Manipulando a La Trinidad

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English: Tampering with the Trinity

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Por Bruce A. Ware sobre La Trinidad
Una parte de la serie JBMW

Traducción por Sayda de Pineda


Introducción[1][2]

Para muchos, lo que aquí está en riesgo es nada menos que lo siguiente: la integridad misma y la realidad de la fe cristiana. Donald Bloesch sorprendió a muchos dentro del mundo teológico en 1985 al publicar su libro titulado The Battle for the Trinity. (La Batalla por la Trinidad.[3]) Denunciaba el rechazo feminista del lenguaje teológico tradicional y de la biblia misma predominantemente masculino, como un rechazo hacia la misma Trinidad convirtiéndolo, como tal, en la imposición de una fe diferente (es decir, una fe no cristiana) dirigida a aquellos sectores cristianos más abiertos a aceptar la crítica feminista. Tales cargos e inquietudes han continuado sin disminución. Consideremos por ejemplo, las palabras aleccionadoras de Geoffrey Wainwright, catedrático de Teología Sistemática de la Universidad Duke:

Los signos de nuestros tiempos son, como lo fue en el siglo cuarto, que la doctrina Trinitaria ocupa una posición central. Mientras que usualmente aún se consideran a sí mismos dentro de la iglesia, y en todo caso, quieren seguir fieles a su percepción de la verdad, varios pensadores y activistas buscan tales revisiones de la doctrina heredada acerca de la Trinidad que de tener éxito podrían de hecho significar alejarse de la misma, o por lo menos llegar a alterar su contenido, estatus y función cambiando dramáticamente toda la faz de la cristiandad. De nuevo, comprender y quizás alcanzar la salvación se encuentran en riesgo, o con certeza lo está el mensaje de la iglesia y la composición visible de la iglesia.[4]

¿Cuáles son algunas de estas revisiones contemporáneas propuestas de la doctrina de la Trinidad que provocan tan fuerte reacción? Este artículo propone enfocarse en dos dimensiones de la reconstrucción trinitaria, ambos a resultado del revisionismo feminista. Primero, el rechazo de la corriente central de la iglesia hacia el lenguaje trinitario masculino (o en general, hacia cualquier lenguaje de un Dios varón) desde hace más o menos tres décadas. Lo que exploraremos a continuación es si eliminar el género del nombre de Dios nos dejará con el Dios bíblico con los argumentos que respalden el lenguaje tradicional y bíblico masculino del Dios trino. Segundo, muchos igualitarios evangélicos contemporáneos están instando a la iglesia a retener el lenguaje masculino para Dios, negando a la vez que este lenguaje masculino indique cualquier clase de distinción de autoridad dentro de la trinidad. Estos argumentos serán evaluados y se respaldará la posición permanente de la iglesia de la igualdad esencial completa y diferenciación de las personas trinitarias, incluyendo e implicando lo segundo la subordinación funcional eterna del Hijo al Padre y del Espíritu tanto al Padre como al Hijo.

El rechazo de la corriente central feminista hacia el lenguaje masculino del Dios Trino

Argumentos del feminismo central sobre el rechazo del lenguaje masculino en la Trinidad

Hay que reconocer que una representante radical del movimiento feminista, Mary Daly, no obstante, ha captado el centro de la crítica feminista hacia la adherencia histórica de la iglesia al lenguaje masculino de Dios en la biblia, con su argumento "Si Dios es varón, entonces el varón es dios."[5] Mientras que ningún teólogo respetado de la iglesia ha dicho que Dios sea varón, la fuerza de la objeción de Daly significa simplemente que referirse a Dios en masculino, como si fuera varón, da la impresión de que la masculinidad tiene se asemeja más a Dios. A través de esta impresión, entonces, las mujeres tienen una posición servil y se les da menos de lo que su dignidad merece, así es el argumento. La única acción correctiva sería retirar la predominancia del lenguaje masculino de Dios en las escrituras, liturgia y prédicas. Mientras que algunas personas (como en el caso de Daly misma) se han cambiado a un uso exclusivo femenino, terrenal, más parecido a un lenguaje tipo neo paganismo para la deidad, la mayoría de las iglesias principales que comparten esta inquietud fundamental piden un equilibrio entre las referencias masculinas y femeninas (por ejemplo, Dios Padre y Madre) o el uso de un lenguaje de género totalmente neutral para referirse a Dios (por ejemplo, Creador, Redentor, Sustentador para reemplazar Padre, Hijo y Espíritu Santo).[6]

Solo podemos dar breve atención aquí a varias líneas del argumento presentado para un lenguaje inclusivo de Dios, [7] y nos enfocaremos particularmente en la inquietud sobre la formulación tradicional trinitaria en masculino. Primero, se hace un llamado a la naturaleza metafórica del lenguaje masculino propio de la biblia para referirse a Dios. Todos estamos de acuerdo que cuando las Escrituras llaman a Dios ‘Padre' o ‘Rey', no tendemos por eso que Dios literalmente sea varón. Es una metáfora para hablar de las funciones del padre o del rey como por ejemplo de proveer, proteger y regir. Entonces, mientras que Dios literalmente provee, protege y rige, metafóricamente es padre y rey. Siendo así, entonces, las feministas argumentan que deberíamos describir a Dios con metáforas femeninas que expresen algunas otras funciones de Dios característicamente femeninas, tales como confortar, sanar y simpatizar. Entonces mientras que Dios (literalmente) no es padre ni madre, las metáforas ‘padre' y ‘madre' son igualmente adecuadas para describir las cualidades de Dios inherentes literalmente a Dios. Deberíamos, entonces, equilibrar los nombres de Dios mujer con los nombres tradicionalmente de Dios varón para tener una visión más completa de Dios, o de otra manera deberíamos evitar totalmente tales términos específicos que implican género pues se corre un riesgo demasiado grande que la gente pueda pensar en Dios como un ser sexual. En referencia al lenguaje Trinitario, las representantes feministas han sugerido revisar el lenguaje en ambas direcciones. Ya sea que deberíamos referirnos a la primera persona de la Trinidad como Padre/Madre y a la segunda, hijo/hija de Dios, [8] o deberíamos movernos hacia un lenguaje trinitario estrictamente neutral en género, tal como Creador, Redentor y Sustentador. Ambos enfoques son defendidos por las corrientes principales feministas y lo que ambas tienen en común es que se evite el lenguaje dominante masculino para el Dios trino debido a que ambos son falsos y desorientan.

Segundo, cuando uno se pregunta por qué el lenguaje eclesiástico tanto bíblico como tradicional de Dios ha sido predominantemente masculino, se da cuenta inmediatamente de la naturaleza intrínseca culturalmente condicionada de la Biblia y de la jerga eclesiástica para referirse a Dios. La cultura patriarcal en tiempo bíblico y a lo largo de la historia de la iglesia ha dado como resultado este lenguaje predominantemente masculino para Dios. Para el feminismo, al darse cuenta de esta realidad, parece tanto obvio como necesario que modernicemos nuestra forma de referirnos a Dios. Podemos mantener este lenguaje predominantemente masculino para Dios solo a expensas de perpetuar el ilícito patriarcado de dónde provino. Mientras que la mayor parte de las principales corrientes feministas no estarían totalmente de acuerdo con Mary Daly, acomodarían su argumento para decir que si Dios es visto y referido como masculino, lo que es masculino será visto, natural e inevitablemente con mayor valor y autoridad. De nuevo, entonces, se necesita una de las dos líneas de respuesta: ya sea que equilibremos nuestro uso tradicionalmente masculino con un lenguaje femenino de Dios apropiado y significativo o que se evite totalmente hacer cualquier referencia a Dios que sea específica al género.

Tercero, partiendo de los dos artículos anteriores, el avance feminista político e ideológico requiere que rechacemos la dominación bíblica y tradicional de lo masculino en relación a Dios. La verdadera liberación de la mujer, en general, y la causa del derecho de la mujer para que sirva en todos los niveles de la iglesia y del liderazgo denominacional, en particular, nunca puede suceder cuando a Dios, nuestra más alta autoridad y el único merecedor de adoración, se le refiere con términos puramente masculinos. Perpetuar la masculinidad de Dios, es perpetuar la naturaleza servil del ser femenino. Ya que Dios está por encima del género, y ya que creó ambos géneros a su imagen, entonces no nos atrevemos a continuar enfocando nuestra discusión de Dios en solo un género subordinando así al otro género como inferior y servil.

Respondiendo al Caso Feminista contra el Lenguaje Trinitario Masculino

Es interesante observar que muchas de las iglesias principales así como la mayoría de feministas evangélicas (por ejemplo igualitarias) de dentro y fuera de las denominaciones principales se oponen a esta agenda feminista revisionista. Porque la mayoría en este grupo, mientras que indican identificarse totalmente con los valores y aspiraciones del feminismo cristiano, estos oponentes enfatizan que cambiar el lenguaje de la Biblia y de la tradición eclesiástica a través de la cual Dios es revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo, es arriesgar la integridad de la Cristiandad en sí y promover lo que es verdaderamente, de hecho, otra deidad y otra fe.[9] Su argumentación es compleja y complicada, pero detallaremos algunas de sus inquietudes principales.

Primero, mientras que es cierto que la Biblia utiliza un lenguaje metafórico masculino para nombrar a Dios (aunque Dios nunca es literalmente varón), también es cierto que la Biblia nunca emplea lenguaje metafórico femenino para nombrar a Dios. Cierto es que Dios se dice a veces que es o que actúa como si fuera una madre (o alguna otra imagen femenina),[10] pero a Dios nunca se le llama ‘Madre' como a menudo se le llama ‘Padre.' El respeto a la descripción de Dios de sí mismo en las Escrituras requiere que nosotros respetemos esa distinción. Mientras que tenemos todo el derecho (y responsabilidad) de emplear imágenes femeninas de Dios, como se hace a menudo en las Escrituras mismas, no nos es permitido, por precedencia bíblica, de ir más allá de esto y nombrar a Dios en formas en las que El mismo no se ha nombrado. El se ha llamado Padre a sí mismo, pero no se ha auto nombrado Madre. Este hecho persistente de la revelación en las escrituras debería por sí mismo restringir la forma como nos referimos a Dios.

Segundo, podría ser que nos sintiéramos inclinados a ignorar este “hecho” mencionado arriba, apelando a la cultura inherentemente patriarcal que fue marco para nuestro lenguaje bíblico de Dios. Pero apelar a la cultura muestra solamente que es tan singular y aun único que Israel escogiera usar solo lenguaje masculino (y no femenino) para nombrar a Dios. El punto es que la ruta más natural que Israel podría haber seguido, es el ejemplo de las naciones a su alrededor que nombraban regular y frecuentemente a sus deidades en femenino.[11] El hecho de que Israel no haya escogido hacerlo, muestra su resistencia a seguir las fuertes presiones naturales y culturales, e indica que aquí se concibió al Dios verdadero, el Dios de Israel, como distinto de esas deidades falsas.

Al defender su declaración de que "el lenguaje bíblico usado para referirse Dios es masculino, una revelación única de Dios en el mundo," Elizabeth Achtemeier continúa: La razón básica para esa designación de Dios es que el Dios de la Biblia no permitirá que se le identifique con su creación y por lo tanto para que los seres humanos no adoren a la creación sino al Creador. . . . Sin embargo, es precisamente la introducción del lenguaje femenino para referirse a Dios lo que abre la puerta a tal identificación de Dios con el mundo.[12]

Si seguimos aquí a Achtemeier ya sea en forma total o parcial,[13] lo que queda claro es que la Escritura nunca nombra a Dios como ‘Madre' o de cualquier otra forma femenina, y esto queda resaltado claramente contra la práctica prevaleciente de las culturas alrededor de Israel y la iglesia primitiva.

Tercero, mientras que la Escritura, ciertamente no refleja los varios marcos culturales e históricos dentro de los que fue escrita, el Dios bíblico es presentado, finalmente, a través de una revelación de sí mismo o auto revelación. El lenguaje de la Biblia de Dios, entonces, deberá recibirse con respeto y gratitud como el medio de entrega de la verdad que Dios mismo deseaba que el pueblo conociera acerca de él. Alterar el lenguaje bíblico de Dios es negar y rechazar la auto revelación de Dios en los términos que El mismo escogió y que El mismo utilizó para darse a conocer a nosotros. Claramente, en el pináculo de esta auto revelación de Dios resalta la revelación de Jesús el Cristo quien se hizo carne para que supiéramos en forma visible y física como es Dios (Juan 1:14-18). Y aquí con una regularidad impresionante, Jesús se refiere a Dios en una manera escandalosa para su audiencia Judía, llamándolo ‘Padre.' Que Jesús es el Hijo enviado por el Padre refleja tan profunda y ampliamente la auto revelación de Dios en y a través de la encarnación, que alterar este lenguaje es sugerir, aún solo implícitamente, que uno habla, en su lugar, de una deidad diferente. Entonces la auto- revelación divina de Dios, requiere que con alegría retengamos a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Cuarto, una última advertencia. El feminismo revisionista, puede conceder que el lenguaje bíblico hable de la trinidad de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero según continúan estas revisionistas, esas mismas escrituras también emplean el lenguaje de Dios como creador redentor y sustentador. ¿No podemos entonces utilizar en la iglesia este otro lenguaje bíblico de Dios y al hacerlo honramos tanto la auto-revelación de Dios y también evitamos comparar ilícitamente a Dios con la masculinidad que se representa por el lenguaje tradicional masculino?

Mientras que los términos ‘Creador, Redentor, y Sustentador son términos bíblicos para designar a Dios, estos no pueden sustituir a las personas de la Trinidad nombrada como ‘Padre, Hijo y Espíritu Santo'. Existen por lo menos tres razones por las cuales esta sustitución es inaceptable. Primera, corremos el riesgo de llegar a una comprensión modalística de Dios al ser primero creador y luego cambiar a la siguiente fase histórica como redentor, e igualmente después a sustentador. Las fases y aspectos de la actividad podrían fácilmente ser visualizados como modalidades históricas de la manifestación de un Dios, como ha sido argumentado por Sabellius y otros modalistas. Segunda, esta sustitución implica que el mundo es eterno, no temporalmente finito, y que la obra redentora de Dios es necesaria, no gratuita. La afirmación de la iglesia de Dios como ‘Padre, Hijo y Espíritu' es un argumento, no meramente de su manifestación económica como el Padre del Hijo encarnado en el poder del Espíritu (aunque esto es cierto, en parte), sino también de la inmanente trinidad eternamente Padre, Hijo y Espíritu. El Padre, por lo tanto, es el Padre eterno del Hijo; el Hijo es el Hijo eterno del Padre. Ahora bien, si sustituimos ‘Creador, Redentor, Sustentador' como nombres para estas realidades eternas entonces requiere que veamos a Dios como Creador eterno, implicando una eterna creación y un eterno Redentor, implicando necesaria redención. Está claro que mientras que ‘Padre, Hijo, Espíritu' funcionan bien como nombres de las personas económicas trinitarias, ‘Creador, Redentor, Sustentador' son solamente designaciones meramente económicas y funcionales. Como tales, simplemente no pueden sustituir en el lenguaje de la Escritura y la tradición de la iglesia al Dios eterno quien es en Sí (inmanente y eternamente) y en relación a la creación (económicamente) Padre, Hijo y Espíritu. Tercero, los nombres personales del Padre, Hijo y Espíritu Santo simplemente no se limitan a la supuesta sustitución funcional de Creador, Redentor y Sustentador.[14] ¿Es el Padre y solamente el Padre el Creador? ¿Es el Hijo y solamente el Hijo el Redentor? ¿Es el Espíritu y solamente el Espíritu el Sustentador? La enseñanza bíblica nos instruye que cada una de esas funciones se logran mediante las tres divinas personas en conjunto. Sí, el Padre crea, pero lo hace a través del poder de su Palabra (Juan 1:3) quien actúa como ejecutante de su diseño creativo (Col. 1:16). Igualmente el Espíritu vigoriza la formación de la labor creativa del Padre a través del Hijo (Gen. 1:2). Igualmente, la redención, se destruye totalmente si la labor redentora se reduce solo a la segunda persona de la Trinidad. Bíblicamente, la redención tiene lugar solamente cuando el Padre envía al Hijo al mundo a recibir la ira del Padre contra sí mismo por nuestros pecados (2 Cor. 5:21). Y, por supuesto, el Hijo logra su labor solo por el poder del Espíritu que reside en él y le permite llegar hasta la cruz (Heb. 9:14) y lo eleva de entre los muertos (Rom. 8:11). E igualmente con lo que se refiere a Sustentar y Santificar, es el labor del Padre (1 Tes. 5:23-24) y del Hijo (Efesios 5:25-27) y del Espíritu Santo (2 Cor. 3:18) preservar a los creyentes y llevarlos a una santidad de vida y carácter diseñados para ellos desde toda la eternidad (Efesios 1:4). Nos percatamos de que la sustitución de ‘Creador, Redentor y Sustentador,' para ‘Padre, Hijo y Espíritu Santo no solo falla como equivalente funcional de la fórmula trinitaria tradicional y bíblica, sino lo que es peor, de seguirse daría como resultado tremendas distorsiones teológicas que la fe resultante solo se asemejaría superficialmente a la fe de la verdadera religión bíblica cristiana. En las propias palabras de Geoffrey Wainwright, "La consideración de la creación, redención y santificación muestra que una consideración fiel a la narrativa bíblica, también implicará y será resultado de la comunión trinitaria y cooperación entre Padre, Hijo y Espíritu Santo."[15]

El rechazo del feminismo evangélico hacia la subordinación funcional dentro de la Trinidad de Dios

La adopción del feminismo evangélico del lenguaje trinitario masculino y el rechazo de la subordinación funcional interna de la trinidad

Las feministas evangélicas, conocidas también como igualitarias, se han inclinado generalmente por retener el lenguaje tradicional masculino de la trinidad. Por las razones mencionadas anteriormente, particularmente porque la Escritura es para las igualitarias la palabra inspirada por Dios y la auto-revelación, la inmensa mayoría de igualitarias han buscado defender el lenguaje masculino de Dios contra la crítica de muchas de sus colegas feministas. Sin embargo, en el proceso niegan que dicho lenguaje masculino de Dios tenga cualquier implicación ya sea 1) de superioridad de masculino sobre lo femenino, o bien que 2) las relaciones eternas de Padre, Hijo y Espíritu Santo indiquen cualquier clase de jerarquía funcional eterna dentro de la Trinidad.

Que se diga claramente que el evangelismo no igualitario de las evangélicas complementarias está totalmente de acuerdo con esas primeras negaciones. Debido a que Dios creó al hombre y a la mujer totalmente[16] a su imagen (Gen. 1:26-27), está claro que ningún uso del lenguaje masculino para Dios tiene como objetivo dar un mayor valor supuesto o mayor dignidad al varón respecto a la mujer. Adicionalmente, que mujeres y hombres por igual son redimidos por el Salvador y que el esposo creyente concederá a su esposa creyente el honor como "coheredera de la gracia de la vida" (1 Pedro. 3:7) indica además la total igualdad como persona y el valor otorgado tanto a mujeres como a los varones, mediante la creación así como la redención, por gracia de nuestro Dios. Los evangélicos igualitarios y complementarios concuerdan entonces, en que el lenguaje masculino de Dios en la biblia de ninguna manera indica la superioridad esencial o mayor valor a varones respecto a las mujeres. Tanto los hombres como las mujeres son, en la creación y la redención, apreciados, buscados y amados por Dios de igual manera, las mujeres junto con los hombres son iguales ante los ojos de Dios, son iguales en dignidad, valor y unicicidad humana.

Con respecto a la segunda negación, sin embargo, existen razones significativas contra la posición igualitaria. Según el argumento igualitario, si el lenguaje masculino de Dios en las Escrituras no es una concesión a la cultura patriarcal sino que representa el medio escogido por Dios mismo de auto revelación ¿qué es lo que transmite esta terminología masculina? ¿No vincula intencionalmente este lenguaje masculino la posición y autoridad como Dios con el concepto de masculinidad por encima de la femineidad? Además, ¿que es lo que significa que el Padre es el Padre eterno del Hijo, y que el Hijo es el Hijo eterno del Padre? ¿La relación Padre-Hijo dentro de la inmanente Trinidad no indica algún tipo de relación eterna de autoridad dentro de la misma Trinidad?

Las igualitarias rechazan estas implicaciones.[17] Ellas ven claramente que si una eterna relación de autoridad y obediencia se basa en las inmanentes relaciones eternas internas trinitarias de Padre, Hijo y Espíritu Santo, entonces esto da por lo menos como primera impresión una justificación a la noción de las relaciones humanas de la creación en las cuales la autoridad y la obediencia son inherentes.[18] Y lo que es más, ambas características del punto de vista ortodoxo mencionado anteriormente hacen que pudiera ser visto como que sugiere tal correspondencia. Es decir, tanto el lenguaje predominante masculino para Dios, y la naturaleza eterna de la relación Padre-Hijo dentro de la trinidad podría llevarnos a pensar que la autoridad y la obediencia tienen su origen en la Trinidad y que la autoridad en alguna forma especial corresponde a la masculinidad.

Para contrarrestar estas líneas de pensamiento, las igualitarias arguyen fundamentalmente sobre tres puntos. Primero, afirman que las referencias predominantes masculinas a Dios de ninguna manera implican alguna autoridad correspondiente a los miembros del sexo masculino. Como ya se anotó en la sección anterior, el que la mujer y el hombre hayan sido creados totalmente a imagen de Dios no indica que exista dicha subordinación de las mujeres hacia los hombres. La igualdad (solamente) caracteriza su relación como personas humanas. Como lo ha expresado Paul Jewett, el hecho de afirmar la subordinación funcional de las mujeres en cuanto a los hombres en cualquier aspecto no logra evitar que se diga por lo tanto, que las mujeres son inferiores a los hombres.[19] Pero la creación de la mujer y del hombre a imagen de Dios hace que esto resulte imposible. La Masculinidad nunca es inherentemente superior, aunque se admite que ese sea el género que Dios ha elegido casi siempre para autonombrarse.

Segundo, ellas afirman que cualquier sugerencia de subordinación dentro la trinidad, aun el que exista una subordinación funcional del Hijo al Padre, no puede evitar como mínimo un Arianismo implicito.[20] Los teólogos de la iglesia primitiva, argumentan, rechazaron toda idea de subordinación entre sí de cualquiera de los miembros de la Trinidad en cuanto al otro. La total igualdad entre Padre, Hijo y Espíritu Santo evita cualquiera y todo tipo de subordinación. Debido a que el Hijo es unisustancial con el Padre, siempre estaremos equivocados al hablar del estado de subordinación del Hijo hacia el Padre y al hacerlo debilita la ortodoxia ganada por Athanasius en Nicea y a partir de allí, afirmada por la iglesia.

Tercero, todo el lenguaje de las Escrituras con respecto a la autoridad del Padre y la obediencia del Hijo solo cuenta dentro de la misión de encarnación del Hijo. Aquí, como Dios hecho carne, precisamente porque Cristo fue el segundo Adán y totalmente humano, fue necesario que se sujetara a la voluntad del Padre. De esta manera, como lo establece Gilbert Bilezikian, "Cristo no se auto impuso la tarea de la redención del mundo porque ocupara un segundo lugar en la Trinidad y su jefe le dijo que lo hiciera o porque le degradaron a un puesto de subordinación para hacer un trabajo que nadie mas queria."[21] Además al cumplir la misión redentora, el Hijo volvió a su anterior posición de total igualdad dentro de la Trinidad, dejando para siempre atrás la función de someterse obedientemente al Padre. Como vuelve a comentar Bilezikian, “Debido a que no había subordinación dentro de la Trinidad antes de la encarnación de la segunda persona, no habrá tal cosa después de haberse completado. Si debemos hablar de subordinación es solo una subordinación funcional o económica que pertenece exclusivamente al papel que desempeñó de Cristo en relación con la historia de la humanidad."[22] Entonces, mientras que el lenguaje masculino predomina en la descripción bíblica de Dios, y mientras que la relación divina Padre-Hijo es eterna, nada de esto indica una relación de autoridad y obediencia en la trinidad o una relación correspondiente de autoridad u obediencia en las relaciones humanas.

Respuesta a la adopción Igualitaria del Lenguaje Trinitario Masculino y el Rechazo a la subordinación funcional de la Trinidad interna

Primero, parece que el igualitarismo se encuentra en una difícil posición. Afirma la predominancia de las referencias bíblicas para Dios y aún así parece que no puede explicar de manera lógica esta elección divina hacia el uso del lenguaje masculino. Podríamos argumentar que siempre y cuando, como hemos visto antes con Achtemeier, que referirse a Dios en femenino podría dar como resultado en una confusión entre Creador y Creación. Pero ¿tendría que ser así? Aún Achtemeier admite que no necesariamente, pero está convencida de que podría suceder. Pero, si Dios mismo pensó y creyó como las igualitarias, ¿No podría El superar esta confusión supuesta entre Creador-criatura que pudiera darse, si así lo quisiera, escogiendo deliberadamente emplear metáforas masculinas y femeninas en igual proporción? Ciertamente, El podría hacer la aclaración, como lo ha hecho, que El es Espíritu y por lo tanto no es un ser con un sexo o género determinado. Además, también podría hacer la aclaración de que cuando se refiere a sí mismo como Madre, no está de ninguna manera transmitiendo una conexión ontológica con el mundo. Por lo tanto, encuentro difícil aceptar esto como respuesta completa o adecuada a la pregunta de por qué Dios eligió autonombrarse en términos masculinos, pero nunca en términos femeninos.

Existe otra razón obvia, una contra la cual las igualitarias parecieran tropezarse constantemente sin reconocerla tal cual es. Por ejemplo en la reflexión de Wainwright sobre Dios como ‘Padre' él indica que ‘Padre' fue el nombre que la segunda persona en su existencia humana consideró más apropiada para dirigirse a la primera persona." Pero, ¿A qué se debe esto? Ante esta pregunta, Wainwright solo puede decir que "podría haber . . . algo acerca de la paternidad humana que hace que Padre sea una palabra adecuada para que Jesús designe a aquel quien le envió. En términos trinitarios, el punto crítico es que Padre fue el nombre que Jesús utilizó característicamente para hacer esta conexión."[23] Sin embargo, Wainwright no nos dice a qué se refiere con “algo”, Pero, ¿no es obvio? Jesús dijo una y otra vez durante su ministerio que vino para hacer la voluntad de su Padre. Claramente, una parte central de la noción de ‘Padre' es la de autoridad paterna. Ciertamente esto no es todo lo que se necesita para ser padre, sino implica mucho más, definitivamente no implica que sea menos u otra cosa. La terminología masculina usada para Dios a lo largo de las Escrituras, transmitió dentro de las culturas patriarcales de Israel y en la iglesia primitiva, el punto obvio de que Dios, mostrado en forma masculina, tenía autoridad sobre su pueblo. Padre, Rey y Señor transmitían, a través de su referencia masculina, una autoridad legítima que debía seguirse y respetarse. Malaquías 1:6, por ejemplo, indica exactamente esta conexión entre ‘padre' y autoridad. Malaquías escribe, "‘El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” Dios como el Padre legítimamente merece el honor, respeto y obediencia de sus hijos. No ver esto, es no percibir una de las razones principales por las que Dios eligió dicha terminología masculina para auto nombrarse.

Segundo, mientras que la iglesia primitiva adoptó la igualdad esencial total de las tres personas trinitarias (porque cada una de las tres divinas personas posee total y simultáneamente una naturaleza divina idéntica infinita), no obstante, la iglesia siempre ha afirmado así la prioridad del Padre sobre el Hijo y el Espíritu. Debido a que esta prioridad no puede ser comprendida en términos de esencia o naturaleza (porque caeríamos en el subordinacionismo Ariano), es necesario que exista en términos de relación.[24] Como afirmó Agustín, la distinción de personas se constituye precisamente por las relaciones diferenciantes entre sí, manifestadas en parte por la autoridad inherente del Padre y la obediencia inherente del Hijo. Esto puede verse con mayor claridad en la relación eterna Padre-Hijo en la cual el Padre es eternamente el Padre del Hijo, y el Hijo es eternamente el Hijo del Padre. Pero, alguien podría preguntarse, ¿proporciona esto una autoridad eterna del padre y una obediencia eterna del Hijo? Escuchemos como Agustín discute tanto la igualdad esencial del Padre e Hijo como la misión del Hijo enviado, en un pasado eterno, para obedecer y realizar la voluntad del Padre:

Sin embargo, si la razón de decir que el Hijo ha sido enviado por el Padre es simplemente porque uno es el Padre y el otro es el Hijo entonces no hay nada que nos detenga a creer que el Hijo es igual al Padre, co-sustancial y co-eterno, y aún que el Hijo es el enviado del Padre. No porque uno sea mayor o el otro menor, sino porque uno es el Padre y el otro es el Hijo; uno es el procreador y el otro el procreado; el primero es del cual proviene el enviado; el otro es quien envía. Porque el Hijo proviene del Padre, no el Padre del Hijo. A la luz de esto podemos ahora percibir que no solo se ha dicho que el Hijo ha sido enviado porque el Verbo se hizo carne, sino que fue enviado para que El verbo se hiciese carne, y por su presencia corporal cumplir todo aquello que fue escrito. Es decir, debiéramos entender que no solo fue el hombre que se convirtió en el Verbo quien fue enviado, sino que El Verbo fue enviado para convertirse en hombre. Porque él no fue enviado en virtud de alguna disparidad de poder o sustancia o que hubiera algo en él que no fuera igual al Padre, sino en virtud de que el Hijo era del Padre, y no que el Padre fuera del Hijo.[25]

Veamos dos observaciones de la declaración de Agustín. Primero, Agustín no encuentra disparidad entre afirmar, por un lado, la total igualdad del Hijo con el Padre, y por el otro, la posición eterna del Hijo como procedente del Padre, cuya responsabilidad es cumplir con la voluntad del Padre como aquel quien fue enviado por el Padre desde toda la eternidad. La afirmación de Jewett de que la subordinación funcional implica inferioridad esencial, es negada aquí por Agustín. Segundo, observamos que Agustín niega la afirmación de Bilezikian acerca de que toda la subordinación del Hijo hacia el Padre descansa totalmente en el estado encarnado del Hijo. Por el contrario, Agustín afirma que "no solamente se ha dicho que el Hijo ha sido enviado porque el Verbo se hizo carne, sino que fue enviado para que el Verbo se hiciera carne." En otras palabras, el envío del Hijo ocurrió en la eternidad pasada para que el Verbo eterno, enviado de lo alto por el Padre, pudiera encarnarse como humano y luego continuar su labor de realizar la voluntad de su Padre.

Según escribe P. T. Forsyth, la belleza de la igualdad simultánea del Hijo con el Padre y su obediencia hacia el Padre expresa la voluntad de servicio que Dios espera que su pueblo le ofrezca. Forsyth indica que “Subordinación no implica inferioridad, y que se asemeja a Dios. El principio se encuentra intrínsecamente en la misma cohesión de la Trinidad eterna y es inseparable de la unidad, fraternidad y verdadera igualdad de los hombres. Ser subordinado no es ser inferior. Permitir una autoridad, obedecer, es divino."[26] Y en otro lugar, Forsyth establece claramente que la obediencia del Hijo hacia el Padre fue en verdad una obediencia eterna, ofrecida por un eterno igual, que constituye una subordinación eterna del Hijo para hacer la voluntad del Padre. El escribe:

El Padre y el Hijo coexisten igualmente en espíritu de santidad, de perfección. Pero Padre e Hijo es una relación inconcebible excepto para que el Hijo sea obediente al Padre. La perfección del Hijo y el perfeccionamiento de su labor divina, recaen no en su sufrimiento sino en su obediencia. Y como era el Hijo eterno, significo una obediencia eterna. . . . Pero la obediencia no se puede concebir sin alguna forma de subordinación. Pero aún en su misma obediencia el Hijo era co-igual al Padre; la voluntad de ceder del Hijo no fue menos divina que la voluntad de exigir del Padre. Por lo tanto, en la misma naturaleza de Dios, la subordinación no implica inferioridad.[27]

Tercero, la negación igualitaria de cualquier subordinación eterna del Hijo hacia el Padre hace imposible responder a la pregunta de por qué razón fue el “Hijo" y no el “Padre” o el “Espíritu” el enviado para encarnarse. Y aun más básica es la pregunta de por qué los nombres eternos de "Padre” e “Hijo” son exactamente dichos nombres. John Thompson ha indicado una tendencia en la discusión trinitaria mucho más moderna para separar la Cristología de las formulaciones trinitarias. Escribe que la "Cristología y la Trinidad estaban virtualmente desasociadas. Asegura y asume a la vez, que cualquiera de las tres personas podría encarnarse. . . . Había de esta manera, solo una relación accidental entre la economía de la revelación y redención con el ser trino y eterno de Dios."[28]Parece que el igualitarismo contemporáneo es vulnerable también a esta crítica. Ya que nada en Dios sostiene que el Hijo sea el Hijo del Padre, y ya que todos los aspectos de la obediencia terrenal del Hijo al Padre están desasociados totalmente a cualquier relación eterna existente entre el Padre y el Hijo, por lo tanto, simplemente no hay razón por la cual el Padre debería enviar al Hijo. En palabras de Thompson, pareciera que el punto de vista igualitario permitiría que "cualquiera de las tres personas" encarnara. Pero contamos aún con la revelación de las escrituras donde claramente se nos dice que el Hijo bajó del cielo para hacer la voluntad de su Padre. Este envío no fue para ese propósito específico. En la eternidad, el Padre comisionó al Hijo quien voluntariamente se alejó de la Gloria que tenia conjuntamente con el Padre para venir y comprar nuestro perdón y renovación. Tal gloria sería disminuida de no haber una relación eterna Padre-Hijo en base a la cual el Padre envía y el Hijo voluntariamente viene, y el Espíritu voluntariamente le da el poder.

Y finalmente, ¿que evidencia bíblica existe para la eterna subordinación funcional del Hijo hacia el Padre? Un tema actual en la historia de esta doctrina (como se ve anteriormente en Agustín y Forsyth) es que el Hijo fue comisionado por el Padre en un pasado eterno para venir como el Hijo encarnado. Según Jesús declara en mucho más de treinta ocasiones en el Evangelio de Juan, él fue enviado a la tierra por el Padre para hacer la voluntad del Padre. ¿O debemos pensar sobre este envío, esta comisión como que tuvo lugar en un pasado eterno, una comisión que se cumple después en el tiempo? La Escritura, parece claro, demanda ese último punto de vista.

Consideremos por ejemplo, la declaración de Pedro en el sermón Pentecostal que se encuentra en Hechos 2. Respecto a Cristo, él dice, "A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; " (Hechos 2:23). La crucifixión de Cristo cumplió el “propósito establecido” de Dios mucho antes de la verdadera encarnación. Aunque este versículo por sí solo no nos dice exactamente que tanto tiempo antes fue establecido el plan de Dios, sabemos en base a numerosas profecías bíblicas (por ejemplo el Salmo 22, 22; Isa. 9:6-7; Isa. 53; Miqueas 5:2, para mencionar algunas de las más notables) que Dios había planificado y predeterminado, mucho antes de la encarnación, precisamente el nacimiento, vida, muerte y triunfo final del Hijo. La venida de Cristo cumplió con el “propósito establecido” de Dios, y este propósito fue establecido mucho antes de la encarnación, entonces queda claro que la comisión del Hijo ocurrió en la relación de Cristo con el Padre en la inmanente Trinidad y no después de que vino como el Hijo encarnado. Consideremos otra de las afirmaciones de Pedro. En relación con la obra redentora de Cristo, Pedro escribe "(Cristo) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”. 1 Pedro 1:20. Si nos preguntamos con cuanta anterioridad tuvo lugar esta comisión del Hijo, este versículo responde a la pregunta. Antes de que el mundo fuese hecho, el Padre escogió (literalmente, “supo") que el Hijo vendría como redentor. La venida del Hijo en el tiempo para derramar su sangre refleja no solo una decisión adecuada, no el lanzamiento de una moneda al aire, sino más bien el propósito eterno del Padre de enviar y ofrecer a su Hijo.

Efesios 1:3-5 y Apocalipsis 13:8 lo confirman. En Efesios, Pablo alaba a Dios el Padre por escoger lo suyo en Cristo antes de la fundación del mundo, y por predestinarlos para sí en la adopción como sus hijos a través de Jesucristo. Debido a que Pablo específicamente 1) alaba al Padre por esta elección y predestinación, 2) designa a Cristo como aquel a quien se dirige nuestra elección y predestinación, y 3) establece que el propósito electivo y plan ocurrieron antes de la creación del mundo, entonces deduce que la comisión del Padre para el Hijo se basa en la eternidad pasada y que la obediencia del Hijo al Padre tiene raíces en su relación eterna dentro de Dios. Apocalipsis 13:8 indica similarmente que el libro de la vida donde están escritos los nombres de los creyentes es 1) desde la fundación del mundo, y 2) es del Cordero que fue sacrificado. Nuevamente, entonces, vemos clara evidencia de que el propósito del Padre desde la eternidad pasada fue enviar a su Hijo, el Cordero de Dios, a través del cual se salvarían los que le pertenecen. La relación de autoridad-obediencia de Padre e Hijo en la inmanente trinidad es obligatoria si contamos con el propósito eterno del Padre de elegir y salvar a su pueblo a través de su Hijo amado.

¿Pero algún día, como argumenta Bilezikian, será Cristo elevado al mismo estado o función de igualdad del Padre? Consideremos la discusión de Pablo de la consumación de la obra reconciliadora de Cristo en un día aun futuro. El escribe, "Porque todas las cosas las sujetó (el Padre) debajo de sus pies (de Cristo). Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel quien sujetó todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos." (1 Corintios 15:27-28). Porque Cristo fue comisionado en la eternidad pasada para venir, en tiempo y en historia, para realizar la voluntad de su Padre, cuando esta obra sea finalizada, Cristo mismo se colocará en la misma posición que tenía anteriormente con el Padre. Aunque posea de nuevo la gloria total del Padre (John 17:5), el Hijo mismo se sujetará al Padre (1 Cor. 15:28). La relación del Padre y el Hijo en la eternidad pasada, en la vida histórica y encarnada de Cristo, y en la eternidad futura, entonces es la misma. Cristo es totalmente igual en esencia que el Padre aunque desempeñe una función de subordinación. La Escritura claramente sostiene estas verdades, y nosotros en la iglesia deberíamos hacer lo mismo.

Conclusión

Hemos examinado dos áreas donde el revisionismo significativo y ampliamente conocido está tomando lugar en la doctrina Trinitaria en la actualidad: el rechazo de la corriente principal feminista del lenguaje trinitario predominantemente masculino, y el rechazo del feminismo evangélico de la eterna relación interna trinitaria de autoridad y obediencia. Cada una de esas áreas merece un cuidado especial por parte de los cristianos que meditan y hacen oración. Debido a que tenemos la palabra inspirada por Dios y debido a que Dios ha dado a conocer su unidad trinitaria, a través de su palabra, debemos renovar el compromiso de estudiar, creer y adoptar la verdad de Dios como se nos ha dado a conocer aquí. Para que donde estuviéramos desorientados a través de la historia de esta doctrina, la Escritura lleve a cabo la corrección. Pero donde la revisión contemporánea se aparte de las claras enseñanzas de la escritura, tengamos el valor de sostenernos con la verdad y para la verdad. Para la gloria del único Dios viviente y verdadero, que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, podamos jurar solamente ante El nuestra lealtad, obediencia y amor.

Apéndice: Puntos de Aplicación Práctica

1. Adoptemos las Verdaderas Estructuras de Autoridad. Debido a que la estructura de autoridad y obediencia no solo han sido establecidas por Dios, sino que más aun, se encuentran dentro de la vida interna de Dios mismo, según el Padre establece su voluntad y el Hijo felizmente obedece, entonces no debemos despreciar, sino más bien adoptar las líneas adecuadas de autoridad y obediencia. En el hogar, en la comunidad creyente, y en la sociedad, las líneas adecuadas de autoridad son reflexiones buenas, sabias y hermosas de la realidad que es Dios mismo. Esto se aplica no solo a los que se encuentran en posiciones de obediencia y obediencia ordenada por Dios, quienes necesitan, entonces, aceptar con alegría la función de obediencia que les toca desempeñar. Se aplica de igual manera a aquellos que están en posiciones de autoridad ordenadas por Dios y necesitan adoptar la función adecuada de autoridad y ejercitarla como si fuera dedicada al Señor.

2. Ver la autoridad y la obediencia en semejanza a Dios. Con P. T. Forsyth, necesitamos no solamente ver la autoridad sino también la obediencia como semejantes a Dios. Asociamos más fácilmente a Dios con la autoridad, pero debido a que el Hijo es el eterno Hijo del Padre, y debido a que el Hijo es Dios eternamente, entonces se deduce que la naturaleza interna trinitaria de Dios hace honor tanto a la autoridad como a la obediencia. De la misma manera como dirigir bien y con responsabilidad es a semejanza de Dios, también lo es el someterse donde lo demanden las relaciones entre humanos. Es a semejanza de Dios que las esposas se sometan a sus esposos; es a semejanza de Dios que los niños obedezcan a sus padres; es a semejanza de Dios que los miembros de la iglesia sigan las instrucciones de los varones ancianos. Consideremos Fil. 2:5-11 y veamos la manifestación de la obediencia como semejanza a Dios. Honramos a Dios cuando somos modelo de ambos lados de la relación autoridad-obediencia que caracteriza a las personas trinitarias mismas.

3. Revivir el concepto sano y bíblico de Dios como Padre. Como ensenó Jesús en su oración modelo (el Padre Nuestro), debemos orar "Padre nuestro que estás en los cielos." El concepto y realidad de Dios como Padre es tan inmensamente glorioso, y no nos atrevemos a perder este artículo de fe de la iglesia y practicarlo debido a una paternidad abusiva o a una confusión cultural sobre lo que es la paternidad. ‘Dios como Padre' invoca dos ideas que se equilibran y se complementan: reverencia (ejemplo, santificado sea tu nombre), y confianza (por ejemplo, danos nuestro pan diario). Dios como Padre merece nuestro mayor respeto y devoción, y merece nuestra absoluta confianza y dependencia. La devoción y dependencia hacia Dios como Padre, comprende totalmente como debe ser nuestra vida ante El.

4. Nuestra adopción común a pertenecer a la familia de Dios como sus hijos. Todos nosotros, como hijos de Dios, necesitamos adoptar la autoridad de Dios sobre nuestras vidas. Todos somos hijos de Dios (υἱοὶ θεου) a través de la fe en Jesucristo (Gal 3:26), y como hijos debemos ver nuestra función, a semejanza de la función del Hijo, siempre y solamente para someterse a la voluntad de nuestro Padre. Paradójicamente, cuando obedecemos totalmente, entramos totalmente en la vida como Dios la creó. Como dijo Jesús, "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15:9-10). Debemos obedecer, sin reservas, totalmente y anticipando mucha bendición, porque al obedecer, entramos a una dicha plena y duradera.

5. Adoramos a la unidad Trinitaria de Dios, igual en esencia pero con distintas funciones. La belleza y armonía del diseño creativo de Dios de la diversidad en la unidad (como puede verse, por ejemplo, en el matrimonio y en el cuerpo de Cristo) encuentra sus raíces eterna e inmutablemente en Dios mismo. Solamente adoramos a Dios cuando lo reconocemos tal cual es. Si despreciamos la unidad y “celebramos la diversidad” que se encuentra fragmentada y separada, o despreciamos la diversidad al insistir en la uniformidad que niega la diferencias creadas y ordenadas por Dios, no valoramos a Dios por quien El es, y no le honraremos tal cual es. En Dios, la diversidad de personas sirve a la unidad de propósito, método y objetivo. La voluntad del Padre es, con alegría, llevada a cabo por el Hijo. Al venir el Espíritu, es su felicidad hacer la voluntad del Hijo. En propósito están unificados, según la función que desempeñan son distintos, y en ambos (propósito y función) hay una feliz aceptación. Unidas las tres personas modelan lo que ‘nuestra diversidad en unidad’ debería ser y como deberíamos vivir nuestras vidas en unidad.



Notas finales

  1. Este articulo fue presentado por primera vez como documento en la conferencia "Building Strong Families" (Construyendo Familias Fuertes) en Dallas, Texas, el 20-22 de marzo, co-patrocinado por FamilyLife y el Consejo Bíblico sobre la esencia de la Masculinidad y Femineidad (Council on Biblical Manhood and Womanhood). Una versión extendida y editada de este artículo aparecerá como parte del siguiente capítulo. "La Doctrina de la Trinidad," en God Under Fire: Modern Scholarship Reinvents God (Dios bajo Fuego: Los Estudiosos Modernos Reinventan a Dios), editado por Douglas S. Huffman y Eric L. Johnson (Zondervan).
  2. Consideremos una muestra de trabajos recientemente publicados, y veamos la variedad de perspectivas teológicas e intereses representados entre sus autores: Colin E. Gunton, The Promise of Trinitarian Theology (La Promesa de la Teología Trinitaria) (Edinburgo: T. & T. Clark, 1991; 2a ed., 1997); Ted Peters, God as Trinity: Relationality and Temporality in Divine Life (Dios como Trinidad: Relacionalismo y Temporalidad en la Vida Divina por Ted Peters) (Louisville: Westminster/John Knox, 1993); Thomas F. Torrance, Trinitarian Perspectives: Toward Doctrinal Agreement (Perspectivas Trinitarias: Hacia un Acuerdo Doctrinal, de Thomas F. Torrance) (Edinburgh: T. & T. Clark, 1994); Duncan Reid, Energies of the Spirit: Trinitarian Models in Eastern Orthodox and Western Theology (Energías del Espíritu: Modelos Trinitarios en la Teología Ortodoxa y Oriental de Duncan Reid) (Atlanta: Scholars Press, 1997); Kevin Vanhoozer, ed., The Trinity in a Pluralistic Age: Theological Essays on Culture and Religion (La Trinidad en una Era Pluralista: Ensayos Teológicos sobre Cultura y Religion, de Kevin Vanhoozer, ed.,) (Grand Rapids: Eerdmans, 1997).
  3. Donald Bloesch, The Battle for the Trinity: The Debate over Inclusive God Language (La Batalla por la Trinidad: El Debate sobre el Lenguaje Inclusivo de Dios, de Donald Bloesch) (Ann Arbor: Servant, 1985).
  4. Geoffrey Wainwright, "The Doctrine of the Trinity: Where the Church Stands or Falls," (La Doctrina de la Trinidad: donde la Iglesia se Mantiene o Cae, de Geoffrey Wainwright) Interpretación 45 (1991) 117.
  5. Mary Daly, Beyond God the Father: Toward a Philosophy of Women's Liberation (Más Allá de Dios Padre: Hacia una Filosofía de la Liberación Femenina, por Mary Daly) (Boston: Beacon, 1973) 19.
  6. Ver, por ejemplo, de Carol Christ y Judith Plaskow, eds., Womanspirit Rising: A Feminist Reader in Religion (Se Eleva el Espíritu Femenino: Una Lectora Feminista en Religión) (San Francisco: Harper & Row, 1979); de Virginia Mollenkott, The Divine Feminine: The Biblical Imagery of God as Female (La Divinidad Femenina: Imágenes Bíblicas de Dios como Mujer) (New York: Crossroad, 1983); de Rosemary Radford Ruether, Sexism and God-Talk: Toward a Feminist Theology (Sexismo y Voz de Dios: Hacia una Teología Feminista) (Boston: Beacon, 1983); de Ruth Duck, Gender and the Name of God: The Trinitarian Baptismal Formula (Genero y el Nombre de Dios: La Formula Bautismal Trinitaria) (New York: Pilgrim, 1991); de Elizabeth Johnson, She Who Is: The Mystery of God in Feminist Theological Discourse (Ella Quien es: El Misterio de Dios en el Discurso Teológico Feminista) (New York: Crossroad, 1992); de Gail Ramshaw, God Beyond Gender: Feminist Christian God-Language (Dios mas allá del Género: Lenguaje de Dios Feminista en la Cristiandad) (Minneapolis: Fortress, 1995); de Ada Besanon Spencer, et. al., The Goddess Revival (El Renacimiento de la Diosa) (Grand Rapids: Baker, 1995).
  7. Para un estudio muy cuidadoso y concienzudo de esta argumentación, referirse a Alvin F. Kimel, Jr., ed., Speaking the Christian God: The Holy Trinity and the Challenge of Feminism (Hablando el Dios Cristiano: La Sagrada Trinidad y el Reto del Feminismo de Alvin F. Kimel, Jr., ed., (Grand Rapids: Eerdmans, 1992); y de John W. Cooper, Our Father in Heaven: Christian Faith and Inclusive Language for God (Nuestro Padre en los Cielos: Fe Cristiana y el Lenguaje Inclusivo de Dios (Grand Rapids: Baker, 1998).
  8. Observar que los credos primitivos hablan de la segunda persona como “engendrado” no creado, lo cual, como tal, no tiene una connotación de género. Entonces, se argumenta que al hablar del Hijo engendrado del Padre/Madre es consistente con el lenguaje de la iglesia primitiva y preserva la continuidad mientras que hace una corrección necesaria.
  9. Notar el título indicativo de un articulo opuesto al revisionismo del lenguaje feminista de Dios, de Elizabeth Achtemeier, "Exchanging God for ‘No Gods': A Discussion of Female Language for God," (Intercambiando Dios por “No Dioses’: Una discusión del Lenguaje Femenino de Dios) en Kimel, ed., Speaking the Christian God, (Hablando el Dios Cristiano) 1-16.
  10. Para una discusión extensa de las referencias bíblicas de Dios que emplean imágenes femeninas, ver Cooper, Our Father in Heaven, chapter 3, "The Bible's Feminine and Maternal References to God," (Nuestro Padre en los Cielos, capitulo 3, “Las referencias Femeninas y Maternas de Dios”) 65-90.
  11. Elaine Pagels, "What Became of God the Mother? Conflicting Images of God in Early Christianity," (¿Que Sucedió con Dios Madre?) Imágenes conflictivas en la Cristiandad Primitiva, de Elaine Pagels) en las ediciones Christ y Plaskow, Womanspirit Rising, (El Espíritu Femenino se Eleva) 107 comenta que “la ausencia de simbolismo femenino de Dios marca al judaísmo, la cristiandad y al islam en sorprendente contraste con otras tradiciones religiosas del mundo, ya sea en Egipto, Babilonia, Grecia y Roma o África, Polinesia, India, y Norteamérica."
  12. Achtemeier, "Exchanging God for ‘No Gods',"(Intercambiando a Dios por ‘No Dioses’) 8-9.
  13. Ver cita anterior., 12, donde Achtemeier reconoce que muchas feministas niegan que nombrar a Dios como femenino une a Dios con la creación, pero reafirma y luego respalda su afirmación con numerosas citas. “Pero los escritos feministas mismos demuestran que así es”
  14. Karl Barth, Church Dogmatics, (Dogmas de la Iglesia, de Karl Barth) 4 volúmenes en 13 partes (Edinburgh: T. & T. Clark, 1936-1969), I. 2., 878-879, escribe: "el contenido de la doctrina de la Trinidad . . . no es que Dios en Su relación con el hombre es el Creador, Mediador y Redentor, sino que Dios en Si mismo es eternamente Dios el Padre, Hijo y Espíritu Santo. . . . [Dios] 111 no puede ser disuelto en su trabajo y actividad."
  15. Wainwright, "Doctrine of the Trinity," (Doctrina de la Trinidad) 123.
  16. El término “complementario” es la auto designación de la constitución evangélica que vería el diseño creado de Dios para los hombres y las mujeres que forman la cabeza masculina en el orden creado, reflejándose a sí mismo en el requisito de que hayan ancianos calificados en la iglesia y que los esposos tengan el liderazgo en el hogar. El único mayor volumen que describe y defiende una visión complementaria es Recovering Biblical Manhood and Womanhood (Recuperando la Masculinidad y Femineidad Bíblica) de John Piper y Wayne Grudem, eds., d (Wheaton: Crossway Books, 1991).
  17. Ver, por ejemplo, a Gilbert Bilezikian, "Hermeneutical Bungee-Jumping: Subordinación in the Godhead," Journal of the Evangelical Theological Society, (Saltos Hermenéuticos al Estilo Bungee: Subordinación en la Trinidad” Revista de la Sociedad Teológica Evangélica) 40/1 (Marzo 1997) 57-68; y "Theological Foundations for Male-Female Relationships," Journal of the Evangelical Theological Society (Bases Teológicas de las Relaciones Hombre-Mujer” Revista de la Sociedad Teológica Evangélica 41/4 (Diciembre de 1998) de Stanley J. Grenz, 615-630; The Trinity in the Gospel of John: A Thematic Commentary on the Fourth Gospel Royce G. Gruenler, (La Trinidad en el Evangelio de Juan: Comentario Temático sobre el Cuarto Evangelio por Royce G. Gruenler (Grand Rapids: Baker, 1986); y de Millard Erickson, God in Three Persons: A Contemporary Interpretation of the Trinity (Dios en Tres Personas: Una Interpretación Contemporánea de la Trinidad) (Grand Rapids: Baker, 1995).
  18. Algunas igualitarias reconocen la relación eterna interna de la Trinidad entre el Padre y el Hijo, aunque no comprenden que esto implica o conlleva relaciones de autoridad y obediencia en el orden creado. Ver de Craig Keener, "Is Subordination Within the Trinity Really Heresy? A Study of John 5:18 in Context," Trinity Journal 20 NS (¿Es la Obediencia dentro de la Trinidad Realmente una Herejía? Un estudio de Juan 5:18 en Contexto. Revista Trinidad 20 NS (1999) 39-51.
  19. Ver, por ejemplo, de Paul K. Jewett, Man as Male and Female: A Study of Relationships from a Theological Point of View (El Hombre como varón y mujer Un estudio de las Relaciones desde un punto de vista teológico) (Grand Rapids: Eerdmans, 1975), donde pregunta, "Como puede uno defender una jerarquía sexual donde el varón tiene supremacía sobre la mujer…sin suponer que la mitad de la raza humana que ejercita la autoridad es superior de alguna manera a la otra mitad que obedece?" (p. 71). Continúa preguntando si alguien puede “establecer la irrelevante subordinación de la mujer hacia el hombre señalando la obvia diferencia del hombre sin la ayuda de la irrelevante inferioridad de la mujer? La respuesta, nos parece, es no" (p. 84).
  20. Bilezikian, "Hermeneutical Bungee-Jumping," (Salto Bungee Hermenéutico) 67 dice, por ejemplo, que cualquier charla de subordinación “ que cualquier platica sobre subordinación "se asemeja a la herejía Ariana."
  21. Ibid., 59.
  22. Ibid., 60.
  23. Wainwright, "Doctrine of the Trinity," (Doctrina de la Trinidad 120 (cursivas agregadas).
  24. Para discusión de evidencia de que la teología de la iglesia primitiva sostuvo la igualdad de esencia simultánea eterna pero aun la relación funcional de autoridad y obediencia entre las personas de la Trinidad, ver también de Robert Letham, "The Man-Woman Debate: Theological Comment," Westminster Theological Journal (El Debate Varón-Mujer: Comentario Teológico, Revista Teológica de Westminster) 52 (1990) 65-78; y de Stephen D. Kovach y Peter R. Schemm, Jr., "A Defense of the Doctrine of the Eternal Subordination of the Son," Journal of the Evangelical Theological Society “Defensa de la Doctrina de la Subordinación Eterna del Hijo¨ Revista de la Sociedad Teológica Evangélica 42/3 (Septiembre 1999) 461-476. En especio limitado, Kovach y Schemm citan ejemplos de Hilary of Poitiers, Athanasius, los padres Capadocios, y Agustín, con comentarios de apoyo de John Calvin, Philip Schaff, Jaroslav Pelikan, J. N. D. Kelly, Charles Hodge, W. G. T. Shedd, y citan (p. 471) la conclusión de Paul Rainbow, "Orthodox Trinitarianism and Evangelical Feminism," (Trinitarismo Ortodoxo y Femenismo Evangélico)4 (documento no publicado, basado en su disertación "Monotheism and Christology (Monoteísmo y Cristología) en 1 Corintios 8:4-6, " [D.Phil. diss., Oxford University, 1987]), en la cual Rainbow concluye, "Desde la más primitiva forma de credo podemos observar que el Padre y el Hijo se encuentran unidos en el ser, pero tienen rango según su función."
  25. San. Agustín, La Trinidad, traducción Edmund Hill, vol. 5 de la Obra de San Agustín (Brooklyn, NY: New City Press, 1991) IV. 27 (cursivas agregadas).
  26. P. T. Forsyth, God the Holy Father (Dios el Santo Padre)(1897; reimpresión, Londres: Independent Press, 1957) 42.
  27. P. T. Forsyth, Marriage, Its Ethic and Religion (El Matrimonio, su Ética y Religión) Londres: Hodder y Stoughton, 1912) 70-71.
  28. Thompson, Modern Trinitarian Perspectives, (Perspectivas Trinitarias Modernas) 22.

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