority of the Church (Jackson, MS: Reformed University Press, 2001). </ref> <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera ''niega'' el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco ''requiere'' la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. <ref> Ver, por ejemplo, el razonamiento del Señor para las plagas en Éxodo 9-12. </ref> Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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<blockquote>Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).</blockquote><br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová.” <ref> Bridges, Christian Ministry, 1 La majestuosa declaración de. J. L. Reynolds sobre el Reino de Dios: “Cuando Cristo exclamó, en la sala de juicio de Pilatos, las sobresalientes palabras “Yo soy un rey”, el pronunció un juicio cargado de inexpresable dignidad y poder. Sus enemigos debieron ridiculizar sus pretensiones y expresar su burla sobre tal afirmación, al presentarlo con una corona de espinas, una túnica púrpura con cañuelas, y clavarlo en la cruz, pero a los ojos de las inteligencias no colapsadas, el era un rey. Un alto poder presidió esa ceremonia burlona y la convirtió en una coronación real. La corona de espinas fue ciertamente la diadema del imperio; la túnica púrpura fue el signo de realeza; la frágil cañuela era el símbolo del poder ilimitado y la cruz el trono de dominio que nunca terminará”. J. L. Reynolds, “Church Polity, of the Kingdom of Christ,” in Polity, ed. Dever, 298.</ref><br />
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'''''Clímax de la Iglesia.'''''<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
<br />
La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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====¿Qué ha Creído la Iglesia?====<br />
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'''''Historia del Concepto de la Iglesia'''''<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
<br />
Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es ''visible'' la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? ''La iglesia invisible'' es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia.<ref> Esta iglesia es llamada invisible porque ella es esencialmente espiritual y su esencia espiritual no puede ser discernida por el ojo físico; y porque es imposible determinar de modo inequívoco quien pertenece a ella y quien no”. Berkhof, Systematic Theology, 566–67. Cf. Westminster Confession, chapter 25.</ref> <br />
<br />
Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <ref> Calvin, Institutes, 4.1.7; cf. Benjamin Keach’s catechism, Questions 105–06, reprinted in Tom J. Nettles, Teaching Truth, Training Hearts (Amityville: Calvary, 1998).</ref><br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre ''la iglesia local y la iglesia universal'' o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra ''iglesia'' que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces).<ref> Sobre Hechos 9:31ver los comentarios de F. F. Bruce’s, en Bruce, Acts, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1983), 208–9; cf. A. H. Strong, Systematic Theology (Valley Forge: Judson, 1907), 891.</ref> Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de ''Territorios Marcados'' <ref> Nota del Traductor: No encontré una mejor expresión para traducir el original Landmarkism.</ref> Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, ''Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son?'' (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos.<ref> Se puede tener alguna idea de la seriedad de la controversia observando que Basil Manly Jr. En “Abstract of Principles” (1859) obvia cualquier referencia a la iglesia universal, algo indiscutible entre los Bautistas dos o tres décadas antes.</ref> <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es ''la iglesia militante y la iglesia triunfante''.<ref> Tal lenguaje se encuentra en Aquinas y Wycliffe.</ref> La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo.<ref> Vea el clásico tratamiento puritano de la naturaleza militante de la vida de la iglesia en William Gurnall, ''The Christian in Complete Armor'' (1662–1665; repr., Edinburgh: Banner of Truth, 1964).</ref> La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. <ref> Vea Berkhof, ''Systematic Theology'', 565.</ref> La Iglesia Católica Romana también habla de ''la iglesia sufriente'' mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo ''verdadero'' de lo'' falso'' conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un ''sacramentum'' (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia”.<ref> Clowney, ''The Church'', 101.</ref> Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. <ref> Calvin, ''Institutes'', 4.2.3. También en 1536 edition in 2.29.</ref> Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la ''notae ecclesiae,'' las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la ''disciplina formativa'' que modela la iglesia (como opuesta a la'' disciplina correctiva'' que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia.<ref> Cabe destacar que las verdaderas iglesias se pueden dividir entre las regulares, es decir, que están, de acuerdo a los preceptos (''regula'') y las que son irregulares (que no lo están). De tal manera que algunas iglesias Protestantes pueden reconocerse mutuamente como verdaderas iglesias pero irregulares (dependiendo de sus diferencias).</ref> La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina).<ref> La Reforma, comprensiblemente, condujo a cambios en las estructuras físicas de la iglesia: cambios arquitectónicos, cambios en el servicio (más tiempo para el canto congregacional, para el sermón) y cambios en el rol del ministro. Cambió de ser un sacerdote que ofrecía sacrificios a ser un Ministro de la Palabra y un pastor del pueblo. </ref> <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera”.<ref> John Calvin, en su prefacio a Psychopannychia, in ''Selected Works of John Calvin: Tracts and Letters'', vol. 3, ed. and trans. Henry Beveridge and Jules Bonnet (1851; repr., Grand Rapids: Baker, 1983), 416.</ref> Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad. <ref> Cf. “For the New Testament unity is in order to preserve the faith, not something which can exist irrespective of doctrinal purity.” Iain Murray, ''Evangelicalism Divided'' (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 2000), 140.</ref> Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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'''''Historia de la Ordenanzas de la Iglesia'''''<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. <ref> Las Iglesias Ortodoxas de Oriente son aún menos uniformes en el establecimiento de un número específico de sacramentos.</ref> El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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<blockquote>Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la ''shekinah'' (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <ref> Rufus Jones, “Introduction,” to ''George Fox: An Autobiography'', ed. R. Jones (London: Headley Bros., 1904), 22.</ref></blockquote><br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. <ref> Vea H. Dorgan, “Foot-Washing, Baptist Practice of,” in ''Dictionary of Baptists in America'', ed. Bill J. Leonard (Downers Grove: InterVarsity, 1994), 119–20.</ref> Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de ''solo fide'' (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la ''Historia del bautismo de infantes'' de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos. <ref> William Wall (1647–1728), ''The History of Infant Baptism'' (London: J. Downing et al., 1705); Joachim Jeremias, ''Infant Baptism in the First Four Centuries'', trans. David Cairns (London: SCM Press, 1960); Kurt Aland, ''Did the Early Church Baptize Infants?'' trans. G. R. Beasley-Murray (London: SCM Press, 1961); Joachim Jeremias, ''The Origins of Infant Baptism: A Further Reply to Kurt Aland'' (Naperville: A. R. Allenson, 1963). Aland sostiene la interesante posición que los infantes deben ser bautizados, aunque afirma que no existe evidencia del bautismo de infantes antes del siglo III.</ref> La ''Didache'', la ''Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas'', son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en ''De Baptismo'' (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <ref> Jewett, ''Infant Baptism'', 21.</ref><br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes.<ref> Ver Origen’s Homilies on Luke, chap. 14; Homilies on Leviticus, chap. 8; Commentary on Romans, chap. 5.</ref> En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ''ex opere operato'' <ref> Nota del Traductor. Literalmente “''del trabajo que se ha trabajado''” y con el significado específico de ''“por el mismo hecho de la acción que se ha realizado''”. Se refiere a que el sacramento funciona por el simple hecho de haber sido administrado, es decir, concede gracia por sí mismo. </ref> de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado.<ref> Aun aquí, David Wright sugiere que el bautismo de infantes puede no haber sido una norma hasta el siglo VI. Vea D. F. Wright, “At What Ages Were People Baptized in the Early Centuries?” ''Studia Patristica'', ed. E. A. Livingstone (Leuven: Peeters, 1997), 30:389–94. Para una revisión de evidencias a las fechas más tempranas del bautismo de infantes, vea Jewett, ''Infant Baptism'', 13–43. Cf. Peter Leithart, “Infant Baptism in History: An Unfinished Tragicomedy,” in Strawbridge, ed., ''Covenantal Infant Baptism,'' 246–61.</ref> En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar ''solo'' creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes.<ref> Ver William Estep, ''The Anabaptist Story'' (Nashville: Broadman, 1963).</ref> No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó ''caesaro-papism'' trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron ''puestas en entredicho'' <ref>Un tipo de censura eclesiástica. Nota del Traductor.</ref> (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local.<ref> Las reformas magisteriales fueron aquellas en las que las iglesias políticamente establecidas fueron reformadas por autoridades políticas (los Luteranos, los Anglicanos, los Calvinistas).</ref><br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <ref> Este fue el caso de los Anabaptistas y Bautistas a lo largo de los siglos XVI y XVII quienes debieron desautorizar públicamente el anarquismo muchas veces.</ref><br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo.<ref> Al discutir con teólogos luteranos contemporáneos sobre los postulados históricos de Lutero acerca de la necesidad y el poder salvador del bautismo y como compagina esto con la salvación solo por fe, le han respondido al autor, que podemos tener salvación sin bautismo pero no podemos tener salvación sin fe.</ref> Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” <ref> Ver John Theodore Mueller, ''Christian Dogmatics'' (St. Louis: Concordia, 1955), 494–95.</ref> Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” <ref> See Calvin, ''Institutes'', 4.14.6.</ref> El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ''ex opere operato''. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios. <ref> The Belgic Confession (article 33) says that baptism and the Lord’s Supper “are visible signs and seals of an invisible thing, by means whereof God works in us by the power of the Holy Spirit.” Cf. Charles Hodge,'' Systematic Theology'' (1871; repr., Grand Rapids: Eerdmans, 1952), 3:582.</ref><br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <ref> Grudem, ''Systematic Theology'', 980–81.</ref><br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215),<ref> Laterano, iglesia de San Juan Laterano en Roma; la iglesia catedral del papa. Nota del Traductor.</ref> la doctrina de la ''transustanciación'' describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física.<ref> Aquinas, ''Summa Theologica'', part 3, questions 75–77.</ref> Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <ref> Joseph Pohle, ''The Sacraments: A Dogmatic Treatise'', ed. Arthur Preuss (St. Louis: B. Herder, 1942), 2:25.</ref><br />
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La ''Consustanciación'' niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (''con'' es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino.<ref>Ver Mueller, ''Christian Dogmatics'', 510.</ref> El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. <ref>Cf. Augsburg Confession, article 10.</ref> La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos.<ref> E.g., Mueller, ''Christian Dogmatics'', 509–20.</ref> <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.17.9–12. Cf. Berkhof, ''Systematic Theology'', 653–54. Calvin received serious criticism on this point from later Reformed theologians like William Cunningham, Charles Hodge, and Robert Lewis Dabney.</ref> Esta ''presencia espiritual'' es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” <ref> Erickson, ''Christian Theology,'' 1127.</ref> La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <ref>Westminster Confession, 29.7.</ref><br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como ''in memoriam'' ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. <ref> Cf. Strong, ''Systematic Theology'', 538–43. Charles Hodge sviól pequeñas diferencias entre Zwinglio y Calvino sobre este punto. See Hodge, Systematic Theology, 3:626–31. El Autor concuerda con Hodge.</ref> Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <ref> In fact, Wayne Grudem represents these two views together as the view of “The Rest of Protestantism” in his ''Systematic Theology'', 995–96. Cf. Ligon Duncan, “True Communion with Christ: Calvin, Westminster and Consensus on the Lord’s Supper,” in ''The Westminster Confession into the 21st Century'' (Rosshire, Scotland: Christian Focus, 2003), 2:429–75; W. G. T. Shedd, ''Dogmatic Theology,'' 3rd ed., ed. Alan W. Gomes (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 814. So, too, Lutheran theologian Mueller, ''Christian Dogmatics,'' 509. “Calvin’s doctrine was nothing but a polished form of Zwingli’s crude teaching, couched in phrases approaching the Lutheran terminology as closely as possible.” F. Bente, cited in Mueller, ''Christian Dogmatics,'' 514.</ref><br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
<br />
El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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<blockquote>La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia.” <ref> Spurgeon echoes emphases of the Second London Confession (1689), which says in chapter 30, paragraph 7: “Worthy receivers, outwardly partaking of the visible Elements in this Ordinance, do then also inwardly by faith, really and indeed, yet not carnally, and corporally, but spiritually receive, and feed upon Christ crucified and all the benefits of his death: the Body and Blood of Christ, being then not corporally, or carnally, but spiritually present to the faith of Believers, in that Ordinance, as the Elements themselves are to their outward senses.” In this, the Baptist ministers adopted the language entirely of the Westminster Confession (from 1646) in chapter 29, paragraph 7, except for changing the word “sacrament” to “ordinance,” and omitting the description of how the body of Christ is not corporally present “in, with, or under the bread and wine.”</ref></blockquote><br />
<br />
Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor.<ref> See Peter Naylor, Calvinism, Communion and the Baptists: A Study of English Calvinistic Baptists from the Late 1600s to the Early 1800s, in ''Studies in Baptist History and Thought'' (Carlisle, U.K.: Paternoster, 2003). The classic defense of the Southern Baptist position was penned in 1846 by R. B. C. Howell, at the time the pastor of Second Baptist church, Richmond, Virginia, later the pastor of First Baptist, Nashville, Tennessee. Howell articulated a non-Landmarkist position of close communion that is still instructive for Baptists today wondering why they should exclude from membership or participation in the Lord’s Supper paedo-Baptists. See Howell’s ''The Terms of Communion at the Lord’s Table'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1846). There is a vast literature of nineteenth-century Baptist works on proper terms for admission to the Lord’s table that would be a fruitful field of study for Christians today wanting to understand church membership better.</ref> Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los ''Territorios Marcados'' en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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'''''Historia de la Organización de la Iglesia'''''<br />
<br />
Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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''Membrecía''<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos.<ref> Escribiendo en 112 D.C., Plinio refiere que los cristianos establecían pactos morales entre sí. Tales convenios también fueron practicados por los seguidores de Juan Huss. Vea Charles W. Deweese, ''Baptist Church Covenants'' (Nashville: Broadman, 1990), 19–23.</ref> Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <ref> Ibid., viii.</ref> <br />
<br />
Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio.<ref> Ver Daniel L. Akin, “An Expositional Analysis of the Schleitheim Confession,” ''CTR'' 2 (1998): 345–70.</ref> <br />
<br />
En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <ref> Deweese sugiere un conjunto de factores que han hacho declinar decline el uso de los convenios eclesiales entre los Bautistas en América. Vea ''Baptist Church Covenants,'' 88–91.</ref><br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
<br />
La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación.” <ref> Colecciones Standard de Confesiones Bautistas han sido recopiladas por W. J. McGlothlin, ''Baptist Confessions of Faith'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1911) y William L. Lumpkin, ''Baptist Confessions of Faith'' (Valley Forge, PA: Judson Press, 1959). Para una defensa del uso de confesiones entre los Bautistas, vea Reynolds, ''Church Polity'', 334–42.</ref> Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas.<ref> Ver, por ejemplo, the Second London Confession (1689), the New Hampshire Confession (1833), y The Baptist Faith and Message (1925, 1963, 2000).</ref> J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <ref>Reynolds, ''Church Polity'', 340.</ref><br />
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''Forma de Gobierno''<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (''episkopos'') se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <ref> Un buen ejemplo de esto puede ser la autoridad que Ignacio tenía como obispo. El declaraba que esa autoridad pertenecía legítimamente al obispo.</ref><br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
<br />
Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (''papas'') era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (''primus inter paris'') y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
<br />
Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <ref> Para una excepción a esta postura general, vea Robert Reymond, “The Presbytery-Led Church: Presbyterian Church Government,” en Chad Brand and R. Stanton Norman, eds., ''Perspectives on Church Government: Five Views of Church Polity'' (Nashville: Broadman & Holman, 2004), 87–138.</ref><br />
<br />
En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros ''Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie ''(1582) de Robert Browne y'' Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible'' (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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''Práctica de la Disciplina''<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
<br />
Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia. <ref> Para ejemplo de un tratamiento popular moderno, vea D. Martyn Lloyd-Jones, The Church and the Last Things, vol. 3, ''Great Doctrines of the Bible'' (Wheaton: Crossway, 1998), 13–18.</ref><br />
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El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
<br />
<blockquote>Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia.<ref> Ver, también, la Confesión de Escocia (1560), Art. 18: “La predicación verdadera de la Palabra de Dios... la sana administración de las sacramentos de Cristo Jesús. . . . disciplina Eclesiástica sabiamente administrada.”</ref></blockquote> <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <ref> Clowney, ''Church'', 101. En este libro Clowney presenta un buen resumen de las señales de la iglesia consideradas bíblicamente, históricamente, y en el contexto de temas de la iglesia versus paraiglesias; vea 99–115. Vea también John Hammett,'' Biblical Foundations for Baptist Churches: A Contemporary Ecclesiology'' (Grand Rapids: Kregel, 2005).</ref><br />
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Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
<br />
Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población.<ref> Greg Wills, ''Democratic Religion: Freedom, Authority and Church Discipline in the Baptist South'', 1785–1900 (New York: Oxford University Press, 1997), 22.</ref> Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba.<ref> Ibid., 119.</ref><br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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<blockquote>Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <ref> Ibid. 9. Cf. “La disciplina de la iglesia presupone una estricta dicotomía entre las normas de la sociedad y el Reino de Dios. La mayoría de los evangélicos limpian de impurezas la sociedad, los menos abogan por la urgencia de una disciplina que separe la iglesia del mundo” (p. 10). “El activismo es la virtud dominante de la piedad Bautista en el siglo XX” (p. 133). Para más detalles, vea Stephen Haines, “Southern Baptist Church Discipline, 1880–1939,” ''BHH'' 20 (1985): 14–27.</ref></blockquote><br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella.” <ref> Dagg, ''Church Order,'' 274.</ref><br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. <ref> E.g., Josef Nordenhaug, “Baptists and Regenerate Church Membership,” ''R&E'' 60, no. 2 (1963): 135–48. James Leo Garrett Jr., ''Baptist Church Discipline'' (Nashville: Broadman, 1962).</ref> En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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<blockquote>El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia.<ref> H. E. Dana, ''Manual of Ecclesiology'' (Kansas City, KS: Central Seminary Press, 1944), 244.</ref> </blockquote><br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
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====¿Cómo se compagina todo esto?====<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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'''''Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia'''''<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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'''''Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia'''''<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico ''per se,'' una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran ''siempre ilegales''. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte).<ref> Las implicaciones parecen evidentes en las palabras de Pablo en 2ª Corintios 2:6-7.</ref> La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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'''''Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia'''''<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
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Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí.<ref> Vea, por ejemplo, Brand and Norman, Perspectives on Church Government.</ref> Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia.<ref> Una calificación obvia de esta afirmación es que los tiempos del principio y fin de la iglesia pueden muy bien venir con excepcionales circunstancias que llamen a medidas temporales, en las cuales, uno o varios de estos aspectos del liderazgo no se haya materializado aun.</ref> Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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'''''Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?'''''<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia.<ref> Las controversias entre los términos de admisión a comunión entre los Bautistas del siglo XIX proporcionan un rico recurso para más enseñanzas bíblicas sobre estos temas. Por ejemplo, vea R. B. C. Howell,'' Terms of Communion.''</ref> <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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'''''¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?'''''<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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'''''Sobre el Liderazgo de la Iglesia'''''<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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'''''Sobre la Membrecía de la Iglesia'''''<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia.<ref>Por una razón, si esto fuese ampliamente comprendido entre los miembros, las congregaciones serían capaces de considerar cuidadosamente la delicada de la relación entre los niños de los miembros de la iglesia. </ref> Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de'' las congregaciones actuales.<ref> Para más detalles, vea Mark Dever, ''Nine Marks of a Healthy Church,'' 2nd ed. (Wheaton: Crossway, 2004); also Mark Dever,'' A Display of God’s Glory, and Mark Dever, “Regaining Meaningful Church Membership” in ''The Integrity of the Local Church in a Seeker-Sensitive World'', ed. Thomas White,Jason Lee, and Jason Duesing (Grand Rapids: Kregel, forthcoming 2007).</ref> <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión.<ref> Mucho trabajo histórico popr hacer en esta área, pero los siguientes hechos son elocuentes. Considere los distinguidos ministros Bautistas de los siglos XVIII y XIX. John Gill nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de diecinueve años en 1716 (tres semanas antes de cumplir veinte años). Samuel Medley nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de veintidos años en Deciembre de 1760. Richard Furman nació en un hogar no-cristiano y fue bautizado a la edad de diecisiete años en 1772. John Dagg fue bautizado a la edad de dieciocho años en la primavera de 1812. J. Newton Brown fue bautizado en Hudson, New York, a los catorce años de edad en 1817. J. M. Pendleton fue bautizado cerca de Pembroke, Kentucky a la edad de dieciocho años en 1829. P. H. Mell nació en un sólido hogar Bautista y fue bautizado a la edad de dieciocho años en 1832 (de acuerdo a la biografía hecha por su hijo). J. R. Graves nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de quince años en 1835 (O. L. Hailey, ''J. R. Graves: Life, Times, Teachings'' [Nashville: n.p., 1929]).</ref> Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado.<ref> Ver Dennis Gunderson,'' Your Child’s Profession of Faith'' (Amityville: Calvary, 1994) and Jim Elliff, ''Childhood Conversions'' (Parkville: Christian Communicators Worldwide, 1997).</ref> Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves.<ref> Ver “Adults Baptized in Southern Baptist Churches, 1993” ''RR'' (Winter 1995).</ref> Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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'''''Sobre la Estructura de la Iglesia'''''<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo”. <ref> Eugene Kennedy and Sara Charles, ''Authority: The Most Misunderstood Idea in America'' (New York, Free Press, 1997), 1.</ref> Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes,<ref> Para un excelente tratamiento de esta doctrina, vea Timothy George, “The Priesthood of All Believers and the Quest for Theological Integrity,” ''CTR'' 3 (1989): 283–94.</ref> formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979.<ref> Ver Mark Noll, ''A History of Christianity in the United States and Canada'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1992), 513.</ref> Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
<br />
Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <ref> Vea Grudem and Rainey, ''Pastoral Leadership''. Debe observarse que el liderazgo auténticamente bíblico es consensual, no coercitivo, y está relacionado con la guía y el servicio, no “como señorío” sobre otros de manera orgullosa. Debe recordarse que en la mayoría de las congregaciones predominan las mujeres en número , por tanto las mujeres pueden organizarse como mujeres (junto con hombres a los que les agrade estar con ellas) en cualquier tiempo y cambio de las prácticas de la iglesia, si estuviesen convencidos que las posiciones sostenidas en este capítulo y que han sido práctica tradicional de los cristianos, estuvieses equivocadas. </ref><br />
<br />
'''''Sobre la Cultura de la Iglesia.'''''<br />
<br />
No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
<br />
Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
<br />
Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
<br />
Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios.<ref> Evaluando el estado de las Iglesias a mediados del siglo XIX, John L. Dagg escribió, “Mucho de lo que ha has existido, y que ahora existe, entre los que se declaran seguidores de Cristo, no puede ser contemplado por alguien que de verdad lo ame, sin una profunda tristeza”. Church Order, 11. Siglo y medio después, John Piper refleja el inquietante estado de muchas Iglesias actuales en ''Counted Righteous in Christ'' (Wheaton: Crossway, 2002), 22–23.</ref><br />
<br />
Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
<br />
Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
<br />
Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas.<ref> Mark Dever, “The Priesthood of All Believers: Reconsidering Every Member Ministry,” in ''The Compromised Church,'' ed. John H. Armstrong (Wheaton: Crossway, 1998), 85–116.</ref> Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
<br />
Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: ''Hierro atrae hierro''. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
<br />
Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado.<ref> Debe señalarse con asombro que este anciano radio predicador anunció que la edad de la Iglesia era reemplazada por “la era de la radio.” Vea J. Ligon Duncan and Mark Talbot, ''Should We Leave Our Churches? A Biblical Response to Harold Camping'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref> O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
<br />
También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas.<ref> Para una discusión de la iglesia emergente, vea D. A. Carson, ''Becoming Conversant with the Emerging Church'' (Grand Rapids: Zondervan, 2005).</ref> <br />
<br />
Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico.<ref> Vea, por ejemplo, las obras de Douglas Wilson. Ver también The Auburn Avenue Theology Pros and Cons: Debating the Federal Vision, a Knox Theological Seminary Colloquium on the Federal Vision (Ft. Lauderdale: Knox Theological Seminary, 2004).</ref> Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición”.<ref> Sobre los intentos de La Gran Tradición de recapturar la esencia de la unidad cristiana antes del cisma de la Edad Media y el Renacimiento, vea InterVarsity’s Ancient Christians Commentary series, ''Touchstone Magazine'', y las frecuentes alusiones en Richard John Neuhaus’s First Things. Tristemente, muchos de los llamados Protestantes que abogaron por la Gran Tradición tomaron la posición Católico Romana en los debates de la era de la Reforma sobre la apostolicidad de ciertas prácticas y doctrinas.</ref> <br />
<br />
A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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'''''Sobre el Carácter de la Iglesia''''' <br />
<br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
<br />
La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios.<ref> Para buenas instrucciones prácticas sobre la ejecución de la disciplina de la iglesia, vea Jay Adams, ''Handbook of Church Discipline'' (Grand Rapids: Ministry Resources Library, 1986) and Dever, ''Polity''.</ref> <br />
<br />
Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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'''''Sobre la Gloria de Dios'''''<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al ''Tratado sobre el Orden de la Iglesia'' con esta acertada declaración:<br />
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<blockquote>El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <ref> Dagg, ''Treatise on Church Order'', 14.</ref></blockquote> <br />
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Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<br />
<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-07-19T13:32:41Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
<br />
La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Pero todos coincidirían que estas distintas materias varían enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Incluso la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar la salvación sólo por la fe, los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante a los cristianos debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
<br />
====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
<br />
La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
<br />
Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
<br />
Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
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''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
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En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
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En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
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La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
<br />
Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásica obra ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 no pueda ser precisamente correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
<br />
Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
<br />
Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
<br />
Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugas y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ed. J.T. McNeil, trans. Ford Lewis Battles, LCC (Philadelphia: Westminster, 1960), 4.1.17.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
<br />
La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
<br />
Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
<br />
En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
<br />
El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
<br />
Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
<br />
Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
<br />
<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
<br />
Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, ya se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, la cuestión de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
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Mientras que ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado del rebaño, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores del rebaño de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante”.<ref>Citado por Alexander Grossart in Works of Richard Sibbes, ed. Alexander Grossart (1862–1864; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1979), 294.</ref></blockquote><br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer ''autoridad''. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (''proistamenos'')<ref>προΐστημι</ref> debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes”.<ref> ἡγέομαι; Hebreos 13:17,24.</ref> Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben ''edificar'' la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos.<ref>Vea Mark Dever, ''A Display of God’s Glory'' (Washington, DC: 9Marks Ministries, 2001), 5–30.</ref> <br />
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''1. Diáconos.'' En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra ''diakonos'' es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera ''deacons'', debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi ''deacons''. A quien me ''deacons'', mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ''deacon''”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será ''deacon'' de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados.<ref>Gracias a Buddy Gray, Pastor de Birmingham, Alabama por resaltarme esto en el texto.</ref> Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la ''negligencia física'' estaba causando una'' desunión espiritual'' en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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''2. Pastor/Obispo/Anciano.'' Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz ''presbeust'' <ref>πρέσβυς</ref> aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
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En el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente'' son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos:<ref>πρεσβύτερος</ref> “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos<ref>ἐπισκοπή</ref> para pastorear<ref>ποιμαίνω </ref> la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es ''poimenas'',<ref>ποιμήν</ref> que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (''episkop'')<ref>ἐπίσκοπος</ref> aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama ''episkopon'', esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara ''presbuterous'' (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un ''episkopon''. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente,'' en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables.<ref> R.B.C.Howell, pastor de First Baptist Church, Nashville, Tennessee:”Los únicos oficios señalados por Dios para predicar, administrar las ordenanzas y que han permanecido inalterables hasta el presente son el de pastor, anciano y obispo. R.B.C.Howell, “Ministerial Ordination,” in The Baptist Preacher, ed. Henry Keeling (Richmond: H. K. Ellyson, 1847), 137.</ref> <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <ref> Para esta última calificación vea 1 P. 5:2.</ref><br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos.<ref> Sería extraño que cualquier calificación para anciano impidiese (posiblemente) al mismo Pablo o a Nuestro Señor Jesucristo ejercer el oficio de anciano.</ref> Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia.<ref>Mucho material útil ha sido publicado por el Concejo sobre Hombría y Femineidad Bíblica. Vea John Piper and Wayne Grudem, eds., ''Recovering Biblical Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 1991, rev. 2006); Wayne Grudem and Dennis Rainey, eds., ''Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 2002); J. Lyon Duncan and Susan Hunt, ''Women’s Ministry in the Local Church'' (Wheaton: Crossway, 2006); Wayne Grudem, ''Countering the Claims of Evangelical Feminism'' (Colorado Springs: Multnomah, 2006); Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism and Biblical Truth'' (Colorado Springs: Multnomah, 2004); and Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism: A New Path to Liberalism?'' (Wheaton: Crossway, 2006). Vea también www.cbmw.org.</ref> <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar.<ref> Ejemplos de “gobernantes” de las sinagogas mencionadas en el Nuevo Testamento son Jairo en Marcos 5:22 (gobernantes plurales), Hechos 13:15 (plural) y Crispo (singular) en Hechos 18:8.</ref><br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (''presbeterou'', sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (''kata polin'')”<ref> κατά πόλις</ref> (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural. <ref> Hechos 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18. Mientras que una pluralidad de líderes se relaciona con una sola congregación, en el Nuevo Testamento, nunca se dice que muchas congregaciones son parte de una sola iglesia local. La idea que allí puede haber un obispo o presbítero con autoridad sobre varias congregaciones es la esencia de la percepción del gobierno de la iglesia tanto para los Episcopales como para los Presbiterianos. Esto es lo opuesto al Congregacionalismo, que interpreta que cada asamblea donde se ha predicado y practicado el bautismo y la Cena del Señor, debe tener su propio liderazgo independiente. Una iglesia local que tenga muchos servicios (cultos de adoración) o muchas sedes plantea serias dudas sobre la comprensión eclesiológica tradicional de las congregaciones. Aun aceptando tales innovaciones, hay que ser muy cuidadoso. W-B-Johnson, el primer presidente de la Convención Bautista del Sur, proporciona una típica observación al respecto: “El término iglesia indica una iglesia, un cuerpo del pueblo de Dios, reuniéndose en un lugar, y no muchas congregaciones formando una iglesia”. W. B. Johnson, “The Gospel Developed,” in Polity, ed. Mark Dever, 171. </ref><br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <ref> El erudito anglicano y pionero de misiones Roland Allen, llega a la misma conclusión: “San Pablo no se conformaba con nombrar un Anciano para cada Iglesia. En cada lugar el ordenaba a varios. Esto aseguraba que la plena autoridad no iba a estar concentrada en las manos de un hombre”. Roland Allen, Missionary Methods: St. Paul’s or Ours (London: Robert Scott, 1912), 138–39.</ref><br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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'''''Disciplina.''''' En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. <ref> Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus, NICOT (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), 19–20.</ref> Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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<blockquote>“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). </blockquote><br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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<blockquote>“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). </blockquote><br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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<blockquote>"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).</blockquote><br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo.<ref> “entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa* a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor” (1ª Co 5:5).</ref> Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente.<ref> Tradicionalmente los cristianos han distinguido entre ofensas públicas y privadas. Ofensas públicas son las que trata Pablo en 1ª Co 5 donde no hubo amonestaciones privadas que precedieran a la amonestación pública. Ofensas privadas son las que plantea Jesús en Mateo 18 donde las amonestaciones privadas precedieron a la amonestación pública.</ref> Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <ref> “Ten cuidado de la ambición de simples números: un cuerpo pequeño de bien instruidos y ansiosos discípulos es de mayor valor para la causa de Cristo que una multitud heterogénea indistinguible en espíritu y vida del mundo”. H. Harvey, ''The Pastor: His Duties and Qualifications'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1879), 66.</ref><br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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'''''Misión y Propósito de la Iglesia.''''' Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” <ref> David Peterson, Engaging with God (Downers Grove: InterVarsity, 1992), 20. Cf. D. A. Carson’s much longer definition, in D. A. Carson, ed., Worship by the Book (Grand Rapids: Zondervan, 2002), 30.</ref> Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. <ref> J. Ligon Duncan, “Foundations for Biblically Directed Worship,” in ''Give Praise to God: A Vision for Reforming Worship'', ed. P. G. Ryken, D. W. H. Thomas, and J. L. Duncan III (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 65.</ref> Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. <ref> (1ª Tim 4:13, compare con el ministerio de Esdras de la lectura pública de la ley de Dios en Nehemías 8). </ref> Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. <ref> Ex 20:2-4; Deut 5:6-10. Estos mandamientos fueron violados muchas veces a lo largo del Antiguo Testamento (Le. 10:1–3; Deut 4:2; 12:ƒ32; 1º Sam 15:22; 2º Sam 6; Jer 19:5; 32:35). Todas estas historias (Nadab y Abihu, Saúl y Uzías, muestran que la sana intención es insuficiente por sí misma para la correcta adoración. </ref> Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. <ref> Para más información sobre el principio regulativo ver los dos primeros capítulos en Ryken, Thomas, and Duncan, ''Give Praise to God,'' and D. A. Carson’s introduction to his ''Worship by the Book.''</ref> En el lenguaje de la Reforma esto equivale a ''sola Scriptura''. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos.<ref> Didache 14:1 (see Apostolic Constitutions 7:30:1); Ignatius, Magnesians 9:1; Gospel of Peter 35, 50. See R. J. Bauckham, “The Lord’s Day” and “Sabbath and Sunday in the Post-Apostolic Church,” in D. A. Carson, ed., From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological Investigation (Grand Rapids: Zondervan, 1982), 221–98.</ref> Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual”.<ref> Romanos 12:1</ref> La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. <ref> 1ª Corintios tiene todos estos temas.</ref> La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.<ref> Hechos 1:8. Pastores y teólogos Protestantes como Jonathan Edwards y C .H. Spurgeon, se han referido de modo general a la “espiritualidad de la iglesia”. Para estos autores esta frase es más o menos equivalente a la pureza y santidad de la iglesia. Pero a la frase también se le ha dado un uso más técnico en el contexto de conversaciones sobre políticas institucionales y compromisos, particularmente entre Presbiterianos sureños como J .H. Thornwell y R.L. Dabney, Aquí, la frase “espiritualidad de la iglesia” se refiere a la necesidad de mantener el propio interés de la iglesia centrado en su foco y rezar la mundanería. La iglesia no debe interesarse en los asuntos de estado dicen los abogados de la espiritualidad de la iglesia. Y Debe resguardar su propia pureza mediante sus propias autoridades, en lugar de estar solicitando protección al estado (vea James Bannerman, The Church of Christ, [1869; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974], 1:148–59, and R. L. Dabney, Lectures in Theology, 4th ed. [Richmond: Presbyterian Committee of Publication, 1890], 873–87). Después de todo, los abogados de la “espiritualidad de la iglesia” señalan una conexión entre la independencia de la autoridad de la iglesia respecto al estado puesto que los asuntos de interés de la iglesia son diferentes de los asuntos que interesan al estado. “La iglesia está para enseñarle a los hombres el camino al cielo y para ayudarlos a ir hacia allá. El estado está para proteger a cada ciudadano en el disfrute de los derechos temporales. La iglesia no tiene potestad sobre las penas y castigos civiles porque Jesús no les dio ninguna y porque no tiene relevancia cualquier cosa usada para producir su propósito: un vigoroso creyente de la verdad salvífica (Ver John 18:36; 2 Cor. 10:4).” Dabney, Lectures in Theology, 874–75. Dos proponentes claves de la doctrina fueron Stuart Robinson, The Church of God (Philadelphia: Joseph M. Wilson, 1858), esp. 84–93, y Thomas E. Peck, Notes on Ecclesiology (Richmond: Presbyterian Committee of Publication, 1893), esp. 119–55. Para los que crean que esto es solo la visión de una doctrina sureña, Charles Hodge comentó en 1861, en la asamblea general de la Iglesia Presbiteriana: “La doctrina de nuestra iglesia sobre esta materia es que el estado no tiene autoridad sobre asuntos puramente espirituales y que la iglesia no tiene autoridad en asuntos puramente seculares o civiles. Que sus provincias en algunos casos se sobreponen unas a otras… es sin duda verdad … pero son instituciones diferentes. “The General Assembly,” Biblical Repertory and Princeton Review, 33 (1861): 557. J. H. Thornwell, Collected Writings of James Henley Thornwell (1875; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 4:448–51; B. M. Palmer, Life and Letters of James Henley Thornwell (1875; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 501. Similar a las ideas de “esfera de soberanía” deAbraham Kuyper, la espiritualidad de la iglesia en este uso más refinado se circunscribe a todas las cosas que están directamente relacionadas con el evangelio. Otros asuntos (tales como los relativos a la educación, políticas y ministerios de misericordia para aquellos que están más allá de la membrecía de la iglesia), son pertinentes a todos los cristianos pero la iglesia en sí misma no es la estructura adecuada para dirigir tales tópicos. Ellos tienen relación con los cristianos en escuelas, gobernaciones y otras estructuras de la sociedad. De hecho, si tales asuntos vienen a ser el foco de la iglesia, ellos pueden potencialmente distraer y apartar a la iglesia de su principal y única responsabilidad, la de encarnar y proclamar el evangelio. La iglesia está comprometida con la tarea de proclamar todo el evangelio de Dios, y por tanto, el consejo de Dios tal como conlleva la responsabilidad de todas las personas e instituciones. Mientras la iglesia no exime de responsabilidad a otras instituciones como el estado y la familia, tampoco define cuales deben ser las funciones de tales instituciones… Para decirlo claramente, la iglesia no encaja con la política. Los miembros deben hacerlo, pero en su condición de ciudadanos del estado, no como miembros de la iglesia”. John Murray, “The Relation of Church and State,” en Collected Writings of John Murray (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1976), 1:255. Un útil resumen de la discusión en el siglo XIX es Daryl G. Hart, Recovering Mother Kirk (Grand Rapids: Baker, 2003), 51–65; cf. Preston D. Graham Jr., A Kingdom Not of This World: Stuart Robinson’s Struggle to Distinguish the Sacred from the Secular during the Civil War (Macon, GA: Mercer University Press, 2002). Para un tratamiento contemporáneo de al menos las implicaciones de esto, ver Brian Habig and Les Newsom, The Enduring Community: Embracing the Priority of the Church (Jackson, MS: Reformed University Press, 2001). </ref> <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera ''niega'' el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco ''requiere'' la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. <ref> Ver, por ejemplo, el razonamiento del Señor para las plagas en Éxodo 9-12. </ref> Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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<blockquote>Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).</blockquote><br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová.” <ref> Bridges, Christian Ministry, 1 La majestuosa declaración de. J. L. Reynolds sobre el Reino de Dios: “Cuando Cristo exclamó, en la sala de juicio de Pilatos, las sobresalientes palabras “Yo soy un rey”, el pronunció un juicio cargado de inexpresable dignidad y poder. Sus enemigos debieron ridiculizar sus pretensiones y expresar su burla sobre tal afirmación, al presentarlo con una corona de espinas, una túnica púrpura con cañuelas, y clavarlo en la cruz, pero a los ojos de las inteligencias no colapsadas, el era un rey. Un alto poder presidió esa ceremonia burlona y la convirtió en una coronación real. La corona de espinas fue ciertamente la diadema del imperio; la túnica púrpura fue el signo de realeza; la frágil cañuela era el símbolo del poder ilimitado y la cruz el trono de dominio que nunca terminará”. J. L. Reynolds, “Church Polity, of the Kingdom of Christ,” in Polity, ed. Dever, 298.</ref><br />
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'''''Clímax de la Iglesia.'''''<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
<br />
La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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====¿Qué ha Creído la Iglesia?====<br />
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'''''Historia del Concepto de la Iglesia'''''<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
<br />
Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es ''visible'' la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? ''La iglesia invisible'' es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia.<ref> Esta iglesia es llamada invisible porque ella es esencialmente espiritual y su esencia espiritual no puede ser discernida por el ojo físico; y porque es imposible determinar de modo inequívoco quien pertenece a ella y quien no”. Berkhof, Systematic Theology, 566–67. Cf. Westminster Confession, chapter 25.</ref> <br />
<br />
Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <ref> Calvin, Institutes, 4.1.7; cf. Benjamin Keach’s catechism, Questions 105–06, reprinted in Tom J. Nettles, Teaching Truth, Training Hearts (Amityville: Calvary, 1998).</ref><br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre ''la iglesia local y la iglesia universal'' o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra ''iglesia'' que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces).<ref> Sobre Hechos 9:31ver los comentarios de F. F. Bruce’s, en Bruce, Acts, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1983), 208–9; cf. A. H. Strong, Systematic Theology (Valley Forge: Judson, 1907), 891.</ref> Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de ''Territorios Marcados'' <ref> Nota del Traductor: No encontré una mejor expresión para traducir el original Landmarkism.</ref> Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, ''Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son?'' (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos.<ref> Se puede tener alguna idea de la seriedad de la controversia observando que Basil Manly Jr. En “Abstract of Principles” (1859) obvia cualquier referencia a la iglesia universal, algo indiscutible entre los Bautistas dos o tres décadas antes.</ref> <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es ''la iglesia militante y la iglesia triunfante''.<ref> Tal lenguaje se encuentra en Aquinas y Wycliffe.</ref> La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo.<ref> Vea el clásico tratamiento puritano de la naturaleza militante de la vida de la iglesia en William Gurnall, ''The Christian in Complete Armor'' (1662–1665; repr., Edinburgh: Banner of Truth, 1964).</ref> La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. <ref> Vea Berkhof, ''Systematic Theology'', 565.</ref> La Iglesia Católica Romana también habla de ''la iglesia sufriente'' mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo ''verdadero'' de lo'' falso'' conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un ''sacramentum'' (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia”.<ref> Clowney, ''The Church'', 101.</ref> Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. <ref> Calvin, ''Institutes'', 4.2.3. También en 1536 edition in 2.29.</ref> Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la ''notae ecclesiae,'' las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la ''disciplina formativa'' que modela la iglesia (como opuesta a la'' disciplina correctiva'' que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia.<ref> Cabe destacar que las verdaderas iglesias se pueden dividir entre las regulares, es decir, que están, de acuerdo a los preceptos (''regula'') y las que son irregulares (que no lo están). De tal manera que algunas iglesias Protestantes pueden reconocerse mutuamente como verdaderas iglesias pero irregulares (dependiendo de sus diferencias).</ref> La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina).<ref> La Reforma, comprensiblemente, condujo a cambios en las estructuras físicas de la iglesia: cambios arquitectónicos, cambios en el servicio (más tiempo para el canto congregacional, para el sermón) y cambios en el rol del ministro. Cambió de ser un sacerdote que ofrecía sacrificios a ser un Ministro de la Palabra y un pastor del pueblo. </ref> <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera”.<ref> John Calvin, en su prefacio a Psychopannychia, in ''Selected Works of John Calvin: Tracts and Letters'', vol. 3, ed. and trans. Henry Beveridge and Jules Bonnet (1851; repr., Grand Rapids: Baker, 1983), 416.</ref> Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad. <ref> Cf. “For the New Testament unity is in order to preserve the faith, not something which can exist irrespective of doctrinal purity.” Iain Murray, ''Evangelicalism Divided'' (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 2000), 140.</ref> Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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'''''Historia de la Ordenanzas de la Iglesia'''''<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. <ref> Las Iglesias Ortodoxas de Oriente son aún menos uniformes en el establecimiento de un número específico de sacramentos.</ref> El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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<blockquote>Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la ''shekinah'' (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <ref> Rufus Jones, “Introduction,” to ''George Fox: An Autobiography'', ed. R. Jones (London: Headley Bros., 1904), 22.</ref></blockquote><br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. <ref> Vea H. Dorgan, “Foot-Washing, Baptist Practice of,” in ''Dictionary of Baptists in America'', ed. Bill J. Leonard (Downers Grove: InterVarsity, 1994), 119–20.</ref> Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de ''solo fide'' (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la ''Historia del bautismo de infantes'' de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos. <ref> William Wall (1647–1728), ''The History of Infant Baptism'' (London: J. Downing et al., 1705); Joachim Jeremias, ''Infant Baptism in the First Four Centuries'', trans. David Cairns (London: SCM Press, 1960); Kurt Aland, ''Did the Early Church Baptize Infants?'' trans. G. R. Beasley-Murray (London: SCM Press, 1961); Joachim Jeremias, ''The Origins of Infant Baptism: A Further Reply to Kurt Aland'' (Naperville: A. R. Allenson, 1963). Aland sostiene la interesante posición que los infantes deben ser bautizados, aunque afirma que no existe evidencia del bautismo de infantes antes del siglo III.</ref> La ''Didache'', la ''Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas'', son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en ''De Baptismo'' (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <ref> Jewett, ''Infant Baptism'', 21.</ref><br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes.<ref> Ver Origen’s Homilies on Luke, chap. 14; Homilies on Leviticus, chap. 8; Commentary on Romans, chap. 5.</ref> En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ''ex opere operato'' <ref> Nota del Traductor. Literalmente “''del trabajo que se ha trabajado''” y con el significado específico de ''“por el mismo hecho de la acción que se ha realizado''”. Se refiere a que el sacramento funciona por el simple hecho de haber sido administrado, es decir, concede gracia por sí mismo. </ref> de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado.<ref> Aun aquí, David Wright sugiere que el bautismo de infantes puede no haber sido una norma hasta el siglo VI. Vea D. F. Wright, “At What Ages Were People Baptized in the Early Centuries?” ''Studia Patristica'', ed. E. A. Livingstone (Leuven: Peeters, 1997), 30:389–94. Para una revisión de evidencias a las fechas más tempranas del bautismo de infantes, vea Jewett, ''Infant Baptism'', 13–43. Cf. Peter Leithart, “Infant Baptism in History: An Unfinished Tragicomedy,” in Strawbridge, ed., ''Covenantal Infant Baptism,'' 246–61.</ref> En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar ''solo'' creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes.<ref> Ver William Estep, ''The Anabaptist Story'' (Nashville: Broadman, 1963).</ref> No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó ''caesaro-papism'' trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron ''puestas en entredicho'' <ref>Un tipo de censura eclesiástica. Nota del Traductor.</ref> (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local.<ref> Las reformas magisteriales fueron aquellas en las que las iglesias políticamente establecidas fueron reformadas por autoridades políticas (los Luteranos, los Anglicanos, los Calvinistas).</ref><br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <ref> Este fue el caso de los Anabaptistas y Bautistas a lo largo de los siglos XVI y XVII quienes debieron desautorizar públicamente el anarquismo muchas veces.</ref><br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo.<ref> Al discutir con teólogos luteranos contemporáneos sobre los postulados históricos de Lutero acerca de la necesidad y el poder salvador del bautismo y como compagina esto con la salvación solo por fe, le han respondido al autor, que podemos tener salvación sin bautismo pero no podemos tener salvación sin fe.</ref> Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” <ref> Ver John Theodore Mueller, ''Christian Dogmatics'' (St. Louis: Concordia, 1955), 494–95.</ref> Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” <ref> See Calvin, ''Institutes'', 4.14.6.</ref> El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ''ex opere operato''. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios. <ref> The Belgic Confession (article 33) says that baptism and the Lord’s Supper “are visible signs and seals of an invisible thing, by means whereof God works in us by the power of the Holy Spirit.” Cf. Charles Hodge,'' Systematic Theology'' (1871; repr., Grand Rapids: Eerdmans, 1952), 3:582.</ref><br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <ref> Grudem, ''Systematic Theology'', 980–81.</ref><br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215),<ref> Laterano, iglesia de San Juan Laterano en Roma; la iglesia catedral del papa. Nota del Traductor.</ref> la doctrina de la ''transustanciación'' describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física.<ref> Aquinas, ''Summa Theologica'', part 3, questions 75–77.</ref> Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <ref> Joseph Pohle, ''The Sacraments: A Dogmatic Treatise'', ed. Arthur Preuss (St. Louis: B. Herder, 1942), 2:25.</ref><br />
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La ''Consustanciación'' niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (''con'' es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino.<ref>Ver Mueller, ''Christian Dogmatics'', 510.</ref> El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. <ref>Cf. Augsburg Confession, article 10.</ref> La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos.<ref> E.g., Mueller, ''Christian Dogmatics'', 509–20.</ref> <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.17.9–12. Cf. Berkhof, ''Systematic Theology'', 653–54. Calvin received serious criticism on this point from later Reformed theologians like William Cunningham, Charles Hodge, and Robert Lewis Dabney.</ref> Esta ''presencia espiritual'' es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” <ref> Erickson, ''Christian Theology,'' 1127.</ref> La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <ref>Westminster Confession, 29.7.</ref><br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como ''in memoriam'' ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. <ref> Cf. Strong, ''Systematic Theology'', 538–43. Charles Hodge sviól pequeñas diferencias entre Zwinglio y Calvino sobre este punto. See Hodge, Systematic Theology, 3:626–31. El Autor concuerda con Hodge.</ref> Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <ref> In fact, Wayne Grudem represents these two views together as the view of “The Rest of Protestantism” in his ''Systematic Theology'', 995–96. Cf. Ligon Duncan, “True Communion with Christ: Calvin, Westminster and Consensus on the Lord’s Supper,” in ''The Westminster Confession into the 21st Century'' (Rosshire, Scotland: Christian Focus, 2003), 2:429–75; W. G. T. Shedd, ''Dogmatic Theology,'' 3rd ed., ed. Alan W. Gomes (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 814. So, too, Lutheran theologian Mueller, ''Christian Dogmatics,'' 509. “Calvin’s doctrine was nothing but a polished form of Zwingli’s crude teaching, couched in phrases approaching the Lutheran terminology as closely as possible.” F. Bente, cited in Mueller, ''Christian Dogmatics,'' 514.</ref><br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
<br />
El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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<blockquote>La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia.” <ref> Spurgeon echoes emphases of the Second London Confession (1689), which says in chapter 30, paragraph 7: “Worthy receivers, outwardly partaking of the visible Elements in this Ordinance, do then also inwardly by faith, really and indeed, yet not carnally, and corporally, but spiritually receive, and feed upon Christ crucified and all the benefits of his death: the Body and Blood of Christ, being then not corporally, or carnally, but spiritually present to the faith of Believers, in that Ordinance, as the Elements themselves are to their outward senses.” In this, the Baptist ministers adopted the language entirely of the Westminster Confession (from 1646) in chapter 29, paragraph 7, except for changing the word “sacrament” to “ordinance,” and omitting the description of how the body of Christ is not corporally present “in, with, or under the bread and wine.”</ref></blockquote><br />
<br />
Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor.<ref> See Peter Naylor, Calvinism, Communion and the Baptists: A Study of English Calvinistic Baptists from the Late 1600s to the Early 1800s, in ''Studies in Baptist History and Thought'' (Carlisle, U.K.: Paternoster, 2003). The classic defense of the Southern Baptist position was penned in 1846 by R. B. C. Howell, at the time the pastor of Second Baptist church, Richmond, Virginia, later the pastor of First Baptist, Nashville, Tennessee. Howell articulated a non-Landmarkist position of close communion that is still instructive for Baptists today wondering why they should exclude from membership or participation in the Lord’s Supper paedo-Baptists. See Howell’s ''The Terms of Communion at the Lord’s Table'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1846). There is a vast literature of nineteenth-century Baptist works on proper terms for admission to the Lord’s table that would be a fruitful field of study for Christians today wanting to understand church membership better.</ref> Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los ''Territorios Marcados'' en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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'''''Historia de la Organización de la Iglesia'''''<br />
<br />
Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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''Membrecía''<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos.<ref> Escribiendo en 112 D.C., Plinio refiere que los cristianos establecían pactos morales entre sí. Tales convenios también fueron practicados por los seguidores de Juan Huss. Vea Charles W. Deweese, ''Baptist Church Covenants'' (Nashville: Broadman, 1990), 19–23.</ref> Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <ref> Ibid., viii.</ref> <br />
<br />
Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio.<ref> Ver Daniel L. Akin, “An Expositional Analysis of the Schleitheim Confession,” ''CTR'' 2 (1998): 345–70.</ref> <br />
<br />
En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <ref> Deweese sugiere un conjunto de factores que han hacho declinar decline el uso de los convenios eclesiales entre los Bautistas en América. Vea ''Baptist Church Covenants,'' 88–91.</ref><br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
<br />
La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación.” <ref> Colecciones Standard de Confesiones Bautistas han sido recopiladas por W. J. McGlothlin, ''Baptist Confessions of Faith'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1911) y William L. Lumpkin, ''Baptist Confessions of Faith'' (Valley Forge, PA: Judson Press, 1959). Para una defensa del uso de confesiones entre los Bautistas, vea Reynolds, ''Church Polity'', 334–42.</ref> Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas.<ref> Ver, por ejemplo, the Second London Confession (1689), the New Hampshire Confession (1833), y The Baptist Faith and Message (1925, 1963, 2000).</ref> J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <ref>Reynolds, ''Church Polity'', 340.</ref><br />
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''Forma de Gobierno''<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (''episkopos'') se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <ref> Un buen ejemplo de esto puede ser la autoridad que Ignacio tenía como obispo. El declaraba que esa autoridad pertenecía legítimamente al obispo.</ref><br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
<br />
Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (''papas'') era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (''primus inter paris'') y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
<br />
Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <ref> Para una excepción a esta postura general, vea Robert Reymond, “The Presbytery-Led Church: Presbyterian Church Government,” en Chad Brand and R. Stanton Norman, eds., ''Perspectives on Church Government: Five Views of Church Polity'' (Nashville: Broadman & Holman, 2004), 87–138.</ref><br />
<br />
En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros ''Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie ''(1582) de Robert Browne y'' Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible'' (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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''Práctica de la Disciplina''<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
<br />
Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia. <ref> Para ejemplo de un tratamiento popular moderno, vea D. Martyn Lloyd-Jones, The Church and the Last Things, vol. 3, ''Great Doctrines of the Bible'' (Wheaton: Crossway, 1998), 13–18.</ref><br />
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El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
<br />
<blockquote>Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia.<ref> Ver, también, la Confesión de Escocia (1560), Art. 18: “La predicación verdadera de la Palabra de Dios... la sana administración de las sacramentos de Cristo Jesús. . . . disciplina Eclesiástica sabiamente administrada.”</ref></blockquote> <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <ref> Clowney, ''Church'', 101. En este libro Clowney presenta un buen resumen de las señales de la iglesia consideradas bíblicamente, históricamente, y en el contexto de temas de la iglesia versus paraiglesias; vea 99–115. Vea también John Hammett,'' Biblical Foundations for Baptist Churches: A Contemporary Ecclesiology'' (Grand Rapids: Kregel, 2005).</ref><br />
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Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
<br />
Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población.<ref> Greg Wills, ''Democratic Religion: Freedom, Authority and Church Discipline in the Baptist South'', 1785–1900 (New York: Oxford University Press, 1997), 22.</ref> Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba.<ref> Ibid., 119.</ref><br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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<blockquote>Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <ref> Ibid. 9. Cf. “La disciplina de la iglesia presupone una estricta dicotomía entre las normas de la sociedad y el Reino de Dios. La mayoría de los evangélicos limpian de impurezas la sociedad, los menos abogan por la urgencia de una disciplina que separe la iglesia del mundo” (p. 10). “El activismo es la virtud dominante de la piedad Bautista en el siglo XX” (p. 133). Para más detalles, vea Stephen Haines, “Southern Baptist Church Discipline, 1880–1939,” ''BHH'' 20 (1985): 14–27.</ref></blockquote><br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella.” <ref> Dagg, ''Church Order,'' 274.</ref><br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. <ref> E.g., Josef Nordenhaug, “Baptists and Regenerate Church Membership,” ''R&E'' 60, no. 2 (1963): 135–48. James Leo Garrett Jr., ''Baptist Church Discipline'' (Nashville: Broadman, 1962).</ref> En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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<blockquote>El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia.<ref> H. E. Dana, ''Manual of Ecclesiology'' (Kansas City, KS: Central Seminary Press, 1944), 244.</ref> </blockquote><br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
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====¿Cómo se compagina todo esto?====<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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'''''Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia'''''<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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'''''Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia'''''<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico ''per se,'' una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran ''siempre ilegales''. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte).<ref> Las implicaciones parecen evidentes en las palabras de Pablo en 2ª Corintios 2:6-7.</ref> La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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'''''Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia'''''<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
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Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí.<ref> Vea, por ejemplo, Brand and Norman, Perspectives on Church Government.</ref> Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia.<ref> Una calificación obvia de esta afirmación es que los tiempos del principio y fin de la iglesia pueden muy bien venir con excepcionales circunstancias que llamen a medidas temporales, en las cuales, uno o varios de estos aspectos del liderazgo no se haya materializado aun.</ref> Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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'''''Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?'''''<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia.<ref> Las controversias entre los términos de admisión a comunión entre los Bautistas del siglo XIX proporcionan un rico recurso para más enseñanzas bíblicas sobre estos temas. Por ejemplo, vea R. B. C. Howell,'' Terms of Communion.''</ref> <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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'''''¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?'''''<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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'''''Sobre el Liderazgo de la Iglesia'''''<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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'''''Sobre la Membrecía de la Iglesia'''''<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia.<ref>Por una razón, si esto fuese ampliamente comprendido entre los miembros, las congregaciones serían capaces de considerar cuidadosamente la delicada de la relación entre los niños de los miembros de la iglesia. </ref> Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de'' las congregaciones actuales.<ref> Para más detalles, vea Mark Dever, ''Nine Marks of a Healthy Church,'' 2nd ed. (Wheaton: Crossway, 2004); also Mark Dever,'' A Display of God’s Glory, and Mark Dever, “Regaining Meaningful Church Membership” in ''The Integrity of the Local Church in a Seeker-Sensitive World'', ed. Thomas White,Jason Lee, and Jason Duesing (Grand Rapids: Kregel, forthcoming 2007).</ref> <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión.<ref> Mucho trabajo histórico popr hacer en esta área, pero los siguientes hechos son elocuentes. Considere los distinguidos ministros Bautistas de los siglos XVIII y XIX. John Gill nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de diecinueve años en 1716 (tres semanas antes de cumplir veinte años). Samuel Medley nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de veintidos años en Deciembre de 1760. Richard Furman nació en un hogar no-cristiano y fue bautizado a la edad de diecisiete años en 1772. John Dagg fue bautizado a la edad de dieciocho años en la primavera de 1812. J. Newton Brown fue bautizado en Hudson, New York, a los catorce años de edad en 1817. J. M. Pendleton fue bautizado cerca de Pembroke, Kentucky a la edad de dieciocho años en 1829. P. H. Mell nació en un sólido hogar Bautista y fue bautizado a la edad de dieciocho años en 1832 (de acuerdo a la biografía hecha por su hijo). J. R. Graves nació en un hogar Bautista y fue bautizado a la edad de quince años en 1835 (O. L. Hailey, ''J. R. Graves: Life, Times, Teachings'' [Nashville: n.p., 1929]).</ref> Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado.<ref> Ver Dennis Gunderson,'' Your Child’s Profession of Faith'' (Amityville: Calvary, 1994) and Jim Elliff, ''Childhood Conversions'' (Parkville: Christian Communicators Worldwide, 1997).</ref> Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves.<ref> Ver “Adults Baptized in Southern Baptist Churches, 1993” ''RR'' (Winter 1995).</ref> Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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'''''Sobre la Estructura de la Iglesia'''''<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
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Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
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La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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<blockquote>El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. </blockquote> <br />
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Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
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La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<br />
<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-07-19T12:52:46Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Pero todos coincidirían que estas distintas materias varían enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Incluso la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar la salvación sólo por la fe, los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante a los cristianos debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
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====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
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'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
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La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
<br />
La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
<br />
Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
<br />
Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
<br />
En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
<br />
En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
<br />
La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
<br />
Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásica obra ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 no pueda ser precisamente correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
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Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugas y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ed. J.T. McNeil, trans. Ford Lewis Battles, LCC (Philadelphia: Westminster, 1960), 4.1.17.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
<br />
En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, ya se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, la cuestión de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
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Mientras que ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado del rebaño, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores del rebaño de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante”.<ref>Citado por Alexander Grossart in Works of Richard Sibbes, ed. Alexander Grossart (1862–1864; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1979), 294.</ref></blockquote><br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer ''autoridad''. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (''proistamenos'')<ref>προΐστημι</ref> debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes”.<ref> ἡγέομαι; Hebreos 13:17,24.</ref> Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben ''edificar'' la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos.<ref>Vea Mark Dever, ''A Display of God’s Glory'' (Washington, DC: 9Marks Ministries, 2001), 5–30.</ref> <br />
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''1. Diáconos.'' En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra ''diakonos'' es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera ''deacons'', debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi ''deacons''. A quien me ''deacons'', mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ''deacon''”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será ''deacon'' de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados.<ref>Gracias a Buddy Gray, Pastor de Birmingham, Alabama por resaltarme esto en el texto.</ref> Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la ''negligencia física'' estaba causando una'' desunión espiritual'' en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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''2. Pastor/Obispo/Anciano.'' Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz ''presbeust'' <ref>πρέσβυς</ref> aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
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En el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente'' son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos:<ref>πρεσβύτερος</ref> “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos<ref>ἐπισκοπή</ref> para pastorear<ref>ποιμαίνω </ref> la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es ''poimenas'',<ref>ποιμήν</ref> que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (''episkop'')<ref>ἐπίσκοπος</ref> aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama ''episkopon'', esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara ''presbuterous'' (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un ''episkopon''. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente,'' en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables.<ref> R.B.C.Howell, pastor de First Baptist Church, Nashville, Tennessee:”Los únicos oficios señalados por Dios para predicar, administrar las ordenanzas y que han permanecido inalterables hasta el presente son el de pastor, anciano y obispo. R.B.C.Howell, “Ministerial Ordination,” in The Baptist Preacher, ed. Henry Keeling (Richmond: H. K. Ellyson, 1847), 137.</ref> <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <ref> Para esta última calificación vea 1 P. 5:2.</ref><br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos.<ref> Sería extraño que cualquier calificación para anciano impidiese (posiblemente) al mismo Pablo o a Nuestro Señor Jesucristo ejercer el oficio de anciano.</ref> Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia.<ref>Mucho material útil ha sido publicado por el Concejo sobre Hombría y Femineidad Bíblica. Vea John Piper and Wayne Grudem, eds., ''Recovering Biblical Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 1991, rev. 2006); Wayne Grudem and Dennis Rainey, eds., ''Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 2002); J. Lyon Duncan and Susan Hunt, ''Women’s Ministry in the Local Church'' (Wheaton: Crossway, 2006); Wayne Grudem, ''Countering the Claims of Evangelical Feminism'' (Colorado Springs: Multnomah, 2006); Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism and Biblical Truth'' (Colorado Springs: Multnomah, 2004); and Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism: A New Path to Liberalism?'' (Wheaton: Crossway, 2006). Vea también www.cbmw.org.</ref> <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar.<ref> Ejemplos de “gobernantes” de las sinagogas mencionadas en el Nuevo Testamento son Jairo en Marcos 5:22 (gobernantes plurales), Hechos 13:15 (plural) y Crispo (singular) en Hechos 18:8.</ref><br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (''presbeterou'', sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (''kata polin'')”<ref> κατά πόλις</ref> (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural. <ref> Hechos 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18. Mientras que una pluralidad de líderes se relaciona con una sola congregación, en el Nuevo Testamento, nunca se dice que muchas congregaciones son parte de una sola iglesia local. La idea que allí puede haber un obispo o presbítero con autoridad sobre varias congregaciones es la esencia de la percepción del gobierno de la iglesia tanto para los Episcopales como para los Presbiterianos. Esto es lo opuesto al Congregacionalismo, que interpreta que cada asamblea donde se ha predicado y practicado el bautismo y la Cena del Señor, debe tener su propio liderazgo independiente. Una iglesia local que tenga muchos servicios (cultos de adoración) o muchas sedes plantea serias dudas sobre la comprensión eclesiológica tradicional de las congregaciones. Aun aceptando tales innovaciones, hay que ser muy cuidadoso. W-B-Johnson, el primer presidente de la Convención Bautista del Sur, proporciona una típica observación al respecto: “El término iglesia indica una iglesia, un cuerpo del pueblo de Dios, reuniéndose en un lugar, y no muchas congregaciones formando una iglesia”. W. B. Johnson, “The Gospel Developed,” in Polity, ed. Mark Dever, 171. </ref><br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <ref> El erudito anglicano y pionero de misiones Roland Allen, llega a la misma conclusión: “San Pablo no se conformaba con nombrar un Anciano para cada Iglesia. En cada lugar el ordenaba a varios. Esto aseguraba que la plena autoridad no iba a estar concentrada en las manos de un hombre”. Roland Allen, Missionary Methods: St. Paul’s or Ours (London: Robert Scott, 1912), 138–39.</ref><br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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'''''Disciplina.''''' En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. <ref> Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus, NICOT (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), 19–20.</ref> Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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<blockquote>“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). </blockquote><br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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<blockquote>“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). </blockquote><br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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<blockquote>"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).</blockquote><br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo.<ref> “entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa* a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor” (1ª Co 5:5).</ref> Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente.<ref> Tradicionalmente los cristianos han distinguido entre ofensas públicas y privadas. Ofensas públicas son las que trata Pablo en 1ª Co 5 donde no hubo amonestaciones privadas que precedieran a la amonestación pública. Ofensas privadas son las que plantea Jesús en Mateo 18 donde las amonestaciones privadas precedieron a la amonestación pública.</ref> Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <ref> “Ten cuidado de la ambición de simples números: un cuerpo pequeño de bien instruidos y ansiosos discípulos es de mayor valor para la causa de Cristo que una multitud heterogénea indistinguible en espíritu y vida del mundo”. H. Harvey, ''The Pastor: His Duties and Qualifications'' (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1879), 66.</ref><br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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'''''Misión y Propósito de la Iglesia.''''' Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” <ref> David Peterson, Engaging with God (Downers Grove: InterVarsity, 1992), 20. Cf. D. A. Carson’s much longer definition, in D. A. Carson, ed., Worship by the Book (Grand Rapids: Zondervan, 2002), 30.</ref> Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. <ref> J. Ligon Duncan, “Foundations for Biblically Directed Worship,” in ''Give Praise to God: A Vision for Reforming Worship'', ed. P. G. Ryken, D. W. H. Thomas, and J. L. Duncan III (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 65.</ref> Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. <ref> (1ª Tim 4:13, compare con el ministerio de Esdras de la lectura pública de la ley de Dios en Nehemías 8). </ref> Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. <ref> Ex 20:2-4; Deut 5:6-10. Estos mandamientos fueron violados muchas veces a lo largo del Antiguo Testamento (Le. 10:1–3; Deut 4:2; 12:ƒ32; 1º Sam 15:22; 2º Sam 6; Jer 19:5; 32:35). Todas estas historias (Nadab y Abihu, Saúl y Uzías, muestran que la sana intención es insuficiente por sí misma para la correcta adoración. </ref> Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. <ref> Para más información sobre el principio regulativo ver los dos primeros capítulos en Ryken, Thomas, and Duncan, ''Give Praise to God,'' and D. A. Carson’s introduction to his ''Worship by the Book.''</ref> En el lenguaje de la Reforma esto equivale a ''sola Scriptura''. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos.<ref> Didache 14:1 (see Apostolic Constitutions 7:30:1); Ignatius, Magnesians 9:1; Gospel of Peter 35, 50. See R. J. Bauckham, “The Lord’s Day” and “Sabbath and Sunday in the Post-Apostolic Church,” in D. A. Carson, ed., From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological Investigation (Grand Rapids: Zondervan, 1982), 221–98.</ref> Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual”.<ref> Romanos 12:1</ref> La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. <ref> 1ª Corintios tiene todos estos temas.</ref> La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.<ref> Hechos 1:8. Pastores y teólogos Protestantes como Jonathan Edwards y C .H. Spurgeon, se han referido de modo general a la “espiritualidad de la iglesia”. Para estos autores esta frase es más o menos equivalente a la pureza y santidad de la iglesia. Pero a la frase también se le ha dado un uso más técnico en el contexto de conversaciones sobre políticas institucionales y compromisos, particularmente entre Presbiterianos sureños como J .H. Thornwell y R.L. Dabney, Aquí, la frase “espiritualidad de la iglesia” se refiere a la necesidad de mantener el propio interés de la iglesia centrado en su foco y rezar la mundanería. La iglesia no debe interesarse en los asuntos de estado dicen los abogados de la espiritualidad de la iglesia. Y Debe resguardar su propia pureza mediante sus propias autoridades, en lugar de estar solicitando protección al estado (vea James Bannerman, The Church of Christ, [1869; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974], 1:148–59, and R. L. Dabney, Lectures in Theology, 4th ed. [Richmond: Presbyterian Committee of Publication, 1890], 873–87). Después de todo, los abogados de la “espiritualidad de la iglesia” señalan una conexión entre la independencia de la autoridad de la iglesia respecto al estado puesto que los asuntos de interés de la iglesia son diferentes de los asuntos que interesan al estado. “La iglesia está para enseñarle a los hombres el camino al cielo y para ayudarlos a ir hacia allá. El estado está para proteger a cada ciudadano en el disfrute de los derechos temporales. La iglesia no tiene potestad sobre las penas y castigos civiles porque Jesús no les dio ninguna y porque no tiene relevancia cualquier cosa usada para producir su propósito: un vigoroso creyente de la verdad salvífica (Ver John 18:36; 2 Cor. 10:4).” Dabney, Lectures in Theology, 874–75. Dos proponentes claves de la doctrina fueron Stuart Robinson, The Church of God (Philadelphia: Joseph M. Wilson, 1858), esp. 84–93, y Thomas E. Peck, Notes on Ecclesiology (Richmond: Presbyterian Committee of Publication, 1893), esp. 119–55. Para los que crean que esto es solo la visión de una doctrina sureña, Charles Hodge comentó en 1861, en la asamblea general de la Iglesia Presbiteriana: “La doctrina de nuestra iglesia sobre esta materia es que el estado no tiene autoridad sobre asuntos puramente espirituales y que la iglesia no tiene autoridad en asuntos puramente seculares o civiles. Que sus provincias en algunos casos se sobreponen unas a otras… es sin duda verdad … pero son instituciones diferentes. “The General Assembly,” Biblical Repertory and Princeton Review, 33 (1861): 557. J. H. Thornwell, Collected Writings of James Henley Thornwell (1875; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 4:448–51; B. M. Palmer, Life and Letters of James Henley Thornwell (1875; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 501. Similar a las ideas de “esfera de soberanía” deAbraham Kuyper, la espiritualidad de la iglesia en este uso más refinado se circunscribe a todas las cosas que están directamente relacionadas con el evangelio. Otros asuntos (tales como los relativos a la educación, políticas y ministerios de misericordia para aquellos que están más allá de la membrecía de la iglesia), son pertinentes a todos los cristianos pero la iglesia en sí misma no es la estructura adecuada para dirigir tales tópicos. Ellos tienen relación con los cristianos en escuelas, gobernaciones y otras estructuras de la sociedad. De hecho, si tales asuntos vienen a ser el foco de la iglesia, ellos pueden potencialmente distraer y apartar a la iglesia de su principal y única responsabilidad, la de encarnar y proclamar el evangelio. La iglesia está comprometida con la tarea de proclamar todo el evangelio de Dios, y por tanto, el consejo de Dios tal como conlleva la responsabilidad de todas las personas e instituciones. Mientras la iglesia no exime de responsabilidad a otras instituciones como el estado y la familia, tampoco define cuales deben ser las funciones de tales instituciones… Para decirlo claramente, la iglesia no encaja con la política. Los miembros deben hacerlo, pero en su condición de ciudadanos del estado, no como miembros de la iglesia”. John Murray, “The Relation of Church and State,” en Collected Writings of John Murray (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1976), 1:255. Un útil resumen de la discusión en el siglo XIX es Daryl G. Hart, Recovering Mother Kirk (Grand Rapids: Baker, 2003), 51–65; cf. Preston D. Graham Jr., A Kingdom Not of This World: Stuart Robinson’s Struggle to Distinguish the Sacred from the Secular during the Civil War (Macon, GA: Mercer University Press, 2002). Para un tratamiento contemporáneo de al menos las implicaciones de esto, ver Brian Habig and Les Newsom, The Enduring Community: Embracing the Priority of the Church (Jackson, MS: Reformed University Press, 2001). </ref> <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera ''niega'' el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco ''requiere'' la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. <ref> Ver, por ejemplo, el razonamiento del Señor para las plagas en Éxodo 9-12. </ref> Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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<blockquote>Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).</blockquote><br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová.” <ref> Bridges, Christian Ministry, 1 La majestuosa declaración de. J. L. Reynolds sobre el Reino de Dios: “Cuando Cristo exclamó, en la sala de juicio de Pilatos, las sobresalientes palabras “Yo soy un rey”, el pronunció un juicio cargado de inexpresable dignidad y poder. Sus enemigos debieron ridiculizar sus pretensiones y expresar su burla sobre tal afirmación, al presentarlo con una corona de espinas, una túnica púrpura con cañuelas, y clavarlo en la cruz, pero a los ojos de las inteligencias no colapsadas, el era un rey. Un alto poder presidió esa ceremonia burlona y la convirtió en una coronación real. La corona de espinas fue ciertamente la diadema del imperio; la túnica púrpura fue el signo de realeza; la frágil cañuela era el símbolo del poder ilimitado y la cruz el trono de dominio que nunca terminará”. J. L. Reynolds, “Church Polity, of the Kingdom of Christ,” in Polity, ed. Dever, 298.</ref><br />
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'''''Clímax de la Iglesia.'''''<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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====¿Qué ha Creído la Iglesia?====<br />
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'''''Historia del Concepto de la Iglesia'''''<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es ''visible'' la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? ''La iglesia invisible'' es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia.<ref> Esta iglesia es llamada invisible porque ella es esencialmente espiritual y su esencia espiritual no puede ser discernida por el ojo físico; y porque es imposible determinar de modo inequívoco quien pertenece a ella y quien no”. Berkhof, Systematic Theology, 566–67. Cf. Westminster Confession, chapter 25.</ref> <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <ref> Calvin, Institutes, 4.1.7; cf. Benjamin Keach’s catechism, Questions 105–06, reprinted in Tom J. Nettles, Teaching Truth, Training Hearts (Amityville: Calvary, 1998).</ref><br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre ''la iglesia local y la iglesia universal'' o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra ''iglesia'' que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces).<ref> Sobre Hechos 9:31ver los comentarios de F. F. Bruce’s, en Bruce, Acts, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1983), 208–9; cf. A. H. Strong, Systematic Theology (Valley Forge: Judson, 1907), 891.</ref> Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de ''Territorios Marcados'' <ref> Nota del Traductor: No encontré una mejor expresión para traducir el original Landmarkism.</ref> Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, ''Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son?'' (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos.<ref> Se puede tener alguna idea de la seriedad de la controversia observando que Basil Manly Jr. En “Abstract of Principles” (1859) obvia cualquier referencia a la iglesia universal, algo indiscutible entre los Bautistas dos o tres décadas antes.</ref> <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es ''la iglesia militante y la iglesia triunfante''.<ref> Tal lenguaje se encuentra en Aquinas y Wycliffe.</ref> La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo.<ref> Vea el clásico tratamiento puritano de la naturaleza militante de la vida de la iglesia en William Gurnall, ''The Christian in Complete Armor'' (1662–1665; repr., Edinburgh: Banner of Truth, 1964).</ref> La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. <ref> Vea Berkhof, ''Systematic Theology'', 565.</ref> La Iglesia Católica Romana también habla de ''la iglesia sufriente'' mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo ''verdadero'' de lo'' falso'' conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un ''sacramentum'' (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia”.<ref> Clowney, ''The Church'', 101.</ref> Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. <ref> Calvin, ''Institutes'', 4.2.3. También en 1536 edition in 2.29.</ref> Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la ''notae ecclesiae,'' las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la ''disciplina formativa'' que modela la iglesia (como opuesta a la'' disciplina correctiva'' que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia.<ref> Cabe destacar que las verdaderas iglesias se pueden dividir entre las regulares, es decir, que están, de acuerdo a los preceptos (''regula'') y las que son irregulares (que no lo están). De tal manera que algunas iglesias Protestantes pueden reconocerse mutuamente como verdaderas iglesias pero irregulares (dependiendo de sus diferencias).</ref> La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina).<ref> La Reforma, comprensiblemente, condujo a cambios en las estructuras físicas de la iglesia: cambios arquitectónicos, cambios en el servicio (más tiempo para el canto congregacional, para el sermón) y cambios en el rol del ministro. Cambió de ser un sacerdote que ofrecía sacrificios a ser un Ministro de la Palabra y un pastor del pueblo. </ref> <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera”.<ref> John Calvin, en su prefacio a Psychopannychia, in ''Selected Works of John Calvin: Tracts and Letters'', vol. 3, ed. and trans. Henry Beveridge and Jules Bonnet (1851; repr., Grand Rapids: Baker, 1983), 416.</ref> Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad. <ref> Cf. “For the New Testament unity is in order to preserve the faith, not something which can exist irrespective of doctrinal purity.” Iain Murray, ''Evangelicalism Divided'' (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 2000), 140.</ref> Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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'''''Historia de la Ordenanzas de la Iglesia'''''<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. <ref> Las Iglesias Ortodoxas de Oriente son aún menos uniformes en el establecimiento de un número específico de sacramentos.</ref> El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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<blockquote>Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la ''shekinah'' (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <ref> Rufus Jones, “Introduction,” to ''George Fox: An Autobiography'', ed. R. Jones (London: Headley Bros., 1904), 22.</ref></blockquote><br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de ''solo fide'' (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la ''Historia del bautismo de infantes'' de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La ''Didache'', la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
<br />
¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
<br />
El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
<br />
La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
<br />
Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
<br />
Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
<br />
Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
<br />
Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
<br />
A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
<br />
Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
<br />
Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
<br />
Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
<br />
También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
<br />
Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
<br />
A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
<br />
Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
<br />
La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
<br />
Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
<br />
Sobre la Gloria de Dios<br />
<br />
John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
<br />
El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/1_EneroLa Chequera del Banco de la Fe/1 Enero2010-07-15T19:13:09Z<p>JoyaTeemer: La Chequera del Banco de la Fe/1 Enero trasladada a La Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero sobre una redirección: revertir</p>
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<div>#REDIRECCIÓN [[La Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero]]</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/1_de_EneroLa Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero2010-07-15T19:13:09Z<p>JoyaTeemer: La Chequera del Banco de la Fe/1 Enero trasladada a La Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero sobre una redirección: revertir</p>
<hr />
<div>{{info|Faith's Checkbook/January 1}}<br />
<br />
'''1 de Enero'''<br />
<br />
'''“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Génesis 3:15.'''<br />
<br />
Esta es la primera promesa al hombre caído. Contiene el Evangelio completo, y la<br />
esencia del pacto de gracia. Ha sido cumplida en gran medida. La simiente de la<br />
mujer, nuestro Señor Jesús, fue herido en Su calcañar, y fue una terrible herida.<br />
¡Cuán terrible será la herida final en la cabeza de la serpiente! Esto fue hecho<br />
virtualmente cuando Jesús quitó el pecado, venció a la muerte, y quebrantó el<br />
poder de Satanás; pero espera un cumplimiento todavía más pleno en el Segundo<br />
Advenimiento del Señor y en el día del Juicio. Para nosotros la promesa está<br />
planteada como una profecía que expresa que hemos de ser afligidos por los<br />
poderes del mal en nuestra naturaleza inferior, y así seremos heridos en nuestro<br />
calcañar: pero triunfaremos en Cristo, que pone Su pie sobre la cabeza de la<br />
serpiente antigua. A lo largo de todo este año tendremos que aprender la primera<br />
parte de esta promesa por experiencia, a causa de las tentaciones del diablo y la<br />
malignidad de los impíos que constituyen su simiente. Podrían herirnos de tal<br />
manera que lleguemos a cojear por causa de nuestro calcañar herido; pero<br />
hemos de aferrarnos a la segunda parte del texto, y entonces no desmayaremos.<br />
Por medio de la fe regocijémonos porque todavía hemos de reinar en Cristo<br />
Jesús, la simiente de la mujer.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Dise%C3%B1ado_para_la_dignidadDiseñado para la dignidad2010-07-15T16:37:15Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Designed for Dignity}} Hi Veronica, Thank you so much for doing this translation. When you paste in your text, if you see a little box with the {T} symbol in it, please...'</p>
<hr />
<div>{{info|Designed for Dignity}}<br />
<br />
Hi Veronica,<br />
<br />
Thank you so much for doing this translation. When you paste in your text, if you see a little box with the {T} symbol in it, please make sure not to erase it.<br />
<br />
Many thanks and blessings,<br />
<br />
Joya</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Rompiendo_redes,_hundiendo_barcas,_y_salvando_a_hombresRompiendo redes, hundiendo barcas, y salvando a hombres2010-07-14T16:43:11Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|Breaking Nets, Sinking Boats and Saving Men}}<br />
<br />
<br />
<blockquote>'''Lucas 5:1-11 '''<br><br />
Aconteció que estando Jesús junto al Lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oir la palabra de Dios. 2 Vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; los pescadores habían descendido de ellas y lavaban sus redes. 3 Entró en una de aquellas barcas, la cual era de Simón y le rogó que la apartara de tierra un poco. Luego, sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. 4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: --Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. 5 Respondiendo Simón, le dijo: --Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red. 6 Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía. 7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. 8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: --Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. 9 Por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, 10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: --No temas; desde ahora serás pescador de hombres. 11 Trajeron a tierra las barcas y, dejándolo todo, lo siguieron. </blockquote><br />
<br />
Seleccioné esta cita como parte de una serie corta de mensajes de transición mientras que nuestra congregación hace el cambio desde un centro de adoración a dos. Quiero ubicar esta expansión en un contexto bíblico y darle significado como una expresión de los objetivos de Jesucristo. Quiero ver nuestra expansión a Roseville como una expresión del enfoque que tiene Cristo para que los que lo sigan sean más fructíferos en el evangelismo – o como dirían algunos, que seamos ganadores de almas, o como lo expresa la Biblia, "pescadores de hombres," o como lo dirían otros, para que "hagamos discípulos". <br />
<br />
Algunos de nosotros creemos que nuestra congregación (Bethlehem) se encuentra en un punto de crecimiento continuo extraordinario. Naturalmente el Señor, como soberano que es, podría deshacer esto en cualquier momento. Él no nos debe nada. Y no merecemos ninguna de las bendiciones que tenemos. Pero considerando lo que ha hecho el Señor con nosotros en la actualidad y en los últimos dos años, podemos creer que Su misericordia nos favorece. Y por eso debemos hacer las obras mientras que dure el día. La noche viene cuando nadie podrá trabajar. <br />
<br />
Hoy siento la responsabilidad de predicar y de orar de tal modo para que lo que suceda en la ubicación de la extensión norte y la del centro sea un provecho nuevo en el evangelismo – más personas que pasan de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, y del poder de Satanás a Dios, y de la incredulidad a la fe, por medio del testimonio y del amor llenos del poder de Cristo de los miembros de esta iglesia. Las iglesias pueden crecer sin tener estas cosas. Pero el crecimiento sin tener estos factores no es el tipo de crecimiento recomendable. Necesitamos ser más agresivos en dar un testimonio más amoroso que gane a las personas para Cristo y que las envuelva en un compañerismo de creyentes y que las forme en discípulos maduros de Jesús que gozan en comunicar una pasión por la supremacía de Dios por encima de todas las cosas para el gozo de todas las naciones. <br />
<br />
Esto es algo que debería de distinguir a Bethlehem en sus dos sitios. Así que observemos lo que hace y dice Jesús en Lucas 5:1-11. <br />
<br />
====El punto de este pasaje====<br />
<br />
Yo creo que si observamos cómo actuó y habló Jesús en esta situación, y la manera en que narró Lucas el relato, veremos que intencionalmente convierten la pesca milagrosa en el Lago de Genesaret en una parábola sobre la pesca de hombres y mujeres para el reino. En otras palabras, Jesús no solamente enseñó la palabra de Dios mientras que estaba sentado en la barca (vv. 1, 3); sino por sus acciones y palabras les mostró algo de lo que Él espera que hagan sus seguidores para ganar a las personas a la fe. <br />
<br />
Creo que en este relato Jesús y Lucas dan una enseñanza principal. Primero la explicaré y luego intentaré mostrarla a partir del pasaje. <br />
<br />
<blockquote>Por medio del poder y la autoridad de Jesús, habrá una pesca de multitudes de personas por los seguidores de Jesús que les enseñarán la palabra de Dios, a obedecer los mandamientos de Jesús, a humillarse y a tesorar a Jesús por encima de todas las cosas. </blockquote><br />
<br />
Desglosemos esta enseñanza en sus partes para saber de dónde vienen en el texto. Primero, Jesús dice que se ganarán multitudes enormes de personas por medio de su poder y su autoridad. Escogió Jesús deliberadamente dar la enseñanza desde la barca (versículo 3). De este modo, se transforma la barca en un instrumento de evangelización. Eso prepara el foro para la parábola. La barca es el lugar desde donde se proclama la palabra de Dios a las multitudes y también desde donde se pesca. Luego en el versículo 4 le dice Jesús a Simón que tome esta barca, portadora del evangelio, y que la lleve al agua profunda para pescar. "Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: --Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red". Este intercambio de palabras entre Jesús y Simón enfatiza el poder y la autoridad de Jesús que están a punto de mostrarse. Si tú lo dices, yo lo hago. Aun así, ¿de qué nos sirve? Nosotros sabemos de pesca y tú eres un carpintero. <br />
<br />
Versículo 6: "Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces (plh/qoj ivcqu,wn polu,), que su red se rompía; 7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían". <br />
<br />
Es tan asombrosa la pesca que la red se empieza a romper y se hunden las barcas. En otras palabras, lo que se muestra es lo siguiente: esta pesca, completamente sin precedente se hace en un sitio donde la noche anterior había sido totalmente estéril. Y se efectuó la pesca a la orden de la palabra poderosa y autoritaria de Jesús. <br />
<br />
La palabra utilizada para describer la cantidad de pescados es literalmente "gran número" (plh/qoj). Se emplea más de una docena de veces en el libro de Hechos en referencia a la multitud de personas. Esa es la interpretación que Jesús le da en el versículo 10: "Pero Jesús dijo a Simón, ‘No temas; desde ahora serás pescador de hombres.’" El gran número de pescados que se tomó con la red por medio del poder y la autoridad de Jesús sirvió para indicar lo que después sucedería en el libro de Hechos y en otras ocasiones posteriores. Hechos 5:14, "Y más y más creyentes en el Señor, multitud (plh,qh) de hombres y de mujeres, se añadían constantemente al número de ellos." Hechos 14:1, "Aconteció que en Iconio . . . creyó una gran multitud (polu. plh/qoj) tanto de judíos como de griegos". <br />
<br />
Y claro, la pesca aquí no es para matar y consumir, sino para salvar y alimentar. No se trata de comparar lo que le sucede a los pescados con lo que le sucede a las personas. Se trata de comparar la confianza que se tiene en Cristo para ayudar a pescar con la confianza en Cristo para ayudarnos a reunir personas para Él. Queremos juntar a las personas para que tengan descanso (Mateo 11:28-30) y gozo (Juan 15:11) y vida eterna (Juan 3:36). <br />
<br />
Me reitero en el resumen de este texto: "Por medio del poder y de la autoridad de Jesús, se pescarán multitudes de personas para las bendiciones del reino eterno – para la salvación . . . <br />
<br />
. . . por los seguidores de Jesús". Esto se ve claramente en el versículo 10: " Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.’" Así como Jacobo y Juan (v. 10) y Pedro, fueron los humanos pescadores que capturaron los peces, ellos también serán los pescadores de humanos que capturarán a las personas. Las personas vienen por medio del poder y la autoridad de Jesús, pero llegan a través del trabajo evangelístico del hombre. Los conversos llegan a Cristo por el poder de Cristo, pero por medio del hombre como instrumento. "Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra., "Id, pues, y haced discípulos" (Mateo 28:18-19). Para ganar a las personas, Cristo es el poder decisivo y la autoridad, pero los seguidores de Cristo son los instrumentos de ese poder. <br />
<br />
Ahora, ¿qué nos dice esta parábola vivida en carne propia por los apóstoles del tipo de personas que salen a ganar a otros para Cristo? Nos interesa saberlo porque queremos orar para ser igual y hacer lo mismo. <br />
<br />
En el pasaje veo cuatro cosas que nos contestan la pregunta: "Por el poder y la autoridad de Jesús, se pescarán multitudes de personas para las bendiciones del reino eterno por los seguidores de Jesús que . . . <br />
<br />
====. . . enseñan la palabra de Dios.====<br />
<br />
Esto lo deduzco de los versículos 1 y 3. Versículo 1: " Y aconteció que mientras la multitud se agolpaba sobre El para oír la palabra de Dios, estando Jesús junto al lago de Genesaret." Lucas expresa claramente lo que Jesús llevó a esta oportunidad de pesca de humanos. Él llevó la palabra de Dios. Si nos atrevemos a hacer la analogía: la palabra es la carnada para la pesca de humanos. Esto es lo que atrae la multitud de peces humanos. Un enjambre de personas se agolpaba sobre Él para escuchar la palabra de Dios. <br />
<br />
De hecho, esta carnada da honra a Dios. La palabra de Dios es la palabra más grande que existe. La palabra de Dios no es una cancioncita para manipular a clientes para que compren un producto. La palabra de Dios es la verdad que busca librar la mente racional y ganar los afectos auténticos de la persona. Jamás debemos de sentir vergüenza cuando pescamos con la palabra de Dios. Se trata de hablar la verdad, no de practicar una técnica. <br />
<br />
Luego Jesús se prepara para la parábola al tomar la decision de enseñar la palabra de Dios desde una barca. Versículos 2-3: "Vio dos barcas que estaban a la orilla del lago, pero los pescadores habían bajado de ellas y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, pidió que se separara de tierra un poco; y sentándose, enseñaba a las multitudes desde la barca." Así como Jesús juntó a un grupo de personas con la palabra de Dios desde una barca de pesca, igualmente Pedro y los seguidores de Jesús reunirán a las personas como si ellos fueran pescadores de hombres con la palabra de Dios como carnada. <br />
<br />
Creo que es significante observar que Él "enseñó" a la gente. Versículo 3: "Y sentándose, enseñaba a las multitudes desde la barca." A veces proclamaba, y en otras ocasiones enseñaba. En la actualidad, ambas acciones son importantes en la vida de la iglesia. Pero soy de la opinión que en nuestro tipo de evangelismo – ser pescadores de hombres con la palabra de Dios como carnada – debe de involucrar mucha enseñanza, y mucha explicación. <br />
<br />
Vivimos en una sociedad que desconoce la verdadera naturaleza de Dios y el evangelio. Desconocen la naturaleza del pecado con referencia a Dios, lo que significa la gloria de Dios y lo que es la ley; no saben quién es Cristo ni lo que aconteció en la cruz; desconocen la fe y no saben lo que es el amor ni lo que significa el cielo o el infierno. Por lo tanto, para ganar a estas personas, tenemos que desarrollar ciertas estructuras de enseñanzas. Y no me refiero solamente a la enseñanza formal ni tampoco a compartir testimonios cortos o dar vistazos rápidos de Jesús. Debemos de desarrollar modos de ofrecer más de Cristo a los incrédulos para que puedan responder de una manera positiva al mensaje completo. Seamos más creativos y agresivos en nuestro amor por la gente perdida y planifiquemos más para encontrar modos de mostrarles más y más la verdad de Jesús. Jesús se subió a la barca y enseñó desde ella para mostrarles la pesca de hombres. <br />
<br />
Esto parece ser el modo en que Pablo también lo hizo. En Hechos 19:9-10 Lucas reporta que Pablo "discutía diariamente en la escuela de Tirano [o sea, enseñó]. 10 Esto continuó por dos años, de manera que todos los que vivían en Asia oyeron la palabra del Señor, tanto judíos como griegos." Qué estrategia tan maravillosa de plantar una iglesia: ¡enseñar diariamente durante dos años a los incrédulos en un área pública acerca del punto de vista cristiano! <br />
<br />
Esa es la primera marca de los discípulos que son pescadores de hombres. Enseñan la palabra de Dios. La segunda es que . . . <br />
<br />
====. . . obedecen los mandatos de Jesús. ====<br />
<br />
Cuando Jesús le dijo a Simón en el versículo 4 que saliera a la parte más profunda, "Respondiendo Simón, dijo: Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada, pero porque tú lo pides, echaré las redes’" (v. 5). Si no hubiera obedecido Simón, probablemente no hubiera ocurrido la pesca. Jesús pudo haber hecho que saltasen los peces del agua a la barca pero ese no era su modo normal de actuar. Él nos llama para que seamos sus instrumentos para la pesca de hombres. Y como ejemplo, nos da a Pedro. No un ejemplo perfecto, pero de todos modos bueno. <br />
<br />
Pedro no se ve como si estuviera desbordándose de fe. "Maestro, hemos trabajado toda la noche. Nosotros sabemos de pescar. Tú no. Ya no hay peces aquí; además, estamos agotados. Nos desvelamos toda la noche." Son muchos los pretextos que podemos dar para no salir a la pesca de hombres. Aun así, ¿acaso no es alentador ver que el Señor no rechaza la actitud de Pedro sino que acepta su obediencia a medias y de todos modos hace el milagro? He escuchado docenas de testimonios de este tipo. Estaba cansado. No me pareció un momento oportuno para hablar de Cristo . . . pero lo hice, y el grandioso Cristo, que jamás se cansa, obró. Uno de los hermanos en la junta de oración del viernes nos platicó de una situación sorprendente en la que tuve la oportunidad esta semana de llevar alguien a Cristo. Nunca vamos a encontrar el momento oportuno. Y el corazón jamás será perfecto. Pero Cristo honra los esfuerzos sencillos que hacemos para obedecerle. <br />
<br />
Así que la segunda marca de un pescador de hombres es que el pescador obedece a Jesús. <br />
<br />
La tercera marca es la siguiente: los que salen a la pesca de hombres . . . <br />
<br />
====. . . se humillan. ====<br />
<br />
Cuando Pedro y los demás vieron la bendición que Jesús les había dado – el modo en que los utilizó para pescar - a pesar de que ellos mostraron una obediencia a medias – el versículo 8 nos dice, "Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!’". ¡Cómo nos es necesario sentir esta experiencia en carne propia! <br />
<br />
Es lo contrario a decir: "¡Qué chévere! ¡Mira cómo nos bendice el Señor cuando obedecemos a Jesús! Jamás habíamos logrado una pesca tan grande. ¡Podríamos comercializar esta idea! Podríamos iniciar un movimiento. Vamos a llamarle, ‘Confía en Jesús, ¡pesca con la cruz!’ ¡Ajá! ¡Vamos a Roseville a conquistar!’ Rotundamente no. Cuando vio Pedro la gracia – gracia pura – se sintió completamente inmerecido y lo dijo. Esta actitud de humildad es el punto indicado de inicio en la evangelización. Una actitud arrogante por parte de las personas que dan testimionio contradice el mensaje de gracia. Tengamos conciencia del hecho de que el grupo que se va a Roseville es un grupo de pecadores con una capacidad imperfecta y a medias para obedecer; pecadores justificados que se sienten totalmente inmerecidos de cada bendición que han recibido incluyendo su salvación. Con una conciencia así, es posible que pudiéremos estar listos para pescar. <br />
<br />
Cómo quisiera que todos los congregantes de Bethlehem leyeran el libro de Jonathan Edwards, The Religious Affections (Los Afectos Religiosos), especialmente el capítulo de "Evangelical Humiliation," (Humillación Evangélica) donde él afirma: <br />
<br />
“Un verdadero amor cristiano, ya sea hacia Dios o hacia los hombres, es un amor humilde de corazón partido. Los anhelos de los santos, aun los más profundos, son anhelos humildes: su esperanza es una de humildad; y su gozo, aun cuando es indescriptible, y lleno de gloria, es un gozo humilde y de corazon partido, y hace que el cristiano sea más pobre todavía en espíritu, con mayor semejanza a un niño, y con mayor disposición a un comportamiento universalmente de humildad”. (Religious Affections, Yale, 1959, pp. 339f.) <br />
Hemos estudiado tres distintivos de un pescador de hombres fiel: enseña la palabra de Dios, obedece los mandatos de Jesús, y se humilla. Finalmente, un pescador de hombres fructífero . . . <br />
<br />
====. . . atesora a Cristo por encima de todo. ====<br />
<br />
En el versículo 10b "Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres’". Porque Él sabía que un día moriría por los pecados de Pedro (San Marcos 10:45), y extrae Jesús el temor paralizante de su humildad y deja en su lugar una docilidad sin miedo y una ternura valiente. Pedro y Jacobo y Juan responden con un corazón desbordándose con el valor de conocer a Jesús: "Y después de traer las barcas a tierra, dejándolo todo, le siguieron". Así es cómo se sigue a Jesús: para nosotros Él vale más que todas las cosas (ver Lucas 14:33). “Estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor”. (Filipenses 3:8). <br />
<br />
Esta es mi oración para la mitad de nosotros que nos preparamos para dejar nuestra comodidad e irnos hacia el norte para adorar en un lugar desconocido - un sacrificio de poca significación: Qué el poder y la autoridad de Cristo Jesús mueva multitudes de personas a las bendiciones del reino eterno por medio de sus discípulos en Bethlehem quienes enseñan la palabra de Dios, obedecen los mandatos de Jesús, se humillan, y atesoran a Cristo por encima de todo.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/1_de_EneroLa Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero2010-07-14T16:11:05Z<p>JoyaTeemer: La Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero trasladada a La Chequera del Banco de la Fe/1 Enero</p>
<hr />
<div>{{info|Faith's Checkbook/January 1}}<br />
<br />
'''1 de Enero'''<br />
<br />
'''“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Génesis 3:15.'''<br />
<br />
Esta es la primera promesa al hombre caído. Contiene el Evangelio completo, y la<br />
esencia del pacto de gracia. Ha sido cumplida en gran medida. La simiente de la<br />
mujer, nuestro Señor Jesús, fue herido en Su calcañar, y fue una terrible herida.<br />
¡Cuán terrible será la herida final en la cabeza de la serpiente! Esto fue hecho<br />
virtualmente cuando Jesús quitó el pecado, venció a la muerte, y quebrantó el<br />
poder de Satanás; pero espera un cumplimiento todavía más pleno en el Segundo<br />
Advenimiento del Señor y en el día del Juicio. Para nosotros la promesa está<br />
planteada como una profecía que expresa que hemos de ser afligidos por los<br />
poderes del mal en nuestra naturaleza inferior, y así seremos heridos en nuestro<br />
calcañar: pero triunfaremos en Cristo, que pone Su pie sobre la cabeza de la<br />
serpiente antigua. A lo largo de todo este año tendremos que aprender la primera<br />
parte de esta promesa por experiencia, a causa de las tentaciones del diablo y la<br />
malignidad de los impíos que constituyen su simiente. Podrían herirnos de tal<br />
manera que lleguemos a cojear por causa de nuestro calcañar herido; pero<br />
hemos de aferrarnos a la segunda parte del texto, y entonces no desmayaremos.<br />
Por medio de la fe regocijémonos porque todavía hemos de reinar en Cristo<br />
Jesús, la simiente de la mujer.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/January_1La Chequera del Banco de la Fe/January 12010-07-14T16:06:52Z<p>JoyaTeemer: La Chequera del Banco de la Fe/January 1 trasladada a La Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero</p>
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<div>#REDIRECCIÓN [[La Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero]]</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/1_de_EneroLa Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero2010-07-14T16:06:52Z<p>JoyaTeemer: La Chequera del Banco de la Fe/January 1 trasladada a La Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero</p>
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<div>{{info|Faith's Checkbook/January 1}}<br />
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'''1 de Enero'''<br />
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'''“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Génesis 3:15.'''<br />
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Esta es la primera promesa al hombre caído. Contiene el Evangelio completo, y la<br />
esencia del pacto de gracia. Ha sido cumplida en gran medida. La simiente de la<br />
mujer, nuestro Señor Jesús, fue herido en Su calcañar, y fue una terrible herida.<br />
¡Cuán terrible será la herida final en la cabeza de la serpiente! Esto fue hecho<br />
virtualmente cuando Jesús quitó el pecado, venció a la muerte, y quebrantó el<br />
poder de Satanás; pero espera un cumplimiento todavía más pleno en el Segundo<br />
Advenimiento del Señor y en el día del Juicio. Para nosotros la promesa está<br />
planteada como una profecía que expresa que hemos de ser afligidos por los<br />
poderes del mal en nuestra naturaleza inferior, y así seremos heridos en nuestro<br />
calcañar: pero triunfaremos en Cristo, que pone Su pie sobre la cabeza de la<br />
serpiente antigua. A lo largo de todo este año tendremos que aprender la primera<br />
parte de esta promesa por experiencia, a causa de las tentaciones del diablo y la<br />
malignidad de los impíos que constituyen su simiente. Podrían herirnos de tal<br />
manera que lleguemos a cojear por causa de nuestro calcañar herido; pero<br />
hemos de aferrarnos a la segunda parte del texto, y entonces no desmayaremos.<br />
Por medio de la fe regocijémonos porque todavía hemos de reinar en Cristo<br />
Jesús, la simiente de la mujer.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/1_de_EneroLa Chequera del Banco de la Fe/1 de Enero2010-07-14T16:06:14Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Faith's Checkbook/January 1}} '''1 de Enero''' '''“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y t...'</p>
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<div>{{info|Faith's Checkbook/January 1}}<br />
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'''1 de Enero'''<br />
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'''“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Génesis 3:15.'''<br />
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Esta es la primera promesa al hombre caído. Contiene el Evangelio completo, y la<br />
esencia del pacto de gracia. Ha sido cumplida en gran medida. La simiente de la<br />
mujer, nuestro Señor Jesús, fue herido en Su calcañar, y fue una terrible herida.<br />
¡Cuán terrible será la herida final en la cabeza de la serpiente! Esto fue hecho<br />
virtualmente cuando Jesús quitó el pecado, venció a la muerte, y quebrantó el<br />
poder de Satanás; pero espera un cumplimiento todavía más pleno en el Segundo<br />
Advenimiento del Señor y en el día del Juicio. Para nosotros la promesa está<br />
planteada como una profecía que expresa que hemos de ser afligidos por los<br />
poderes del mal en nuestra naturaleza inferior, y así seremos heridos en nuestro<br />
calcañar: pero triunfaremos en Cristo, que pone Su pie sobre la cabeza de la<br />
serpiente antigua. A lo largo de todo este año tendremos que aprender la primera<br />
parte de esta promesa por experiencia, a causa de las tentaciones del diablo y la<br />
malignidad de los impíos que constituyen su simiente. Podrían herirnos de tal<br />
manera que lleguemos a cojear por causa de nuestro calcañar herido; pero<br />
hemos de aferrarnos a la segunda parte del texto, y entonces no desmayaremos.<br />
Por medio de la fe regocijémonos porque todavía hemos de reinar en Cristo<br />
Jesús, la simiente de la mujer.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Rompiendo_redes,_hundiendo_barcas,_y_salvando_a_hombresRompiendo redes, hundiendo barcas, y salvando a hombres2010-07-13T20:27:08Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Breaking Nets, Sinking Boats and Saving Men}} <blockquote>'''Lucas 5:1-11 '''<br> Aconteció que estando Jesús junto al Lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre...'</p>
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<div>{{info|Breaking Nets, Sinking Boats and Saving Men}}<br />
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<blockquote>'''Lucas 5:1-11 '''<br><br />
Aconteció que estando Jesús junto al Lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oir la palabra de Dios. 2 Vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; los pescadores habían descendido de ellas y lavaban sus redes. 3 Entró en una de aquellas barcas, la cual era de Simón y le rogó que la apartara de tierra un poco. Luego, sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. 4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: --Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. 5 Respondiendo Simón, le dijo: --Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red. 6 Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía. 7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. 8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: --Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. 9 Por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, 10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: --No temas; desde ahora serás pescador de hombres. 11 Trajeron a tierra las barcas y, dejándolo todo, lo siguieron. </blockquote><br />
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Seleccioné esta cita como parte de una serie corta de mensajes de transición mientras que nuestra congregación hace el cambio desde un centro de adoración a dos. Quiero ubicar esta expansión en un contexto bíblico y darle significado como una expresion de los objetivos de Jesucristo. Quiero ver nuestra expansión a Roseville como una expresión del enfoque que tiene Cristo para que los que lo sigan sean más fructíferos en el evangelismo – o como dirían algunos, que seamos ganadores de almas, o como lo expresa la Biblia, "pescadores de hombres," o como lo dirían otros, para que "hagamos discípulos". <br />
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Algunos de nosotros creemos que nuestra congregación (Bethlehem) se encuentra en un punto de crecimiento continuo extraordinario. Naturalmente el Señor, como soberano que es, podría deshacer esto en cualquier momento. Él no nos debe nada. Y no merecemos ninguna de las bendiciones que tenemos. Pero considerando lo que ha hecho el Señor con nosotros en la actualidad y en los últimos dos años, podríamos creer que Su misericordia nos favorece. Y por eso debemos hacer las obras mientras que dure el día. La noche viene cuando nadie podrá trabajar. <br />
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Hoy siento la responsabilidad de predicar y de orar de tal modo para que lo que suceda en la ubicación de la extensión norte y la del centro sea un provecho nuevo en el evangelismo – más personas que pasan de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, y del poder de Satanás a Dios, y de la incredulidad a la fe, por medio del testimonio y del amor llenos del poder de Cristo de los miembros de esta iglesia. Las iglesias pueden crecer sin tener estas cosas. Pero el crecimiento sin tener estos factores no es el tipo de crecimiento recomendable. Necesitamos ser más agresivos en dar un testimonio más amoroso que gane a las personas para Cristo y que las envuelva en un compañerismo de creyentes y que los forme en discípulos maduros de Jesús que gozan en comunicar una pasión por la supremacía de Dios por encima de todas las cosas para el gozo de todas las naciones. <br />
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Esto es algo que debería de distinguir a Bethlehem en sus dos sitios. Así que observemos lo que hace y dice Jesús en Lucas 5:1-11. <br />
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====El punto de este pasaje====<br />
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Yo creo que si observamos cómo actuó y habló Jesús en esta situación, y la manera en que narró Lucas el relato, veremos que intencionalmente convierten la pesca milagrosa en el Lago de Genesaret en una parábola sobre la pesca de hombres y mujeres para el reino. En otras palabras, Jesús no solamente enseñó la palabra de Dios mientras que estaba sentado en la barca (vv. 1, 3); sino por sus acciones y palabras les mostró algo de lo que Él espera que hagan sus seguidores para ganar a las personas a la fe. <br />
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Creo que en este relato Jesús y Lucas dan una enseñanza principal. Primero la explicaré y luego intentaré mostrarla a partir del pasaje. <br />
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<blockquote>Por medio del poder y la autoridad de Jesús, habrá una pesca de multitudes de personas por los seguidores de Jesús que les enseñarán la palabra de Dios, a obedecer los mandamientos de Jesús, a humillarse y a tesorar a Jesús por encima de todas las cosas. </blockquote><br />
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Desglosemos esta enseñanza en sus partes para saber de dónde vienen en el texto. Primero, Jesús dice que se ganarán multitudes enormes de personas por medio de su poder y su autoridad. Escogió Jesús deliberadamente dar la enseñanza desde la barca (versículo 3). De este modo, se transforma la barca en un instrumento de evangelización. Eso prepara el foro para la parábola. La barca es el lugar desde donde se proclama la palabra de Dios a las multitudes y también desde donde se pesca. Luego en el versículo 4 le dice Jesús a Simón que tome esta barca, portadora del evangelio, y que la lleve al agua profunda para pescar. "Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: --Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red". Este intercambio de palabras entre Jesús y Simón enfatiza el poder y la autoridad de Jesús que están a punto de mostrarse. Si tú lo dices, yo lo hago. Aun así, ¿de qué nos sirve? Nosotros sabemos de pesca y tú eres un carpintero. <br />
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Versículo 6: "Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces (plh/qoj ivcqu,wn polu,), que su red se rompía; 7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían". <br />
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Es tan asombrosa la pesca que la red se empieza a romper y se hunden las barcas. En otras palabras, lo que se muestra es lo siguiente: esta pesca, completamente sin precedente se hace en un sitio donde la noche anterior había sido totalmente estéril. Y se efectuó la pesca a la orden de la palabra poderosa y autoritaria de Jesús. <br />
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La palabra utilizada para describer la cantidad de pescados es literalmente "gran número" (plh/qoj). Se emplea más de una docena de veces en el libro de Hechos en referencia a la multitud de personas. Esa es la interpretación que Jesús le da en el versículo 10: "Pero Jesús dijo a Simón, ‘No temas; desde ahora serás pescador de hombres.’" El gran número de pescados que se tomó con la red por medio del poder y la autoridad de Jesús sirvió para indicar lo que después sucedería en el libro de Hechos y en otras ocasiones posteriores. Hechos 5:14, "Y más y más creyentes en el Señor, multitud (plh,qh) de hombres y de mujeres, se añadían constantemente al número de ellos." Hechos 14:1, "Aconteció que en Iconio . . . creyó una gran multitud (polu. plh/qoj) tanto de judíos como de griegos". <br />
<br />
Y claro, la pesca aquí no es para matar y consumir, sino para salvar y alimentar. No se trata de comparar lo que le sucede a los pescados con lo que le sucede a las personas. Se trata de comparar la confianza que se tiene en Cristo para ayudar a pescar con la confianza en Cristo para ayudarnos a reunir personas para Él. Queremos juntar a las personas para que tengan descanso (Mateo 11:28-30) y gozo (Juan 15:11) y vida eterna (Juan 3:36). <br />
<br />
Me reitero en el resumen de este texto: "Por medio del poder y de la autoridad de Jesús, se pescarán multitudes de personas para las bendiciones del reino eterno – para la salvación . . . <br />
<br />
. . . por los seguidores de Jesús". Esto se ve claramente en el versículo 10: " Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.’" Así como Jacobo y Juan (v. 10) y Pedro, fueron los humanos pescadores que capturaron los peces, ellos también serán los pescadores de humanos que capturarán a las personas. Las personas vienen por medio del poder y la autoridad de Jesús, pero llegan a través del trabajo evangelístico del hombre. Los conversos llegan a Cristo por el poder de Cristo, pero por medio del hombre como instrumento. "Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra., "Id, pues, y haced discípulos" (Mateo 28:18-19). Para ganar a las personas, Cristo es el poder decisivo y la autoridad, pero los seguidores de Cristo son los instrumentos de ese poder. <br />
<br />
Ahora, ¿qué nos dice esta parábola vivida en carne propia por los apóstoles del tipo de personas que salen a ganar a otros para Cristo? Nos interesa saberlo porque queremos orar para ser igual y hacer lo mismo. <br />
<br />
En el pasaje veo cuatro cosas que nos contestan la pregunta: "Por el poder y la autoridad de Jesús, se pescarán multitudes de personas para las bendiciones del reino eterno por los seguidores de Jesús que . . . <br />
<br />
====. . . enseñan la palabra de Dios.====<br />
<br />
Esto lo deduzco de los versículos 1 y 3. Versículo 1: " Y aconteció que mientras la multitud se agolpaba sobre El para oír la palabra de Dios, estando Jesús junto al lago de Genesaret." Lucas expresa claramente lo que Jesús llevó a esta oportunidad de pesca de humanos. Él llevó la palabra de Dios. Si nos atrevemos a hacer la analogía: la palabra es la carnada para la pesca de humanos. Esto es lo que atrae la multitud de peces humanos. Un enjambre de personas se agolpaba sobre Él para escuchar la palabra de Dios. <br />
<br />
De hecho, esta carnada da honra a Dios. La palabra de Dios es la palabra más grande que existe. La palabra de Dios no es una cancioncita para manipular a clientes para que compren un producto. La palabra de Dios es la verdad que busca librar la mente racional y ganar los afectos auténticos de la persona. Jamás debemos de sentir vergüenza cuando pescamos con la palabra de Dios. Se trata de hablar la verdad, no de practicar una técnica. <br />
<br />
Luego Jesús se prepara para la parábola al tomar la decision de enseñar la palabra de Dios desde una barca. Versículos 2-3: "Vio dos barcas que estaban a la orilla del lago, pero los pescadores habían bajado de ellas y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, pidió que se separara de tierra un poco; y sentándose, enseñaba a las multitudes desde la barca." Así como Jesús juntó a un grupo de personas con la palabra de Dios desde una barca de pesca, igualmente Pedro y los seguidores de Jesús reunirán a las personas como si ellos fueran pescadores de hombres con la palabra de Dios como carnada. <br />
<br />
Creo que es significante observar que Él "enseñó" a la gente. Versículo 3: "Y sentándose, enseñaba a las multitudes desde la barca." A veces proclamaba, y en otras ocasiones enseñaba. En la actualidad, ambas acciones son importantes en la vida de la iglesia. Pero soy de la opinión que en nuestro tipo de evangelismo – ser pescadores de hombres con la palabra de Dios como carnada – debe de involucrar mucha enseñanza, y mucha explicación. <br />
<br />
Vivimos en una sociedad que desconoce la verdadera naturaleza de Dios y el evangelio. Desconocen la naturaleza del pecado con referencia a Dios, lo que significa la gloria de Dios y lo que es la ley; no saben quién es Cristo ni lo que aconteció en la cruz; desconocen la fe y no saben lo que es el amor ni lo que significa el cielo o el infierno. Por lo tanto, para ganar a estas personas, tenemos que desarrollar ciertas estructuras de enseñanzas. Y no me refiero solamente a la enseñanza formal ni tampoco a compartir testimonios cortos o dar vistazos rápidos de Jesús. Debemos de desarrollar modos de ofrecer más de Cristo a los incrédulos para que puedan responder de una manera positiva al mensaje completo. Seamos más creativos y agresivos en nuestro amor por la gente perdida y planifiquemos más para encontrar modos de mostrarles más y más la verdad de Jesús. Jesús se subió a la barca y enseñó desde ella para mostrarles la pesca de hombres. <br />
<br />
Esto parece ser el modo en que Pablo también lo hizo. En Hechos 19:9-10 Lucas reporta que Pablo "discutía diariamente en la escuela de Tirano [o sea, enseñó]. 10 Esto continuó por dos años, de manera que todos los que vivían en Asia oyeron la palabra del Señor, tanto judíos como griegos." Qué estrategia tan maravillosa de plantar una iglesia: ¡enseñar diariamente durante dos años a los incrédulos en un área pública acerca del punto de vista cristiano! <br />
<br />
Esa es la primera marca de los discípulos que son pescadores de hombres. Enseñan la palabra de Dios. La segunda es que . . . <br />
<br />
====. . . obedecen los mandatos de Jesús. ====<br />
<br />
Cuando Jesús le dijo a Simón en el versículo 4 que saliera a la parte más profunda, "Respondiendo Simón, dijo: Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada, pero porque tú lo pides, echaré las redes’" (v. 5). Si no hubiera obedecido Simón, probablemente no hubiera ocurrido la pesca. Jesús pudo haber hecho que saltasen los peces del agua a la barca pero ese no era su modo normal de actuar. Él nos llama para que seamos sus instrumentos para la pesca de hombres. Y como ejemplo, nos da a Pedro. No un ejemplo perfecto, pero de todos modos bueno. <br />
<br />
Pedro no se ve como si estuviera desbordándose de fe. "Maestro, hemos trabajado toda la noche. Nosotros sabemos de pescar. Tú no. Ya no hay peces aquí; además, estamos agotados. Nos desvelamos toda la noche." Son muchos los pretextos que podemos dar para no salir a la pesca de hombres. Aun así, ¿acaso no es alentador ver que el Señor no rechaza la actitud de Pedro sino que acepta su obediencia a medias y de todos modos hace el milagro? He escuchado docenas de testimonios de este tipo. Estaba cansado. No me pareció un momento oportuno para hablar de Cristo . . . pero lo hice, y el grandioso Cristo, que jamás se cansa, obró. Uno de los hermanos en la junta de oración del viernes nos platicó de una situación sorprendente en la que tuve la oportunidad esta semana de llevar alguien a Cristo. Nunca vamos a encontrar el momento oportuno. Y el corazón jamás será perfecto. Pero Cristo honra los esfuerzos sencillos que hacemos para obedecerle. <br />
<br />
Así que la segunda marca de un pescador de hombres es que el pescador obedece a Jesús. <br />
<br />
La tercera marca es la siguiente: los que salen a la pesca de hombres . . . <br />
<br />
====. . . se humillan. ====<br />
<br />
Cuando Pedro y los demás vieron la bendición que Jesús les había dado – el modo en que los utilizó para pescar - a pesar de que ellos mostraron una obediencia a medias – el versículo 8 nos dice, "Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!’". ¡Cómo nos es necesario sentir esta experiencia en carne propia! <br />
<br />
Es lo contrario a decir: "¡Qué chévere! ¡Mira cómo nos bendice el Señor cuando obedecemos a Jesús! Jamás habíamos logrado una pesca tan grande. ¡Podríamos comercializar esta idea! Podríamos iniciar un movimiento. Vamos a llamarle, ‘Confía en Jesús, ¡pesca con la cruz!’ ¡Ajá! ¡Vamos a Roseville a conquistar!’ Rotundamente no. Cuando vio Pedro la gracia – gracia pura – se sintió completamente inmerecido y lo dijo. Esta actitud de humildad es el punto indicado de inicio en la evangelización. Una actitud arrogante por parte de las personas que dan testimionio contradice el mensaje de gracia. Tengamos conciencia del hecho de que el grupo que se va a Roseville es un grupo de pecadores con una capacidad imperfecta y a medias para obedecer; pecadores justificados que se sienten totalmente inmerecidos de cada bendición que han recibido incluyendo su salvación. Con una conciencia así, es posible que pudiéremos estar listos para pescar. <br />
<br />
Cómo quisiera que todos los congregantes de Bethlehem leyeran el libro de Jonathan Edwards, The Religious Affections (Los Afectos Religiosos), especialmente el capítulo de "Evangelical Humiliation," (Humillación Evangélica) donde él afirma: <br />
<br />
“Un verdadero amor cristiano, ya sea hacia Dios o hacia los hombres, es un amor humilde de corazón partido. Los anhelos de los santos, aun los más profundos, son anhelos humildes: su esperanza es una de humildad; y su gozo, aun cuando es indescriptible, y lleno de gloria, es un gozo humilde y de corazon partido, y hace que el cristiano sea más pobre todavía en espíritu, con mayor semejanza a un niño, y con mayor disposición a un comportamiento universalmente de humildad”. (Religious Affections, Yale, 1959, pp. 339f.) <br />
Hemos estudiado tres distintivos de un pescador de hombres fiel: enseña la palabra de Dios, obedece los mandatos de Jesús, y se humilla. Finalmente, un pescador de hombres fructífero . . . <br />
<br />
====. . . atesora a Cristo por encima de todo. ====<br />
<br />
En el versículo 10b "Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres’". Porque Él sabía que un día moriría por los pecados de Pedro (San Marcos 10:45), y extrae Jesús el temor paralizante de su humildad y deja en su lugar una docilidad sin miedo y una ternura valiente. Pedro y Jacobo y Juan responden con un corazón desbordándose con el valor de conocer a Jesús: "Y después de traer las barcas a tierra, dejándolo todo, le siguieron". Así es cómo se sigue a Jesús: para nosotros Él vale más que todas las cosas (ver Lucas 14:33). “Estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor”. (Filipenses 3:8). <br />
<br />
Esta es mi oración para la mitad de nosotros que nos preparamos para dejar nuestra comodidad e irnos hacia el norte para adorar en un lugar desconocido - un sacrificio de poca significación: Qué el poder y la autoridad de Cristo Jesús mueva multitudes de personas a las bendiciones del reino eterno por medio de sus discípulos en Bethlehem quienes enseñan la palabra de Dios, obedecen los mandatos de Jesús, se humillan, y atesoran a Cristo por encima de todo.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Toda_las_Escrituras_son_inspiradas_por_Dios_y_son_%C3%BAtilesToda las Escrituras son inspiradas por Dios y son útiles2010-07-12T17:46:35Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|All Scripture Is Breathed Out by God and Profitable}} <blockquote>'''2 Timoteo 3:14-4:04 '''<br> Persiste en lo que has aprendido y creído firmemente, sabiendo de quié...'</p>
<hr />
<div>{{info|All Scripture Is Breathed Out by God and Profitable}}<br />
<br />
<blockquote>'''2 Timoteo 3:14-4:04 '''<br><br />
Persiste en lo que has aprendido y creído firmemente, sabiendo de quién has aprendido y que desde la niñez has aprendido las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría para la salvación por la fe en Cristo Jesús. Todas las Escrituras son inspiradas por Dios y son útiles para enseñar, para refutar, para corregir, para instruir en rectitud, que el hombre de Dios sea competente, preparándose para toda buena obra. Te suplico en presencia de Dios y de Cristo Jesús, quien viene a juzgar a vivos y muertos, por su presencia y su reino: predica la palabra de Dios; que instes a tiempo y fuera de tiempo; refuta, reprende y exhorta con paciencia y doctrina total. Porque el momento llegará, cuando los hombres no tolerarán la buena doctrina, sino que llevados de sus propios deseos acumularán para sí mismos maestros para satisfacer sus propias pasiones, y se apartarán de escuchar a la verdad y se dispersarán en mitos. </blockquote><br />
<br />
Hoy, a finales de la semana de la oración, nos concentramos en la valía y el poder de la Palabra de Dios, la Biblia. Les voy a llamar hoy a amar la Palabra de Dios y meditar en ella todos los días de este año y memorizarla de forma sistemática. <br />
<br />
Hay por lo menos cinco razones por las cuales vinculamos la oración y las Escrituras cada año durante la semana de la oración. <br />
<br />
#Gran parte de la Biblia es oración (la mayoría de los Salmos, etc.) <br />
#La Biblia está llena de comandos y estímulos para nosotros a orar (1 Tesalonicenses 5:17). <br />
#Se nos dice que oremos conforme a la voluntad de Dios (1 Juan 5:14), y la Biblia es la voluntad revelada de Dios. <br />
#La Palabra de Dios no puede ser verdaderamente deseada (Salmo 119:36) o espiritualmente comprendida (Salmo 119:18) o inmortalmente hablada (2 Tesalonicenses 3:1) sin el trabajo del Espíritu Santo, por quien pedimos en la oración. <br />
#Por ser saturados con la Palabra de Dios, se produce una vida de oración eficaz: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y será hecho por ti" (Juan 15:7). <br />
<br />
Así que vinculamos la oración y la Palabra de Dios al comienzo de cada año en la semana de la oración. <br />
<br />
====Introducción de una nueva traducción de la Biblia: La ESV ====<br />
<br />
Lo que es único acerca de este año es que estamos introduciendo una nueva traducción de la Biblia, la English Standard Version ( la Versión Estándar Inglesa). El 3 de junio el Council of Elders (Consejo de Regentes) aprobó por unanimidad la siguiente moción: <br />
<br />
<blockquote>Que hagamos la English Standard Version la biblia de predicación de la Bethlehem Baptist Church, y que cambiemos nuestras biblias en los bancos a la ESV cuando los fondos estén disponibles, y que creamos el material de pasajes importantes para memorizar y meditar basados en el verso de la ESV.</blockquote><br />
<br />
A partir de este domingo está por hecho. Lo que queda por decir, es el por qué y pasar después al texto para un estímulo que nos entregue a la Palabra de Dios este año. <u>'''La justificación total que presenté a los regentes de la iglesia'''</u> el pasado junio está en línea para que ustedes puedan leerla en www.DesiringGod.org. Así que voy a tocar brevemente este asunto aquí. Pero aquí asiento las bases, aquí está el primer párrafo del artículo: <br />
<br />
<blockquote>Me gusta la Biblia de la misma manera que aprecio mucho mis ojos, no porque mis ojos son hermosos, sino porque sin ellos no puedo ver las cosas bonitas. Sin la Biblia no podría ver "la luz del evangelio de la gloria de Cristo." Sin la Biblia no podía conocer "las inescrutables riquezas de Cristo." Sin la Biblia no sabría que soy un gran pecador y que Cristo es un gran salvador. Me gusta la Biblia porque da la sabiduría que lleva a la salvación, y me muestra que esta salvación no es otra cosa que ver y saborear la gloria de Cristo para siempre y, entonces me proporciona inagotable maneras de ver, conocer y regocijarme en Cristo. </blockquote><br />
<br />
El privilegio de tener la Palabra de Dios en nuestro idioma es de un valor incalculable. Yo preferiría que leyeran cualquier traducción de la Biblia, no importa cuán mala, a no leer ninguna traducción de la Biblia. Si sólo pudiera haber una traducción en inglés, prefiero que sea mi menos favorita a que no hubiera ninguna. Dios usa todas las versiones para bendecir y salvar a la gente. <br />
<br />
====El problema====<br />
<br />
He aquí el problema que hemos tenido durante casi treinta años en el mundo de habla inglesa. La New International Version (Nueva Versión Internacional) se ha convertido en la traducción moderna más popular de la Biblia en la Iglesia Evangélica. Pero la NIV es en gran medida un comentario más que una traducción más literal. Cuando la leí por primera vez en 1975, yo sabía que nunca podría enseñar o predicar con ella por la mucha interpretación por el traductor que creo que el lector debe hacer. Les mostraré en un momento. <br />
<br />
Ha habido dos alternativas principales a la NIV. Una de ellas es la versión King James, que fue traducida al inglés del siglo 17 y no es adecuada como una traducción al inglés contemporáneo. La otra es la New American Standard Bible (NASB), que hemos utilizado en esta iglesia desde hace 20 años. El problema con la NASB es que, siendo bastante literal, no es tan legible como podría ser. En otras palabras, nos vimos forzados durante 30 años a elegir entre la más fácil de leer, pero menos literal NIV, y la menos, legible pero más literal NASB. <br />
<br />
Ya no estamos limitados a esas dos opciones. La English Standard Version(Versión Estándar Inglesa), ESV, se publicó hace dos años y es mucho más literal que la NIV y mucho más legible que la NASB. No sólo presenta un mejor equilibrio, a mi juicio, de ser literal y legible, pero tiene la ventaja de ser del linaje de la versión King James. Esto es lo que quiero decir con linaje. La versión King James fue publicada en 1611. Una revisión se publicó en 1901 llamada la American Standard Version (Versión Estándar Americana). Luego, en 1952 la versión King James y la American Standard Version fueron revisadas y publicadas como la American Standard Version (Versión Estándar Revisada). Fue una buena traducción, pero con algunas parcialidades liberales teológicas y especulación permisivas de cierta poesía del Antiguo Testamento. <br />
<br />
Esta versión se agotó y fue reemplazada en 1989 por la New Revised Standard Version (Nueva Versión estándar Revisada), NRSV. Para la mayoría de los evangélicos la NRSV fue tan desigual en su trato de los asuntos de sexualidad que nunca se convirtió en una versión común. <br />
<br />
Estoy profundamente agradecido a Dios porque Crossway Books tomó la decisión de preservar el linaje de la versión King James con la publicación de una revisión ligera de la New Revised Standard Version. Eso es lo que la ESV es. Aquí encontrará las cadencias y gran parte del texto que usted puede haber absorbido de la versión King James, incluso sin leerla, solamente por su enorme impacto en nuestra cultura desde hace casi 500 años. <br />
<br />
====¿Por qué la ESV en lugar de la NVI?====<br />
<br />
La pregunta clave y práctica que habría que plantearse es: ¿Por qué no la NIV? Muchas personas la utilizan. Los niños han crecido con ella. ¿Por qué pedirle a la gente que cambie? Sepan por favor, que eso es todo lo que estamos haciendo: exhortar. Nosotros no exigimos a nadie cambiar la Biblia que utiliza para su propia lectura, meditación personal y memorización. Esperamos que podamos convencerles a pasar a la ESV y que en los próximos años no pueda haber suficiente unidad en este movimiento como iglesia que podamos hacer recitaciones y lecturas en la congregación desde nuestra propia Biblia. <br />
<br />
Así que, ¿por qué es la ESV mejor para nosotros que la NIV? Ahora lo voy a decir otra vez, la NIV es la valiosa Palabra de Dios. ¡Oh, qué tan cuidadosos debemos ser para no disminuir la importancia a la Palabra de Dios. Y, sin embargo, no hay que poner la traducción humana por encima de la crítica. Dios ha usado la NIV para atraer a millones de personas a la fe en Cristo en los últimos 40 años. Pero su debilidad esencial es que los traductores hacen por el lector lo que se les debe permitir hacer por sí mismos. Ellos van mucho más allá de la necesaria interpretación que siempre está envuelta en la traducción, y toman decisiones por el lector que el buen inglés no requiere. Con demasiada frecuencia la NIV sustituye a la ambigüedad del original con la decisión del traductor, no porque un buen inglés lo requiera, sino porque la filosofía de la traducción favorece la claridad del traductor sobre la ambigüedad apostólica. En todos los casos siguientes la ESV mantiene la traducción más literal y la NVI da la interpretación del traductor en vez de la ambigüedad del original. <br />
<br />
<blockquote>'''Romanos 1:'''5 (''hupakoen pisteos'') <br><br />
ESV la obediencia de la fe <br><br />
NIV la obediencia que viene de la fe <br><br />
'''Romanos 3:20''' (''ex ergon nomou'') <br><br />
ESV por las obras de la ley <br><br />
NIV mediante la observación de la ley <br><br />
'''Romanos 13:8''' (''medeni meden opheilete'') <br><br />
ESV no deban a nadie nada <br><br />
NIV que nadie tenga deudas pendientes <br><br />
'''Hebreos 6:1''' (''nekron ergon'') <br><br />
ESV obras muertas <br><br />
NIV actos que conducen a la muerte<br><br />
'''James 2:12''' (''nomou eleutherias'') <br><br />
ESV la ley de libertad <br><br />
NIV la ley que da la libertad <br><br />
'''Juan 11:6''' (''hos oun ekousen'') Esto no es una ambigüedad eliminada. Es un significado invertido, tal vez porque la traducción no podía presentar el significado que "por lo tanto" podía tener. <br><br />
ESV Entonces, cuando oyó <br><br />
NIV Sin embargo, cuando oyó<br><br />
'''Romanos 8:35-36''' (''thanatoumetha holen ten hemeran'') Una vez más esto no es una eliminación de ambigüedades, pero un aligeramiento de las originales. Ya que el efecto es el de facilitarle a quienes podrían argumentar: los cristianos sólo "encáran la muerte" en la persecución y calamidad. Ellos se pueden salvar si tienen suficiente fe. Pero el texto dice: "Nos están matando". <br><br />
ESV se nos mata todo el día. <br><br />
NIV encaramos la muerte todo el día. </blockquote><br />
<br />
Bueno, estoy profundamente agradecido de que la ESV existe. Rezo para que se convierta en la principal versión de la Biblia de lectura, de predicación, de enseñanza y de memorización del mundo de habla inglesa. Sería algo maravilloso si pudiera haber una total feliz aceptación en las iglesias locales para que casi todo el mundo esté usando la misma Biblia. Si esto ocurriese finalmente, sería la obra de Dios, no la nuestra. <br />
<br />
Hay cientos de ellos disponibles para usted, y los paquetes de pasajes importantes para memorizar y meditar están ahora disponibles en la NIV y la ESV. Espero que le de consideración a la ESV para su familia y para usted mismo. <br />
<br />
====2 Timothy 3:14—4:4 ====<br />
<br />
Pasemos ahora a 2 Timoteo 3:14-4:04. Mi objetivo es tomar unos minutos y hacerle amar la Palabra de Dios aún más y a encararle firmemente para que la lea, medite con ella y la memorice este año. <br />
<br />
Hay tantas cosas que podrían beneficiarnos en este texto. Podríamos hablar de la gravedad enorme de la predicación de la palabra (4:1-2). O podríamos hablar de los peligros de predicar para complacer a los oídos sordos de la gente no espiritual (4:3-4). O podríamos hablar de la maravilla y la bendición increíble que es toda la Escritura "inspirada por Dios" (3:16). Pero me quiero concentrar al final en una cosa: la suficiente y maravillosamente poderosa Palabra de Dios que nos prepara para toda buena obra. <br />
<br />
Versículos 16-17: <br />
<br />
Todas las Escrituras son inspiradas por Dios y útiles para enseñar, para refutar, para corregir, para instruir en rectitud, que el hombre de Dios sea competente, preparado para toda buena obra.<br />
<br />
====¿Cómo nos prepara la Biblia para toda obra buena? ====<br />
<br />
¡Esa es una frase notable: toda obra buena "! Todo lo bueno que Dios espera que hagamos, las Escrituras nos prepara para hacerlo. Esa es una afirmación sorprendente. ¿Cómo funciona? ¿De qué manera la Biblia nos prepara para "toda obra buena "? <br />
<br />
No es mediante el suministro de listas específicas que cubren todas las situaciones posibles. El pensar de esa manera sería un error de dos maneras. Sería un error porque hay cientos de situaciones específicas en la que nos encontramos a las cuales la Biblia no se refiere específicamente. No había televisores, computadoras, automóviles, teléfonos, píldoras anticonceptivas, Prozac, ingeniería genética, respiradores, balas o bombas en los tiempos de Jesús. La Biblia no nos prepara para toda obra buena diciéndonos la opción específica a tomar en cada nueva situación. <br />
<br />
La otra razón que sería un error pensar de esa manera es que conduce directamente al legalismo, el hacer cosas por la conformidad externa a una instancia con la esperanza de que el resultado vaya a ganar su aprobación. Esa no es la moral cristiana. Las buenas obras se hacen de un corazón que atesora a Dios y su ayuda, y de un corazón que le gusta mostrar la gloria de Cristo, de lo contrario las "buenas obras" no son buenas, sin importar cómo se ajustan a las expectativas externas. <br />
<br />
He aquí dos versículos claves para mostrar esto. Romanos 14:23, "Todo lo que no proviene de fe es pecado". Y Romanos 7:4, "Hermanos míos, también han muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, de modo que ustedes puedan pertenecer a otro, al que ha resucitado de entre los muertos, a fin de que llevemos frutos para Dios." Dando sus frutos en "toda buena obra" (véase Colosenses 1:10), significa que viene de las ramas de su vida de una manera natural, de algo que ha cambiado en sus adentros. Y lo que ha cambiado es que estás muerto a la ley como un conjunto de listas que limitan desde el exterior, y ahora están unidos a Cristo Jesús en una relación de confianza gozosa de modo que cuando él habla, hablando incluso algo de esa misma ley, viene de dentro como el deseo de tu corazón. <br />
<br />
Así que aquí está mi respuesta a la forma en que la Escritura nos prepara para "toda buena obra." Las Escrituras, día tras día, nos revelan la grandeza y la belleza, el poder y la sabiduría y la misericordia de todo lo que Dios es para nosotros en Cristo de manera que por el poder del Espíritu Santo nos encontramos con nuestro gozo en él, y las maneras de pecar sean de mal gusto, en realidad feas y repugnantes. Sí, la Biblia nos da muchos detalles como indicadores de cómo vivir. Pero más profundamente, la forma en que la Biblia nos prepara para toda buena obra es cambiando como encontramos satisfacción para que nuestra obediencia venga de adentro libremente, no por medio de coacción externa. Esto ocurre cuando la leemos y meditamos con ella, y la memorizamos y meditamos con ella todos los días. <br />
<br />
====Una ilustración de George Mueller ====<br />
<br />
Termino con una ilustración pertinente de George Mueller, que vivió hace más de 100 años en Inglaterra y fue famoso por el cuidado de miles de huérfanos y ver a Dios responder a sus oraciones diarias por sus necesidades. Él dio este mensaje cuando ya tenía 59 en el servicio de Año Nuevo. Es una fuerte llamada a estar en la Palabra de Dios todos los días.<br />
<br />
<blockquote>Se nos ha permitido, a través de la bondad del Señor, a entrar a otro año y la mente de muchos entre nosotros, sin duda, se ocupará con los planes para el futuro y los miedos de nuestro trabajo y servicio para el Señor. Si nuestras vidas son preservadas estaremos participando en esos planes: el bienestar de nuestras familias, la prosperidad de nuestro negocio, nuestro trabajo y el servicio a Cristo se podrían considerar los asuntos más importantes a atender, pero de acuerdo a mi juicio el más importante punto a ser atendido es el siguiente: sobre todas las cosas velar por que sus almas sean felices en el Señor. ¡Otras cosas que pueden presionarles, la obra del Señor, incluso, pueden hacer reclamos urgentes a su atención, pero repito deliberadamente, es de suma y primordial importancia que debe buscar sobre todas las cosas que su alma sea verdaderamente feliz en Dios mismo! Día a día traten de hacer este asunto el más importante de sus vidas. Esta ha sido mi firme y reiterada condición para los últimos treinta y cinco años. Durante los primeros cuatro años después de mi conversión yo no sabía de su enorme importancia, pero ahora después de mucha experiencia encomiendo especialmente este punto a la atención de mis hermanos más jóvenes en Cristo: el secreto de todo el servicio eficaz es verdadero gozo en Dios, después de tener relaciones experimentales con Dios mismo. <br />
<br><br />
Pero, ¿de qué manera vamos a llegar a esta completa felicidad del alma? ¿Cómo podemos aprender a gozar de Dios? ¿Cómo vamos a obtener una parte en Él que nos satisfaga suficientemente el alma para que nos permita dejar las cosas de este mundo como vanas y sin valor en comparación? Yo respondo. Esta felicidad se obtiene a través del estudio de las Sagradas Escrituras. Dios se nos ha revelado en ellas en el rostro de Jesucristo.<br />
<br><br />
En las Escrituras, por el poder del Espíritu Santo, Él se ha dado a conocer a nuestras almas. . . . [Por consiguiente] La parte más tempranas del día de la cual podamos disponer debería ser dedicada a la meditación de las Escrituras. Nuestras almas se deben alimentar de la Palabra de Dios. . . . Esta íntima relación experimental con Él nos hará verdaderamente felices. Ninguna otra cosa lo hará. . . . En Dios, nuestro Padre, y el bendito Jesús, nuestras almas tienen un rico, divino, imperecedero, tesoro eterno. Vamos a entrar en posesión práctica de estas verdaderas riquezas, sí, dejar que los días restantes de nuestra peregrinación terrena pasen en una consagración cada vez más dedicada y seria de nuestras almas a Dios. (George Mueller, una narración de algunos de los tratos del Señor. (George Mueller,''A Narrative of Some of the Lord's Dealings with George Mueller,'' Escrito por él mismo [Muskegon, Mich.: Dust and Ashes Publications, 2003], pp. 730-732) </blockquote><br />
<br />
Amén. Que pueda el 2004 ser un año de la lectura fiel y de meditación y memorización de la Palabra de Dios. Y que encontremos nuestras almas felices en Dios. Y que se nos libre de los impulsos egoístas del mundo y vivir vidas de amor radical y de sacrificio.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-07-09T20:26:40Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
<br />
La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
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Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
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Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Pero todos coincidirían que estas distintas materias varían enormemente en importancia.<br />
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Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
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Incluso la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar la salvación sólo por la fe, los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
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Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante a los cristianos debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
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Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
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La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
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Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
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En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
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Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
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====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
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'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
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La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
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''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
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Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
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El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
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En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
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Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
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Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
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La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
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Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
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Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
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Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
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La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
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Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
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Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
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''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
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En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
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En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
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La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
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Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásica obra ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 no pueda ser precisamente correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
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Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugas y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ed. J.T. McNeil, trans. Ford Lewis Battles, LCC (Philadelphia: Westminster, 1960), 4.1.17.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, ya se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, la cuestión de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
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Mientras que ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado del rebaño, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores del rebaño de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante”.<ref>Citado por Alexander Grossart in Works of Richard Sibbes, ed. Alexander Grossart (1862–1864; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1979), 294.</ref></blockquote><br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer ''autoridad''. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (''proistamenos'')<ref>προΐστημι</ref> debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes”.<ref> ἡγέομαι; Hebreos 13:17,24.</ref> Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben ''edificar'' la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos.<ref>Vea Mark Dever, ''A Display of God’s Glory'' (Washington, DC: 9Marks Ministries, 2001), 5–30.</ref> <br />
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''1. Diáconos.'' En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra ''diakonos'' es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera ''deacons'', debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi ''deacons''. A quien me ''deacons'', mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ''deacon''”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será ''deacon'' de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados.<ref>Gracias a Buddy Gray, Pastor de Birmingham, Alabama por resaltarme esto en el texto.</ref> Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la ''negligencia física'' estaba causando una'' desunión espiritual'' en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
<br />
En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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''2. Pastor/Obispo/Anciano.'' Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz ''presbeust'' <ref>πρέσβυς</ref> aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
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En el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente'' son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos:<ref>πρεσβύτερος</ref> “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos<ref>ἐπισκοπή</ref> para pastorear<ref>ποιμαίνω </ref> la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es ''poimenas'',<ref>ποιμήν</ref> que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (''episkop'')<ref>ἐπίσκοπος</ref> aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama ''episkopon'', esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara ''presbuterous'' (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un ''episkopon''. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente,'' en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables.<ref> R.B.C.Howell, pastor de First Baptist Church, Nashville, Tennessee:”Los únicos oficios señalados por Dios para predicar, administrar las ordenanzas y que han permanecido inalterables hasta el presente son el de pastor, anciano y obispo. R.B.C.Howell, “Ministerial Ordination,” in The Baptist Preacher, ed. Henry Keeling (Richmond: H. K. Ellyson, 1847), 137.</ref> <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <ref> Para esta última calificación vea 1 P. 5:2.</ref><br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos.<ref> Sería extraño que cualquier calificación para anciano impidiese (posiblemente) al mismo Pablo o a Nuestro Señor Jesucristo ejercer el oficio de anciano.</ref> Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia.<ref>Mucho material útil ha sido publicado por el Concejo sobre Hombría y Femineidad Bíblica. Vea John Piper and Wayne Grudem, eds., ''Recovering Biblical Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 1991, rev. 2006); Wayne Grudem and Dennis Rainey, eds., ''Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 2002); J. Lyon Duncan and Susan Hunt, ''Women’s Ministry in the Local Church'' (Wheaton: Crossway, 2006); Wayne Grudem, ''Countering the Claims of Evangelical Feminism'' (Colorado Springs: Multnomah, 2006); Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism and Biblical Truth'' (Colorado Springs: Multnomah, 2004); and Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism: A New Path to Liberalism?'' (Wheaton: Crossway, 2006). Vea también www.cbmw.org.</ref> <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar.<ref> Ejemplos de “gobernantes” de las sinagogas mencionadas en el Nuevo Testamento son Jairo en Marcos 5:22 (gobernantes plurales), Hechos 13:15 (plural) y Crispo (singular) en Hechos 18:8.</ref><br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (''presbeterou'', sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (''kata polin'')”<ref> κατά πόλις</ref> (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural. <ref> Hechos 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18. Mientras que una pluralidad de líderes se relaciona con una sola congregación, en el Nuevo Testamento, nunca se dice que muchas congregaciones son parte de una sola iglesia local. La idea que allí puede haber un obispo o presbítero con autoridad sobre varias congregaciones es la esencia de la percepción del gobierno de la iglesia tanto para los Episcopales como para los Presbiterianos. Esto es lo opuesto al Congregacionalismo, que interpreta que cada asamblea donde se ha predicado y practicado el bautismo y la Cena del Señor, debe tener su propio liderazgo independiente. Una iglesia local que tenga muchos servicios (cultos de adoración) o muchas sedes plantea serias dudas sobre la comprensión eclesiológica tradicional de las congregaciones. Aun aceptando tales innovaciones, hay que ser muy cuidadoso. W-B-Johnson, el primer presidente de la Convención Bautista del Sur, proporciona una típica observación al respecto: “El término iglesia indica una iglesia, un cuerpo del pueblo de Dios, reuniéndose en un lugar, y no muchas congregaciones formando una iglesia”. W. B. Johnson, “The Gospel Developed,” in Polity, ed. Mark Dever, 171. </ref><br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <ref> El erudito anglicano y pionero de misiones Roland Allen, llega a la misma conclusión: “San Pablo no se conformaba con nombrar un Anciano para cada Iglesia. En cada lugar el ordenaba a varios. Esto aseguraba que la plena autoridad no iba a estar concentrada en las manos de un hombre”. Roland Allen, Missionary Methods: St. Paul’s or Ours (London: Robert Scott, 1912), 138–39.</ref><br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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'''''Disciplina.''''' En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
<br />
Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
<br />
El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
<br />
Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
<br />
El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
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Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
<br />
Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
<br />
El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
<br />
<br />
<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/PrefacioLa Chequera del Banco de la Fe/Prefacio2010-07-09T20:23:55Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|Faith's Checkbook/Preface}}<br />
<br />
<br />
Una promesa de Dios puede ser comparada muy instructivamente a un cheque<br />
pagadero al portador. Es dada al creyente con miras a concederle algo bueno.<br />
No tiene el propósito de que la lea confortablemente para que luego se olvide de<br />
ella. No, el creyente debe usar la promesa como una realidad, como un hombre<br />
usa un cheque.<br />
<br />
El creyente debe tomar la promesa y endosarla con su propio nombre,<br />
recibiéndola personalmente como algo verdadero. Debe ''aceptarla'' por fe como<br />
suya. Cree firmemente que Dios es veraz, y veraz en cuanto a esta palabra<br />
específica de promesa. Pero va más allá, y cree que ya cuenta con la bendición,<br />
puesto que tiene la firme promesa de ella, y, por tanto, pone su nombre en la<br />
promesa para certificar el acuse de recibo de la bendición.<br />
<br />
Hecho esto, debe ''presentar'' la promesa al Señor con fe, igual que un hombre<br />
presenta un cheque en la ventanilla del Banco. Debe argumentarla por medio de<br />
la oración, esperando verla cumplida. Si ha venido al banco del cielo en la fecha<br />
establecida, recibirá de inmediato el monto de la promesa. Si el cheque tiene<br />
una fecha posterior, debe esperar pacientemente hasta que llegue ese día; pero,<br />
mientras tanto, puede considerar la promesa como dinero en efectivo, pues el<br />
Banco le pagará con seguridad cuando llegue la fecha indicada.<br />
<br />
Algunos individuos no estampan el endoso de la fe en el cheque, y por ello no<br />
obtienen nada; y otros son negligentes en presentarlo, y estos tampoco reciben<br />
algo. Esto no es culpa de la promesa, sino de aquellos que no actúan con sentido<br />
común en relación a la promesa, a la manera requerida en los negocios.<br />
<br />
Dios no ha dado ninguna prenda que no quiera redimir, y no ha alentado<br />
ninguna esperanza que no quiera cumplir. Para ayudar a mis hermanos a creer<br />
esto, he preparado este pequeño volumen. La visión de las propias promesas es<br />
buena para los ojos de la fe: entre más estudiemos las palabras de gracia, más<br />
gracia obtendremos de las palabras. A las Escrituras alentadoras he agregado<br />
mis propios testimonios, que son el fruto de la tribulación y de la experiencia.<br />
Yo creo en todas las promesas de Dios, y he probado y comprobado muchas de<br />
ellas personalmente. He visto que son verdaderas, pues han sido cumplidas para<br />
mí. Confío que esto sea alentador para los jóvenes y que no deje de ofrecer solaz<br />
al grupo de mayor edad. La experiencia de un hombre puede ser de suma<br />
utilidad para otros, y, por esta razón, el hombre de Dios de tiempos antiguos<br />
escribió: “Busqué a Jehová, y él me oyó”, y también: “Este pobre clamó, y le oyó<br />
Jehová.”<br />
<br />
Yo comencé estas porciones diarias cuando estaba siendo embestido con<br />
violencia por la marejada de la controversia. Desde entonces he sido arrojado en<br />
“aguas que habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado”,<br />
las cuales, si no hubiera sido por la mano sustentadora de Dios, habrían<br />
ahogado a cualquiera. He soportado tribulaciones provenientes de muchos<br />
flagelos. El agudo dolor corporal siguió a la depresión mental, y esta fue<br />
acompañada tanto de duelo como de aflicción, en la persona de alguien tan<br />
querida como la vida. Las aguas se agitaron continuamente, y las olas se<br />
sucedieron una tras otra. No menciono esto para implorar simpatía, sino<br />
simplemente para que lector vea que no soy un marinero de tierra firme. He<br />
cruzado, la mayor parte del tiempo, esos océanos que no son Pacíficos: conozco<br />
el oleaje y la furia de los vientos. Nunca fueron las promesas de Jehová tan<br />
preciosas para mí como en esta hora. Algunas de ellas no pude entender hasta<br />
ahora; no había llegado para mí la fecha del cumplimiento de su plazo, pues yo<br />
mismo no estaba lo suficientemente maduro para percibir su significado.<br />
<br />
¡Cuánto más maravillosa es la Biblia para mí ahora, de lo que fue hace unos<br />
meses! Al obedecer al Señor, y al llevar Su vituperio fuera del campamento, no<br />
he recibido nuevas promesas; pero el resultado es igual a que las hubiera<br />
recibido, pues las antiguas promesas se han abierto para mí con más ricas<br />
provisiones. En especial la Palabra del Señor a Su siervo Jeremías ha resonado<br />
de manera sumamente dulce a mis oídos. Su porción fue hablarles a aquellos<br />
que no querían oír, o que oyendo, no querían creer. La suya fue la aflicción<br />
proveniente del amor decepcionado, y de la resuelta lealtad; Jeremías hubiera<br />
querido sacar a su pueblo de sus errores, sin abandonar él mismo el camino del<br />
Señor. Para él fueron palabras de un profundo poder sustentador, que<br />
impidieron que su mente fallara allí donde la naturaleza que no contara con<br />
ayuda se habría hundido. Yo he amado estas y otras frases semejantes de gracia<br />
y de oro, más que a mi alimento necesario, y con ellas he enriquecido estas<br />
páginas.<br />
<br />
¡Oh, que pudiera consolar a algunos de los siervos de mi Señor! He escrito desde<br />
mi propio corazón con miras a consolar sus corazones. Quiero decirles en sus<br />
tribulaciones: “hermano mío, Dios es bueno. Él no te abandonará: Él te<br />
sustentará. Hay una promesa preparada para tus presentes emergencias; y si<br />
crees en ella y la argumentas en el propiciatorio por medio de Jesucristo, verás<br />
que la mano del Señor se extiende para ayudarte. Todo lo demás puede fallar,<br />
pero Su palabra nunca fallará. Él ha sido tan fiel para mí en incontables<br />
ocasiones, que debo alentarte a que confíes en Él. Yo sería ingrato para con Dios<br />
y poco amable para contigo si no hiciera eso.”<br />
<br />
¡Que el Espíritu Santo, el Consolador, inspire al pueblo del Señor con renovada<br />
fe! Yo sé que, sin Su poder divino, todo lo que pudiera decir sería inútil; pero<br />
bajo Su influencia vivificadora, aun el más humilde testimonio afirmará las<br />
rodillas débiles, y fortalecerá las débiles manos. Dios es glorificado cuando Sus<br />
siervos confían en Él sin reservas.<br />
<br />
No podemos ser demasiado niños con nuestro Padre celestial. Nuestros<br />
pequeñitos no hacen preguntas acerca de nuestra voluntad o de nuestro poder,<br />
sino que, más bien, habiendo recibido una vez una promesa de su padre, se<br />
regocijan ante la perspectiva de su cumplimiento, sin dudar nunca que no sea<br />
tan segura como el sol.<br />
<br />
Que mis lectores, a quienes tal vez nunca vea, descubran el deber y el deleite de<br />
tal confianza infantil en Dios, mientras lean la porción que he preparado para<br />
cada día del año.<br />
<br />
Durante largos años, varios miles del pueblo de Dios, han leído mi ''Cada Mañana y Cada Tarde'' y muchos de ellos han sido muy buenos y me han escrito<br />
y han reconocido el beneficio de tal lectura. Yo espero que este librito no<br />
interfiera con esos volúmenes. Estas porciones diarias han sido reunidas<br />
procedentes de un rango más diverso de tópicos, y son muy beneficiosas porque<br />
tratan con doctrina, experiencia, práctica y todo lo demás. Esta es únicamente<br />
una exquisitez de dulzura, y no debe interferir con comidas más completas: no,<br />
más bien, yo espero que provoque un mayor anhelo de esas comidas.<br />
<br />
Que el Señor Jesús acepte este servicio mío para Sus ovejas y corderos, de<br />
<br />
Su indigno siervo,<br />
<br />
'''Charles Haddon Spurgeon'''</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Faith%27s_Checkbook/PrefaceFaith's Checkbook/Preface2010-07-09T20:00:35Z<p>JoyaTeemer: Faith's Checkbook/Preface trasladada a La Chequera del Banco de la Fe/Prefacio</p>
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<div>#REDIRECCIÓN [[La Chequera del Banco de la Fe/Prefacio]]</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/La_Chequera_del_Banco_de_la_Fe/PrefacioLa Chequera del Banco de la Fe/Prefacio2010-07-09T20:00:35Z<p>JoyaTeemer: Faith's Checkbook/Preface trasladada a La Chequera del Banco de la Fe/Prefacio</p>
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<hr />
<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
<br />
====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
<br />
La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Pero todos coincidirían que estas distintas materias varían enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
<br />
====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
<br />
La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
<br />
Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
<br />
Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
<br />
En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
<br />
En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
<br />
La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
<br />
Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
<br />
En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
<br />
Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
<br />
Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
<br />
El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
<br />
Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
<br />
Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
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Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante”.<ref>Citado por Alexander Grossart in Works of Richard Sibbes, ed. Alexander Grossart (1862–1864; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1979), 294.</ref></blockquote><br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer ''autoridad''. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (''proistamenos'')<ref>προΐστημι</ref> debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes”.<ref> ἡγέομαι; Hebreos 13:17,24.</ref> Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben ''edificar'' la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos.<ref>Vea Mark Dever, ''A Display of God’s Glory'' (Washington, DC: 9Marks Ministries, 2001), 5–30.</ref> <br />
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''1. Diáconos.'' En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra ''diakonos'' es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera ''deacons'', debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi ''deacons''. A quien me ''deacons'', mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ''deacon''”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será ''deacon'' de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados.<ref>Gracias a Buddy Gray, Pastor de Birmingham, Alabama por resaltarme esto en el texto.</ref> Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la ''negligencia física'' estaba causando una'' desunión espiritual'' en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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''2. Pastor/Obispo/Anciano.'' Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz ''presbeust'' <ref>πρέσβυς</ref> aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
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En el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente'' son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos:<ref>πρεσβύτερος</ref> “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos<ref>ἐπισκοπή</ref> para pastorear<ref>ποιμαίνω </ref> la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es ''poimenas'',<ref>ποιμήν</ref> que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (''episkop'')<ref>ἐπίσκοπος</ref> aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama ''episkopon'', esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara ''presbuterous'' (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un ''episkopon''. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente,'' en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables.<ref> R.B.C.Howell, pastor de First Baptist Church, Nashville, Tennessee:”Los únicos oficios señalados por Dios para predicar, administrar las ordenanzas y que han permanecido inalterables hasta el presente son el de pastor, anciano y obispo. R.B.C.Howell, “Ministerial Ordination,” in The Baptist Preacher, ed. Henry Keeling (Richmond: H. K. Ellyson, 1847), 137.</ref> <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <ref> Para esta última calificación vea 1 P. 5:2.</ref><br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos.<ref> Sería extraño que cualquier calificación para anciano impidiese (posiblemente) al mismo Pablo o a Nuestro Señor Jesucristo ejercer el oficio de anciano.</ref> Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia.<ref>Mucho material útil ha sido publicado por el Concejo sobre Hombría y Femineidad Bíblica. Vea John Piper and Wayne Grudem, eds., ''Recovering Biblical Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 1991, rev. 2006); Wayne Grudem and Dennis Rainey, eds., ''Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 2002); J. Lyon Duncan and Susan Hunt, ''Women’s Ministry in the Local Church'' (Wheaton: Crossway, 2006); Wayne Grudem, ''Countering the Claims of Evangelical Feminism'' (Colorado Springs: Multnomah, 2006); Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism and Biblical Truth'' (Colorado Springs: Multnomah, 2004); and Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism: A New Path to Liberalism?'' (Wheaton: Crossway, 2006). Vea también www.cbmw.org.</ref> <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar.<ref> Ejemplos de “gobernantes” de las sinagogas mencionadas en el Nuevo Testamento son Jairo en Marcos 5:22 (gobernantes plurales), Hechos 13:15 (plural) y Crispo (singular) en Hechos 18:8.</ref><br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (''presbeterou'', sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (''kata polin'')”<ref> κατά πόλις</ref> (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
<br />
Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
<br />
La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
<br />
Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
<br />
El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
<br />
Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
<br />
La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
<br />
Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Profec%C3%ADa_y_la_invasi%C3%B3n_del_L%C3%ADbanoProfecía y la invasión del Líbano2010-07-01T16:57:36Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Prophecy and the Invasion of Lebanon}} Actualmente el hecho más importante sobre Israel es que cometió traición contra su Rey. El Rey envió a su Hijo al mundo en una...'</p>
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<div>{{info|Prophecy and the Invasion of Lebanon}}<br />
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Actualmente el hecho más importante sobre Israel es que cometió traición contra su Rey. El Rey envió a su Hijo al mundo en una misión de paz y reconciliación. Vino a la “oveja perdida de la casa de Israel (Mateo 10:6; 15:24)." Deseaba el tributo que solo los hombres fieles ofrecen. Pero el Hijo fue rechazado por Israel. Y hoy en día la mayoría de los judíos niegan al Hijo de su Rey. Al despojar de su Soberano al Embajador Filial, cometieron alta traición y hoy ocupan Su tierra con bandera de rebelión. La sublevación contra el Hijo es insurrección contra el Rey Padre, pues "nadie que niegue al Hijo tiene al Padre (Juan 2:23)." <br />
<br />
Por lo tanto Israel ha cedido sus derechos al reino paternal de Dios; a esto se refirió Jesús cuando dijo a los israelitas: "El reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca los frutos del reino (Mateo 21:43)”. Los hombres fieles del Rey Judío son aquellos que confían y siguen a su Hijo. Ellos son los verdaderos judíos por adopción (Romanos 2:28, 29; Filipenses 3:3; Gálatas 3:29). Heredaran el Reino; son los herederos de las promesas (Efesios 3:6; Gálatas 3:29).<br />
<br />
Pero mientras tanto, la palabra profética principal para el pueblo secular de Israel es: İNO! Nadie que viva en rebelión contra el Rey puede apelar las sanciones que El Rey aplique a sus acciones. Israel ha traicionado a su Rey, el Padre de nuestro Señor Jesús, el mesías y vive en levantamiento contra Dios. Y el toque de trompeta de las profecías del Antiguo Testamento sobre el apóstata pueblo de Israel es: “Por la espada ustedes serán devorados. Ciertamente, la boca del Señor ha hablado (Isaías 1:20)”. ¿Por qué Asiria saqueo a las tribus del norte? “Porque los Israelitas habían pecado contra el Señor su Dios (2 Reyes 17:7)”. ¿Por qué Babilonia destruyo Jerusalén y llevo a Judá al exilio? “Porque hicieron lo malo ante los ojos de Dios (2 Reyes 21:15)”.<br />
<br />
¿Cuál es entonces la palabra profética hacia el pecador y rebelde pueblo de Israel? Dios no ha cambiado. Su palabra es simple. “Si ustedes quieren y obedecen, comerán lo mejor de la tierra. Pero si se rehúsan y se rebelan, por la espada serán devorados. Ciertamente, la boca del Señor ha hablado (Isaías 1:19-20)”. No hay razón para creer que después de 2,500 años Israel pueda apelar la sanción de Dios por su incredulidad y rebelión. Israel está en juicio. Si no se arrepiente y se vuelve a su Mesías Salvador será devorada por la espada. <br />
<br />
Por tanto, aflicción a los seguidores de Cristo que aprueben el desplazamiento de 600,000 ciudadanos libaneses a hacer frente a fusiles judíos. Aflicción a los cristianos que piensan que Jesucristo aprueba la matanza de 10,000 libaneses porque las balas provienen de tanques israelitas. Dios no aprueba los pecados de este pueblo rebelde. Ellos están bajo Su juicio por sus pecados. Nuestra respuesta puede ser solamente esta: Una protesta de justa indignación contra la arrogancia y agresión de Israel y una oración para que puedan arrepentirse y ser salvos antes de que sea demasiado tarde.<br />
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En nombre de los Profetas:<br />
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El Pastor John</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-07-01T13:11:53Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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{{info}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Todo lo concerniente a estas distintas materias varía enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
<br />
====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
<br />
La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
<br />
Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
<br />
Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
<br />
En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
<br />
En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
<br />
La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
<br />
Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
<br />
En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
<br />
Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
<br />
Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
<br />
El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
<br />
Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
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Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante”.<ref>Citado por Alexander Grossart in Works of Richard Sibbes, ed. Alexander Grossart (1862–1864; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1979), 294.</ref></blockquote><br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer ''autoridad''. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (''proistamenos'')<ref>προΐστημι</ref> debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes”.<ref> ἡγέομαι; Hebreos 13:17,24.</ref> Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben ''edificar'' la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos.<ref>Vea Mark Dever, ''A Display of God’s Glory'' (Washington, DC: 9Marks Ministries, 2001), 5–30.</ref> <br />
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''1. Diáconos.'' En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra ''diakonos'' es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera ''deacons'', debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi ''deacons''. A quien me ''deacons'', mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ''deacon''”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será ''deacon'' de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados.<ref>Gracias a Buddy Gray, Pastor de Birmingham, Alabama por resaltarme esto en el texto.</ref> Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la ''negligencia física'' estaba causando una'' desunión espiritual'' en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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''2. Pastor/Obispo/Anciano.'' Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz ''presbeust'' <ref>πρέσβυς</ref> aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
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En el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente'' son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos:<ref>πρεσβύτερος</ref> “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos<ref>ἐπισκοπή</ref> para pastorear<ref>ποιμαίνω </ref> la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es ''poimenas'',<ref>ποιμήν</ref> que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (''episkop'')<ref>ἐπίσκοπος</ref> aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama ''episkopon'', esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara ''presbuterous'' (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un ''episkopon''. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente,'' en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables.<ref> R.B.C.Howell, pastor de First Baptist Church, Nashville, Tennessee:”Los únicos oficios señalados por Dios para predicar, administrar las ordenanzas y que han permanecido inalterables hasta el presente son el de pastor, anciano y obispo. R.B.C.Howell, “Ministerial Ordination,” in The Baptist Preacher, ed. Henry Keeling (Richmond: H. K. Ellyson, 1847), 137.</ref> <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <ref> Para esta última calificación vea 1 P. 5:2.</ref><br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos.<ref> Sería extraño que cualquier calificación para anciano impidiese (posiblemente) al mismo Pablo o a Nuestro Señor Jesucristo ejercer el oficio de anciano.</ref> Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia.<ref>Mucho material útil ha sido publicado por el Concejo sobre Hombría y Femineidad Bíblica. Vea John Piper and Wayne Grudem, eds., ''Recovering Biblical Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 1991, rev. 2006); Wayne Grudem and Dennis Rainey, eds., ''Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 2002); J. Lyon Duncan and Susan Hunt, ''Women’s Ministry in the Local Church'' (Wheaton: Crossway, 2006); Wayne Grudem, ''Countering the Claims of Evangelical Feminism'' (Colorado Springs: Multnomah, 2006); Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism and Biblical Truth'' (Colorado Springs: Multnomah, 2004); and Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism: A New Path to Liberalism?'' (Wheaton: Crossway, 2006). Vea también www.cbmw.org.</ref> <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar.<ref> Ejemplos de “gobernantes” de las sinagogas mencionadas en el Nuevo Testamento son Jairo en Marcos 5:22 (gobernantes plurales), Hechos 13:15 (plural) y Crispo (singular) en Hechos 18:8.</ref><br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (''presbeterou'', sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (''kata polin'')”<ref> κατά πόλις</ref> (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
<br />
Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
<br />
La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
<br />
Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
<br />
El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
<br />
Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
<br />
La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
<br />
Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
<br />
Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-06-30T20:42:58Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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{{info}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Todo lo concerniente a estas distintas materias varía enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
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====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
<br />
La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
<br />
Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
<br />
Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
<br />
En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
<br />
En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
<br />
La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
<br />
Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
<br />
En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
<br />
Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
<br />
Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
<br />
El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
<br />
Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
<br />
Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
<br />
Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
<br />
Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
<br />
Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
<br />
Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
<br />
Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
<br />
En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
<br />
En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
<br />
Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
<br />
La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
<br />
Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
<br />
El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
<br />
Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
<br />
Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
<br />
Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
<br />
Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante”.<ref>Citado por Alexander Grossart in Works of Richard Sibbes, ed. Alexander Grossart (1862–1864; repr., Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1979), 294.</ref></blockquote><br />
<br />
Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
<br />
Los líderes de la iglesia deben ejercer ''autoridad''. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (''proistamenos'')<ref>προΐστημι</ref> debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes”.<ref> ἡγέομαι; Hebreos 13:17,24.</ref> Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben ''edificar'' la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos.<ref>Vea Mark Dever, ''A Display of God’s Glory'' (Washington, DC: 9Marks Ministries, 2001), 5–30.</ref> <br />
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''1. Diáconos.'' En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra ''diakonos'' es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera ''deacons'', debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi ''deacons''. A quien me ''deacons'', mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ''deacon''”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será ''deacon'' de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
<br />
La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados.<ref>Gracias a Buddy Gray, Pastor de Birmingham, Alabama por resaltarme esto en el texto.</ref> Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la ''negligencia física'' estaba causando una'' desunión espiritual'' en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
<br />
En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
<br />
En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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''2. Pastor/Obispo/Anciano.'' Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz ''presbeust'' <ref>πρέσβυς</ref> aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
<br />
En el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente'' son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos:<ref>πρεσβύτερος</ref> “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos<ref>ἐπισκοπή</ref> para pastorear<ref>ποιμαίνω </ref> la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es ''poimenas'',<ref>ποιμήν</ref> que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (''episkop'')<ref>ἐπίσκοπος</ref> aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama ''episkopon'', esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara ''presbuterous'' (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un ''episkopon''. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras ''anciano, guía o pastor y obispo o superintendente,'' en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables.<ref> R.B.C.Howell, pastor de First Baptist Church, Nashville, Tennessee:”Los únicos oficios señalados por Dios para predicar, administrar las ordenanzas y que han permanecido inalterables hasta el presente son el de pastor, anciano y obispo. R.B.C.Howell, “Ministerial Ordination,” in The Baptist Preacher, ed. Henry Keeling (Richmond: H. K. Ellyson, 1847), 137.</ref> <br />
<br />
Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <ref> Para esta última calificación vea 1 P. 5:2.</ref><br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos.<ref> Sería extraño que cualquier calificación para anciano impidiese (posiblemente) al mismo Pablo o a Nuestro Señor Jesucristo ejercer el oficio de anciano.</ref> Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia.<ref>Mucho material útil ha sido publicado por el Concejo sobre Hombría y Femineidad Bíblica. Vea John Piper and Wayne Grudem, eds., ''Recovering Biblical Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 1991, rev. 2006); Wayne Grudem and Dennis Rainey, eds., ''Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood'' (Wheaton: Crossway, 2002); J. Lyon Duncan and Susan Hunt, ''Women’s Ministry in the Local Church'' (Wheaton: Crossway, 2006); Wayne Grudem, ''Countering the Claims of Evangelical Feminism'' (Colorado Springs: Multnomah, 2006); Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism and Biblical Truth'' (Colorado Springs: Multnomah, 2004); and Wayne Grudem, ''Evangelical Feminism: A New Path to Liberalism?'' (Wheaton: Crossway, 2006). Vea también www.cbmw.org.</ref> <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar .<br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (presbeterou, sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (kata polin )” (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
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Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
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La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
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Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
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La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
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Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-06-30T20:26:31Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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{{info}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
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Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
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Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Todo lo concerniente a estas distintas materias varía enormemente en importancia.<br />
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Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
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Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
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Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
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Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
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La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
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Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
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En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
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Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
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====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
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'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
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La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
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''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
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Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
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El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
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En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
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Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
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Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
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La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
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Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
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Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
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Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
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La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
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Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
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Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
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''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
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En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
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En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
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La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
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Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
<br />
Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
<br />
'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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<blockquote>Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante” .<ref></ref></blockquote><br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer autoridad. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (proistamenos) debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes” . Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben edificar la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos. <br />
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1. Diáconos. En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra diakonos es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera deacons, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi deacons. A quien me deacons, mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su deacon”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será deacon de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados. Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la negligencia física estaba causando una desunión espiritual en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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2. Pastor/Obispo/Anciano. Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz presbeust aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
En el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos : “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es poimenas, que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (episkop) aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama episkopon, esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara presbuterous (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un episkopon. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente, en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables . <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos. Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia . <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar .<br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (presbeterou, sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (kata polin )” (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
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Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<br />
<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-06-30T20:25:19Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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{{info}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Todo lo concerniente a estas distintas materias varía enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
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Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
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En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
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Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
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====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
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'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
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La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
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''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
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Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
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El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
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En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
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Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
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Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
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La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
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Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
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Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
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Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
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La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
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Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
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Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
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''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
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En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
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En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
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La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
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Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
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Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
<br />
La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
<br />
La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
<br />
Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
<br />
Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
<br />
Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
<br />
Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo.<ref> Históricamente los cristianos han hablado de dos aspectos del llamado al ministerio de tiempo completo, el interno y el externo. El llamado externo es provisto por una iglesia individual, la cual confirma los dones individuales. El llamado interno se refiere a la sensación subjetiva de responsabilidad por y el deseo de ministrar la Palabra de Dios. Para mayores detalles, vea Charles Bridges, The Christian Ministry (1830; repr. Edinburgh: Banner of Truth, 1980), 94–102; ver también, Basil Manly Jr., A Call to the Ministry (Philadelphia: American Baptist Publication Society, [no date cited]).</ref> <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “''capaz de enseñar''” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener ''buena reputación con los extraños''. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo ''sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas'', sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante” . <br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer autoridad. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (proistamenos) debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes” . Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben edificar la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos. <br />
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1. Diáconos. En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra diakonos es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera deacons, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi deacons. A quien me deacons, mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su deacon”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será deacon de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados. Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la negligencia física estaba causando una desunión espiritual en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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2. Pastor/Obispo/Anciano. Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz presbeust aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
En el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos : “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es poimenas, que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (episkop) aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama episkopon, esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara presbuterous (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un episkopon. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente, en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables . <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos. Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia . <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar .<br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (presbeterou, sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (kata polin )” (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
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Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-06-30T20:25:00Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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{{info}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Todo lo concerniente a estas distintas materias varía enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
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====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
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'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
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La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
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Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
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Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
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Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
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La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
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Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
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Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
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''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
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En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
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En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
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La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
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Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
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Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
<br />
La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
<br />
====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
<br />
Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
<br />
En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo . <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar ''explícitamente calificados''. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “capaz de enseñar” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener buena reputación con los extraños. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas, sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante” . <br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer autoridad. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (proistamenos) debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes” . Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben edificar la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos. <br />
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1. Diáconos. En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra diakonos es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera deacons, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi deacons. A quien me deacons, mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su deacon”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será deacon de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados. Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la negligencia física estaba causando una desunión espiritual en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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2. Pastor/Obispo/Anciano. Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz presbeust aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
En el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos : “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es poimenas, que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (episkop) aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama episkopon, esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara presbuterous (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un episkopon. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente, en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables . <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos. Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia . <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar .<br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (presbeterou, sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (kata polin )” (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
<br />
Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
<br />
Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
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La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
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Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-06-30T20:23:13Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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{{info}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
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Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Todo lo concerniente a estas distintas materias varía enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
<br />
====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
<br />
La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
<br />
Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
<br />
Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
<br />
En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
<br />
En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
<br />
La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
<br />
Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
<br />
En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
<br />
Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
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Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
<br />
El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
<br />
Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
<br />
Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
<br />
Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera<ref> Ver John L. Dagg, ''Treatise on Church Order'' (1858,repr. ,Harrinsonburg: Gano, 1982), 226-31. Daggs presenta cinco argumentos contra la idea de tomar el lavado de los pies como la última ordenanza de la iglesia.</ref>. El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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'''''1.Bautismo.''' En el Antiguo y Nuevo Testamentos.''<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo<ref> El Antiguo Testamento contiene muchos lavados ceremoniales (He 9:10). Pablo usó la imagen del bautismo para explicarle a la gente la inmersión de Israel dentro de la ley de Dios (1ª Co 10:1-2). Juan el Bautista distinguió su bautizo del de Jesús (Jn 1:24-27, 33; Lc •:3). Pablo, además, explicó la diferencia entre los dos bautismos en Éfeso (Hech 19:1-6). Jesús enseñó que sus discípulos serían bautizados con el Espíritu Santo (Hech 1:5). Jesús se refirió metafóricamente a su propia muerte como un bautizo (Lc 12:50). Y entre los cristianos de Corinto existía la práctica del bautismo por la muerte. Para más detalles del trasfondo histórico del bautismo en el primer siglo, véase, George r. Baesley-Murray, ''Baptism in the New Testament'' (Grand Rapids: Eerdmans, 1962), 1-92.</ref>. A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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''El Modo Adecuado.'' Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término ''baptizein''<ref>βαπτίζω</ref> significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo.<ref> Tomás de Aquino escribió: “En el sacramento del Bautismo, el agua se usa para el lavado del cuerpo, por medio del cual, se simboliza el lavado interior de los pecados. Ahora, el lavado pude ser hecho no solo por inmersión sino también por aspersión o derrame. Y, en consecuencia, aunque es más seguro el bautismo por inmersión, por ser el uso más común, puede ser conferido igualmente por aspersión o derrame conforme a Ez 36:25 “Los rociaré con agua pura…” Esto especialmente en casos de urgencia o cuando el grupo a bautizar es numeroso como se presenta en Hechos 2 y 4, donde leemos que un día tres mil creyeron y otro día cinco mil: o se les dio a todos ellos un pequeño suministro de agua, o mediante la debilidad del ministro quien no pudo llevar el candidato al Bautismo, o por blandenguería del candidato, aquellas vidas deben haber sido puestas en peligro por la inmersión. Debemos por tanto concluir que la inmersión no es necesaria para el bautismo”. ''Summa Theologica'' (CD ROM, AGES Software, 1997). Juan Calvino, escribió en ''Institutes'' que aunque reconocía la antigüedad de la inmersión, la misma no era necesaria para validar el bautismo: “Si la persona que está siendo bautizada debe ser totalmente sumergida, si una vez o tres veces, si se rocía con agua o si se le derrama agua encima; esos detalles, no tienen importancia. Debe ser opcional a las iglesias de acuerdo a la diversidad de países. Es evidente que la palabra bautizo significa “inmersión” y que el rito de la inmersión fue observado por la iglesia primitiva. ''Institutes'', 4.15.19</ref> <br />
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Mientras resulta difícil mantener que ''baptizo''<ref> βαπτίζω</ref> solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento,<ref>Así por ejemplo, en el capítulo 7 de ''La Didache'' (fechada a finales del primer siglo o comienzos del segundo), se lee: “Ahora en lo que respecta al bautizo, después de haber revisado todas esas cosas, bautiza así: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” en agua que corra. Pero si no tienes agua que corra bautiza en otra agua, y si no tienes agua fría bautiza con agua caliente, y si no tienes agua de ningún tipo entonces derrama agua sobre su cabeza tres veces “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ''The Didache'' en ''The Apostolic Fathers'', 2nd ed., trans. J. B. Lightfoot and J. R. Harmer (1891; repr., Grand Rapids: Baker, 1992), 258–59. ''La Didache'', por supuesto, no es Escritura pero es léxicamente significativo que a tan temprana fecha del cristianismo los cristianos griegos se refirieran al derrame de agua como bautismo.</ref> inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento<ref>Una de las más recientes defensas de derrame como bautismo argumenta que Romanos 6:3-6; Hebreos 9: 10-19; Tito 3:5-6; y Ez 36:25-27. Demuestran que el bautizo significa el derramamiento del Espíritu Santo en conexión con la persona cristiana lavada de sus pecados como parte de su unión con Cristo, ninguno de los cuales requiere inmersión y cualquiera de ellas puede haber tenido un significado mayor que derrame. Joseph Pipa en ''The Case for Covenantal Infant Baptism'', ed. Gregg Strawbridge (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2003), 112–26.</ref>. Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo”.<ref> Millard Erickson, Christian Theology, 1113–14; cf. Robert Saucy, The Church in God’s Program (Chicago: Moody, 1972), 209.</ref> <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”.<ref> evpi; tw/` ojnovmati jIhsou` Cristou` eij~ a[fesin tw`n aJmartiw`n uJmw`n.</ref> El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado”<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 632. Compare sus comentarios sobre los recipientes adecuados para la Cena del Señor en la pág. 657.</ref>. Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios”.<ref> Calvin, ''Institutes'', 4.15.13.</ref><br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante.<ref> Ver, Catechism of the Catholic Church, 319, 323. También Hechos 2:38; 22:16; 1ª Pedro 3:21.</ref> Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que ''nacen'' bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que ''por sí mismos'', han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto.<ref> Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1978), 228; cf. Fred Malone, The Baptism of Disciples Alone: A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism (Cape Coral, FL: Founders, 2003).</ref> <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la ''edad'' a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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''Correcto Significado.'' La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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'''''2. La Cena del Señor.''''' Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor.<ref>Ver Éxodo 12; cf. Éxodo 24:8. Vea también D. A. Carson, ''Matthew'', EBC (Grand Rapids: Zondervan, 1984), 528–32 sobre este asunto. Carson concluye que la Cena del Señor fue una comida de Pascua.</ref> Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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<blockquote>El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús.<ref>Carson, ''Matthew'', 536.</ref> </blockquote><br />
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Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento.<ref> Las primeras indicaciones acerca de la Cena del Señor se encuentran a fines del siglo I y principios del II en The Didache, Clement’s Letter to the Corinthians, Ignatius’s Letter to the Smyrneans.</ref> <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe”.<ref> Berkhof, ''Systematic Theology,'' 657.</ref> <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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'''''Membrecía.'' ''' En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también.<ref> La sinagoga de los hombres libres en Hechos 6:9, los Fariseos y los Saduceos, varias cortes, parlamentos y gremios. En el Antiguo Testamento hubo miembros de cofradías (como los 30 hombres de David) y los profetas.</ref> Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, ''miembro'', se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
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La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos.<ref> Para la enseñanza de las tareas de los miembros de la iglesia por Benjamin Keach, Benjamin Griffith, the Charleston Association, Samuel Jones, W. B. Johnson, Joseph S. Baker, and Eleazer Savage, vea Mark Dever, ed., Polity, 65–69, 103–5, 125–26, 148–51, 221–22, 276–79, 510–11.</ref> Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros”.<ref>Erickson, ''Theology'', 1058.</ref> La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
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Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor”.<ref>Samuel Jones, Treatise of Church Discipline in ''Polity'', ed. Mark Dever (1805; repr.), 150; cf.2 Co 12:20; 1 Tim 5:13; 6:4; Stg 4:11.</ref> Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia.<ref> Similar a la forma como los apóstoles fueron estimados como delegados de Cristo. Lc 10:16; 1ª Co 16:10.</ref> El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material.<ref> La palabra usada para ''honor'' en 1ª Tim 5:17 tiene una clara connotación financiera. Vea, además, Hech 6:4, 1ª Co 9: 7-14, Gál 6:6.</ref> Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya.<ref> Vemos esto por inferencia de Gál 1:8, 2ª Tim 4:3 y Judas 3-4.</ref> La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros.<ref> Mateo 18:17. Observa el involucramiento de toda la iglesia como corte de juicio y como ejecutora de la sentencia. </ref> Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <ref> Un buen ejemplo de esto se encuentra en la narración de Hechos 15. Comentando Hechos 15:4, Jurgen Roloff “toda la asamblea congregacional de Jerusalén era su propio cuerpo gobernante, distinto al cuerpo gobernante de apóstoles y ancianos quienes eran los líderes de la Iglesia”. Los decretos apostólicos debían ser ratificados por la plenaria de la congregación.</ref><br />
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'''''Forma de Gobierno.''''' La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza. <ref> Esta naturaleza voluntaria de las relaciones entre las congregaciones cristianas, sin embargo, no significa que las decisiones respecto a las relaciones de una congregación con otra son simplemente materias indiferentes. </ref> Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo . <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar explícitamente calificados. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “capaz de enseñar” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener buena reputación con los extraños. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas, sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante” . <br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer autoridad. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (proistamenos) debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes” . Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben edificar la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos. <br />
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1. Diáconos. En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra diakonos es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera deacons, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi deacons. A quien me deacons, mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su deacon”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será deacon de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados. Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la negligencia física estaba causando una desunión espiritual en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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2. Pastor/Obispo/Anciano. Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz presbeust aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
En el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos : “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es poimenas, que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (episkop) aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama episkopon, esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara presbuterous (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un episkopon. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente, en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables . <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos. Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia . <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar .<br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (presbeterou, sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (kata polin )” (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
<br />
Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
<br />
Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
<br />
Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
<br />
La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
<br />
Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-06-29T22:45:51Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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{{info}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Todo lo concerniente a estas distintas materias varía enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
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====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
<br />
Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
<br />
La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
<br />
Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
<br />
Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
<br />
En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
<br />
En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
<br />
La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
<br />
Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
<br />
En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
<br />
Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
<br />
Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
<br />
El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
<br />
Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
<br />
Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
<br />
Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
<br />
Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
<br />
Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
<br />
Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
<br />
Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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''La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia'' <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida<ref>neh'-fesh</ref>” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo ''aliento de vida'' en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
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<blockquote>Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).</blockquote><br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la ''shema'' judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
<br />
En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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''Correcta Administración de las Ordenanzas''<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio<ref>La palabra ''sacramento'' se deriva del término latino usado para misterio; véase la Vulgata para Efesios 1:9; 3:3; 5:32. Louis Berkhof define un sacramento como una ordenanza (''Sistematic Theology'', 617). </ref>. Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente<ref>Se considera como principio establecido que los sacramentos tienen la misma función que la Palabra de Dios: ofrecer y explicarnos a Cristo y otorgarnos los tesoros de la gracia celestial. Pero ellos no avalan ni benefician nada a menos que se reciban por fe. Calvin, ''Institutes'', 4.14,17.</ref>. Por tanto, el término que usaremos será ''ordenanzas''.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor<ref> δεῖπνον κυριακός</ref>. <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales<ref>Algunas organizaciones como los Cuáqueros o el Ejército de la Salvación que se declaran seguidores de Cristo rechazan estas prácticas. Se puede decir de muchas congregaciones evangélicas contemporáneas que en la práctica rechazan el bautismo y La Cena del Señor si son evaluadas por la frecuencia o comprensión de las mismas.</ref>. Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
<br />
En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos.<ref> El Concilio de Trento determinó que finalmente son siete los sacramentos que los fieles católico romanos deben aceptar- Los otros cinco con sus bases bíblicas son: confirmación (Hech. 8:17; 14:22; 19:6; He 6:2), confesión (Stg 5:16), ordenación (1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), matrimonio (Ef. 5:32), y extremaunción (Stg 5:14). Ver el parágrafo 1113 e, ''Cathechism of the Catholic Church, ''in'' Librería Editrice Vaticana'' (Liguori: Liguori Publications, 1994). Hace mucho tiempo Calvino rechazó estas cinco prácticas adicionales como sacramentos (Institutes 4.19). Berkouwer concluye su consideración de estos cinco sacramentos católico romanos “extra” diciendo cortésmente “esta breve revisión de los cinco sacramentos especiales evidencia quela teología de la iglesia católica romana fija el número de sacramentos sobre la base de su visión de lo que constituye una serie de actos sobrenaturales que inyectan gracia sobrenatural en toda la vida, de principio a fin, en lugar de ponerla sobre la indubitable base de la exégesis bíblica”. G.C. Berkouwer, ''The Sacraments,'' trad. Hugo Bekker (Grand Rapids: Eerdmans, 1969), 36. </ref> En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal<ref> La teología moderna de la iglesia católica romana habla de toda la iglesia como un sacramento. “La Iglesia, en Cristo, está en la naturaleza del sacramento- una señal e instrumento, es decir, de comunión con Dios y de unidad con todos los hombres” “Dogmatic Constitution of the Church,” en Vatican Council II, ed. Austin Flannery (Northport, NY: Costello, 1975), 350. </ref>.<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia<ref> Ver Art 26 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra.</ref>. <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera . El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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1. Bautismo. En el Antiguo y Nuevo Testamentos.<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo . A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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El Modo Adecuado Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término baptizein significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo . <br />
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Mientras resulta difícil mantener que baptizo solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento , inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento . Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo” . <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”. El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado” . Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios” .<br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante . Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que nacen bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que por sí mismos, han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto . <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la edad a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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Correcto Significado. La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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La Cena del Señor. Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor . Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús . Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento . <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe” . <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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Membrecía En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también . Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, miembro, se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos . Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros” . La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor” . Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia . El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material . Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
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Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya .<br />
La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros . Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. <br />
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Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <br />
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Forma de Gobierno. La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza . Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo . <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar explícitamente calificados. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “capaz de enseñar” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener buena reputación con los extraños. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas, sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante” . <br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer autoridad. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (proistamenos) debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes” . Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben edificar la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos. <br />
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1. Diáconos. En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra diakonos es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera deacons, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi deacons. A quien me deacons, mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su deacon”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será deacon de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados. Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la negligencia física estaba causando una desunión espiritual en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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2. Pastor/Obispo/Anciano. Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz presbeust aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
En el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos : “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es poimenas, que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (episkop) aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama episkopon, esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara presbuterous (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un episkopon. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente, en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables . <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos. Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia . <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar .<br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (presbeterou, sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (kata polin )” (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
<br />
También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
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Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
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La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
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Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Teolog%C3%ADa_para_la_Iglesia/La_IglesiaUna Teología para la Iglesia/La Iglesia2010-06-29T20:46:43Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|A Theology for the Church/The Church}} {{info}} ====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia==== La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una te...'</p>
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<div>{{info|A Theology for the Church/The Church}}<br />
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{{info}}<br />
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====La Necesidad de Estudiar la Doctrina de la Iglesia====<br />
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La doctrina de la iglesia es de la mayor importancia. Una teología para la iglesia estaría incompleta sin una teología ''de'' la iglesia. Aunque muchas de las teologías sistemáticas iniciales han omitido, en gran medida, la eclesiología<ref>Desde las teologías del siglo XIX de J. L. Dagg, J. P. Boyce, C. Hodge, R. Dabney, y W. G. T. Shedd hasta la primera teología del siglo XX de E.Y. Mullins, se ha omitido en la teología sistemática, una sección especialmente dedicada a la eclesiología.</ref>, la doctrina de la iglesia es un componente fundamental de la verdad cristiana.<br />
<br />
Esta es la parte más visible de la teología cristiana y está vitalmente conectada con cualquier otra parte de ella. Una iglesia deformada coincide, por lo general, con un evangelio deformado. Ya sea que tal deformación de la iglesia resulte de una mala interpretación del evangelio, o que conduzca a ella, serias desviaciones de las enseñanzas bíblicas acerca de la iglesia; generalmente, significan una mayor y más grave mala interpretación de la fe Cristiana.<br />
<br />
Esto no quiere decir que todas las diferencias en eclesiología sean equivalentes a diferencias sobre el propio evangelio. Cristianos honestos han pospuesto la discusión sobre muchos asuntos importantes en la iglesia. Pero tales frecuentes discrepancias no son necesariamente triviales; es decir, carentes de importancia. No esenciales no significa sin importancia. El color del letrero de la iglesia o la hora de la congregación del culto el día domingo son cosas no esenciales a la fe Cristiana, como sí lo son las prácticas de leer la Escritura y el bautismo de los creyentes. Todo lo concerniente a estas distintas materias varía enormemente en importancia.<br />
<br />
Quizás el común desinterés por la eclesiología derive de la interpretación, según la cual, la iglesia, en sí misma, no es necesaria para la salvación. Cipriano de Cartago, pudo haber afirmado: “Nadie puede tener a Dios como su padre si no tiene a la iglesia como su madre”, pero pocos están dispuestos a compartir este criterio hoy en día<ref>Cipriano, ''De Ecclesiae Catholicae Unitate'' (Oxford: Clarendon, 1971), cap. 6.</ref>. <br />
<br />
Aún la iglesia de Roma reconoció en el Concilio Vaticano II que una participación consciente y competente no es necesaria para la salvación. Y al enfatizar los evangélicos Protestantes la salvación sólo por la fé, ciertamente hacen un uso menor de la iglesia y mucho menos estudian la doctrina de la iglesia.<br />
<br />
Sin embargo, la iglesia debería ser considerada importante debido a la importancia que tiene para Cristo. Cristo fundó la iglesia (Mt. 16:18) comprándola con Su sangre (Hech. 20:28) e identificándose íntimamente con ella (Hech. 9:4). La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 4:12; 5:23-32; Col. 1:18,24; 3:15; 1a Co. 12:12-27), el lugar donde mora su Espíritu (Ro. 8: 9, 11, 16; 1a Co.3: 16-17; 6:11,15-17; Ef. 2:18,22; 4: 4) y el principal instrumento para glorificar a Dios en este mundo. Por último, la iglesia es instrumento de Dios tanto para llevar el evangelio a las naciones como para ser el anfitrión de la humanidad redimida por Sí mismo (Apo. 5:9).<br />
<br />
Más de una vez, Jesús dijo que el amor hacia Él, se demostraría por la obediencia a sus mandamientos (Jn 14: 15,23). Tal obediencia no solo requiere compromiso y acción individual del Cristiano, requiere un compromiso colectivo de obediencia. Los individuos de la iglesia, juntos, irán y discipularán, bautizarán, enseñarán a obedecer, a amar, a recordar y conmemorar su muerte vicaria con pan y el fruto de la viña.<br />
<br />
La autoridad eterna de los mandamientos de Cristo obliga a los cristianos a estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia. Los errores actuales debidos a mala interpretación y práctica de la iglesia determinarán, si prevalecen, mayor confusión aún sobre el evangelio. La proclamación Cristiana debe hacer el evangelio audible, comprensible, pero los cristianos viviendo juntos en una congregación local son quienes hacen visible el evangelio (ver Jn 13: 34-35). La iglesia es el evangelio hecho visible. <br />
<br />
Hoy en día, muchas iglesias locales están a la deriva en las fluctuantes corrientes del pragmatismo. Ellas suponen que la respuesta emotiva de los no creyentes es la clave del éxito. Al mismo tiempo, la cristiandad está siendo enajenada en la cultura general en la medida que el evangelismo es calificado de intolerante y ciertas doctrinas bíblicas son consideradas insultos y amenazas racistas. En momentos de tanta hostilidad, las necesidades de los no creyentes pueden considerarse como elementos apenas fiables, y adaptadas a la cultura prevaleciente equivaldrán a una pérdida del propio evangelio. <br />
<br />
En la medida que el crecimiento numérico permanezca como el indicador primario de la vitalidad de la iglesia, la verdad estará comprometida. Por el contrario, las iglesias deben; una vez más, comenzar a a medir el éxito no en función del número de miembros sino en términos de la fidelidad a las Escrituras. William Carey fue fiel en la India y Adoniram Judson perseveró en Burma no porque hubiesen tenido éxito inmediato o por haberse promocionado a sí mismos como “''relevantes''”.<br />
<br />
Tal como ocurre en otras secciones de este libro, la doctrina de la iglesia se considerará; en primer lugar, bíblicamente, luego, históricamente, sistemáticamente, y por último, de manera práctica.<br />
<br />
====¿Qué Dice la Biblia?====<br />
<br />
'''Naturaleza de la Iglesia'''<br />
<br />
La iglesia es el grupo de personas llamadas por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo para glorificarlo a Él y para servirle en este mundo<ref> Robert Barrow dio en 1589 una gran definición de iglesia: “la iglesia, como se entiende universalmente, contiene todos los que han sido, son y serán elegidos por Dios. Considerada particularmente, como se observa en este mundo, consiste de una compañía y compañerismo de fe y gente santa reunida en torno a Cristo Jesús, su único rey, sacerdote y profeta, adorándolo correctamente, siendo apacible y discretamente gobernados por sus oficiales y leyes, manteniendo la unidad de la fe en el vínculo no fingido de amor y paz”. ''A True Description out of the Word of God in the Visible Church'' (Londres: 1589). Para una típica definición Bautista de la iglesia, véase la definición dada por la Asociación Charleston: “Una iglesia evangélica local consiste de una compañía de santos incorporados por un convenio especial en un cuerpo diferente, reuniéndose en un lugar para el disfrute del compañerismo los unos con los otros, teniendo a Jesucristo como la cabeza, en todas sus instituciones, para su mutua edificación y para la gloria de Dios por medio del Espíritu”. En ''A Summary of Church Discipline'', ed. Mark Dever (Washington: Center for Church Reform [9 Marks Ministries], 2001), 118.</ref>.<br />
<br />
''Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento: Israel''<br />
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Para comprender la iglesia en la plenitud de la verdad revelada por Dios, se deben examinar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos. Aunque algunos cristianos usan la frase “la iglesia del Nuevo Testamento” el modelo de la iglesia actual presenta una clara continuidad – aunque no identidad - con el pueblo visible de Dios en el Antiguo Testamento.<br />
<br />
El plan eterno de Dios siempre ha sido mostrar su gloria no solo a través de individuos sino mediante un colectivo, En la creación, Dios no creó una persona sino dos, y dos que tuvieran la habilidad de reproducirse. En el diluvio, Dios no salvó a una persona sino a unas pocas familias. En Génesis 12, Dios llamó a Abram y le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo o la arena de las playas. En el éxodo, Dios pacta no solo con Moisés sino con la nación de Israel – 12 tribus compuestas de cientos de miles de personas que aún mantenían una identidad colectiva (Ex. 15:13-16). Él dio leyes y ceremonias que debían ser cumplidas no solo a nivel de la vida individual sino por toda la sociedad. <br />
<br />
En el Antiguo Testamento, Israel es llamado el Hijo de Dios (Ex. 4:22), su esposa (Ez. 16:6-14), la niña de sus ojos (Deut. 32:10), su vid (Is. 5:1-7, Nah. 2:2), su rebaño (Ez. 34). En cada uno de estos nombres, dios presagia el trabajo que Él eventualmente haría por medio de Jesucristo y su iglesia. <br />
<br />
Etimológicamente, existe una conexión entre la palabra empleada en el Antiguo Testamento para “asamblea”, ''qahal'' , y la palabra del Nuevo Testamento que se traduce por “iglesia”, ''ekklesia''. La traducción griega del Antiguo Testamento, la LXX, traduce ''qahal'' en Deut. 4:10 y en otras partes como ''ekklesia''. (Compare Deut. 4:10 y Hech. 7:38).<br />
<br />
Esta palabra para asamblea, ''qahal'', está estrechamente asociada en el Antiguo Testamento con el pueblo elegido de Dios: Israel. La sustanciosa asociación entre la asamblea de Dios y el pueblo elegido de Dios se transfiere al Nuevo Testamento mediante la palabra empleada para denotar, ahora, al pueblo de Dios: ''la iglesia''.<br />
<br />
La iglesia es, literalmente, una asamblea (ver He. 10:25). Es la asamblea de Dios porque Dios mora con la iglesia. Y la iglesia está compuesta de gente que está empezando a conocer el cambio de rumbo de los efectos de la caída. Luego, tanto los miembros de Israel como los de la iglesia reciben destellos de la gloria que espera al pueblo de Dios. <br />
<br />
Isaías vió y oyó a los serafines decirse unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Is. 6:3)<ref>A menos que se indique lo contrario, todas las Escrituras citadas en este capítulo son tomadas de Nueva Versión Internacional (NVI).</ref> Luego Juan encuentra lo que parece ser la misma asamblea celestial cuando el oye a los ángeles, criaturas vivas y a los ancianos cantando, "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" (Apo. 5:12). Aunque las visiones de Isaías y Juan fueron únicas, Pablo le dijo a los corintios que los no creyentes percibirían al mismo Dios trabajando entre ellos: "¡Realmente Dios está entre ustedes!" (1 Co14:25). El cielo se muestra en la tierra en la asamblea de Dios, la iglesia.<br />
<br />
Los cristianos están divididos en cuanto a cuán estrechamente podría ser identificado Israel con la iglesia<ref> Esta distinción es fundamental para la teología y escatología del dispensacionalismo. John F. Walvoord. The Millennial Kingdom. (Grand Rapids: Zondervan, 1959).</ref>. El Nuevo Testamento identifica, de manera explícita, a Israel y la iglesia en un solo lugar. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a “todos los que siguen esta norma” en las iglesias de Galacia con el título “el Israel de Dios”. Mientras algunos sugieren que “el Israel de Dios” se refiere específicamente a los judíos que pertenecían a las iglesias predominantemente gentiles de Galacia, otros están convencidos que en la misma carta Pablo se refiere a todos los cristianos, judíos y gentiles como “la semilla de Abraham” (Gál. 3:29), indicando que el vínculo entre Israel y la iglesia es deliberado.<br />
<br />
Las distinciones del pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos son obvias. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era étnicamente distinto, en el Nuevo Testamento ellos son étnicamente mezclados. En el Antiguo Testamento ellos vivían bajo su propio gobierno con leyes dadas por Dios, en el Nuevo Testamento ellos viven bajo los gobernantes de las naciones. En el Antiguo Testamento se exigía la circuncisión de los descendientes varones, en el Nuevo Testamento se reclama el bautismo de todos los creyentes. <br />
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La continuidad entre Israel y la iglesia es un tema muy controversial. Hechos 15 es un pasaje particularmente significativo sobre este tema. En el concilio de Jerusalén, Santiago citó una profecía de Amós (9:11-12) que promete que la tienda caída de David será restaurada y que Israel tomará posesión de todas las naciones que llevan el nombre del Señor. Santiago afirma que esta profecía apunta hacia las circunstancias presentes de la iglesia y la reciente influencia de los creyentes gentiles. “Los apóstoles y ancianos” (Hech. 15:6) se reunieron para considerar, precisamente, la cuestión de los creyentes gentiles y concluyeron aceptando que la reciente influencia de los creyentes gentiles en la iglesia era el cumplimiento de la profecía acerca de los Gentiles viniendo a Israel<ref> Esto debería ser similar a la forma como el autor de ''Hebreos'' parece recordar, en Hebreos 8, la profecía de Jeremías 31 relativas a las casas de Judá e Israel como satisfechas (o cumplidas) en la iglesia.</ref>.<br />
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Aunque Israel y la iglesia no son idénticos, están estrechamente relacionadas, y están relacionadas mediante Jesucristo (Ef. 2:12-13). Israel fue llamado a ser el siervo del Señor pero le fue infiel. Por otra parte, Jesús fue un siervo fiel (Mt. 4:1-11). Tanto los templos de Salomón y Esdras como la visión de Ezequiel, apuntan hacia Cristo Jesús cuyo cuerpo constituye el supremo tabernáculo terrenal del Espíritu de Dios. También encontramos que la tierra de Israel, especialmente la ciudad de Jerusalén, apunta hacia la redención de toda la tierra. El cielo mismo es señalado como la nueva Jerusalén. La iglesia multinacional satisface la promesa dada a las doce tribus de Israel (ver Apo. 7). Y la ley del Antiguo Testamento encuentra su cumplimento en Cristo (Mt. 5:17). Cristo es el cumplimiento de todo aquello a lo que aspira Israel y la iglesia es el Cuerpo de Cristo.<br />
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Por último, se debe señalar que Dios ha tenido concretamente un plan para glorificar su nombre mediante grupos de personas que Él ha específicamente elegido y tomado como suyos<ref> Ver George Eldon Ladd, ''The Gospel of the Kingdom'' (Grand Rapids: Eerdmans,1959), 120. Para puntos de vista opuestos ver la tradicional posición dispensacionalista representada por Walvoord en ''The Millennial Kingdom'', entre otras.</ref>. “La historia de la iglesia comienza con Israel, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.”<ref> Edmund Clowney, ''The Church'' (Downers Grove: Inter Varsity, 1995), 28.</ref><br />
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''Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento: Iglesia''<br />
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En un punto particularmente bajo en la degeneración moral de Israel, el escritor de Jueces describe a la nación como “el pueblo de Dios” (Jue. 20:2, Comparar con 2º S 14:13)<ref>עם אלהים</ref> El equivalente griego de esta frase <ref>θαῤῥέωθεός</ref> es usado por el escritor de Hebreos para describir el pueblo de Israel con quien Moisés se identifica en lugar de hacerlo con el linaje del Faraón (He. 11:25). Esta misma frase es usada previamente (He. 4:9) para referirse a los cristianos. Escribiéndole a los cristianos del primer siglo, Pedro también emplea esta frase, diciéndole a sus lectores: “antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”<ref>λαόςθεός</ref> (1ª P. 2:10).<br />
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En el Nuevo Testamento, la palabra traducida como ''iglesia'' puede ser usada para describir tanto una congregación local como todos los creyentes en cualquier parte. En el uso contemporáneo, la palabra también se emplea para designar edificaciones y denominaciones. En estas últimas acepciones, la palabra ''iglesia'' no es equivalente a la palabra griega del Nuevo Testamento<ref> William Tyndale normalmente traduce ''ekklesia'' como “congregación”.</ref>. <br />
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La palabra que se traduce como ''iglesia'' aparece 114 veces en el Nuevo Testamento<ref>3 veces en Mateo, 46 veces en las cartas paulinas, 23 veces en Hechos, 2 veces en Hebreos, una en 3ª Juan, una en Santiago y 20 veces en Apocalipsis. </ref>. Ninguna otra palabra se traduce al español como ''iglesia''. Pero la palabra ''ekklesia'' fue usada en los tiempos del Nuevo Testamento para describir más que las asambleas de cristianos. La palabra se usaba frecuentemente en las ciudades griegas para referirse a asambleas convocadas para realizar tareas específicas. En Hechos 7:38 y Hebreos 2:12 se usa'' ekklesia'' para describir asambleas del Antiguo Testamento. Lucas usó ''ekklesia'' tres veces en Hechos 19 para describir la conmoción de la multitud reunida en un anfiteatro de Éfeso enfrentada a Pablo (Hechos 19: 32, 39, 41). Las 109 veces restantes se refieren a la asamblea de cristianos.<br />
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Jesucristo fundó su propia asamblea, su propia iglesia. Conforme a los Evangelios, Cristo llamó por primera vez a su pueblo ''“mi iglesia”'' en Mateo 16:18. Adán nombró a su prometida, Jesucristo nombró a la iglesia. En su enseñanza registrada, Cristo nombró a la iglesia dos veces: Mateo 16:18 y 18:17. Ya que Jesús sobreentendía que Él era el Mesías, sus referencias a su iglesia contienen casi totalmente la idea Hebrea de ''qahal ''o'' “asamblea''."<ref>La Septuaginta traduce la palabra Hebrea ''qahal'' con la palabra Griega ''ekklesia'' setenta y siete veces.</ref> El Mesías era esperado para establecer su asamblea mesiánica, por tanto, a lo largo de los Evangelios Cristo selecciona a aquellos que fueron fieles para reconocerlo y seguirlo.<br />
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En el libro de los ''Hechos'', Lucas usualmente usa el término ''ekklesia''<ref>Quizás la única excepción sea Hechos 9:31. A lo mejor a este uso único se deba a la iglesia de Jerusalén, la cual, aunque había sido dispersada continuaba considerándose como una unidad.</ref> para señalar asambleas locales específicas. Así es como el designó las asambleas en Jerusalén, Antioquia, Derbe, Listra y Éfeso. Estas iglesias seleccionaron y enviaron misioneros (ver Hechos 15:3). Lucas también cita a Pablo describiendo a la iglesia como comprada ''“con la propia sangre”'' de Dios (Hechos 20:28).<br />
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Pablo con frecuencia se refiere a la iglesia (o iglesias) de Dios (ver 1ª Co 1:2; 10:32; 11:16, 22; 15:9; 2ª Co 1:1; Gal 1:13; 1ª Tes 2:14; 2ª Tes 1:4) o la iglesia (o iglesias) de Cristo (ver Ro 16:16; Gal 1:22). El se identifica a sí mismo como un antiguo perseguidor de la iglesia (Fil 3:6 comparar con 1ª Co 15:9) y su ministerio apostólico se centró en plantar y edificar iglesias. Las cartas de Pablo (particularmente a los Corintios) están llenas de instrucciones para los primeros cristianos sobre su comportamiento en sus asambleas. “Cuando el habla de ἐκκλησία piensa, en primer lugar, de la asamblea concreta, en un lugar específico, de aquellos que han sido bautizados…<br />
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Declaraciones eclesiológicas que trasciendan el nivel de asamblea local son raras en las cartas de Pablo<ref>J. Roloff, “ἐκκλησία” enNIDNTT (Grand Rapids: Eerdmans, 1990) 1:412-13.</ref>. En Efesios y Colosenses, Pablo, relaciona e identifica íntimamente a Jesucristo con las iglesias (ver Ef 2:20; 3:10-12; 4:15, Col 1:17-18, 24; 2:10), particularmente usando las imágenes de marido-esposa y cabeza-cuerpo para describir la relación de Cristo con la iglesia (Col 3:18 y siguientes, Ef. 5:22-33). La intención de Dios “es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).<br />
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El libro de Hebreos menciona a la iglesia una vez (He 12:23) refiriéndose a una asamblea terrenal con un destino celestial<ref> Hebreos 2:12 como referencia a una asamblea del Antiguo Testamento fue mencionada antes.</ref>. Santiago, también se refiere a una asamblea local y a sus ancianos en Stg 5:14. La 3ª carta de Juan presenta una imagen de una congregación particular y de sus conflictos con un falso maestro y líder. Aparte de Pablo y del libro de Hechos, es el libro de Apocalipsis el que presenta la mayor ocurrencia de la palabra iglesia o su plural que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Excepto por una referencia en el último capítulo, todas ellas ocurren en los tres primeros capítulos. La palabra es usada catorce veces en estos capítulos iniciales de modo tal que inician o culminan la carta particular destinada a cada una de las siete iglesias (ver Apo 2:1, 7-8, 11-12, 17-18,29; 3:1, 6-7, 13-14, 22). La palabra no se vuelve a usar hasta 22:16 donde Jesús declara que Él ha enviado su ángel “para darles a ustedes testimonio de estas cosas que conciernen a las iglesias”. Así que el mensaje de este libro desde el capítulo 4 hasta el 22 trata, y es significativo, para las iglesias locales.<br />
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Muchas de las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la naturaleza de la iglesia pueden ser deriva das de las imágenes usadas para la iglesia. Paul Minear en su clásico trabajo ''Imágenes de la Iglesia en el Nuevo Testamento'' señala 96 imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento.<ref> Paul Minear ''Images of the Church in the New Testament'' (Filadelfia: Westminster, 1960).</ref> Aunque el número 96 pude no ser correcto según el teólogo católico romano Avery Dulles en su reciente trabajo ''Modelos de la Iglesia,'' está de acuerdo en que los autores del Nuevo Testamento usaron una gran cantidad de imágenes.<ref>Avery Dulles, ''Models of Church,'' 2ª ed. (New York: Image, 1987).</ref> Dios ha inspirado múltiples imágenes, cada una de las cuales ofrece una perspectiva diferente y ninguna de ellas debe prevalecer en nuestra concepción de manera tal que se pierda la comprensión profunda y esencial del término. Aunque todas son inspiradas, no son intercambiables ni son todas ellas globales en su presentación de la naturaleza y misión de la iglesia. Las grandes imágenes son familiares: la iglesia como el pueblo de Dios, la nueva creación, el compañerismo o comunión en la fe, y por supuesto, el Cuerpo de Cristo. <br />
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Ninguna de estas imágenes niega los aspectos institucionales de la iglesia, pero su número y variedad apunta hacia cierto misterio en la naturaleza de la iglesia. La iglesia es la heredera del evangelio (como se muestra en Hechos). La iglesia es el siervo obediente (bosquejado en Isaías). La iglesia es la esposa de Cristo (Apo. 19-20). La iglesia es una edificación (Ef. 2:21; 1ª P. 2). La iglesia es el templo (1ª Co 3:16). La iglesia es la comunidad de personas que vive en los últimos días contados a partir del ministerio terrenal de Cristo y la llegada del Espíritu. Se pueden citar muchas otras imágenes de la iglesia tales como “la sal de la tierra” (Mt. 5:13) o “la carta de Cristo” (2ª Co 2:2-3). Pero la mayor consideración debe dársele a cuatro grupos importantes de imágenes. <ref>Otra vía familiar de categorizar las imágenes de la iglesia en el Nuevo Testamento ha sido el uso de la estructura trinitaria del pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y la morada del Espíritu Santo. </ref><br />
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Primero, la iglesia es ''el pueblo de Dios.'' Esta imagen ya fue considerada en el trasfondo cultural del Antiguo Testamento. También está presente en el Nuevo Testamento. Pedro usa esta expresión para alentar a los lectores de su primera epístola (1ª P. 2:9-10); comparar con Ro 9:25-26; Os 1:9-10; 2:23). Estos primeros cristianos estaban batallando con la a veces dolorosa distinción de elegir entre su identidad en Cristo o ser como los del mundo pagano. El lenguaje de Pedro de un templo constituido por piedras vivas de vidas cristianas y Cristo mismo como la piedra angular (1ª P. 2:4-6), le recuerda a estos desmoralizados cristianos que ellos eran el pueblo de Dios, creados por Su gracia como un solo pueblo. El pueblo de Dios se fundamenta, exclusivamente, en Él y sus actos. <br />
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Muchas conexiones con el Antiguo Testamento: la semilla de Abraham (Gal 3), la nación santa (1ª P. 2), Israel (Ro:9-11), confirman el status de la iglesia como el pueblo de Dios.<br />
Otra imagen importante describe la iglesia como ''la nueva creación.'' Muchos cristianos evangélicos piensan en la nueva creación en conexión con el lenguaje explícito de Pablo en 2ª Co 5:17 “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Ellos asocian esto, de manera automática, con la conversión individual del creyente. Pero la imagen de la nueva creación es tanto individual como colectiva. En el Nuevo Testamento, la resurrección de Cristo se presenta como los primeros frutos de entre los muertos (1ª Co 15:20-23). Y en su resurrección, la gran resurrección final ha comenzado. En todas estas referencias, están presentes imágenes del Reino de Dios. Dios nos está obsequiando un nuevo comienzo, una nueva creación por medio de Cristo.<br />
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Una tercera imagen importante usada por la iglesia se basa en la idea de ''comunión''. Las salutaciones de las cartas de Pablo presentan a los cristianos a quienes van dirigidas como compartiendo cualidades distintivas del mundo que los rodea. Así, en 1ª Co 1:2, Pablo escribe: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros.” Los cristianos de Corinto, como los cristianos de cualquier parte, comparten el status de estar apartados para los propósitos especiales de Dios. <br />
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Asimismo, los cristianos de todas partes, son llamados conjuntamente a la santidad. Jesús oró para que sus seguidores conocieran tal comunión (Jn 17). Encontramos esta comunión en las cartas paulinas y en el libro de Hechos. Mucho del material de las epístolas representa el desarrollo de esta vida en común, como los autores pretenden estimular a los creyentes para que interactúen de manera que glorifiquen a Dios y reflejen su status compartido de seguidores de Cristo, de discípulos de Cristo y de amigos de Cristo (Jn 15:15, Lc 12:4).<br />
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Finalmente, la comunión entre los cristianos en la iglesia se basa en la unión de los creyentes con Cristo. De acuerdo al Nuevo Testamento, por dicha unión, los cristianos viven con Cristo, sufren con Cristo, son crucificados con Cristo, mueren con Cristo, serán resucitados con Cristo y son glorificados con Cristo.<br />
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La imagen postrera, y quizás la más conocida, es la iglesia como ''el cuerpo de Cristo''. Pablo escribió en 1ª Co 10: 17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”. El usa esta imagen en un largo pasaje (1ª Co 12-14) para describir la diversidad de dones en el cuerpo único de la iglesia. En Efesios 3, Pablo argumenta que los creyentes tanto Gentiles como Judíos, pertenecen al mismo cuerpo. ¿Inventó Pablo esta imagen? ¡No! Le fue dada en su conversión, cuando el Cristo resucitado le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4).<br />
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Otra imagen del Nuevo Testamento digna de ser considerada brevemente es ''el Reino de Dios,'' una metáfora relativa al gobierno o reino de Dios. Jesucristo enseñó a sus seguidores a orar: “'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6:9-10). El asunto que surge naturalmente en nuestro contexto es si el reino es idéntico a la iglesia o si ¿es una imagen como las otras? Aunque la teología católico-romana tiende a identificar reino e iglesia, en las Escrituras se establece una distinción entre el reino de Dios (presente y futuro) y la iglesia. El reino de Dios se refiere más específicamente al gobierno o preeminencia de Dios. George Eldon Ladd señala:<br />
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<blockquote>El Reino no se identifica con sus súbditos. Ellos son el pueblo que se acercó a Dios, se sometió y vive gobernado por Él. La iglesia es la comunidad del Reino pero en ningún caso el Reino mismo. Los discípulos de Jesús pertenecen al Reino así como el Reino les pertenece a ellos, pero ellos no son el Reino. El Reino es el gobierno de Dios; la iglesia es una asociación de hombres. <ref> George Eldon Ladd, ''A Theology of the New Testament.'' Ed. Rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1993).</ref></blockquote><br />
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En el libro de los Hechos, los apóstoles no predican la iglesia, ellos predican el Reino de Dios<ref>Ver por ejemplo, Felipe en Hech. 8:12 y Pablo en 19:8; 28:23.</ref>.<br />
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La iglesia, entonces, es la ''koinonía''<ref>κοινωνέω</ref>, o comunión, de gente que ha aceptado y entrado al Reino de Dios. Este reino no está formado por naciones ni familias, sino por individuos (Mr 3:31-35; Mt 10:37). Según la parábola de Jesús en Mt 21, el reino de Dios fue quitado a los judíos y dado a un pueblo, como dijo Jesús, “que dará frutos” (Mt 21:43; Hech. 28:26-28; 1ª Tes 2:16). La relación entre el Reino y la iglesia puede, por lo tanto, definirse de la siguiente manera: El Reino de Dios crea la iglesia. Los verdaderos cristianos constituyen un Reino en su relación con Dios con Cristo como su Señor y una Iglesia en su separación del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica los unos con los otros. <ref> Louis Berkhof, ''Sistematic Theology''. (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), 569. </ref><br />
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Mateo 16:19 presenta un texto particularmente importante para comprender la relación entre el reino y la iglesia. Jesús prometió a sus discípulos: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19). Más allá de lo que con exactitud signifique la promesa de las llaves del reino, el poder del reino, es en efecto delegado en la iglesia. “El reino es la obra de Dios. Ha venido al mundo por Jesucristo; trabaja en el mundo mediante la iglesia. Cuando la iglesia haya proclamado el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, Cristo regresará y traerá el reino en gloria”. (Mt 24:14) <ref>George Eldon Ladd, “Kingdom of God,” in EDT, 2nd ed., ed. Walter Elwell (Grand Rapids: Baker, 2001), 611; cf. Berkhof, Systematic Theology, 568–70.</ref><br />
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====Atributos de la Iglesia: Una, Santa, Universal, Católica====<br />
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El Credo Niceno – Constantinoplano, establecido por el Concilio de Constantinopla en el año 381 D.C., afirma que los cristianos creen en “una, santa, católica y apostólica iglesia”. Estos cuatro adjetivos (''notae ecclesiae'') han sido usados históricamente para resumir las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia.<ref>Para mayores detalles ver Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, Mark E. Dever, ''The Church: One, Holy, Catholic and Apostolic'' (Phillipsburg: Presbyterian and Reformed, 2004).</ref><br />
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La iglesia es ''una'' y es una porque Dios es único. Los cristianos se han caracterizado, siempre, por su unidad (Hech. 4:32). La unidad de los cristianos en la iglesia va a ser una de las características de la iglesia, y una señal para el mundo que refleja la unidad de Dios mismo. Luego, las divisiones y los conflictos son escándalos particularmente serios. Pablo escribió a los Efesios “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”. (Ef 4:4-6). En 1ª Corintios 1, Pablo argumenta sobre la unidad de los cristianos basado en su unidad en Cristo. En Romanos 12 y 1ª Corintios 12, Pablo enseña que hay un cuerpo. Y en Gálatas 3:27-28 Pablo dice que los cristianos son uno en Cristo Jesús, independientemente de su origen étnico. Las enseñanzas de Pablo reflejan las mismas enseñanzas de Cristo de que hay una manada (Jn 10:16). Asimismo Cristo oró en Juan 17 para que sus seguidores fuesen uno (permanecieran unidos).<br />
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Hans Kung ha dicho que la iglesia es una aunque está desagrupada<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Esta unidad no es visible a nivel organizacional; es una realidad espiritual, consiste en la camaradería de los verdaderos creyentes que comparten en el Espíritu Santo. Se hace visible cuando los creyentes comparten el mismo bautizo, participan de la misma cena y ven hacia adelante que compartirán una ciudad celestial. La iglesia en la tierra experimenta esta unidad solamente cuando están unidos con la verdad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. <br />
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La iglesia es ''santa'' y es santa porque Dios es santo (Lev 11:44-45; 19:2; 1ª P. 1:14-16). La santidad de la iglesia describe tanto la declaración de Dios respecto a su pueblo como el trabajo progresivo del Espíritu. Después de todo la iglesia es la morada del Espíritu Santo y está compuesta por los santos que han sido apartados por Dios para ser usados por Él (1ª Co 1:2). Luego, la santidad de la iglesia es fundamentalmente la santidad de Cristo; al mismo tiempo, la santidad de Cristo se reflejará en la santidad de la iglesia (Ro 6:14; Fil 3:8-9). Cristo “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”. (Ef 5:26 -27).<br />
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En esta era la iglesia no alcanzará la santidad de manera perfecta. “El Señor trabaja diariamente para alisar las arrugar y limpiar las máculas. De aquí sigue que la santidad de la iglesia no es completa todavía. La iglesia es santa en el sentido que cada día avanza pero no es, aún, perfecta”<ref>Küng, The Church, 320.</ref>. Pero el status de santidad que la iglesia posee en virtud de la declaración de Dios también separa a la iglesia del mundo para el servicio a Dios.<br />
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En consecuencia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la santidad entre el pueblo de Dios para que puedan realizar el servicio al cual han sido llamados (Deut 14:2; 1ª Co 5-6; 2ª Co 6:14-7:1). Ciertamente una iglesia que se resigna a lo dañino fracasa estrepitosamente. Este status de santidad consiste en ser apartado, no en ser separado; con lo cual, este estado de santidad se expresa en acciones en este mundo.<br />
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La iglesia es ''universal'' y es universal porque Dios es el “Señor de toda la tierra” (Jos 3:11,13; Sal 97:5; Miq 4:13; Zac 4:14; comparar con Jer 23:24) y “Rey de las naciones” (Apo 15:3). La iglesia es universal en lo que respecta a su expansión en el espacio y el tiempo. La universalidad es el único de estos cuatro atributos que no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sin embargo esta descripción se deriva de una reflexión sobre la verdadera iglesia. ''Católica'' es la vieja palabra usada para describir este atributo. Sin embargo, debido a que esta palabra se asocia con la Iglesia de Roma, ''universalidad'', proporciona una mejor traducción de la palabra griega usada originalmente en la doctrina, ''katholikein''<ref>kaqolikhin</ref>. Universalidad no es propiedad de ningún grupo de verdaderos cristianos. En la carta de Ignacio de Antioquia a los Esmirnios a principios del siglo II D.C., el escribió “donde está Jesucristo, está la iglesia universal”. A partir del siglo III D.C. la palabra se usó como sinónimo de “ortodoxo” en oposición a “herético”, “cismático” o “novedoso”.<br />
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Mientras cada iglesia local fiel a las Escrituras es parte de la iglesia universal, y constituye en sí misma una iglesia, ninguna iglesia local puede abrogarse la representación de la iglesia universal. Por lo tanto, los cristianos deben tener mucho cuidado en sus supuestos de exactitud de las doctrinas o prácticas que pueden, de hecho, ser característicos de su tiempo y lugar. Desde la inclusión de los Gentiles en la iglesia del primer siglo, la iglesia ha obedecido el mandato de Cristo de difundir el evangelio a todas las naciones, de tal manera que la iglesia finalmente estará integrada por gente de todas las naciones. “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apo 5:9).<br />
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La continuidad de la iglesia en el espacio y el tiempo impide que la iglesia permanezca cautiva de cualquier segmento de ella. La iglesia, tanto en sus manifestaciones locales como universal, pertenece a Cristo y sólo a Cristo.<br />
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La iglesia es ''apostólica'' y es apostólica porque fue fundada sobre la Palabra de Dios dada a los apóstoles y es fiel a ella. Al principio de Su ministerio público, Jesús “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lc 6:13). Hacia el final de su ministerio, Jesús oró “"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos [los apóstoles]” (Jn 17:20). Desde los apóstoles hasta el día de hoy, el evangelio que ellos predicaron se ha conservado como herencia. Ha ocurrido una sucesión de enseñanza apostólica basada en la Palabra de Dios. Pablo dijo a los creyentes Efesios que ellos habían sido “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:20). La sucesión que continuó el fraguado de este fundamento puede no haber involucrado siempre la transmisión persona a persona pero ha sido una sucesión de fiel enseñanza de la verdad. Escribiendo a los Gálatas, Pablo enfatiza que la fidelidad al mensaje del evangelio que él les ha dado debe reemplazar a cualquier fidelidad personal hacia él (Gál 1:6-9). <br />
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¿Qué significa esto hoy en día si los apóstoles desaparecieron hace mucho tiempo? Edmund Clowney lo dice brevemente: “Menoscabar la autoridad de las Escrituras es destruir el fundamento apostólico de la iglesia” . La continuidad física de una línea de pastores-ancianos desde los apóstoles de Cristo hasta el presente, es insignificante comparado con la continuidad entre la enseñanza en las iglesias actuales y la enseñanza de los apóstoles . La iglesia sólo existe con la enseñanza de los apóstoles, tal como Pablo le dice a Timoteo: “columna y fundamento de la verdad” (1ª Tim 3:15). Estos cuatro argumentos han sido usados ampliamente para expresar las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia. Ellas son las albricias y tareas de la iglesia.<br />
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<blockquote>La iglesia ya es una. Pero esta unidad debe hacerse más visible en… fe y práctica. La iglesia ya es santa en origen y fundamentos, pero debe esforzarse en producir frutos de santidad en esta estancia temporal en el mundo. La iglesia ya es católica pero debe buscar la plena medida del catolicismo asimilando las protestas válidas contra los abusos de la iglesia… en su propia vida. La iglesia ya es apostólica pero debe ser más conscientemente apostólica permitiendo que el evangelio reforme y aún modifique sus consagrados ritos e interpretaciones. </blockquote><br />
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====Las Señales Distintivas de la Iglesia====<br />
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A través de los siglos, los cuatro atributos de la iglesia han sido reunidos y frecuentemente reemplazados por dos señales distintivas que definen la iglesia local . Estas dos señales distintivas son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración del Bautismo y la Cena del Señor. De hecho, una eclesiología bíblica puede perfectamente organizarse y presentarse bajo estas dos señales puesto que satisfacen plenamente la creación y la preservación de la iglesia. Aquí está la fuente de la verdad de Dios que da vida a su pueblo y aquí está la gloriosa vasija que contiene y exhibe este glorioso trabajo. La iglesia se desarrolla por la correcta predicación de la Palabra. La iglesia se distingue por; y está sujeta a, la correcta administración del bautismo y de la Cena del Señor.<br />
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Debe advertirse que esta última señal presume e implica la práctica de la disciplina en la iglesia. El resto de esta sección está dedicado a una investigación de las enseñanzas bíblicas sobre una iglesia organizada en función de estos dos parámetros: primero, la correcta predicación de la Palabra de Dios; segundo, la correcta administración de las ordenanzas. También se considerarán varias implicaciones de la correcta administración de las ordenanzas tales como la membrecía, el gobierno, la disciplina, la misión y el propósito de la iglesia.<br />
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La Predicación Correcta como Señal de una Verdadera Iglesia <br />
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En las Escrituras, el pueblo de Dios es creado por la revelación que Dios hace de sí mismo. Su Espíritu acompaña a Su Palabra y trae vida. <br />
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El tema “vida mediante la Palabra” está claro en ambos Testamentos. En el Antiguo Testamento, Dios crea la vida en Génesis 1 por medio de su aliento. Dios habló y el mundo y todos los seres vivos fueron creados. En Génesis 1:30, se describe a las criaturas vivas como las que “tienen el aliento de vida ” en ellas. Tan es así que luego, en Génesis 2:20, Dios sopló el mismo aliento de vida en aquellas criaturas hechas especialmente a su imagen: hombres y mujeres.<br />
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Después que el primer hombre y la primera mujer fueron alejados de Dios por su rebelión contra Él, Dios los sostuvo a ellos y sus descendientes por medio de su Palabra. De esta manera les fue dada una palabra de promesa en Génesis 3:15. De nuevo, en Génesis 12 Su palabra llamó a Abram de Ur de Caldea a ser el progenitor del pueblo de Dios. En Éxodo 3:4, Dios llamó a Moisés con Su palabra a llevar a su pueblo fuera de Egipto. En Éxodo 20, Dios da a su pueblo “los diez mandamientos”, y a lo largo del Pentateuco, la Palabra de Dios fue la influencia para moldear a su pueblo. Desde el principio hasta el fin del Antiguo Testamento, Dios ministró a su pueblo mediante su Palabra. Él los creó y re-creó mediante las enseñanzas de la ley por los sacerdotes y por la orientación inspirada de los profetas.<br />
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Ezequiel 37 presenta una imagen dramática de la re-creación en particular. El pueblo de Israel estaba en el exilio, es representado como un ejército tan devastado que de él sólo quedaban los huesos. Dios le ordenó al profeta Ezequiel que le predicara a esos huesos. Conforme Ezequiel lo hizo, el Espíritu de Dios acompañaba las palabras de Ezequiel y los huesos cobraron vida.<br />
<br />
Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida! Entonces el Señor me dijo: "Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: Esto ordena el Señor omnipotente: “Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan”. Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ez 37:7-10).<br />
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Pasando al Nuevo Testamento, la Palabra de Dios de nuevo juega un papel central como dadora de vida. Tanto es así que la eterna Palabra de Dios, el Hijo de Dios, fue encarnado para la salvación del pueblo de Dios (Jn 1). Jesús vino tanto a predicar la Palabra de Dios, a encarnarla excepcionalmente, como a cumplir la voluntad de Dios mediante su vida perfecta, su muerte expiatoria y su triunfante resurrección. Él fundó su iglesia e instruyó a sus seguidores a ir a todas las naciones a predicar el evangelio, el mensaje de reconciliación con Dios por medio de Él (Mt 28:18-20). Por lo tanto, Pablo pudo escribir: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). El mensaje consistente de las Escrituras es que Dios creó a su pueblo y los trae a la vida por medio de su Palabra.<br />
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La correcta predicación de la Palabra de Dios que crea la iglesia, no es solo la Palabra que viene de Dios sino la Palabra acerca de Dios. Tal como el llamado a escuchar, la shema judía dice: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”. (Deut 6:4). Inmediatamente después de esta declaración acerca de Dios está el imperativo mandato que señala la respuesta requerida del pueblo de Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut 6:5). Cuando se le preguntó a Jesús cual era el mandamiento más importante, eso, fue lo que dijo (Mr 12:29-33; Mt 22:37; Lc 10:27). No solamente se repite en el Antiguo y el Nuevo Testamentos (2º Cr 15:12; Is 44:6-8; Jn 17:3; 1ª Co 8:5-6; Stg 2:19); sino que resume toda la ley, y fundamentalmente, delimita la identidad de aquellos que pertenecen a Dios. Cuando el pueblo de Dios oiga acerca de Dios y de lo que Él exige, responderá.<br />
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En este sentido, una correcta comprensión de Dios proporciona la estructura adecuada para la sana predicación. Todo lo que el predicador enseña debe estar encuadrado y debe coincidir con el entramado de la teología bíblica que enseña tanto al predicador como a la congregación acerca de Dios y de lo que Él espera de la humanidad. Después de todo, una correcta comprensión de Dios es el único fundamento válido para la iglesia. Y Dios siempre se ha revelado a sí mismo por medio de su Palabra: su Palabra escrita, su Palabra encarnada, y su Palabra predicada. Esta es la tarea de la iglesia: proclamar la Palabra de Dios.<br />
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En una sección inicial de este libro, se ha tratado extensamente la naturaleza y los atributos de Dios, aún así, es apropiado revisar el carácter de Dios a la luz de su rol fundamental en la predicación y la existencia de la iglesia. De acuerdo a la Biblia, la iglesia tiene como su Creador y Señor; y como su centro, al Dios de la Biblia. Este Dios es creador, santo, fiel, amoroso y soberano. Este Dios de la Biblia está reconocido como el gran iniciador. Esto significa que Él es el Creador del mundo y el donante de todo lo que existe. Esto también significa que es el autor de la salvación de la iglesia (He 2:10). La salvación ofrecida dentro de la iglesia mediante la Palabra predicada no es, en un principio, de la iglesia. La iglesia simplemente actúa como el medio, el instrumento, mediante el cual el gran Creador y Elector, Dios, llama a su pueblo a Él. El pueblo de Dios existe porque es Su voluntad (Ef 1:9-14).<br />
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El Dios de la Biblia es también el Dios Santo. La santidad es un atributo del propio carácter de Dios, su naturaleza y la naturaleza de todas sus obras. Por supuesto, la santidad de Dios es un problema para la gente pecadora porque separa a todo el género humano de Dios. Además, caracteriza la unicidad de Dios y su Gracia. Sin esta santidad – su absoluta pureza moral- Dios no sería Dios. Y Él ha creado un pueblo llamado a reflejar su carácter santo mediante vidas conocidas por su santidad. (Lv 11: 44-45; 19:2; 20:7; 1ª P. 1:16).<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios fiel. Él mantiene sus promesas. Cuando Él promete hacer su propio pueblo, lo hará. El Antiguo y el Nuevo Testamentos son una grandiosa y a veces elaborada narración de Dios haciéndole promesas a su pueblo y cumpliendo Sus promesas a su pueblo. De la promesa de perdonar (Éx 34:6-7) a la promesa de prometer un profeta como Moisés (Deut 18:15-19), las promesas de Dios del Antiguo Testamento fueron cumplidas a su pueblo en el Nuevo Testamento mediante la persona y obra de Jesucristo. Jesús es la redención y el cordero, el profeta y el sacerdote, el segundo Adán y el Hijo fiel. Por todas estas vías Dios hace su propio pueblo.<br />
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El Dios de la Biblia es un Dios amoroso. Pero este amor sólo puede ser comprendido plenamente cuando se contrapone a la santidad porque Su amor proporciona lo que la santidad demanda. Si prescindimos de la santidad de Dios, la iglesia no necesita existir. Es decir, si Dios no es apartado, su pueblo no necesita ser apartado. Pero apartada del amor de Dios, la iglesia no podría existir. Solamente Dios mismo puede apartar a su pueblo y por qué tendría Dios que apartarles si no es porque los ama. Por lo tanto, la totalidad del mensaje que Dios trae a su pueblo puede resumirse como discernimiento y gracia, santidad y misericordia, pecado humano y perdón divino a través de Cristo. Porque de tal manera amó Dios al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16).<br />
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Y el Dios de la Biblia es un Dios soberano. Tanto es así que Jesús enseñó a sus discípulos a orar acercándose al Dios Padre como el Rey soberano: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). El Dios que es Creador y Señor de la iglesia es también Creador y Señor de todo lo que ha sido hecho. Su gobierno será reconocido al final de los tiempos de una manera u otra. Algunos saludarán su venida con gritos de alegría y regocijo, otros con puños y dientes apretados en resentimiento y enojo. Pero todos reconocerán que Él es soberano. En este sentido, la iglesia no ha roto con este Mandato y se mantiene como un anticipo del cielo.<br />
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Este es el Dios a quien su pueblo está obligado a amar. Todos los demás dioses son una creación de la mente humana y están destinados a desaparecer como cualquier otra ilusión. El Dios de la Biblia debe ser el fundamento y la estructura de toda la enseñanza y predicación en la iglesia.<br />
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Si una correcta teología de Dios proporciona la estructura, o tejido, para la buena enseñanza; entonces, enfocarse en el evangelio proporciona el centro de la sana doctrina. Como hemos visto, las falsas enseñanzas acerca de Dios separan al pueblo de Dios de Él y construyen una comunidad alrededor de un ser que no existe.<br />
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Más aún, si el “dios” predicado no se ofende con el pecado y no castiga a los pecadores entonces el propio evangelio está en corto-circuito. La gente es guiada de una manera que pone en peligro su salvación. La correcta enseñanza de la verdadera iglesia, por tanto, está centrada en la correcta comprensión del evangelio.<br />
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La sana enseñanza del evangelio, a su vez, requiere una adecuada comprensión no solo de Dios sino también de la humanidad. Si la enseñanza de la iglesia describe la gente como espiritualmente enferma, no muerta espiritualmente, el evangelio ha sido distorsionado. Si los congregantes son considerados como consumidores anhelantes de crecimiento espiritual, no como rebeldes delante de un Dios santo, entonces, probablemente se ha olvidado el evangelio. Tales iglesias construyen comunidades alrededor de cualquier otra cosa menos del evangelio. Cualquier unidad que ellos experimenten es una unidad basada en un falso mensaje.<br />
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La correcta enseñanza del evangelio también centra a la iglesia sobre el trabajo de propiciación de Jesucristo y no solamente en sus enseñanzas o vida ejemplar. La verdadera iglesia es cruciforme, no necesariamente en su arquitectura sino en su enseñanza. La vida de Jesús proporciona un ejemplo para la vida cristiana. Así lo dicen tanto Cristo como los apóstoles (Mr 8:34; Mt 10:25; 1ª P. 2:21). Pero lo que coloca a la enseñanza cristiana aparte de cualquier otra religión son sus acciones representativas de ejemplo y de redención.<br />
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Cristo no solo vino a predicar sino también a darse en rescate por su pueblo (Mr 10:45). De tal manera que cuando la iglesia cosecha, esta cosecha no es solo de gente instruida y edificada sino de gente redimida y salvada.<br />
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Finalmente, la correcta enseñanza acerca del evangelio centra a la iglesia no en las acciones humanas sino en recibir por fe y arrepentimiento las recompensas de la acción de Dios en Cristo. Pablo escribió a los Corintios: “Al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2ª Co 5:21). La humanidad pecadora ha obtenido como fruto el juicio de Dios. Pero mediante el arrepentimiento y la fe, los pecadores son hechos el propio pueblo de Dios. La iglesia no debe caer en el error de descuidar tanto el arrepentimiento como la fe. Sin esto, un asentimiento puramente intelectual es fe que está muerta (ver Stg 2). Sin lo anterior, la fe y la confianza en Cristo se diluyen detrás de las exigencias de la ley (Ro 2-3). Una iglesia centrada en el evangelio enseña que es necesario tanto apartarse del pecado como volverse a Cristo. En sí misma, una minuciosa exposición del pecado humano no es suficiente. En sí misma, la proclamación del amor de Dios mediante la muerte sacrificial de Cristo no es suficiente. Ambas son necesarias. Una cruz que no es aceptada mediante el arrepentimiento o afirmada por la fe es una cruz que no salva. La correcta predicación de la Palabra de Dios es vital para la iglesia y constituye su base y su médula.<br />
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Correcta Administración de las Ordenanzas<br />
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Jesucristo ha dado dos señales a su pueblo de su especial presencia entre ellos. Estas señales son el bautismo y la Cena del Señor. Algunas veces se habla de estas señales como “ordenanzas” enfatizando el hecho que ellas fueron ordenadas por Cristo. Otras veces se habla de ellas como “sacramentos” resaltando el hecho que ellas explican el misterio del evangelio . Algunos evangélicos están renuentes a usar este último término pues piensan que sugiere que tales acciones son suficientes, en sí mismas, para otorgar gracia aparte de la fe del creyente . Por tanto, el término que usaremos será ordenanzas.<br />
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Cristo mismo ordenó estas prácticas como ejemplo y como mandatos. Él fue bautizado por Juan el Bautista y ordenó a sus discípulos que hiciesen discípulos en todas las naciones y los bautizaran (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-20; Jn 13-17; 1ª Co 11:17-34). En base al libro de Hechos y a las epístolas, parece que esta fue una práctica universal entre los creyentes del Nuevo Testamento. Cristo también estableció la Cena del Señor y ordenó a sus discípulos “haced esto en memoria de mí” (Mt 3:15-16; 28:19; Mr 1:9; Lc 3:21; Jn 1:29-34; también Lc 22:19; 1ª Co 11: 24-25). Del resto del Nuevo Testamento es evidente que los creyentes participaban regularmente de lo que Pablo llama la Cena del Señor . <br />
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Cuando una iglesia practica el bautismo y La Cena del Señor, obedece las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Al hacerlo refleja la muerte y resurrección de Cristo, el testimonio del renacimiento espiritual de cada creyente así como la esperanza colectiva de la iglesia de la resurrección final. Estas dos prácticas, en esencia, proclaman el evangelio. De este modo, incluso las congregaciones que han abandonado por largo tiempo las doctrinas bíblicas relativas a la regeneración, la muerte vicaria de Cristo, o la esperanza del cielo; aún así, ellas proclaman estas verdades en sus liturgias si vuelven a poner en práctica estas señales. El nuevo nacimiento puede ser ignorado pero el bautismo lo refleja. La muerte sustitutoria de Cristo puede ser negada en el sermón pero la Cena del Señor la proclama. En estos casos, la tradición en la mesa habla más verdad que la prédica desde el púlpito. <br />
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Practicar el bautismo y La Cena del Señor demuestra obediencia a Cristo, y estas prácticas son hechas con el propósito de complementar mediante señales y símbolos visibles, la inteligible predicación del evangelio.<br />
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Por el contrario, una iglesia falla en obedecer el mandato de Cristo cuando rechaza cualquiera de estas dos señales . Tal falla aleja a dicha iglesia de la sumisión a la mayor enseñanza de la Escritura. Y separa a una congregación de la práctica apostólica y universal de los seguidores de Cristo. Las Escrituras actúan como un contrapeso contra cualquiera ya sea una congregación o una persona que decida ser cristiano y rechace la práctica del bautismo y La Cena del Señor. <br />
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En tanto que ni el bautismo ni la Cena del Señor son salvíficos, un rechazo deliberado de ambos pone un signo de interrogación sobre cualquier profesión de fe. En este sentido el bautismo y la Cena del Señor actúan como las señales distintivas de una verdadera iglesia. Ellas son signos externos o demarcaciones visibles que distinguen a unas personas en particular del mundo. Además se asume que el mensaje externo es también un mensaje interno. Las ordenanzas les recuerdan a los cristianos del compañerismo que ellos disfrutan con Dios y los unos con los otros.<br />
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Algunos han enseñado que otras ordenanzas o sacramentos caracterizan la verdadera iglesia. La Iglesia Católica Romana enseña que la confirmación, la confesión (penitencia), ordenación, matrimonio y la extremaunción (últimos ritos) son también sacramentos. En base a las enseñanzas de la iglesia católica romana acerca de la autoridad de la iglesia y el rol de la tradición, ella no necesita sostener convincentemente que todas ellas fueron ordenadas por Cristo durante el tiempo de su ministerio terrenal .<br />
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Sin embargo, al principio del siglo XVI, los Reformadores Protestantes tomaron la Biblia como la única autoridad para establecer la práctica de la iglesia, concluyendo en el reclamo que sólo el bautismo y la Cena del Señor tienen la suficiente garantía para ser reconocidos como sacramentos que fueron vinculantes para la iglesia . <br />
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Entre algunos Bautistas y otros grupos Protestantes, el lavado de los pies ha sido tratado como una ordenanza de la iglesia, siguiendo el ejemplo y las palabras de Cristo en Juan 13:14. Sin embargo, ni las iglesias del Nuevo Testamento ni las del subsiguiente período sub apostólico dan evidencia de haber entendido el lavado de los pies de esta manera . El decreto de Cristo en Juan 13 se asemeja más a una enseñanza sobre adquirir humildad.<br />
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1. Bautismo. En el Antiguo y Nuevo Testamentos.<br />
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Aunque Pablo habla de “un bautizo” compartido por todos los cristianos (Ef 4:5), seguramente las Escrituras relatan más de un bautizo . A la iglesia cristiana se le ordena practicar el bautismo por inmersión en agua de aquella persona que profesa y evidencia su conversión. Este bautismo es realizado en obediencia a Cristo como una confesión de pecados, una profesión de fe en Cristo y una muestra de la esperanza en la resurrección del cuerpo. Se realiza una sola vez. Consideraremos ahora el modo adecuado, los sujetos y el significado del bautismo.<br />
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El Modo Adecuado Generalmente se entiende generalmente que el bautismo debe ser practicado por inmersión en la iglesia del Nuevo Testamento. Las iglesias Ortodoxas de Oriente siempre han interpretado que el término baptizein significa “inmersión” y por lo tanto siempre ha practicado el bautismo por inmersión. La Iglesia Católica Romana y muchas iglesias Protestantes admiten la antigüedad de la inmersión pero niegan que un modo particular sea esencial para la validez del bautismo . <br />
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Mientras resulta difícil mantener que baptizo solo puede significar “inmersión” en los tiempos del Nuevo Testamento , inmersión parece ser tanto el significado más directo de la palabra (la inamovible práctica de las iglesias griegas) como la que mejor se adecúa al uso de la palabra en el Nuevo Testamento . Ninguna otra forma de bautismo muestra tan dramáticamente la muerte, entierro y resurrección de Cristo como la inmersión. Tal como escribió Millard Erickson “No es posible resolver el asunto del modo adecuado del bautismo solo sobre la base de datos lingüísticos… Mientras [inmersión] puede no ser la única forma válida de bautismo, es la forma que mejor preserva y cumple a cabalidad el significado del bautismo” . <br />
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De acuerdo a las Escrituras, el bautismo cristiano es significativo; exclusivamente, para aquellos que creen en Cristo y lo siguen. Cuatro afirmaciones sustentan esta declaración. Primero, quienes evangelizan son exhortados a bautizar sólo a aquellos que se arrepienten y creen (Mt 28:18-20; comparar con Jn 4:1-2). Segundo, los únicos que aparecen claramente registrados en el libro de los Hechos como sujetos del bautismo son aquellos que se arrepintieron y creyeron (Hech. 2:37-41; 8:12-13, 36-38; 9:18; 10:47-48; 16:15,33; 18:8; 19:5). Tercero, las epístolas de Pablo muestran el doble supuesto que aquellos que han creído han sido bautizados y que aquellos que han sido bautizados creen (Ro 6:1-5; Gál 3:26-27; Col 2:11-12). Finalmente, Pedro asocia el bautismo con la salvación, no como una causa de salvación sino como una ocurrencia casi simultánea (Hech 2:38; 1ª P. 3:21). Por medio de instrucciones directas, ejemplos de obediencia, supuestos de Pablo y asociaciones de Pedro, las Escrituras enseñan que tal bautismo es para los creyentes. <br />
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Las funciones del bautismo son tanto una confesión de pecados como una profesión de fe para el creyente. La fe es profesada en Cristo y las realidades objetivas de la muerte de Cristo, el don del Espíritu, y la resurrección final; todo lo cual, se manifiesta en el bautismo. Más aún, testifica de las experiencias subjetivas de confesión y perdón, regeneración espiritual y la recién descubierta esperanza de resurrección. El bautismo refleja la unión cristiana con Cristo; y por lo tanto, con otros cristianos y con la iglesia (ver Ro 6:1-14).<br />
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El bautismo de agua no crea la realidad de la gracia salvadora ni la fe en la persona que se está bautizando. Más bien, testifica la presencia de tal gracia y fe . En Hechos 2:38, Pedro exhorta a sus oyentes a “Arrepiéntanse y bautícense… en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados ”. El bautismo no hace que los pecados sean perdonados. Más bien la fe aprehende el perdón de los pecados y responde a las demandas de arrepentimiento y obediencia en el bautismo. En su primera carta Pedro habló de las aguas del diluvio en tiempos de Noé diciendo: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios” (1ª P. 3:21-22). Los cristianos tienen una buena conciencia de la gracia de Dios por la resurrección de Jesucristo. Esta salvación no es creada por el bautismo, sino que la simboliza. “Es un sello, no solamente como una oferta, sino como una oferta y una aceptación; lo cual, es un pacto cerrado” . Como dijo Calvino: “Esta es la señal mediante la cual nosotros queremos ser reconocidos como el pueblo de Dios” .<br />
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Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la Biblia enseña que los creyentes deben ser bautizados, el bautizo de los infantes ha sido un tema largamente debatido. Algunos han sugerido que los infantes pueden ser bautizados porque el bautismo mismo es el instrumento que usa el Espíritu de Dios para regenerar al infante . Pero como se dijo antes, el Nuevo Testamento en ninguna parte enseña que el bautismo salva. Otros han sugerido que un niño nacido en una familia cristiana pertenece a la semilla de Abraham y que el bautismo declara que el infante es un receptor de las promesas hechas por Dios a su pueblo por medio de Abraham Ver Gén 12:7; 17:7; Hech 7:5; Gál 3:16). El bautismo cristiano es tratado en el Nuevo Testamento como paralelo (equivalente) a la circuncisión del Antiguo Testamento. Pero las Escrituras tampoco soportan con absoluta claridad esta visión. No solo se dice expresamente que el bautismo es para aquellos que creen, como se ha dicho antes, sino que las promesas para la semilla de Abraham fueron explícitamente satisfechas en Cristo (Gál 3:16).<br />
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Además, en el Nuevo Testamento se dice que el bautismo con agua no es análogo a la circuncisión física del Antiguo Testamento sino a la circuncisión del corazón (Ver Col 2:11-12).<br />
Tanto el pacto Abrahámico como el nuevo pacto son pactos de gracia. Dios prometió a los israelitas que vendría un cambio en la solidaridad espiritual de las familias con el nuevo pacto. Jeremías escribió: “cada uno morirá por su propia iniquidad” (Jer 31:30). En el nuevo pacto, los que aceptan el compromiso, no son aquellos que nacen bajo el pacto, aquellos cuyo padre y madre tienen la ley “escrita en sus corazones”, sino aquellos que por sí mismos, han tenido esa experiencia habiendo nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. Este cambio espiritual, interior, existencial, subjetivo, es el sello del nuevo pacto . <br />
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Aunque los temas del bautismo y de los infantes aparecen en el Nuevo Testamento, nunca se presentan juntos en ninguna enseñanza explícita ni en ningún ejemplo. Ya sea que se interprete como un asunto de causa salvífica o como promesa del pacto, cualquier enseñanza que separe el bautismo de la creencia en la salvación, distorsiona las Escrituras y confunde, potencialmente, al evangelio mismo.<br />
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Mientras las Escrituras claramente reservan el bautismo para los creyentes, no señala de manera directa la edad a la cual deben bautizarse. Tampoco prohíbe la ordenanza del bautismo plantear preguntas sobre la madurez adecuada del candidato al bautismo. El hecho de que se ordene a los creyentes bautizarse no le da licencia a la iglesia para bautizar indiscriminadamente, especialmente, donde los tópicos de la madurez-de-vida (madurez espiritual) dificultan afirmar una verdadera profesión de fe. En muchas partes del Nuevo Testamento aparece el bautismo ocurriendo muy pronto después de la conversión, pero cada mención individual específica, es la de un adulto proveniente de un contexto no cristiano, dos factores que hacen que el trabajo de la iglesia de afirmar una verdadera profesión de fe simple e inequívoco.<br />
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En consecuencia, como un asunto de sabiduría y prudencia cristiana, la edad normal del bautismo debe ser aquella cuando la credibilidad de la conversión del creyente resulte un hecho natural, discernible y evidente a la comunidad de la iglesia. Una legitimación secundaria tiene que ver con el efecto que causa en otras familias de la iglesia el bautismo de infantes. <br />
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Los padres con menor discernimiento espiritual, aún con las mejores intenciones, con mucha frecuencia presionan a sus sumisos hijos para que se bauticen. En virtud de esto, a tales niños se les ha asegurado erróneamente su salvación y además se les desmotiva a que escuchen con atención el evangelio más adelante en sus vidas. Trágicamente, la esperanza que ellos más necesitan puede ser ocultada por el mismo acto que han realizado.<br />
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Correcto Significado. La enseñanza de la Biblia acerca del bautismo es clara en cuanto a su institución, mandato y cumplimiento. La gente entra al nuevo pacto por la gracia de Dios y el medio que Dios ha elegido usar; por su gracia, es la fe. La fe no es causada ni creada por el bautismo. En su lugar, el bautismo es la confesión pública de fe. Simboliza un compromiso de ambos, Dios y el creyente (1ª P. 3:21). La sumisión del creyente al agua del bautismo representa su humilde súplica para una conciencia limpia de pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo (He 10:22). El bautismo es un acto de confesión y de absoluta dependencia. En resumen, el bautismo; en la Biblia, ni se enaltece por ser la causa de la salvación ni se disminuye a ser una simple señal de inclusión en un pacto no salvífico. En vez de eso, el bautismo es una manifestación pública del trabajo salvador de Dios en la vida del creyente.<br />
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La Cena del Señor. Los cristianos celebran la Cena del Señor en obediencia a su mandato: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19; 1ª Co 11:24). Jesús dijo que el pan era su cuerpo y que la copa era el nuevo pacto en su sangre. Mientras que el mandato: “en memoria de mí” no aparece en Mateo, Marcos o Juan; lo cierto es, que la Cena misma es recordada en los cuatro Evangelios (Mt 26:17-30; Mr 14:12-26; Lc 22:7-38; Jn 13:1-17). La noche antes de ser traicionado y crucificado, Jesús compartió una comida con sus discípulos. La relación exacta de esta comida con la comida de Pascua del Antiguo Testamento ha sido largamente debatida, pero pocos cuestionarán la profunda relación tipológica entre la comida de Pascua y la muerte presagiada en la Cena del Señor . Jesús se refirió claramente a la ocasión como una celebración de la fiesta de Pascua en Mateo 26:18-19.<br />
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Pablo se refiere a Cristo como el Cordero de Pascua (1ª Co 5:7) y llamó a la iglesia a mantener la fiesta de Pascua (metafóricamente) viviendo juntos vidas de santidad, y en consecuencia, expresando unidad en amor (1ª Co 10:7). <br />
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La Cena del Señor evidencia el compañerismo que los cristianos comparten tanto en Cristo y su Espíritu como en santidad y amor recíproco.<br />
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El nuevo rito que Jesús establece se relaciona con la historia de la redención. Así como el pan había sido quebrado, también sería roto el cuerpo de Jesús; y así como el pueblo de Israel asociaba su liberación de Egipto con la comida pascual prescrita como una ordenanza divina, así también el pueblo del Mesías está asociado a la muerte redentora de Jesús comiendo este pan por la autoridad de Jesús . Este testimonio continuará hasta el regreso de Cristo (1ª Co 11:26). <br />
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La Biblia no proporciona una forma exacta (protocolo y palabras a decir mientras se distribuyen los elementos) para la celebración de la Cena del Señor. Esta reticencia conjuntamente con lo ampliamente generalizado de su práctica sugiere que la Cena del Señor permanece sencilla en su forma. Rituales complejos requerirían cuidadosas instrucciones escritas, como aquellas asociadas a las fiestas del Antiguo Testamento. Pero tal tipo de instrucciones no aparecen en el Nuevo Testamento . <br />
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Los elementos presentados en el Nuevo Testamento para la Cena del Señor son pan y vino (“el fruto de la vid” Mt 26:29; Mr 14:25, Lc 22:17-18). Aunque el vino en el primer siglo era fermentado se desconoce el grado en que era diluido. Ciertamente los corintios eran capaces de emborracharse con el vino reservado para la Cena del Señor, por lo cual, Pablo los regaña (1ª Co 11:21). Otros aspectos de la celebración incluyen una oración de agradecimiento (Mt 26:27; Mr 14:23) y un himno (Mt 26:30; Mr 14:26) Más allá de esto, las narraciones no especifican nada acerca de las palabras dichas o los medios utilizados mientras se distribuyen el pan y el vino.<br />
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Como ocurre con el bautismo, el asunto de quienes deben participar en la Cena del Señor (los sujetos) es más importante que la cuestión de cómo participar en la Cena del Señor (forma o manera). Instruyendo a los corintios, Pablo enseña que participar en la Cena testimonia la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es la identificación personal del creyente con la obra salvadora de Cristo, representada objetivamente por los elementos sobre la mesa. La persona que toma el pan y la copa testifica que comparte los frutos de la muerte de Cristo tanto con Dios como con los hermanos cristianos por medio del Espíritu. Claramente entonces, “la iglesia debe exigir de todos aquellos que deseen celebrar la Cena del Señor una creíble profesión de fe” . <br />
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Como dijo conmovedoramente Pablo, cualquiera que coma y beba en la mesa del Señor sin esta fe, “come y bebe su propia condena” (1ª Co 11:29). Puesto que la fe es un elemento requerido a aquellos que participan en la Cena del Señor, la mesa debe estar reservada para aquellos que han sido bautizados. Más aún, excluir a un miembro de la iglesia de esta comida de compañerismo es una señal visible de estar ese individuo bajo la disciplina de la iglesia (ver el término excomulgar en la sección de disciplina). <br />
Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento especifica una línea de tiempo comparativa para que un creyente participe de ambas ordenanzas, el bautismo debería ocurrir poco después del tiempo de conversión (y por una sola vez) en tanto que la Cena del Señor debería repetirse regularmente como símbolo continuo de la participación en Cristo por medio de la fe. Aquellos que buscan por fe el cuerpo y la sangre de Cristo para salvación son los llamados a participar en esta fiesta y a hacerlo en su memoria y a la espera del día final cuando Jesús diga “Yo bebo con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mt 26:29). Jesús se refiere allí a la Cena de Bodas del Cordero (Apo 19:9). La Cena del Señor es un ensayo frecuente de esta gran celebración en la cual todos los cristianos compartirán la mesa su anfitrión celestial, el Señor Jesucristo. <br />
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Membrecía En el mundo actual el concepto de membrecía nos lleva a pensar en un club o cualquier otro tipo de asociación voluntaria. Tales organizaciones existen en el mundo de la Biblia también . Pero la idea de membrecía es aún más básica para el género humano. Los grupos familiares y las familias tienen miembros. Razas, tribus y clanes tienen miembros. Así como también los tienen las comunidades, los partidos, los grupos de élite como órdenes, gremios y concejos. A un nivel más básico, miembro, se refiere a la persona humana. Nuestro cuerpo tiene miembros (Ro 6:12-19; 7:23; 12:4-5; (1ª Co 6:15; 12:12-27; Ef 4:16; Stg 3:6; 4:1). La Biblia usa el concepto de miembro y de membrecía en todos estos casos. <br />
La Biblia también representa a la iglesia como compuesta de miembros. Combinando las imágenes colectivas de familias, fiestas y comunidades con la aún más integrada imagen de un cuerpo individual y sus partes constitutivas, la Biblia presenta la iglesia local como una entidad formada por múltiple individuos tan altamente integrados que son identificables como una unidad. De ellos se dice que son parte el uno del otro (Ro 12:5). Cuando Jesús instruyó a sus seguidores a buscar el hermano que ha pecado (Mt 18:15-21), estaba presuponiendo tal concepto integrador de la membrecía del cuerpo. Las acciones de reproche, y en última instancia de exclusión deben ocurrir dentro de un grupo de personas específico e identificable.<br />
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En muchas otras partes del Nuevo Testamento, una iglesia aparece formada por un grupo de personas específico e identificable (Hech 9:41; 12:1: 15:3,22; Ef 2:19; 3:6; 4:25; 5:30; Col 2:19; 3:15; 3ª Jn 9). <br />
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Desde los tiempos antiguos, las iglesias locales cristianas fueron congregaciones de gente específica e identificable. Muchas personas pueden haber participado (o asistido) a una asamblea particular considerando que no pertenecen a ella. Tal es la censura que Pablo hace en 1ª Co 5, como Jesús en Mateo 18 conceptualizando que un individuo debe ser excluido no de una comunidad política sino de una clase particular de comunidad social. No existe ninguna que se haya conservado pero pueden haber existido listados de miembros de las iglesias primitivas. Obviamente, el mantenimiento de listas no era desconocido en las iglesias. La iglesia primitiva tenía listas de las viudas (1ª Tim 5:9). Dios mismo tiene una lista de todos los que pertenecen a la iglesia universal en su libro de vida (Apo 20:12). Y Pablo asume que los corintios habían identificado una “mayoría” que era elegible para votar (2ª Co 2:6). <br />
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La idea de una comunidad de personas claramente definida es central a la acción de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Como se demostró con Noé y su familia, Abraham y sus descendientes, la nación de Israel y la iglesia del Nuevo Testamento, Dios ha elegido mantener un pueblo distinto y apartado con el propósito de mostrar su carácter. Dios siempre ha proyectado una línea brillante y bien definida para separar a aquellos que lo siguen de quienes no lo hacen. Las vidas de los cristianos en comunión refleja visiblemente el evangelio que proclaman.<br />
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Si la iglesia, de hecho, presenta el glorioso clímax del plan de Dios, surgen varias preguntas: ¿Cómo puede saber un individuo si pertenece o no a la iglesia? ¿Qué implica la membrecía? <br />
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Las responsabilidades y tareas de los miembros de una iglesia cristiana son simplemente las responsabilidades y tareas de los miembros de los cristianos . Los miembros de la iglesia, como cristianos, deben estar bautizados y participar regularmente de la Cena del Señor. Tienen que oír la Palabra de Dios y obedecerla. Tienen compañerismo frecuente para la mutua edificación. Ellos aman a Dios, se aman los unos a los otros y aman a los que están fuera de su confraternidad y son la evidencia de los frutos del Espíritu (Gál 5:22-23). Ellos adoran a Dios en todas las actividades de su hogar, trabajo, comunidad y vida. <br />
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Los cristianos también tienen tareas específicas respecto a su congregación. “El Cristianismo es un asunto colectivo y la vida cristiana solo puede ser realizada plenamente en relación con otros” . La tarea más fundamental que los cristianos tienen en relación a la congregación es la de asistir regularmente a las asambleas de la congregación (He 10:25; Hech 2:42; Sal 84: 4,10). En general las tareas de los miembros de la iglesia pueden ser divididas en dos categorías: tareas hacia los otros miembros y tareas hacia los pastores.<br />
Las tareas de los miembros de la iglesia hacia los otros miembros sintetizan la vida de la nueva sociedad que es la iglesia. Como seguidores de Jesucristo, los cristianos están obligados a amarse los unos a los otros (Jn 13:34–35; también Jn15:12–17; Ro. 12:9–10; 13:8–10; Gál 5:15; 6:10; Ef 1:15; 1ª P. 1:22;2:17; 3:8; 4:8; 1ª Jn 3:16; 4:7–12; comparar con Sal. 133). Los cristianos son miembros de una familia, aún del uno al otro (1ª Co 12:13—27). Sin una vida de amor los unos a los otros ¿Qué otra labor de los miembros de la iglesia es satisfactoria o meritoria? El amor obliga a los miembros de la iglesia a “evitar todo aquello que tienda a enfriar el amor” . Por este amor se demuestra la naturaleza misma del evangelio. <br />
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Los miembros de la iglesia también están obligados a buscar la paz y la unidad con su congregación (Ro 12:16; también Ro 14:19; 1ª Co 13:7; 2º Co 12:20; Ef 4:3–6; Fil 2:3; 1ª Tes 5:13; 2ª Tes 3:11; Stg 3:18; 4:11). <br />
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El deseo de paz y unidad debe surgir espontáneamente de la obligación de amar (Ro 15:6; 1ª Co 1:10–11; Ef 4:5,13; Fil 2:2; comparar con Sof 3:9). Más aún, si los cristianos comparten el mismo espíritu y la misma mente, el Espíritu de Cristo, entonces la unidad es la expresión natural de ese Espíritu. Sin embargo, debido al pecado que aún permanece en los creyentes en esta vida, la unidad, requiere esfuerzos. De esta manera cristianos “compórtense de una manera digna, firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27). Deben evitarse las disputas (Pro 17:14; Mat 5:9; 1ª Co 10:32; 11:16; 2ª Co 13:11; Fil 2:1–3). <br />
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El amor se expresa y la unidad se cultiva cuando los miembros de la iglesia simpatizan activamente unos con otros. Como Pablo exhortó a la congregación de Roma: “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran (Ro 12:15 compare con Job 2:11; Is 63:9; 1ª Co 12:26; Gál. 6:2; 1ª Tes 5:14; He 4:15; 12:3). Otras tareas son: cuidarse unos a otros física y espiritualmente (Mat 25:40; Jn 12:8; Hech 15:36; Ro 12:13; 15:26; 1ª Co 16:1–2; Gál. 2:10; 6:10; He 13:16; Stg 1:27; 1ª Jn 3:17; cf. Deut 15:7–8,11); vigilarse y rendirse cuentas unos a otros (Ro 15:14; Gál. 6:1–2; Fil 2:3–4; 2ª Tes 3:15; He 12:15; cf. Lev 19:17; Sal 141:5); trabajar para edificarse unos a otros (1ª Co 14:12–26; Ef 2:21–22; 4:12–29; 1ª Tes 5:11; 1ª P. 4:10; 2ª P. 3:18); ser pacientes unos con otros (Mat 18:21–22; Mr 11:25; Ro 15:1; Gál 6:2; Col.3:12; incluyendo no demandarse unos a otros, 1ª Co 6:1–7); orar los unos por los otros (Ef 6:18; Stg 5:16); mantener alejados a aquellos que quieren destruir la iglesia (Ro 16:17; 1ª Tim 6:3–5; Tito 3:10; 2ª Jn 10–11); rechazar la evaluación de las personas por los parámetros del mundo (Mat 20:26–27; Ro 12:10–16; Stg 2:1–13); pelear juntos por el evangelio (Fil 1:27; Judas 3); y ser ejemplos unos a otros (Fil 2:1–18).<br />
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Los miembros de la iglesia también tiene responsabilidades particulares para con los líderes de la iglesia. Como dijo Pablo a los corintios: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios” (1ª Co 4:1). Tales hombres deben ser respetados, tenidos en alta estima y honrados (Fil 2: 29; 1ª Tes 5:12-13). Si los cristianos esperan que su pastor cumpla a cabalidad con sus responsabilidades bíblicas, deben hacérselo saber. Ellos deben estimarlo como un regalo de Dios para el bienestar de la iglesia . El ministro de la Palabra es un mayordomo de la casa de Dios y un subpastor de la manada de Dios. El sirve voluntaria y entusiastamente (1ª P. 5:1-3). Su reputación puede y debe ser defendida, su palabra creída y sus instrucciones obedecidas a menos que contradigan las Escrituras o las acciones estén plenamente distorsionadas (He 13:17,22; 1ª Tim 5:17-19). El ministro fiel debe ser apreciado por el solo hecho de traer la Palabra de Dios a su pueblo; el no la reemplaza con la suya.<br />
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Los miembros de la iglesia deben recordar a sus líderes e imitar sus vidas y su fe (1ª Co 4:16; 11:1; Fil. 3:17; He 13:7). Los buenos predicadores y maestros son dignos de doble honor tal como lo señala Pablo en 1ª Tim 5:17 incluyendo soporte material . Y los miembros de la iglesia deberían darse tanto a la oración por sus pastores como a colaborar con ellos en todo lo que puedan (Ef. 6:18–20; Col. 4:3–4; 2ª Tes 3:1; He 13:18–19). A los ministros de la Palabra se les ha dado la tarea de llevar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Como dijo Pablo a los corintios: “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: "En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios." (2ª Co 5:20). Difícilmente se puede concebir un trabajo más arduo.<br />
Las congregaciones locales del Nuevo Testamento se dieron cuenta que tenían responsabilidades particulares que no podían ser delegadas a grupos externos a ellos mismos. La congregación local era responsable de garantizar un calificado ministro de la Palabra que les sería predicada, a tal grado, que era potestad suya .<br />
La congregación es la responsable de asegurar que los convertidos se bauticen y que la Cena del Señor sea debidamente administrada a aquellos que dan evidencia creíble de regeneración. Y la congregación es en última instancia responsable de definir y proteger la membrecía de la iglesia, tanto al admitir como al rechazar miembros . Por esto Pablo asignó tales responsabilidades a la iglesia de Corinto en 1ª Co 5 y 2ª Co 2.<br />
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Toda la congregación es también responsable por la buena mayordomía de los dones que les han sido confiados. El primero entre ellos, el evangelio, que debe ser predicado en el local del templo, a través de la ciudad y por todo el mundo. Finalmente, la congregación es responsable de asegurar que el mensaje del evangelio alcance tales esferas que se han nombrado (Gál 1:6–9; Fil 1:5; Col.1:3–4; 1ª Tes 1:8). <br />
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Por último, las responsabilidades de la congregación no pueden ser delegadas. Aunque las congregaciones pueden reemplazar el veredicto de un grupo de líderes, la responsabilidad que conlleva es inescapable. <br />
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Así como la gente que pagó a los falsos maestros fue amenazada con el juicio de Dios junto con dichos maestros, así la iglesia de Corinto fue hallada responsable junto con los miembros pecadores (1ª Co 5), y como la iglesia visualizada en Mateo 18 fue hallada responsable por Cristo de aplicar disciplina y excluir al no arrepentido, tampoco las congregaciones de hoy pueden evadir sus responsabilidades delante de Dios para satisfacer las tareas que les han sido asignadas bíblicamente.<br />
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¿Qué compañía está tan obligada a adorar a Dios como aquella que no solo ha sido creada, sino redimida? ¿Qué grupo está tan comprometido con las tareas de proclamar la Palabra de Dios y evangelizar como aquellos que se han salvado al oír la Palabra de Dios? ¿Qué cuerpo estará involucrado en hacer las señales distintivas (el bautismo y la Cena del Señor) de la acción salvadora en Cristo? Desde el ministerio de la Palabra hasta la administración de los asuntos propios de la iglesia, ¿Qué otro grupo está tan lleno de responsabilidades como la iglesia de Cristo Jesús? <br />
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Forma de Gobierno. La responsabilidad fundamental ante Dios por el mantenimiento de todos los aspectos de la adoración pública de Dios pertenece a la congregación. Ya sea al poner orden en las disputas entre los cristianos (Mat 18:15–17; Hech 6:1–5), establecer la sana doctrina (Gál 1:8; 2ª Ti. 4:3), o al admitir o excluir miembros (2ª Co 2:6–8; 1ª Co 5), la congregación local tiene la responsabilidad y la obligación de asegurar la continuidad del buen testimonio del evangelio entre ellos mismos. Nadie fuera de la congregación tiene el mismo grado de responsabilidad. Mientras los líderes de las congregaciones tienen sus propias responsabilidades ante Dios, la más pequeña de las congregaciones que asume las tareas de proveer y escuchar regularmente la Palabra de Dios y de practicar el bautismo y la Cena del Señor, necesariamente, toma para sí la responsabilidad por la práctica correcta de la membrecía y la disciplina, aún sobre aquellos llamados a ser sus líderes (1ª Tim 5:19–20).<br />
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Mientras las congregaciones pueden fallar o no en el cumplimiento de estas obligaciones, las responsabilidades no dejan de pertenecerles. Ningún otro cuerpo, dentro o fuera de la iglesia local, puede remover estas tareas obligatorias de la congregación como un colectivo. La tolerancia de enseñanzas erróneas, particularmente respecto al evangelio, el rechazo al bautismo o la Cena del Señor y la indiferencia en la admisión o exclusión de miembros, son todas responsabilidades de la congregación local.<br />
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Como un cuerpo reunido de personas, la iglesia debe ser dirigida. Universal y localmente, la cabeza y pastor principal de la iglesia es Cristo Jesús (Ef 4:1–16; He 13:20; 1ª P. 5:4). Cristo no estableció ningún tipo de estructura de liderazgo, explícita o implícita, para la iglesia universal durante su ministerio terrenal. Luego, entre las congregaciones cristianas las relaciones son voluntarias por naturaleza . Dentro de la congregación local, no obstante, la enseñanza del Nuevo Testamento es diferente. La iglesia está establecida con un orden simple de liderazgo. Antes de abordar los oficios específicos establecidos para la iglesia en el Nuevo Testamento, cinco principios bíblicos de tal liderazgo deben ser considerados por todos aquellos que desean o se sienten llamados a servir en el liderazgo . <br />
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Los líderes de la iglesia necesitan estar explícitamente calificados. No todos los cristianos están calificados para servir como líderes u obispos en la iglesia. En Hechos 20, 1ª Timoteo, Tito 1 y 1ª Pedro 5 se establecen las características para los subpastores o ancianos de la manada. Es particularmente relevante entre esas calificaciones la exigencia que el que sirve como obispo sea “capaz de enseñar” (1ª Tim 3:2). Más aún, como representantes de Cristo, los ministros tienen la especial obligación de reflejar el carácter de Cristo. Tal carácter, incluirá un cuidado de la manada, una voluntad de servicio, una ausencia de avaricia. Un rechazo a señorear sobre el rebaño, una vida ejemplar, irreprensible, marido de una sola mujer y la habilidad de gobernar bien su casa. Un ministro no es arrogante, irascible o dado al mucho vino. Un ministro no debe ser violento o deseoso de ganancias deshonestas. En estas y otras condiciones señaladas en las Escrituras, el líder en la congregación, debe estar explícitamente calificado.<br />
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Los líderes de la iglesia deben tener buena reputación con los extraños. Quienes lideran la iglesia no deben ser hombres que traigan descrédito sobre el evangelio, sino hombres que vivan sujetos al evangelio como la luz gloriosa de esperanza y verdad en el mundo. El corazón amoroso de Dios por el mundo brilla más claramente mediante vidas puras. Para que toda la iglesia se enfoque en su misión y propósito, cuando estos líderes interactúan con las autoridades, con los vecinos y con los empleados, deberían compartirles el evangelio. Los obispos no deben ser amantes del dinero, Pablo dice en 1ª Tim 3, sino amantes de los extranjeros (es el significado de la palabra que él usa “hospitalario”). Para representar fielmente al Señor en la iglesia, los líderes de la iglesia deben estar centrados tanto en Dios como en las vidas de los demás.<br />
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Los líderes de la iglesia también deben poseer un agudo sentido de responsabilidad, de rendición de cuentas, sabiendo que ellos mismos están bajo autoridad. Sus vidas como líderes públicos los expone a la amonestación y corrección (1ª Tim 5:19–20). Los pastores del rebaño deben darse cuenta que son mayordomos no propietarios. Por tanto, sirven como subpastores de la manada de Dios, sujetos a Su gobierno. Esto incluye una rendición de cuentas final y una más inmediata responsabilidad ante Cristo. Santiago promete que los maestros serán juzgados más severamente al final (Stg 3:1), mientras que el autor de Hebreos promete que los líderes de la iglesia darán cuenta a Dios de sus obras (He 13:17). Como dijo John Brown a uno de sus alumnos ministeriales recientemente ordenado en una pequeña congregación:<br />
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Yo conozco la vanidad de tu corazón, y que te sentirás mortificado porque tu congregación es muy pequeña en comparación con la de los hermanos a tu alrededor; pero afírmate a ti mismo la palabra de un hombre viejo que cuando vayas a rendir cuentas al Señor Jesucristo, en su trono del juicio, pienses que has hecho bastante” . <br />
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Esta realidad escatológica debería tener implicaciones actuales en la vida y obra de un ministro. Aquellos que guían a otros deben ser los primeros en obedecer. Ellos deben estar sujetos a Cristo de tal manera que puedan decir, como Pablo a los corintios: “sigan mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo” (1ª Co 11:1). Pedro también le recordó a los subpastores de la iglesia de su futura aparición delante de Cristo, trayendo a la mente la recompensa y la responsabilidad que tendrán que dar algún día por su trabajo actual (1ª P. 5:4). <br />
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Los líderes de la iglesia deben ejercer autoridad. Mientras esta observación puede parecer obvia, a algunos les disgusta usar palabras como “líder” o “autoridad” en el contexto de la iglesia local. Quizás ellos asumen que esto implica un Diótrefes puesto que el amor debe ser lo primero, o ellos asocian esto con ostentaciones anticristianas (3 Jn 9; 1ª Co 1–3). Aún más, Pablo explícitamente le dice a Timoteo: “Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira” (1ª Tim 3:1). El dijo a los romanos que aquellos que están en autoridad sobre otros (proistamenos) debería usar sus dones y habilidades para la iglesia (Ro 12:8). El también exhortó a Timoteo a aquellos “que dirigen los asuntos de la iglesia” (1ª Tim 5:17). El escritor de Hebreos habló acerca de los “líderes” . Todas estas palabras implican la responsabilidad e iniciativa que deben caracterizar las acciones de los líderes de la iglesia.<br />
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Por último, los líderes de la iglesia deben edificar la iglesia. El liderazgo genuino no solo requiere de un líder que actúe con iniciativa y responsabilidad en un intento de hacer lo bueno; el liderazgo requiere que el resultado sea bueno. La habilidad de alcanzar los fines propuestos corrobora los dones individuales y el llamado al liderazgo en la iglesia. El liderazgo no depende fundamentalmente de una autoproclamación de líder en base a una sensación interior de llamado y propósito. En 1ª Corintios 14, Pablo repetidamente somete los dones del Espíritu al simple test de edificación. El pregunta si han surgido buenos frutos en la iglesia. ¿Es el fruto de la acción de esta persona una iglesia que está siendo edificada? Si tal es el fruto de sus acciones debe ser altamente recompensada por consideración a la iglesia y por consideración a Cristo. Todas estas características deben estar presentes en aquellos que dirigen una congregación.<br />
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Las Escrituras proporcionan dos oficios específicos en la congregación local: diáconos y ancianos. <br />
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1. Diáconos. En las traducciones modernas del Nuevo Testamento, la palabra diakonos es traducida usualmente como “sirviente”, algunas veces como “ministro” y ocasionalmente como “diácono”. La palabra puede referirse al servicio en general (Hech 1:17,25; 19:22; Ro 12:7; 1ª Co 12:5; 16:15; Ef 4:12; Col. 4:17; 2ª Tim 1:18; Filem 13; He 6:10; 1ª P. 4:10–11; Apo 2:19), a los siervos de Dios en particular (Ro 13:4), y a cuidar por necesidades físicas (Mat 25:44; Hech 11:29; 12:25; Ro 15:25,31; 2ª Co 8:4,19–20; 9:1,12–13; 11:8). Las mujeres claramente sirvieron como diaconisas en el Nuevo Testamento (Mat 8:15; 27:55; Lc 10:40; Jn 12:2; Ro 16:1). Los ángeles también sirvieron de esta manera (Mat 4:11). Algunas veces la palabra se refiere específicamente a servir las mesas (Mat 22:13; Lc 10:40; 17:8; Jn 2:5,9; 12:2), y aunque tal servicio era despreciado en el mundo griego, Jesús lo valoraba de otra manera. En Juan 12:26 Jesús dijo: •Quien quiera deacons, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi deacons. A quien me deacons, mi Padre lo honrará”. De nuevo en Mateo 20:26 (Mr 9:35) Jesús dijo “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su deacon”. Y en Mat 23:11 (cf. Mr 10:43; Lc 22:26–27) Él dijo que “El más importante entre ustedes será deacon de los demás”. <br />
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Jesús se presentó a sí mismo como tipo de un diácono (Mat 20:28; Lc 12:37; Ro 15:8). Los cristianos son presentados como diáconos de Cristo o de su evangelio. Los apóstoles son retratados de modo similar (Hech 6:1-7), y así es como Pablo se refiere regularmente a sí mismo y a aquellos que trabajaban con él (Hech 20:24; 1ª Co 3:5; 2ª Co 3:3,6–9; 4:1; 5:18; 6:3–4; 11:23; Ef 3:7; Col. 1:23; 1º Tim 1:12; 2ª Tim 4:11). El se refiere especialmente a sí mismo como un diácono entre los Gentiles, el grupo particular al cual fue llamado a servir (Hech 21:19; Ro 11:13). Pablo llama a Timoteo un diácono de Cristo (1ª Tim 4:6; 2ª Tim 4:5), y Pedro dijo que los profetas del Antiguo Testamento eran diáconos de Cristo (1 P.1:12). Los ángeles son llamados diáconos (He 1:14). Aún Satán tiene sus diáconos (2ª Co 11:15; Gál 2:17).<br />
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La representación más clara del trabajo práctico de los diáconos se encuentra en Hechos 6, donde se registra oficialmente, por primera vez, a los diáconos en la congregación. Basados en tal relato, hay tres niveles o aspectos del ministerio diaconal que deben ser considerados. Primero, los diáconos deben cuidar de las necesidades físicas. Algunos de los cristianos “estaban siendo ignorados en la distribución diaria de comida” (Hechos 6:1). En Hechos 6:2, los apóstoles caracterizaron este servicio como “sirviendo en las mesas”, o literalmente, “diaconando mesas”. Cuidar de la gente, especialmente por los cristianos, y más especialmente por los hermanos de la congregación, contribuye no solo a su bienestar físico; también hay un beneficio espiritual. Estimula a los receptores de los cuidados, materializa el cuidado de Dios y sirve como testimonio a aquellos que están fuera de la iglesia. Tal como dijo Jesús “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). El cuidado físico presente en Hechos 6 evidencia ese amor parecido al de Cristo.<br />
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Detrás del cuidado físico, subyace un segundo aspecto del trabajo diaconal, uno que beneficia no solo a los que tienen necesidad sino a todo el cuerpo: los diáconos deben velar por la unidad del cuerpo. Al cuidar de esas viudas, los diáconos ayudaron a que el reparto de comida entre las viudas fuese más equitativo. Esto era importante porque la negligencia física estaba causando una desunión espiritual en el cuerpo (Hechos 6:1). Un grupo de cristianos estaba poniendo quejas contra otro grupo, y esto parece ser que atrajo la atención de los apóstoles. Los apóstoles no estaban interesados sólo en resolver un problema del ministerio de misericordia de la iglesia. Ellos querían prevenir una fractura en la unidad de la iglesia, y particularmente, una peligrosa fractura: entre grupos étnicos distintos. Los diáconos fueron comisionados para prevenir la desunión en la iglesia. Su trabajo era actuar como los amortiguadores del cuerpo. <br />
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En un tercer nivel, los diáconos fueron designados para apoyar el ministerio de los apóstoles. En Hechos 6:3 los apóstoles parecen reconocer que la atención de las necesidades físicas es una responsabilidad de la iglesia. Por tanto, en cierto sentido, ellos asumían esa responsabilidad como propia. Pero en el versículo 3 ellos delegar esa responsabilidad en otro grupo de la iglesia. Estos diáconos, entonces, no solo estaban ayudando a las viudas y a toda la congregación, ellos estaban colaborando con los apóstoles/ancianos cuyas principales obligaciones estaban en otro lugar. Por su ministerio a las viudas, ellos estaban colaborando con los maestros de la Palabra en su ministerio. En este sentido, los diáconos son fundamentalmente promotores y defensores de los ancianos.<br />
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En la época que Pablo escribió su primera carta a Timoteo, el pudo instruir a Timoteo sobre las calificaciones que explícitamente debía tener quien ejerciera el oficio de diácono. Cuando se combina la lista de calificaciones que aparecen en 1ª Tim 3:8-13 con las cualidades de los individuos seleccionados en Hechos 6, resulta evidente que los diáconos deben conocer la llenura del Espíritu Santo. Ellos ministran las necesidades físicas, pero su ministerio, es un ministerio espiritual. Los diáconos deberían estar llenos de sabiduría. Ellos deberían ser elegidos por la congregación y gozar de su confianza. Ellos voluntaria y diligentemente deben responsabilizarse por las necesidades de su ministerio particular. Deben ser dignos de respeto, sinceros, no amantes del mucho vino, no interesados en ganancias deshonestas e inquebrantables en las verdades profundas de la fe con una clara conciencia de ellas. Los diáconos deberían ser probados y aprobados siervos que son maridos de una sola mujer. Y deben ser individuos que gobiernen bien su casa y sus hijos.<br />
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2. Pastor/Obispo/Anciano. Además del oficio de diácono, el Nuevo Testamento, presenta el oficio de Pastor, Anciano u Obispo. Más fundamentalmente, el anciano es un ministro de la Palabra. La raíz presbeust aparece 75 veces en el Nuevo Testamento.<br />
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Nueve veces se refiere a gente de edad cronológica avanzada (Lc 1:18; 15:25; Jn 8:9; Hech 2:17; 1! Tim 5:1,2; Tito 2:2–3; Filem 9). Cuatro veces se refiere a los ancestros de la nación Hebrea (Mat 15:2; Mr 7:3,5; He 11:2). Juan usó doce veces palabras con esta raíz en Apocalipsis para referirse a los ancianos celestiales (Apo 4:4,10; 5:5–6,8,11,14; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Veintinueve veces (todas en los Evangelios y Hechos) la palabra se refiere a los líderes judíos del Sanedrín, o en sinagogas locales que no eran sacerdotes. Las veinte veces restantes se refiere a los ancianos en las iglesias: en la iglesia de Jerusalén (Hech 11:30; 15:2,4,6,22–23; 16:4; 21:18); in Listra, Iconio, y Antioquia (Hech 14:21,23); en Éfeso (Hech 20:17); en los pueblos de Creta (Tito 1:5); y otras referencias generales (1º Tim 5:17,19; Stg 5:14; 1 P. 5:1,5). Juan también se refiere dos veces a sí mismo como “el anciano” (2 Jn 1; 3 Jn 1). Los judíos de la época de Jesús tenían miembros laicos en el Sanedrín de Jerusalén llamados ancianos. Las sinagogas también tenían cuerpos de hombres gobernantes llamados ancianos.<br />
En el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente son intercambiables en el contexto de oficio dentro de la iglesia local. Esto se ve con la mayor claridad en Hechos 20 donde Pablo se reúne con los ancianos de la iglesia de Éfeso a quienes ha llamado en el versículo 17. En el versículo 28, Pablo dice a esos ancianos : “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre”.<br />
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Luego, en Efesios 4:11, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”. La palabra que Pablo usó para “pastor” es poimenas, que se relaciona con la palabra para “guía”.<br />
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De modo similar, en 1ª Pedro 5:1-2 Pedro se dirige a los ancianos diciéndoles que ellos son pastores o guías de la manada de Dios, sirviendo como superintendentes u obispos. En 1ª Pedro 2:21 Jesús es llamado “Pastor y Obispo de vuestras almas”. La raíz de la palabra traducida aquí como “obispo” (episkop) aparece once veces en el Nuevo Testamento. En Tito 1, Pablo proporciona una lista de calificaciones para un oficio particular, similar a la dada a Timoteo en 1ª Tim 3. En ambos lugares, el funcionario descrito se llama episkopon, esto es, un obispo o superintendente. Pero en Tito 1:5, Pablo dice que él dejó a Tito en Creta para que nombrara presbuterous (ancianos) en cada pueblo. Más adelante, en el versículo 1:7, el se refiere a la misma persona como un episkopon. Claramente, en el Nuevo Testamento, las palabras anciano, guía o pastor y obispo o superintendente, en el contexto de oficio de la iglesia local, son intercambiables . <br />
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Pablo estableció los requisitos para los ancianos en 1ª Tim 3:1-7 y en Tito 1:5-9. Los ancianos deben ser irreprensibles y estar por encima de cualquier reproche, no arrogante, abstemio, autocontrolado, respetable, no dado al mucho vino, no violento sino gentil, no pendenciero, bien reputado (particularmente entre los no creyentes), probo, santo y disciplinado. El es el marido de una sola mujer, no amante del dinero, no perseguidor de ganancias deshonestas, un buen gobernante de su familia (sus hijos le obedecen) y no un recién convertido. El ama lo que es bueno, está firmemente sujeto al evangelio y está ansioso por servir. <br />
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Todas las calificaciones mencionadas aquí y citadas en otras partes en las Escrituras son aplicables a todos los cristianos, excepto una, la habilidad de enseñar. La esencia del oficio de anciano consiste en asegurar que la Palabra de Dios es bien entendida, evidenciada por el compromiso de enseñar a una manada particular esta Palabra. Cualquiera que sirva como anciano debe tener un dominio por encima del promedio tanto del evangelio como de las grandes verdades de la Escritura, especialmente de aquellas que están bajo asalto en nuestros días. Un anciano debe tener un dominio particularmente sólido de las verdades que distinguen su propia congregación de otras (por ejemplo, el bautismo para los Bautistas). Y debe ser un ejemplo de cuidado y preocupación por toda la congregación.<br />
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Las calificaciones de “marido de una sola mujer” y “manejar bien su propia casa” no significa que un anciano debe estar casado o tener hijos. Más bien parece que Pablo asumió que la mayoría de los hombres estarían casados y tendrían hijos. De conformidad con la creación, Pablo argumenta en 1ª Tim 2 que existe un orden divino que imposibilita que una mujer sea llamada “a enseñar o tener autoridad sobre un hombre” en la iglesia . <br />
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Una discusión frecuente sobre los ancianos del Nuevo Testamento es si cada congregación local debe ser gobernada solamente por un anciano o por varios ancianos. Por esto, en Lucas 7, el centurión envió a varios ancianos de la comunidad judía de Capernaum a Jesús para que suplicaran ayuda en su nombre. Deuteronomio también se refiere a múltiples ancianos en el contexto de su rol como líderes del pueblo. Ya fuese que implicara rescatar gente de las ciudades refugio, resolver asesinatos, o tratar con hijos desobedientes (Deut 19:12; 21:1–9,18–21). De manera similar, las sinagogas judías seguían el patrón de liderazgo plural. Las sinagogas que surgieron durante el exilio babilónico, funcionaron como asambleas civiles y religiosas para la enseñanza de la ley de Dios, y consecuentemente, para guiar a la comunidad. Se requerían diez hombres adultos para tener adoración pública en una sinagoga. Varios oficios facilitaban el trabajo de las sinagogas, entre ellos, el oficio de gobernar .<br />
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En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis presenta no uno sino veinticuatro ancianos. Las referencias a los ancianos judíos, de manera uniforme señalan un cuerpo de hombres. Pablo realizó su trabajo de plantar iglesias con la ayuda de varias personas, aunque como apóstol él era evidentemente el líder. También es cierto que muchos ancianos de las nacientes iglesias no podían ser mantenidos totalmente desde el punto de vista financiero. Y Pablo no les escribió a los ancianos de la iglesia de Éfeso sino a Timoteo solo. Por último, el Señor Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al “ángel” o “mensajero” de cada iglesia (singular). <br />
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¿Significa esto que el Nuevo Testamento concibe un solo anciano por cada iglesia? Por el contrario, las evidencias sugieren que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban guiadas por más de un anciano. Cinco autores del Nuevo Testamento se refieren al oficio de anciano veinte veces. Solo Juan se refiere al oficio en singular; el mismo, se define como “el anciano” en su segunda y su tercera cartas. Aparentemente, él era conocido con ese título. Asumiendo que él le escribió a la gente fuera de su congregación, el título puede haber sugerido no tanto un oficio como su amplio reconocimiento.<br />
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Santiago, Pedro, Pablo y Lucas también se refieren al oficio de anciano en la iglesia, y cada uno de ellos, parece presumir una pluralidad de ancianos por congregación. Santiago instruye a sus lectores cristianos a “llamar a los ancianos (plural) de la iglesia (singular) a orar por ellos” (Stg 5:14). Pedro escribió como un anciano a los ancianos (plural) entre vosotros” (1ª P.5:1-5). A menos que Pedro estuviera diciendo “de un hombre viejo a otros”, el asume que en cada congregación había una pluralidad de ancianos. Pablo saludó con los ancianos (plural) de la iglesia (singular) de Filipos (Fil 1:1). Y exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a ser “obispos” o “superintendentes” (plural) de la manada (singular) a la cual Dios los había llamado (Hechos 20:28). Escribiendo a Timoteo y a Tito, Pablo de nuevo menciona ancianos en plural. El recuerda a Timoteo el cuerpo de ancianos que puso sus manos sobre él (1ª Tim 4:14). Poco después se dirige a los ancianos (plural) que dirigen los asuntos de la iglesia (singular) (1ª Tim 5:17). A luego se refiere no a las acusaciones contra “el anciano” sino contra “un anciano” (presbeterou, sin el artículo), lo cual debería ser consistente con la afirmación que Timoteo tenía múltiples ancianos su congregación.<br />
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Pablo también dejó a Tito en Creta para que “nombrara ancianos (plural) en cada pueblo (kata polin )” (Tito 1:5), significando que de nuevo Pablo tuvo como propósito que cada iglesia tuviese una pluralidad de ancianos. Por último, la narración de Lucas en el libro de los Hechos evidencia la pluralidad de ancianos en cada congregación local. La iglesia en Éfeso (singular) tiene múltiples ancianos (Hechos 20:17). Al final del primer viaje misionero de Pablo, Pablo y Bernabé “nombraron ancianos (plural) en cada iglesia (singular)” (Hechos 14:23). Y las referencias a los ancianos de la iglesia de Jerusalén siempre ocurren en plural .<br />
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La evidencia directa en el Nuevo Testamento indica que la práctica usual y esperada era que cada congregación local tuviese múltiples ancianos. <br />
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Otra cuestión que surge naturalmente en estos tiempos es si el Nuevo Testamento soporta la postura de un señor o un solo pastor. En tanto que en el Nuevo Testamento no hay evidencia directa que apoye este punto de vista, se pueden encontrar cuatro indicadores de un maestro principal entre los ancianos, aun en esas congregaciones primitivas. Primero, algunos hombres en el Nuevo Testamento como Timoteo y Tito, aunque se movían de un lugar a otro, actuaban como ancianos. Otros hombres habían permanecido en una localidad, quizás como los hombres nombrados por Tito en cada pueblo (Tito 1:5). En otras palabras, Timoteo estableció un precedente al venir de fuera de la comunidad a actuar como un dirigente de ella, aun cuando allí estaban ya otros líderes. Aparentemente, los forasteros no estaban excluidos de juntarse a la comunidad para asumir responsabilidades de enseñanzas primordiales.<br />
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Segundo, algunos hombres eran sostenidos financieramente porque trabajaban a tiempo completo con el rebaño (Fil 4:15–18; 1ª Tim 5:17–18), mientras que otros hombres conservaban sus vocaciones y además trabajaban como ancianos. Pablo frecuentemente hizo esto cuando estaba estableciendo el evangelio en una nueva área. Y se puede pensar que no todos los ancianos nombrados por Tito y Timoteo recibían paga por trabajo a tiempo completo.<br />
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Tercero, Pablo le escribió solo a Timoteo con instrucciones para la iglesia de Éfeso, aún cuando el libro de los Hechos señala claramente la pluralidad de ancianos en la iglesia de Éfeso. Aparentemente, Timoteo jugaba un rol único entre ellos.<br />
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Finalmente, Jesús dirigió sus cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 al mensajero (singular) de cada una de esas iglesias.<br />
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Ninguno de estos ejemplos presenta un mandato explícito pero ellos describen la práctica común de reservar al menos uno de estos ancianos, potencialmente foráneo a la comunidad de la congregación, apadrinándolo y dándole la responsabilidad primaria de la enseñanza en la iglesia. Con todo y eso, el predicador, o pastor, es fundamentalmente uno de los ancianos de su congragación. Trabajando junto con ese pastor de mayor categoría, la pluralidad de ancianos ayuda tanto a él como a la iglesia complementando los dones del pastor, compensando sus deficiencias, corroborando sus decisiones y creando el ambiente favorable en la congregación para evitar la exposición de los líderes a críticas injustas.<br />
Una pluralidad también hace al liderazgo más enraizado y permanente y permite mayor continuidad en la madurez espiritual. Esto estimula a la iglesia a ser más responsable por el crecimiento espiritual de sus propios miembros y ayuda a la iglesia a ser menos dependiente de sus empleados. De acuerdo a como los ancianos lideran y los diáconos sirven, se prepara a la iglesia para dar testimonio de lo que Dios se ha propuesto que sea.<br />
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Disciplina. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser su pueblo especial. Sin embargo, la presencia santa de Dios con su pueblo requería una especial santidad de su parte (Ex 33:14–16). El Señor dijo a Moisés, “habla a toda la asamblea de Israel y diles: “Sed santos por yo, el Señor vuestro Dios, es santo” “(Lv 19:1–2; vea Lv 11: 44–45; 20:26). La santidad de ellos debía reflejar la Suya. Dios continuó preservando este testimonio de sí mismo a todas las naciones mediante el convenio del monte Sinaí (detallado en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y en los tiempos que vivieron los profetas. <br />
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Durante los siglos transcurridos entre Moisés y Esdras, Israel existió como un testimonio de la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham. Durante este tiempo los individuos eran excluidos de la comunidad mediante la aplicación del código levítico si sus vidas resultaban muy corrompidas. Gordon Wenham resume el propósito del código levítico: “El corrupto y el santo son dos estados que jamás deben estar en contacto entre sí”. Un individuo podía estar excluido temporalmente del pueblo de Dios por un número diferente de acciones (vea Lv 11–15; 18; Num 35:33). Para otros pecados más serios se requería la pena capital (Lv 17:10; 20:3–5), como una separación divina desde la promesa abrahámica (“será eliminada de su pueblo” Ex 30:38; Lv 7:20–21; Num 15:30–31). Es un honor pertenecer al pueblo de Dios, y la membrecía tiene tanto obligaciones como privilegios.<br />
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Finalmente, los pecados de la nación resultaron ser demasiado grandes para que Dios los tolerara y decidió juzgar la nación completa. Primero, la nación fue dividida. Luego, después de muchos siglos de desobediencia, las tribus del norte fueron sometidas por Asiria, y tiempo más tarde, las tribus sureñas fueron conquistadas por Babilonia. Si su pueblo no podía vivir diferente al resto de las naciones (en lugar de adoptar la inmoralidad e idolatría de esas naciones), entonces, su pueblo sería dispersado entre ellos. Dios no les permitiría que continuaran llevando su nombre en vano para siempre. En Ezequiel, Dios resume la historia de su fidelidad a pesar de la infidelidad de su pueblo.<br />
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“Pero el pueblo de Israel se rebeló contra mí en el desierto; desobedeció mis decretos y rechazó mis leyes, que son vida para quienes los obedecen... Por eso, cuando estaban en el desierto, pensé descargar mi ira sobre ellos y exterminarlos. Pero decidí actuar en honor a mi nombre, para que no fuera profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto”. (Ez 20:13-14). <br />
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En el Nuevo Testamento, la iglesia también ejerce disciplina puesto que sobre el pueblo de Dios permanece una expectativa de santidad. “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo. (1ª P. 1:14-16; citando Lv 11:44–45; 19:2; 20:7). La iglesia fue fundada por Cristo y su éxito está prometido y asegurado por Él (Mat 16:17–19). Él se compromete a moldear santidad en su pueblo por medio de su Espíritu. Así, el Espíritu de Cristo usa el cuerpo local de creyentes para crear y mantener la especial santidad del pueblo de Dios. El escritor a los Hebreos recuerda a los creyentes jóvenes la importancia de la disciplina en la vida cristiana (He 12:1–14). Parte de esa disciplina ocurre mediante la interacción de las personas, como un miembro del cuerpo de Cristo cuida por los otros. <br />
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También Pablo escribió a los Gálatas: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal 6:1-2). El alertó también a los de Tesalónica:<br />
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“Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros.... Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence. Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano.”. (2Th 3:6, 14-15; comparar con 1ª Tim 1:20; 5:19-20). <br />
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A Tito, Pablo le instruye: “Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo (Tito 3:10). Este concepto de disciplina de la iglesia, el cual puede terminar en la exclusión de la iglesia, tiene su origen en las enseñanzas de Cristo mismo. En Mateo 18, Jesús enseñó sobre la naturaleza de sus seguidores, instruyéndoles acerca del amor que busca a los perdidos y la misericordia hacia los demás. En el mismo contexto, Él también planteó el tema de lo que se debe hacer cuando uno de sus seguidores peca contra otro. <br />
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"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que 'todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos'. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado”. (Mat 18:15-17).<br />
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Cristo estableció tres pasos para confrontar a cualquiera que proclame ser un seguidor suyo y se rehúse a arrepentirse de sus pecados: primero, confrontación privada, segundo, confrontación en grupo pequeño, tercero, confrontación congregacional. Mientras estos pasos pueden ser más sugestivos que exhaustivos, el resultado deseado de cada etapa de la confrontación, es siempre el mismo: el arrepentimiento del discípulo . Sin embargo, podría rehusarse el pecador a oír a la iglesia; en tal caso, será tratado como “un incrédulo o un renegado”. El ha demostrado que no pertenece a la asamblea porque la asamblea de la iglesia se caracteriza por el arrepentimiento santo. <br />
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La disciplina está indisolublemente ligada a la iglesia que Jesús concibió. Pero tal disciplina no ocurre sola. En vez de eso, sucede como parte de un compromiso mayor de toda la congregación de orar y trabajar, unos a otros, para la formación a semejanza de Cristo. Un rechazo de tal comportamiento debe ser seguido por una lamentable exclusión de la comunidad de creyentes.<br />
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Quizás el texto más citado sobre la práctica de la excomulgación o disciplina de la iglesia es 1ª Co 5. En este pasaje, Pablo; se dirige específicamente a la congregación para que “Expulsen al malvado de entre ustedes.” (v.13). Pablo tomó estas palabras de Deuteronomio donde el Señor instruye a su pueblo por medio de Moisés para expulsar a aquellos que adoraban a otros dioses, que daban falsos testimonios y que practicaban fornicación, adulterio o ciertas clases de esclavitud (Deut 17:7; 19:19; 22:21,24; 24:7). En el antiguo Israel, tal exclusión podía ser llevada a cabo mediante la pena capital. Pablo en su exhortación a la congregación de Corinto, simplemente plantea que el transgresor debe ser excluido de su congregación de manera similar al mandato de Jesús para que el pecador que no se arrepiente en Mateo 18:17 sea tratado como “un incrédulo o un renegado”. Aunque el infractor proclame ser cristiano, su declaración carece de credibilidad por su evidente falta de arrepentimiento. Tal juicio dentro de la iglesia es actualmente una parte del trabajo de la iglesia, dice Pablo. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? (v.12). “Sí”, por supuesto, es la respuesta que Pablo supone darán a esta segunda pregunta retórica.<br />
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La naturaleza de la exclusión que Pablo ordena es la excomunión, la cual típicamente significa excluir a disciplinados de la comunión (Cena del Señor). En esencia, es una remoción de la membrecía de la iglesia. Mientras otras situaciones disciplinarias pueden tener metodologías graduales como una advertencia, seguida de una suspensión temporal de ciertos privilegios de la membrecía, Pablo no contempla tales acciones parciales en 1ª Co 5. El crimen fue atroz y público y la respuesta de la iglesia necesita ser igualmente pública y contundente . Por lo tanto, Pablo pide la excomunión que trascienda la simple negación de participar en la Cena del Señor al no arrepentido.<br />
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Pablo escribió, “en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer” (1ª Co 5:11). El reaccionó fuertemente porque la vida del pecador no arrepentido contrastaba rotundamente con su afirmación de ser cristiano. En la medida que la iglesia le permitiera permanecer en membrecía, eso afirmaba su declaración de ser cristiano al tiempo que proporcionaba al mundo una imagen profundamente distorsionada de lo que es un cristiano. El pecado inicial perteneció a la pareja pecadora. Pero el pecado que provoca la ira de Pablo y que rechaza tan ásperamente fue la inacción de la congregación. Su falla al no actuar era potencialmente desastrosa para el testimonio de su evangelio y equivalía a rechazar el evangelio, lo que era en sí mismo, un serio pecado. La disciplina de la iglesia correctamente aplicada puede traer al pecador al arrepentimiento, pero siempre representará fielmente el evangelio a la comunidad circundante. <br />
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Por último, la disciplina en la iglesia debe ser practicada para llevar a los pecadores al arrepentimiento, alertar a los otros miembros de la iglesia, sanar toda la congregación, dar un testimonio colectivo diferente al mundo, y en última instancia, glorificar a Dios conforme su pueblo muestra su carácter de amor santo (ver Mat 5:16 y 1ª P. 2:12). <br />
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Misión y Propósito de la Iglesia. Los tópicos ya cubiertos en este capítulo no pueden ser apreciados totalmente, al margen de una comprensión fehaciente del propósito y la misión de la iglesia. La misión de la iglesia y el propósito están en el corazón de su naturaleza, atributos y señales; y las adecuadas prácticas de membrecía, gobierno y disciplina sirven a esos propósitos. Resumiendo, los objetivos correctos de la vida y acciones de una congregación local son adorar a Dios, la edificación de la iglesia y la evangelización del mundo. Estos tres objetivos a su vez glorifican a Dios.<br />
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La adoración colectiva de Dios ocurre en el contexto de la congregación reunida, mientras que la adoración individual ocurre en el contexto de la vida diaria individual. Modelar e incentivar tanto la adoración individual como la colectiva son aspectos significativos del propósito de la iglesia.<br />
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La adoración de Dios en la asamblea pública consta de particulares elementos prescritos por Dios y las circunstancias en las cuales esos elementos ocurren. Como David Peterson escribe: “La adoración del Dios vivo y verdadero, es esencialmente una participación con Él en los términos que Él propone y de la manera que solo Él hace posible.” Ligon Duncan resume cuales elementos deben ser incluidos en la adoración colectiva con el lema “Lee la Biblia, predica la Biblia, ora la Biblia, canta la Biblia y ve la Biblia”. Por “ver” la Biblia, Duncan quiere decir la celebración del bautismo y la Cena del Señor, lo cual, retrata al evangelio. Puesto que este aspecto de la adoración colectiva ya fue tratado antes, veremos a continuación los restantes elementos de la adoración colectiva.<br />
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A los cristianos se les manda a leer la Biblia cuando están congregados para la adoración. Pablo exhortó a Timoteo “dedícate a la lectura pública de las Escrituras”. Pero la Palabra de Dios no solo debe ser leída, también debe ser explicada y aplicada. Por tanto, la correcta predicación de la Palabra de Dios es central en la adoración de la iglesia, formando su base y corazón. Puesto que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Ro 10:14-17), la Escritura debe ser explicada con precisión y pasión. Es por esto que Pablo exhorta a Timoteo a “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (1ª Tim 4:2).<br />
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La tarea de cantar alabanzas a Dios es impuesta a los cristianos tanto por la vía del ejemplo como del mandato. Marcos y Mateo registran, por ejemplo, el hecho que Jesús y sus discípulos cantaran un himno después de la Cena del Señor (Mat 26:30; Mr 14:26). Pablo instruyó a la congregación de Éfeso a “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5:19–20). Por último, las alabanzas de las asambleas cristianas en la tierra prefiguran la alabanza que será ofrecida en el cielo (Apo 5:9-14).<br />
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Otro elemento de la reunión cristiana de adoración es la oración. En oración, los cristianos glorifican a Dios de diversas maneras: haciendo conocer su relación con Él, demostrando obediencia a su llamado a orar, recordando su fidelidad al responder a oraciones previas y presumiendo Su bondad, pedirle más aun. En la oración colectiva, Dios es magnificado en tanto que la iglesia es edificada y estimulada. Jesús enseñó a sus seguidores a orar de modo colectivo comenzando con “Padre Nuestro” (Mat 6:7–15; Lc 11:1–4). Santiago urgió a los primeros cristianos a “confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Stg 5:16; compare con Ef 6:18; Fil 4:6; Col. 4:2; 1ª Tes 5:17; 1ª Tim 2:8; Stg: 13). El libro de los Hechos también está lleno de oración. Los cristianos iniciales “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hech 2:42; ver 1:14; 4:24–31; 12:5,12). Leer y predicar la Palabra de Dios, cantar sus alabanzas y orarle a Él son los elementos básicos de la reunión semanal de los cristianos.<br />
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Detrás de la afirmación que la adoración cristiana debe consistir de estos elementos está la comprensión Protestante de la suficiencia de las Escrituras, la noción que las Escrituras enseñan suficientemente todo lo que necesita el pueblo de Dios para su salvación, absoluta verdad y completa obediencia. La suficiencia de la Escritura tiene muchas implicaciones incluyendo la convicción que la Escritura debe regular la forma en que el pueblo de Dios se acerca a Dios en adoración. Este principio ha sido llamado frecuentemente el principio regulativo. El principio regulativo aplica la creencia Protestante en la autoridad de la Palabra de Dios a la doctrina de la iglesia. Y es la que se cita con mayor frecuencia en las discusiones sobre la adoración pública.<br />
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Muchas personas han debatido acerca de cuáles son las aplicaciones específicas que deberían derivarse del principio regulativo para la reunión semanal de los santos. Por ejemplo, ¿Requiere o prohíbe el principio el tomar una ofrenda durante el servicio? ¿Tener un coro? ¿Usar una representación dramática relativa al sermón? y otras por el estilo. Aun antes de que los puntos particulares sean abordados, el principio básico debe estar clara y firmemente establecido: dios ha revelado cuales son los componentes básicos de la adoración aceptables para Él. Dejados por su cuenta, los humanos no adorarían a Dios como debe ser, ni siquiera aquellos que han sido bendecidos por Él. Uno necesita tan solo pensar en el inaceptable sacrificio de Caín o en el becerro de oro de los israelitas.<br />
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En respuesta a la pérdida del conocimiento y la inclinación a adorar correctamente que tiene la humanidad, Dios le dio, por gracia, su Palabra. Los dos primeros de los Diez Mandamientos muestran la preocupación de Dios sobre la manera de adorarlo. Jesús condenó a los fariseos por aspectos de su adoración (Mat 15:1–14). Pablo instruyó a la iglesia de Corinto sobre lo que debería y no debería ocurrir en sus asambleas (1ª Co 11–14). Brevemente, reconocer el principio regulativo equivale a reconocer la suficiencia de la Escritura aplicada a la adoración pública. En el lenguaje de la Reforma esto equivale a sola Scriptura. <br />
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El tiempo y lugar para reunirse o congregarse no está claramente prescrito en el Nuevo Testamento. Tanto los espacios públicos como el templo o la ribera de un río, como espacios privados tales como las casas, se usaron (Hech 2:46; 4:31; 5:42; 16:13; Ro 16:5). Habiendo dicho esto, la iglesia a lo largo de la historia ha considerado apropiado reunirse los domingos por varias razones. Primero, Cristo resucitó un domingo (Mat 28:1–2; Mr 16:2–5; Lc 24:1–3; Jn 20:1). Segundo, el Cristo resucitado se apareció por vez primera a los discípulos en domingo (Mat 28:8–10; Jn20:13–19; vea Lc 24:13–15). Tercero, el patrón de los cristianos primitivos apunta hacia el domingo como el tiempo para la reunión de adoración semanal, aun cuando no lo hubiese sido para algunos de los creyentes. Cuarto, este patrón de comportamiento fue rápidamente consagrado en el lenguaje con referencias al domingo como “el Día del Señor” (Apo 1:10). De acuerdo a los orígenes iniciales de la iglesia cristiana, esta fue la costumbre universal de los cristianos . Finalmente, los cristianos a través de la historia han considerado apropiado dar los primeros frutos de la semana a Dios para conocer su voluntad soberana, tal como ellos lo hacen con sus ingresos.<br />
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Además de promover y regular la adoración colectiva de Dios, la misión y propósito de la iglesia incluye fomentar la adoración individual de Dios. La adoración no solo ocurre en los servicios públicos y en las asambleas. Debe ocurrir en la vida diaria del cristiano. Por eso, Pablo exhortó a los cristianos de Roma “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios… en adoración espiritual” . La teología vivida en obediencia y acción responsable es adoración a Dios. Cuando se realizan con fe, todas las actividades de la vida cristiana señaladas en las Escrituras son medios para adorar a Dios “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Col 3:17; vea 1ª Co 10:31). La adoración a Dios es el fin supremo de la iglesia cristiana ya sea considerada localmente o universalmente o en la vida individual de sus miembros.<br />
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Además de ver hacia arriba, la iglesia debe ver de lado. Dicho de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios determina su propósito horizontal: trabajar para evangelizar y edificar a aquellos que han sido hechos a semejanza de Dios. La iglesia misma es, entonces, un medio de gracia, no porque ella otorgue salvación aparte de la fe sino porque es el medio ordenado por Dios para que su Espíritu lo use en la proclamación del evangelio salvador. La iglesia, por tanto, es el conducto mediante el cual vienen normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.<br />
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El propósito de la iglesia, en parte, es estimular a los individuos cristianos en su fe y su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo predicó a la congregación de Éfeso “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:15-16). Cuando el escritor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse regularmente, apuntaba al propósito de darse mutuo estímulo: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.<br />
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Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros” (He 10:24-25).<br />
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La vida en conjunto de toda la congregación es señalada como el fin de la edificación colectiva. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento que iba a ser un pueblo especialmente bendecido por la presencia de Dios, sus promesas y su poder. Él deseaba tener un pueblo que mostrase su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir Sus leyes y Su señorío al esperar con expectación el día prometido de su venida. La nación iba a ser un pueblo caracterizado por su santidad.<br />
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En el Nuevo Testamento el pueblo de Dios es la iglesia. En una congregación local, la comunión total es mostrar la santidad de Dios en sus propias santidades. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que ellos muestran. La unidad de Dios debe ser reflejada en su propia unidad. La comunión que los creyentes deben tener en una congregación es la asociación para trabajar en la edificación mutua y en la fidelidad al evangelio.<br />
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Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a quienes están en el mundo. Jesús ordenó “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat 28:19-20). Él también dijo a sus discípulos que el perdón de los pecados también debía ser predicado en su nombre “comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47). “serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” . <br />
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Oportunidades para ministrar a otros surgen naturalmente en las vecindades y ciudades donde viven las congregaciones. Las buenas nuevas se difundirán no solo donde la congregación tiene su asamblea sino también donde sus miembros pasan sus días. Sus vidas son conocidas por otros. Su testimonio es perfeccionado por la constante observación de su conducta.<br />
Los cristianos son llamados a vivir vidas de amor hacia los otros. La Escritura de ninguna manera niega el derecho o la posibilidad de de una congregación de cuidar de las necesidades físicas de los no cristianos de su entorno. Tampoco requiere la Escritura que los cristianos alivien las necesidades físicas de los no cristianos de su comunidad. En vez de eso, las congregaciones son llamadas a predicar, desplegar, modelar y expresar las buenas nuevas de Jesucristo. Y en obediencia a ese llamado las congregaciones cristianas tienen tanto la libertad como la responsabilidad de prudentemente tomar tales iniciativas en sus comunidades.<br />
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Pero el propósito externo de una iglesia no se limita a evangelizar una congregación de su propia ciudad. Una congregación de oración y planes debería expandirse más allá de los estrechos horizontes de la familiaridad. El mandato de Jesús de ir “hasta lo último de la tierra” recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama todo y que Él llamará a todos a rendir cuentas el gran día. Por lo tanto, los cristianos tienen la responsabilidad de llevar el evangelio por todo el mundo. Esta responsabilidad no es tanto de los individuos sino de las congregaciones. Los cristianos juntos pueden aportar sabiduría, experiencia, soporte financiero, oradores, y llamarlos y dirigirlos al propósito común de hacer grande el nombre de Dios entre las naciones.<br />
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En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida de manera tal que miembros de la congregación se crucen o encuentren de manera natural con población no creyente de áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y gente a aquellos grupos de personas que todavía no han oído del evangelio de Jesucristo. Testificar la gloria de Dios proclamada alrededor del mundo en los corazones de todo su pueblo debería ser la meta y el propósito de toda iglesia local. <br />
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El aspecto final, y el más importante, del propósito de la iglesia local es glorificar a Dios. En el antiguo Testamento el pueblo de Dios fue creado para la gloria de su nombre. Aun cuando Él los salvó de las consecuencias de sus propios pecados, Él los salvó para la gloria de su propio nombre. Hablando por medio de Ezequiel, Dios dijo:<br />
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Voy a actuar, pero no por ustedes sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ez 36:23, ver también Is 48: 8-11).<br />
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Lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. La iglesia finalmente existe para la gloria de Dios. Ya sea que se dedique al evangelismo o a las misiones, la edificación unos a otros mediante la oración y el estudio de la Biblia, estimular el crecimiento en santidad o congregarse para la adoración pública, oración e instrucción, este sublime propósito prevalece. La iglesia es el único instrumento para llevarle tal gloria a Dios. De acuerdo a la Biblia, “Dios, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef 3:10-11). No es un asunto menor para la iglesia patrocinar la promulgación de la gloria de Dios mediante su creación. Como dijo Charles Bridges “La Iglesia es el espejo que refleja todo el brillo del carácter Divino. Es el gran escenario en el cual se muestran al mundo las perfecciones de Jehová” <br />
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Clímax de la Iglesia.<br />
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En la Biblia, el pueblo de Dios comienza en un jardín (Gén 2-3) pero termina en una ciudad (Apo 21-22). El jardín es el Edén, creado para ser el ambiente perfecto para aquellos que fueron creados a su imagen. Tenía todo lo que los humanos podían necesitar, desde comida hasta trabajo y compañerismo. Más que todo, el jardín disfrutaba de la propia presencia de Dios, y Dios se deleitaba del ininterrumpido compañerismo con su pueblo en el jardín. <br />
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El pecado destruyó el compañerismo entre Dios, el hombre y la creación. Pero la destrucción dio lugar a un mayor despliegue del poder de Dios en la iglesia. En otro jardín Cristo enfrentó el reto de Adán: tomar su propia voluntad o la voluntad de su Padre celestial. <br />
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Por la misericordia y la gracia de Dios, Cristo, el segundo Adán, escogió seguir la voluntad de Dios y traernos su palabra. Lo que siguió fue el más terrible sufrimiento de la única persona que jamás mereció tal sufrimiento. Entonces, después de haber pagado los pecados de su pueblo como un sustituto, y después de haber satisfecho los reclamos de la ira de Dios contra su pueblo como un sustituto, Cristo resucitó en victoria contra el pecado y la muerte. Él luego hizo fluir su Espíritu, creando Su iglesia.<br />
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De ahí en adelante, el pueblo de Dios se ha dispersado por el mundo compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo. La culminación de la historia se ilustra al final del Apocalipsis como una ciudad celestial, como una sociedad de luz eterna en la cual Dios mismo está personalmente presente. El compañerismo del Edén ha sido restaurado. Solo que en esta oportunidad el número de habitantes habrá sido multiplicado millones de veces tantas como tenga la intimidad del compañerismo, puesto que el propio Espíritu de Dios habita en aquellos que creen solamente en Cristo para el perdón de sus pecados. El jardín se ha transformado en la ciudad. La fe nos da la vía para percibirla. La gloria de Dios es magnificada como el amor eterno entre las tres personas de la Trinidad reflejada para siempre en el amor interpersonal compartido entre la novia y el prometido, la iglesia y Cristo.<br />
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La oración de Cristo por sus discípulos en Juan 17:26 es respondida: “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. En esa ciudad, los cristianos accederán total y eternamente en el amor de Dios. La iglesia en la tierra de hoy en día representa el reflejo y la imagen creciente de esta realidad futura.<br />
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¿Qué ha Creído la Iglesia?<br />
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Historia del Concepto de la Iglesia<br />
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El tópico de la iglesia misma ha sido de interés intermitente en la historia de la iglesia. En el siglo IV las discusiones de la iglesia con los Donatistas fueron intensas, una controversia que se enfocaba significativamente en la naturaleza de la iglesia. En la Edad Media las discusiones sobre la autoridad del obispo de Roma contribuyeron a la separación entre Oriente y Occidente y dieron lugar a intensas disputas entre teólogos de Occidente. Más tarde, John Huss, John Wycliffe y otros medievales anticonformistas publicaron una doctrina de la iglesia invisible, en la cual, Cristo y no el papa era la Cabeza. Así como las discusiones sobre el tema de la iglesia fueron y vinieron a lo largo del tiempo, un número importante de asuntos fueron adquiriendo gradualmente mayor claridad.<br />
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Las asambleas de cristianos, o iglesias locales nombradas en el Nuevo Testamento, son ejemplos de iglesias visibles. Dios ha diseñado la iglesia para ser un testimonio visible y apreciable por el mundo circundante. Pero, ¿Es visible la única forma en que puede describirse la iglesia? Después de todo, Jesús expresó que la cizaña había sido sembrada entre el trigo pero que la dos serían separadas el último día (Mat 13:24-30). ¿Se puede hablar entonces de la iglesia “invisible”, es decir, de la iglesia como Dios la ve, o como aparecerá el último día? La iglesia invisible es entonces la iglesia formada por todos los verdaderos creyentes, estén o no en la iglesia visible, y excluyendo a aquellos de la iglesia visible que no están genuinamente convertidos. No hay dos iglesias separadas una visible y otra invisible; hay dos aspectos de la verdadera iglesia . <br />
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Históricamente, los Protestantes han liderado la distinción entre la iglesia visible y la invisible. Esta distinción ha sido usada para explicar la ausencia visible de la unidad predicada por Jesús en Juan 17. Por su naturaleza, la iglesia invisible está unida; lamentablemente, la iglesia visible está mezclada y dividida. En tanto que no hay precisión al afirmar que la idea de la iglesia invisible comenzó con la Reforma Protestante, ya que la idea se encuentra en Wycliffe, Huss y hasta en Agustín, los Reformadores Protestantes hicieron uso particular de esta idea. <br />
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Otra dicotomía con significativa historia de consideraciones teológicas en la iglesia ha sido la distinción hecha entre la iglesia local y la iglesia universal o católica. La iglesia que está formada por todos los cristianos a lo largo de la historia, es la iglesia universal. Aunque la iglesia universal nunca se ha congregado, un día lo hará, y todos los cristianos son considerados por Dios parte de ese cuerpo elegido. Por otra parte, la iglesia local es simplemente la congregación local de los cristianos. Con una posible excepción (uso interesante de Lucas en Hechos 9:31), la palabra iglesia que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento, siempre se refiere tanto a la iglesia local (la mayoría de las veces) o a la iglesia universal (algunas veces) . Los cristianos han aceptado históricamente ambos usos. Sin embargo, han perdurado dos discusiones significativas respecto a esta dicotomía.<br />
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Primero, y la más significativa para la iglesia en todo el mundo, ha sido la discusión acerca de si hay un orden y una forma de gobierno prescritos para la iglesia universal tal como lo hay para la iglesia local. La Iglesia Católica Romana sostiene que hay un orden universal. La Iglesia Ortodoxa Griega y muchos grupos Protestantes sostienen que hay estructuras que han sido desarrolladas que están permitidas y son útiles, aunque no son un mandato de las Escrituras, tales como asambleas nacionales, convenciones, arzobispados y así por el estilo. Por otro lado, los Congregacionalistas, como los Bautistas, han mantenido que el Nuevo Testamento no prescribe estructura alguna para la iglesia universal. Se entiende que toda cooperación entre congregaciones es voluntaria y consensual. <br />
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Una segunda controversia, de particular preocupación para los cristianos Bautistas ha sido el tema de si uno puede, legítimamente, referirse a algo como una iglesia si no han sido establecidas para ella ni estructuras ni orden. Irónicamente, algunos Bautistas del siglo XIX y sus herederos coincidieron con este aspecto del pensamiento Católico Romano. Sin embargo, ellos agregaron la conclusión que en el Nuevo Testamento nunca se discute sobre la iglesia universal. Esta controversia fue conocida con el nombre de Territorios Marcados Este fue el texto de un sermón de J. M. Pendleton y la base del libro de J. R. Graves, Antiguos Territorios Marcados: ¿Qué son? (1854). Este libro se transformó en un manifiesto y ejerció una gran influencia entre los Bautistas en ciertas partes de Estados Unidos . <br />
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Hay otra dicotomía que ha sido usada para describir diferentes aspectos de la iglesia es la iglesia militante y la iglesia triunfante . La iglesia militante se refiere a los cristianos vivos quienes están en una batalla constante con el pecado, la carne y el mundo . La iglesia triunfante se refiere a los cristianos que están en el cielo, apartados de la guerra espiritual y totalmente victoriosos. La Iglesia Católica Romana también habla de la iglesia sufriente mediante la cual indican tanto la iglesia que está ahora en la tierra como aquellos que están redimidos pero que todavía están siendo purificados en el purgatorio.<br />
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El tópico de la iglesia vino a ser el punto focal del debate teológico formal en la Reforma. Aquí, como en muchas partes del desarrollo teológico de la iglesia, la cuestión de cómo distinguir lo verdadero de lo falso conduce a una definición más clara de la verdad.<br />
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Antes del siglo XVI, la iglesia era más asumida que discutida. Era considerada como un medio de gracia, una realidad existente, y una presuposición para el resto de la teología. La teología Católica Romana comúnmente se refiere al “misterio de la iglesia” queriendo decir la inagotable e inestimable profundidad de esta realidad de la iglesia. Por eso, la Vulgata, en Efesios 5:32 se refiere a la unión de Cristo con su iglesia como un sacramentum (misterio). Prácticamente la Iglesia de Roma argumentó que era la verdadera y visible iglesia de acuerdo a la sucesión de Pedro a través del obispo de Roma establecida en base a las palabras de Jesús a Pedro en Mateo 16.<br />
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Con la llegada de la Reforma, la discusión sobre la naturaleza de la iglesia resultó inevitable. Para los Reformadores Protestantes, “no la pretendida silla de Pedro sino las enseñanzas de Pedro eran la verdadera señal de sucesión apostólica. La Reforma hizo del evangelio no de la organización eclesiástica, el test de la verdadera iglesia” . Calvino criticó la declaración de Roma de ser la verdadera iglesia en base a la sucesión apostólica. “Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que asegurar la sucesión solo en personas prescindiendo de las enseñanzas”. Considerando que los atributos de la iglesia (una, santa, universal y apostólica) han sido insuficientes para distinguir entre una iglesia verdadera y una falsa, la Reforma introdujo la notae ecclesiae, las características de la iglesia: la correcta predicación de la Palabra de Dios y la recta administración de las ordenanzas.<br />
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Comenzando con la Reforma, entonces, los Protestantes han creído que una congregación individual, local, debe ser considerada como una verdadera iglesia cuando la Palabra de Dios es correctamente predicada y las ordenanzas de Cristo son justamente seguidas. La correcta predicación de la Palabra de Dios es la disciplina formativa que modela la iglesia (como opuesta a la disciplina correctiva que incluye medidas como la excomunión). El ministerio de la Palabra, por tanto, es central y definitivo. La vía para distinguir entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia es preguntar si la adoración pública consiste en la correcta predicación de la Palabra de Dios y la justa aplicación de las ordenanzas de Cristo. Si ambas están presentes, es una verdadera iglesia . La Palabra que es correctamente enseñada debe llevar a la iglesia a la justa administración de las ordenanzas de Cristo (lo cual también implica que debe ser ejercida la disciplina). <br />
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Estrechamente relacionado con el concepto de la universalidad de la iglesia está la idea de la unidad de la iglesia. Las primeras iglesias cristianas mostraron su unidad como medio de defensa ante los herejes e iconoclastas. Pero las mutuas excomulgaciones sobre asuntos como el Nestorianismo, el Monofisismo o la supremacía papal desgarraron la visible unidad de la iglesia. La iglesia fue adicionalmente dividida durante la Reforma tanto por la comprensión Protestante del evangelio como por su método de entender el evangelio mediante la transparencia y suficiencia de las Escrituras en lugar de la mediación de la iglesia. Los Católico Romanos han insistido en una visible unidad de la iglesia. Los Protestantes han insistido, por el contrario, en la primacía de una unidad en doctrina y espíritu.<br />
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Las denominaciones, tal como las conocemos hoy, surgieron principalmente en el siglo XVII, aunque sus raíces son anteriores. Los Protestantes no buscaron dividir superficialmente la iglesia sino que los principios Protestantes de la claridad de las Escrituras (precisión), y autoridad les daba la garantía, o aun les demandaba su uso para separar las falsas enseñanzas. Como dijo Calvino “no reconocemos unidad excepto en Cristo, ni caridad de la cual no sea Él la garantía… por lo tanto, el punto principal para preservar la caridad es mantener la Fe sagrada y entera” . Esto significa que los Reformadores reconocieron que el costo de la unidad al precio de la verdad era un mal negocio. Una correcta división era preferible a una unión corrupta. Por estas razones varios grupos del continente europeo batallaron libres del control de iglesias establecidas y comenzaron a persistir en su propia comprensión de la fidelidad de las Escrituras.<br />
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La mayoría de las denominaciones conocidas hoy en los Estados Unidos comenzaron a crecer en el Reino Unido (aunque sus raíces se remontan a todo el continente). Presbiterianismo, Congregacionalismo y una creencia en el bautismo de los creyentes, son todas derivadas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra (1558-1603). Sin embargo, no le fue dado un tolerante reconocimiento fuera de la iglesia establecida hasta finales del siglo XVII, casi cien años después. Las denominaciones pueden haber solidificado las divisiones en la iglesia, pero ellas también facilitaron el despertar de las conciencias de muchos cristianos precavidos del siglo XVII. La libertad de reunirse y adorar de acuerdo a su propia conciencia fueron pasos fundamentales en el desarrollo de las denominaciones tal como las conocemos hoy.<br />
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Las tres “antiguas denominaciones” como fueron llamadas, fueron los Presbiterianos, los Congregacionalistas y los Bautistas. <br />
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Estas tres juntas dieron lugar al establecimiento de los Episcopalianos y a la denominación del siglo XVIII, los Metodistas, abarcando a los religiosos de origen británico que se habían desplazado a Norteamérica. Una vez más, otro significativo grupo étnico fue añadido tales como las iglesias Reformadas Francesa y Alemana o los grupos luteranos Ale manes y Escandinavos. América vino a ser el primer laboratorio para evaluar la coexistencia de denominaciones de las iglesias cristianas.<br />
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Estos grupos de iglesia retuvieron por largo tiempo sus doctrinas y prácticas distintivas, y han surgido nuevas desde entonces. Brevemente, el surgimiento de denominaciones representa el creciente deseo por la fidelidad en la pureza antes que en la unidad . Cada congregación decide cuales asuntos deben tener en común los miembros antes de que puedan en sana conciencia experimentar y expresar unidad con ellos. <br />
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Historia de la Ordenanzas de la Iglesia<br />
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Es tristemente irónico que muchas de las acciones que los cristianos han sido llamados a compartir en común (reconocer “un solo bautismo” [Ef 4:5]; celebrar la Cena del Señor juntos [1ª Co 11: 18, 21, 33]) hayan sido el foco de muchas disputas y divisiones a lo largo de la historia de la iglesia. Las disputas se han centrado tanto en el número como en la naturaleza de las ordenanzas a ser practicadas por la iglesia. <br />
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Entre los teólogos que datan desde Agustín en el siglo V hasta Hugo St. Victor en el siglo XII, no hubo acuerdo sobre el número de sacramentos. El número varía desde dos en total hasta treinta o más. Desde el siglo XIII, la Iglesia Católica Romana ha reconocido siete sacramentos. Los teólogos de los siglos XII y XIII, especialmente Hugo St. Victor, Peter Lombard, Alexander de Hales y Tomás de Aquino, apoyaron intensamente la posición de la Iglesia de Roma respecto al número y naturaleza de los sacramentos. Junto con el bautismo y la Eucaristía, la Iglesia Católica Romana también enseña que la confirmación, la confesión y penitencia, el matrimonio, la ordenación al sacerdocio y la extremaunción (últimos ritos), son sacramentos a ser observados por los cristianos como medios de gracia ordenados por Dios.<br />
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Aunque puede argumentarse sobre bases bíblicas para estos últimos cinco sacramentos, la Iglesia Católica Romana no cree en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar enseña, que la tradición de la Iglesia, junto con la Escritura preservan la voluntad revelada por Dios para su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no aparece desarrollado ninguno de estos sacramentos en ninguno de los autores, pese a eso, la teología de la Iglesia Católica Romana no se avergüenza. <br />
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Otros grupos tales como los Cuáqueros y el Ejército de la Salvación han mantenido que hoy en día no deben observarse ordenanzas, ni siquiera el bautismo y la Cena del Señor. Ellos enseñan que estas acciones tuvieron significado para los primeros creyentes y que nunca se pretendió una observancia continuada en la iglesia. No obstante, lo que debe continuar son las realidades espirituales de entrar a la nueva vida en Cristo y comunicarse con Dios quien viene de nuevo. Ambas cosas fueron simbolizadas por el bautismo y la Cena del Señor.<br />
Hablando acerca de George Fox, fundador de los Cuáqueros, Rufus Jones ha escrito:<br />
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Su casa de adoración estaba desnuda excepto por las sillas. No tenía santuario, la shekinah (la gloria o presencia de Dios) ocurriría en el corazón de cada uno de los que adora. No hay altar, puesto que Dios no necesita calmarse ya que él mismo ha hecho el sacrificio por los pecados. No hay fuente bautismal porque el bautismo en su creencia no es otra cosa que una inmersión permanente en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un descenso al significado de la muerte de Cristo y un elevarse a la nueva vida con él. No había mesa de comunión porque él creía que la verdadera comunión consiste en participar directamente del pan espiritual del alma, el Cristo viviente. <br />
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Ciertamente, la abstención de Fox del bautismo y la Cena del Señor es consistente con su priorización de la luz interior (tomado de Juan 1:9) sobre y por encima de la Palabra escrita de Dios.<br />
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Algunos cristianos han sostenido que el lavado de los pies debería conservarse como tercera ordenanza. Entre estos hay grupos de Antiguos Regulares y Bautistas Regulares, Bautistas Primitivos y Hermanos de la Gracia y algunos otros grupos. Citando la evidencia de Juan 13: 13-15 ellos construyen el ejemplo de Jesús no como una lección acerca de la humildad. En vez de eso, ellos interpretan que Jesús enseñó que este ritual debe ser continuado por los cristianos. Ningún registro histórico sugiere que los cristianos primitivos practicaran el lavado de los pies como una ordenanza de la iglesia. Aún así, varios de estos grupos en el período post- Reforma han reiniciado esta práctica.<br />
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Toda discusión respecto al número y la naturaleza de las ordenanzas de Cristo podría verse como algo alejado de los intereses de las iglesias cristianas actuales. El mandato de Cristo a bautizar es ignorado o minimizado en la enseñanza de muchas iglesias, en los libros y leídos generalmente por los evangélicos y en los requerimientos de membrecía de tales iglesias. Además, la Cena del Señor es rara vez celebrada en muchas congregaciones. Por todo esto, la doctrina Reformada de solo fide (solo fe) ha sido explotada para insanos propósitos, siendo usada para relegar cualquier cosa no directamente necesaria para la salvación al status de sin importancia. Pero seguramente si Cristo ha ordenado algo, sus seguidores no tienen autoridad para alterar su mandato ya sea añadiéndole cosas o ignorándolo. <br />
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Históricamente, los Bautistas nunca estuvieron en peligro de ignorar las ordenanzas de Cristo. Desde el nombre hasta la práctica, los Bautistas se han caracterizado por una comprensión particular del bautismo. Aún así tal forma de practicar el bautismo por los creyentes no ha dado lugar a controversias con otras denominaciones. Más bien, el bautismo de infantes ha causado muchos de los debates y divisiones en la historia de las iglesias cristianas. <br />
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Han ocurrido debates muy acalorados en torno a cuando comenzó la práctica de bautizar los infantes. Quienes lo practican en la actualidad casi universalmente argumentan que los cristianos del primer siglo realizaban el bautismo de infantes aunque deben admitir que la referencia del nuevo Testamento es tangencial, por deducción. Otros han sido menos competentes para encontrar sus orígenes en los primeros años de la iglesia cristiana. De la Historia del bautismo de infantes de William Wall, la monumental defensa anglicana del siglo XVII hasta el debate de mediados del siglo XX entre los eruditos Joachim Jeremias y Kurt Aland, el consenso ha continuado eludiendo a los eruditos . La Didache, la Carta de Bernabé y El Pastor de Hermas, son todos ellos documentos del siglo II que reflejaban la práctica de la iglesia de esos tiempos; y en ninguno de ellos, se menciona el bautismo de infantes. De hecho, en sus declaraciones sobre el bautismo, todas presuponen el bautismo de creyentes. La declaración de Tertuliano en De Baptismo (escrito entre los años 200y 206 D.C.) atacando el bautismo de infantes “constituye la primera mención expresa del bautismo de infantes en la historia de la iglesia.” <br />
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Posteriormente, en la primera mitad del siglo III D.C., Orígenes se refiere al bautismo de infantes . En este punto resulta poco creíble llamarlo una práctica universal. La práctica del bautismo de infantes parece originarse con el surgimiento de la comprensión ex opere operato de sus efectos, se pensaba que el bautismo podía asegurar el perdón de los pecados de todo aquel que se bautizara. Cuando el cristianismo se hizo legal y se estableció, surgió la presión por extender la membrecía a toda la congregación. A raíz del Concilio de Cartago del año 418 D.C., todo aquel que enseñara contra el bautismo de infantes era anatematizado . En el siglo VI, el emperador Justiniano decretó la obligación del bautismo de infantes en todo el imperio romano.<br />
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Mientra los Católico Romanos, los Ortodoxos y varios grupos disidentes continuaron practicando el bautismo de creyentes en el caso de los convertidos, no hay un resurgimiento real de la práctica de bautizar solo creyentes hasta principios del siglo XVI, cuando alguna gente, particularmente los evangélicos Anabaptistas, comenzaron a rechazar la validez del bautismo de infantes . No es un hecho fortuito que la naturaleza de la verdadera conversión comenzó a ser clarificada al mismo tiempo que el evangelio de la justificación solo por fe comenzó su resurgimiento. Antes de la Reforma, la mayoría de los cristianos se llamaba a sí mismos cristianos en gran parte para afirmar la familia, la feligresía, el pueblo y hasta la nación a la cual pertenecían. La Reforma trajo una nueva apreciación de la radical naturaleza de la conversión cristiana. La conversión no es el resultado de un rito de la infancia ni de la membrecía en alguna entidad política en particular. Es el resultado de la profesión de fe en la obra justificadora de Dios en Cristo.<br />
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La reafirmación de la autoridad de la Escritura y la claridad del evangelio condujo a un sorprendentemente rechazo mayoritario de la autoridad del obispo de Roma. En la medida que se difundió el evangelio de la justificación solo por la fe, la imposibilidad de justificación sin fe cambió totalmente la práctica de administrar indiscriminadamente el bautismo y la Cena del Señor a cualquiera que perteneciera a una particular entidad política ya fuese ciudad, nación o feligresía. De manera que, para fines de siglo, la relación que Constantino había establecido con la iglesia cambió por completo. Más aun, los Anabaptistas fueron los primeros en repensar la eclesiología y reconstruir la relación entre el estado y la iglesia, como se verá en breve.<br />
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En la Europa cristiana, reconsiderar lo que significa ser cristiano requería reconsiderar los que significa ser ciudadano de una ciudad o de una nación. Previamente, quizás un cristiano podía imaginarse que fuera de su país vivían otros cristianos. Ahora, en virtud de la eclesiología Bautista, era posible pensar en ciudadanos del propio país que no fuesen cristianos, o al menos, no miembros de la misma iglesia. Desde el principio, la eclesiología ha puesto a las Bautistas aparte de los otros evangélicos. La doctrina de una iglesia visible compuesta solamente por bautizados regenerados es el sello de los Bautistas.<br />
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Retomar la imagen del Nuevo Testamento de una iglesia de creyentes cambió los supuestos que la mayoría de los cristianos había hecho desde la época de Constantino, particularmente, que el estado es responsable de proveer para la iglesia y que la iglesia es responsable de guiar al estado. Una fuerte conexión de este tipo entre iglesia y estado prevaleció con los herederos de Constantino y en algunas áreas del Oriente Ortodoxo. En el Oriente, lo que se llamó caesaro-papism trató a la iglesia como la responsable del gobierno; en efecto, veía al César como el papa, de ahí el nombre. En el Occidente, ha existido una relación menos centralizada y más amplia entre la iglesia y el estado. Mientras el estado mantuvo la posición dominante en el Oriente, sobre todo a partir del surgimiento del Islam, la iglesia ha predominado en el Occidente, dada su organización más centralizada y de implementar una jurisdicción episcopal sobre los gobernantes. Algunas veces, fueron excomulgados emperadores y ciudades enteras fueron puestas en entredicho (algo impensable en el Oriente). <br />
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Durante la Reforma Protestante, los líderes teológicos continuaron afirmando la tradicional comprensión de Occidente de la relación entre iglesia y estado. Bien fuese desde perspectivas pasivas (Luteranismo) o agresivas (Calvinismo), se tomó posición en torno a la autoridad del magistrado y las sucesivas reformas introdujeron pequeños cambios inmediatos en la relación entre la iglesia y el estado. Una nación que enfrenta una reforma se enfoca en asuntos tales como cuál iglesia reconocer y qué estructuras adoptar, dos cuestiones sobre la teología y el liderazgo que no desestabilizan la unidad básica de la feligresía europea. Las naciones protestantes tuvieron distintas respuestas ante tales temas. Pero en ninguna reforma magisterial se disolvió o reemplazó la congregación local .<br />
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Como se ha dicho, la desaprobación bautista del bautizo de infantes puso en peligro el estado – iglesia constantiniana establecida en la Europa Occidental. <br />
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El Bautista cree que la membrecía regenerada en la iglesia hace las relaciones entre los ciudadanos y su iglesia, de modo que entre la iglesia y el estado es voluntaria. Esto podría haber sido inimaginable a principios y a mediados del siglo XVI. Por último, la eclesiología Bautista proporciona la semilla para el nacimiento de las nociones modernas de libertad de religión, en las cuales ninguna iglesia está establecida y los derechos de los ciudadanos de cualquier religión están asegurados. Como cristianos tratan de responder una simple pregunta ¿Quién debería ser bautizado? Y encuentran que la respuesta a tal pregunta tiene efectos tremendos. Si concluyen que solo los creyentes deberían ser bautizados, eso prohibiría tener una membrecía que fuese extensiva a la población en general, y en efecto, excluiría tener una iglesia establecida.<br />
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La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo en y por sí mismo, transmite la gracia de Dios, perdonando todos los pecados, tanto el original como los actuales. La Reforma Luterana enseñó que el bautismo es ciertamente efectivo . Lutero en su catecismo dijo, “el bautismo obra para el perdón de los pecados, libera del diablo y de la muerte, y da salvación eterna a todo aquel que cree esto, como las palabras y promesas que Dios declara.” Calvino, emulando a Agustín, llamó al bautismo “la Palabra visible.” El Concilio de Trento (1545-1563) anatematizó a cualquiera que enseñara que el bautismo confería gracia solo a aquellos que tenían fe y no ex opere operato. Los Presbiterianos y los Reformados consideran al bautismo como una señal y un sello de la gracia de Dios . <br />
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Entre los Bautistas, el bautismo nunca ha sido tratado como un conducto esencial a la gracia de Dios. Más bien, lo han interpretado como una ordenanza dada a los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para celebrar y expresar su salvación. El bautismo es un sermón visible, completamente dependiente del Espíritu de Dios para crear la realidad espiritual que ilustra. En el bautismo de un creyente “Está la bendición del favor de Dios que viene con toda obediencia, tanto como el gozo que viene de la confesión pública de fe, y la certeza de tener una representación grafica de la muerte y resurrección con Cristo y el lavado de nuestros pecados.” <br />
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El bautismo no ha sido la única ordenanza asediada por la controversia en la historia de la iglesia. La Cena del Señor es en su naturaleza y efectos ha sido interpretada de diversas maneras. Estas diferentes formas han ayudado a distinguir la teología Católico Romana de la Protestante y también han establecido las diferencias entre los protestantes. El foco de la discusión se ha centrado en la pregunta ¿Cuál es la relación de Cristo con Su Cena? <br />
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Desarrollada totalmente por Tomás de Aquino y confirmada por el Cuarto Concilio Laterano (1215), la doctrina de la transustanciación describe la Cena del Señor como una representación del sacrificio de Cristo. Aquino argumentó que la esencia del pan en la celebración de la Eucaristía, se transforma en el cuerpo físico de Cristo en tanto que la esencia del vino se transforma en Su sangre física . Entonces ¿Por qué el pan y el vino no cambian en apariencia? La respuesta de Aquino se basa en una distinción filosófica, planteada por Aristóteles, entre el accidente, o forma exterior y la sustancia, o esencia interior, de un objeto. Solo la sustancia del pan y del vino cambian dice Aquino, de ahí la palabra transustanciación. Los accidentes, es decir, las características que influyen sobre los sentidos humanos, permanecen inalterables.<br />
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La Eucaristía se interpreta como un real y efectivo “sacrificio no sangriento.” Todo aquel que participe de ella, dejando a un lado a los que hayan cometido pecado mortal, recibe la gracia de Dios. Participar en una misa constituye un acto digno de tal gracia. Generalmente, los participantes recibirán una galletita consagrada, la cual se entiende, será el transustanciado cuerpo de Cristo. Desde el –Concilio Vaticano II (1962-1965) se ha permitido que más personas laicas participen de la copa. Los promotores de la transustanciación siempre aplican las promesas de Cristo en Juan 6: 53-57 a la Cena del Señor aún cuando Cristo no había establecido la Cena. <br />
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La Consustanciación niega la transformación literal y esencial del pan y del vino en la esencia de Cristo, pero propone que el cuerpo y la sangre de Cristo se unan con (con es el prefijo latino para “junto a”) la sustancia del pan y el vino en la Cena del Señor. Los teólogos luteranos han descrito el cuerpo y la sangre de Cristo como “en, con y mediante” el pan físico y el vino . El Pequeño Catecismo de Lutero enseña: ¿Qué es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos, instituido por Cristo mismo”. La visión de Lutero le permitió continuar manteniendo una profunda reverencia hacia los elementos (y uno nunca debería subestimar el efecto de la devoción popular sobre la teología) al tiempo que se libraba a sí mismo de un problema lógico de la visión de Roma, a saber, que algo pareciera ser lo que no era (tales accidentes y sustancias ya no concordaban). Esta doctrina de la consustanciación continúa siendo enseñada por los teólogos luteranos . <br />
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Juan Calvino enseñó que realmente Cristo está presente en su Cena pero que su presencia no es física, como enseñan los Católico Romanos y los Luteranos, sino espiritual . Esta presencia espiritual es percibida y aprovechada por medio de la fe en lugar de los sentidos físicos. Aparte de la fe, entonces, la Cena no es efectiva. De acuerdo a este punto de vista, “como contraprestación a la declaración de poseer todas las riquezas en Cristo, los creyentes expresan su fe en Cristo como Salvador y se comprometen a obedecerlo como Señor y Rey.” La Confesión de Westminster establece que el cuerpo y la sangre de Cristo están “realmente presentes en la fe de los creyentes, pero sólo espiritualmente” Ellos “realmente han recibido, no carnal ni corporal sino espiritualmente, y son sostenidos por Cristo crucificado, con todos los beneficios de su muerte.” <br />
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De las cuatro visiones de la Cena del Señor detalladas aquí, solo la Cena como in memoriam ha sido aceptada universalmente. Los que abogan por las otras tres posiciones van más allá de la Cena como memorial pero ninguno niega que este sea un aspecto de la Cena del Señor. 1ª Corintios 11:26 es contundente “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”. De modo casi natural, entonces, el lenguaje memorialista se encuentra en la historia de la iglesia desde Clemente de Alejandría hasta Orígenes, desde Cirilo de Jerusalén hasta Juan Crisóstomo. Hasta Agustín usa eventualmente tal lenguaje. Esta visión se privilegia en la Reforma conjuntamente con la negación de la presencia física de Cristo en la Cena.<br />
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Ulrich Zwinglio enseñó que la Cena del Señor es una representación del sacrificio de Cristo pero solo en el sentido simbólico de proclamarlo de nuevo. Zwinglio señala las palabras de Pablo en 1ª Corintios 11:25 como el más claro testimonio bíblico sobre cómo debe entenderse la Cena del Señor. Desde Zwinglio muchos Protestantes, incluso muchos Bautistas, han adoptado esta comprensión memorial, en primer lugar porque es indudablemente bíblica y luego (quizás) porque evita cualquier sugerencia del sacramentalismo de la posición Católico Romana. Es decir, los Bautistas históricamente han usado un lenguaje tan rico sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor para aquellos que vienen por fe que poca diferencia es perceptible entre su posición y la idea Reformada de la presencia espiritual de Cristo. <br />
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La mayor división acerca de la forma en que la Cena del Señor es un medio de gracia en la vida de los cristianos es la misma división que se encuentra en la comprensión del bautismo. La pregunta decisiva es ¿Qué es la relación de fe para la ordenanza? ¿Hace la fe del participante a la ordenanza un medio de la gracia de Dios o concede gracia la ordenanza independientemente de la fe? Entre los Bautistas, no se considera la Cena del Señor como un conducto especial de la gracia de Dios. Más bien, se considera un mandato para los nuevos creyentes, y por tanto, el medio natural para distinguir a aquellos que han sido separados del mundo y dados a la comunión con Cristo. Tal como en el bautismo, la Cena del Señor presenta un sermón visible y es totalmente dependiente del Espíritu de Dios para crear la comunión espiritual entre Dios y los creyentes. <br />
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El catecismo de mediados del siglo XIX de C.H. Spurgeon ilustra bien este punto de vista. En respuesta a la pregunta 80 ¿Qué es la Cena del Señor? Spurgeon escribió:<br />
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La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, de donde, al dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo a su señalamiento, se rememora su muerte (1ª Corintios 11:23-26), y los dignos receptores son, no de modo corpóreo o carnal sino espiritual, hechos partícipes de su cuerpo y su sangre con todos sus beneficios, para su alimentación espiritual y crecimiento en la gracia” <br />
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Los Bautistas están en desacuerdo acerca de lo que implica el término fidelidad en la exhortación que Pablo hace en 1ª Corintios 11:27-31. Por cierto, hay un amplio espectro entre los cristianos Bautistas sobre quiénes son los participantes adecuados en la Cena del Señor . Esto se resume, básicamente, en tres posiciones (aunque hay un número casi infinito de variaciones). La primera posición se llama comunión “estricta” o “cerrada.” Muchos Bautistas, particularmente en los siglos XVII y XVIII y entre los de los Territorios Marcados en los siglos XIX y XX, han enseñado que solamente los miembros de una congregación local deben participar en la Cena del Señor cuando se celebra en su iglesia. La comunión “Cercana” o “Familiar” se refiere a una posición apoyada por la historia Bautista pero apoyada sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la oleada de reavivamientos evangélicos que afirmaban que todos aquellos creyentes que habían sido bautizados podían participar de la Cena del Señor. La comunión “Abierta”, de nuevo, una posición apoyada por la historia Bautista pero (por ejemplo por Juan Bunyan) pero que vino a ser dominante solo en el siglo XX, sostiene que todos los que han creído en Cristo para salvación, son bienvenidos a la Cena del Señor hayan sido bautizados o no.<br />
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Historia de la Organización de la Iglesia<br />
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Más allá del rol de las ordenanzas, las mayores disputas en la historia de la cristiandad han ocurrido sobre las formas de organización de la iglesia. En particular, tres áreas ilustran mucho este desacuerdo: membrecía, gobierno y disciplina. La tercera área estuvo tan entrelazada con las otras dos en tiempos pasados que un trabajo que abarcase todas las áreas podía llamarse simplemente una “disciplina”. Alguien debe determinar quien está dentro y quien está fuera de las comunidades terrenales (si la disciplina correctiva va a ser aplicada); y eso necesariamente implica llegar a conclusiones respecto a quien tiene el derecho y la responsabilidad, que procesos determinan la inclusión y la exclusión de la comunidad y cuáles son los requisitos para estar “dentro”.<br />
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Membrecía<br />
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Puesto que el Nuevo Testamento restringe el bautismo a los creyentes, los Bautistas han establecido que la membrecía de la iglesia se circunscribe a los individuos que han hecho una profesión pública de fe. La profesión de fe debe incluir tanto el bautismo del creyente como el hacerse responsable ante la congregación particular con la que se reúne frecuentemente. Estas conclusiones llevaron tanto a los Anabaptistas europeos a principios del siglo XVI y a los separatistas ingleses en los siglos XVI y XVII a separarse de las iglesias establecidas. En su lugar, ellos eran partidarios de una congregación “reunida”, lo que de por sí era una idea revolucionaria. No todo el que nazca en determinada área geográfica, decían ellos, debe ser bautizado y confirmado como miembro de la iglesia local. Más bien, las congregaciones deben estar formadas por los fieles que se reúnen voluntariamente en virtud de su fe y deseando unirse con otros de su misma área para formar una congregación.<br />
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En conjunto con estas nuevas asambleas voluntarias, comenzaron a establecerse alianzas entre iglesias. Los cristianos habían establecido compromisos entre sí en épocas anteriores pero con el advenimiento de la Reforma Protestante se renovó la necesidad de tales acuerdos . Si las fronteras de una feligresía ya no pueden definir quienes deben ser incluidos en la membrecía de una congregación, ¿Qué podría hacerlo? Para muchos cristianos, la respuesta está sujeta a un convenio eclesial. Charles Deweese, ha definido un convenio eclesial como “una serie de compromisos escritos basados en la Biblia que los miembros de la iglesia hacen voluntariamente ante Dios y ante sí mismos para recordar sus obligaciones morales y espirituales básicas y la práctica de su fe.” <br />
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Los Protestantes del siglo XVI, particularmente los Anabaptistas continentales, los Reformadores escoceses, los ingleses Separatistas y los Congregacionalistas, comenzaron a usar convenios eclesiales. Hasta la confesión de Schleitheim de los Anabaptistas contiene elementos de un convenio . <br />
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En el siglo XVII, los convenios eclesiales continuaron usándose no solo entre las congregaciones independientes de Inglaterra y América sino que también los Bautistas adoptaron su uso, especialmente, los Bautistas Particulares. Del siglo XVII al XIX, los convenios eclesiales, frecuentemente acompañados de una declaración de fe, actuaron como el documento más básico de una congregación Bautista. Para finales del siglo XIX era común que las congregaciones Bautistas celebraran reuniones previas a la Cena del Señor para prepararse reafirmando juntos sus convicciones. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los convenios eclesiales jugaban un pequeño rol en la vida de la mayoría de las congregaciones bautistas. Las expectativas de los miembros (ya sea expresada en acuerdos o por la práctica de la disciplina en la iglesia), parecen fuera de lugar en una época en que las iglesias compiten entre sí por conseguir miembros. <br />
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Si un convenio eclesial representa la agenda (las cosas que se deben hacer) de una congregación local, la declaración de fe o confesiones, representa el credo (lo que se debe creer). Desde los primeros tiempos, los cristianos prácticamente han resumido el contenido de su fe. Pedro hizo la primera declaración cristiana de fe cuando dijo “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29). Pablo escribió a los cristianos de Corinto “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1ª Co 15:3-5). En la iglesia primitiva, se desarrollaron formularios simples como el Credo de los Apóstoles para tratar con los candidatos al bautismo. Y los cristianos fueron apartados de las enseñanzas heréticas con declaraciones más complejas y cuidadosas como el Credo Niceno (325-381 D.C.) y la Declaración de Fe de Calcedonia (451 D.C.).<br />
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La Reforma Protestante generó muchas confesiones: La Confesión de Augsburgo (Luterana), Los Treinta y nueve Artículos (Iglesia de Inglaterra), La Confesión de Westminster (Reformada), y muchas más. Los Bautistas también produjeron confesiones de fe. De hecho, los Bautistas produjeron más declaraciones de fe que cualquier otro grupo debido a su política de congregaciones descentralizadas. En 1611, por ejemplo, Thomas Helwys, uno de los primeros Bautistas en Inglaterra, guió a un grupo de cristianos a escribir una declaración de fe. Del siglo XVII en adelante, ha sido usual que los Bautistas resuman el contenido de su fe en una confesión, tanto para aclarar sus creencias a los extraños como para establecer un piso común de unidad para los miembros de su propia congregación” Las confesiones de fe han jugado un papel vital en la historia de las congregaciones Bautistas . J.L. Reynolds concluye “ El uso de una confesión de fe, en lugar de menospreciar la autoridad de la Biblia, como un estándar, más bien la exalta”. <br />
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Forma de Gobierno<br />
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Un segundo aspecto de la vida de la iglesia que se ha desarrollado a lo largo de la historia es su forma de gobierno u organización. Cada grupo debe determinar cómo será gobernado. La iglesia, asimismo, debe tener procedimientos para determinar quien pertenece a la iglesia y quien no, y quien es el último tribunal terrestre bajo Dios para dar liderazgo, zanjar diferencias, y así por el estilo. A estos distintos tópicos se le han dado respuestas diferentes. <br />
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Una de las primeras respuestas a la pregunta sobre quien debería gobernar fue “el obispo”. Como se señaló antes, la palabra “obispo” (episkopos) se usa en el Nuevo Testamento intercambiándola con las palabras para anciano y pastor. Las declaraciones del Nuevo Testamento que subrayan la autoridad de los líderes de la iglesia (He 13:7, 17) señalan al pastor como uno que tiene autoridad y responsabilidad en la iglesia. En el siglo II, los pastores de las ciudades líderes y de pueblos habían acumulado una autoridad creciente que a veces se ejercía sobre varias iglesias vecinas y en áreas recientemente evangelizadas. <br />
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Del siglo II al siglo IV se desarrollo la diócesis (tomada de la palabra latina que representaba a un distrito en la administración civil romana) como un área eclesiástica con un solo obispo como directivo. Aunque sus tareas y responsabilidades variaban, los obispos en este sentido eran reconocidos por la mayoría de las iglesias incluyendo las Iglesias Ortodoxas de Oriente, la Iglesia Católica Romana, Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas e Iglesias Metodistas. Las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Iglesia Católica Romana reconocían este oficio como algo divinamente establecido.<br />
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Por otra parte, las Iglesias Luteranas, Iglesias Anglicanas y Metodistas simplemente aceptaban el oficio como útil y expedito. En los dos últimos siglos muchas iglesias Episcopales han democratizado sus estructuras, sometiendo a los obispos a las decisiones tomadas por cuerpos representativos de clérigos y laicos. Al mismo tiempo, numerosos grupos de congregaciones Pentecostales y Carismáticas comenzaron a reconocer la autoridad extra congregacional de algunos obispos. Grandes “redes apostólicas” han surgido alrededor de individuos particulares. <br />
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La Iglesia Católica Romana se distingue de otras congregaciones cristianas por su sumisión y dependencia del obispo de Roma, el papa. Mientras que papa (papas) era una forma acostumbrada de dirigirse a ciertos obispos en la iglesia primitiva, entre los siglos VI al VIII, se fue restringiendo su uso para designar en exclusividad al obispo de Roma, particularmente en Occidente. Roma, la capital formal del Imperio Romano fue reconocida como la sede central y principal. Las iglesias de Oriente y Occidente se separaron en el año 1054 debido a la insistencia del obispo de Roma (especialmente Gregorio VII) de ser reconocido como la cabeza principal de la iglesia universal. El Occidente mantuvo (y mantiene) que Cristo declaró a Pedro el primero entre iguales (primus inter paris) y el jefe de los apóstoles según la confesión de Pedro en Mateo 16:18-19. Pedro vino a ser el primer obispo de Roma y quien lo reemplace en esa sede hereda también su autoridad. Luego la Iglesia Católica Romana reconoce al papa como el Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia en la Tierra.<br />
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Con la llegada de la Reforma Protestante, vinieron vientos frescos a las enseñanzas de la Biblia sobre la estructura de la iglesia. La evidencia del Nuevo Testamento por la pluralidad de ancianos fue redescubierta. Y grupos de ministerios (llamados consistorios) fueron implementados como reemplazo adecuado de los obispos en los cantones suizos que fueron reformados a inicios y mediados del siglo XVI. Siguiendo el trabajo de Heinrich Bullinger en Zúrich y de Juan Calvino en Ginebra, otros comenzaron a organizarse de acuerdo al sistema Presbiteriano. Surgieron repentinamente congregaciones Reformadas en Holanda, Escocia, Hungría, Alemania, Polonia y Francia. En Escocia, John Knox, asumió el reto de reformar la iglesia establecida en toda la nación siguiendo este sistema. La Asamblea General Nacional vino a ser el árbitro final reconocido por la iglesia de Escocia. Tomás Cartwright en Cambridge, Inglaterra, comenzó a enseñar presbiterianismo en 1570 en base a sus lecturas del libro de los Hechos.<br />
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Aunque el Presbiterianismo fue una fuerza formidable para reformar la iglesia establecida en Inglaterra a lo largo del siglo XVII, nunca se convirtió en la forma de gobierno de la iglesia de Inglaterra. Las estructuras presbiterianas llegan a Norte América mediante los europeos provenientes de Escocia y Holanda donde se habían establecido. Ellas también proliferaron alrededor del mundo desde Corea hasta África. La mayoría de los cuerpos presbiterianos están conectados entre sí. En los Estados Unidos, la asamblea general (nacional) de cualquier cuerpo presbiteriano funciona casi siempre como la autoridad final en asuntos eclesiásticos, con sínodos regionales y/o presbiterios por debajo de ellos y con secciones (comités de ancianos) de una congregación local entre ellos. Algunas iglesias independientes son presbiterianas en el sentido que ellas están gobernadas por un grupo de ancianos pero no tiene corte de apelación fuera de los propios ancianos de la congregación. Los Presbiterianos enseñan que los principios de su organización, no sus circunstancias, están enseñadas en las Escrituras. <br />
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En los tiempos de la Reforma, las iglesias que se congregaban no por obedecer a un gobernante o magistrado sino por las convicciones compartidas de cristianos individuales, comenzaron a organizarse, reconociéndose a sí mismos como su propia autoridad final terrenal en materia religiosa. En Inglaterra surgieron defensores de la forma de gobierno congregacional en 1580 y años subsiguientes. En los libros Un Tratado de Reforma sin Depender de Nadie (1582) de Robert Browne y Una Verdadera Descripción de la Palabra de Dios en la Iglesia Visible (1589) de Henry Barrow se establece una doctrina de gobierno que no depende de estructuras por encima de la congregación local. En 1658, la Declaración de Saboya (una adaptación de la Confesión de Westminster), estableció principios congregacionales de gobierno de la iglesia. En tiempos de la Revolución Norteamericana dos de cada cinco cristianos en las colonias de América pertenecían a una iglesia congregacional de algún tipo, fuese Congregacionalista o Bautista. Hoy, muchas iglesias independientes son congregacionales en estructura. Las iglesias Bautistas también son congregacionales. Tales iglesias congregacionales suelen unirse voluntariamente en asociaciones locales y uniones nacionales o convenciones.<br />
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Los defensores del congregacionismo sostienen que la Biblia enseña que la congregación local es, en última instancia, la responsable por la doctrina y la disciplina. Disputas entre miembros (Mat 18:15–17), asuntos de doctrina (Gal 1:8; 2ª Tim 4:3), disciplina de la iglesia (1ª Co 5) y membrecía, son todos reconocidos como asuntos congregacionales. Ninguna otra autoridad puede extralimitarse y ponerse como la autoridad final en la congregación o que los revoque en tales materias. La congregación no debe delegar esta autoridad en un anciano u obispo o en cualquier otra estructura, por esa razón prorrogan su propia responsabilidad delante de Dios por doctrina y disciplina.<br />
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Práctica de la Disciplina<br />
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La data histórica de la vida de la iglesia inmediatamente después del período del Nuevo Testamento es parcial e intermitente. La iglesia era, después de todo, un pequeño grupo, a veces, ilegal. Los escritos sobre sus orígenes se multiplicaron después que se legalizó la iglesia cristiana en todo el imperio romano bajo el mandato de Constantino. Durante los mil doscientos años que transcurren entre Constantino y la Reforma Protestante, la disciplina de la iglesia bien fuese de excomunión individual o interdicto (prohibición de los sacramentos a toda la población de una entidad política particular), era frecuentemente usada más para proteger los intereses colectivos de la iglesia contra las demandas del estado que para reclamarle a los cristianos por sus pecados y para proteger el testimonio del evangelio. <br />
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Cuando los líderes de la Reforma comenzaron a rescatar un concepto más bíblico de la predicación y de la administración de los sacramentos como las dos características distintivas de la verdadera iglesia, se recuperó la disciplina como evidencia de esta nueva situación. Implícito a la correcta aplicación de los sacramentos estaba la adecuada práctica de la disciplina de la iglesia. Después de todo, si servir como señal para el mundo exterior es una de las características de los sacramentos, entonces, la disciplina viene a ser el mecanismo para reforzar tal mandato. La correcta disciplina de la iglesia pasó a ser tan significativa que comenzó a presentarse como la tercera señal de una verdadera iglesia <br />
El vigésimo noveno artículo de la Confesión de Bélgica (1561) dice:<br />
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Las características por las que se conoce una verdadera iglesia son las siguientes: si la sana doctrina del evangelio es predicada allí; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos tal como fueron instituidos por Cristo; si se ejerce la disciplina para castigar el pecado; resumiendo, si todas las cosas son manejadas de acuerdo a la pureza de la Palabra de Dios, se rechazan todas las cosas en contrario y reconociendo que Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia. <br />
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En nuestros días, Edmund Clowney estas características “correcta predicación de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos y fiel ejercicio de la disciplina de la iglesia.” <br />
Mientras algunos grupos Anabaptistas como los Menonitas practicaron la proscripción o exclusión social, esto era excepcional no la norma. El ejemplo más conocido de disciplina de la iglesia en la historia americana (la “A” escarlata cosida en las ropas de Hester Prynne) fue el producto de la imaginación del novelista Nataniel Hawthorne y no un registro preciso ya sea de un evento histórico o de la práctica general de la disciplina de la iglesia en la Nueva Inglaterra colonial. En la amplia mayoría de los casos, bien sea en iglesias Presbiterianas, congregacionales, Bautistas o Metodistas, la exclusión congregacional significa que prohibirle la comunión al pecador, y en última instancia, prohibirle la membrecía hasta que se arrepienta. <br />
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Los Bautistas estando comprometidos a regenerar la membrecía en la iglesia visible fueron practicantes enérgicos de la disciplina de la iglesia. La investigación de Greg Wills muestra que en Georgia, en la pre Guerra Civil, “los Bautistas sureños excomulgaban, cada año, alrededor del 2% de su membrecía” y aun así, la tasa de crecimiento de la membrecía de la iglesia era el doble de la tasa de crecimiento general de la población . Aunque es ´til y beneficioso para el evangelio, el trabajo de confrontar y disciplinar nunca fue fácil. Basil Manly Jr expresa su propia “profunda pena” sobre un caso de disciplina en la iglesia que pastoreaba .<br />
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Entonces, ¿Por qué terminó esta práctica? Wills argumenta convincentemente que la disciplina entre los Bautistas <br />
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Declinó en parte debido a que en muchas iglesias resultó una labor agobiante. Los jóvenes Bautistas rechazaron en números crecientes someterse a la disciplina por bailar, y las iglesias se abstuvieron de excluirlos. Las iglesias urbanas, presionadas por la necesidad de grandes edificaciones y el deseo de música afinada y de predicación, subordinan la disciplina de la iglesia a la tarea de mantener solvente a la iglesia… Ellas pierden el derecho a purgar a la iglesia de sus miembros descarriados. Ninguna declara públicamente la muerte de la disciplina. Ningún líder Bautista se levanto para anunciar el fin de la censura congregacional. Ningún teólogo argumentó que la disciplina era cuestionable en principio o práctica… simplemente desapareció, como si los Bautistas estuviesen cansados de tener que rendirse cuentas unos a otros. <br />
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¿Y cuál fue el resultado? John Dagg lo dijo bien “Cuando la disciplina deja una iglesia, Dios se va con ella” <br />
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En el siglo XX la ausencia de disciplina fue una constante y solo ocasionalmente fue considerada un problema. En 1944 el erudito griego H.A. Dana observó que<br />
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El abuso de la disciplina es reprensible y destructivo, pero no más que el abandono de la disciplina. Dos generaciones atrás las iglesias aplicaban la disciplina de manera vengativa y arbitraria por lo que cayó justamente en descrédito; hoy el péndulo se ha movido hacia el otro extremo la disciplina está casi totalmente abandonada. Es hora que una nueva generación de pastores restaure esta importante función de la iglesia a su correcto significado y lugar dentro de la vida de la iglesia. <br />
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Puede cuestionarse si la generación de pastores de la década de los 40 atendió el llamado de Dana. Sin embargo, como la cultura circundante se ha hecho cada vez más abiertamente inmoral, las iglesias del siglo XX muestran algunas señales de recuperar las prácticas que promueven la pureza de la iglesia, incluyendo la práctica de la disciplina correctiva.<br />
Pese a todos los cambios a lo largo de los siglos, los cristianos pueden tener plena confianza en que la supervivencia de la iglesia no depende, en última instancia, de la fidelidad humana. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:27) en la cual Jesús enseña que ya sea que el sembrador duerma o esté despierto, “la semilla brota y crece” como en la promesa de Cristo que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18), Cristo ha dado la plena seguridad del éxito de Su iglesia. En todo desde la obediencia de la iglesia hasta su vida y organización, el amplio espectro de la historia de la iglesia es una muestra de la fidelidad de Cristo a sus promesas.<br />
¿Cómo se compagina todo esto?<br />
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Para ser fieles a lo que la biblia enseña acerca de la naturaleza, modelos y perfiles de la iglesia debemos considerar tanto lo que los cristianos han dicho en el pasado y las conclusiones sistemáticas que han establecido a lo largo de la historia de la iglesia. Y podemos hacer esto siempre en el contexto de someter tales descubrimientos a nuestro propio estudio de las Escrituras. <br />
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Finalmente, encontramos que varios desafíos que ha enfrentado la iglesia a lo largo de la historia han conducido a aclarar más y a definir mejor el conjunto de afirmaciones y vinculaciones. Al afirmar la suficiencia de las Escrituras y la necesidad de la fe para participar en las ordenanzas, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante. Al afirmar la necesidad de la voluntad y el consenso natural de la membrecía en una congregación local, podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia es una iglesia congregacional. Y al aseverar que el mandato de Cristo es a bautizar solo a aquellos que creen y obedecen podemos concluir que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista. En esta sección examinaremos cada una de estas descripciones para ver como las enseñanzas de la biblia se adecúan a la vida de la iglesia.<br />
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Una Iglesia Protestante: Juntando las Señales de la Iglesia<br />
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Si en efecto la Biblia enseña que Dios creó un pueblo para sí mismo por medio de su Palabra, entonces, la predicación tiene un papel central en la vida de la iglesia. Y si en efecto la Biblia enseña que el bautismo y la Cena del Señor son señales visibles de la iglesia hacia el mundo, entonces su correcta administración estará relacionada con la fe en las promesas de Dios. Ambas proposiciones se encuentran plasmadas en las enseñanzas de los Reformadores Protestantes.<br />
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El centro y origen de la congregación es la Palabra de Dios. Las promesas de Dios a Su pueblo en las Escrituras crearon y sostienen Su pueblo (Gen 15:4–6; Ro 10:8–11). Por tanto, la congregación es responsable de asegurar que la Palabra de Dios sea predicada con autoridad en sus cultos regulares. <br />
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En el siglo XVI la centralidad de la Palabra fue largamente desplazada por los sacramentos, especialmente, por el sacramento de la Eucaristía. Al enfrentar esta distorsión de alcance universal, los Reformadores regresaron, de manera correcta, a las Escrituras buscando un canon, una regla contra la cual medir las enseñanzas que en ese momento hacía la Iglesia Romana. El papel central jugado por la Palabra en la iglesia del Nuevo Testamento (Hech 2:40–47; 5:42; 2ª Tim 4:2), fue recuperado en la vida y la enseñanza de los Reformadores Protestantes.<br />
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Si las Escrituras eran “la palabra de vida” como la llamó Pablo en Filipenses 2:16, ellas debían generar y regular la vida de la iglesia. Los cristianos se congregan para escuchar a alguien que le transmita la Palabra de Dios a su pueblo. Por medio de la predicación los cristianos llegan a conocer y a comprender tanto a Dios como su Palabra. Es una palabra a la que en nada contribuyen los cristianos excepto por el oírla y ponerle atención. Un sermón cristiano (en sí mismo es una metodología) es una representación de la gracia de Dios. Puesto que la fe viene por el oír (Ro 10:17); oír la Palabra de Dios en lugar de ver la multitud debe ser la esencia de la asamblea congregada. Los cristianos confían en la Palabra de Dios, luego, la Predicación de la Palabra debe ser fundamental. Y la predicación que mejor la ejemplifica es la predicación expositiva. Una predicación, en la cual, el tema de un pasaje de las Escrituras es el tema del mensaje. La Escritura es tanto autoritativa como suficiente y eso debe ser evidente en las reuniones cristianas.<br />
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El redescubrimiento protestante de la verdad bíblica de la justificación sólo por fe, fue un redescubrimiento del evangelio bíblico. Como las congregaciones protestantes remplazaron el ritualismo sacramental por la predicación de la Palabra, los sacramentos u ordenanzas, asumieron otro propósito; más bien, retomaron su original propósito bíblico (ser señales de la iglesia para el mundo y proporcionar una imagen visible del evangelio aceptado por fe. Como resultado, la iglesia quedó definida no por los individuos que eran bautizados y daban testimonio a las masas sino por individuos que personalmente creyeron las promesas establecidas en el bautismo y la Cena del Señor, y por lo tanto, participaban en esos rituales. Ni siquiera los protestantes que practicaron el bautismo de infantes enseñaban que el bautismo producía salvación. Ellos enseñaban que era un reflejo de la salvación y que la salvación venía solo si la persona creía, sin importar si ocurría antes o después del bautizo. La fe, por tanto, estaba presente de manera visible en las ordenanzas.<br />
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El rol de la fe es diferenciar la iglesia visible del mundo, luego, es lo que hace a la iglesia protestante lo que es. La fe se muestra a si misma, en principio, en la sumisión del creyente al bautismo y luego, repetidamente, en su participación en la Cena del Señor. Mientras la obediencia y la sumisión también son enfatizadas por la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes están marcadas por adherentes quienes expresan su fe personal en Cristo, sin la que el bautismo y la Cena del Señor serían inútiles.<br />
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El impulso protestante de colocar la fe en el centro mismo de las ordenanzas se muestra de muchas maneras desde la presencia de numerosos movimientos bautistas hasta la posición adoptada por el ministro colonial americano Jonathan Edwards que solo los creyentes tomasen la Cena del Señor.<br />
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Resumiendo, el cristianismo requiere una creencia consciente en el evangelio. Cuando se enseña la Palabra autoritativa de Dios, debe ser creída y confiada de manera consciente. Esta verdad, o fe, es la que distingue al pueblo de Dios quien ha hecho una confesión inicial en el bautismo y ha continuado confesándola mediante su participación en la Cena del Señor. Cuando la suficiencia de la Escritura y la necesidad de la fe en la práctica de las ordenanzas están afirmadas resulta claro que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Protestante.<br />
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Una Iglesia Reunida: Juntando la Membrecía de la Iglesia<br />
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Además de ser una iglesia Protestante, una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregada. Es la reunión voluntaria de los miembros de la delegación sin estar limitada por nacionalidad, raza o por el grupo familiar. El nacimiento no puede determinar la membrecía en una iglesia bíblicamente fiel. En su lugar, una profesión de fe en Cristo y la voluntad de someterse a la enseñanza y a la disciplina de una iglesia particular es lo que regula la membrecía en una congregación.<br />
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La Reforma Protestante se llevó a cabo mediante reformadores que eran magistrados y reformadores que no lo eran. Los Reformadores magistrados fueron aquellos que usaron los oficios del estado, o la magistratura, para llevar la reforma doctrinal a las iglesias, puesto que la jurisdicción política se superponía con la jurisdicción eclesiástica (excepto para grupos como los inmigrantes o los judíos). Esencialmente la ciudadanía política no solo otorgaba derechos civiles sino que además implicaba membrecía en la iglesia establecida.<br />
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Los magistrados Reformadores, tanto en sus elementos Luteranos como Reformados, comenzaron movimientos con las iglesias establecidas. Una vez que se recuperó el evangelio de la justificación por gracia solamente por medio de la fe en Cristo, se desataron las fuerzas que socavaron las doctrinas establecidas en las iglesias en ese momento. <br />
Si participar en las ordenanzas no era salvífico per se, una persona bautizada podía permanecer como no creyente y no salvada. Esta emergente comprensión trajo consigo mayor interés por la salvación individual. La naturaleza del evangelismo y las misiones se desplazó de la incorporación de individuos a la comunidad mediante rituales y educación, como el trabajo misionero hecho por los Católico Romanos, a persuadir y llamar a un compromiso deliberado. Eventualmente, los grupos no magisteriales como loa Anabaptistas acordaron formar congregaciones no necesariamente reconocidas por el estado. Más aún, ellas eran siempre ilegales. Incluso en iglesias protestantes legalmente establecidas, los sermones se usaban para exhortar a la congregación a examinarse a sí mismos a efectos de asegurar que la profesión de fe fuese verdadera.<br />
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Bíblicamente la fidelidad de las congregaciones no estaba conformada tanto por las fronteras geográficas de las parroquias como por las creencias y compromisos. Un individuo debía decidir unirse a una congregación y luego debía tomar la decisión permanente de participar mediante la atención, oración, actos de servicio, soporte financiero y sumisión a la disciplina de la congregación. Finalmente, la iglesia se reúne por la acción del Espíritu Santo. Como escribió Lucas de la iglesia primitiva “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hech 2:47). Esta acción divina encuentra una respuesta humana. “Arrepiéntanse y bautícese” (Hech 2:38) ordenó Pedro. Aquellos que son verdaderamente salvos se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Como establece la Confesión de New Hampshire, arrepentirse y creer son “la inseparable gracia realizada en nuestro corazón por el Espíritu Santo de Dios”.<br />
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La decisión de arrepentirse y creer es expresada, entonces, mediante la afirmación pública de la fe y el convenio que se establece con una congregación específica. La congregación, además, debe afirmar la credibilidad de la profesión de fe individual. No es simplemente la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia; más bien, la decisión de un individuo de un irse o dejar una iglesia requiere de un consenso mutuo entre el individuo y la congregación (excepto, por supuesto, en el caso de muerte) . La congregación se reúne mediante la predicación de la Palabra y la respuesta de fe. Cuando la naturaleza voluntaria y consensual de la membrecía en una congregación local se afirma, es evidente que la iglesia bíblicamente fiel es la iglesia reunida.<br />
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Una Iglesia Congregacional: juntando la Estructura de la Iglesia<br />
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En ninguna parte afirma la biblia un tipo de gobierno para la iglesia universal, el conjunto de todos los cristianos en todas partes. La única definición de Iglesia en el Nuevo Testamento es la asamblea local. En tanto que no se incluye la constitución de una iglesia en los documentos del Nuevo Testamento, la biblia contiene principios que muestran la vida de la congregación. Y el Nuevo Testamento tiene enseñanzas explícitas sobre la estructura de la iglesia. Tanto los oficios como la forma de gobierno descritas en el Nuevo Testamento llevan a la conclusión que la iglesia debe estar estructurada congregacionalmente. Esto tiene implicaciones sobre como una congregación se relaciona con otra congregación y como se relacionan los cristianos de diferentes congregaciones. También tiene implicaciones acerca de cómo se ejerce el liderazgo en la congregación. Una iglesia congregacional reconoce a la congregación como la última autoridad terrenal de apelación de los asuntos en disputa. Las reuniones de los miembros están sujetas a que las decisiones se tomen por votación. Naturalmente, se necesita un alto grado de consenso en las iglesias que tienen otra forma de gobierno. Hay más responsabilidad en cada miembro, y a su vez, cada miembro tiene más autoridad.<br />
Tales congregaciones se suelen llamar independientes en oposición a las asociadas como las iglesias episcopales y Presbiterianas. Las iglesias congregacionalistas, no obstante, no son in dependientes unas de otras en afecto, cuidado, asesoría o cooperación. Tanto en las Escrituras como en la historia, las congregaciones han cultivado el cuidado y el interés unas por otras. En los tiempos del Nuevo Testamento, se dieron y tomaron colecciones, se enviaron misioneros y maestros y se compartieron recomendaciones y advertencias entre las congregaciones. Este patrón se ha repetido en las congregaciones Anabaptistas y Bautistas, así como en muchas otras iglesias congregacionales.<br />
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Tradicionalmente los Bautistas han usado asociaciones entre las iglesias para ayudar a ministerios y congregaciones a consejos recíprocos, para establecer conclusiones conjuntas, detener controversias y trazar lineamientos doctrinales. Y las congregaciones realizan libre y conjuntamente trabajos que exceden la capacidad y/o recursos de una congregación como una educación ministerial o soporte misionero. Las iglesias congregacionales son en un sentido estricto independientes, pero más apropiadamente debe decirse voluntariamente independientes.<br />
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Asociaciones voluntarias de congregaciones como la Southern Baptist Convention, American Baptist Churches y la National Baptist Convention hace mucho tiempo que están establecidas en la conciencia popular americana como denominaciones. Muchas, si no la mayoría de las otras denominaciones son iglesias asociativas, donde las decisiones finales en asuntos de disciplina y/o doctrina, no pueden ser manejadas por las congregaciones locales sino por asambleas reconocidas regional, nacional o aún internacionalmente, o por cortes o por obispos de tales instancias. En este sentido, las denominaciones de las iglesias congregacionales son diferentes a las de otras denominaciones.<br />
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Se puede hablar en singular de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o de la Iglesia Metodista Unida en un sentido en el que es incorrecto hablar de la “National Baptist Church” o de la “Southern Baptist Church”. Mientras se entiende con facilidad lo que tales expresiones significan, mantienen en la ignorancia la naturaleza de las iglesias que dicen representar. Aun si los miembros de las iglesias congregacionales algunas veces muestran una gran “lealtad tribal” a su denominación, son actualmente miembros de una congregación local que de manera voluntaria, y nunca por obligación, colaboran con cuerpos nacionales o regionales. Sus congregaciones no necesitan estar afiliadas a ninguna convención en particular para existir como verdaderas iglesias.<br />
Nada de lo antes dicho sobre el congregacionalismo debe ser malinterpretado como una defensa de la anarquía sin liderazgo en las iglesias. Reconocer a la congregación como la corte final de apelación para los asuntos en disputas está en consonancia con el ejercicio de la disciplina en la iglesia. Y otras formas de gobierno no congregacionales incluyendo, Episcopales, Presbiterianos y hasta Católico Romanos, han demostrado cierta inevitabilidad del congregacionalismo al reconocer cuerpos representativos a varios niveles y hasta recomendando la aprobación congregacional para la toma de muchas decisiones relevantes.<br />
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La forma más coherente de entender la presentación de la forma de gobierno de la iglesia local en el Nuevo Testamento es reconocer el rol tanto de los líderes individuales como de toda la congregación. Algunos recomiendan un pastor que gobierne la iglesia como un Director Ejecutivo. Pero esto contradice la enseñanza de las Escrituras sobre la pluralidad de ancianos y deja de lado la evidencia escritural tanto de la responsabilidad congregacional como el especial reconocimiento de los ancianos y maestros como Timoteo en Éfeso (lo que puede describirse hoy como “pastor principal”). Todavía otros recomiendan un fuerte congregacionalismo que esté por encima de cualquier otra autoridad, ya sea colectiva (pluralidad de ancianos) o individual (pastor líder).<br />
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Con mucha frecuencia estas variedades de congregacionalismos terminan enfrentadas entre sí . Pero los tres aspectos de la autoridad vistos en el Nuevo Testamento (individual, colectivo y congregacional), deben estar presentes en toda congregación permitiendo alguna variación de congregación a congregación. Un anciano sostenido por la iglesia y responsable por el ministerio de la Palabra, pude ser reconocido como alguien que tiene una posición principal para liderizar la visión y dirección de la iglesia. Al mismo tiempo, una pluralidad de ancianos, pagados o no, pueden guiar juntos a la congregación en asuntos de disciplina y doctrina. Y al mismo tiempo, la congregación pude, en humildad, asumir la responsabilidad de actuar como la corte final de apelaciones, sometida a Dios, en todas las materias de disciplina y doctrina que surjan a ese nivel de significación. Cuáles materias se tratan y con qué nivel de significación, varía de congregación a congregación.<br />
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El Nuevo Testamento hace énfasis en el significado de la aprobación congregacional tanto para las doctrinas que deben ser enseñadas y creídas (Gal 1:6-9) como sobre quien es admitido o excluido de la membrecía (1ª Co 5). No obstante, ninguno de estos aspectos de liderazgo, enseñanza o juicio final puede ser delegado, en última instancia, a un cuerpo u organismo exterior a la congregación local y continuar siendo la congregación local una iglesia . Cualquiera sea la combinación que adopten las partes, las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la congregación y el rol de sus líderes, indican claramente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia congregacional.<br />
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Una Iglesia Bautista: ¿Deberían Haber Iglesias Bautistas Hoy?<br />
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Una excelente pregunta para los cristianos actuales es si coincidiendo en que determinada materia no es esencial para la salvación, ¿debemos considerarla como esencial para la membrecía de la iglesia? Si la pregunta surge de una comprensión cada vez menor de la verdad o al menos de una declinante voluntad de la definición y defensa de la verdad (un simple esencialismo), entonces estamos en presencia de algo más básico y peligroso que un simple mal entendido del bautismo. Si, por otra parte, la pregunta surge de un deseo sincero por la unidad del cuerpo de Cristo, es una pregunta noble y merece seria consideración. Cualquiera sea la conclusión a la que arribe el lector, los cristianos desde John Bunyan hasta D. Martyn Lloyd Jones, han abogado por libertad en este punto. Ellos han abogado no se requieren acuerdos sobre la legitimidad o ilegitimidad del bautizo de infantes para la membrecía de la iglesia . <br />
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Esta posición de neutralidad sobre un asunto no vital para la salvación está ganando popularidad. La cuestión esencialmente es, o al menos con mucha aproximación, ¿Deberían continuar existiendo las iglesias Bautistas? Si la pregunta es planteada en términos de amor versus dogmatismo, la respuesta puede ser sencilla, pero el asunto verdadero a destacar puede disimularse. Dos temas en particular no pueden descuidarse. Primero, algunas cosas no son esenciales para la salvación pero estamos de acuerdo en que son esenciales para que la iglesia funcione. Uno piensa en asuntos tales como el gobierno de la iglesia, calificaciones para la membrecía o mujeres sirviendo como pastoras y ancianas. Pero finalmente cada congregación debe hacer una cosa y no la otra. Una congregación reconocerá a las mujeres como ancianas o no, a un obispo exterior como autoridad o no y a los infantes como sujetos viables al bautizo o no. Si la decisión de tomarse en un sentido u otro, ¿decidiremos contra las Escrituras en el tema de exigir que los creyentes sean bautizados?<br />
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Esto nos lleva al segundo y más importante punto que no puede ser soslayado: la fidelidad a las Escrituras. Si el bautismo no es esencial para la comunión y la membrecía de la iglesia, es un asunto de juicio individual. El deseo de integración doctrinal y de unidad en el Espíritu, irónicamente, reduce la obediencia a un asunto de preferencia subjetiva. Algunos, como John Bunyan, han argumentado que desobedecer un mandamiento de Cristo, especialmente cuando se hace por ignorancia, representa una simple pérdida de luz que debe llevarse por más que represente una ofensa sancionable o un pecado. <br />
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Un pecado puede ocurrir por acción o por intención. Ciertamente la intención de desobedecer a Dios es pecado. Pero una acción de desobediencia a Dios también es pecado aunque el individuo, no tenga intenciones de pecar. La Biblia enseña claramente que hay pecados no intencionales (Lev 4–5; Num 15). Las intenciones son una consideración importante en la naturaleza y gravedad del pecado, pero ellas no son la única consideración. Uno de los efectos del pecado es dejar estupefacto al pecador, entorpecer y nublar las facultades, pero la oscuridad no mejora nuestras culpas. En la parábola de la oveja y las cabras en Mateo 25, Jesús enseña con absoluta claridad que la obediencia a Dios no reposa en el ojo del observador a menos que el observador sea Dios mismo. Muchas cabras pensaron que habían vivido vidas justas pero Jesús dijo que no lo hicieron.<br />
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¿Cómo sabremos entonces lo que Jesús considera obediencia? Por su propia autorevelación. ¡No hay guía más cierta y segura!. Si Cristo ha ordenado a los cristianos que se bauticen, entonces contradecir tal mandato, o la simple intención de sustituirlo, aun la intención sincera, no es el mejor servicio que podemos ofrecerle. Su gloria se manifiesta más cuando el bautismo representa tanto la membrecía en la iglesia de los regenerados como el testimonio colectivo de la iglesia. Si comprendemos que Cristo ordenó a la iglesia que se bautizaran sólo los que se arrepintieron y creyeron, entonces parece evidente que una iglesia bíblicamente fiel es una iglesia Bautista.<br />
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¿Cómo Impacta esta Doctrina a la Iglesia de Hoy?<br />
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¿Qué significado tiene una correcta eclesiología para la iglesia de hoy? Una correcta eclesiología para temas tales como el liderazgo de la iglesia, la membrecía, la estructura, la cultura y hasta el carácter. Por último, una correcta eclesiología toca la misma gloria de Dios. La iglesia no es solo una institución fundada por Cristo, es Su cuerpo. En ella se refleja la propia gloria de Dios.<br />
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¿Cómo se conocerán la teología, la Biblia y hasta el mismo Dios apartados de la iglesia? ¿Qué comunidad comprenderá y explicará al mundo la creación y providencia de Dios? ¿Cómo serán explicados los estragos causados por el pecado, exaltada la persona y obra de Jesucristo, mostrado el trabajo salvador del Espíritu y proclamado el regreso de Cristo a las nuevas generaciones si no es mediante la iglesia? La teología expuesta en cada capítulo de este libro insta hacia afuera para dar a conocer y exhorta hacia afuera a través de la iglesia. Por tanto, tener la doctrina de una verdadera iglesia es beneficioso para la gente puesto que la verdad acerca de Dios es más acertadamente conocida, enseñada y modelada. <br />
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Sobre el Liderazgo de la Iglesia<br />
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Los pastores de las iglesias actuales deben recuperar la comprensión de que su primera misión es predicar la Palabra de Dios. Esto debe ocurrir tanto para el beneficio del rebaño como para alcanzar a aquellos que están fuera de la manada.<br />
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El propósito de predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios es construir, o edificar, la iglesia pues esa es la voluntad de Dios para Su iglesia. Si el crecimiento numérico de cualquier congregación en cualquier tiempo es el resultado de la predicación bíblica, la iglesia de Cristo experimentará verdadero crecimiento mediante la enseñanza y la instrucción. Con este propósito, los pastores también deben guiar a la iglesia hacia la recuperación de la disciplina correctiva de la iglesia. Esto será realizado sólo cuando el propio liderazgo entienda las enseñanzas bíblicas sobre la iglesia y se dedique pacientemente a enseñarlas a la congregación.<br />
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Siempre que los pastores recobren la centralidad de la predicación en su ministerio, habrá efectos beneficiosos. Las congregaciones estarán más alimentadas y saludables, y en consecuencia, darán mejor testimonio en sus vecindarios. Con demasiada frecuencia los líderes promueven el crecimiento de la iglesia exclusivamente mediante el evangelismo pero fallan en no considerar que una iglesia que no está bien alimentada ni sea muy saludable, por lo general, ofrece un pobre testimonio. Y un pobre testimonio de la iglesia debilita el ministerio evangelístico de la congregación. El pastor que persiste en alimentar bien a su congregación los capacitará mejor para el evangelismo y el crecimiento. Los organismos saludables crecen de modo natural.<br />
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El Espíritu de Dios crea creyentes mediante la predicación y el oír la Palabra de Dios. Dios también tiene un propósito con aquellos creyentes que están reunidos en la congregación que son puros y están protegidos. Para este fin, los pastores deben tener gran cuidado al evaluar a los candidatos para el bautismo y en estimular a la congregación a autoevaluarse antes de compartir la Cena del Señor. Si el bautismo funciona como el pozo de agua que separa la iglesia del mundo y la Cena del Señor manifiesta la presencia constante de la iglesia, entonces los pastores actuales deben recuperar la seriedad que cada ordenanza requiere.<br />
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Hebreos 13:17 promete que los líderes rendirán cuenta por los que estaban a su cargo. ¿Rendirán cuentas los líderes de hoy por haber descuidadamente permitido lobos en el bautismo o la Cena del Señor? ¿Se repetirán las condenas acumuladas sobre los pastores de Israel de Ezequiel 34 sobre los subpastores de las iglesias de hoy que han dejado a sus ovejas vagando dispersas y sin protección? Los líderes de nuestras congregaciones deben recordar que la correcta predicación de la Palabra de Dios y la sana administración del bautismo y la Cena del Señor forman el llamado básico de sus vidas.<br />
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Sobre la Membrecía de la Iglesia<br />
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Una correcta eclesiología también tiene implicaciones para la membrecía de la iglesia . Por lo tanto, las razones y los requerimientos para la membrecía deben ser clara y ampliamente comprendidos. La mayoría de los cristianos evangélicos actuales parecen tratar a sus iglesias como algo más que los ayuda en su vida cristiana como también lo hace su estudio bíblico, cierta música, determinados autores, el llevar un diario, etc. En otras palabras, los cristianos conciben su vida espiritual fundamentalmente como si estuvieran manejando su propio negocio, gerenciando mediante la selección entre diversas ayudas. Esta visión contrasta con una más antigua y más bíblica forma de pensar sobre la vida cristiana que es modelada congregacionalmente, donde se materializan las demandas del evangelio, particularmente, en la iglesia local (1ª Jn 4:20).<br />
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Ser miembro de una iglesia local debe verse como algo normal para un cristiano. Las vidas que se viven con la obligación periódica de rendir cuentas hacen del evangelio algo claro y transparente para el mundo. Jesús dijo que el amor de los cristianos unos a otros permitiría al mundo conocer a los cristianos como aquellos que seguían a Cristo (Jn 13:34-35). En este sentido, una práctica vigorosa de la membrecía de la iglesia ayuda al evangelismo de la congregación. También ayuda a reforzar en los cristianos la convicción de su propia salvación. Cuando el cristiano observa, enseña, estimula y refuta a otro, la iglesia local comienza a actuar como una cooperativa que corrobora la convicción de la salvación. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos débiles porque los lleva a un lugar de nutrición espiritual y de rendición de cuentas. La membrecía de la iglesia es buena para los cristianos fuertes porque les permite modelar lo que es la vida cristiana.<br />
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La membrecía consagrada de la iglesia también es buena para los líderes de la iglesia. ¿Cómo llevará adelante Dios su trabajo si los cristianos no se organizan para servirle? ¿Y cómo recibirán los cristianos los dones espirituales que Dios les da a sus líderes si no hay rebaño delimitado que dichos líderes deban guiar? Por último, practicar la membrecía de la iglesia glorifica a Dios. Cuando los cristianos se reúnen para formar el Cuerpo de Cristo, se refleja y se expresa Su carácter. Recuperar este concepto de la membrecía de la iglesia debe ser uno de los principales deseos de las congregaciones actuales . <br />
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Antes de que alguien señale rápidamente que los ministerios paraeclesiales persiguen los mismos objetivos, recuerde que los ministerios paraeclesiales no tienen la misma obligación de proclamar sistemáticamente todo el mensaje de Dios ni tienen los mecanismos del bautismo, la Cena del Señor y la disciplina de la iglesia para trazar una línea clara y brillante que le permita decirle al mundo “Aquí está el pueblo de Dios”. Lo paraeclesial es y siempre será un subconjunto particular de la iglesia, centrado en tareas compartidas.<br />
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La idea que la membrecía en una iglesia local solo requiere una profesión de fe en Cristo es una idea muy pomún que puede ser destructiva para la vida y testimonio de la iglesia. Históricamente, los Bautistas se han dado cuenta que una profesión de fe debe ser evaluada y considerada como creíble. Después de todo, una profesión de fe incluye el arrepentimiento. La vida cristiana se revelará no solo por la participación en el bautismo y la Cena del Señor sino también por la asistencia periódica a las reuniones de la congregación y una sumisión a la disciplina de la congregación. Esto incluye orar con frecuencia por la congregación y el diezmo. Cuando las congregaciones no prestan atención al modo de vida del arrepentimiento, la cristianidad nominal rápidamente comienza a dar mal testimonio de la iglesia al mundo y a mentir sobre el carácter de Dios. Toda congregación tiene la responsabilidad de decidir cuál es el estándar de membrecía adecuado para ella.<br />
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Una de las áreas que con mayor urgencia necesita reexaminarse en las iglesias de hoy es la relación de los hijos de los miembros de la iglesia. En las congregaciones protestantes No-Bautistas, esta relación comienza con el bautismo de infantes y termina generalmente con la confirmación a los doce años de edad. En las iglesias Bautistas, tradicionalmente, se les reconoce a los niños un importante rol. Son reconocidos como objeto de afectos naturales pero también como personas confiadas a familias cristianas para ser educadas en el Señor. Las conversiones pueden ocurrir en los primeros años, por supuesto, pero se considera más sabio retrasar el bautismo hasta que la madurez confirme la realidad de su conversión . Los primeros Bautistas comprendieron que el tiempo es necesario para discernir la evidencia de una vida cristiana, especialmente, en aquellos que todavía no han madurado . Parece haber pocas dudas que, al menos en las iglesias Bautistas del Sur, el último siglo ha visto un incremento en nominalismo mientras que la edad promedio del bautismo ha ido disminuyendo. Pareciera que las dos estadísticas no tienen relación alguna.<br />
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Más aún, su relación con los falsos bautismos (llevando a un número creciente de rebautismos) no se limita a los efectos adversos que sufre la iglesia local cuando los paganos son bienvenidos a la membrecía y llamados santos, sino que son mucho más graves . Los efectos serán sufridos eternamente por aquellos no creyentes a quienes pastores e iglesias dieron la falsa seguridad de salvación reduciéndoles la imaginación y desestimulándoles el apremio por el arrepentimiento y la nueva vida en Cristo.<br />
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Sobre la Estructura de la Iglesia<br />
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Una correcta doctrina de la iglesia no solo debe afectar a su liderazgo y su membrecía, también debe afectar su estructura. <br />
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La última generación se ha burlado muchas veces de la autoridad. La autoridad pudiese ser, como titulaba un libro años atrás, “la idea más malentendida en América” “Los americanos no diferencian autoridad, lo cual es algo bueno, de autoritarismo, que es algo malo” . Se sospecha de todo poder debido al abuso que han cometidos algunos investidos de autoridad quienes han hecho un gran esfuerzo por deformar el paradigma de la piedad cristiana representado por la sumisión de Cristo en la cruz. En tanto que la humildad debe ser inherente a todo ejercicio cristiano de autoridad, Dios también ha puesto líderes en el cuerpo para enseñar, liderar y guiar, dar ejemplo y tomar decisiones (Gal 6:1; Ef 4:11; He 13:17). Ejerciendo seguridad en casi toda esfera: en el matrimonio, la familia, el trabajo, el estado o la iglesia para el cristiano es, en última instancia, un reflejo de la confianza en Dios.<br />
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Las batallas denominacionales en la Convención Bautista del Sur del siglo pasado, han dado lugar a violentas disputas que sugieren una novedosa e ingenua postura Bautista caracterizada por ser individualista, amargado y separatista. La rica doctrina Protestante del sacerdocio de todos los creyentes, formulada originalmente en oposición a la acción de intermediario de los sacerdotes ordenados de la iglesia Católico Romana, ha sido transformada en la frase simplista y terrenal del siglo XX “conocimiento del alma” (E.Y. Mullins). El énfasis bíblicamente fiel de la única mediación de Cristo (el énfasis de la Reforma) ha sido transformado (¿deliberadamente?) en la defensa errónea de habilidades humanas.<br />
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A lo mejor, la idea de conocimiento del alma simplemente afirma de otra manera el hecho que los cristianos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, que somos seres espirituales y que somos capaces de tener una relación con Dios. En el peor de los casos, la idea degenera en un humanismo semireligioso en el que resulta innecesario proclamar la obra de Cristo. Montados en el tren de esta inadecuada doctrina, todo tema de doctrina es rediseñado, desde la expiación hasta la inspiración de las Escrituras. En eclesiología hay la tendencia a desacreditar la autoridad y el liderazgo de la iglesia. Pero el liderazgo es un regalo de Dios y debe ser recibido en las iglesias como un don. Rechazar el liderazgo priva a la iglesia del don de Dios, reduce drásticamente el cuerpo y obstaculiza la vida y obra de la iglesia.<br />
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Un factor que ha llevado a muchas congregaciones locales a adoptar un patrón de consejo de ancianos, o a evitarlo, es el incremento de la controversia en la cultura popular sobre las distinciones basadas en el género. Después de todo, el Nuevo Testamento es relativamente claro en reservar el oficio de anciano a los hombres. Pero una sociedad que ha tirado por la borda el género como la frontera divisoria del matrimonio es una sociedad que hace tiempo perdió todo sentido del rol de los géneros en la iglesia. Históricamente, la iglesia tomó la enseñanza del Nuevo Testamento del pastorado de los ancianos como un valor nominal. Pero esa posición fue abandonada lentamente en la América del siglo XX. En 1924, la Iglesia Episcopal Metodista votó a favor para ordenar a mujeres. Ellos fueron seguidos por el cuerpo principal de los Presbiterianos en 1956, y por los Episcopales en 1976, y finalmente por el principal cuerpo Luterano en 1979 . Entre los nuevos movimientos Pentecostales, Aimee Semple McPherson, Kathryn Kuhlman y otras mujeres tienen prominentes ministerios de enseñanza.<br />
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Entre las iglesias Bautistas, el movimiento hacia la ordenación femenina ha sido más lento, pero sin duda que el proceso ha sido ayudado por estructuras extrabíblicas tales como comités, concejos de iglesia y posiciones gerenciales, las cuales, ni son un mandato ni están mencionadas en la Escrituras, las cuales, por lo tanto, han sido más fáciles de llenar con mujeres aun en iglesias bíblicamente conservadoras en otros aspectos. Moverse a la pluralidad de ancianos conlleva claros pasajes bíblicos que afirman el liderazgo masculino en la congregación. <br />
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Sobre la Cultura de la Iglesia.<br />
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No son solo los asuntos de liderazgo, membrecía y estructura formal los influenciados por la doctrina de la iglesia, también hay cuestiones relacionadas con la cultura de la iglesia.<br />
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Junto a la rígida estructura orgánica de la iglesia está también una más sutil, cambiable y envolvente cultura de la iglesia. La cultura de una iglesia se constituye o forma por la combinación de expectativas y prácticas peculiares que no hacen de la iglesia una iglesia pero que de hecho tipifican a una congregación en particular. Supongamos que una congregación está caracterizada por la gentileza, un interés por la verdad y un entusiasmo por las misiones. Estas cualidades, en verdad, son apropiadas y consistentes con la presentación bíblica de una iglesia, pero ellas no son requeridas específicamente a cada congregación para que sea reconocida como una verdadera iglesia. <br />
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Dicho esto, la solidez de una iglesia se incrementa ostensiblemente cuando la congregación cultiva una cultura de discipulado y crecimiento, en la cual, es crecimiento espiritual individual es la norma y no la excepción. Un indicador de crecimiento, además, es el creciente nivel de preocupación por el estado espiritual de los otros. Una preocupación por los otros debe incluir a los no cristianos en el mundo (entonces un énfasis en las misiones), en el área local de la propia congregación (un énfasis en el evangelismo) y especialmente por los otros miembros de la congregación (un énfasis en la disciplina de unos a otros). Una cultura de disciplina, evangelismo y misiones será el mejor estímulo para que la iglesia sea lo que Dios quiere de ella: un reflejo de su propio carácter.<br />
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Alineada contra esta visión radiante de la iglesia está un largo y creciente nominalismo en muchas iglesias evangélicas actuales. Congregación tras congregación están caracterizadas por roles de membrecía cubiertos con “miembros” despreocupados. Aun entre aquellos miembros que cumplen muchos de ellos viven vidas que no se diferencian de los no creyentes que viven a su alrededor. Este nominalismo entorpece y menoscaba el evangelismo cristiano, empuja a la iglesia y a los creyentes hacia la desilusión, la desmotivación y la apatía, o la división; y finalmente, deshonra a Dios .<br />
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Seguramente, si la eclesiología tiene alguna relevancia hoy, debe atenderse esta situación. Los evangélicos han adelantado algunas respuestas al declive actual de las iglesias. Solo consideraremos algunas de ellas.<br />
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Desde principios del siglo XX, la aparición del Pentecostalismo es, probablemente, el mayor desarrollo sociológico en el mundo cristiano. Los panoramas cristianos en África y Sur América se han transformado, y muchas iglesias establecidas en Europa y Norteamérica han sido afectadas. Muchos de estos cristianos piensan que la respuesta a los problemas de la iglesia reposa en redescubrir la enseñanza bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Muchos Pentecostales dicen que esta experiencia (que incluye hablar en lenguas desconocidas), significa conversión. Ellos creen que los cristianos revitalizados por este bautismo pueden reemplazar el lamentable y torpe testimonio de demasiados cristianos y sus congregaciones.<br />
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Otros grupos de cristianos han sugerido que la respuesta al cristianismo nominal subyace en recuperar la dinámica de los pequeños grupos, en los cuales no hay miembros inactivos (todos participan). Ha sido muy recomendado mediante el uso de pequeños grupos, la iglesia de estructura celular y el movimiento de la iglesia en las casas . Incluso hay quienes defienden poner límites cuantitativos a las congregaciones aduciendo que cualquier cosa más allá de cierto límite transforma a la iglesia en simples “puntos de predicación” y debilita tanto la habilidad del pastor para pastorear como la capacidad de los miembros de involucrarse significativamente en ministerio unos con otros. <br />
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Todavía hay otro grupo de cristianos que ha renunciado al local tradicional y a la congregación heterogénea. Esta frustración o rechazo puede observarse en la creciente filosofía que recomienda formar grandes congregaciones en torno a una simple declaración de visión. Esto se observa también en algunos modelos “orientados a objetivos”. El rechazo de la heterogeneidad es más pronunciado aun en congregaciones que establecen su misión sobre un grupo homogéneo, ya sea definido étnica, generacional, sociodemográficamente u otra similar. El principio de unidad homogénea subyacente detrás de este enfoque es: Hierro atrae hierro. Los miembros de una casta en la India, por ejemplo, tienen más dificultad para alcanzar a individuos de otra casta. Aun así, el principio de unidad homogénea ha reordenado la eclesiología de muchas iglesias en nombre del evangelismo. Su lógica conclusión es el rechazo de toda la congregación en beneficio de un subgrupo misionero paraeclesial, aunque ellos continúan refiriéndose a sí mismos como iglesia.<br />
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Otros que se autodefinen cristianos perciben el lamentable estado de muchas congregaciones y concluyen que la congregación organizada, simplemente, debe ser rechazada. Este rechazo puede ocurrir públicamente, como ocurrió con el pronunciamiento del predicador de radio Harold Camping quien dijo que los cristianos debían abandonar las iglesias porque la era de la iglesia había terminado . O puede ocurrir de modo más calmado cuando simplemente los individuos desisten de participar en la iglesia. En ambos casos, estos autodenominados cristianos enfatizarán algo como las enseñanzas de Jesús sobre el corazón o las doctrinas como la justificación solo por la fe para justificar su rechazo del rol de la congregación en la vida cristiana. Brevemente, el nominalismo y la hipocresía se usan para justificar la no participación en la iglesia.<br />
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Otros colocan la esperanza de recuperación de la iglesia en recrear las emociones. Muchos autores y pastores apelan a la novedad de la experiencia de la conversión, una experiencia histórica en tiempos de reavivamiento y hasta de la iglesia primitiva en el libro de los Hechos para argumentar que la mejor forma de avanzar es replicar tales emociones. En tanto que los diagnósticos específicos varían, la mayoría de las soluciones tienden al pragmatismo de “darles lo que desean”. El evangelismo comienza a parecerse al marketing y la membrecía de la iglesia comienza a parecerse al consumismo.<br />
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También hay quienes creen que los problemas en las iglesias surgen de un enfoque equivocado (o al menos innecesario) sobre la apropiación subjetiva de la fe por parte de los cristianos. En respuesta, ellos abogan por reenfocarse en las ordenanzas objetivas, o sacramentos, de la iglesia y no en las respuestas piadosas individuales. Tales respuestas sacramentales presentan una gran variedad. Algunas congregaciones multiservicios están ofreciendo alternativas a los servicios de iglesias inmensas. Algunos en el movimiento de la Iglesia Emergente se están reencontrando con las prácticas de espiritualidad de los Pre-Reformistas (y en algunos casos pre-Cristianos) sin la total comprensión del evangelio siempre latente en tales prácticas . <br />
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Entre los Reformados, algunos son llamados a un objetivismo en la vida y profesión cristiana que parece que negaran cualquier rol a la piedad personal y a la respuesta subjetiva al evangelio. En su lugar, están proponiendo una “visión federal” construida específicamente en oposición a lo que ellos reconocen como una problemática del pietismo evangélico . Más generalmente, muchos protestantes evangélicos están rechazando cada vez más todo lo que sea específicamente evangélico o Protestante y reemplazándolo con distintivos tales como “La Gran Tradición” . <br />
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A estas y muchas otras supuestas soluciones a los problemas corrientes de las iglesias, los recursos deben ser tomados, inexorablemente, de las Escrituras. Una clara comprensión del evangelio es fundamental para una renovación genuina de las iglesias evangélicas. Las soluciones que son tratadas como normativas pero que no tienen sustento en la Escrituras deben ser rechazadas como la tradición moderna que carece de la autoridad de los apóstoles. La eclesiología no puede ser reducida al evangelismo o al auto perfeccionamiento. En la iglesia cristiana el consumidor reinante debe ser el pecador arrepentido y es mejor no recibir los sacramentos ordenados por Cristo que recibirlos sin fe personal (1ª Co 11:30). Dios creó su iglesia por su Espíritu por medio de su Palabra. Todas las otras respuestas a la carencia de discipulado en muchas iglesias actuales agravan los problemas que intentan resolver.<br />
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Sobre el Carácter de la Iglesia <br />
La cultura de la iglesia, como la vida de un individuo, simplemente refleja el carácter de la iglesia. Si la doctrina de la iglesia enunciada en este capítulo va a ser aplicada, debe recuperarse la práctica de la disciplina correctiva.<br />
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La recuperación de la disciplina de la iglesia requerirá verla como parte de la membrecía de la iglesia. Debe ser enseñada en las clases de los nuevos miembros. Debe ser tratada en sermones, testimonios y boletines informativos. Y deben recomendarse libros sobre el tema. Demasiada gente trata este tópico apologéticamente y actúa como si admitiera que la práctica de disciplina es deplorable. Mientras el pecado y sus trágicas consecuencias que requieren disciplina son, por supuesto, lamentables el intento de disciplinar correctivamente al pecador no arrepentido, no lo es. Cuando se hace en humildad, oración y amor de edifica al cuerpo y se glorifica a Dios . <br />
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Hay que hacer una observación. La disciplina de la iglesia parecerá ofensiva a unos y otros si se introduce en una congregación que no se caracterice por una cultura de cuidado mutuo, un deseo de involucrarse en el diario vivir unos con otros y una pasión por la disciplina en la fe. Un pastor debe desear ser obediente a las Escrituras, pero la congregación sentirá que el profundo involucramiento en sus vidas requerido por la práctica de la disciplina es antinatural si cosas como los convenios de la iglesia y las expectativas de membrecía no se han enseñado con claridad. El primer paso hacia la práctica de la disciplina de la iglesia en una congregación es simplemente enseñar a la gente a orar y a cuidar los unos por los otros. Aprender a amar y a discipular a otro (la verdadera práctica del sacerdocio de todos los creyentes) es un prerrequisito para introducir la disciplina correctiva. La disciplina formativa debe preceder a la disciplina correctiva.<br />
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La disciplina de la iglesia proporciona una parte de la respuesta necesaria al nominalismo prevaleciente en las iglesias de hoy. Los pastores deben considerar que seguir las instrucciones bíblicas en cada área de la vida de la iglesia (incluyendo las relativas a la membrecía y a la disciplina) debe ser la clave para sanar lo que está fallando en sus iglesias. Si los pastores desean que los pecadores se arrepientan, deben darse cuenta que la disciplina es una manera bíblica de lograrlo. Si los líderes de las iglesias desean que sus congregaciones se caractericen por el agradecimiento de corazón y la santidad de vida, deben reexaminar su práctica de la disciplina de la iglesia. La salud de toda la iglesia será impulsada radicalmente en muchas congregaciones al excomulgar a aquellos miembros que hayan cometido pecados tales como indiferencia, divisionismo, adulterio o fornicación en lugar de honrar su compromiso de glorificar a Dios. La acción de excluir al no arrepentido permite a la iglesia dar u n testimonio claro del evangelio al mundo. Finalmente, glorifica a Dios en la medida que su pueblo muestre cada vez más su carácter de amor santo.<br />
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Sobre la Gloria de Dios<br />
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John L. Dagg concluye su introducción al Tratado sobre el Orden de la Iglesia con esta acertada declaración:<br />
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El orden en la iglesia y los ceremoniales de religión, son menos importantes que un nuevo corazón; y a los ojos de alguien, cualquier laboriosa investigación de preguntas sobre ellos puede parecer innecesaria y sin beneficio alguno. Pero sabemos, de las Santas Escrituras, que Cristo dio instrucciones sobre estos asuntos y que nosotros no podemos rehusarnos a obedecer. El amor muestra nuestra obediencia; y muestra también la búsqueda de lo que es necesario para conocer su voluntad. Vamos, por tanto, a proseguir las investigaciones que están ante nosotros, con una oración ferviente, que el Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, pueda ayudarnos a aprender la voluntad de aquel que amamos y adoramos supremamente. <br />
<br />
Muchos Protestantes han comenzado a pensar que debido a que la iglesia no es esencial para el evangelio, no es importante para el evangelio. Esta es una conclusión no bíblica, falsa y peligrosa. Nuestras iglesias son la prueba del evangelio. En las reuniones de la iglesia, se leen las Sagradas Escrituras. En las ordenanzas de la iglesia, se representa el trabajo de Cristo. En la vida de la iglesia se evidencia el carácter de Dios mismo. Una iglesia seriamente comprometida en carácter hará lucir al evangelio como irrelevante. <br />
<br />
La doctrina de la iglesia debido a que está atada al evangelio mismo. La iglesia es la apariencia del evangelio. Es lo que el evangelio muestra cuando se materializa en la vida de los creyentes. Quita la iglesia y estás quitando la manifestación visible del evangelio en el mundo. Los cristianos en las iglesias, entonces, son llamados a practicar “exhibe el evangelio”, y el mundo será testigo de que el Reino de Dios comenzó en una comunidad de gente hecha a su semejanza y renacida por su Espíritu. Los cristianos, no individualmente, sino como el pueblo de Dios reunido en las iglesias son la imagen más clara que ve el mundo del Dios invisible y de cuál es su voluntad para ellos. <br />
<br />
Jesús dijo “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:35). Pablo añadió “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11).999<br />
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<br />
<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/El_Origen_del_CalvinismoEl Origen del Calvinismo2010-06-25T19:04:59Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|The Origin of Calvinism}} Por supuesto, como cualquier otro hombre a diferencia de Jesucristo, John Calvin era imperfecto. Su renombre no es debido a la infalibilidad, ...'</p>
<hr />
<div>{{info|The Origin of Calvinism}}<br />
<br />
Por supuesto, como cualquier otro hombre a diferencia de Jesucristo, John Calvin era imperfecto. Su renombre no es debido a la infalibilidad, sino a su persistente lealtad a las Sagradas Escrituras como la Palabra de Dios en un tiempo cuando la Biblia fue casi devorada por la tradición de la iglesia.<br />
<br />
Nació en Julio de 1509 en Noyon, Francia y fue educado en las mejores universidades de Leyes y Teología y los Clásicos. A la edad de 21 fue dramáticamente convertido de una tradición centrada en el Catolicismo a la fe evangélica, radical y bíblica de Cristo y su Palabra. El dijo,<br />
<br />
<blockquote>Dios, a través de una tenue repentina conversión que introdujo en mi mente de una manera educativa, fue más empedernido de lo esperado en mi temprana etapa de la vida. Habiendo de este modo recibido algo de sabor y conocimiento de la verdadera santidad de Dios, fui inmediatamente envuelto con tal intenso deseo para hacer progresos que aunque no quise totalmente dejar otros estudios, aún los continuaba con menos pasión. (John Dillenberger, ''John Calvin, Selections from His Writings'', Scholars Press, 1975, p. 26).</blockquote><br />
<br />
Existe una razón por la cual Calvin se cambió de sus clásicos estudios a una vida dedicada a la Palabra de Dios. Algo dramático sucedió en su percepción de la Realidad cuando leyó las Sagradas Escrituras. Escuchó en ellas la voz de Dios y vio su majestad.<br />
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<blockquote>Ahora este poder que es singular de las Sagradas Escrituras está claro por el hecho de que los escritos humanos, depurados artísticamente no obstante, no son capaces de afectarnos del todo comparablemente. Lea Demóstenes o Cicerón, lea Platón, Aristóteles y otros de esa corriente. Ellos, lo admito, lo encantarán, le deleitarán, lo conmoverán, lo extasiarán en maravillosa medida.</blockquote><br />
<br />
Luego de este descubrimiento, Calvin fue completamente atado a la Palabra de Dios. El fue un predicador en Génova por 25 años, hasta que falleció a la edad de 54 en mayo de 1564. Su hábito era el de predicar dos veces cada Domingo y una vez al día pasando una semana; eso es, que predicada un promedio de 10 veces cada 2 semanas. Su método era el tomar unos pocos versículos, explicarlos y aplicarlos a la fe y vida de las personas. Así trabajó de esta manera libro tras libro. Por ejemplo, el predicó 189 sermones en el libro de Hechos, 271 en Jeremías, 200 en Deuteronomio, 343 en Isaías, 110 en I Corintios. Una vez que fue exiliado de Génova por dos años a su regreso subió al púlpito en San Pedro y empezó con el texto que había dejado.<br />
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La increíble devoción a la exposición de la Palabra de Dios año tras año es debido a su profunda convicción que la Biblia es la verdadera Palabra de Dios. El dijo,<br />
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<blockquote>Las leyes y las profecías no son enseñanzas entregadas por la voluntad del hombre, sino dictadas por el Espíritu Santo… Debemos a las Sagradas Escrituras la misma reverencia que le debemos a Dios, porque provienen de El únicamente, y no tienen nada del hombre en ellas. (Citado por J. I. Packer, Calvin el Teólogo “Calvin the Theologian”, en ''John Calvin: Una Colección de Ensayos, (A Collection of Essays''), Gran Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1966, p. 162)</blockquote><br />
<br />
Lo que Calvin vio en la Biblia, por sobre todas las cosas, fue la majestad de Dios. Dijo que a través de las Escrituras “de una manera que sobrepasa al juicio humano, somos hechos absolutamente a semejanza, como si contuviéramos la majestad de Dios Mismo” (Institutes, I. vii, 5). La Biblia, para Calvin, era por sobre todo un testigo de Dios de la majestad de Dios. Esto nos lleva inevitablemente a lo que es el corazón del Calvinismo. Benjamin Warfield lo expuso así:<br />
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<blockquote>Calvinista es la [persona] que ve a Dios en todo fenómeno y en todo lo que ocurre reconoce la mano de Dios… ´quien hace de la actitud del espíritu en oración hacia Dios la permanente actitud…´ y quien se proyecta en la gracia de Dios únicamente, excluyendo cada rastro de dependencia en sí mismo para la gran tarea de salvación. (''Calvin y Agustino'', Calvin and Augustine, Philadelphia: La Compañía de Publicación Presbiteriana y Reformada (The Presbiterian and Reformed Publishing Co., 1971, p. 492).</blockquote><br />
<br />
Eso es lo que yo quiero ser: alguien que excluye cada rastro de dependencia de sí mismo para la gran tarea de mi salvación. De esa manera disfrutaré de la paz que hay en Dios solamente, y Dios tendrá toda la gloria como el del cual y a través del cual y para quien son todas las cosas, y el mensaje de esta iglesia resonará en las naciones.<br />
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Pastor John</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Sepultados_y_Resucitados_en_el_Bautismo_a_Trav%C3%A9s_de_la_FeSepultados y Resucitados en el Bautismo a Través de la Fe2010-06-22T19:12:48Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Buried and Raised in Baptism Through Faith}} <blockquote>'''Colosenses 2:8-15 8 ''' <br> Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, s...'</p>
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<div>{{info|Buried and Raised in Baptism Through Faith}}<br />
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<blockquote>'''Colosenses 2:8-15 8 '''<br />
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Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo. 9Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, 10y habéis sido hechos completos en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad; 11en El también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo; 12habiendo sido sepultados con El en el bautismo, en el cual también habéis resucitado con El por la fe en la acción del poder de Dios, que le resucitó de entre los muertos. 13Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El, habiéndonos perdonado todos los delitos, 14habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz. 15Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de El.</blockquote><br />
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====¿Es el Bautismo Cristiano Paralelo a la Circuncisión del Antiguo Testamento?====<br />
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Ésta es la segunda de una serie de cuatro partes sobre el bautismo cristiano. Déjame decirte un poco sobre cómo estoy escogiendo los textos que voy a predicar. En mis días de seminario y escuela de graduados descubrí que mis viejas maneras de defender el bautismo de creyentes no eran convincentes. Solía pasar tiempo señalando que todos los bautismos descritos en el Nuevo Testamento son bautismos de creyentes y que todos los mandatos de ser bautizado eran dados a los creyentes. Solía señalar que el bautismo de infantes simplemente no se menciona en la Biblia y que es cuestionable edificar una práctica crucial de la iglesia sobre una inferencia teológica, sin una enseñanza Bíblica explícita cuando todos los ejemplos van en la dirección opuesta.<br />
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Pero descubrí que aquellos que bautizan infantes (“paidobautistas”) no se tambaleaban por estas observaciones, dado que señalaban que, por supuesto, solamente vemos bautismo de creyentes en el Nuevo Testamento debido a que en todos estos escenarios estamos tratando con evangelismo de primera generación, no con la crianza de los hijos de segunda generación. Todos están de acuerdo en que los únicos adultos que deben ser bautizados son adultos creyentes. La cuestión es, ¿qué sucede cuando estos adultos Cristianos bautizados tienen hijos?<br />
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Así que ellos señalaban que todas mis estadísticas son irrelevantes y la cuestión se reduce a una de inferencia teológica. Específicamente, ¿es paralelo el bautismo Cristiano con la circuncisión del Antiguo Testamento como la señal de aquellos que se unen al pueblo del pacto de Dios, y si es así, no deberían los hijos de Cristianos recibir el bautismo de la manera en que los hijos de Israel recibían la circuncisión?<br />
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Por ejemplo, el Catecismo de Heidelberg fue escrito en 1562 como una expresión de la fe Reformada. Algunos dicen que tiene la intimidad de Martín Lutero y la caridad de Philip Melanchthon y el fuego de Juan Calvino: tres grandes Reformadores en el siglo 16. Al final de la sección sobre el bautismo, la pregunta #74 es: “Se ha de bautizar también a los niños”. La respuesta va así: Naturalmente, porque están comprendidos, como los adultos, en el pacto, y pertenecen a la iglesia de Dios. Tanto a éstos como a los adultos se les promete por la sangre de Cristo, la remisión de los pecados y el Espíritu Santo, obrador de la fe; por esto, y como señal de este pacto, deben ser incorporados a la Iglesia de Dios y diferenciados de los hijos de los infieles, así como se hacía en el pacto del Antiguo Testamento por la circuncisión, cuyo sustituto es el Bautismo en el nuevo pacto.<br />
<br />
Esta ha sido la típica forma de entender el bautismo entre Presbiterianos y Congregacionalistas y Metodistas y muchos otros por cientos de años. Luteranos y Católicos defienden la práctica del bautismo de infantes de manera diferente, poniendo más énfasis que lo que estas otras iglesias tienen sobre el mismo efecto regenerativo del acto.<br />
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====¿Se Revelan Nuevas Verdades en el Nuevo Pacto?====<br />
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Así que una de las preguntas más cruciales que usted debe enfrentar mientras considera el mandato del Nuevo Testamento a ser bautizado es si piensa o no que este paralelo con la circuncisión resuelve el problema. Es decir, ¿es la voluntad de Dios revelada en el Nuevo Testamento que el Bautismo y la circuncisión se correspondan tan cercanamente que lo que la circuncisión significó, el bautismo significa? ¿O hay nuevas verdades sobre la creación y naturaleza del pueblo de Dios en el Nuevo Pacto que apuntan hacia una discontinuidad así como también continuidad entre la circuncisión y el bautismo?<br />
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Bueno, en mis luchas con este asunto a lo largo de los años, especialmente los años en la escuela de graduados cuando estudiaba principalmente con paidobautistas, tres o cuatro textos, más que cualquier otro, me mantuvieron de abrazar el argumento de la circuncisión. Uno es Colosenses 2:11-12. Otro es 1 Pedro 3:21. Otro es Romanos 9:8. Y otro es Gálatas 3:26-27. El día de hoy tomaré el texto de Colosenses y edificaré sobre los otros en las próximas semanas.<br />
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Pero primero asegurémonos de no perder el bosque por los árboles. Este texto (Colosenses 2:10-15) es un bosque tropical con madera fuerte de evangelio. Haga una mirada a vuelo de pájaro de él conmigo. Todo es sobre lo que Dios ha hecho por nosotros (en la historia, objetivamente a través de Cristo), y lo que él ha hecho en nosotros de manera que en verdad heredaremos lo que él ha comprado.<br />
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====Lo que Dios ha Hecho por Nosotros====<br />
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Considere primero la obra objetiva, histórica, externa de Dios en los versículos 14-15. En esencia, lo que estos dos versículos nos dicen es que nuestros dos mas grandes enemigos fueron derrotados en la muerte de Cristo. Nada más poderoso que la muerte de Cristo ha ocurrido alguna vez.<br />
<br />
El primer enemigo derrotado fue el “documento de deuda” archivado en contra nuestra en la corte del cielo. En otras palabras, debido a nuestro pecado y rebelión, las leyes de Dios se han vuelto testigos mortales contra nosotros y estábamos en tan profunda deuda a Dios que no había forma de escapar. El versículo 14 dice que Cristo canceló completamente la deuda al pagarla toda en la cruz. “habiendo [Él] cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz”. Así que el gran enemigo de nuestro pecado y culpa y deuda, lo derrotó Cristo. Eso ocurrió en la historia, de manera objetiva, fuera de nosotros.<br />
<br />
El segundo enemigo derrotado fue la horda de seres espirituales malignos: el diablo y sus fuerzas: Versículo 15: “Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de El”. Es verdad que aún debemos luchar “contra principados, contra potestades” (Efesios 6:12), pero si luchamos en el poder de Cristo y su sangre derramada, están completamente derrotados, porque el golpe que Él asestó fue letal. Apocalipsis 12:11 dice que los creyentes “lo vencieron [al diablo] por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte”. Debemos pelear. Pero la batalla pertenece al Señor y el golpe decisivo ha sido asestado en el Calvario. Satanás no puede destruirnos.<br />
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====Lo que Dios ha Hecho en Nosotros====<br />
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Ahora aparte de estos dos grandes, externos, históricos triunfos sobre nuestros peores enemigos (la deuda de pecado delante de Dios y las huestes del diablo sobre la tierra), este bosque también describe lo que Dios ha hecho en nosotros: no sólo por nosotros y fuera de nosotros pero en nosotros por lo que nos beneficiamos de lo que fue hecho fuera de nosotros.<br />
Él utiliza dos imágenes: una es la circuncisión y la otra es la resurrección. El versículo 13 se enfoca principalmente en nuestra resurrección: “Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El, habiéndonos perdonado todos los delitos”.<br />
Así que puede ver lo que Él hace en nosotros: nosotros estábamos muertos espiritualmente, y el nos hizo vivir. Este es el milagro del nuevo nacimiento. Fueron salvos debido a que Dios habló una palabra dadora de vida, resucitante dentro de su corazón (2 Corintios 4:6).<br />
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La otra imagen de lo que Dios hace en nosotros es la imagen de la circuncisión: Versículo 11: “en El también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo”. Ahora, esto es más difícil de entender porque las ideas son más ajenas a nosotros. Pablo compara la obra salvadora de Dios en nosotros con la práctica de la circuncisión. Dice que es semejante, solamente que esta es una circuncisión “no hecha por manos”: está habalando de una cosa espiritual, no una física. Y él dice que lo que es quitado no es el prepucio masculino, sino “el cuerpo de carne”. En el lenguaje de Pablo probablemente eso es una referencia a un uso del cuerpo dominado por el pecado y por el ego. Lo que es quitado en esta circuncisión espiritual “no hecha por manos” es el yo incrédulo, ciego, rebelde y su uso del cuerpo para pecar. Y de esa manera, dice Pablo, Dios hace de su propiedad a una persona.<br />
<br />
Así que hemos visto dos imágenes de lo que Dios hace por nosotros, objetivamente, históricamente, fuera de nosotros mismos para salvarnos: Él derrota al enemigo del pecado y al enemigo de Satanás. Y hemos visto dos imágenes de lo que Dios hace en nosotros para hacernos parte de esa salvación: Él nos resucita de entre los espiritualmente muertos y Él circuncida nuestros corazones y nos desviste del viejo yo rebelde y nos hace nuevos.<br />
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====Bautismo y Circuncisión====<br />
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Ahora, en ese bosque de gloriosas buenas nuevas, aquí está la pregunta acerca del árbol del bautismo: ¿es el bautismo en agua la contraparte Cristiana de la circuncisión del Antiguo Testamento? ¿La continuidad es tal que, así como la circuncisión fue dada a los hijos del pueblo del pacto de Dios, también el bautismo ahora debe ser dado a los hijos del pueblo del pacto de Dios?<br />
<br />
Los versículos clave son los versículos 11-12. Note el enlace de las dos ideas de circuncisión y bautismo: “en El [Cristo] también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo; habiendo sido sepultados con El en el bautismo, en el cual también habéis resucitado con El por la fe en la acción del poder de Dios, que le resucitó de entre los muertos”.<br />
<br />
Está claro que hay un enlace entre el bautismo y la circuncisión. Pero no es, pienso yo, lo que muchos bautistas de infantes piensan que es. Note que clase de circuncisión es de la que se habla en el versículo 11: es precisamente una circuncisión “sin manos”. Eso quiere decir que Pablo está hablando acerca de una contraparte espiritual del ritual físico del Antiguo Testamento. Luego el bautismo es enlazado en el versículo 12 a esa contraparte espiritual de la circuncisión del Antiguo Testamento. Esto es extremadamente importante. Trata de entenderlo.<br />
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¿Cuál es la contraparte o paralelo del Nuevo Testamente al ritual de la circuncisión del Antiguo Testamento? Respuesta: no es el ritual del bautismo del Nuevo Testamento; más bien es el evento espiritual del Nuevo Testamento de la circuncisión de Cristo quitando “el [viejo y pecaminoso] cuerpo de la carne”. Luego, el bautismo es presentado como la expresión externa de esa realidad espiritual. Eso es precisamente lo que el eslabón entre los versículos 11 y 12 dice. Cristo hace una circuncisión sin manos: ese es el cumplimiento espiritual del Nuevo Testamento de la circuncisión del Antiguo Testamento. Luego el versículo 12 bosqueja el paralelo entre ese cumplimiento espiritual y el ritual externo del bautismo.<br />
<br />
Note lo que el versículo 11 resalta sobre la nueva obra de Cristo en circuncidar: es una circuncisión “no hecha por manos”. Pero el bautismo en agua es enfáticamente un ritual hecho “con manos”. Si simplemente decimos que esta ordenanza del bautismo del Nuevo Testamento hecho con manos corresponde al ritual de la circuncisión del Antiguo Testamento hecho con manos, entonces perdemos la verdad más importante: algo nuevo está sucediendo en la creación del pueblo de Dios llamado la iglesia de Cristo. Ellos están siendo creados con una “ circuncisión no hecha por manos” por Dios. Están siendo levantados de entre los muertos por Dios. Y el bautismo es una señal de ello, no una repitición de la señal del Antiguo Testamento. Hay una nueva señal del pacto porque el pueblo del pacto está siendo constituido en una nueva manera: por nacimiento espiritual, no nacimiento físico.<br />
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====“A través de la fe”====<br />
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Y una de las evidencias más claras para esto es la pequeña frase “por la fe” en el versículo 12. Observa esto cuidadosamente. Esto es lo que me apartó del paidobautismo a través de años de lucha, hasta que vi más y más razones para no unirme. El versículo 12 enlace la circuncisión espiritual “no hecha por manos” del Nuevo Testamento del versículo 11 con el bautismo, y luego enlaza el bautismo con la fe: “habiendo sido sepultados con El en el bautismo, en el cual también habéis resucitado con El por la fe en la acción del poder de Dios, que le resucitó de entre los muertos”.<br />
<br />
Si el bautismo fuera meramente un paralelo al ritual del Antiguo Testamento de la circuncisión no tendría que pasar “por la fe” dado que los infantes no tomaron la circuncisión “por la fe”. La razón por la que la ordenanza del bautismo del Nuevo Testamento debe ser “por la fe” es que no representa el ritual externo del Antiguo Testamento, sino la experiencia interna, espiritual de la circuncisión “no hecha por manos” del Nuevo Testamento.<br />
<br />
Aquellas tres palabras “por la fe” en el versículo 12 son la explicación decisiva y definitiva de cómo fuimos sepultados con Cristo en el bautismo y cómo fuimos resucitados con Él en el bautismo: fue “por la fe”. Y esto no es algo que los infantes experimenten. Fe es una experiencia consciente del corazón dando paso a la obra de Dios. Los infantes no son capaces de esto, y por lo tanto los infantes no son sujetos apropiados del bautismo, que es “por la fe”.<br />
<br />
Así que insto a aquelos de ustedes que aún no han venido a la fe en Cristo a considerar el bosque de buenas nuevas en estos versículos: que Cristo murió y se levantó de nuevo para cancelar nuestra deuda con Dios y para triunfar sobre Satanás; y que el resucita de la tumba gente muerta espiritualmente y circuncida corazones pecaminosos: Él hace todo esto a través de la fe. El nos trae a que confiémos en Él, mostrándonos lo verdadero y hermoso que Él es. Mira a Él y cree.<br />
<br />
Y entonces Él nos empuja a expresar esa fe en el bautismo. Si quieres prepararte para este paso de obediencia, puedes subir después del servicio, o lo puedes marcar en la hoja de la carpeta de adoración, o puedes venir a la clase de preparación bautismal que comienza el próximo domingo por dos semanas.<br />
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Que el Señor traiga a muchos de ustedes al disfrute de esta completa obediencia “por la fe”.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Un_Encuentro_Personal_con_Jonathan_EdwardsUn Encuentro Personal con Jonathan Edwards2010-06-16T19:49:49Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|A Personal Encounter with Jonathan Edwards}}<br />
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Publicado en ''The Reformed Journal'' 28 (11): 13-17.<br />
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Reimpreso con autorización de Eerdmans Publishing Company.<br />
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Todos los derechos reservados.<br />
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Cuando estaba en el seminario, un sabio profesor me dijo que a más de la Biblia yo debería escoger a un gran teólogo y aplicarlo a mi mismo a través de la vida para entender y dominar su pensamiento. De esta manera por lo menos me sumergiría un poco en la realidad, en lugar de tocar siempre ligeramente la superficie de las cosas. Debería con el tiempo, convertirme en el par de este hombre y conocer por lo menos un sistema por el cual tendría otras ideas para diálogos provechosos. Fue un buen consejo.<br />
<br />
Jonathan Edwards es el teólogo al cual me he dedicado a conocer. Cuando fui al seminario, todo lo que sabía de Edwards fue que predicó un sermón llamado “Pecadores en las Manos de un Dios Furioso” (“Sinners in the Hands of an Angry God”), en el cual dijo algo de colgar sobre el Infierno a través de un delgado hilo. Mi verdadero encuentro con Edwards fue cuando leí su “Ensayo sobre la Trinidad” (“Essay on the Trinity") <ref>"An Essay on the Trinity" in ''Treatise on Grace and Other Posthumously Published Writings'', ed. Paul Helm (Cambridge: James Clarke & Co., 1971) pp. 99-131. </ref> y escribí sobre él para la historia de la iglesia.<br />
<br />
Este hecho tuvo dos efectos duraderos en mí: El primero, proporcionó un marco conceptual del cual asirse, al menos en parte, el significado de decir Dios es tres en uno. En resumen, existe el Dios Padre, la fuente del ser, quien desde toda la eternidad ha tenido una imagen perfectamente clara y única de sí mismo; y esta imagen es la del Único Hijo eterno. Entre Hijo y Padre fluye una corriente de infinito vigoroso amor y que perfectamente comulgan: y este es Dios, el Espíritu.<br />
<br />
Además de estos conceptos, el ensayo me enseñó algo sobre misterio y las Sagradas Escrituras. Para aquellos que podrían acusarle de tratar de reducir a Dios a proporciones manejables, Edwards respondió: “La Palabra revela mucho más sobre la Trinidad de lo que nos hemos dado cuenta y el esfuerzo de ver y comprender esto claramente aumenta antes que reducir la maravilla de la existencia de Dios”.<ref>Ibid., p. 128. </ref> Hablando adecuadamente, este es el conocimiento, no la ignorancia, de Dios que inspira asombro y verdadera adoración.<br />
<br />
El siguiente trabajo de Edwards que leí fue La Liberación de la Voluntad (“The Freedom of the Will”) – un trabajo que en opinión de algunos “elevó a su propio autor al mismo nivel de un metafísico junto a Locke y Leibnitz”. <ref>''The Works of Jonathan Edwards'', vol. I ed. Edward Hickman, (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1974), p. clx. All citations from the Works refer to this edition. </ref> En mi último año en el seminario escribí sobre el tema como un proyecto independiente. Lo encontraba filosóficamente fascinante y en perfecta armonía con my teología bíblica existente. San Pablo y Jonathan Edwards conspiraron para destruir mis primeras nociones sobre la libertad. El libro era una defensa de la divinidad Calvinista,<ref>''Works'', p. cxlv. </ref> pero Edwards dijo en su prefacio, “No debo tomar a mal el ser llamado un Calvinista, al hablar de diferencias: aunque niego completamente una dependencia en Calvin, o creer las doctrinas que mantengo, porque él las creía y las enseñaba, y no pueden ser cambiadas únicamente por creer en todo tal como las predicó”.<ref>''Works'', I, p. 3. </ref><br />
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En resumen, el libro argumenta sobre el gobierno moral de Dios en la humanidad, el tratarlos como agentes morales, haciendo de ellos objetos de su control, consejos, llamados [y] advertencias… no es consistente con una disposición determinada de todos los eventos, de cada clase en todo el universo, en su providencia; ya sea por eficiencia positiva o permiso.<ref>''Works'', I, p. 87. </ref> No existe cosa tal como la libertad de la voluntad en el sentido Arminiano de una voluntad que al final se determina a sí misma. La voluntad, en cambio está determinada por “ese motivo que se representa en la mente, como el más fuerte”.<ref>''Works'', I, p. 5. </ref> Pero los motivos son dados por la voluntad, aunque a la larga no son controlados por ésta.<br />
<br />
Todos los hombres son eslavizados, como San Pedro dijo, ya sea por el pecado o la rectitud (Romanos 6:16-23. Cf. Juan 8:34, 1 Juan 3:9). Pero la esclavitud a pecar, la inhabilidad a amar y confiar en Dios (cf. Romanos 8:8) no disculpa al pecador. La razón para ello es la inhabilidad moral, no física. No es la inhabilidad que previene al hombre de creer cuando el desearía creer. En cambio, existe una corrupción moral en el corazón que da motivos para creer inútilmente. De este modo la persona esclavizada al pecado no puede creer sin el milagro de la regeneración, pero no obstante, es responsable debido al mal en su corazón que lo dispone a estar impasible por motivos razonables en la palabra de Dios. De esta manera, Edwards trata de mostrar que la noción Arminiana de la capacidad de la voluntad para auto determinarse no es un pre-requisito de responsabilidad moral. En su lugar, en las palabras de Edwards, “Toda incapacidad que excusa puede ser resuelta, a saber, por el deseo de capacidad natural o fortaleza; ya sea por la capacidad de entendimiento o por la firmeza externa”.<ref>''Works'', I, p. 51. </ref><br />
<br />
Como pastor y misionero toda su vida, Jonathan Edwards escribió lo que probablemente es la más grande defensa y explicación de la opinión Agustiniana-Reformada sobre la voluntad, que existe actualmente. Es principalmente debido a su libro, La Liberación de la Voluntad (“The Freedom of the Will”), que los escolares una y otra vez en la segunda literatura llamaron a Edwards “el más grande filósofo-teólogo que aún puede honrar el escenario Americano”.<ref>James D. Strauss, "A Puritan in a Post-Puritan World - Jonathan Edwards" in ''Grace Unlimited'', ed. Clark H. Pinnock (Minneapolis: Bethany Fellowship, Inc., 1975) p. 243. </ref> Aparte de su poder intrínseco, tal vez el testigo más claro de su mérito es su perdurable impacto en teología y filosofía. <br />
<br />
Cien años después de la muerte de Jonathan Edwards, aún no puede ser ignorado. Cuando el evangelista Charles G. Finney quiso atacar la opinión Calvinista sobre la voluntad, él no vio a ninguno de sus contemporáneos, incluido al mismo Calvin, gran jefe adversario. Hubo un gran Goliat entre los Calvinistas que tuvo que ser derribado: La Libertad de la Voluntad (“The Freedom of the Will”) de Jonathan Edwards. La evaluación de Finney sobre el libro, en una palabra:<br />
<br />
<blockquote> Ridículo! Yo venero a Edwards; lamento sus errores. Hablo así de este modo por su Tratado de la Voluntad (“Treatise on the Will”), porque mientras llena con suposiciones injustificadas, distinciones sin diferencia, y sutilezas metafísicas, ha sido adoptado como el libro de texto de una multitud llamada divinos Calvinistas por años.<ref>Charles G. Finney, ''Finney's Lectures on Systematic Theology'', (Grand Rapids: Eerdmans Publishing Co., n.d.) p. 333. </ref> Sobre el punto de vista de Edwards de la capacidad natural y moral,</blockquote><br />
<br />
Finney dedica tres capítulos, en sus Clases sobre Teología Sistemática (''Lectures on Systematic Theology''”), Finney concluye:<br />
<br />
<blockquote>Es asombroso ver cómo un hombre tan bueno y grande puede involucrarse en una confusión metafísica y dejar perplejo a sus lectores y a sí mismo a tal grado que una distinción absolutamente inconsciente pasaría a la actual fraseología, filosofía y teología de la iglesia, y un resultado de dogmas teológicos sean construidos sobre la suposición de su verdad. </blockquote><ref>''Finney's Lectures'', p. 332. </ref><br />
<br />
Pero para toda esta vehemencia, Finney falló su tiro y el grande y devoto Goliat va a grandes pasos en la mitad del siglo veinte, sin descanso ejerciendo su poder tanto en teología como en filosofía. En 1494, el Profesor de Harvard Perry Miller castigó el prejuicio contra Edwards en círculos académicos y su caricatura como un espécimen anticuario del fuego del Infierno predicando desde el antiguo Gran Despertar, perdido hace mucho tiempo. La evaluación de Miller sobre Edwards:“ El habla con una percepción en ciencias y psicología que está tan lejos de nuestro tiempo que nosotros mismos no podemos decir que lo hemos comprendido”.<ref>Perry Miller, ''Jonathan Edwards'' (Westport Connecticut: Greenwood Press Publishers, 1973) p. xiii. </ref><br />
<br />
A inicios de 1957, la Prensa de la Universidad de Yale empezó a publicar una nueva edición crítica de los trabajos de Edwards. El quinto volumen apareció en 1977 y con el renovado interés en Edwards, la evaluación crítica de En la Libertad de la Voluntad (On the Freedom of the Will) está en camino nuevamente: A. E. Murphy en la Revisión Filosófica (''Philosophical Review''),<ref>"Jonathan Edwards on Free Will and Moral Agency," vol. 68 (April, 1959) pp. 181-202. </ref> A. N. Anteriormente en la Revisión de Metafísica (''Review of Methaphysics''),<ref>"Limited Indeterminism," vol. 16 (September 1962) pp. 55-61; also vol. 16 (December 1947) pp. 366-370. </ref> H.G. Townsend en la Historia de la Iglesia (''Church History''),<ref>"The Will and the Understanding in the Philosophy of Jonathan Edwards," vol. 16 (December 1947) pp. 210-220. </ref> W.P. Jeanes en el Periódico Escocés de Teología (''Scottish Journal of Theology'')<ref> "Jonathan Edwards' Conception of Freedom of the Will," vol. 14 (March, 1961) pp. 1-41. </ref> y más recientemente James Strauss en una colección de ensayos llamada Gracia Ilimitada (''Grace Unlimited'').<ref>See note 9. </ref> Sea o no, el gigante nuevamente resistirá el ataque y seguirá a grandes pasos en el siglo veintiuno, sólo el tiempo lo dirá. Por lo menos una cosa sí es segura: si quiere leer uno de los más grandes libros de uno de los problemas más fundamentales y difíciles, lea “En la Libertad de la Voluntad” (On the Freedom of the Will) de Jonathan Edwards.<br />
<br />
Esto es todo lo que he leído en el seminario sobre Edwards. Luego de la graduación y antes de que mi esposa y yo salgamos a Alemania a realizar un trabajo de graduación, tomamos unos días de descanso en una pequeña granja en Barnesville, Georgia. Aquí tuve mi tercer encuentro con Edwards. Sentado en una de esos antiguos columpios dobles en el patio bajo un gran árbol de nuez, con bolígrafo en mano, leí La Naturaleza de la Verdadera Virtud (''The Nature of the True Virtue''). El 14 de julio de 1971 escribí largamente en mi diario, en el cual traté de entender, con la ayuda de Edwards, por qué un Cristiano está obligado a perdonar lo injusto cuando parece existir una ley moral en nuestros corazones que grita contra la maldad en el mundo. Dependiendo de su opinión de Dios, puede estar de acuerdo o no que este encuentro con La Naturaleza de la Verdadera virtud (''The Nature of True Virtue'') fue un regalo propicio de su providencia, debido a que nueve meses más tarde mi “doctor-padre” en Alemania sugirió que escriba mi disertación en el mandamiento de Jesús, “Ama a tu enemigo”.<br />
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La Naturaleza de la Verdadera Virtud (“''The Nature of True Virtue''”) es el único trabajo no-polémico de Edwards. Si alguna vez ha sentido una sensación estética de asombro al contemplar una idea pura, entonces comprenderá cuando digo que este libro despertó en mí una agradable y profunda experiencia estética. Pero lo más importante, me brindó un nuevo conocimiento que muestra que las categorías de la moralidad se derivan en categorías de estética, y una de las últimas cosas que se puede decir sobre la virtud es que es “un tipo de naturaleza bella, forma o calidad”.<ref>''Works'', I, p. 140. </ref> Perry Miller dijo que “el libro no es un razonamiento sobre la virtud, sino una contemplación de esta”. Edwards da una mirada a la concepción de la virtud “hasta que produce un significado más allá del significado, y el simulacro desaparece. El libro se acerca tanto como cualquier creación en nuestra literatura, a una idea desnuda”.<ref>''Jonathan Edwards,'' p. 286 </ref> Pienso que fue perfectamente acorde con la intención de Edwards, que para cuando terminé ese libro no solamente tuve una profunda nostalgia de ser un buen hombre, pero también escribí un poema llamado “Bosques de Georgia” (''Georgia Woods''), ya que nada parecía ser igual para cuando dejé de leer el libro.<br />
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Durante mi estadía de tres años en Alemania, leí tres trabajos más de Edwards y dos biografías (de Samuel Hopkins y Henry Pamford Parkes). Noël y yo nos leímos a cada uno una colección de sermones llamada la Caridad y sus Frutos (''Charity and Its Fruits''), una exposición de 360 hojas de I Corintios 13. Ambos acordamos que estaba terriblemente verboso y repetitivo, pero me ayudó en gran manera a cubrirme con la experiencia esencial, esa “idea desnuda” en La Naturaleza de la Verdadera Virtud” (''The Nature of True Virtue''). ¿Qué significa el ser un buen hombre para este intensamente religioso Puritano? ¿Significa únicamente no contar chistes en Domingo y prevenir a la gente huir de las llamas del Infierno? ¿Está la bondad relacionada únicamente a los hábitos personales, o abarca una dimensión social mayor? Aquí están un par de citas para dar una respuesta al estilo Edwards:<br />
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<blockquote>Deberíamos buscar la bondad espiritual de otros; y si tenemos un espíritu Cristiano, deberíamos desear y buscar su bienestar y felicidad espiritual, su salvación del Infierno, y deberían glorificar y disfrutar de Dios para siempre. Y el mismo espíritu nos dispondrá a desear y buscar la prosperidad temporal de otros, como lo dijo el apóstol (I Corintios 10:24), “Nadie busque su propio bien, sino el de su prójimo”. Y como el espíritu de la caridad, o el amor Cristiano, está opuesto a un espíritu egoísta la misericordia está presente, y es en ello también que dispone que una persona sea de espíritu público. Un hombre de espíritu recto no es un hombre de visión estrecha o privada, pero está bien interesado y preocupado por el bien de la comunidad a la cual pertenece, y particularmente de la ciudad o aldea en la cual reside, y para el verdadero bienestar de la sociedad de la cual es miembro. Dios dirigió a los Judíos, que fueron desterrados a Babilonia, a buscar el bien de la ciudad, aunque no era su lugar natal, era la ciudad de su residencia. Su exhortación fue (Jeremías 29:7), "Y buscad el bienestar de la ciudad adonde os he desterrado, y rogad al SEÑOR por ella; porque en su bienestar tendréis bienestar". Y un hombre de verdadero espíritu Cristiano será animado para el bien de su país, y del lugar de su residencia, y será predispuesto a dejarse a sí mismo fuera de este progreso. <ref>'''Charity and Its Fruits'' (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1969) p.167, 169. </ref> </blockquote><br />
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En nuestro pequeño apartamento en Munich había una despensa de aproximadamente 8 por 5 pies al salir de la cocina, un lugar poco adecuado para leer una Disertación Relacionada con el Fin para el cual Dios Creó al Mundo (''Dissertation Concerning the End for which God Created the World''), pero es ahí donde la leí. Desde mi punto de vista, ahora diría que si existiera un libro que capture la esencia de la teología de Edwards, este lo sería. La respuesta de Edwards a la pregunta del por qué Dios creó al mundo, es el surgimiento del esplendor de su gloria para el conocimiento de su gente, alabanzas y gozo. Aquí se encuentra el corazón de su teología en sus propias palabras:<br />
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<blockquote>Al parecer todo lo que siempre se habló en las Sagradas Escrituras como el mayor fin de la obra de Dios, está incluido en esa sola frase, ''la gloria de Dios''. En el entendimiento de las criaturas, apreciar, amar, regocijarse y alabar a Dios, la gloria de Dios está manifestada y reconocida; esta plenitud es recibida y correspondida. Aquí se encuentra tanto la emanación como la remanación. El esplendor brilla sobre y en la criatura, y se refleja de vuelta en el origen de la luz. El brillo de la gloria proviene de Dios y es devuelto a su origen. Por tanto el todo está en Dios y en Dios, y para Dios, y Dios es el principio, el medio y el fin en este caso.<ref>''Works'', I. pp. 119, 120. </ref></blockquote><br />
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Este es el corazón y el centro de Jonathan Edwards y, yo creo, que de la Biblia también. Este tipo de lectura puede convertir una alacena en un vestíbulo al Cielo.<br />
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El último trabajo que leí de Edwards en Alemania fue su Tratado Concerniente a los Afectos Religiosos (''A Treatise Concerning Religious Affections''). Por varios meses fue el alimento de mis meditaciones de mis domingos por la mañana. Recuerdo haber escrito cartas a profesores, amigos y mis padres, semana tras semana sobre los efectos que este libro había tenido sobre mí. Mucho más que La Naturaleza de la Verdadera Virtud (''The Nature of True Virtue''), este libro me ha convencido de la tibieza del pecado en mis afectos hacia Dios y me ha inspirado una pasión para conocerlo y amarlo como debería. La tesis del libro es muy simple: “La verdadera religión, en gran parte, consiste en los Afectos”.<ref>Works, I. p. 236. </ref> Tal vez el motivo por el cual el libro me emocionó tanto es porque fue el esfuerzo de Edwards por captar lo mejor de dos mundos – los mismos mundos en los cuales he crecido y ahora vivo.<br />
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Por otro lado, Edwards deseaba defender el lugar genuino y necesario de los afectos en la experiencia religiosa. El ha sido más responsable que ningún otro hombre en el resurgimiento del fervor que inundó a Nueva Inglaterra en los quince años siguientes a 1734. Charles Chauncy de Boston guió la oposición a este Gran Despertar con su “desmayándose y cayéndose al Suelo…amargos Gritos y Chillidos; Convulsiones a modo de Temblores y Agitaciones”.<ref>Charles Chauncy, ''Seasonable Thoughts on the State of Religion in New England'' (Boston, 1743) p. 77. </ref> El denunció que era “un claro hecho de obstinación, que las Pasiones, generalmente, en estos Tiempos, han sido aplicadas como si la principal Cosa en Religión era el tirarlas a la Perturbación”.<ref>''Seasonable Thoughts'', p. 302. </ref> El insistió, “la clara verdad es que una Mente Iluminada y no los Afectos elevados deben ser siempre la Guía de aquellos que se llaman Hombres…”.<ref>''Seasonable Thoughts'', p. 327. </ref> Edwards tomó el otro lado y dijo, “Yo debo pensar que es mi deber el ''elevar los afectos'' de mis oyentes tan alto como me sea posible, considerando que no les desagrada la naturaleza de lo que les afecta”.<ref>Quoted in C. H. Faust and T. H. Johnson, ''Jonathan Edwards'' (New York: Hill and Wong, 1962) p. xxiii. </ref><br />
<br />
Pero en esa frase Edwards muestra que él no condena los excesos entusiastas del Gran Despertar. Y excesos hubieron. Un diario de aquel tiempo “describe una reunión en la cual un hombre gritó, “Vegan a Cristo” sin parar por media hora; y una mujer en el asiento de atrás denunció a los abogados por un espacio igual, en competencia”.<ref> Ola "Winslow, Jonathan Edwards (New York: Octagon Books, 1973) p. 197. </ref> Esta y unos cientos de otras aberraciones emocionales Edwards no pudo tolerar, aún cuando él ayudó a producirlos. Le tomó tiempo encontrar la verdad, distinguir los falsos afectos espirituales de los únicamente humanos. Un Tratado relacionado a los Afectos religiosos, publicado en 1746, fue su mayor esfuerzo para describir los signos de la verdadera gracia y los santos afectos. Se añade a un “si” y a un “no” para la religión reavivadora: sí, para el lugar de emociones apropiadas que surgen de las percepciones de la verdad, pero no para el frenesí, las revelaciones privadas, los desmayos irracionales y las falsas garantías de bondad.<br />
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El reavivamento del fervor y la razonable comprensión de la verdad - estos fueron los dos mundos con los cuales Edwards luchó en unir. Mi padre es un evangelista. El guió reavivamientos por 35 años y yo lo respeto en gran manera. Pero yo son un teólogo académico, muy analítico y estudioso. Por lo que no es sorprendente, entonces, que Un Tratado sobre los Afectos Religiosos me parezca un mensaje muy contemporáneo y útil. Mencioné que fue mi alimento por muchas semanas. Permítanme darles solo un ejemplo que aún me alimenta. Edwards describe al hombre con afectos verdaderamente graciosos así:<br />
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Cuanto menos apto es el hombre de sentir miedo de la maldad, al tener “su corazón en Dios” y por tanto no “temeroso de la maldad”; cuanto más apto es él de alarmarse con la presencia de la mala moral, o del pecado. Ya que al tener un atrevimiento sagrado, tiene menos autoconfianza…. y más modestia. Ya que él está más seguro que otros de librarse del infierno. Es menos apto que otros de actuar con advertencias, y con desaprobaciones de Dios, y con las calamidades de otros.<br />
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<blockquote>Tiene la firmeza del confort, pero la dulzura de corazón: más rico que otros, pero el más pobre de todos en espíritu: el más alto y fuerte santo, pero el niño más tierno y menor de todos. ''Works'', I., p. 309. </blockquote><br />
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Desde mi regreso a los Estados Unidos y de convertirme en profesor, mi devoción a Jonathan Edwards continua, pero el tiempo no alcanzaría para describir los encuentros con Humilde Pregunta (''Humble Inquiry''), Doctrina del Pecado Original (Doctrine of Original Sin), Narrativa de la Conversación Sorprendente ( ''Narrative of Surprising Conversions''), (Tratado sobre la Gracia), (''Treatise on Grace''), la incompleta Historia de la Redención (''History of Redemption, Diary'') de David Brainerd y tres biografías más (Winslow, Dwight, Miller). Debemos dejar espacio para ver al hombre mismo. Lo que escogí contar es una reflexión de lo que a este hombre – y su esposa- le ha conmovido profundamente.<br />
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Edwards nació en 1793 en Windsor, Connecticut. Fue hijo único de Timothy Edwards, un pastor local y tuvo 10 hermanas. Se decía que Timothy se lamentaba que Dios lo había bendecido con 60 pies de hijas. El enseñó Latín a Jonathan cuando tenía 6 y lo envío a Yale cuando tenía 12. A los 14 leyó lo que se considera fue una influencia en su pensamiento, el Ensayo del Entendimiento Humano (''Essay on Human Understanding''). Más tarde diría que él obtuvo mayor placer de ello “que el más codicioso avaro que toma puñados de plata y oro de un tesoro descubierto”.<ref>''Works'', I, p. xvii. </ref> Se graduó de Yale en 1720, dirigió la oración de despedida en Latín, y luego continuó sus estudios allí por dos años más. A los 19 tomó un pastorado en Nueva York por 8 meses, pero decidió regresar a Yale como tutor entre 1723 y 1726.<br />
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En el verano de 1723 se enamoró de Sarah Pierrepont y escribió en la primera página de su gramática Griega la única canción de amor del que su corazón era capaz: <br />
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Dicen que hay una joven en (''Nuevo Cielo'') que es amada por el Gran Ser que hizo las reglas del mundo y que hay ciertas estaciones en las cuales el Gran Ser, de algún modo u otro invisible, viene hacia ella y llena su mente con gran dulzura y encanto; y que ella difícilmente cree en nada excepto en meditar en él… Ella posee una mente de gran dulzura, calma y benevolencia universal, especialmente después que su gran Dios se le ha manifestado. Algunas veces ella va de un lugar a otro cantando dulcemente, y siempre parece estar llena de gozo y placer; y nadie sabe de qué. Le gusta caminar sola en el campo y la arboleda, y parece tener a alguien invisible siempre conversando con ella.<ref>''Works'', I, p. xxxix. </ref><br />
<br />
Ella tenía 13 años en ese tiempo. Pero cuatro años más tarde, cinco meses después que Edwards se instaló como pastor de una iglesia prestigiosa de Northampton, Massachusetts, se casaron. El tenía 23 y ella 17. En los próximos 23 años tuvieron sus propios 11 hijos; ocho hijas y tres hijos.<br />
<br />
Edwards fue el pastor de Northampton por 23 años. Era una iglesia congregacional tradicional, que en 1735 tenía 620 comulgantes.<ref>''Works'', I, p. 350. </ref> Durante este tiempo él alcanzó notoriedad por su liderazgo en el gran Gran Despertar, a mediados de los años 30 y principios de los 40, de los cuales he hablado. Pero en 1750 Edwards fue despedido por su congregación. Una razón fue un error personal de parte de Edwards en la cual implicó a algunas personas inocentes en un escándalo obsceno en 1744. Esto provocó hostilidad en personas importantes que sus días estaban contados.<ref>''Works'', I, p. cvx. </ref> Pero la gota que derramó el vaso fue el repudio público de Edwards de una larga tradición en Nueva Inglaterra, de no requerir profesión de fe para ser comulgante de la Cena del Señor. Escribió un detallado tratado para probar que “ninguno debería ser admitido en la comunión y miembros privilegiados de la iglesia visible de Cristo, siempre y cuando sean personas buenas o graciosas ante la mirada de los Cristianos de la iglesia”.<ref>''Works'', I, p. 436. </ref><br />
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Ante esta expulsión, el aceptó el llamado a Stockbridge, al oeste de Massachusetts, como pastor de una iglesia y misionero de los Indios. Trabajó allí por siete años, hasta enero 1858, hasta cuando fue llamado a ser Presidente de Princeton. Luego de dos meses en el oficio murió de viruela a la edad de 54 años.<br />
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Cuando Edwards estuvo en la universidad, escribió 70 propósitos. Uno que mantuvo toda su vida fue el número seis: “Decidido: Vivir con todas mis fuerzas mientras yo viva”.<ref>''Works'', I, p. xx. </ref> Para él, eso significó una devoción apasionada hacia el estudio de la divinidad. Cuando la administración de Princeton lo llamó para ser Presidente, escribió que no merecía ese cargo público, que él podía mejor escribir que hablar y que su escrito no estaba terminado. “Mi corazón está en estos estudios”, escribió, “que no pude resistirme encontrarlos en mi corazón para lograrlos en el futuro de mi vida”.<ref>''Works'', I, p. clxxv. </ref><br />
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Durante sus 23 años de vida pastoral en Northampton, Edwards comunicaba sus usuales mensajes de dos horas cada semana, catequizaba a los niños, y orientaba a las personas en su estudio. No visita de casa en casa excepto cuando era llamado. Esto significaba que podría disponer de 13 a 14 horas en el día en su estudio. El dijo, “Pienso que Cristo levantarse pronto de su tumba, ha encomendado el levantarse temprano en la mañana”.<ref>''Works'', I, p. xxxvi. </ref> El se levantaba entre 4:00 y 5:00 para estudiar, siempre con bolígrafo en mano,<ref>''Works'', I, p. xviii. </ref> meditando cada ráfaga de entendimiento y registrándola en sus notas. Incluso en sus viajes pegaba pedazos de papel en su abrigo para recordarse a sí mismo sobre una idea que había tenido en el camino.<ref>''Works'', I, p. xxxviii. </ref> En la noche pasaría una hora con su familia luego de la cena antes de retirarse a su estudio. Y ninguno de sus niños se reveló o descarrió, al contrario tuvieron a su padre en muy alta estima toda su vida.<br />
<br />
Edwards en sus 6 pies de alto no era robusto y su salud siempre fue precaria. Podía mantener el rigor de su calendario de estudios sólo con estricta atención a su dieta y ejercicio. Todo estaba calculado para optimizar su eficiencia y poder en el estudio. Se abstenía de cualquier cantidad y clase de comida que lo pudiera enfermar o mantener soñoliento.<ref>''Works'', I, p. xxxv, xxxviii. </ref> Su ejercicio en el invierno era el cortar leña para el fuego cada día por media hora, y en el verano cabalgaría por los campos y caminaría a solas en meditación. Estas excursiones revelan que, por todo su racionalismo, Edwards poseía una dosis sana de romanticismo y misterio. Escribió en su diario: “Algunas veces en días hermosos me encuentro particularmente dispuesto a apreciar las glorias del mundo y disponerme al estudio de la religión seria”.<ref>Quoted in Elizabeth Dodds, ''Marriage to a Difficult Man'' (Philadelphia: Westminster Press, 1971) p. 22. </ref> Edwards describe uno de estos paseos de la siguiente manera:<br />
<br />
<blockquote>En 1737 una día cabalgaba en los bosques por motivos de salud, luego de bajar de mi caballo en un lugar retirado, como era mi costumbre, al caminar para contemplación divina y oración, tuve una visión que para mí fue extraordinaria de la gloria del Hijo de Dios, como Mediador entre Dios y el hombre, y su magnífica, grande, plena, pura y dulce gracia y amor y suave condescendencia. Esta gracia que apareció tan calmada y dulce, también apareció grande en el cielo. La persona de Cristo apareció inefablemente excelente con una gran excelencia suficiente como para consumir todo pensamiento y concepción – que continuó, tanto como lo calculo, como por una hora, lo cual me mantuvo la mayor parte del tiempo en un mar de lágrimas, llorando a gritos. Sentí una flama en el espíritu que no sé cómo expresarlo; permanecí en el suelo y lleno de Cristo solamente; para amarlo, servirlo y seguirlo; y para ser perfectamente santificado y purificado con una pureza divina y celestial. Tuve otras experiencias y visiones muy parecidas y que tuvieron los mismos efectos. <ref>''Works'', I, p. xlvii </ref></blockquote><br />
<br />
El 13 de febrero de 1759, un mes después de haber asumido la presidencia de Princeton, Edwards fue diagnosticado de viruela. Las póstulas en su garganta fueron tan grandes que no pudo tomar líquidos para combatir la fiebre. Cuando se dio cuenta que no le quedaba oportunidad alguna llamó a su hija Lucy y le dijo sus últimas palabras – sin duda que fue llevado en lo mejor de de su vida con la gran Historia de Redención (''History of Redemption'') sin escribir,<ref>He describes this proposed work in ''Works'', I, p. clxxiv. </ref> pero en su lugar, con la confianza en el gran poder de Dios, con las siguientes palabras de consuelo para su familia:<br />
<br />
<blockquote>Querida Lucy, me parece que es la voluntad de Dios que muy pronto los deje; por ello dale todo mi amor a mi querida esposa y dile que la unión singular, que ha subsistido por tan largo tiempo entre nosotros, ha sido de tal naturaleza que confío en su espíritu que será apoyado en esta prueba, y será presentado alegremente ante Dios. Y para mis hijos, quedarán si padre, lo cual les llevará a todos a buscar al padre que nunca les fallará…<ref>''Works'', I, p. clxxviii. </ref></blockquote><br />
<br />
Murió el 22 de marzo y su doctor escribió una fuerte carta a su esposa que estaba aún en Stockbridge. Ella estaba muy enferma cuando la carta llegó, pero el Dios que tomó su vida fue el Dios al que Jonathan Edwards predicó. Y es así como el 3 de abril ella escribió a su hija Esther:<br />
<br />
<blockquote>¿Qué puedo decir? Un Dios bueno y santo nos ha cubierto con una nube oscura. Debemos besar la vara y poner nuestras manos en nuestras bocas! El Señor lo ha hecho. El me ha hecho adorar su bondad. Pero mi Dios vive; y tiene mi corazón. ¡Qué legado mi esposo, su padre, nos ha dejado! Todos nos debemos a Dios y allí estoy y que el amor sea.<br />
Su siempre cariñosa madre,</blockquote><br />
<br />
Sara Edwards. <ref> ''Works'', I, p. clxxix. </ref><br />
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'''Notas de Página '''<br />
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<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Un_Encuentro_Personal_con_Jonathan_EdwardsUn Encuentro Personal con Jonathan Edwards2010-06-16T19:46:21Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|A Personal Encounter with Jonathan Edwards}} Publicado en ''The Reformed Journal'' 28 (11): 13-17. Reimpreso con autorización de Eerdmans Publishing Company. Todos lo...'</p>
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<div>{{info|A Personal Encounter with Jonathan Edwards}}<br />
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Publicado en ''The Reformed Journal'' 28 (11): 13-17.<br />
<br />
Reimpreso con autorización de Eerdmans Publishing Company.<br />
<br />
Todos los derechos reservados.<br />
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Cuando estaba en el seminario, un sabio profesor me dijo que a más de la Biblia yo debería escoger a un gran teólogo y aplicarlo a mi mismo a través de la vida para entender y dominar su pensamiento. De esta manera por lo menos me sumergiría un poco en la realidad, en lugar de tocar siempre ligeramente la superficie de las cosas. Debería con el tiempo, convertirme en el par de este hombre y conocer por lo menos un sistema por el cual tendría otras ideas para diálogos provechosos. Fue un buen consejo.<br />
<br />
Jonathan Edwards es el teólogo al cual me he dedicado a conocer. Cuando fui al seminario, todo lo que sabía de Edwards fue que predicó un sermón llamado “Pecadores en las Manos de un Dios Furioso” (“Sinners in the Hands of an Angry God”), en el cual dijo algo de colgar sobre el Infierno a través de un delgado hilo. Mi verdadero encuentro con Edwards fue cuando leí su “Ensayo sobre la Trinidad” (“Essay on the Trinity") <ref>"An Essay on the Trinity" in ''Treatise on Grace and Other Posthumously Published Writings'', ed. Paul Helm (Cambridge: James Clarke & Co., 1971) pp. 99-131. </ref> y escribí sobre él para la historia de la iglesia.<br />
<br />
Este hecho tuvo dos efectos duraderos en mí: El primero, proporcionó un marco conceptual del cual asirse, al menos en parte, el significado de decir Dios es tres en uno. En resumen, existe el Dios Padre, la fuente del ser, quien desde toda la eternidad ha tenido una imagen perfectamente clara y única de sí mismo; y esta imagen es la del Único Hijo eterno. Entre Hijo y Padre fluye una corriente de infinito vigoroso amor y que perfectamente comulgan: y este es Dios, el Espíritu.<br />
<br />
Además de estos conceptos, el ensayo me enseñó algo sobre misterio y las Sagradas Escrituras. Para aquellos que podrían acusarle de tratar de reducir a Dios a proporciones manejables, Edwards respondió: “La Palabra revela mucho más sobre la Trinidad de lo que nos hemos dado cuenta y el esfuerzo de ver y comprender esto claramente aumenta antes que reducir la maravilla de la existencia de Dios”.<ref>Ibid., p. 128. </ref> Hablando adecuadamente, este es el conocimiento, no la ignorancia, de Dios que inspira asombro y verdadera adoración.<br />
<br />
El siguiente trabajo de Edwards que leí fue La Liberación de la Voluntad (“The Freedom of the Will”) – un trabajo que en opinión de algunos “elevó a su propio autor al mismo nivel de un metafísico junto a Locke y Leibnitz”. <ref>''The Works of Jonathan Edwards'', vol. I ed. Edward Hickman, (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1974), p. clx. All citations from the Works refer to this edition. </ref> En mi último año en el seminario escribí sobre el tema como un proyecto independiente. Lo encontraba filosóficamente fascinante y en perfecta armonía con my teología bíblica existente. San Pablo y Jonathan Edwards conspiraron para destruir mis primeras nociones sobre la libertad. El libro era una defensa de la divinidad Calvinista,<ref>''Works'', p. cxlv. </ref> pero Edwards dijo en su prefacio, “No debo tomar a mal el ser llamado un Calvinista, al hablar de diferencias: aunque niego completamente una dependencia en Calvin, o creer las doctrinas que mantengo, porque él las creía y las enseñaba, y no pueden ser cambiadas únicamente por creer en todo tal como las predicó”.<ref>''Works'', I, p. 3. </ref><br />
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En resumen, el libro argumenta sobre el gobierno moral de Dios en la humanidad, el tratarlos como agentes morales, haciendo de ellos objetos de su control, consejos, llamados [y] advertencias… no es consistente con una disposición determinada de todos los eventos, de cada clase en todo el universo, en su providencia; ya sea por eficiencia positiva o permiso.<ref>''Works'', I, p. 87. </ref> No existe cosa tal como la libertad de la voluntad en el sentido Arminiano de una voluntad que al final se determina a sí misma. La voluntad, en cambio está determinada por “ese motivo que se representa en la mente, como el más fuerte”.<ref>''Works'', I, p. 5. </ref> Pero los motivos son dados por la voluntad, aunque a la larga no son controlados por ésta.<br />
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Todos los hombres son eslavizados, como San Pedro dijo, ya sea por el pecado o la rectitud (Romanos 6:16-23. Cf. Juan 8:34, 1 Juan 3:9). Pero la esclavitud a pecar, la inhabilidad a amar y confiar en Dios (cf. Romanos 8:8) no disculpa al pecador. La razón para ello es la inhabilidad moral, no física. No es la inhabilidad que previene al hombre de creer cuando el desearía creer. En cambio, existe una corrupción moral en el corazón que da motivos para creer inútilmente. De este modo la persona esclavizada al pecado no puede creer sin el milagro de la regeneración, pero no obstante, es responsable debido al mal en su corazón que lo dispone a estar impasible por motivos razonables en la palabra de Dios. De esta manera, Edwards trata de mostrar que la noción Arminiana de la capacidad de la voluntad para auto determinarse no es un pre-requisito de responsabilidad moral. En su lugar, en las palabras de Edwards, “Toda incapacidad que excusa puede ser resuelta, a saber, por el deseo de capacidad natural o fortaleza; ya sea por la capacidad de entendimiento o por la firmeza externa”.<ref>''Works'', I, p. 51. </ref><br />
<br />
Como pastor y misionero toda su vida, Jonathan Edwards escribió lo que probablemente es la más grande defensa y explicación de la opinión Agustiniana-Reformada sobre la voluntad, que existe actualmente. Es principalmente debido a su libro, La Liberación de la Voluntad (“The Freedom of the Will”), que los escolares una y otra vez en la segunda literatura llamaron a Edwards “el más grande filósofo-teólogo que aún puede honrar el escenario Americano”.<ref>James D. Strauss, "A Puritan in a Post-Puritan World - Jonathan Edwards" in ''Grace Unlimited'', ed. Clark H. Pinnock (Minneapolis: Bethany Fellowship, Inc., 1975) p. 243. </ref> Aparte de su poder intrínseco, tal vez el testigo más claro de su mérito es su perdurable impacto en teología y filosofía. <br />
<br />
Cien años después de la muerte de Jonathan Edwards, aún no puede ser ignorado. Cuando el evangelista Charles G. Finney quiso atacar la opinión Calvinista sobre la voluntad, él no vio a ninguno de sus contemporáneos, incluido al mismo Calvin, gran jefe adversario. Hubo un gran Goliat entre los Calvinistas que tuvo que ser derribado: La Libertad de la Voluntad (“The Freedom of the Will”) de Jonathan Edwards. La evaluación de Finney sobre el libro, en una palabra:<br />
<br />
<blockquote> Ridículo! Yo venero a Edwards; lamento sus errores. Hablo así de este modo por su Tratado de la Voluntad (“Treatise on the Will”), porque mientras llena con suposiciones injustificadas, distinciones sin diferencia, y sutilezas metafísicas, ha sido adoptado como el libro de texto de una multitud llamada divinos Calvinistas por años.<ref>Charles G. Finney, ''Finney's Lectures on Systematic Theology'', (Grand Rapids: Eerdmans Publishing Co., n.d.) p. 333. </ref> Sobre el punto de vista de Edwards de la capacidad natural y moral,</blockquote><br />
<br />
Finney dedica tres capítulos, en sus Clases sobre Teología Sistemática (''Lectures on Systematic Theology''”), Finney concluye:<br />
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<blockquote>Es asombroso ver cómo un hombre tan bueno y grande puede involucrarse en una confusión metafísica y dejar perplejo a sus lectores y a sí mismo a tal grado que una distinción absolutamente inconsciente pasaría a la actual fraseología, filosofía y teología de la iglesia, y un resultado de dogmas teológicos sean construidos sobre la suposición de su verdad. </blockquote><ref>''Finney's Lectures'', p. 332. </ref><br />
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Pero para toda esta vehemencia, Finney falló su tiro y el grande y devoto Goliat va a grandes pasos en la mitad del siglo veinte, sin descanso ejerciendo su poder tanto en teología como en filosofía. En 1494, el Profesor de Harvard Perry Miller castigó el prejuicio contra Edwards en círculos académicos y su caricatura como un espécimen anticuario del fuego del Infierno predicando desde el antiguo Gran Despertar, perdido hace mucho tiempo. La evaluación de Miller sobre Edwards:“ El habla con una percepción en ciencias y psicología que está tan lejos de nuestro tiempo que nosotros mismos no podemos decir que lo hemos comprendido”.<ref>Perry Miller, ''Jonathan Edwards'' (Westport Connecticut: Greenwood Press Publishers, 1973) p. xiii. </ref><br />
<br />
A inicios de 1957, la Prensa de la Universidad de Yale empezó a publicar una nueva edición crítica de los trabajos de Edwards. El quinto volumen apareció en 1977 y con el renovado interés en Edwards, la evaluación crítica de En la Libertad de la Voluntad (On the Freedom of the Will) está en camino nuevamente: A. E. Murphy en la Revisión Filosófica (''Philosophical Review''),<ref>"Jonathan Edwards on Free Will and Moral Agency," vol. 68 (April, 1959) pp. 181-202. </ref> A. N. Anteriormente en la Revisión de Metafísica (''Review of Methaphysics''),<ref>"Limited Indeterminism," vol. 16 (September 1962) pp. 55-61; also vol. 16 (December 1947) pp. 366-370. </ref> H.G. Townsend en la Historia de la Iglesia (''Church History''),<ref>"The Will and the Understanding in the Philosophy of Jonathan Edwards," vol. 16 (December 1947) pp. 210-220. </ref> W.P. Jeanes en el Periódico Escocés de Teología (''Scottish Journal of Theology'')<ref> "Jonathan Edwards' Conception of Freedom of the Will," vol. 14 (March, 1961) pp. 1-41. </ref> y más recientemente James Strauss en una colección de ensayos llamada Gracia Ilimitada (''Grace Unlimited'').<ref>See note 9. </ref> Sea o no, el gigante nuevamente resistirá el ataque y seguirá a grandes pasos en el siglo veintiuno, sólo el tiempo lo dirá. Por lo menos una cosa sí es segura: si quiere leer uno de los más grandes libros de uno de los problemas más fundamentales y difíciles, lea “En la Libertad de la Voluntad” (On the Freedom of the Will) de Jonathan Edwards.<br />
<br />
Esto es todo lo que he leído en el seminario sobre Edwards. Luego de la graduación y antes de que mi esposa y yo salgamos a Alemania a realizar un trabajo de graduación, tomamos unos días de descanso en una pequeña granja en Barnesville, Georgia. Aquí tuve mi tercer encuentro con Edwards. Sentado en una de esos antiguos columpios dobles en el patio bajo un gran árbol de nuez, con bolígrafo en mano, leí La Naturaleza de la Verdadera Virtud (''The Nature of the True Virtue''). El 14 de julio de 1971 escribí largamente en mi diario, en el cual traté de entender, con la ayuda de Edwards, por qué un Cristiano está obligado a perdonar lo injusto cuando parece existir una ley moral en nuestros corazones que grita contra la maldad en el mundo. Dependiendo de su opinión de Dios, puede estar de acuerdo o no que este encuentro con La Naturaleza de la Verdadera virtud (''The Nature of True Virtue'') fue un regalo propicio de su providencia, debido a que nueve meses más tarde mi “doctor-padre” en Alemania sugirió que escriba mi disertación en el mandamiento de Jesús, “Ama a tu enemigo”.<br />
<br />
La Naturaleza de la Verdadera Virtud (“''The Nature of True Virtue''”) es el único trabajo no-polémico de Edwards. Si alguna vez ha sentido una sensación estética de asombro al contemplar una idea pura, entonces comprenderá cuando digo que este libro despertó en mí una agradable y profunda experiencia estética. Pero lo más importante, me brindó un nuevo conocimiento que muestra que las categorías de la moralidad se derivan en categorías de estética, y una de las últimas cosas que se puede decir sobre la virtud es que es “un tipo de naturaleza bella, forma o calidad”.<ref>''Works'', I, p. 140. </ref> Perry Miller dijo que “el libro no es un razonamiento sobre la virtud, sino una contemplación de esta”. Edwards da una mirada a la concepción de la virtud “hasta que produce un significado más allá del significado, y el simulacro desaparece. El libro se acerca tanto como cualquier creación en nuestra literatura, a una idea desnuda”.<ref>''Jonathan Edwards,'' p. 286 </ref> Pienso que fue perfectamente acorde con la intención de Edwards, que para cuando terminé ese libro no solamente tuve una profunda nostalgia de ser un buen hombre, pero también escribí un poema llamado “Bosques de Georgia” (''Georgia Woods''), ya que nada parecía ser igual para cuando dejé de leer el libro.<br />
<br />
Durante mi estadía de tres años en Alemania, leí tres trabajos más de Edwards y dos biografías (de Samuel Hopkins y Henry Pamford Parkes). Noël y yo nos leímos a cada uno una colección de sermones llamada la Caridad y sus Frutos (''Charity and Its Fruits''), una exposición de 360 hojas de I Corintios 13. Ambos acordamos que estaba terriblemente verboso y repetitivo, pero me ayudó en gran manera a cubrirme con la experiencia esencial, esa “idea desnuda” en La Naturaleza de la Verdadera Virtud” (''The Nature of True Virtue''). ¿Qué significa el ser un buen hombre para este intensamente religioso Puritano? ¿Significa únicamente no contar chistes en Domingo y prevenir a la gente huir de las llamas del Infierno? ¿Está la bondad relacionada únicamente a los hábitos personales, o abarca una dimensión social mayor? Aquí están un par de citas para dar una respuesta al estilo Edwards:<br />
<br />
<blockquote>Deberíamos buscar la bondad espiritual de otros; y si tenemos un espíritu Cristiano, deberíamos desear y buscar su bienestar y felicidad espiritual, su salvación del Infierno, y deberían glorificar y disfrutar de Dios para siempre. Y el mismo espíritu nos dispondrá a desear y buscar la prosperidad temporal de otros, como lo dijo el apóstol (I Corintios 10:24), “Nadie busque su propio bien, sino el de su prójimo”. Y como el espíritu de la caridad, o el amor Cristiano, está opuesto a un espíritu egoísta la misericordia está presente, y es en ello también que dispone que una persona sea de espíritu público. Un hombre de espíritu recto no es un hombre de visión estrecha o privada, pero está bien interesado y preocupado por el bien de la comunidad a la cual pertenece, y particularmente de la ciudad o aldea en la cual reside, y para el verdadero bienestar de la sociedad de la cual es miembro. Dios dirigió a los Judíos, que fueron desterrados a Babilonia, a buscar el bien de la ciudad, aunque no era su lugar natal, era la ciudad de su residencia. Su exhortación fue (Jeremías 29:7), "Y buscad el bienestar de la ciudad adonde os he desterrado, y rogad al SEÑOR por ella; porque en su bienestar tendréis bienestar". Y un hombre de verdadero espíritu Cristiano será animado para el bien de su país, y del lugar de su residencia, y será predispuesto a dejarse a sí mismo fuera de este progreso. <ref>'''Charity and Its Fruits'' (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1969) p.167, 169. </ref> </blockquote><br />
<br />
En nuestro pequeño apartamento en Munich había una despensa de aproximadamente 8 por 5 pies al salir de la cocina, un lugar poco adecuado para leer una Disertación Relacionada con el Fin para el cual Dios Creó al Mundo (''Dissertation Concerning the End for which God Created the World''), pero es ahí donde la leí. Desde mi punto de vista, ahora diría que si existiera un libro que capture la esencia de la teología de Edwards, este lo sería. La respuesta de Edwards a la pregunta del por qué Dios creó al mundo, es el surgimiento del esplendor de su gloria para el conocimiento de su gente, alabanzas y gozo. Aquí se encuentra el corazón de su teología en sus propias palabras:<br />
<br />
<blockquote>Al parecer todo lo que siempre se habló en las Sagradas Escrituras como el mayor fin de la obra de Dios, está incluido en esa sola frase, ''la gloria de Dios''. En el entendimiento de las criaturas, apreciar, amar, regocijarse y alabar a Dios, la gloria de Dios está manifestada y reconocida; esta plenitud es recibida y correspondida. Aquí se encuentra tanto la emanación como la remanación. El esplendor brilla sobre y en la criatura, y se refleja de vuelta en el origen de la luz. El brillo de la gloria proviene de Dios y es devuelto a su origen. Por tanto el todo está en Dios y en Dios, y para Dios, y Dios es el principio, el medio y el fin en este caso.<ref>''Works'', I. pp. 119, 120. </ref></blockquote><br />
<br />
Este es el corazón y el centro de Jonathan Edwards y, yo creo, que de la Biblia también. Este tipo de lectura puede convertir una alacena en un vestíbulo al Cielo.<br />
<br />
El último trabajo que leí de Edwards en Alemania fue su Tratado Concerniente a los Afectos Religiosos (''A Treatise Concerning Religious Affections''). Por varios meses fue el alimento de mis meditaciones de mis domingos por la mañana. Recuerdo haber escrito cartas a profesores, amigos y mis padres, semana tras semana sobre los efectos que este libro había tenido sobre mí. Mucho más que La Naturaleza de la Verdadera Virtud (''The Nature of True Virtue''), este libro me ha convencido de la tibieza del pecado en mis afectos hacia Dios y me ha inspirado una pasión para conocerlo y amarlo como debería. La tesis del libro es muy simple: “La verdadera religión, en gran parte, consiste en los Afectos”.<ref>Works, I. p. 236. </ref> Tal vez el motivo por el cual el libro me emocionó tanto es porque fue el esfuerzo de Edwards por captar lo mejor de dos mundos – los mismos mundos en los cuales he crecido y ahora vivo.<br />
<br />
Por otro lado, Edwards deseaba defender el lugar genuino y necesario de los afectos en la experiencia religiosa. El ha sido más responsable que ningún otro hombre en el resurgimiento del fervor que inundó a Nueva Inglaterra en los quince años siguientes a 1734. Charles Chauncy de Boston guió la oposición a este Gran Despertar con su “desmayándose y cayéndose al Suelo…amargos Gritos y Chillidos; Convulsiones a modo de Temblores y Agitaciones”.<ref>Charles Chauncy, ''Seasonable Thoughts on the State of Religion in New England'' (Boston, 1743) p. 77. </ref> El denunció que era “un claro hecho de obstinación, que las Pasiones, generalmente, en estos Tiempos, han sido aplicadas como si la principal Cosa en Religión era el tirarlas a la Perturbación”.<ref>''Seasonable Thoughts'', p. 302. </ref> El insistió, “la clara verdad es que una Mente Iluminada y no los Afectos elevados deben ser siempre la Guía de aquellos que se llaman Hombres…”.<ref>''Seasonable Thoughts'', p. 327. </ref> Edwards tomó el otro lado y dijo, “Yo debo pensar que es mi deber el ''elevar los afectos'' de mis oyentes tan alto como me sea posible, considerando que no les desagrada la naturaleza de lo que les afecta”.<ref>Quoted in C. H. Faust and T. H. Johnson, ''Jonathan Edwards'' (New York: Hill and Wong, 1962) p. xxiii. </ref><br />
<br />
Pero en esa frase Edwards muestra que él no condena los excesos entusiastas del Gran Despertar. Y excesos hubieron. Un diario de aquel tiempo “describe una reunión en la cual un hombre gritó, “Vegan a Cristo” sin parar por media hora; y una mujer en el asiento de atrás denunció a los abogados por un espacio igual, en competencia”.<ref> Ola "Winslow, Jonathan Edwards (New York: Octagon Books, 1973) p. 197. </ref> Esta y unos cientos de otras aberraciones emocionales Edwards no pudo tolerar, aún cuando él ayudó a producirlos. Le tomó tiempo encontrar la verdad, distinguir los falsos afectos espirituales de los únicamente humanos. Un Tratado relacionado a los Afectos religiosos, publicado en 1746, fue su mayor esfuerzo para describir los signos de la verdadera gracia y los santos afectos. Se añade a un “si” y a un “no” para la religión reavivadora: sí, para el lugar de emociones apropiadas que surgen de las percepciones de la verdad, pero no para el frenesí, las revelaciones privadas, los desmayos irracionales y las falsas garantías de bondad.<br />
<br />
El reavivamento del fervor y la razonable comprensión de la verdad - estos fueron los dos mundos con los cuales Edwards luchó en unir. Mi padre es un evangelista. El guió reavivamientos por 35 años y yo lo respeto en gran manera. Pero yo son un teólogo académico, muy analítico y estudioso. Por lo que no es sorprendente, entonces, que Un Tratado sobre los Afectos Religiosos me parezca un mensaje muy contemporáneo y útil. Mencioné que fue mi alimento por muchas semanas. Permítanme darles solo un ejemplo que aún me alimenta. Edwards describe al hombre con afectos verdaderamente graciosos así:<br />
<br />
Cuanto menos apto es el hombre de sentir miedo de la maldad, al tener “su corazón en Dios” y por tanto no “temeroso de la maldad”; cuanto más apto es él de alarmarse con la presencia de la mala moral, o del pecado. Ya que al tener un atrevimiento sagrado, tiene menos autoconfianza…. y más modestia. Ya que él está más seguro que otros de librarse del infierno. Es menos apto que otros de actuar con advertencias, y con desaprobaciones de Dios, y con las calamidades de otros.<br />
<br />
<blockquote>Tiene la firmeza del confort, pero la dulzura de corazón: más rico que otros, pero el más pobre de todos en espíritu: el más alto y fuerte santo, pero el niño más tierno y menor de todos. ''Works'', I., p. 309. </blockquote><br />
<br />
Desde mi regreso a los Estados Unidos y de convertirme en profesor, mi devoción a Jonathan Edwards continua, pero el tiempo no alcanzaría para describir los encuentros con Humilde Pregunta (''Humble Inquiry''), Doctrina del Pecado Original (Doctrine of Original Sin), Narrativa de la Conversación Sorprendente ( ''Narrative of Surprising Conversions''), (Tratado sobre la Gracia), (''Treatise on Grace''), la incompleta Historia de la Redención (''History of Redemption, Diary'') de David Brainerd y tres biografías más (Winslow, Dwight, Miller). Debemos dejar espacio para ver al hombre mismo. Lo que escogí contar es una reflexión de lo que a este hombre – y su esposa- le ha conmovido profundamente.<br />
<br />
Edwards nació en 1793 en Windsor, Connecticut. Fue hijo único de Timothy Edwards, un pastor local y tuvo 10 hermanas. Se decía que Timothy se lamentaba que Dios lo había bendecido con 60 pies de hijas. El enseñó Latín a Jonathan cuando tenía 6 y lo envío a Yale cuando tenía 12. A los 14 leyó lo que se considera fue una influencia en su pensamiento, el Ensayo del Entendimiento Humano (''Essay on Human Understanding''). Más tarde diría que él obtuvo mayor placer de ello “que el más codicioso avaro que toma puñados de plata y oro de un tesoro descubierto”.<ref>''Works'', I, p. xvii. </ref> Se graduó de Yale en 1720, dirigió la oración de despedida en Latín, y luego continuó sus estudios allí por dos años más. A los 19 tomó un pastorado en Nueva York por 8 meses, pero decidió regresar a Yale como tutor entre 1723 y 1726.<br />
<br />
En el verano de 1723 se enamoró de Sarah Pierrepont y escribió en la primera página de su gramática Griega la única canción de amor del que su corazón era capaz: <br />
<br />
Dicen que hay una joven en (Nuevo Cielo) que es amada por el Gran Ser que hizo las reglas del mundo y que hay ciertas estaciones en las cuales el Gran Ser, de algún modo u otro invisible, viene hacia ella y llena su mente con gran dulzura y encanto; y que ella difícilmente cree en nada excepto en meditar en él… Ella posee una mente de gran dulzura, calma y benevolencia universal, especialmente después que su gran Dios se le ha manifestado. Algunas veces ella va de un lugar a otro cantando dulcemente, y siempre parece estar llena de gozo y placer; y nadie sabe de qué. Le gusta caminar sola en el campo y la arboleda, y parece tener a alguien invisible siempre conversando con ella.<ref>''Works'', I, p. xxxix. </ref><br />
<br />
Ella tenía 13 años en ese tiempo. Pero cuatro años más tarde, cinco meses después que Edwards se instaló como pastor de una iglesia prestigiosa de Northampton, Massachusetts, se casaron. El tenía 23 y ella 17. En los próximos 23 años tuvieron sus propios 11 hijos; ocho hijas y tres hijos.<br />
<br />
Edwards fue el pastor de Northampton por 23 años. Era una iglesia congregacional tradicional, que en 1735 tenía 620 comulgantes.<ref>''Works'', I, p. 350. </ref> Durante este tiempo él alcanzó notoriedad por su liderazgo en el gran Gran Despertar, a mediados de los años 30 y principios de los 40, de los cuales he hablado. Pero en 1750 Edwards fue despedido por su congregación. Una razón fue un error personal de parte de Edwards en la cual implicó a algunas personas inocentes en un escándalo obsceno en 1744. Esto provocó hostilidad en personas importantes que sus días estaban contados.<ref>''Works'', I, p. cvx. </ref> Pero la gota que derramó el vaso fue el repudio público de Edwards de una larga tradición en Nueva Inglaterra, de no requerir profesión de fe para ser comulgante de la Cena del Señor. Escribió un detallado tratado para probar que “ninguno debería ser admitido en la comunión y miembros privilegiados de la iglesia visible de Cristo, siempre y cuando sean personas buenas o graciosas ante la mirada de los Cristianos de la iglesia”.<ref>''Works'', I, p. 436. </ref><br />
<br />
Ante esta expulsión, el aceptó el llamado a Stockbridge, al oeste de Massachusetts, como pastor de una iglesia y misionero de los Indios. Trabajó allí por siete años, hasta enero 1858, hasta cuando fue llamado a ser Presidente de Princeton. Luego de dos meses en el oficio murió de viruela a la edad de 54 años.<br />
<br />
Cuando Edwards estuvo en la universidad, escribió 70 propósitos. Uno que mantuvo toda su vida fue el número seis: “Decidido: Vivir con todas mis fuerzas mientras yo viva”.<ref>''Works'', I, p. xx. </ref> Para él, eso significó una devoción apasionada hacia el estudio de la divinidad. Cuando la administración de Princeton lo llamó para ser Presidente, escribió que no merecía ese cargo público, que él podía mejor escribir que hablar y que su escrito no estaba terminado. “Mi corazón está en estos estudios”, escribió, “que no pude resistirme encontrarlos en mi corazón para lograrlos en el futuro de mi vida”.<ref>''Works''''Italic text'', I, p. clxxv. </ref><br />
<br />
Durante sus 23 años de vida pastoral en Northampton, Edwards comunicaba sus usuales mensajes de dos horas cada semana, catequizaba a los niños, y orientaba a las personas en su estudio. No visita de casa en casa excepto cuando era llamado. Esto significaba que podría disponer de 13 a 14 horas en el día en su estudio. El dijo, “Pienso que Cristo levantarse pronto de su tumba, ha encomendado el levantarse temprano en la mañana”.<ref>''Works'', I, p. xxxvi. </ref> El se levantaba entre 4:00 y 5:00 para estudiar, siempre con bolígrafo en mano,<ref>''Works'', I, p. xviii. </ref> meditando cada ráfaga de entendimiento y registrándola en sus notas. Incluso en sus viajes pegaba pedazos de papel en su abrigo para recordarse a sí mismo sobre una idea que había tenido en el camino.<ref>''Works'', I, p. xxxviii. </ref> En la noche pasaría una hora con su familia luego de la cena antes de retirarse a su estudio. Y ninguno de sus niños se reveló o descarrió, al contrario tuvieron a su padre en muy alta estima toda su vida.<br />
<br />
Edwards en sus 6 pies de alto no era robusto y su salud siempre fue precaria. Podía mantener el rigor de su calendario de estudios sólo con estricta atención a su dieta y ejercicio. Todo estaba calculado para optimizar su eficiencia y poder en el estudio. Se abstenía de cualquier cantidad y clase de comida que lo pudiera enfermar o mantener soñoliento.<ref>''Works'', I, p. xxxv, xxxviii. </ref> Su ejercicio en el invierno era el cortar leña para el fuego cada día por media hora, y en el verano cabalgaría por los campos y caminaría a solas en meditación. Estas excursiones revelan que, por todo su racionalismo, Edwards poseía una dosis sana de romanticismo y misterio. Escribió en su diario: “Algunas veces en días hermosos me encuentro particularmente dispuesto a apreciar las glorias del mundo y disponerme al estudio de la religión seria”.<ref>Quoted in Elizabeth Dodds, ''Marriage to a Difficult Man'' (Philadelphia: Westminster Press, 1971) p. 22. </ref> Edwards describe uno de estos paseos de la siguiente manera:<br />
<br />
<blockquote>En 1737 una día cabalgaba en los bosques por motivos de salud, luego de bajar de mi caballo en un lugar retirado, como era mi costumbre, al caminar para contemplación divina y oración, tuve una visión que para mí fue extraordinaria de la gloria del Hijo de Dios, como Mediador entre Dios y el hombre, y su magnífica, grande, plena, pura y dulce gracia y amor y suave condescendencia. Esta gracia que apareció tan calmada y dulce, también apareció grande en el cielo. La persona de Cristo apareció inefablemente excelente con una gran excelencia suficiente como para consumir todo pensamiento y concepción – que continuó, tanto como lo calculo, como por una hora, lo cual me mantuvo la mayor parte del tiempo en un mar de lágrimas, llorando a gritos. Sentí una flama en el espíritu que no sé cómo expresarlo; permanecí en el suelo y lleno de Cristo solamente; para amarlo, servirlo y seguirlo; y para ser perfectamente santificado y purificado con una pureza divina y celestial. Tuve otras experiencias y visiones muy parecidas y que tuvieron los mismos efectos. <ref>''Works'', I, p. xlvii </ref></blockquote><br />
<br />
El 13 de febrero de 1759, un mes después de haber asumido la presidencia de Princeton, Edwards fue diagnosticado de viruela. Las póstulas en su garganta fueron tan grandes que no pudo tomar líquidos para combatir la fiebre. Cuando se dio cuenta que no le quedaba oportunidad alguna llamó a su hija Lucy y le dijo sus últimas palabras – sin duda que fue llevado en lo mejor de de su vida con la gran Historia de Redención (''History of Redemption'') sin escribir,<ref>He describes this proposed work in ''Works'', I, p. clxxiv. </ref> pero en su lugar, con la confianza en el gran poder de Dios, con las siguientes palabras de consuelo para su familia:<br />
<br />
<blockquote>Querida Lucy, me parece que es la voluntad de Dios que muy pronto los deje; por ello dale todo mi amor a mi querida esposa y dile que la unión singular, que ha subsistido por tan largo tiempo entre nosotros, ha sido de tal naturaleza que confío en su espíritu que será apoyado en esta prueba, y será presentado alegremente ante Dios. Y para mis hijos, quedarán si padre, lo cual les llevará a todos a buscar al padre que nunca les fallará…<ref>''Works'', I, p. clxxviii. </ref></blockquote><br />
<br />
Murió el 22 de marzo y su doctor escribió una fuerte carta a su esposa que estaba aún en Stockbridge. Ella estaba muy enferma cuando la carta llegó, pero el Dios que tomó su vida fue el Dios al que Jonathan Edwards predicó. Y es así como el 3 de abril ella escribió a su hija Esther:<br />
<br />
<blockquote>¿Qué puedo decir? Un Dios bueno y santo nos ha cubierto con una nube oscura. Debemos besar la vara y poner nuestras manos en nuestras bocas! El Señor lo ha hecho. El me ha hecho adorar su bondad. Pero mi Dios vive; y tiene mi corazón. ¡Qué legado mi esposo, su padre, nos ha dejado! Todos nos debemos a Dios y allí estoy y que el amor sea.<br />
Su siempre cariñosa madre,</blockquote><br />
<br />
Sara Edwards. <ref>''Works'', I, p. clxxix. </ref><br />
<br />
<br />
<br />
'''Notas de Página '''<br />
<br />
<references /></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Bienaventurados_los_misericordiososBienaventurados los misericordiosos2010-06-10T17:24:10Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|Blessed Are the Merciful}}<br />
<br />
<blockquote>'''Mateo 5:7''' <br><br />
“Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia”. </blockquote><br />
<br />
Me gustaría responder cuatro preguntas en el poco tiempo que tenemos para tratar este tema tan importante: <br />
<br />
#Primero: ¿cómo se vuelve un corazón misericordioso? O, ¿de dónde viene la misericordia? <br />
#Segundo: ¿qué es la misericordia? O, ¿cómo es una persona misericordiosa? <br />
#Tercero: ¿una persona misericordiosa siempre debe tener misericordia? O, ¿un cristiano puede ser fiscal?<br />
#Cuarto: si la salvación es por gracia mediante la fe, ¿por qué solamente los misericordiosos recibirán misericordia de Dios en el día del juicio? <br />
<br />
Como puede ver, son preguntas muy prácticas e inmensamente importantes. Para responder a la primera pregunta, vamos a observarla en su contexto más cercano.<br />
<br />
====1. ¿Cómo se vuelve misericordioso un corazón?====<br />
<br />
Recuerde que la semana pasada vimos que las tres primeras bienaventuranzas en los versículos del 3 al 5 describen el vacío de la persona bienaventurada. Versículo 3: sumido en la pobreza del espíritu, versículo 4: lamentándose por su condición triste y pecaminosa, y versículo 5: aceptando las dificultades y las acusaciones de la vida con mansedumbre y sin defensa. <br />
Esta condición de vacío espiritual es seguida en el versículo 6 por un hambre y sed de plenitud de justicia. Luego aparecen tres descripciones sobre cómo abunda la justicia en el corazón del hambriento: misericordia en el versículo 7, pureza en el versículo 8 y paz en el versículo 9. <br />
<br />
Por tanto, la respuesta a la primera pregunta es que la misericordia viene de un corazón que primero ha sentido su bancarrota espiritual, ha llegado a lamentarse por su pecado, ha aprendido a esperar con mansedumbre por el tiempo del Señor y a clamar con hambre para que Su obra de misericordia nos satisfaga con la justicia que necesitamos. <br />
<br />
La misericordia que Dios bendice es en sí la bendición de Dios. Crece como un fruto en un corazón quebrantado, en un espíritu manso y en un alma que tienen hambre y sed de la misericordia de Dios. La misericordia viene de la misericordia; nuestra misericordia con los demás viene de la misericordia de Dios con nosotros. <br />
<br />
La clave para convertirse en una persona misericordiosa es convertirse en una persona quebrantada. El poder para tener misericordia lo encontrará en un sentimiento verdadero en su corazón de que todo lo que usted es se lo debe a Dios y tiene que derivar en misericordia divina. Por lo tanto, si queremos ser personas misericordiosas es imprescindible que cultivemos una visión de Dios y de nosotros mismos que nos ayude a declarar con todo nuestro corazón que cada alegría, virtud y aflicción en nuestras vidas es debido a la gratuita e inmerecida misericordia de Dios.<br />
<br />
La segunda pregunta es: <br />
<br />
====2. ¿Qué es la misericordia?====<br />
<br />
O, ¿cómo es una persona misericordiosa? En ocasiones observar algo desde el ángulo contrario nos puede ayudar a entenderlo mejor. Por eso he intentado encontrar comparaciones de misericordia con lo contrario. Mateo y Lucas nos dan algunos ejemplos muy útiles, vayamos primero a Mateo 9:10–13:<br />
<br />
<blockquote>“Y sucedió que estando Él sentado a la mesa en la casa, he aquí, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos. Y cuando vieron esto, los fariseos dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores? Al oír Él esto, dijo: los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. Mas id, y aprended lo que significa: "misericordia quiero y no sacrificio"; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”.</blockquote><br />
<br />
'''Misericordia en comparación con sacrificio''' <br />
<br />
En este ejemplo, lo contrario de misericordia es el sacrificio. Versículo 13: "misericordia quiero y no sacrificio". Esta es una cita de Oseas 6:6 donde Dios acusa al pueblo de que su amor es como el rocío sobre la hierba. Está ahí durante una breve hora de la mañana, entonces desaparece y todo lo que queda es la silueta vacía de ofrendas quemadas. <br />
<br />
La cuestión es que Dios quiere que su pueblo tenga vida en sus corazones. Él quiere que tengan sentimientos de afecto hacía Él y misericordia hacia los demás. Él no quiere un pueblo que cumpla con sus deberes religiosos de manera mecánica o simplemente formal.<br />
<br />
Aquí en Mateo 9, Jesús veía a los pecadores como personas enfermas y desdichadas que necesitaban un doctor aunque fuesen los que manejaban el dinero, los recaudadores de impuestos. Estaban enfermos, Él tenía el remedio. <br />
<br />
Sin embargo, lo único que los fariseos veían era el solemne problema de no contaminarse comiendo con los pecadores, vivían ejecutando normas de manera mecánica. Algo muy grande estaba en juego aquí pero no podían verlo o creerlo. Eran esclavos de cuestiones triviales sobre la limpieza ceremonial cuando la enfermedad eterna estaba a punto de ser sanada. <br />
Lo contrario a la misericordia es la esclavitud de las trivialidades religiosas. <br />
<br />
'''Misericordia en comparación con colar mosquitos''' <br />
<br />
Vayamos a otro ejemplo del mismo tipo en Mateo 23:23–24: <br />
<br />
<blockquote>“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y habéis descuidado los preceptos de más peso de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad; y éstas son las cosas que debíais haber hecho, sin descuidar aquéllas. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!”</blockquote><br />
<br />
¿Qué es lo contrario a la misericordia en estas palabras punzantes del Señor? Lo contrario a la misericordia es colar los mosquitos. Lo contrario a la misericordia es cuando ha agotado sus impulsos religiosos tras decidir si va a diezmar de sus ingresos brutos, netos o de sus regalos de cumpleaños. <br />
<br />
La enseñanza que aprendemos de las palabras de Jesús cuando dice: “misericordia quiero y no sacrificio” y "coláis el mosquito y os tragáis el camello” es que un gran obstáculo y enemigo de la misericordia es la preocupación por las insignificancias de la vida. La esclavitud de la trivialidad es la maldición de los que no son misericordiosos. <br />
<br />
Cuando Jesús dijo: “No descuidéis los preceptos de más peso de la ley”, quería decir: “tened cuidado de pasar el día haciendo únicamente cosas triviales, pensado únicamente cosas triviales y sintiendo únicamente sentimientos triviales”. El Señor quiere que nos pellizquemos una y otra vez no sea que nos encontremos desvaneciéndonos en frente del televisor sin estar haciendo planes para los preceptos de más peso de la misericordia. <br />
<br />
“Bienaventurados los misericordiosos”. Por tanto, si quiere ser bienaventurado tiene que pelear contra la esclavitud de la religión y de las trivialidades seculares, y dedicar su vida a los preceptos de más peso de la ley: justicia, misericordia y fe. La misericordia no es trivial, es uno de los preceptos de más peso durante toda la vida. <br />
<br />
<br />
'''Misericordia en la parábola del buen samaritano''' <br />
<br />
En Lucas 10:25 - 37 se encuentra otro ejemplo contrario a la misericordia en la parábola del buen samaritano. <br />
<br />
<blockquote>“Y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna? y el le dijo: ¿qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? respondiendo él, dijo: amaras al señor tu dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Entonces Jesús le dijo: has respondido correctamente; haz esto y vivirás”. </blockquote><br />
<br />
El hombre le preguntó a Jesús cómo tendría que actuar una persona que esperase encontrar misericordia en el día del juicio y heredar la vida eterna. Y Jesús le respondió que las personas que recibirán la misericordia de la vida eterna son aquéllas que han amado a Dios con todo su corazón y al prójimo como a ellos mismos. En otras palabras: bienaventurados los misericordiosos con su prójimo, porque ellos recibirán la misericordia de la vida eterna en el futuro. <br />
<br />
Por ello, esta historia tiene mucha relevancia para nuestra palabra de hoy: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia”. <br />
<br />
Esto se hace aún más evidente si vamos a la parábola que sigue. El intérprete de la ley pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?" Y Jesús le responde con la parábola del buen samaritano en los versículos del 30 al 37. <br />
<br />
<blockquote>Jesús dijo: "Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó [y seguramente era judío y, por tanto, odiado por los samaritanos], y cayó en manos de salteadores, los cuales después de despojarlo y de darle golpes, se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad cierto sacerdote bajaba por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino. Del mismo modo, también un levita, cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino. Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó adonde él estaba; y cuando lo vio, tuvo compasión, y acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, y dijo: "Cuídalo, y todo lo demás que gastes, cuando yo regrese te lo pagaré". ¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?" [El intérprete de la ley] dijo: El que tuvo misericordia de él. Y Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.</blockquote><br />
<br />
'''Cuatro aspectos de la misericordia en esta parábola.'''<br />
<br />
Aquí vemos una ilustración muy definida de la misericordia y de lo contrario. La misericordia presenta cuatro aspectos en esta historia:<br />
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#Primero: ve la aflicción (versículo 33: "Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó adonde él estaba"). <br />
#Segundo: responde en su interior con un corazón compasivo o apenado por la persona en aflicción (versículo 33: "y cuando lo vio, tuvo compasión"). <br />
#Tercero: responde externamente con un intento práctico por aliviar la aflicción (versículo 34: "y acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó"). <br />
#Y el cuarto aspecto de la misericordia es que ocurre incluso cuando la persona afligida es enemiga por motivos de raza y religión (versículo 33: "Pero cierto samaritano…"). Un judío mestizo con una tradición religiosa torcida se detiene para ayudar al judío que lo odia. <br />
<br />
Un ojo para la aflicción, un corazón para la compasión, un intento por ayudar a pesar de la enemistad, eso es la misericordia. <br />
<br />
'''Lo contrario a la misericordia en esta parábola'''.<br />
<br />
¿Y lo contrario?<br />
<br />
¿No es sorprendente que esta parábola enseñe lo mismo que Mateo 9:13? Ahí Jesús dijo: “Mas id, y aprended lo que significa: "misericordia quiero y no sacrificio"; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Aquí dice: “Ve y muestra misericordia como el samaritano, y no como el sacerdote y el levita”. El sacerdote y el levita representaban lo mismo en la parábola que lo que la palabra “sacrificio” representa en Mateo 9:13, es decir, formalismo religioso vacío. <br />
<br />
Jesús inventó esta historia. ¿Por qué eligió a un sacerdote y a un levita para ilustrar lo contrario a la misericordia? ¿A un pastor y a una persona con un ministerio musical? ¿No se trata de una advertencia para Dean y para mí y para todos nosotros de que hay muchísimas personas que están atrapadas en los mecanismos de la actividad religiosa sin ojos para ver la aflicción, sin corazón para responder con compasión y sin intentos para traer el alivio del evangelio?<br />
<br />
'''La misericordia es uno de los preceptos de más peso de la vida'''.<br />
<br />
Por tanto, en respuesta a nuestra segunda pregunta: ¿qué es misericordia? deberíamos decir que la misericordia es uno de los preceptos más importantes de la vida. Siempre corre el peligro de que la abandonemos por preocuparnos por insignificancias, ya sean trivialidades seculares como ver demasiada televisión o emplear todo su tiempo en una afición, o trivialidad religiosa. ¿Qué es una trivialidad religiosa? Se trata de cualquier actividad religiosa (desde predicar hasta orar y desde enseñar hasta diezmar), cualquier actividad, que no cultiva un corazón ocupado con los preceptos de más peso de la vida, como la misericordia. La calidad del pastel religioso está en el poder para ver la aflicción, sentir compasión y llevar alivio, todo eso incluso hacia un enemigo. <br />
<br />
La tercera pregunta que planteamos fue: <br />
<br />
====3. ¿Una persona misericordiosa siempre debe tener misericordia?====<br />
<br />
O: ¿un cristiano puede ser fiscal? <br />
<br />
La vida real es muy complicada para los cristianos que quieren vivir seriamente su fe en un mundo de pecado. ¿Qué respondería a estas preguntas? <br />
<br />
*¿Un cristiano puede ser consecuente en misericordia y también darle un azote a su hijo por desobediente en lugar de volver la otra mejilla a la insolencia del niño? <br />
*¿Un cristiano puede ser consecuente en misericordia y también un jefe que paga buenos salarios por un excelente trabajo pero que despide a los empleados irresponsables que trabajan muy mal? <br />
*¿Un cristiano puede ser consecuente en misericordia y también un legislador que promulga leyes con penas rigurosas para los conductores borrachos y los que abusan de niños? <br />
*¿Un cristiano puede ser consecuente en misericordiosa y al mismo tiempo formar parte de un consejo de diáconos que sigue el mandato bíblico de guardar disciplina en la iglesia y que excomulga a un miembro por un pecado público al que no renuncia? <br />
<br />
Cada una de estas cuestiones corresponden a un ámbito de la vida: al ámbito familiar, al trabajo y la economía, a la esfera del gobierno y la aplicación de la ley, y a la esfera de la iglesia. Y mi respuesta a estas preguntas es que la voluntad de Dios mientras que dure este tiempo es que exista una mezcla de misericordia y justicia en estas esferas. <br />
<br />
'''Una mezcla de justicia y de misericordia en esta época'''.<br />
<br />
La voluntad de Dios es que en algunas ocasiones recompensemos a las personas con lo que merecen ya sea castigo o recompensa (llámelo justicia). Y la voluntad de Dios es que a veces recompensemos a las personas con más de lo que merecen (llámelo misericordia). Al confirmar las afirmaciones de la justicia damos testimonio de la verdad de que Dios es un Dios de justicia, y al tener misericordia damos testimonio de la verdad de que Dios es un Dios de misericordia. <br />
<br />
*Un padre que sigue la Biblia suele guiarse por el principio de sabiduría que dice que “el que escatima la vara odia a su hijo (…)” (Proverbios 13:24; Efesios 6:4), pero habrá ocasiones en las que se perdonarán las faltas del niño sin castigarlo para enseñarle el significado de misericordia y para atraer al niño a Cristo. <br />
*Un juez que sigue la Biblia suele ser íntegramente justo, emitiendo sentencias con imparcialidad contra los criminales según la gravedad de sus delitos (Romanos 13:4), pero habrá ocasiones en las que concederá clemencia por una bien mayor. <br />
*Un trabajador que sigue la Biblia suele pagar un sueldo justo e insistirá en conseguir un buen rendimiento en el trabajo (2 Tesalonicenses 3:10), pero habrá ocasiones en las que pagará más de lo que merece el trabajo de una persona y caminará una milla extra junto al trabajador enfermo, mayor, angustiado o que ha recibido una formación inapropiada. <br />
*Un diácono que sigue la Biblia proclamará un pecado en público en la iglesia para dar cuenta y ejercitar la disciplina e incluso para expulsar de la comunidad (1 Corintios 5:1–13), pero también recordará la parábola del trigo y la cizaña que enseña a tener paciencia con la imperfección de la iglesia hasta el final de los tiempos (Mateo 13:24–30). <br />
<br />
'''¿Cómo podemos saber cuando tener lo uno o lo otro?''' <br />
<br />
Si nos preguntásemos cómo saber cuándo cumplir con la justicia y cómo tener misericordia, respondería: acercándonos tan cerca de Jesús como nos sea posible. No conozco ninguna norma de las Escrituras estricta e inalterable que se imponga a cada situación, y no creo que esto sea casualidad. El objetivo de las Escrituras es producir un cierto tipo de persona, no proporcionar una lista exhaustiva de normas para cada situación. <br />
<br />
La bienaventuranza dice: “Bienaventurados los misericordiosos” y no “Bienaventurados los que saben con exactitud cuándo y cómo tener misericordia en cada circunstancia". Tenemos que ser misericordiosos incluso cuando actuamos con severidad en servicio de la justicia. Esto quiere decir que debemos: <br />
<br />
*ser pobres en espíritu, <br />
*estar afligidos por nuestro propio pecado, <br />
*estar con mansedumbre sin actitud defensiva y sin auto-exaltación, <br />
*estar hambrientos y sedientos de que toda justicia se cumpla, <br />
*estar atentos a la aflicción y a la desgracia de otra persona, <br />
*sentir compasión por su dolor, <br />
*y hacer todo esfuerzo posible para ver el mayor bien realizado para el mayor número de personas. <br />
<br />
Por eso la respuesta a nuestra tercera pregunta (“¿Debe una persona misericordiosa tener siempre misericordia?”) es un "no" radical. No; a menudo apoyará las afirmaciones de la justicia y recompensará a alguien con lo que merezca para dar testimonio de la verdad de la justicia de Dios y para cumplir un bien mayor para el mayor número de personas. Pero digo que es un “no” radical porque si usted es una persona misericordiosa, incluso el modo en el que azote a un niño, persiga a un delincuente o despida a un empleado será diferente. La misericordia aparecerá. Puede que el padre llore, que el fiscal visite al delincuente y a su familia o que el jefe pague por una nueva formación. El corazón misericordioso aparecerá.<br />
<br />
La cuarta y última pregunta que planteamos fue: <br />
<br />
====4. ¿Qué hay de la salvación por gracia mediante la fe?====<br />
<br />
la salvación es por gracia mediante la fe?<br />
Mateo 5:7 dice: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia”. En otras palabras, en el tiempo que está por venir, cuando nos encontremos con Dios cara a cara, las personas que recibirán misericordia serán las que hayan sido misericordiosas. <br />
<br />
¿Es esto salvación por obras? ¿Obtenemos su misericordia por nuestra misericordia? No, porque una “misericordia ganada” sería contradecir las reglas. Si la misericordia se gana, no es misericordia, es un salario. Tenga por seguro que si obtenemos algo bueno en el juicio será misericordia, ¡100% misericordia! <br />
<br />
Cuando Dios le pida un informe de su misericordia en el día del juicio, no le estará pidiendo su ficha picada con las horas de trabajo. Usted no dirá: “Aquí tienes: ocho horas de misericordia, ¿y mi salario?" <br />
<br />
Al contrario, Dios le estará pidiendo su historial clínico y usted se lo entregará con total humildad y mansedumbre. Entonces Él leerá las pruebas de cómo confió en Él como su divino Doctor y cómo la medicina de su Palabra y la terapia de su Espíritu hicieron efecto en su vida porque usted confió en ellas para sanarse de la disposición que padecía contra la misericordia. Y cuando Él vea la prueba de su fe y Su sanidad, completará su sanidad y le dará la bienvenida al reino para siempre. Así que “bienaventurados los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia”.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Cristo_combatiente:_Ataque_del_Esp%C3%ADritu_SantoCristo combatiente: Ataque del Espíritu Santo2010-06-07T18:38:58Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Christ in Combat: Offense by the Spirit}} <blockquote>'''Lucas 4:16-21 ''' <br> Y vino a Nazaret, donde se había criado, y fue a la sinagoga, como era su costumbre, un ...'</p>
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<div>{{info|Christ in Combat: Offense by the Spirit}}<br />
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<blockquote>'''Lucas 4:16-21 '''<br />
<br><br />
Y vino a Nazaret, donde se había criado, y fue a la sinagoga, como era su costumbre, un sábado. Y se levantó a leer, y allí se le dio el libro del profeta Isaías. Abrió el libro y encontró el lugar donde estaba escrito: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres. Él me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos, la recuperación de la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar un año favorable del Señor". Y cerró el libro, se lo dio al asistente, se sentó, y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él. Y comenzó a decirles: "Hoy esta Escritura se ha cumplido en vuestros oídos." </blockquote><br />
<br />
En Lucas 4:18-19 Jesús lee Isaías 61:1-2. Se sienta, mira a la multitud de fieles en la sinagoga de Nazaret, y dice: "Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos." Es posible que hayan pensado que Jesús era un profeta como Juan el Bautista, anunciando que el Mesías vendría pronto. Pero eso no es lo que Jesús quería decir. En Lucas 7:20 Juan el Bautista envía y le pregunta a Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Jesús responde indirectamente diciendo a los mensajeros de Juan, "Vayan y díganle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres la buena nueva les predicó. Y bendito es el que no se ofenda por mí "(Lucas 7:22-23). Entonces lo que quería decir Jesús en la sinagoga de Nazaret era que el día del Mesías había llegado. El esperado rey, hijo de David, liberador, Salvador, Rey del mundo, portador de la justicia y la paz—el Mesías ha llegado. <br />
<br />
====El Día de la Liberación y el Día del Juicio Final ====<br />
<br />
Pero la manera en que Jesús cita a Isaías 61 revela un misterio acerca de la venida del Mesías. Es una lectura de la Escritura extraordinariamente corta para un servicio en la sinagoga. Se interrumpe justo en medio de un verso. Jesús dice en Lucas 4:19 que ha sido enviado "a proclamar el año favorable del Señor" y se detiene. Pero Isaías 61:2 dice: "para proclamar el año favorable del Señor, ''y el día de venganza de nuestro Dios''." ¿Por qué Jesús no terminó la frase? Porque hay un misterio, específicamente que es un drama de dos actos. Los profetas del Antiguo Testamento, como Isaías, vieron el drama completo y no separaron los dos actos por siglos. Anticipan la salvación y el juicio juntos. El año de la liberación y el día de la venganza fue todo en uno.<br />
<br />
Pero cuando Jesús venga, dice en Juan 12:47-48: "Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo, ''porque no he venido a juzgar al mundo sino a salvar al mundo''. El que me rechaza y no recibe mis palabras tiene quien lo juzgue; la palabra que yo haya dicho ''será su juez en el último día''. "La primera venida de Jesucristo marcó el comienzo de un año favorable del Señor—un año, es decir un espacio de tiempo, para la salvación no un veredicto. Pablo dice en 2 Corintios 6:2, "He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación." Vivimos en unos tiempos de gracia y paciencia. Dios guarda su juicio y ofrece amnistía total a nuestros corazones rebeldes, mientras que este tiempo dure. Pero cuando el día de la salvación haya terminado, y el tiempo señalado por el Padre haya llegado, entonces el día de la venganza llegará y la profecía de Isaías 61:2 se completará. Pablo dice en 2 Tesalonicenses 1:7-8 que en el final de este intervalo de paciencia "el Señor Jesús se revelará desde el cielo con sus poderosos ángeles en llamas de fuego, infligiendo venganza a los que no conocen a Dios y sobre aquellos que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo." Por lo tanto, lo que dice Jesús en Lucas 4:18-19 al comienzo de su ministerio es que Él es el Mesías y que está marcando el comienzo de un día de buenas nuevas—un día de libertad y sanación y liberación, y por ahora el día de la venganza se aplaza. <br />
<br />
====La misión de Jesús es la misión de la Iglesia ====<br />
<br />
Antes de que veamos lo que esta buena nueva es, déjenme darles dos razones por las que creo que Lucas 4:18-19 describe no sólo la misión de Jesús, sino también la misión de la iglesia. <br />
<br />
'''1. Como el Padre envió a Jesús, Él envía a la Iglesia''' <br />
<br />
En primer lugar, Jesús se encontró con sus discípulos después de la resurrección justo antes de regresar al cielo y dijo: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también yo os envío" (Juan 20:21). Los discípulos de Jesús son una extensión de la misión de Jesús en el mundo. Hemos de ser como Él en su sufrimiento por los demás. Él es la luz del mundo y nosotros somos pequeños rayos o reflexiones de Él (Juan 12:36, Mateo 5:14-16). <br />
<br />
'''2. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo'''<br />
<br />
La segunda razón creo que Lucas 4:18-19 describe nuestra misión, así como la misión de Jesús es que la iglesia sea llamada el cuerpo de Cristo (Efesios 1:22-23; 4:15-16). Así como nuestros cuerpos son lo que la gente ve de nosotros, así es la iglesia lo que la gente ve de Cristo. Mientras nuestros cuerpos ponen nuestra voluntad en acción visible, así Cristo pone su voluntad en acción visible a través de la iglesia. Por lo tanto, la misión que Cristo una vez hubo realizado en su propio cuerpo físico en la tierra, Él ahora lleva a cabo a través de su cuerpo en la iglesia. <br />
<br />
Así, cada vez que lees lo que Jesús hizo o dijo, siempre presta atención a dos cosas: lo que él hizo por ti, que no podías hacer por ti mismo, ''y el ejemplo que te da''. Todo lo que Jesús dijo e hizo fue para hacernos confiar en Él e imitarle. Todo lo que hizo fueron las bases de la fe y un llamado a la acción. 1 Pedro 2:21 dice: "Cristo sufrió ''por vosotros,'' dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas". "Sufrido por ti"—esa es la salvación, que compró a un costo que nunca podríamos haber pagado. "Dejándoos un ejemplo"—ese es nuestro ejemplo, aunque no podamos expiar los pecados, podemos tomar nuestra cruz y soportar las dificultades para llevar a las personas a quien pueda. <br />
<br />
====Siguiendo de Jesús en su misión====<br />
<br />
Así que para fortalecer a nuestra fe y hacernos actuar, sigamos los pasos de Jesús y escuchemos sus palabras. <br />
<br />
'''Rechazar el poder de Satanás y confiar en el Espíritu Santo''' <br />
<br />
Primeramente, quiero que veamos la labor fundamental del Espíritu Santo en la vida de Jesús. En Lucas 1:35 Jesús fue concebido por el Espíritu Santo. Luego, en Lucas 3:22, cuando Jesús tenía treinta años, el Espíritu Santo descendió sobre Él como una paloma en su bautismo. Esto era una unción especial para el ministerio y un signo del amor de su Padre. Después en Lucas 4:1, "Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu Santo durante cuarenta días por el desierto, tentado por el diablo." En el desierto Satanás trató de alejar a Jesús de su misión como el siervo sufriente, que iba a morir por nuestra salvación. Jesús resistió la tentación por la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios, y Él salió triunfante. <br />
<br />
Quiero que vean a un hermoso contraste aquí entre dos fuentes de poder. Recuerda que en Lucas 4:3-13 Satanás tentó a Jesús para que se valiera de sus derechos y el poder como Hijo de Dios para obtener el placer de la comida, la gloria de un soberano mundial, y el clamor por un Mesías milagroso a las puertas del templo. Pero Jesús seguía con su mirada hacia la cruz y renunció a ese tipo de poder. Y el resultado se expresa en el v. 14: "Jesús regresó con el poder del Espíritu Santo a Galilea". Se rehusó a buscar el placer y el poder por los esquemas de Satanás y el resultado fue el disfrute del poder de Dios. <br />
<br />
'''Resistir al diablo, acercarse a Dios'''<br />
<br />
Y lo mismo es verdad para nosotros. "Resistid al diablo y él huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros" (Santiago 4:7-8). Todos los placeres y todos los poderes ofrecidos a ti en el camino del pecado destruirán tu placer a largo plazo y te robará de todo el poder al final. Pero si te resistes y te acercas a Dios, Él vendrá a ti en el poder del Espíritu Santo y todo lo que tú creas que has renunciado te será devuelto un ciento por ciento. Fuiste creado para Dios y nada se puede comparar con el estar lleno del poder de su Espíritu. <br />
<br />
'''A la ofensiva para liberar a los cautivos'''<br />
<br />
Así que Jesús regresa como David, después de haber obligado al Goliat de Satanás en el desierto, y ahora está listo para ir a la ofensiva y derrotar a los Filisteos y liberar a los cautivos. Él podría haber elegido otros textos para leer en Nazaret. Pero Él elige Isaías 61:1-2 para mostrar que viene con el poder del Espíritu Santo. Versículo 18: "El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres." Su misión es aún más relevante para nosotros, porque el mismo Espíritu que lo lleva a la batalla, también se nos ha dado. En el desierto, Jesús luchó a la defensa con el poder del Espíritu Santo. En la sinagoga de Nazaret Él toma la ofensa con el poder del Espíritu Santo. Él suena la trompeta para la batalla y nos llama a salir de las trincheras para luchar a su lado con el arma del Evangelio<br />
<br />
====Cuatro frentes de batalla importantes para la iglesia de hoy ====<br />
<br />
Hace dos semanas, Noël y yo tomamos parte de nuestro día libre para inspeccionar el campo de las computadoras personales, y nos dimos cuenta de lo fácil que es fascinarse con las máquinas hechas por el hombre y como nuestra percepción de la realidad espiritual se nubla. Bueno, el pasado jueves tuvimos la experiencia opuesta. Pasamos cerca de seis horas con Leighton Ford y Gottfried Osei-Mensa, informándonos acerca de la labor que está realizando el Lausanne Committee for World Evangelization. El Señor es bueno: si permite un día libre para oscurecer nuestra visión de la violenta guerra espiritual a nuestro alrededor con el fin de humillarnos y darnos alguna empatía con aquellos que luchan con la ilusión de secularismo generalizado, nos da otro día para disipar la bruma y aclarar las horribles escenas de la masacre en el campo de batalla. Leighton Ford considera que existen cuatro frentes de batalla importantes donde la incredulidad, el pecado y la miseria deben ser peleadas por la iglesia de Cristo en las próximas décadas. <br />
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'''1. Los centros urbanos''' <br />
<br />
Para el año 2000, en 16 años, el Population Reference Bureau estima que el 51% de la población mundial vivirá en grandes ciudades. Se prevé que la Ciudad de México superará los 31 millones de personas en ese momento. Ya cuenta con una población menor de 14 años, mayor que la población de Nueva York. Las ciudades deben ser un frente importante en nuestra estrategia global. Como iglesia en la ciudad, tenemos una responsabilidad mayor que otros para combatir en este frente y para entrenar a otros también.<br />
<br />
'''2. Islam''' <br />
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Islam será un reto mayor que el Marxismo. El único entusiasmo popular por el Marxismo, dice Ford, es donde el pueblo no ha vivido bajo su yugo. Pero el Islam tiene 750 millones de fieles en 152 países con una demanda creciente de extender su influencia. En la actualidad sólo hay unos 500 misioneros protestantes combatiendo en este frente de 750 millones de personas. Y si usted piensa que es imposible, oiga a esta promesa de Isaías 19:24-25, "En aquel día que Israel sea tercero con Egipto y Asiria, una bendición en medio de la tierra, a quien el Señor de los ejércitos ha bendecido, diciendo: 'Bendito sea mi pueblo Egipto, y el asirio, obra de mis manos. ' " <br />
<br />
'''3. El Occidente secular'''<br />
<br />
Ford ve la necesidad de re-evangelizar el Occidente secular. La amplia influencia que el Cristianismo tenía en este país se derrumbó en un período de tiempo sorprendentemente corto históricamente hablando. Nunca fuimos una nación cristiana, pero no fue hace tanto tiempo que la presencia evangélica en el país influyó significativamente en casi todas nuestras instituciones, patrones de pensamiento y concepciones del mundo. ¡Qué vergüenza el evangelizar una cultura no realizada en dos tercios del mundo sólo para ver el colapso hacia secularismo en medio siglo, porque no sabemos lo que salió mal en casa. La revitalización de la Iglesia occidental y la re-evangelización del hombre occidental secular son un frente crucial en la estrategia global de la iglesia. <br />
<br />
'''4. Los pobres'''<br />
<br />
El cuarto gran frente de batalla para la iglesia en el futuro son los pobres. Podemos objetar sobre si hay hambre en América, pero no hay duda acerca de otras partes del mundo. Leighton Ford informó que 150 millones de personas en África en la actualidad se encuentran al borde de la inanición. Él dijo que la comida es tan escasa en Ghana, donde hay cuatro veces más cristianos que musulmanes, que usted no puede incluso ir a menos que usted traiga su propia comida. Las vidas de millones dependen de las nubes, ¿lloverá? <br />
<br />
===="El peregrino cristiano " ====<br />
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Entonces, después de seis horas con Leighton Ford y Gottfried Osei-Mensa, más tarde esa noche, cuando los chicos estaban en la cama, Noël y yo leímos un sermón de Jonathan Edwards predicado en 1733 titulado "El peregrino cristiano." En él decía: "Debemos desear el cielo más de las comodidades y placeres de esta vida... Nuestros corazones deben ser no apegados a estas cosas, como la de un viajero... Estas cosas sólo se nos prestan por un tiempo, para servir en un momento presente, pero debemos poner nuestro corazón con miras al cielo, como nuestra herencia para siempre "(Works, vol. 2, p. 243). Así que cuando el jueves pasado había terminado, mi corazón le decía al Señor: Yo sé que mi vida aquí en este viaje es muy corto comparado con la eternidad, yo sé que este mundo es el campo de batalla de una masacre indescriptible mientras la incredulidad y el pecado envían a la gente en temporal y perpetua miseria; sé que hay incomparable gloria y gozo prometido a los que van a sufrir con Cristo en la guerra del evangelio (Romanos 8:17 ss), y sé, Oh Dios mío, qué soy propenso a retirarme del campo de batalla para tratar de tener la disposición de los cielos ahora sin el seguimiento de Cristo en combate. Protégeme de esta locura; mantén mi mente despierta a la eternidad, dame la compasión de Cristo; emocióname con la aventura del combate cósmico con el poder del Espíritu Santo, ponme a la ofensiva con Jesús, y dame la resistencia en la lucha hasta que Él venga o hasta que Él muera. <br />
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====Dos mal interpretaciones de las palabras de Jesús ====<br />
<br />
Lucas 4:18-19 nos da nuestra misión. Jesús vino con buenas nuevas para los pobres. En concreto: ''la liberación a los cautivos, recobrar la vista a los ciegos y la liberación de los oprimidos''. Este texto está sujeto a dos mal interpretaciones desde el principio.<br />
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'''1. Limitar la pobreza a las circunstancia físicas y sociales'''<br />
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La primera es la mal interpretación que limita a los pobres, los cautivos, los oprimidos y a los ciegos a las circunstancias físicas y sociales. Pero Jesús dijo en Apocalipsis 3:17, a la iglesia de Laodicea, "Tú dices: 'Yo soy rico, me he enriquecido, y no necesito nada', sin saber que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo." El americano arrogante, satisfecho de sí mismo y rico es absolutamente pobre y miserable a los ojos de Dios, y debería ser en nuestro punto de vista. La mayoría de ustedes trabajan con esas personas y que sus corazones debe tener pena por ellos al igual que Jesús lo hizo para con Zaqueo. <br />
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'''2. No hacer ningún esfuerzo para aliviar la pobreza física y social''' <br />
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Pero la otra mal interpretación de este texto es para decir lo que digo, y luego sentarse y pensar que estamos siguiendo a Jesús cuando nos sentimos no compasión y tomamos ninguna acción en nombre de las personas que son ''materialmente'' pobres y hambrientos, que son cautivos injustamente detrás de visibles rejas de hierro, quienes se encuentran ''físicamente'' afectados por enfermedades como la ceguera, y que están oprimidos por despiadados y ''poderosos intermediarios''. Debemos ser una Iglesia que no cometemos estos dos errores. Debemos sentir compasión por los ricos que se traen la miseria eterna para sí mismos a través de la esclavitud a la comodidad, y debemos sentir compasión por los pobres que son aplastados por las circunstancias actuales, además de su difícil situación perpetua.<br />
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====Trabajando por los cautivos, ciegos y oprimidos ====<br />
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Veamos algunos ejemplos de cada una de estas tres categorías de cautivos, ciegos y oprimidos. Declaremos, razonablemente y sin vergüenza, que lo mayor y más afectuoso que podemos hacer por cualquiera es que se le libere de la cautividad del ''pecado'' (Romanos 6:22-23), sanarle de la ceguera de la incredulidad (Hechos 26:17 ss.; 2 Corintios 4:4), y ponerle en libertad de la opresión de ''Satanás'' (2 Timoteo 2:26). Los esfuerzos por la mejora social que ignoren este gran objetivo será visto por los pobres en el infierno como una forma horrible de mala practica eclesiástica. <br />
<br />
Es cierto que cuando una persona se convierte en un seguidor de Jesús, su vida cambia. Pero también es cierto que la forma en que atraemos gente a la grandeza de Cristo incluye hacer las grandes cosas que le enviaron a hacer. Un testigo verbal al valor de Jesucristo sin una vida de compromiso fundamental a las cosas que él representaba producirá conversos que son copias fieles de nuestra cultura derrumbada. Por lo tanto, estilos de vida simples en nombre del amor son esenciales si queremos hacer verdaderos discípulos. <br />
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'''Los cautivos'''<br />
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En concreto, para seguir a Jesús al proclamar la ''liberación de los cautivos,'' debemos movilizarnos a ayudar a la gente a liberarse de la cautividad de alcohol, las drogas, la pornografía, la homosexualidad y la gula. Tendría que dolernos ver a criaturas hechas por Dios ser subyugadas por una potencia extranjera. Nuestro entusiasmo por la gloria de Dios nos debe apasionar para recuperar a su legítimo soberano. <br />
<br />
Hay otros tipos de cautivos que los seguidores de Jesús deben defender. Un editorial en el periódico ''Tribune'' del viernes, dijo, "Cientos de personas están bajo arresto o desaparecidos, [en El Salvador]. Toda la prensa independiente y la televisión han sido destruidas por el ejército y la oligarquía. Lo que queda de la prensa está controlada por la extrema derecha y las fuerzas armadas." Ya sea que piense que las elecciones en El Salvador de hoy son una farsa o no, el caso es éste: hay gobiernos de derechas y de izquierdas en este mundo que encarcelan y eliminan a personas en formas que nos enfurecería si se le aplicase a nuestra propia familia. La aplicación global de la regla de oro significa que tenemos que hablar en contra de las fuerzas que usurpan el lugar de Dios. <br />
<br />
Martin Niemöller murió hace tres semanas a la edad de 92 años. Él era un pastor alemán, que sobrevivió a un campo de concentración de Dachau. Él dijo una vez: "En Alemania llegaron primero por los comunistas, y yo no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada porque yo no era un judío. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos, y yo no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie para hablar "(''Christian Century'', 21 a 28 marzo 1984, p. 296).<br />
<br />
'''Ciego'''<br />
<br />
Pero los seguidores de Jesús orarán, hablarán y trabajarán no sólo en contra del cautiverio injusto, sino también en contra de las enfermedad. Muchos se convertiran en doctores y enfermeras y se darán ellos mismos sobre todo donde haya mucha miseria y poca medicina. Otros de ustedes visitarán a los enfermos y les llevarán consuelo y fuerza. Otros buscarán el don de la fe y la curación al orar por milagros de recuperación. Pero nadie que sigue a Jesús, será indiferente a la invalidez y la enfermedad. Libremente hemos recibido nuestra salud, libremente demos. <br />
<br />
'''Oprimido''' <br />
<br />
Por último, seguimos a Jesús en el establecimiento de la libertad a los oprimidos, los que son impotentes y maltratados por personas crueles. La Biblia está plagada de referencias a huérfanos, viudas y extranjeros. Por lo tanto, me alegra el corazón para ver qué tanta adopción y crianza de los hijos adoptivos está ocurriendo en Belén, y como los jóvenes y los viejos están uniendo las manos con Rollin y otros para visitar y cuidar a nuestros cautivos, y como Phaitoon está formando casa-iglesias para los asiáticos y otros están planeando nuevas clases de Inglés. Me alegré de que hayamos gastado 15.000 dólares para hacer que nuestra iglesia sea más accesible a los minusválidos. Me alegré de que muchos de ustedes asistieran a sus asambleas la semana pasada y apoyaron las resoluciones en nombre de la minoría más oprimida y desfavorecida en los Estados Unidos—los no nacidos. <br />
<br />
Cuando el Espíritu del Señor está sobre nosotros y nos unge para compartir en el ministerio de Jesús, vamos a orar, hablar y trabajar por la liberación de los cautivos, la recuperación de la vista a los ciegos, y la libertad de los oprimidos, siempre y cuando el año de gracia del Señor dure. Y luego vendrá el día de la venganza y el día de la recompensa. Las mesas se cambiarán. El camino estrecho y rocoso del Calvario se abrirá en interminables campos de hierba verde y espesa, riachuelos cristalinos, vientos frescos y cálido sol, amigos inestimables, perfecto estado de salud, y la presencia de Jesús, y momentánea y ligera aflicción dará paso a un eterno equilibro de gloria más allá de toda comparación</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Bienaventurados_los_misericordiososBienaventurados los misericordiosos2010-06-02T14:48:43Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Blessed Are the Merciful}} Hi Ana, Here is the page where you can upload your translation. Thanks so much for your help!! Blessings, Joya'</p>
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<div>{{info|Blessed Are the Merciful}}<br />
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Hi Ana,<br />
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Here is the page where you can upload your translation. Thanks so much for your help!!<br />
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Blessings,<br />
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Joya</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Una_Conversaci%C3%B3n_con_John_Piper_y_John_MacArthurUna Conversación con John Piper y John MacArthur2010-06-01T14:29:39Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|A Conversation with John Piper and John MacArthur}} ''Conferencia Nacional 2007'' Piper y MacArthur responden a Justin Taylor preguntas sobre sus vidas y ministerios. ...'</p>
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<div>{{info|A Conversation with John Piper and John MacArthur}}<br />
<br />
''Conferencia Nacional 2007''<br />
<br />
Piper y MacArthur responden a Justin Taylor preguntas sobre sus vidas y ministerios. Las preguntas incluyen:<br />
<br />
*¿Cuándo se enteraron de los ministerios de cada uno?<br />
*¿Como sus padres influyeron en sus ministerios? (3:56)<br />
*¿Ellos querían que ustedes fueran pastores? (9:38)<br />
*Si pudieran retroceder en el tiempo y conociendo lo que saben ahora, ¿Qué consejo se darían? (16:52)<br />
*¿Cómo manejan la alabanza y la crítica?<br />
*¿Cómo aconsejan a jóvenes ministros y misioneros cuando sus ministerios parecen infructuosos? (32:11)<br />
*¿Cuando se sienten desanimados a dónde acuden para fortalecimiento? (39:15)<br />
*¿Cuando termine su vida, cómo desearían ser recordados? (49:35)</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Dolencias_del_Cuerpo:_Sentimientos_de_AutosuficienciaDolencias del Cuerpo: Sentimientos de Autosuficiencia2010-05-27T15:55:39Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Body Pains: Feelings of Self-Sufficiency}} <blockquote>'''1 Corintios 12:21-27''' <br> “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pie...'</p>
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<div>{{info|Body Pains: Feelings of Self-Sufficiency}}<br />
<br />
<blockquote>'''1 Corintios 12:21-27'''<br />
<br><br />
“Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a estos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.”</blockquote><br />
<br />
Una de las evidencias de que Dios tiene un corazón amoroso de Padre hacia nosotros como iglesia después de la reunión de estrategia de toda la iglesia del miércoles pasado es que el designo este texto para esta mañana, y lo hizo en el pasado, en septiembre. El sabía el rumbo que iba a tomar la discusión, y El sabia lo que se iba a requerir. Esta decisión no fue mía. Fue de El. Y me hace sentir que nuestro Padre Celestial cuida de mí. Espero que tú también tengas la misma reacción. <br />
<br />
====¿Las palabras de Pablo se podrán aplicar a lo que paso el ultimo miércoles por la noche? ====<br />
<br />
Para aquellos de ustedes que no estuvieron aquí el miércoles, fue una reunión en la cual discutimos y votamos sobre si comprar o no un órgano de tubos. De las 217 personas que votaron, el 71% dijo si, el 29% dijo que no. Por alrededor de 50 minutos las personas de ambos bandos hicieron fila ante los tres micrófonos y explicaron porque si o porque no deberíamos de comprar un órgano de tubos. La discusión estuvo impregnada de fuerte emoción. Y las diferencias entre los dos bandos eran bastante marcadas. <br />
<br />
Una de las preguntas que esto nos plantea al llegar a este texto es esta: ¿las diferencias entre las personas a favor del órgano y aquellas en contra están en la categoría de las diferencias a las que Pablo hace referencia en este pasaje? Sabemos que no estaba hablando de órganos. Pero estaba hablando de diferencias entre gente. <br />
<br />
En el versículo 21 hay personas que se comparan a ojos y gente que se comparan a manos. Hay personas que se comparan a cabezas y otros que se comparan a pies. En el versículo 22 hay personas que “parecen ser más débiles”. Y en el versículo 23 hay personas que tienen una apariencia menos honorable, y no se refiere a deshonra por el pecado, pero a que tienen menos importancia, o distinción, o podríamos decir, menos llamativo o destacado. <br />
<br />
Así que parecería que la categoría de diferencias abarcaría distinciones no relacionadas con el pecado que fácilmente podrían ser percibidas como debilidades o fortalezas, o de alguna manera más o menos adecuado para el ministerio entre el publico. Podrían incluir dones espirituales que son espectaculares o más ordinarios. Podrían incluir diferentes énfasis y perspectivas diferentes y enfoques diferentes. <br />
<br />
El punto no es que no existe pecado en las actitudes y opiniones de ambos bandos. Existe suficiente pecado para mantenernos a todos con un espíritu de penitencia ante la cruz. El punto es que las posiciones que han adoptado ambos bandos en este asunto, creo yo, no tienen que implicar que haya pecado, y entre tanto que no sea así, estas diferencias son de las que nos habla Pablo aquí. <br />
<br />
====Una Advertencia Negativa y un Mandamiento Positivo ====<br />
<br />
Y de esta manera es enormemente relevante para nosotros escuchar a Pablo amonestarnos en este texto para que tengamos cuidado de la tentación al salir de la junta del miércoles pasado y que recibamos con los brazos abiertos una virtud en lugar de esa tentación. Déjenme tomar estas dos opciones una por una. Una es negativa-no hagas algo, no cedas ante una muy fuerte tentación al salir de esa junta. La otra es positiva, haz algo. No seas vencido por el mal, pero vence el mal con el bien. <br />
<br />
'''La Advertencia Negativa: No Digas, “No los necesito” '''<br />
<br />
Primero, la advertencia: No salgas de la junta hablando de la gente del otro bando, diciendo “quisiera que no estuvieran aquí” y “no los necesito”. Versículo 21: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.” <br />
<br />
Esto significa que el decir “Yo no necesito esa clase de persona y no necesito esa clase de opiniones” seria una muestra de inmadurez personal, histórica y bíblica. Eso seria tomar la salida fácil. No seria hacer lo correcto, lo mas moral. <br />
<br />
Yo pensaría, que si hicieran una encuesta, ambos bandos de este asunto considerarían al otro como el bando débil. Es por eso que están del lado del bando que han escogido. Por ejemplo, aquellos en contra de comprar un órgano puede que piensen que los otros son débiles en no entender las realidades económicas, sociales, globales, urbanas de las misiones y sus necesidades, que deberían de ser las prioridades de nuestro ministerio en las próximas décadas. Y aquellos a favor de comprar el órgano, consideran débiles al otro bando, al creer que ellos no son capaces de entender la dinámica que se da en la adoración y el lugar histórico que tienen las artes en la vida del espíritu. <br />
<br />
Ahora. Pablo dice en el versículo 22, “Antes bien [es decir, en contra de decir “No tengo necesidad de ti”], los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios.” Eso es hablar de una manera cuidadosa. Pablo dice que “parecen” ser más débil. Deja abierta la discusión de si lo son o no. Podría ser que no lo son. Pero parecen estar de un lado u otro. Y nos dice que si a ti te parecen ser más débiles, son, sin embargo, necesarios. No opcionales, sino necesarios. No meramente útiles, pero necesarios. No solo quizás una parte necesaria del cuerpo, pero FORZOSAMENTE una parte necesaria del cuerpo. <br />
<br />
Esa es la advertencia. Cuidado con la tentación de sentir y pensar que ese tipo de personas no son necesarias aquí. Ahora con esto, no estoy diciendo que cada palabra que sale de ambos bandos tiene que ser aprobada. Lo que quiero decir es que muchas de las palabras de ambos bandos son verdaderas y cualquiera que se rehúsa a escuchar y tomar con seriedad esas palabras será en verdad el más débil por hacer eso. Por lo tanto, creo que puede decir basado en el versículo 22 que es necesario que esta iglesia escuche a Joe Lehn y a Philemon Yong, Jeff Swanson y a Patti Larson, a Kurt Swanson y a David Laurion, Kevin Mason y a John Turner. Ninguna de estas voces son innecesarias y no se anulan unas a otras. <br />
<br />
Será una prueba de nuestra madurez y nuestra fe en creer que cada uno de nosotros es necesario, y actuar conforme a esto. <br />
<br />
'''El Mandato Positivo: “Cuídense El Uno al Otro” '''<br />
<br />
Y la manera de actuar conforme a eso se describe en el otro punto que mencione antes-la respuesta positiva a las diferencias. No solo la advertencia: No digas, “No tengo necesidad de ti”, pero también la exhortación: “Cuídense uno al otro.” Los versículos 24b-25, “Pero Dios ordeno el cuerpo [aquí esta de nuevo, al igual que la semana pasada en el versículo 18, y la anterior a esa en el versículo 11]- Dios ordeno el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.” <br />
<br />
Noten lo que dice el versículo 25 sobre lo que es lo opuesto a la división. Pudo haber dicho, “Para que no haya desavenencia en el cuerpo, pero mas bien ideas unificadas sobre cosas como los órganos.” Pero no dijo eso. El dijo, “Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino [aquí sigue lo opuesto a la división] que los miembros todos se preocupen los unos por los otros”. <br />
Así que el mandato positivo para nosotros del Señor con respecto a lo que sucedió el miércoles en la noche es: sea cual sean tus diferencias con otra persona sobre el tema del órgano, preocúpate por esa persona. Muestra preocupación por esa persona. Ama a esa persona. <br />
<br />
Si somos llamados a amar a nuestros enemigos fuera de la iglesia (Mateo 5:43-48) con quienes tenemos una diferencia miles de veces mas seria que esta, cuanto mas debemos amar a otro hijo de Dios. <br />
<br />
====La Conclusión ====<br />
<br />
Esas son, entonces, las dos palabras de Dios para nosotros esta mañana. Primero, que ninguno de nosotros diga, no necesito escuchar a personas del otro bando. No necesito relacionarme con ellos. Resista ese pensamiento. Aleja y resiste ese pensamiento. Ponla fuera de tu mente. Ora en contra de ella. Predica en contra de ella. <br />
Y segundo, aun cuando no sintamos lo mismo en el corazón por un órgano, vamos a tener un mismo corazón el uno por el otro. <br />
Y la conclusión otra vez mas es esta: Versículo 24-Dios fue quien formo el cuerpo. Esto no significa que no podemos discutir y persuadir, como si esto ofendiera a Dios. Significa que si una persona es un Cristiano y esta en su cuerpo, tenemos que considerar la pasmosa verdad de que Dios esta en esa persona y que lo esta usando ahora mismo tal y como es, de una manera imperfecta, pero necesaria para el bien común de esta iglesia. <br />
<br />
====Convicciones de Nivel Uno y Nivel Dos ====<br />
<br />
Para cerrar, quiero poner el desacuerdo sobre un órgano en su propia perspectiva por medio de contarles los fundamentos primarios de culto de nivel uno y dos aquí en la iglesia Bethlehem. Estas son cosas que mantienen unidos a los que lideran y definen el futuro de nuestra experiencia corporativa. Cuando digo “nivel uno”, me refiero a convicciones que no son negociables para mi, y cuando digo “nivel dos”, me refiero a convicciones mas negociables. <br />
<br />
'''Convicciones de Primer Nivel ''' <br />
<br />
#Centrados en Dios con alegría. Nosotros le damos una gran prioridad al enfoque vertical de nuestro servicio dominical por las mañanas. Nuestro objetivo último es experimentar a Dios de tal manera, que sea glorificado en nuestro cariño hacia El. Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en El. <br />
#Esperando la poderosa presencia de Dios. No solo nos dirigimos hacia Dios. Buscamos con toda nuestra alma que El se nos acerque a nosotros de acuerdo a la promesa de Santiago 4:8. Nosotros creemos que en la alabanza Dios se nos acerca en poder, y se nos revela.<br />
#Basados en la Biblia y saturados de la Biblia. El contenido de nuestro canto y nuestras oraciones y nuestra bienvenida y nuestra predicación y poesía siempre deberá ajustarse a la verdad de la Escritura. El contenido de la Palabra de Dios estará entretejido en todo lo que hacemos en adoración y será nuestra única autoridad infalible bajo Dios.<br />
#Combinando la cabeza y el corazón. Nuestra adoración tiene como meta encender y llevar emociones profundas, fuertes y reales hacia Dios, pero no a expensas de manipular las emociones de la gente al dejar de hacer un llamamiento al pensamiento claro sobre cosas espirituales basados en experiencias que se pueden compartir que están fuera de nosotros. <br />
#Con seriedad e intensidad. Buscaremos evitar un ambiente trillado, poco serio, superficial y frívolo, sino que al contrario, trataremos de ser un ejemplo de reverencia y pasión y asombro. Comunicación autentica. Renunciamos de manera total todo fingimiento y engaño e hipocresía y fingimiento y afectación y asumiendo posturas y demostraciones de poder. Nos esforzaremos por nunca crear un ambiente de representación oratoria o una mera demostración artística, y en su lugar buscaremos un ambiente de un encuentro personal radical con Dios y con la verdad. <br />
#La manifestación del Espíritu y el bien común. Anticipamos y esperamos y oramos (de acuerdo a I de Corintios 12:7) que nuestro enfoque en la manifestación de Dios es bueno para la gente, y que por lo tanto un espíritu de amor de uno para otro no solo no es incompatible, sino necesario para una adoración autentica. <br />
<br />
'''Convicciones de Segundo Nivel''' <br />
<br />
#Una excelencia que no distrae. Trataremos de cantar y tocar y orar y predicar de tal manera que la atención de la gente no se desviara de la esencia o sustancia por culpa de una ministración de mala calidad ni por una finura excesiva o sofisticada. La excelencia que no distrae, natural, permitirá que lo que destaque sea la verdad y la belleza de Dios.<br />
#La mezcla de música histórica y contemporánea. Jesús les dijo, “Por eso todo escriba doctor en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”. (Mateo 13:52) <br />
<br />
====Resumen====<br />
<br />
*No digamos, “no tengo necesidad de ti”. <br />
*Tengamos el mismo cuidado y preocupación uno para con el otro.<br />
*Busquemos nuestra unidad en la alabanza alrededor de estas verdades primordiales. <br />
*Y pongamos nuestra fe en Dios quien forma el cuerpo como El quiere.</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Zwingli_y_Ustedes_Juntos_la_Pr%C3%B3xima_SemanaZwingli y Ustedes Juntos la Próxima Semana2010-05-27T15:22:21Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Zwingli and You Next Week}} En 1982 celebramos el aniversario 800 de San Francis. En 1983 el cumpleaños 500 de Martín Lutero y en el presente año el aniversario 500 ...'</p>
<hr />
<div>{{info|Zwingli and You Next Week}}<br />
<br />
En 1982 celebramos el aniversario 800 de San Francis. En 1983 el cumpleaños 500 de Martín Lutero y en el presente año el aniversario 500 de Ulrich Zwingli.<br />
<br />
Zwingli nació en Wildhaus, Suiza, en enero 1 de 1484, siete semanas después del nacimiento de Martín Lutero. Nosotros como Bautistas le debemos a él inmensamente más que a Lutero cuando de la doctrina de la Cena del Señor se trata. El próximo jueves tomaremos la comunión más conmovedora del año – la comunión del Jueves Santo. Quizás Zwingli pueda ayudarte en la preparación.<br />
<br />
Zwingli estudió su B.A.y M.A. en Basel, Suiza y luego sirvió como vicario en Glarus desde 1506 a 1516. Durante este tiempo su amistad con Erasmus influyó en su pasión por la Biblia Griega y Hebrea. En 1516 se convirtió en capellán de los peregrinos en el Monasterio Benedictino en Einsiedeln. Fue allí donde el copió a mano e hizo anotaciones en Griego de las cartas de Pablo. Con respecto a este año Zwingli escribió, “Comencé a predicar el Evangelio de Cristo en el año 1516, antes de que ningún hombre en nuestra región haya escuchado el nombre de Lutero”.<br />
<br />
El 1 de enero de 1519 en su cumpleaños 35, Zwingli fue llamado a servir al Gran Ministerio en Zurich. Fue desde aquí que trajo la reforma a Suiza. Se casó con Anna Reinhart en 1522. En 1523 preparó los ''Artículos Sesenta y Siete'', en los cuales desmanteló la religión medieval, incluyendo al papa, la misa, las órdenes monásticas, el celibato del clero, la penitencia y el purgatorio. En el verano de 1524 Zwingli dirigió al clero y artesanos a las iglesias a fin de quitar las reliquias e imágenes, blanquear las pinturas y decoraciones y silenciar a los órganos. Por 1529 cuando Lutero y Zwingli se reunieron en Marburg para discutir sobre el significado de la Cena del Señor, Zwingli fue mucho más allá que Lutero en apartarse de la visión Católica de la misa como la representación del sacrificio de Cristo y la transformación del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo. La Reforma Suiza y Alemana no pudieron unirse debido a cuatro pequeñas palabras: “Este es mi cuerpo”, lo que dijo Jesús en la Última Cena.<br />
<br />
Lutero discutió sobre la real presencia del cuerpo de Cristo en y a través del pan. Zwingli insistió que la ascensión de Cristo significaba que su cuerpo físico estaba a la diestra de Dios en el cielo. “Este es mi cuerpo” quiere decir “esto significa mi cuerpo”. <br />
<br />
Zwingli concibió la Cena del Señor como la contemplación del misterio en el Calvario. Escribió, <br />
<br />
<blockquote>Creo que en la santa cena de la eucaristía, el cuerpo verdadero de Cristo está presente en la mente del creyente; es decir que aquellos que agradecen al Señor por los beneficios recibidos en nombre de su Hijo, reconocen que se convirtió en carne verdadera, que realmente sufrió allí y nos liberó de nuestros pecados a través de su sangre. Así, de este modo, todo lo realizado por Cristo se vuelve verdadero en sus mentes creyentes.</blockquote><br />
<br />
Espero que esta sea nuestra experiencia juntos, el Jueves Santo a las 7:45 pm. Contemplando el Calvario con ustedes.<br />
<br />
Pastor John</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Recibiendo_a_los_Ni%C3%B1os_en_Nombre_de_Jes%C3%BAsRecibiendo a los Niños en Nombre de Jesús2010-05-26T20:23:26Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Receiving Children in Jesus' Name}} <blockquote>'''Marcos 9:33-37''' <br> Y llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el cam...'</p>
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<div>{{info|Receiving Children in Jesus' Name}}<br />
<br />
<blockquote>'''Marcos 9:33-37'''<br />
<br><br />
Y llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino? Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor. Sentándose, llamó a los doce y les dijo: “Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos.” Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos les dijo, “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me envió.” </blockquote><br />
<br />
====Niños Heridos y Necesitados de Todo el Mundo====<br />
<br />
Si quitamos el dolor y el genocidio del aborto (lo que hizo esta conferencia), la estadística de la misma es bastante dolorosa. Catorce millones de niños que nacen, cada año mueren antes de cumplir los cinco años. Si pudiéramos poner un rostro en cada uno de esos niños y escuchar la respiración y los gritos y sentir el silencio final, un océano de dolor llenaría al mundo. Yo siempre me maravillo ante el profundo asombro emocional y la complejidad de Dios que le permite identificarse con el dolor de millones y millones de padres todo el tiempo, y aún así regocijarse con aquellos que se regocijan en Él.<br />
<br />
'''Pobreza, Enfermedad, y Muerte Antes de los 5 Años'''<br />
<br />
De estos catorce millones, casi diez millones mueren por cinco condiciones: aproximadamente cinco millones mueren de diarrea; casi tres millones de sarampión, tétano, y tosferina; y como dos millones de infecciones respiratorias, especialmente de neumonía. La mayor parte de estas vidas podrías salvarse con simple Terapia de Rehidratación Oral para la diarrea; una inyección de cinco dólares para el sarampión, tétano y tosferina; y un antibiótico de $0.50 para los problemas respiratorios.<br />
<br />
Pero por supuesto la gran mayoría de estos niños se encuentran en la terrible pobreza, lejos de la bendición médica de la que nosotros gozamos. Cerca de 800,000,000 personas viven en la absoluta pobreza. De éstas, 70,000,000 están en el umbral de la inanición. Otras 400,000,000 consumen menos de la “dieta mínima crítica”. La mitad de los niños en absoluta pobreza no viven para tener 5 años. Casi 100 millones de niños siempre están con hambre. Tengan en mente que aproximadamente 195,000 de estos pobres son Cristianos profesos. Incluso si Jesús no hubiera dicho cosas tan impresionantes como las que leemos en este texto, los niños deberían ser nuestro mayor preocupación, debido a que el 30% de seis y medio billones de personas en el mundo tienen menos de 15 años. Existen al menos 90 países donde aproximadamente el 40% de la población son menores de 15 años y, varios países como Kenya y Zimbabwe donde casi la mitad de la población tiene menos de 15 años.<br />
<br />
'''Víctimas de la Violencia Extranjera'''<br />
<br />
Cada vez más estos niños no son sólo las víctimas de desnutrición y enfermedades e inanición, sino también de la violencia. Permítanme hacer esto penosamente vívido con una cita de una carta que recibí la semana pasada de Robert Seiple, presidente de World Vision.<br />
<br />
<blockquote>Uno de nuestros niños apadrinados, de 14 años de edad que vive en West Bank, fue capturado por 16 soldados israelíes cuando estaba escribiendo un graffiti en la pared. Los soldados los pusieron contra la pared, y uno de ellos le disparó cuatro veces en el ojo. Cuando estuvo en el piso, aún con vida, fue salvajemente golpeado por casi una hora. Durante ese tiempo fue obligado a meter el dedo en su herida y borrar el graffiti con su propia sangre. Luego fue atado y arrastrado por las calles del pueblo; finalmente tirado en el balde de un jeep, y violentamente tirado en un hospital local. Milagrosamente él vivió. Trágicamente este incidente no es atípico. Todo este drama fue observado por un Norteamericano y fue recogido por los periódicos occidentales.</blockquote><br />
<br />
'''Víctimas de la Violencia en Norteamérica'''<br />
<br />
El punto no es criticar otras naciones o decir que las atrocidades únicamente suceden a niños en regiones devastadas por la guerra. Norteamérica es uno de los más violentos países del mundo para los niños. No solo que se mata anualmente a millón y medio de niños antes de nacer, sino que el 22% de los niños en Norteamérica viven en la pobreza, una de cada cuatro niñas menores a 18 años ha sido sexualmente abusada por alguna persona cercana, posiblemente tanto como el 30% de retardos mentales se deban al síndrome de alcoholismo fetal; un estudio de 36 hospitales mostró que el 10% de madres en estado de gestación usaron drogas ilegales durante el embarazo; y 89% de profesores de colegio encuestados reportaron que el abuso y descuido de niños son un problema en su educación. El hogar norteamericano es cada vez más un lugar inseguro para los niños. Y existe un lugar mejor. La familia es el legado de Dios.<br />
<br />
====La Palabra de Jesús sobre los Niños====<br />
<br />
Ahora permítanme mencionar a cambio la Palabra del Señor Jesús – la Palabra que tiene absoluta autoridad sobre todos los Cristianos y nos muestra cómo pasar nuestras cortas vidas de la manera más gratificante, y nos conduce a la raíz del por qué tantos niños sufren de abandono y abuso.<br />
<br />
En nuestro texto Jesús dice dos muy poderosas consideraciones que transformarán la manera en que nos relacionamos con los niños. Y en estas dos consideraciones, uno en el versículo 35 y el otro en el versículo 37, Jesús nos muestra a un niño real. Escuchemos estos dos versículos que Jesús dice y miren cómo se relacionan con los niños.<br />
<br />
====El Camino hacia la Verdadera Grandeza====<br />
<br />
La primera cosa que Jesús dice es en respuesta al hecho de que los discípulos estaban discutiendo quién de ellos era el mejor. Verso 34: “Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor.” A esto Jesús respondió con su primera palabra (verso 35): “Sentándose, llamó a los doce y les dijo: “Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos.”<br />
<br />
'''Él No Destruye el Camino a la Grandeza'''<br />
<br />
Lo que hace Jesús aquí es muy profundo. El reconoce en la búsqueda de grandeza de sus discípulos una buena cosa que se ha convertido en fea y distorsionada por el pecado. Y en lugar de destruirla, él muestra el camino por el cual lo distorsionado y feo de la búsqueda de grandeza será radicalmente transformado en algo bello.<br />
<br />
En ninguna parte Jesús critica a la persona por buscar la verdadera grandeza o la verdadera importancia. Yo pienso que eso se debe a que él nos creó para ser grandes e importantes - llegar al final de nuestras vidas y sentir que fueron fructíferas y satisfactorias. Pero que es lo que le ha pasado a este Dios que da anhelos para grandeza, es que ha sido corrompido por el pecado en dos maneras:<br />
<br />
#ha sido corrompido en un anhelo de no ser grande, pero de ser conocido como grande; y<br />
#ha sido corrompido en un anhelo de no ser grande, pero de ser más grande que alguien más. <br />
<br />
En otras palabras, el gozo de la verdadera grandeza ha sido pervertido por el pecado en el placer carnal al que nosotros los pecadores llegamos cuando otros nos alaban y cuando pensamos que somos más grandes que otros. Jesús ve esto en sus discípulos y en lugar de destruir el todo distorsionado, él muestra el camino por el cual será radicalmente transformado en algo hermoso.<br />
<br />
'''Radicalmente Transforma la Búsqueda de Grandeza'''<br />
<br />
Nos indica que la verdadera grandeza no desea ser la primera mientras otros son segundos y terceros y cuartos, pues la verdadera grandeza es el deseo de ser el último. Y la verdadera grandeza no te posiciona para que otros te alaben, ya que la verdadera grandeza te ubica en una posición para servir a cualquiera – el ser una bendición para todos cuantos sea posible.<br />
<br />
Por tanto, Jesús no condena la búsqueda de grandeza. Él radicalmente la transforma. Ve y búscala, dice Él. Pero el camino está abajo, no arriba.<br />
<br />
Analicemos los pastores, por ejemplo: la verdadera medida de la grandeza no es cuántas personas vienen a su iglesia, o cuántos libros han escrito, o cuántas conferencias han dado, o cuántas estaciones de radio transmiten su programa. ¿La verdadera medida de su grandeza es hasta qué grado han podido alcanzar la crucifixión de la exaltación propia? ¿Cuánto deseo sincero de servir a los demás ha existido? ¿Cuánta buena voluntad y disposición ha existido de no engrandecerse mientras otros crecen?<br />
<br />
Tengan cuidado cómo miden la grandeza en los servidores del Señor. Pablo dijo, “Por tanto, no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios”. (1 Corintios 4:5; cf. Romanos 2:29).<br />
<br />
'''Los Niños están entre “Todos” a los que Somos Llamados a Servir'''<br />
<br />
Esto es lo primero que Jesús indicó en su texto. “Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos.” Y luego de decir lo segundo tomó a un niño y lo puso dentro del círculo de apóstoles. Versículo 36: “Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos....”. Primero coloca al niño en medio del grupo, y luego toma al niño en sus brazos.<br />
<br />
¿Por qué hizo esto? ¿Qué relación tiene esta acción con la enseñanza de la verdadera grandeza que Jesús indicó a los doce en el versículo 35?<br />
<br />
El punto está tan claro que Jesús no lo tiene que decir. El caso es que los niños están entre los “todos” del versículo 35: “Debes ser el servidor de todos…” Por ejemplo, aquí está un niño. Estoy tomando a este niño en mis brazos para mostrarte que si tú fueras grande, si tú fueras el primero, tú debes ser servidor de niños. No debes ver hacia abajo o despreciar a los niños. No debes decir que esto es simplemente trabajo de mujeres. Si tú fueras grande no descartarías hacer trabajo de guardería; rezarías fervorosamente en enseñar a los niños de la escuela primaria; pensarías sobre guiar clubs de niños y niñas; te involucrarías en la lucha para vencer el asesinato de niños.<br />
<br />
'''¿Por Qué Incluir a los Niños?'''<br />
<br />
¿Por qué Jesús ilustra con un niño su punto de servir? La discusión no fue sobre los niños. ¿Por qué Jesús los incluye?<br />
<br />
La respuesta es que no existe recompensa política en servir a los niños: ellos no votan. Ellos no dan discursos de cuán grande es tu ayuda. De hecho, reciben tus cuidados. No hacen mucho del hecho que tú des tu vida para ellos. Y entonces, los niños demuestran, más claramente que ningún otro tipo de persona, si eres verdaderamente grande o no – si tu vives para servir o vives para ser alabado. (Cf. Lucas 14:13-14 de cómo los pobres, los lisiados, los cojos, y los ciegos también demuestran esto).<br />
<br />
====Recibir a los Niños en nombre de Jesús – Recibir a Dios====<br />
<br />
Ahora viene la segunda parte que Jesús dijo (versículo 37), y es completamente inesperada. Pudimos haber esperado que lo trate en el versículo 35 y aplicarlo a los niños. Algo como: “Aquí está un niño. La persona en nuestra sociedad que los hombres no sirven. La persona para quien los hombres no tienen tiempo. La persona que usted piensa que no merece su tiempo. Bueno, yo les estoy mostrando que los niños merecen su tiempo. Son importantes. Cuando tú recibes a uno de ellos y lo sirves, estás sirviendo a una persona tan valiosa como el emperador de Roma”.<br />
<br />
Pero esto no es lo que Jesús dijo. Jesús cambió toda la discusión del valor de los niños al valor de Dios. Esto es lo que es tan diferente de Jesús y de la Biblia – incluso para muchos de nuestros abogados cristianos de niños que escriben hoy. Jesús dijo: “Quien recibe a un niño en mi nombre, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí sino a quien me envió”.<br />
<br />
'''Dos Inesperados Elementos Cruciales sobre la Ayuda a los Niños''' <br />
<br />
Dos cosas son inesperadamente cruciales sobre la ayuda a los niños. Uno: ¿está realizado en nombre de Jesús? “Quien recibe a un niño en mi nombre… Satisfacer las necesidades de los niños de cualquier manera pero en el nombre de Jesús, no cumple con el deseo de Jesús. Y el segundo punto crucial en el cuidado de los niños es que lo hacemos con el deseo de experimentar más de Jesús y más del que lo envío, Dios el Padre. “Quien recibe a un niño en mi nombre, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí sino a quien me envió”.<br />
<br />
¿Por qué dijo esto? ¿Por qué llevó todo enfocándolo en Dios y al valor de recibir más de Dios? Ha deseado alguna vez decir a Jesús, “¡Acláralo! ¿Todo siempre debe ser teológico? La respuesta es sí, debe serlo. Para Jesús todo está relacionado con Dios, o está fundamentalmente distorsionado.<br />
<br />
'''¿Cómo Servir Mejor a los Niños y Por Qué?'''<br />
<br />
Y si alguien pregunta, ¿Y qué sobre los niños? No está usted supuestamente para servir a los niños porque son niños? Sin duda la respuesta de Jesús en este caso es esta: tu sirves mejor a un niño cuando tu recibes a un niño, lo cuidas y pasas tiempo con un niño y mantienes un niño NO en el nombre del niño, o en el nombre de la humanidad o en el nombre de la misericordia o en el nombre del futuro de Norteamérica, sino en nombre de Jesús, el Hijo del Dios viviente. Y sirves mejor a los niños cuando recibes a un niño no únicamente debido a que tu gozo está en el niño, sino primero y finalmente en Dios.<br />
<br />
¿Por qué es ésta la mejor manera de servir? Debido a que la más importante bendición que usted puede dar a un niño es el que Dios es satisfacción total en la vida. Y, créeme, esto es mejor vivirlo que enseñarlo. Y es por ello que debes servirlos de esta manera, debes guiarlos en este camino.<br />
<br />
====Colocando Juntas las Dos Declaraciones de Jesús====<br />
<br />
Ahora colocaremos juntas las dos declaraciones que Jesús dijo. En el versículo 35 el dijo: si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos (especialmente de los niños). Y en verso 37 el dijo: el que reciba a un niño en mi nombre, recibe a Dios. En otras palabras, cuando les pido que sirvan a todos, incluyendo a los niños, no los llamo a un auto-sacrificio heroico. Los llamo a que paren de perseguir a las burbujas de los elogios del hombre y empiecen a seguir a Dios. No reciban alabanzas por el servicio al hombre y empiecen recibiendo a Dios en servicio de los niños. ¿Qué es lo que tú quieres? ¿Deseas la alabanza fugaz del hombre mortal? ¿O deseas a Dios?</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Recibir_Burlas:_La_Esencia_de_la_Obra_de_Cristo,_No_de_la_de_MahomaRecibir Burlas: La Esencia de la Obra de Cristo, No de la de Mahoma2010-05-25T18:10:15Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|Being Mocked: The Essence of Christ's Work, Not Muhammad's}} La semana pasada observamos otra viva demostración en las presentaciones islámicas acerca de la caricatur...'</p>
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<div>{{info|Being Mocked: The Essence of Christ's Work, Not Muhammad's}}<br />
<br />
<br />
La semana pasada observamos otra viva demostración en las presentaciones islámicas acerca de la caricature danés de Mohammad de las diferencias entre Mohammad y Cristo y lo que significa ser seguidor de uno de ellos. No todos los musulmanes están de acuerdo con la violencia. Pero a raíz de esto permanece una lección penetrante: La obra de Mohammad se basa en ser honrado y la obra de Cristo es ser insultado. La cual produce dos distintas reacciones a la burla. <br />
<br />
En el mundo no habría salvación si Cristo no hubiese sido insultado. De esta manera fue su obra de salvar: ser insultado y morir para rescatar pecadores de la ira de Dios. En los salmos el camino de la burla ya se prometía: ¨Todo aquel que me ve se burla de mi; habla mal de mi y me niega¨ (Salmo 22:7). ¨Fue despistado y rechazado por las personas y algunos quienes inclusive escondían sus rostros de él, no lo estimamos¨ (Isaías 53:3). <br />
<br />
Cuando realmente sucedió fue aun peor de lo esperado. ¨Lo desnudaron, lo vistieron con trapos y colocaron una corona de espinas en su cabeza… Y se arrodillaban ante el y burlábase diciéndole: ¡aleluya al rey de los judíos! Al igual lo escupieron (Mateo 27:28-30). La respuesta de Cristo a todo esto fue paciencia de resistencia. A realizar este trabajo fue enviado. ¨Como un cordero que es enviado al matadero, y como una oveja antes de ser partida es silencioso, así que el no dijo nada (Isaías 53:7). <br />
<br />
Esto no era cierto de parte de Mohammad. Y por el otro lado los musulmanes no creen que esto es cierto de parte de Jesús. La mayoría de musulmanes se les ha enseñado que Jesús no fue crucificado. Un musulmán sunita escribió: ¨ Los musulmanes creen que Alah salvo al Mesías de la humillación de ser crucificado.¨ Otros agregan: ¨Nosotros los musulmanes honramos mas a Jesús que ustedes los cristianos… nos negamos a creer que Dios se va permitir sufrir hasta la muerte en la cruz.¨ Un impulso esencial de un musulmán es evadir la ¨humillación¨ de la cruz. <br />
<br />
Esa es la diferencia básica entre Cristo y Mohammad y entre un musulmán y un seguidor de Cristo. Para Cristo, resistir la burla de la cruz fue la esencia de su misión. Y para un verdadero seguidor de Cristo resistir al sufrimiento pacientemente para la Gloria de de Cristo es la esencia de la obediencia. “Bendecido eres cuando otros te injurian, persiguen, y dicen todo tipo de cosas malas de ti y falsas a mi favor” (Mateo 5:11). Mientras Jesus anduvo por la tierra, fue llamado bastardo, (Juan 8:41), bebedor de alcohol (Mateo 11:19) una persona que blasfeme (Mateo 26:65), diabólico (Mateo 10:25); y prometió a sus seguidores lo mismo: “Si hubiesen llamado al que cubre los gastos de la casa Beelzebul, cuanto mas maldecirá a los que vive en su casa.” (Mateo 10:25). <br />
<br />
La caricatura y burla de Cristo se ve hasta el día de hoy. Martin Scorsese hizo un retrato de Jesús en La ultima tentación de Cristo como en ruina con duda y acosado con lujuria. Andres Serrano fue fundado por Donación Nacional para las Artes para hacer un retrato de Jesús en la cruz hundido en una botella de orina. El código Da Vinci retrata a Jesús como un simple mortal que fue esposo y padre. <br />
<br />
¿Como responderán sus seguidores? Por un lado, estamos enojados y de luto, y por otro lado nos identificamos con Cristo y tomamos su sufrimiento y nos gozamos en nuestras penas. Como decía el apóstol Pablo que la venganza es del señor, permítenos amar a nuestros enemigos y ganarlos con el evangelio. Si Cristo hizo su trabajo a través de insultos, nosotros debemos de hacer el nuestro de la misma manera. <br />
<br />
Cuando Mohammad fue dibujado en doce caricaturas en el periódico danés Jyllands-Posten, la ira de todo el mundo musulmán era intensa y algunas veces violento. Se quemaron banderas, se incendiaron embajadas con antorchas y por lo menos una iglesia cristiana fue apedreada. Los dibujantes se escondieron por medio como Salman Rusdie antes que ellos. ¿Qué significa esto? <br />
Significa que una religion sin un Salvador insultado no resistira a los insultos para ganarse las burlas. Significa que esta religión es destinada a aspirar la imposible carga de lidiar el honor de alguien quien no murió y volvió a levantarse para hacerlo posible. Quiere decir que Jesucristo es aun la única esperanza de paz con Dios y paz con el hombre. Y al mismo tiempo significa que sus seguidores deben de estar dispuestos a ¨compartir su sufrimiento y convirtiéndose en el en la muerte” (Filipinas 3:10).</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Un_Poema_de_Cumplea%C3%B1os_para_la_Semana_de_MisionesUn Poema de Cumpleaños para la Semana de Misiones2010-05-19T20:03:21Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|A Birthday Poem for Missions Week}} ''Para Karsten'' <blockquote>Hoy mi hijo mayor, alcanzas <br> El fin de doce años que Dios te ha dado<br> Y me pondré de pie hoy ...'</p>
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<div>{{info|A Birthday Poem for Missions Week}}<br />
<br />
''Para Karsten'' <br />
<br />
<blockquote>Hoy mi hijo mayor, alcanzas <br><br />
El fin de doce años que Dios te ha dado<br><br />
Y me pondré de pie hoy y predicaré<br><br />
Que Dios Todo Poderoso nos quita nuestros temores.<br><br><br />
Con doce años espero que mi hijo sepa<br><br />
Que Dios omnipotente reina<br><br />
Y nadie puede detener sus planes; van<br><br />
Donde el manda y sin esfuerzo.<br><br><br />
Escuche, mi hijo, lo que le digo<br><br />
Porque pueda que la fuerza y poder eterna de Dios<br><br />
Nos guíen intensamente en el camino<br><br />
De dolor antes de nuestra hora final<br><br><br />
Quien sabe cuando un beso de buenas noches<br><br />
Sea el ultimo? O si <br><br />
Para el evangelio Dios ordene esto: <br><br />
Un llamamiento distante, una puerta abierta,<br><br><br />
Y tu obedeces, como yo que me quedo,<br><br />
Poniendo diez mil millas <br><br />
Entre tu y yo, oro,<br><br />
Querido hijo, que sea con sonrisas.<br><br><br />
Porque Dios Todo Poderoso reina en los cielos<br><br />
Y en la tierra un rey débil<br><br />
Se pavonea en su poder y intenta acceder al poder<br><br />
En vano, mientras nosotros venimos y cantamos.<br><br><br />
Señor, enseñe a mi hijo reverenciarle,<br><br />
Y que su recompensa es segura<br><br />
Y que usted es un refugio también,<br><br />
Para cada hijo suyo camino es puro.<br><br><br />
Dios Todo Poderoso, ayúdeme ser<br><br />
Un padre piadoso, firme y dulce,<br><br />
Que en la época que viene, nosotros<br><br />
Podremos arrodillarnos juntos a tus pies.</blockquote><br />
<br />
Papito</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Y_toda_la_Tierra_le_nombre_su_Se%C3%B1orY toda la Tierra le nombre su Señor2010-05-19T19:21:39Z<p>JoyaTeemer: </p>
<hr />
<div>{{info|And All the Earth Shall Own Him Lord}}<br />
<br />
''Festival de las Misiones ''<br />
<br />
<blockquote>'''Filipenses 2:9-11 '''<br />
<br><br />
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.</blockquote><br />
<br />
“''Por lo cual'' Dios también le exaltó hasta lo sumo”. ¿Por qué Exaltó Dios a Jesús hasta lo sumo? Porque: “aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. ''Por lo cual'' Dios también le exaltó hasta lo sumo”. El Padre ama a su Hijo porque es obediente y se deleita infinitamente en su Hijo porque éste le tiene en tan alta estima que prefiere morir la peor de las muertes antes que abandonar el trabajo que su Padre le asigna. Al Padre le gusta mucho exaltar a los humildes. “Porque el SEÑOR es excelso, y atiende al humilde” (Salmos 138:6). “Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos” (Isaías 57:15).<br />
<br />
Esta es la ley de los Cielos que Jesús enseñó en la Tierra: “Y cualquiera que se ensalce, será humillado, y cualquiera que se humille, será ensalzado” (Mateo 23:11). Por tanto, es muy apropiado que el que se humilló más profundamente, aquel cuya obediencia le costó la mayor abnegación que se pueda imaginar, sea exaltado hasta lo sumo. ''Por lo cual, por lo cual'' Dios le exaltó hasta lo sumo. Esas pequeñas palabras contiene una orden para que algunos de vosotros os neguéis a vosotros mismos, toméis vuestra cruz, sigáis a Jesús y entreguéis vuestras vidas por el bien de las naciones que no conocen a Dios. ¿Por qué Hudson Taylor pudo decir, después de toda una vida de trabajos duros y sacrificios en China: “yo nunca he realizado un sacrificio”? Porque él comprendió el significado de “''por lo cual''” en Filipenses 2:9. “Si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él” (Romanos 8:17). ''Tenemos'' el poder para dejar una carrera profesional lucrativa; tenemos el poder para decir adiós a nuestra familia y nuestros amigos; tenemos el poder para desesperarnos por un idioma y una cultura nuevos; tenemos el poder para seguir adelante una y otra vez en la enfermedad y en la oscuridad mientras nuestros compañeros de clase en nuestro lugar de origen compran casas bonitas, comienzan una familia y apenas recuerdan nuestro nombre. El poder de ser y de seguir siendo un misionery se halla en el “por lo cual” de Filipenses 2:9.<br />
<br />
“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre”. ¿Qué nombre recibió Jesús tras su resurrección y que no tenía antes? No es “Jesús”, éste es el nombre del humilde servidor que fue al Calvario. En Hechos 2:36 Pedro dice: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”. Fue durante esta exaltación cuando se le confirió se señoría y su mesianismo (su señoría mesiánica). Y no es que el no fuera ya el Señor y el Mesías antes de su resurrección, ya lo era, pero Él no cumplió su misión de Mesías hasta que murió por nuestros pecados y volvió a resurgir de nuevo. Por tanto, antes de su muerte y resurrección, la señoría de Cristo sobre el mundo no se había realizado completamente. Las fuerzas rebeldes todavía no habían sido derrotadas y los poderes de la oscuridad mantenían al mundo bajo su control. Para que se le declarara Mesías y Señor, el Hijo de Dios debía venir, vencer al enemigo y liberar a su gente de la esclavitud mediante el triunfo contra el pecado, Satán y la muerte. Y todo esto lo cumplió el Viernes Santo y el Domingo de Pascua.<br />
<br />
En 1 Juan 3:8 se dice: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del Diablo”. Y en Hebreos 2:14, 15: “Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, El igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida”. Cuando Jesús murió en la cruz y expió nuestros pecados mediante su sangre, Satán fue derrotado. Cristo despojó a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15). Se eliminó el aguijón de la muerte, se rompió el poder del pecado y se aseguró el triunfo de la Iglesia. En esta marcha hacia la victoria las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18).<br />
<br />
El nombre que es sobre todo nombre es por tanto el de Señor, el Señor victorioso sobre todos sus enemigos; el Señor que ha unido a gentes de todas las tribus, las lenguas y las naciones. Al final de los tiempos, cuando la misión de la Iglesia alcance su conclusión gloriosa, el nombre de Jesús resonará por todo el mundo, y ante ese nombre se doblará toda rodilla, tanto las de los ángeles en el cielo, como las de los vivos en la tierra o las de los muertos debajo de ella. Todas las rodillas se doblarán y todas las lenguas confesarán que Jesús es el ''Señor'', para la gloria de Dios Padre. Los creyentes y los no creyentes reconocerán ese día que Jesús ha triunfado sobre todos los enemigos, los creyentes para su alegría eterna, y los no creyentes para su vergüenza eterna.<br />
<br />
<blockquote>CARROS DE FUEGO<br><br><br />
¿Y hollaron esos pies, antaño,<br><br />
los verdes montes de Israel?<br><br />
¿Y bajó el Cristo de los Cielos?<br><br />
¿Y fue Dios en carne visto y oído?<br><br />
¿Y murió Él para demostrar Su amor?<br><br />
¿Y resurgió más poderoso aún?<br><br />
¿Y comenzó aquí Su reinado en la Tierra,<br><br />
sobre las trágicas colinas del Gólgota?<br><br><br />
¡Traedme mi arco de oro ardiente!<br><br />
¡Traedme mis flechas del deseo!<br><br />
¡Traedme mi lanza! ¡Desplegaos, o nubes!<br><br />
¡Traedme mis carros de fuego!<br><br><br />
No dejaré de difundir Su luz;<br><br />
mi fe un escudo, Su palabra mi espada;<br><br />
hasta que Cristo, mi Dios, sea coronado rey,<br><br />
y toda la Tierra Le nombre su Señor<blockquote></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Y_toda_la_Tierra_le_nombre_su_Se%C3%B1orY toda la Tierra le nombre su Señor2010-05-19T19:21:22Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|And All the Earth Shall Own Him Lord}}<br />
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''Festival de las Misiones ''<br />
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<blockquote>'''Filipenses 2:9-11 '''<br />
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Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.</blockquote><br />
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“''Por lo cual'' Dios también le exaltó hasta lo sumo”. ¿Por qué Exaltó Dios a Jesús hasta lo sumo? Porque: “aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. ''Por lo cual'' Dios también le exaltó hasta lo sumo”. El Padre ama a su Hijo porque es obediente y se deleita infinitamente en su Hijo porque éste le tiene en tan alta estima que prefiere morir la peor de las muertes antes que abandonar el trabajo que su Padre le asigna. Al Padre le gusta mucho exaltar a los humildes. “Porque el SEÑOR es excelso, y atiende al humilde” (Salmos 138:6). “Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos” (Isaías 57:15).<br />
<br />
Esta es la ley de los Cielos que Jesús enseñó en la Tierra: “Y cualquiera que se ensalce, será humillado, y cualquiera que se humille, será ensalzado” (Mateo 23:11). Por tanto, es muy apropiado que el que se humilló más profundamente, aquel cuya obediencia le costó la mayor abnegación que se pueda imaginar, sea exaltado hasta lo sumo. ''Por lo cual, por lo cual'' Dios le exaltó hasta lo sumo. Esas pequeñas palabras contiene una orden para que algunos de vosotros os neguéis a vosotros mismos, toméis vuestra cruz, sigáis a Jesús y entreguéis vuestras vidas por el bien de las naciones que no conocen a Dios. ¿Por qué Hudson Taylor pudo decir, después de toda una vida de trabajos duros y sacrificios en China: “yo nunca he realizado un sacrificio”? Porque él comprendió el significado de “''por lo cual''” en Filipenses 2:9. “Si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él” (Romanos 8:17). ''Tenemos'' el poder para dejar una carrera profesional lucrativa; tenemos el poder para decir adiós a nuestra familia y nuestros amigos; tenemos el poder para desesperarnos por un idioma y una cultura nuevos; tenemos el poder para seguir adelante una y otra vez en la enfermedad y en la oscuridad mientras nuestros compañeros de clase en nuestro lugar de origen compran casas bonitas, comienzan una familia y apenas recuerdan nuestro nombre. El poder de ser y de seguir siendo un misionery se halla en el “por lo cual” de Filipenses 2:9.<br />
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“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre”. ¿Qué nombre recibió Jesús tras su resurrección y que no tenía antes? No es “Jesús”, éste es el nombre del humilde servidor que fue al Calvario. En Hechos 2:36 Pedro dice: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”. Fue durante esta exaltación cuando se le confirió se señoría y su mesianismo (su señoría mesiánica). Y no es que el no fuera ya el Señor y el Mesías antes de su resurrección, ya lo era, pero Él no cumplió su misión de Mesías hasta que murió por nuestros pecados y volvió a resurgir de nuevo. Por tanto, antes de su muerte y resurrección, la señoría de Cristo sobre el mundo no se había realizado completamente. Las fuerzas rebeldes todavía no habían sido derrotadas y los poderes de la oscuridad mantenían al mundo bajo su control. Para que se le declarara Mesías y Señor, el Hijo de Dios debía venir, vencer al enemigo y liberar a su gente de la esclavitud mediante el triunfo contra el pecado, Satán y la muerte. Y todo esto lo cumplió el Viernes Santo y el Domingo de Pascua.<br />
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En 1 Juan 3:8 se dice: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del Diablo”. Y en Hebreos 2:14, 15: “Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, El igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida”. Cuando Jesús murió en la cruz y expió nuestros pecados mediante su sangre, Satán fue derrotado. Cristo despojó a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15). Se eliminó el aguijón de la muerte, se rompió el poder del pecado y se aseguró el triunfo de la Iglesia. En esta marcha hacia la victoria las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18).<br />
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El nombre que es sobre todo nombre es por tanto el de Señor, el Señor victorioso sobre todos sus enemigos; el Señor que ha unido a gentes de todas las tribus, las lenguas y las naciones. Al final de los tiempos, cuando la misión de la Iglesia alcance su conclusión gloriosa, el nombre de Jesús resonará por todo el mundo, y ante ese nombre se doblará toda rodilla, tanto las de los ángeles en el cielo, como las de los vivos en la tierra o las de los muertos debajo de ella. Todas las rodillas se doblarán y todas las lenguas confesarán que Jesús es el ''Señor'', para la gloria de Dios Padre. Los creyentes y los no creyentes reconocerán ese día que Jesús ha triunfado sobre todos los enemigos, los creyentes para su alegría eterna, y los no creyentes para su vergüenza eterna.<br />
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<blockquote>CARROS DE FUEGO<br><br><br />
¿Y hollaron esos pies, antaño,<br><br />
los verdes montes de Israel?<br><br />
¿Y bajó el Cristo de los Cielos?<br><br />
¿Y fue Dios en carne visto y oído?<br><br />
¿Y murió Él para demostrar Su amor?<br><br />
¿Y resurgió más poderoso aún?<br><br />
¿Y comenzó aquí Su reinado en la Tierra,<br><br />
sobre las trágicas colinas del Gólgota?<br><br><br />
¡Traedme mi arco de oro ardiente!<br><br />
¡Traedme mis flechas del deseo!<br><br />
¡Traedme mi lanza! ¡Desplegaos, o nubes!<br><br />
¡Traedme mis carros de fuego!<br><br><br />
No dejaré de difundir Su luz;<br><br />
mi fe un escudo, Su palabra mi espada;<br><br />
hasta que Cristo, mi Dios, sea coronado rey,<br><br />
y toda la Tierra Le nombre su Señor<blockquote></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Y_toda_la_Tierra_le_nombre_su_Se%C3%B1orY toda la Tierra le nombre su Señor2010-05-19T19:21:07Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|And All the Earth Shall Own Him Lord}}<br />
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''Festival de las Misiones ''<br />
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<blockquote>'''Filipenses 2:9-11 '''<br />
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Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.</blockquote><br />
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“''Por lo cual'' Dios también le exaltó hasta lo sumo”. ¿Por qué Exaltó Dios a Jesús hasta lo sumo? Porque: “aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. ''Por lo cual'' Dios también le exaltó hasta lo sumo”. El Padre ama a su Hijo porque es obediente y se deleita infinitamente en su Hijo porque éste le tiene en tan alta estima que prefiere morir la peor de las muertes antes que abandonar el trabajo que su Padre le asigna. Al Padre le gusta mucho exaltar a los humildes. “Porque el SEÑOR es excelso, y atiende al humilde” (Salmos 138:6). “Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos” (Isaías 57:15).<br />
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Esta es la ley de los Cielos que Jesús enseñó en la Tierra: “Y cualquiera que se ensalce, será humillado, y cualquiera que se humille, será ensalzado” (Mateo 23:11). Por tanto, es muy apropiado que el que se humilló más profundamente, aquel cuya obediencia le costó la mayor abnegación que se pueda imaginar, sea exaltado hasta lo sumo. ''Por lo cual, por lo cual'' Dios le exaltó hasta lo sumo. Esas pequeñas palabras contiene una orden para que algunos de vosotros os neguéis a vosotros mismos, toméis vuestra cruz, sigáis a Jesús y entreguéis vuestras vidas por el bien de las naciones que no conocen a Dios. ¿Por qué Hudson Taylor pudo decir, después de toda una vida de trabajos duros y sacrificios en China: “yo nunca he realizado un sacrificio”? Porque él comprendió el significado de “''por lo cual''” en Filipenses 2:9. “Si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él” (Romanos 8:17). ''Tenemos'' el poder para dejar una carrera profesional lucrativa; tenemos el poder para decir adiós a nuestra familia y nuestros amigos; tenemos el poder para desesperarnos por un idioma y una cultura nuevos; tenemos el poder para seguir adelante una y otra vez en la enfermedad y en la oscuridad mientras nuestros compañeros de clase en nuestro lugar de origen compran casas bonitas, comienzan una familia y apenas recuerdan nuestro nombre. El poder de ser y de seguir siendo un misionery se halla en el “por lo cual” de Filipenses 2:9.<br />
<br />
“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre”. ¿Qué nombre recibió Jesús tras su resurrección y que no tenía antes? No es “Jesús”, éste es el nombre del humilde servidor que fue al Calvario. En Hechos 2:36 Pedro dice: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”. Fue durante esta exaltación cuando se le confirió se señoría y su mesianismo (su señoría mesiánica). Y no es que el no fuera ya el Señor y el Mesías antes de su resurrección, ya lo era, pero Él no cumplió su misión de Mesías hasta que murió por nuestros pecados y volvió a resurgir de nuevo. Por tanto, antes de su muerte y resurrección, la señoría de Cristo sobre el mundo no se había realizado completamente. Las fuerzas rebeldes todavía no habían sido derrotadas y los poderes de la oscuridad mantenían al mundo bajo su control. Para que se le declarara Mesías y Señor, el Hijo de Dios debía venir, vencer al enemigo y liberar a su gente de la esclavitud mediante el triunfo contra el pecado, Satán y la muerte. Y todo esto lo cumplió el Viernes Santo y el Domingo de Pascua.<br />
<br />
En 1 Juan 3:8 se dice: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del Diablo”. Y en Hebreos 2:14, 15: “Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, El igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida”. Cuando Jesús murió en la cruz y expió nuestros pecados mediante su sangre, Satán fue derrotado. Cristo despojó a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15). Se eliminó el aguijón de la muerte, se rompió el poder del pecado y se aseguró el triunfo de la Iglesia. En esta marcha hacia la victoria las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18).<br />
<br />
El nombre que es sobre todo nombre es por tanto el de Señor, el Señor victorioso sobre todos sus enemigos; el Señor que ha unido a gentes de todas las tribus, las lenguas y las naciones. Al final de los tiempos, cuando la misión de la Iglesia alcance su conclusión gloriosa, el nombre de Jesús resonará por todo el mundo, y ante ese nombre se doblará toda rodilla, tanto las de los ángeles en el cielo, como las de los vivos en la tierra o las de los muertos debajo de ella. Todas las rodillas se doblarán y todas las lenguas confesarán que Jesús es el ''Señor'', para la gloria de Dios Padre. Los creyentes y los no creyentes reconocerán ese día que Jesús ha triunfado sobre todos los enemigos, los creyentes para su alegría eterna, y los no creyentes para su vergüenza eterna.<br />
<br />
<blockquote>CARROS DE FUEGO<br><br><br />
¿Y hollaron esos pies, antaño,<br><br />
los verdes montes de Israel?<br><br />
¿Y bajó el Cristo de los Cielos?<br><br />
¿Y fue Dios en carne visto y oído?<br><br />
¿Y murió Él para demostrar Su amor?<br><br />
¿Y resurgió más poderoso aún?<br><br />
¿Y comenzó aquí Su reinado en la Tierra,<br><br />
sobre las trágicas colinas del Gólgota?<br><br><br />
¡Traedme mi arco de oro ardiente!<br><br />
¡Traedme mis flechas del deseo!<br><br />
¡Traedme mi lanza! ¡Desplegaos, o nubes!<br><br />
¡Traedme mis carros de fuego!<br><br><br />
No dejaré de difundir Su luz;<br><br />
mi fe un escudo, Su palabra mi espada;<br><br />
hasta que Cristo, mi Dios, sea coronado rey,<br><br />
y toda la Tierra Le nombre su Señor<blockquote></div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Un_Regalo_de_Cumplea%C3%B1os_para_mi_Padre_en_su_Cumplea%C3%B1os_89Un Regalo de Cumpleaños para mi Padre en su Cumpleaños 892010-05-18T19:39:26Z<p>JoyaTeemer: Página creada con '{{info|A Birthday Gift to My Father on His 89th Birthday}} Hoy es el cumpleaños 89 de mi padre. El ha estado en el cielo por diez meses, pero no puedo dejar de pensar que debe...'</p>
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<div>{{info|A Birthday Gift to My Father on His 89th Birthday}}<br />
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Hoy es el cumpleaños 89 de mi padre. El ha estado en el cielo por diez meses, pero no puedo dejar de pensar que debería seguirle dando regalos. Tal vez sería un homenaje en su nombre, el hablar sobre él en su cumpleaños.<br />
<br />
Esto es lo que yo pienso que a él le gustaría decir sobre un par de cosas que son fundamentales para nuestra fe en Belén: 1) Dios manda que debemos santificarlo, sobre lo que hablamos en el mensaje de Diciembre 30; y 2) Dios manda que nos regocijemos en él.<br />
<br />
====Dios Manda que su Nombre sea Santificado====<br />
<br />
En un sermón llamado “Santificando a Dios”, mi padre escribió:<br />
<br />
<blockquote>Una mañana estaba leyendo el octavo capítulo de la Profecía de Isaías y me conmoví con asombro ante las palabras del verso trece. “Al Señor de los ejércitos es a quien debéis tener por santo. Sea El vuestro temor, y sea El vuestro terror” … Aquí en Isaías 8:13 me encontraba cara a cara con algo nuevo. Aquí estaba siendo encomendado a SANTIFICAR AL SEÑOR…<br><br><br />
¿Cómo podía yo, una criatura limitada, santificar al infinito Creador? ¿Cómo puede el débil santificar al Todopoderoso? ¿Cómo podía yo, lleno de imperfecciones, santificarlo a El que era perfecto en todas sus formas?... Básicamente, santificación significa “separar”. Por las vidas que vivimos separamos o fallamos separando el Dios que conocemos como particular de todos los ídolos y dioses del mundo increíble…<br><br><br />
[Una manera de que Dios es distinto por sobre todos los otros es la de que él es] suficiente, abundantemente capaz de suplir toda mi necesidad y la necesidad de todos los que confían en El. Pero al santificarlo a El de tal manera, me di cuenta ese día, de que debería vivir una vida feliz, una vida llena de satisfacción con su sola presencia.<br><br><br />
Dios quiso que Ahaz lo SANTIFIQUE como el Todo-Suficiente, el Dios Proveedor que está “siempre presente en la tribulación”. Ahaz falló debido a su alianza impía. El mensaje del Espíritu vino hacia él como lo hace hacia nosotros hoy en día, “Santifica al Señor de los Ejércitos y déjalo ser tu temor”. Dios MISMO es más que suficiente para enfrentar a tus enemigos, Cristo MISMO es más que capaz de suplir las necesidades de nuestra vida. Dejen que el mundo lo vea UNICO, santifíquenlo como el Dios Todo-Suficiente que El es. (Un Buen Momento y Cómo Tenerlo [Greenville, SC: Publicaciones Piper, 1964], páginas 16-17, 25).</blockquote><br />
<br />
====Dios Manda que nos Regocijemos en El====<br />
<br />
Mi padre era un miembro fundamentalista con una característica. El era inmensamente feliz en la gracia de Dios. Sospecho que hay bastantes fundamentalistas allí afuera así. Por todo lo que sé, yo podría ser uno. Entonces aquí está una muestra con lo que yo crecí, lo cual explicaría que la abstención de bailar, fumar, tomar, salir al cine, y jugar cartas nunca los sentí como un gran sacrificio.<br />
<br />
<blockquote>Dios nos es un déspota dictador que implacablemente rige a sus súbditos, haciendo interminables pedidos. Dios es un Padre, un Padre celestial que ama, se preocupa y comprende cada necesidad. Dios no está en el negocio del robo. El no desea quitarte nada. Dios es un proveedor! Cristo viene a dar, no a quitar. (Mateo 20:28). El llamado de Cristo es “ven y recibe”, no “ven y déjalo”.<br><br><br />
Sin embargo, millones insisten en pensar que Cristiandad es una religión negativa. No hagas esto y no puedes hacer aquello. No vayas allí y no puedes ir allá.<br><br><br />
Por el contrario, la Biblia constantemente toca la nota triunfante y positiva. “Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos” (Santiago 1:22). “Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). “Todo lo que tu mano halle para hacer, hazlo según tus fuerzas..” (Eclesiastés 9:10). Dios desea que seamos hacedores de la palabra, no negativos. Un Cristiano que está únicamente negativo es un santo amargado que propaga tristeza por doquiera que va. Un no hacedor de la palabra del Señor, es usualmente un Fariseo hipócrita. Años atrás escuché al finado Dr. Bob Jones decir, “Hazlo tan rápido que no tengas tiempo de ser negativo¨. Esto lo resume todo…<br><br><br />
… Todo lo que en el mundo es bueno, hermoso y correcto proviene de Dios, Santiago 1:17 dice, ¨Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación”. El diablo nunca hizo que la lluvia goteara o nevara. Nunca hizo a un niño sonreír o a un ruiseñor cantar. Nunca colocó a un sol dorado en el cielo occidental o llenó la noche con estrellas. ¿Por qué? Porque estas cosas no le fueron otorgadas para dar. Dios es el creador y el poseedor de todos ellos y amorosamente los comparte con nosotros. (La Gran Amenaza de la Juventud Moderna [Easly, SC: Publicaciones Evangélicas Piper, 1980], páginas 38-39).</blockquote><br />
<br />
Supongo que es superfluo el desear a mi padre un feliz cumpleaños. ¿Deberíamos desear que el océano sea mojado? Pero, lo haré de todas formas. Feliz Cumpleaños, Papito. Te quiero.<br />
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Johnny</div>JoyaTeemerhttp://es.gospeltranslations.org/wiki/Bienaventurados_los_PacificadoresBienaventurados los Pacificadores2010-05-13T17:57:20Z<p>JoyaTeemer: </p>
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<div>{{info|Blessed Are the Peacemakers}}<br />
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<blockquote>'''Mateo 5:9 '''</blockquote><br />
<br />
<blockquote>Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. </blockquote><br />
<br />
Con cada bienaventuranza se da la puntilla a una interpretación falsa de salvación. Esta interpretación falsa consiste en el entendimiento de que una persona puede ser salva sin que cambie su forma de ser. O dicho de otro modo, que una persona herede la vida eterna aun cuando sus actitudes y comportamientos sean iguales a los exhibidos por las personas incrédulas. <br />
<br />
====La exclamación de las bienaventuranzas: ¡recibe un corazón nuevo! ====<br />
<br />
Una tras otra las bienaventuranzas nos hablan de las bendiciones eternas que se darán únicamente a los que se han convertido en criaturas nuevas. Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. <br />
<br />
Si no obtenemos misericordia, recibiremos juicio. Si no podemos ver a Dios, es porque no estamos en el cielo. Si no somos identificados como hijos de Dios, es porque estamos fuera de la familia. En otras palabras, estas descripciones de la salvación final son promesas únicamente para los misericordiosos, los de corazón limpio, y para los pacificadores. <br />
<br />
Por lo tanto, las bienaventuranzas dan la puntilla a la creencia falsa que enseña que con el simple hecho de creer en Jesucristo, se puede entrar al Paraíso independientemente de que uno sea o no misericordioso, o limpio de corazón, o pacificador. De hecho, desde el principio hasta el fin, el sermon del monte exclama: "¡Recibe un corazón nuevo! ¡Conviértete en una persona nueva! ¡Está a la puerta el río del juicio!". Recuerden las palabras del versículo 20: "Si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo 5:20). <br />
<br />
Y al final del sermon, en el versículo 7:26 y en seguida, el Señor exclama sobre la muchedumbre, “Pero a cualquiera que me oye estas palabras y no las practica, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.” En otras palabras, una vida de desobediencia a las bienaventuranzas y al sermón en el monte será condenada en el juicio sin importar las creencias que tenga. <br />
<br />
====Sugerencias opcionales no, más bien el camino al cielo ====<br />
<br />
La semana pasada, sentí algo de culpabilidad porque probablemente no he tratado este aspecto de las bienaventuranzas con la actitud ferviente y la seriedad que se merece y que el cuidado que tengo para el bienestar eterno de ustedes no se ha mostrado tan genuino como debe ser. Sentí culpabilidad cuando leí un libro antiguo de Horatius Bonar dirigido a pastores y en el que él escribe: <br />
<br />
<blockquote>Nuestras palabras se oyen débiles, siendo aun verídicas; las miradas poco atentas, incluso cuando nuestras palabras son importantes; y nuestro tono insinúa una apatía que tanto las palabras como las miradas intentan ocultar. (''Words to Winners of Souls'', p. 55) </blockquote><br />
<br />
Así que lo quiero hacer esta mañana es que les quede perfectamente bien grabado en la memoria y sin lugar a dudas que lo que Jesús nos da en las bienaventuranzas no se trata de sugerencias opcionales y que éstas no forman una serie de sugerencias para hacer un mundo mejor. Todo lo contrario; porque Jesús nos da aquí una descripción del camino al Paraíso, y este sermon es un mensaje de Dios para animarnos a entrar en el camino y a seguir en ello para que en el juicio final podamos ser llamados hijos de Dios. <br />
<br />
Eso es precisamente lo que está en juego esta mañana. Si se encuentran en el camino angosto que lleva a la vida, mi propósito es que sigán allí. Y si acaso se encuentran en el camino espacioso que lleva a la perdición, mi propósito será el de dirigirlos hacia el camino a la vida. <br />
<br />
====Cómo ser hijos de Dios====<br />
<br />
Cuando Jesús dice, " Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios", no nos dice cómo podemos llegar a ser un hijo de Dios. Simplemente nos dice que los hijos de Dios son efectivamente pacificadores. Los que son pacificadores serán reconocidos en el juicio como hijos de Dios y se les lamará como lo que son y serán bienvenidos en la casa del Padre. <br />
<br />
Para saber cómo se llega a ser un hijo de Dios podemos ver, por ejemplo, Juan 1:12 y Gálatas 3:26. Juan 1:12 nos dice, “Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre (Jesús), les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". Y Gálatas 3:26 dice, "Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús". En otras palabras, nos convertimos en hijos de Dios al confiar en Cristo para obtener el perdón y para que Él sea nuestra esperanza. <br />
<br />
====Los hijos de Dios muestran el carácter del Padre====<br />
<br />
Lo que Jesús declara en Mateo 5:9 es que las personas que se han convertido en hijos de Dios muestran el carácter de su Padre Celestial. Y sabemos que, a partir de las Escrituras, que su Padre Celestial es un "Dios de paz" (Romanos 16:20; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:20). Sabemos que el cielo es un mundo de paz (Lucas 19:38). Y, más que todo, sabemos que Dios hace la paz. <br />
<br />
“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados”(2 Corintios 5:19). Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:20). En otras palabras, aunque por naturaleza somos rebeldes a Dios y hemos cometido traición y merecemos ser juzgados en corte marcial con la pena de muerte eterna; no obstante, Dios sacrificó a su propio Hijo y declaró una amnistía completa y libre para todo aquel que renuncia a sus armas de independencia y que regrese a la fe. <br />
<br />
Dios es un Dios que ama la paz, y que hace la paz. La historia completa de redención, que culmina en la muerte y resurrección de Jesús, es la estrategia de Dios para dar lugar a una paz justa y duradera entre Él y el hombre rebelde, y luego entre un hombre y otro. Por esta razón, los hijos de Dios también son así. Ellos muestran el carácter de su Padre. Ellos aman lo que Él ama. Ellos buscan lo que Él busca. Se distinguen por la manera en que están dispuestos a sacrificar por la paz del modo en que Dios lo hizo. <br />
<br />
Por medio de la obra soberana de la gracia de Dios, nacen de nuevo los seres humanos rebeldes, y abandonan la rebeldía para volverse hacia la fe, y se convierten en hijos de Dios. Se nos da una naturaleza nueva, a la semejanza de nuestro Padre celestial (1 Juan 3:9). Si Él hace la paz, entonces sus hijos, quienes poseen Su naturalez, igualmente buscarán hacer la paz. <br />
<br />
====El Espíritu de Dios es el Espíritu de Paz====<br />
<br />
O dicho de otro modo, como lo declara Pablo en Gálatas 4:6, "Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!»". Y por lo tanto, como dice en Romanos 8:14, "Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios". Y ser guiado por el Espíritu siempre incluye rendir el fruto del Espíritu. ¡Y el fruto del Espíritu es la paz! <br />
<br />
Entonces se puede ver por qué tiene que ser así, que los hijos de Dios tienen que ser pacificadores. Es por medio del Espíritu de Dios que somos hechos hijos de Dios, y el Espíritu de Dios es el Espíritu de paz. Si no somos pacificadores, entonces no tenemos el Espíritu de Cristo. <br />
<br />
Cabe mencionar que no nos podemos ganar o merecer el privilegio de ser llamados hijos de Dios. Debemos nuestro nuevo nacimiento a la gracia soberana de Dios (Juan 1:13). Debemos los impulsos de la fe a nuestro nacimiento nuevo (1 Juan 5:1). Recibimos el Espíritu Santo al ejercer esta fe (Gálatas 3:2). El fruto del Espíritu es la paz (Gálatas 5:22). Y los que dan el fruto de la paz son los hijos de Dios. <br />
<br />
Nuestra salvación entera, desde el principio hasta el final, es completamente por gracia—y en esa gracia se basan nuestra esperanza, nuestro gozo, y nuestra libertad. Pero nuestra salvación final no es incondicional, porque tenemos que ser pacificadores - y aquí es donde se muestran la sinceridad y la gran seriedad con las que debemos tratar estas bienaventuranzas, y buscar la gracia de Dios en la vida cotidiana . <br />
<br />
Ahora, veamos . . . <br />
<br />
====¿Qué quiere decir ser un pacificador?====<br />
<br />
La promesa de ser hijo en la segunda cláusula de Mateo 5:9 nos dirige a Mateo 5:43–45 como elemento principal en la comprensión de este concepto. Ambas citas nos indican cómo mostramos que somos hijos de Dios. <br />
<br />
<blockquote>Oísteis que fue dicho: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo". Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. </blockquote><br />
<br />
Observen el versículo 45, " . . . para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos". La idea es la misma a la de Mateo 5:9. El versículo 9 nos dice que tenemos que ser pacificadores para ser llamados hijos de Dios. En 45 tenemos que amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen si somos hijos de Dios. <br />
<br />
Así que probablemente la idea de Jesús sobre ser pacificador se refiera a todas las obras de amor con las que intentamos eliminar la enemistad entre nosotros y otras personas. Si queremos ver esto con especificidad, Él nos da dos ejemplos. <br />
<br />
'''Dos Ejemplos'''<br />
<br />
Lo primero que menciona es la oración (versículo 44): Orad por los que os presiguen. ¿Orar qué? Se nos indica en el próximo capítulo. En Mateo 6:9–10 Jesús nos dice, "Vosotros, pues, oraréis así". Oren para que tanto ustedes como sus enemigos santifiquen el nombre de Dios. Oren para que el reino de Dios sea reconocido en la vida de ustedes y en la de sus enemigos. Oren para que todos hagan la voluntad de Dios así como la hacen los ángeles de Dios en los cielos. En otras palabras, se debe orar por la conversión y la santificación. El fundamento de la paz es la pureza. Oren por la pureza de ustedes y de sus enemigos para que pueda existir la paz. <br />
<br />
Luego en Mateo 5:47 Jesús nos da otro ejemplo específico del amor de pacificador: "Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles"? En otras palabras, si existe una ruptura en una de sus relaciones, o si alguien se opone a ustedes, no deben guardar ese resentimiento. No fomenten la hostilidad tratando de evadir o haciendo caso omiso de la persona adversa. Todos sabemos que salirse del camino para no tener que saludar a la persona adversa es lo más natural. Pero ese no es el impulso del Espíritu de Dios que hizo la paz sacrificando a Su Hijo para darnos la reconciliación con Él y entre nosotros. <br />
<br />
La pacificación intenta establecer enlaces con los demás. Intenta eliminar la hostilidad. Busca la reconciliación. Busca la armonía. Y trata de mostrar lo que pudiere ser la única cortesía que tal vez toleraría un enemigo, es decir, un saludo. El pacificador mira al enemigo de frente y saluda, "Buenos días, Juan." Y lo dice con el anhelo de paz en su corazón, no con una cortesía falsa que enmascara su coraje. <br />
<br />
'''No es lo mismo que establecer la paz'''<br />
<br />
Así que oramos y tomamos todas las iniciativas prácticas para la pacificación comenzando con algo tan sencillo como un saludo. Pero no siempre lo logramos. Quiero que quede claro que la pacificación no es lo mismo que establecer la paz. Un pacificador anhela la paz y trabaja y se sacrifica por ella, pero no siempre se logra establecer la paz. <br />
Es muy importante considerar Romanos 12:18 sobre este punto. Allí Pablo escribe, "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres". Esa es la meta de un pacificador: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros . . . ". No permitan que la ruptura sea culpa de ustedes. <br />
<br />
'''Una pregunta difícil: Paz o Verdad?''' <br />
<br />
Pero esto plantea una cuestión difícil: ¿Es nuestra la culpa cuando se asume una posición que causa la división? Si hemos alejado a alguien y causado su ira al hacer o decir lo correcto, ¿acaso hemos dejado de ser pacificadores? <br />
<br />
No necesariamente. Pablo nos dice, "Si es posible . . . estad en paz". Con esto él concede que habrá momentos en los que la defensa de la verdad hará que la paz sea imposible. Por ejemplo, él escribió en primera de corintios (en 11:18–19), "En primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. Es preciso que entre vosotros haya divisiones, para que se pongan de manifiesto entre vosotros los que son aprobados". Él no hubiera escrito esto si los cristianos verdaderos debieron de haber puesto la verdad en tela de juicio con tal de evitar la división a todo costo. Fue precisamente porque algunos cristianos fueron genuinos y genuinamente pacificadores, que se produjeron algunas divisiones. (Ver también 1 Corintios 7:15.) <br />
<br />
Jesús dice en Mateo 10:34-36 <br />
<br />
<blockquote>No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada. porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Así que los enemigos del hombre serán los de su casa. </blockquote><br />
<br />
Dicho de otro modo; tienen que amar la paz y trabajar por ella. Tienen que orar por sus enemigos y hacerles el bien y saludarlos; y desear fervientemente que sean eliminadas las barreras entre ustedes y sus enemigos. Pero jamás deben abandonar su lealtad a Mí y a Mi palabra, no importa cuánta hostilidad ocasione esto en contra de ustedes. No son culpables, ni están en el error, si la vida de obediencia y el mensaje de amor y de verdad ocasionan en algunos la hostilidad y en otros la aceptación. <br />
<br />
'''Purificar el fundamento de la paz'''<br />
<br />
Posiblemente sea esta advertencia la que Jesús quiere dar al declarar la siguiente bienaventuranza, "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia". En otra palabras, no se puede transigir en aquello que comprometa la justicia con tal de hacer la paz con los perseguidores. Cuando Jesús pronuncia una bendición sobre ustedes por padecer persecución por causa de la justicia, claramente subordina la meta de la paz a la meta de la justicia. <br />
<br />
En Santiago 3:17 se lee " Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica". Primero pura, luego pacífica, y no al revés. Este también es el orden que tenemos en las bienaventuranzas (en versículos 8 y 9): Primero, "Bienaventurados los de limpio corazón", luego, "Bienaventurados los pacificadores". La pureza asume prioridad sobre la paz. La pureza es la base de la paz bíblica. No se puede comprometer la pureza con el fin de obtener la paz. <br />
<br />
====¿Por que hacer hincapié en los alcances individuales? ====<br />
<br />
Para terminar, quiero dirigirme a una o dos cuestiones que en la actualidad pudieran surgir en la mente de ciertas personas con un mensaje de este tipo. En vista de la situación mundial, ¿por qué se limita este mensaje a los alcances personales de la oración, del saludo y de la reconciliación individual? ¿Acaso no son insignificantes estos asuntos personales en comparación con la posibilidad de una guerra nuclear, los presupuestos militares, las pláticas de armas en Génova, la segregación racial en Sudáfrica, las guerras civiles en Centroamérica, la opresión religiosa en Rumanía y en Rusia, o del terrorismo internacional? <br />
<br />
Antes de contestar esa pregunta, hagamos otras: ¿Sabía Jesús que la mano de hierro del imperio romano caía duramente sobre la tierra reducida de los judíos sin su consentimiento? ¿Se enteró Jesús de la matanza que hizo Arquelao de los tres mil judíos durante una celebración de Pascua? ¿Sabía Él que los soldados romanos podían reclutar a cualquier judío para que cargara con el equipaje de ellos? ¿Sabía Él que Pilato hizo que sus soldados aporrearan a una muchedumbre de judíos cuando protestó porque él estaba robando de la tesorería del templo? ¿Sabía Él que Pilato había masacrado a judíos sobre los terrenos del templo y luego mezcló la sangre de los judíos con la sangre que ellos iban a ofrecer con los sacrificios? <br />
Cuando Jesús habló de los enemigos, ¿por qué se limitó a la oración y a los saludos y a bendiciones y a obras individuales de generosidad y bondad? ¿Por qué no habló sobre cuestiones de humillación nacional, y de la opresión romana, de la corrupción política, y del militarismo sin freno de su época? ¿Acaso estaba totalmente desconectado de las polémicas de su actualidad? <br />
<br />
'''Injusticias sociales como exigencias para un arrepentiento personal''' <br />
<br />
No, no estaba desconectado. Existe otra explicación de su forma de predicar. En Lucas 13:1–5 algunas personas confrontaron a Jesús con una de las atrocidades de Pilato. Respondió Él del modo siguiente: <br />
<br />
<blockquote>“En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que los demás galileos? Os digo: no, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente". </blockquote><br />
<br />
Tomó una indignación social considerable de injusticia y la convirtió en una exigencia de arrepentimiento personal individual. "¡Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente!" Siempre hizo eso. ¿Por qué lo hizo así? Porque para Jesús el destino eterno de un alma humana es un asunto de mucho más importancia que el destino temporal de una nación. <br />
Si uno acude a Jesús para preguntarle que si es justo pagarle impuestos a Tiberias César, dará como respuesta un mandato personal dirigido directamente al corazón: " Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios " (Mateo 22:15–21). <br />
<br />
Si alguno de ustedes va a Jesús para quejarse de la injusticia de su hermano que no quiere compartir la herencia, Él responderá con una advertencia que nos da de lleno en la conciencia, " Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? --Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee". (Luke 12:13–15)<br />
<br />
'''El asunto de verdadera importancia en el mundo de hoy''' <br />
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Ahora regresemos a la pregunta inicial. ¿Por qué tiene que hacer hincapié el mensaje de pacificación del sermon en el monte sobre las cuestiones individuales tales como la oración, el saludar y la reconciliación personal? ¿Acaso no son insignificantes estos asuntos personales en comparación con cuestiones de guerra nuclear, presupuestos militares, pláticas de armas en Génova, la segregación racial en Sudáfrica, las guerras civiles en Centroamérica, la opresión religiosa en Rumanía y en Rusia, o del terrorismo internacional? <br />
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La respuesta es no, porque el punto de cada uno de estos asuntos personales en el sermon del monte es hacer que quede bastante claro que cada ser humano que pueda escuchar mi voz en este momento tiene que ser una criatura nueva si quiere tener vida eterna. Tienen que tener un corazón nuevo. Sin un corazón misericordioso, limpio y pacificador no podrán ser llamados hijos de Dios en el día del juicio. Y ese es el asunto de verdadera importancia en el mundo de hoy. ¿Realmente está limitado el Hijo del Hombre en su modo de ver al mundo? ¿Acaso creen que está desligado de los asuntos verdaderos de la vida porque considera que la salvación eterna del alma de cada uno de ustedes es un asunto de mayor importancia que el destino temporal de cualquier país sobre la tierra? <br />
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Bienaventurados son ustedes los pacificadores que oran por sus enemigos y saludan a sus adversarios con amor y con sacrifio así como lo hizo su Padre celestial para otorgar la reconciliación de Dios con los hombres y entre ellos mismos, pues ustedes serán llamados hijos de Dios y heredarán la vida eterna en el reino de su Padre.</div>JoyaTeemer