Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia

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English: Blessed Are Those Who Hunger and Thirst for Righteousness

© Desiring God

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Las Bienaventuranzas

Traducción por Marina Puertas

 

Mateo 5:6

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Algunas de las palabras más evocadoras del Nuevo Testamento aparecen en Eclesiastés 3:11:

Dios hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo; también puso la eternidad en la mente del hombre, sin que el hombre pueda descubrir lo que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin.

¿Qué significa esto? ¿Qué Dios ha puesto la eternidad en la mente del hombre y sin embargo nos ha arrebatado la visión de lo que ha hecho por los siglos de los siglos?


Inquietud y anhelo

San Agustín dijo:

Nos hiciste para ti. Nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti.

La inquietud y el anhelo son rasgos universales del corazón humano. George Herbert, uno de los poetas a los que llegué a admirar durante mis años como estudiante, escribió un poema llamado La Polea, que dice así:

Cuando Dios creó al hombre al principio, con la promesa de innumerables bendiciones dijo: vertamos sobre él todo lo que nos sea posible; que las riquezas del mundo que dispersan la mentira queden limitadas. Así que la fuerza abrió camino; después fluyeron la belleza, la sabiduría, el honor, el placer. Cuando casi todo estaba fuera, Dios se detuvo y vio que, de todo su tesoro, sólo quedaba en el fondo el reposo. Y dijo: Si le concediera también esta joya a mi criatura, adoraría mis dones en vez de adorarme a mí, y descansaría en la naturaleza y no en el Dios de la misma: y ambos saldrían perdiendo. Así que permitámosle que guarde reposo, pero mantengámoslo con un desasosiego que le haga quejarse; hagámosle rico pero fatigado, para que, si no la bondad, al menos la fatiga pueda hacer que se eche sobre mi pecho.

Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones y nosotros tenemos un anhelo inconsolable. Intentamos satisfacerlo con vacaciones pintorescas, logros de la creatividad, producciones cinematográficas sensacionales, hazañas sexuales, grandes espectáculos deportivos, drogas alucinógenas, rigor ascético, excelencia empresarial, etcétera, etcétera. Pero el anhelo continúa.

Isaías lo dijo así en 55:2-3:

¿Por qué gastáis vuestro dinero en lo que no es pan y vuestro trabajo en lo que no satisface? Escuchadme atentamente y comed del bien y deleitaos en la abundancia. Prestad atención y venid a mí, vuestra alma vivirá.

Y Jeremías dijo así en 2:12-13

Mi pueblo ha hecho dos males: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua. 

Muchos de vosotros que estáis aquí esta mañana sois así. Vuestra alma está hambrienta y vuestro corazón está sediento. Sentís un anhelo insaciable de algo. Estáis intranquilos. Casi a todas partes donde miráis la hierba es más verde que la que vosotros pisáis. Y la gran tragedia para algunos de vosotros es que aunque este es el espíritu de Dios haciéndoos señas, os volvéis una y otra vez a los placeres a corto plazo, temporales y explosivos de las películas para adultos, las drogas, el alcohol, los salones de bronceado o los juguetes nuevos.

Y todo se vuelve cenizas en vuestras manos. El escalofrío de la lujuria deja un sedimento de culpa y soledad. Las drogas y el alcohol no pueden evitar que os despertéis en el mundo real una y otra vez con vuestras relaciones desordenadas. El bronceado es muy artificial y desaparece enseguida. Y el juguete nuevo se vuelve aburrido en una pocas semanas.

Bebemos de cisternas rotas. Y comemos pan que no sacia. Y las palabras de CS Lewis se vuelven cada vez más reales:

Si encuentro en mí mismo un deseo que ninguna experiencia en esta vida puede satisfacer, la explicación más probable es que estoy hecho para otro mundo.


Jesús tiene algo que decir acerca del anhelo

Jesús tiene algo que decirnos esta mañana acerca de la experiencia universal de un anhelo inconsolable. Él tiene algo que decir sobre el hambre insaciable del corazón humano, y sobre la sed inquieta de nuestra alma.

Sus palabras se encuentran en Mateo 5:6, donde afirma: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.”

Lo que me gustaría hacer es simplemente meditar con vosotros acerca de dos aspectos:

1. La naturaleza de la justicia que Jesús tiene en mente y

2. La naturaleza de nuestra hambre y sed de ella, y cómo esta hambre se convierte en la satisfacción que él promete.


1. ¿Qué es la justicia de la que Jesús habla?

En primer lugar, ¿qué es la justicia? “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de JUSTICIA”.

La semana pasada explicábamos el significado de la humildad observando el libro de los Salmos 37:11. El motivo fue que Jesús parecía estar citando este salmo casi literalmente en Mateo 5:5. Y, además, la palabra “humildad” no aparece de nuevo en el Sermón del monte.

Pero la bienaventuranza de hoy no es una cita del Antiguo Testamento y la palabra “justicia" aparece 5 veces en este sermón (5:6; 10, 20; 6:1, 33). Así pues, la mejor manera de entender el significado de Jesús en este sermón es observar los otros sentidos de la palabra justicia.

Pero solo tenemos tiempo de observar unos cuantos. Así que observemos aquellos más cercanos.

Contenido

Perseguidos por causa de la justicia

El siguiente uso se encuentra en el versículo 10. “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, ya que de ellos es el reino de los cielos". ¿Qué significa aquí justicia cuando decimos "perseguidos por causa de la justicia"?

La estructura de las bienaventuranzas

Para responder a esto, es útil observar de nuevo la estructura de las bienaventuranzas. Recordáis que existen ocho bienaventuranzas, siendo la última la del versículo 10 y la 11 una extensión de aquél. La primera bienaventuranza (versículo 3) y la última (versículo 10) aseguran lo mismo: “De ellos es el reino de los cielos”. Parece como una especie de bocadillo: tanto la pieza de pan superior como la inferior dicen: “De ellos es el reino de los cielos”.

Lo que todavía no hemos recalcado es que existen dos grupos de cuatro, y las primeros y las segundos terminan con una referencia a la “bienaventuranza”. Y el segundo grupo de cuatro termina con el versículo 10: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia”.

Vacío y anhelo de plenitud

Cuanto más lo pensáis, más importante se vuelve. Observad que las tres bienaventuranzas que llevan al hambre de justicia en el versículo 6 son descripciones de vacío o pasividad: pobreza de espíritu (versículo 3), misericordia por el pecado y la miseria (versículo 4), aceptación dócil de las críticas sin venganza ni actitud defensiva (versículo 5). No se trata de características de una abundante plenitud. Son bellas y buenas por sí mismas, pero no son la riqueza y la plenitud y la actividad abundante de la bondad que anhelamos. Y, por tanto, ¿no es natural que siguiendo estas tres primeras bienaventuranzas el Señor diga: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”, aquellos que desean estar llenos de justicia?

En otras palabras, tras bendecir a aquellos que reconocen su vacío y se lamentan por ello y no intentan justificarse ni defenderse ellos mismos, Jesús realiza ahora una transición del vacío a la plenitud diciendo que el hambre y la sed de justicia también son bendecidas.

Plenitud y persecución

Ahora, observad las tres siguientes bienaventuranzas. Esto es lo que encontramos. Tras el hambre y la saciedad del versículo 6 aparece: "Bienaventurados los misericordiosos" (versículo 7). Ahora, la persona bendecida está plena y rebosa misericordia. No está simplemente abatida, afligida y mansa. El versículo 8 dice que es pura de corazón y el versículo 9 dice que no es solo pacífica, sino que es pacificadora.

Así, este segundo grupo de cuatro bienaventuranzas termina con otra referencia a la justicia. Solo esta vez no existe un hambre de justicia de la que carecemos, sino una persecución de la justicia que abunda en nosotros.

Definición de justicia

¿Veis la estructura? Las primeras cuatro bienaventuranzas describen a la persona abatida, afligida y tranquila que tiene hambre y sed de justicia. Y las cuatro siguientes bienaventuranzas describen a la persona misericordiosa y pacificadora que es perseguida por su justicia. Por tanto, ¿no nos proporciona esta estructura una definición de justicia? Si teníamos hambre de justicia en el versículo 6 porque estábamos vacíos, y luego fuimos perseguidos por causa de la justicia en el versículo 10 porque estábamos llenos de ella, ¿no es apropiado definir la justicia como aquello con lo que se nos ha llenado? Es decir, la misericordia, la pureza y la pacificación.

Una justicia que excede a la de los fariseos

Bien, observemos otro uso de “justicia” en el sermón para ver si confirma nuestra concepción.

En 5:20 Jesús dice: “Os digo que, a menos que vuestra justicia exceda a aquella de los escribas y fariseos, nunca entraréis en el reino de los cielos". A continuación, en el resto del capítulo 5 se muestran seis ilustraciones de cómo nuestra justicia debe sobrepasar la justicia de los legisladores escrupulosos de la actualidad.

Así pues, está bastante claro lo que Jesús quiere decir en 5:20 cuando dice que nuestra justicia debe exceder a aquella de los escribas y fariseos. Está relacionado con mostrar misericordia y ser extremadamente puros de corazón, y hacer la paz en lugar de buscar venganza. Así, nuestro concepto de justicia extraído de la estructura de las bienaventuranzas se confirma. La justicia es mostrar misericordia hacia los demás; y la justicia es ser puros de corazón ante Dios, quien solo puede ver el corazón; y la justicia es el esfuerzo por conseguir la paz.

Puede haber mucho más. Pero me parece que este es el objetivo de estos versículos y de este capítulo, así que centrémonos en ello: misericordia, pureza y pacificación.


2. ¿Cuál es la naturaleza de nuestra hambre y nuestra sed?

Lo segundo sobre lo que quiero meditar brevemente es la naturaleza del hambre y la sed y sobre cómo se convierten en saciedad. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”.

Asombrado por la realidad

Pensemos por un momento en los niños. Podemos aprender mucho sobre nosotros al observar a los niños. Vosotros, niños, estad atentos a esto. Ved si no os identificáis con lo que tengo que decir. Permítanme leer estas palabras de G.K. Chesterton escritas hace 80 años:

A todos nos gustan las historias asombrosas porque afectan al veterano instinto del asombro. Está demostrado por el hecho de que cuando somos niños pequeños no necesitamos cuentos de hadas: solo necesitamos cuentos. La propia vida es lo bastante interesante. Un niño de 7 años se emociona cuando se le dice que Tommy abrió una puerta y vio a un dragón. Pero un niño de 3 años se emociona cuando se le dice que Tommy abrió una puerta. A los niños les gustan los cuentos fantásticos; pero a los bebés les gustan los cuentos realistas, porque les parecen fantásticos… Esto demuestra que incluso los cuentos infantiles son solo un eco del interés y asombro casi prenatal. Estos cuentos dicen que las manzanas eran doradas solo para recordarnos el momento olvidado cuando descubrimos que eran verdes. Hacen que los ríos fluyan con vino solo para hacernos recordar, durante un momento absurdo, que fluyen con agua. (Orthodoxy, p. 53f.).

Sé que esto es verdad porque he estado contándoles historias a mis hijos durante 13 años. Tenemos algunos niños imaginarios llamados Quintle, Quingy, Quabe, y Quarney. Puedo recordar tener embelesado a Karsten, de dos años, con un cuento que decía más o menos esto:

Érase una vez un niño pequeño llamado Quintle. Una mañana se despertó muy temprano. Salió de la cama, se puso sus zapatillas rojas y su albornoz azul y bajó a desayunar. En un plato había un huevo caliente que mami acababa de cocinar. El humo se desprendía de él y flotaba en el aire. Era amarillo en el centro y blanco en el exterior, y estaba muuuy bueno. Después del desayuno, Quintle se vistió y salió a jugar al sol; se lo pasó muy bien todo el día.

Eso era todo. Estaba embelesado por la fantasía de la realidad. Pero ahora, tengo que elaborar descripciones detalladas de monstruos y armas con argumentos complicados y efectos especiales. Pero no con Barnabas, que tiene dos años. Él todavía piensa que el sol, los huevos humeantes y las zapatillas rojas son asombrosos.

Anhelo de una realidad absoluta

¿Qué significa esto? ¿Significa que los anhelos que todos sentimos de una hierba más verde son anhelos reales que regresan a la simplicidad de los dos años cuando tememos que los ríos fluyan con agua y las jirafas tengan cuellos largos y los huevos sean amarillos por el centro?

No. Eso sería como un hombre que observaba mi fotografía de la pared de los Reformadores en Ginebra y dijo, “Oh, volver a aquel día en que estabas allí y se hizo esta fotografía” “Oh, estar allí como estuviste tú y ver esas impresionantes figuras de Calvino, Lutero y Zwingli en Ginebra”. No. Eso no es lo que realmente queremos. Queremos a los auténticos Calvino, Lutero y Zwingli. Queremos sumergirnos en la realidad en la que ellos se sumergieron. No queremos una gran estatua. Queremos la realidad de carne y hueso de estos hombres y su causa.

Así es con el mundo. En realidad no queremos la primera explosión de asombro acerca de que los ríos fluyen con agua. Queremos la realidad eterna que esconde el río. El motivo de que el río provoque asombro en nosotros y luego nos deje sedientos de nuevo porque el río es solo una imagen. Es solo un indicador. Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, la santa residencia del Altísimo. Fluye con el agua de la vida, brillante como el cristal del trono de Dios y del Cordero.

El hambre y la sed de vuestra vida que no puede saciarse por nada en este mundo es la señal constante de Dios para recordaros que estáis hechos para otro mundo, que estáis hechos para Dios.

Sin retirarnos del mundo

Permitámonos ser muy cuidadosos en este punto, ya que podemos cometer un peligroso error. Podemos retirarnos del mundo. Podemos hacernos monjes o monjas o guardabosques. Pero aquí es donde las palabras de Jesús se vuelven tan importantes: para evitar que cometamos ese error.

Jesús dice que las personas que serán saciadas al final no son las personas que se han retirado a los bosques para encontrar una solitaria comunión con Dios. En realidad, son las personas que tienen hambre y sed de justicia, las personas que han anhelado la gracia para ser misericordiosos, las personas que han deseado la pureza total de pensamiento y sentimiento, las personas que tienen un deseo apasionado de hacer la paz.

¿Por qué no simplemente tenemos hambre de Dios?

Y si alguien se preguntara por qué la promesa de la saciedad se le hace a aquellos que tienen hambre de justicia y no a aquellos que simplemente tienen hambre de Dios, hay dos motivos:

1. Visión de la justicia de Dios

Uno es que sin duda Jesús significa la justicia de Dios, una justicia como la de Dios, y una justicia que Dios proporciona. Mateo 6:33 dice “Pero buscad primero el reino de Dios y su justicia”. Seguro que esto es básicamente lo mismo que decir: “Tened hambre y sed de justicia”. Cuando tenemos hambre y sed de justicia, no miramos a las cisternas rotas de nuestros propios recursos. Miramos a Dios. Así que no es lo uno o lo otro: tenemos hambre de la justicia en Dios.

2. Cómo termina el sermón

Hay un motivo más profundo por el que Jesús promete saciedad a aquellos que tienen hambre de la justicia de Dios en lugar de prometer saciedad a aquellos que simplemente tienen hambre de Dios.

El Sermón en el monte termina en 7:22-23 con estas palabras de Jesús.

Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les diré: Nunca os he conocido; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

Le llamaban Señor. Parecían tener el carismático don de la profecía. Participaban en exorcismos de demonios y en milagros en nombre de Jesús. Y los apartó el último día diciendo que nunca los había conocido, porque eran hacedores de maldad, no de justicia.

Ellos pensaban que lo conocían. Ellos pensaban que él les conocía. Pero eran extraños: “Nunca os he conocido”. ¿Por qué? Porque no tenían hambre ni sed de su justicia. ¡Habían sido religiosos” Habían ido a la iglesia. Habían participado en muchas actividades religiosas. Pero la pasión, el hambre, la sed de sus vidas no era de justicia. Y, por tanto, no serían saciados, ni en estos años ni en los venideros.

Una saciedad profunda y duradera para nuestras almas procede no solo de los placeres del mundo ni de una simple relación vertical o religiosa con Dios. La saciedad procede de Dios hacia aquellos cuya pasión en la vida es conocerle en la lucha por ser como él en el mundo (5:48).

Haced de la justicia vuestra pasión y seréis saciados

Así pues, a los niños les diría esta mañana: No sólo hagáis creer que sois ese príncipe que dirige su ejército contra las fuerzas del mal y arriesga su vida para hacer lo correcto y salvar su reino. No sólo finjáis que sois esa princesa secuestrada que escapa del calabozo del villano y atraviesa inmensos ríos y desiertos llenos de serpientes para advertir al rey del peligro. No os conforméis con los deseos imaginarios. ¡SED ese príncipe algún día! ¡SED esa princesa algún día! Los grandes cuentos del futuro estarán escritos por hombres y mujeres reales que estaban apasionadamente prometidos con una cosa: la justicia de Dios.

Haced de los grandes actos de justicia la pasión, el hambre y la sed de vuestra vida. No os conforméis con la saciedad desganada de ser millonario.

Y al resto de nosotros, los mayores, les diría: Nunca es demasiado tarde para cambiar vuestra dieta. ¿Pensáis comer mañana? Entonces, ¿por qué no pensar en comer justicia? ¿Pensáis beber mañana? Entonces, ¿por qué no pensar en beber justicia?

¿Podría ser que uno de los motivos por el que la hierba es más verde en cada lugar al que miráis es porque vuestra vida no está dedicada al objetivo central de la justicia, sino a otros objetivos? Pensemos con qué regularidad y perseverancia y fuerte necesidad buscamos la comida y la bebida cada día. Y recemos para que nos alimentemos y bebamos del mismo modo en el que establecemos la justicia: en nuestra alma, en nuestras relaciones, en nuestras tierras y en el mundo


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