No te enfrentes a la incredulidad solo

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Revisión de 15:30 22 ene 2021

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English: Don’t Face Unbelief Alone

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Enrique Llama Vicente


Todos tenemos necesidad de otros cristianos de confianza que nos ayuden a luchar por la fe y contra la incredulidad, y la mayoría lo sabemos. El problema es que la verdad tiene la tendencia a dejar de ser evidente para nosotros cuando más necesitamos confiar en ella. Aquello que necesitamos más, muy a menudo tratamos de evitarlo.

Deseos pecaminosos, miedos irracionales o exagerados, la capa de dudas desalentadoras y que nos producen ansiedad, y el manto de oscuridad y desesperación tienen el gran poder de distorsionar nuestra percepción de la realidad. Pero cuando los experimentamos, nos parecen y se sienten muy reales. Las promesas del pecado pueden parecer muy seductoras, las amenazas del miedo y de la duda pueden parecer muy espantosas, y la tentación a desesperar puede parecer convincentemente inevitable. Cuando nos encontramos en estos estados, necesitamos de verdad la ayuda de hermanos y hermanas sabios y de confianza, para diferenciar lo que es real de lo que no lo es.

Pero, a menudo, cuando nos encontramos así, es cuando menos queremos exponer lo que está sucediendo en nuestro interior. Sabemos que las Escrituras nos enseñan “exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: ‘Hoy’; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado” (Hebreos 3:13). Pero cuando la necesidad de esto es más acuciante, con frecuencia experimentamos la más acuciante resistencia interior a buscarlo o recibirlo.

Y por ello, debemos considerar otra verdad: confiar en el Señor con todo nuestro corazón y no apoyarnos en nuestro propio entendimiento (Proverbios 3:5). Esto no es algo que simplemente hacemos solos; tiene una dimensión comunal. Necesitamos a nuestros hermanos y hermanas de confianza para ayudarnos a confiar en el Señor, incluso cuando preferiríamos luchar solos.

Resistencia desde dentro

¿Por qué sentimos tanta resistencia a buscar o recibir la ayuda que tanto necesitamos? Hay tres cosas que contribuyen a ello principalmente el orgullo (por ejemplo, mi percepción de lo que es verdad es más fiable de lo que creo que sea la tuya), la vergüenza (por ejemplo, no quiero que veas mi maldad o mi debilidad), y el miedo (por ejemplo, podrías rechazarme, o yo podría cederte el control que quiero mantener).

Cuando el pecado del orgullo está presente, su trayectoria es la destrucción (Proverbios 16:18). Pero la vergüenza y el miedo son emociones complejas, alimentadas en parte por varias tendencias pecaminosas y/o débiles en nosotros y en parte por factores externos, como experiencias pasadas dolorosas y dañinas. El efecto neto es que esas respuestas distorsionan nuestra manera de ver a aquellos que podrían ayudarnos, socavando nuestra confianza y produciendo en su lugar resistencia hacia ellos.

Si escuchamos a dicha resistencia, es fácil ver el lugar confuso y peligroso al que nos lleva. Los deseos pecaminosos, miedos fuera de lugar, las dudas, y la desesperación, socavan nuestra confianza en lo que Dios nos ha dicho en su palabra, y el orgullo, vergüenza y temor minan nuestra confianza en nuestros hermanos y hermanas. La incredulidad puede convertirse en un círculo vicioso, dejándonos aislados y cada vez más vulnerables a un engaño cada vez mayor.

Desconfía de tu resistencia interior

Ya puedes ver lo importante que es, cuando se trata de la incredulidad y la resistencia a la sabiduría de otros cristianos de confianza, que nos tomemos en serio las órdenes bíblicas de no apoyarnos en nuestro propio entendimiento (Proverbios 3:5). Las advertencias de la Biblia en este sentido no podrían ser más claras:

El temor del Señor es el principio de la sabiduría;
los necios desprecian la sabiduría y la instrucción. (Proverbios 1:7)

No seas sabio a tus propios ojos,
teme al Señor y apártate del mal. (Proverbios 3:7)

El camino del necio es recto a sus propios ojos,
mas el que escucha consejos es sabio. (Proverbios 12:15)

El oído que escucha las reprensiones de la vida,
morará entre los sabios.
El que tiene en poco la disciplina se desprecia a sí mismo,
mas el que escucha las reprensiones adquiere entendimiento.
El temor del Señor es instrucción de sabiduría,
y antes de la gloria está la humildad. (Proverbios 15:31-33)

El que vive aislado busca su propio deseo,
contra todo consejo se encoleriza. (Proverbios 18:1)

Escucha el consejo y acepta la corrección,
para que seas sabio el resto de tus días. (Proverbios 19:20)

Él que confía en su propio corazón es un necio,
pero el que anda con sabiduría será librado. (Proverbios 28:26)

Aquellos que vivían en los tiempos en que estos proverbios fueron escritos no eran diferentes de nosotros en lo fundamental. Estaban sujetos a las mismas tentaciones de dudar de Dios y sentían los mismos tipos de resistencia a buscar los buenos consejos de otros, fuera por orgullo, vergüenza o miedo. Y el escritor(es) de los proverbios llama locura al hecho de dejarse llevar por esos impulsos.

No estamos hechos para apoyarnos en nuestro propio entendimiento. Estamos hechos para temer al Señor y escuchar los consejos de aquellos que han demostrado ser de confianza. Lo cual significa que debemos cultivar una desconfianza sana en nuestra resistencia a confiar en nuestros hermanos y hermanas.

Confiar en el Señor al confiar en otros

Hace ochenta años, durante los días peligrosos, descorcentantes y poco aptos para la confianza del reinado de terror del Tercer Reich, Dietrich Bonhoeffer escribió lo siguiente a su comunidad fraternal cristiana:

Dios quiso que le buscáramos y encontráramos su palabra viva en el testimonio de un hermano, en la boca de un hombre. Por lo tanto, un cristiano necesita que otro cristiano le hable la palabra de Dios. Le necesita una y otra vez cuando se desmotiva y se siente inseguro, ya que por sí solo no puede ayudarse sin desmentir la verdad. Necesita a su hermano como portador y proclamador de la palabra divina de salvación. (Vida Conjunta)

Es verdad. Un cristiano necesita a otro cristiano que le hable la palabra de Dios. Lo necesitamos más de lo que creemos, y lo necesitamos especialmente cuando nos hemos desorientado al respecto de lo que es real y cierto y sentimos una fuerte resistencia interior a compartirlo con otro cristiano. Porque confiar en el Señor con todo nuestro corazón no es algo que hacemos simplemente solos; también lo hacemos con otros, en la comunidad que el Señor nos provee.

Cuando más vulnerables somos

Hay gracias que el Señor solo nos provee a través de nuestros hermanos y hermanas. Como Pablo escribió, “a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Corintios 12:7). Y “así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros. Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos” (Romanos 12:4-6).

Por lo tanto, el Señor requiere que seamos humildes y confiemos nuestros deseos pecaminosos, miedos exagerados o irracionales, dudas que hacen temblar al espíritu, y pensamientos oscuros y desconfiados a miembros de confianza en nuestra comunidad de fe, desconfiando de la resistencia que sentimos a hacer esto. Porque es cuando estamos solos que es más probable que nos dejemos endurecer por el engaño del pecado.


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